1: Navidad es…

Este fic corresponde al desafío de mi querida Jessy Kaulitz, quien me dijo que quería un especial de Navidad de este universo. Yo tenía muchas dudas, porque en realidad no había forma de traer de vuelta a Manuela y si lo hacía, todo sería muy raro, como verán en los capis 3 y 4. Pero luego pregunté a Ady, más que nada para que me dijera que NO lo hiciera, pero adivinen qué dijo ella >///< Así que gracias a estas dos señoritas, tenemos un mini fic de 4 partes para todos quienes leyeron este universo.

«Manuela en Navidad» Fic Toll de MizukyChan

Capítulo 1: Navidad es…

Tom sonreía feliz mirando la inmensa exposición de pinos dispuesta para la venta, Bill sonrió al ver la expresión de felicidad de su novio, todavía no comprendía del todo las emociones humanas, eran raras y muchas veces sin sentido, pero sin duda, muy poderosas.

¿Qué tienen de especial estos árboles, Tom? —Preguntó el guapo pelinegro, observando de cerca uno de los pinos olorosos.

Son para Navidad —respondió el otro, situándose junto a Bill, notando que el árbol que había mirado parecía ser el mejor de todo el lote.

¿Navidad? —Repitió el pelinegro—. ¿La fiesta de los regalos?

Exacto —contestó, agitando la mano para que el vendedor se acercara a ellos.

Cuando Bill recién entró en el cuerpo de Tom, realizó una investigación exhaustiva de la raza humana, cosa que incluyó sus celebraciones. Navidad fue una que le causó mucha extrañeza, no podía comprender cómo la gente aseguraba que el 24 de diciembre, un Salvador llamado Jesús, había nacido en el planeta Tierra.

Cuando continuó con esa investigación en particular, descubrió por hechos históricos (que los humanos preferían omitir completamente), que tal celebración estaba errada en muchos aspectos, como por ejemplo, aquella estrella milagrosa no era más que una conjunción planetaria de esos años, el pueblo de Belén prácticamente no existió sino hasta muchos años después del supuesto nacimiento y obviamente, la “virgen Maria”, en realidad no era virgen en el momento de la concepción, sino que todo aquello se trataba de una mala traducción o una forma de manipular a la población mundial.

Bill se alzó de hombros—. A los humanos les gusta ser manipulados —dijo en un suave susurro.

¿Qué dices, Bill? —Preguntó Tom, sacando su billetera para dar el pago por su bello árbol.

Digo que este tipo de negocio es ilegal, que el corte de esto pinos y su posterior venta no tiene un certificado legal —comentó el pelinegro con el ceño fuertemente apretado.

El vendedor tragó pesado y, fingiendo molestia, agitó la mano—. Sí tengo licencia.

Una falsa —respondió Bill sin inmutarse.

¿Qué quieres decir?

Digo que deberíamos llamar a la policía y denunciar a este tipo y a todos los que están con él. ¿Tom, qué opinas? —El pelinegro metió la mano al bolsillo de su chaqueta y cogió su celular.

El vendedor palideció y negó con la cabeza—. No, por favor, váyanse. Llévense el árbol, pero no destruyan mi negocio.

Tom arrugó el ceño y tomó el árbol, cargándolo hasta el coche. Una vez asegurado, miró a Bill con cariño y dijo—. Espera aquí, ¿ok?

El pelinegro asintió y entró en el vehículo.

Tom corrió de regreso hasta donde estaba el vendedor con cara de pánico y sacó unos billetes—. Tome, mi amigo sólo estaba bromeando. ¡Feliz Navidad!

Bill siguió la escena por el espejo retrovisor, conocía lo suficiente a Tom como para saber que él no tomaría nada sin pagar por lo adquirido. Suspiró y negó con la cabeza. Jamás entendería a los humanos, ni siquiera usando el cuerpo de uno—. ¿Por qué les gusta engañarse? —Se preguntó en voz baja, cuando la puerta del conductor se abrió.

Estamos listos, ahora podemos irnos.

Tom encendió el motor y salió del lugar. Mientras conducía, la radio dejaba sonar villancicos navideños, muy armoniosos y tiernos, Tom no podía despintar la sonrisa de su cara.

¿Por qué compramos un árbol? —Preguntó Bill, mirando al frente, analizando todo con ojo crítico, dispuesto a intervenir ante una posible colisión. No permitiría que su humano se volviera a ver envuelto en un accidente, aunque el último lo haya provocado él mismo.

Para decorarlo, por Navidad —respondió el rastudo, sin perder su sonrisa.

Entiendo la celebración, Tom, pero… —dudó, no le gustaba reprochar las acciones de Tom, después de todo, el humano había demostrado ser bastante consciente e inteligente como para sobrevivir todo ese tiempo sin sus padres cerca.

¿Qué cosa, Bill? Anda, pregúntame, me gusta responder tus dudas.

Internet responde todas mis dudas, Tom, tú sólo me das tu versión de la realidad —explicó el pelinegro, pero sin intención de ofender al rastudo.

Y a ti te encanta mi versión de la realidad —Tom le dio una mirada rápida y meneó las cejas, logrando sonrojar a su novio.

Bill carraspeó, todavía no entendía bien como su cuerpo había evolucionado tanto hasta sentir aspectos de la fisiología humana que lo hacían sonrojarse o… amar.

Tom, me refiero a si no habría sido mejor comprar uno de esos árboles artificiales que venden en los supermercados.

Oh…

La expresión del rastudo se ensombreció y Bill lo notó de inmediato. Estiró una mano y apretó la rodilla de Tom—. Lo siento. No sé qué te puso triste, pero lo siento.

Tom sonrió con esfuerzo y respondió—. No es tu culpa, Bill.

¿Si no es mi culpa, por qué no me cuentas?

Lo haré, cuando lleguemos a casa.

Tras estacionar el coche, que les prestó el padre de William, Tom y Bill bajaron el pino y lo instalaron en una gran maceta para luego meterlo en la casa.

Es hermoso —dijo el rastudo, embelesado mirando el pino.

Y huele bien. Hay algo en su aroma que hace que mi nariz sienta algo raro —mencionó Bill, ganándose una mirada divertida de parte de Tom—. ¿Qué?

¿Quieres estornudar?

Bill negó con la cabeza, hasta que de pronto la picazón en su nariz fue demasiada y su cuerpo se contrajo, hasta hacerle realizar una extraña acción—. ¡ACHUUU!

Tom estalló en risotadas y sacó un pañuelo de papel de su bolsillo—. Toma esto.

El pelinegro limpió su nariz y arrugó el ceño.

Pese a que eres un alien y has tomado control del cuerpo de William, sigues siendo vulnerable a las debilidades humanas, ¿verdad? —Dijo Tom, acercándose lo suficiente para besar los labios de su novio.

Hay cosas humanas que me gustan mucho más que esta extraña sensación de hace un rato —respondió el pelinegro, sujetando a Tom para besarlo con más ganas.

A regañadientes, el rastudo se separó de su novio y dejó un último piquito en sus labios, antes de sonreír y decir—. ¡Es hora de decorar el árbol!

Pronto cumplirían un año de haberse conocido, pero Bill nunca había experimentado la Navidad entre los humanos. El cuerpo de William lo había hecho y, pese a que Bill había vislumbrado algunos de los recuerdos en lo que quedó de la mente del chico, no podía comprender la felicidad que se sentía en cada escena que veía. Quizás Tom podría orientarlo más…

¿Tom? —Llamó, terminando de probar las luces de colores.

¿Sí? —Respondió el otro, girando y sonriendo ampliamente al ver el fulgor de las luces navideñas—. ¡Que bueno! Todas están funcionando.

¿Por qué todo el mundo está feliz en Navidad?

Los ojos de Tom nuevamente se ensombrecieron y Bill quiso darse una bofetada mental, era la segunda vez en el día que entristecía a su humano.

Navidad es una fiesta que se celebra en familia. Se apartan las rencillas, los malos entendidos y todo lo que reina es el amor entre cada miembro de la familia —respondió el rastudo, sentándose en el sofá, frente al árbol.

Bill lo siguió y se sentó en el piso, entre las rodillas del chico—. ¿Y estás triste, porque tus padres no estarán contigo?

Tom asintió y miró el suelo.

Lo siento. Creo que debo dejar de hacerte preguntas incómodas —susurró el pelinegro, apoyando la cabeza en una de las rodillas de Tom, quien de inmediato le acarició el cabello.

Es cierto que los extraño, pero no por eso estaré triste, Bill. Ahora tengo más motivos para estar feliz —su novio alzó la cabeza, con el ceño apretado, confundido, así que Tom se explicó—. Este será tu primer año celebrando la Navidad, ¿no? —Bill asintió—. Pues, entonces la vamos a hacer memorable. Te enseñaré todo lo que sé sobre estas fechas. Te contaré todos los gratos recuerdos sobre mi familia y mis amigos.

Bill asintió y su pecho se llenó de algo raro, sentimientos que todavía no podía descifrar, pero que le gustaban, como cuando alcanzaban el clímax con Tom y éste le susurraba que lo amaba.

El resto de la tarde, se lo pasaron decorando el árbol y la casa. Por diferentes razones tuvieron que esperar hasta último momento para decorar, pero Tom no pararía hasta que ver que toda la casa estuviera inundada del espíritu navideño.

Bill, que todavía poseía la útil habilidad de memorizar y aplicar todo lo aprendido, cocinó una deliciosa cena pre-Navidad que mostraron en uno de los programas de la tele.

Al caer la noche, Tom llevó una manta hasta la sala, con la que Bill y él se cubrieron mientras observaban el resultado de su esfuerzo.

Tenías razón, Tom, esto es hermoso —dijo Bill con una sonrisa en los labios.

El rastudo pensó que ver a su amado Bill allí, a su lado, con el reflejo de las luces navideñas en su rostro, era mucho más hermoso que cualquier cosa que hubiera visto en la vida.

Se quedaron ahí, hasta que los venció el sueño y, en los brazos del otro, se durmieron en el sofá.

Tom se extrañó de no ser despertado por las eróticas ministraciones de su ex Manuela. Abrió los ojos y se encontró a sí mismo destapado y con algo de frío, a su lado estaba Bill, envuelto en la manta de la noche anterior. Se extrañó porque su cuerpo se estremecía un poco.

¿Bill? —llamó y giró el cuerpo de su novio, abriendo los ojos de la impresión cuando vio la frente perlada de sudor de su amado—. ¡Bill!

Tocó su frente y constató que estaba ardiendo en fiebre. Corrió hasta la cocina para buscar un poco de agua, intentó darle a beber, pero el pelinegro no parecía estar consciente de nada.

¿Bill? ¿Bill, por favor, abre los ojos? —Pero el pelinegro no respondía.

Tom se levantó del sofá y corrió a buscar la agenda telefónica. Tenía una tarjeta guardada allí, de una persona que no quería recordar. Pero… no tenía más remedio.

Buen día, habla la doctora Wilson —dijo una voz femenina al otro lado de la línea.

Kathlyn, soy Tom, Bill está en problemas.

& Continuará &

Chan, chan, chan. ¿Qué le ha pasado a Bill? ¿Esta enfermo? ¿Qué rayos sucede? Lo sabremos en el siguiente capítulo. No se lo pierdan y muchas gracias por su visita.

Escritora del fandom

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