11: Revelaciones

Capítulo 11: Revelaciones

18 años —

¡Nunca… te atrevas a pensar… en dañar a mi “Mate”! —dijo el pelinegro.

La adrenalina en el cuerpo de Jorg, le llevó a salir de allí a grandes zancadas, si había sentido temor aquella vez en que Tom se enfrentó a él, esta vez estaba aterrorizado, ya que como Taurino sabía que si dañabas al “Mate” de alguien, esa persona, podría enloquecer y matarte.

Señora —llamó el pelinegro a Simone, quien les había observado desde la puerta—. Necesito que empaque las cosas de Tom, me lo llevaré ahora mismo de este lugar, ese hombre es perjudicial para mi “Mate” —La mujer lo miraba con los ojos como platos—. Tom no puede recibir ninguna clase de estrés, eso… es dañino para el bebé.

Comprendo —susurró Simone, viendo el piercing en la nariz del pelinegro.

¿Nos puede dejar un momento, señora? —pidió el moreno, bajando la intensidad de su aura, a lo que la mujer asintió y salió del cuarto, cerrando la puerta detrás de ella.

Tom estaba dándole la espalda al pelinegro, no quería mirarle, no quería escucharle, no quería nada que tuviera que ver con él, no por ahora… porque sabía que si lo hacía, no dudaría en ir con él al mismísimo infierno. Era su “Mate” y lo amaba, pese a la extraña actuación de su Billa tan sólo dos días atrás. Dentro de su corazón, Tom sabía que ese, quien lo forzó, no había sido su dulce Billa.

Tomi… —susurró con la voz suave.

No —cortó el trenzado, sin voltear—. Vete.

Me iré contigo —Su voz se endureció, pero esta vez, era todo fingido, debía sacar a Tom de allí, debía explicarle lo que pasaba, debía contarle sobre la revelación.

No.

Mira Tom, así están las cosas —dijo en tono amenazante—. O te vienes conmigo por las buenas —El trenzado se tensó al oír el cambio en la tonalidad de su pareja—. O te arrastro de las trenzas.

No —respondió otra vez el mayor.

Eres mi “Mate” y cargas a mi hijo. Estás obligado a seguirme —Bill no quería recurrir a esto, pero también comprendía que Tom no cedería tan fácilmente, lo había violado y eso, ninguno de los dos, podría olvidarlo jamás. Este era… su último recurso.

Tom comprendió que las palabras de su pareja eran ciertas, es más, eran “ley” ante la manada, así que giró sobre sus talones y dándole una mirada asesina, empuñó su mano y le dio un fuerte golpe a Bill en plena mandíbula. Luego salió de allí.

Un hilillo de sangre bajó por el lado derecho del labio del pelinegro. Sonrió y caminó tras su “Mate”. Había resultado, se llevaría a Tom.

&

Bill le había exigido a su padre un departamento en Berlín para estar con su “Mate”, sabía que Tom no quería alejarse de su madre, para estar cerca en caso de que su padre se pusiera agresivo y la dañara de algún modo.

Cuando llegaron hasta el lugar, en silencio Tom observaba el delicioso gusto de su Billa para haber decorado el lugar en tan poco tiempo y de una manera tan propia de él y de su relación. El trenzado se sintió cómodo desde que puso sus pies allí.

Recorrió el salón y tocó la suavidad de sus enormes sillones, pensó que sería maravilloso dormir en ellos o hacer el amor. Suspiró. Sacudió la cabeza, debía seguir firme en su resolución de “estar enfadado” con el moreno.

Bill le seguía también en silencio, no quería apresurar las cosas, al menos no todavía, ya tendrían tiempo en la noche, para reconciliarse.

Tom siguió su camino topándose con una gigantesca cocina, que le sacó una sonrisa. A él le gustaba ayudar a su madre cuando era pequeño y al ver el espacio, sintió deseos enormes de preparar algo, para que Billa lo probara.

Había un estudio y la única habitación era también muy grande, con una cama que te gritaba “ven a mí”. Sin embargo, eso significaba que Bill quería volver a intimar con él. Pero… ¿cómo sería esta vez? ¿Lo volvería a dominar de esa manera brutal? ¿O volvería a ser el Bill sumiso que se dejaba amar por él?

Ordenaré comida —anunció el moreno—. Tu madre me dijo que llevabas dos días sin comer.

No quiero —respondió el trenzado y se recostó en la cama, dándole la espalda.

Bill suspiró y regresó al salón. Ordenó comida china, sin hacer caso de las palabras del trenzado y volvió a la habitación. Vio las trenzas negras de Tom y sintió que su corazón se encogía. Con mucha cautela se acercó a la cama y se acostó al lado de su pareja, sin tocarlo.

Yo tampoco podía tolerar verme al espejo después de lo que ocurrió, por eso cambié mi imagen —susurró el pelinegro, levantando su mano, para tocar el hombro de Tom, pero deteniéndose antes de llegar hasta él. En lugar de eso, acarició su ahora corto cabello.

Como era de esperarse, no obtuvo respuesta. Pero Tom volvía a meditar en la conexión que ellos compartían y que les llevó a actuar de la misma manera, cambiando sus peinados en una forma simbólica de olvidar aquella maldita noche.

Estuvieron en silencio por un rato, hasta que el timbre les recordó que habían ordenado comida. Bill se puso de pie y fue por ella.

Tomi, ven a comer —llamó desde la gran cocina.

El olor de la comida era delicioso y el estómago del trenzado rugió. Sin embargo, su orgullo de Taurino le hacía permanecer allí, en la cama, sin moverse.

Tomi —habló el pelinegro, esta vez en la puerta del cuarto—. Ven a comer —Le mandó.

¿O qué? ¿Volverás a violarme? —gruñó el mayor, poniéndose de pie y acercándose a grandes zancadas hacia su pareja. Lo tomó por los hombros y lo sacudió como si fuera una muñeca de trapo.

Bill era alto, pero muy delgado en comparación al fuerte y musculoso cuerpo del trenzado, quien se había ejercitado durante años, para poder mostrarle a su padre que era “todo un hombre” y no un marica por llevar la marca en el brazo derecho.

No fui yo, Tomi —Fueron las únicas palabras que salieron de la boca del menor.

¿Por qué no me dejas tranquilo? —pidió Tom con el ceño fruncido, soltando al moreno.

Porque debes cuidar a mi bebé —agregó el menor.

Deja de hablar de bebés. Es imposible que me preñaras de una sola vez —alegó el trenzado, mirando de frente a su “Mate”, quien le correspondió la mirada con dulzura.

Es posible… ahora mismo cargas a mi hijo —Quiso tocar el vientre de su novio, pero no se atrevió a posar su mano.

Aun si fuera posible, no habría forma de que lo supieras tan rápido —Se defendió el mayor, girando de vuelta hacia la cama. Evitando así que el pelinegro le volviera a tocar.

Tomi… —Le cogió el brazo para detenerlo. No lo hizo con fuerzas, pero el mayor sí se detuvo—. Él vino hacia mí en sueños —Su novio le miró confundido—. El Minotaurus, y me dijo, más bien me explicó lo que ocurrió. Además de felicitarme por nuestro hermoso bebé que ya había llegado a este plano terrenal —La sonrisa de ternura que mostró Bill en sus facciones fue suficiente para contagiar al mayor, quien sonrió también.

No puedo creerlo… —susurró. Recordando que el dios del toro le había hablado también a él en el Laberinto y le había contado en ese entonces que tendría un bebé muy especial. Y ahora… ese bebé… estaba dentro de él.

Tomi… —Sin poder evitarlo más, se lanzó a los brazos del trenzado, mostrándole todo el cariño que siempre le había tenido.

El trenzado correspondió el abrazo con ternura, pasando sus brazos de arriba abajo por la delgada espalda de su pareja, hasta que su estómago rugió fuertemente y ambos rieron.

¿Vamos a comer? —sugirió el moreno, a lo que su novio asintió.

Aquella noche, Tom se quitó la ropa, quedando sólo en sus bóxers y se metió a la cama. Bill, después de limpiar los platos de la cena, también se acostó. Abrazó al trenzado por la espalda, pero éste se tensó de inmediato.

Bill… no… por favor —susurró, completamente estresado por el recuerdo de aquella noche, dos días atrás.

El pelinegro aceptó, y se separó de su cuerpo. Silenciosamente, sus ojos derramaron lágrimas, no sería tan fácil después de todo.

Cuando el sueño por fin alcanzó la cansada mente de Tom, una cálida luz le envolvió, otorgándole paz. El trenzado miró la luz, reconociéndola… era la misma luz que envolvía al Minotaurus, aquella vez en el Laberinto.

«Hijo mío, ¿por qué sufres?» Preguntó la voz, directamente a su cabeza.

«Tú bien conoces la razón» Respondió él, en su mente, sin articular palabras.

«Ese hecho fatídico estaba predestinado, hijo. Debías embarazarte de ese pequeño tan especial que llevas ahora en tu vientre» Agregó la hermosa voz en sus pensamientos.

«Pero ahora no puedo confiar en el ser que más amo. Billa… me traicionó» Se quejó el trenzado, tratando de ocultar la mirada de aquel ser místico, pero era imposible, pues él podía leer directamente a su corazón.

«Él no lo hizo, Tom. Fue obligado por un hechizo» Explicó la voz.

«Eso no es posible»

«Sí, hijo mío. Hay gente dentro de mi pueblo, que sólo busca poder. Tu padre es uno de ellos. Ellos forzaron a mi oráculo a realizar el hechizo, manipulando la mente de los machos alfa, obligándolos a tomar por la fuerza a sus parejas. Lo que te ocurrió a ti, le pasó a todos los “receptores” en la última “reunión”»

«¡Maldito!» Gruñó Tom dentro del sueño, comprendiendo por qué su padre le había humillado ese día, cuando Bill fue a buscarle.

«Debes cuidarte, Tom. Tu bebé debe nacer, es imperativo que lo haga. Debes confiar en tu “Mate”, él te protegerá con todo su ser. Bill te ama más allá de lo que puedas imaginar, está en sus genes, está en su ser. Ustedes son una persona en dos cuerpos» Tom asintió dentro del sueño, mirando con admiración la bella imagen del toro blanco. «Recuerda hijo mío, habrá dos grandes bendiciones en tu vida. Jamás lo olvides»

La luz lentamente se apagó, y el sueño siguió dominando la mente del trenzado.

&

Exactamente un mes después, el padre de Georg Lancaster entraba en la habitación de su hijo, buscando un libro que había sacado de su biblioteca particular. Tras llamarle para preguntarle por él, Geo le explicó donde buscarlo, ya que ahora el chico vivía con su “Mate”, la joven Dany, en el departamento que le regalaron.

El hombre, fue directo al lugar que Geo le había mencionado y tomó el libro, acariciando la portada.

Los Taurinos elegidos”, rezaba el título. El hombre suspiró y sonrió.

Ojalá fuera yo quien encontrara a los padres del elegido. Así todos nosotros podríamos vivir la vida que merecemos —murmuró bajito.

Abrió el libro, hojeándolo con rapidez, notando algo entre las páginas. Regresó y tomó una fotografía extraña, aunque más bien, eran trozos de una fotografía, la depositó en el escritorio de su hijo y la armó como un puzle. La miró atentamente, reconociendo a la pareja allí.

¡Santa madre del Toro! —exclamó—. Son los Knight. Ambos Knight.

Los sobrinos que había cargado en sus brazos cuando eran pequeños. Los niños que jugaban con su hijo cuando celebraban los cumpleaños. Los hijos de aquellos padres que tanto se odiaban. Los Knight.

«Yo… debería protegerlos» Se dijo mentalmente, hasta que el grito de su esposa le regresó a la realidad.

Ven a comer cariño —Le llamó ella.

Mis sobrinos… pero no mis hijos, no mi familia. Debo velar por los míos. Ellos… se las arreglarán —O al menos… eso esperaba.

Estaba consciente que el clan sería capaz de matar a los padres del elegido cuando el bebé naciera, pero… el brillo de las riquezas que podría tener, los lujos, los viajes, el placer que conseguiría si los entregaba… eran demasiada tentación.

Con los trozos de la fotografía firmemente sujetos en su mano, tomó su celular y marcó.

Soy Lancaster —Se identificó.

Habla Dylan Rog, puedes hablar, es seguro.

Tengo información sobre los padres del elegido —dijo fríamente.

¿Qué tienes? —preguntó intrigado el hombre al otro lado de la línea. Ya habían tenido varios falsos, así que debía asegurarse antes de concertar una entrevista con Phillips.

Una fotografía.

La veré yo primero.

Conforme. ¿Cuándo?

Mañana. A las 11 de la mañana en mi oficina.

Perfecto. Hasta mañana —Colgó y luego miró al techo—. Sólo espero que el dios me perdone —Se secó el sudor que bañaba su frente y volvió a mirar la fotografía, en sus manos temblorosas.

&

Gustav y Geo se presentaron en casa de Bill, para visitar a sus amigos y felicitarles por su hijo. Tom estaba un poco avergonzado porque su compañero rubio le vería de esa forma, en un estado que sólo las féminas alcanzaban.

¿Cómo te has sentido? —preguntó de inmediato Gus al de trenzas.

Bien —contestó avergonzado. Sólo tenía un mes de gestación, así que ni siquiera sentía mareos o nauseas. Su bebé era un pequeño ángel.

¿Por qué estás así? —Siguió preguntando el rubio.

¿Así cómo?

A la defensiva —respondió.

Seguramente Tom está demasiado avergonzado de cargar un bebé —comentó el castaño, sin tapujos, era obvio que pasara eso, eso era justamente lo que él habría pensado si llevara la marca en el brazo derecho. No tenía que ver con ser gay, pues él mismo había sido el pasivo en sus relaciones con Gus. Pero llevar un hijo en tu vientre, era algo completamente diferente, era raro y anormal en el mundo común de los humanos. Esa era otra de las maldiciones que te podía tocar, si pertenecías a los Taurinos.

Entiendo —agregó el rubio—, pero cuando comprendí lo que me explicó Geo acerca de los “Mates”, supe que entre ustedes, Bill o tú deberían ser capaces de tener un hijo. Por lo de mantener hijos “pura sangre” —Hizo comillas en la última frase.

¿Eh? —Se sorprendió el pelinegro, entrando a la sala, llevando una bandeja con refrescos—. ¿No te parece raro, Gus?

Claro que lo es. Entre los humanos, sólo las mujeres pueden concebir bebés, sería anti natural de otra forma —explicó el rubio, pero rápidamente agregó—. Sin embargo, ustedes, los Taurinos, son diferentes —Miró directamente a Tom—. Por eso, de alguna manera extraña, sabía que podrían tener hijos.

¿No te causo repulsión? —preguntó el de trenzas, cogiendo su vaso.

Claro que no. Eres mi amigo, tonto, jamás me serías repulsivo. Tú y Bill son una pareja adorable —Admitió—, claro que Geo y yo les ganamos —Sonrió, y el castaño le cogió la mano, que era lo único que podían hacer ahora, ese era el único contacto que su naturaleza Taurina le permitía.

Te queda bien el septum —comentó el pelinegro a su primo, recordando que él también sería padre muy pronto.

Aunque a Bill le queda mucho mejor —Le halagó el trenzado, haciendo reír a su pareja.

¿Qué puedo decir? Te traigo loquito —todos rieron.

&

Por la noche, Bill yacía en la cama, mirando la espalda de su dormido Tomi. Su menté viajó hacia las horas previas, cuando sus amigos les visitaron. Recordó cada momento en que los G’s unían sus manos, sus miradas llenas de amor y dolor. Y no pudo menos que compararse a ellos.

No, no, no ¡Déjame! —gritó el trenzado, sentándose de golpe en la cama.

Bill trató de consolarlo, como cada noche, pero su “Mate” le golpeaba y no dejaba que le tocara.

Fue una pesadilla, Tomi —repetía una y otra vez. Sintiendo que su propia voz temblaba.

Ya llevaban un mes y lo máximo que podía hacer, era abrazar a Tom. Las pesadillas constantes, los flashbacks recurrentes de aquella fatídica noche, sólo alejaban a su novio de él.

Tomi, Tomi, ven aquí —llamaba con voz suplicante.

Y mientras los ojos del trenzado se ajustaban a la oscuridad de la noche, el pelinegro se acercaba cautamente a su lado. Cuando por fin Tom comprendía dónde estaba, estiraba los brazos para que su pequeño Billa se acurrucara en ellos.

Lo siento, bebé —pedía perdón, por alejarlo, sabiendo que su padre junto a los líderes del clan, habían planeado todo aquello.

Está bien, Tomi, nada de esto es tu culpa —El menor alzaba la cabeza, con ganas de besar a su novio, sólo para ser nuevamente rechazado.

Apretados en un abrazo, ambos cuerpos se relajaban, pero silenciosas lágrimas salían de los achocolatados ojos del menor, sin poder evitar sentir el dolor al rechazo.

&

Por la mañana, los ojos hinchados del pelinegro, provocaban más nauseas en Tom, que el mismo bebé que ahora cargaba en su vientre. Quería poder amarlo como siempre, con esa entrega física que ambos disfrutaron tanto, pero su cuerpo se tensaba horriblemente, cada vez que las delgadas manos de Bill, hacían contacto con su piel.

¿Estás bien, bebé? —preguntó, aun sabiendo la respuesta.

Sí, Tomi, me desvelé un poco, es todo —Mintió, no era su intención provocar malestar en su amado Tomi.

¿Quieres salir a pasear? —dijo casi suplicante, no quería que su relación empeorara a causa de sus pesadillas, quería recuperar a su Billa, y haría hasta lo imposible por conseguirlo.

¿Estás seguro? No quiero que te fatigues —Fue la inmediata respuesta del moreno, ahora como padre, su prioridad eran su “Mate” y su hijo.

Billa, estoy embarazado, no soy un invalido —Le regañó con una sonrisa.

Está bien. Aprovechamos de comer fuera —contestó Bill mucho más animado.

Viajaron en el Escalade negro, que Tom insistió en conservar. Ambos mantenían una sonrisa en sus labios, confiando en que ese día les depararía una nueva y brillante oportunidad para reparar su crítica condición.

Se detuvieron en un sobrio restaurant y pidieron un desayuno abundante para el apetito de ambos Taurinos. Además, Bill insistió en que el trenzado comiera bastante porque debía alimentar a su pequeño bebé. Sin perder la sonrisa, Tom comió todo lo que le sirvieron.

¿Dónde quieres ir, bebé? —preguntó el mayor, una vez en el auto.

Quisiera respirar aire puro —respondió el pelinegro, pasándose la mano por el pelo, que ya no levantaba en un mohicano, sino en un leve y elegante copete.

El parque, entonces —sentenció el trenzado, encendiendo el vehículo y guiándolo hacia el sector verde.

Una vez allí, Tom cogió firmemente la mano de su novio y caminaron lentamente. Era un sábado por la mañana, así que el parque estaba poblado de pequeñines jugando, bajo la atenta mirada de sus padres.

A medida que avanzaban, los más chiquitos comenzaron a acercarse a ellos.

Te amo Billa —susurró el trenzado, guiando a su pareja hacia un árbol muy grande, que les proveyera sombra.

Los pequeños se instalaron alrededor de ellos y continuaron con sus juegos en silencio, como si no quisieran perturbar la paz de aquella pareja que les llamaba tanto la atención. Poco a poco, más y más niños de diferentes edades, se agruparon en torno a la pareja, en silencio, disfrutando de la compañía de los elegidos. Los padres también fueron acercándose, preguntándose por qué los menores estaban tan callados.

Son adorables —susurró Bill, refiriéndose a los chicos que les miraban completamente absortos en el poder tranquilo que emanaba de ellos—. ¿Crees que nuestro bebé será así de dulce?

Tú eres un dulce, Billa —respondió el trenzado, besando la frente de su pareja. «Tengo dos grandes bendiciones en mi vida, tú y mi bebé» Recordó la frase que el dios del toro le dijera en sueños y sonrió.

Bill cerró los ojos y Tom le imitó. Los adultos se acercaron al grupo que rodeaba a los Taurinos y se sentaron allí, observando a la pareja descansar tranquilamente. El ambiente era tan agradable para los humanos, que simplemente se dedicaron a mirar a los niños y a los elegidos, sin comprender por qué razón, aquellos jóvenes les inspiraban tanta calma y alegría.

Al cabo de una hora, Tom abrió los ojos, despertando de un sueño tranquilo, sin aquellas horripilantes pesadillas. Sintió el peso de la cabeza de Billa en su hombro y sonrió.

Las personas y los niños, que también dormían, estaban completamente quietos a su lado. Cortésmente, Tom saludó a los adultos con un gesto de la cabeza y procedió a despertar a su novio.

Billa, cielo… despierta —Con lentitud, el pelinegro abrió sus ojos y sonrió.

&

Al llegar al departamento, Tom abrazó a su “Mate” con mucho cariño. Sus manos fuertes, pasearon lentamente por la espalda del más delgado, causándole ligeros estremecimientos.

Tomi —susurró, sintiendo que su cuerpo comenzaba a reaccionar ante tan prodigiosas caricias.

Te amo Billa —respondió el mayor y se apoderó de sus labios en un beso caliente.

Ambos estaban sorprendidos de aquel cambio, pero ninguno se quejaría, porque lo deseaban con todo el corazón.

Quiero amarte Billa.

Hazlo Tomi, no sabes cómo lo deseo —Suspiró el pelinegro, volviendo a besar a su novio—. Tómame por completo, como tanto me gusta.

Continuará…

¿Podrán hacer el amor? ¿Habrá superado Tom la violación? ¿Qué habrá hecho el padre de Geo? ¿Se habrá arrepentido de sus palabras? ¿O simplemente entregó a los Kaulitz al maldito Club Bohemio?

Escritora del fandom

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *