13: Descubiertos

Minotaurus. Temporada I

Capítulo 13: Descubiertos

— 18 años —

El enorme vehículo arrancó y salieron de allí con rapidez y la incertidumbre de lo que podría ocurrir en su futuro inmediato.

Será mejor que alertes a tu amigo, Kaulitz —sugirió Saki—. Explícale lo que está ocurriendo. Dile que vigile las ventanas, si ve cualquier carro sospechoso que nos avise antes de que lleguemos allí.

¿Crees que los del Club vigilen a Geo? —preguntó el pelinegro totalmente angustiado. Una cosa era que los persiguieran a ellos por ser los padres del elegido y otra muy distinta, era poner a sus parientes en riesgo por esta huída.

No podemos estar confiados, Bill —Advirtió Tobi—. Siempre es mejor ir dos pasos por delante de los sabuesos del clan.

¿Sabuesos como ustedes? —dijo con un deje de ironía el de trenzas, llevándose protectoramente la mano a su plano vientre.

No puedo negar que serví al clan en formas no placenteras —Asumió el hombre, sin despegar la vista de la carretera—. Pero cuando se trata de los elegidos, mi lealtad ya está definida.

Aunque su semblante era completamente serio e inmutable, Tom sintió en su corazón, que aquellas palabras eran ciertas, y que aquellos hombres de apariencia orgullosa y despiadada, serían capaces de dar hasta sus vidas por cuidar a su bebé.

Gracias —susurró y se hundió en su asiento, buscando el móvil y hacer caso a su consejo de advertir a su primo Geo.

Llegaron al centro de Berlín, y entraron a un cajero automático, donde todos ellos sacaron la mayor cantidad de dinero en efectivo que pudieron.

¿Por qué hacemos esto? —preguntó el pelinegro, retirando su tarjeta del último aparato.

De ahora en adelante, ninguno de nosotros usará tarjetas, así tardarán un poco más en rastrearnos —Informó Saki, abriendo la puerta trasera para permitir que la pareja entrara en el carro.

Saki y yo conocemos varios de los métodos que ellos utilizan para buscar personas —comentó Tobi—, así que evitaremos las rutas que ellos esperan que tomemos. No nos cazarán tan fácilmente —gruñó.

Después de todo, ellos cuentan con que todos los miembros de la manada obedezcan al líder y les informen sobre ustedes. Ya saben cómo es… les ofrecen grandes recompensas en dinero, les instan a traicionarse los unos a los otros a favor de su ambición.

Mi padre es uno de ellos —dijo Tom con los dientes apretados. No podía evitar llenarse de rencor al pensar que por su culpa, Bill lo había ultrajado brutalmente.

El mío tampoco es una dulce e inocente paloma —Estuvo de acuerdo el pelinegro y sin dudarlo, tomó la mano de su pareja y le sonrió. Estaban juntos en esto, aun si tuvieran que luchar contra sus propios padres, ya que habían demostrado que el Club Bohemio era mucho más importante para ellos que sus propias familias.

Está oscureciendo —dijo Tobi con calma—. Descansen chicos. Aún nos faltan unas horas para llegar a Magdeburg.

Los chicos siguieron su consejo y cerraron los ojos, mientras los ex agentes disfrutaban del aura de amor y paz que brotaba de los cuerpos abrazados en el asiento trasero. Sin duda, ese era el mejor testimonio de que habían tomado la decisión correcta.

&

Tal y como habían planeado, los ex agentes viajaron por lugares poco poblados y llegaron a salvo a la ciudad natal de Bill Kaulitz. Aún era de noche, la oscuridad era tenuemente apaleada por las luces y con suavidad, Saki habló.

Hey, chicos —Les llamó, hasta ver que el mayor apretaba los ojos—. Hemos llegado, Tom. Será mejor que llames a tu primo, dile que llegaremos en quince minutos y que haremos una señal con las luces para que sepa que somos nosotros.

Bien —agregó el de trenzas, besando la frente de su Billa, que descansaba sobre su hombro, con su mano empuñada sobre su vientre. Sonrió y le volvió a besar.

Tomi… —susurró el pelinegro, pensando que tal vez estaba soñando.

Billa, amor, ya llegamos —Informó y procedió a marcar en su celular.

En quince minutos exactos, la camioneta negra aparcaba frente al apartamento de Georg Listing. Tom miró el reloj sin poder dar crédito a lo que veía, acaso aquellos hombres eran robots, cómo podían calcular los tiempos con tanta exactitud.

Son profesionales —susurró el pelinegro, como si pudiera leerle la mente.

Hicieron un parpadeo con sus luces y bajaron del vehículo. Los dos agentes tomaron los bolsos y caminaron hacia la entrada, dónde el encargado ya tenía instrucciones de dejarles pasar.

Subieron en el ascensor en silencio, los Kaulitz aún estaban cansados, en especial Tom, ya que ahora que había completado el primer mes, se sentía adormecido continuamente, pero agradecía que su pequeño bebé no le causara nauseas.

Al llegar al quinto piso, golpearon la puerta del número 604, y se sorprendieron de ver la puerta del 605 abrirse, revelando el cabello castaño de Georg.

¿Qué? —tartamudeó el de trenzas.

Es sólo por precaución —susurró el joven y les dejó entrar a su departamento.

Fue una excelente idea —Le felicitó Saki y tras dejar las maletas en el piso, se asomó por la ventana, revisando, asegurándose de que nadie les hubiera seguido.

Debemos bajar —Comentó Tobi, sacando una radio de uno de sus bolsillos—. Ten esto, Tom. Es un radio intervenido, sólo Saki y yo los tenemos, es uno de nuestros inventos —dijo con un deje de orgullo—. Bajaremos a vigilar el perímetro, pero si algo se nos escapa, o si llegan a recibir una llamada telefónica de algún miembro del clan, nos avisan con esto. Los celulares no son de fiar.

¿Por qué? —preguntó la joven Dany, sentándose junto a su esposo.

Los Taurinos han interferido cada uno de los chips de celulares —Advirtió Saki—. Es una de sus conspiraciones, no hay tiempo para contarla, sólo no usen los celulares.

Entendido —contestó el pelinegro, procediendo a apagar el suyo.

Pero… —Agregó el de trenzas—, yo lo usé antes, llamé a Geo desde mi celular.

Lo sé —Le calmó Saki—, ya habíamos apagado tu móvil antes de llegar a tu casa. El chip de tu teléfono no les sirve a ellos, ni el de Bill, pero los que reciben la llamada sí pueden ser rastreados. Y contamos con que el líder aún no sepa que tu primo sabe la verdad, después de todo, fue el padre de Listing quien los entregó en primer lugar. Seguramente no pensará que su hijo traicionaría al clan, ni mucho menos a su padre.

¿Mi padre? —El rostro del castaño se desfiguró entre rabia y remordimiento.

Nos vamos —Informó Tobi, saliendo del departamento y cerrando la puerta tras sí.

Un silencio incómodo se situó entre las parejas, hasta que el trenzado se puso de pie y caminó hasta su primo.

No lo sabías, ¿verdad? —Le palmeó el hombro, comprendiendo que su primo y amigo se sentía tan traicionado como él se sentía con Jorg.

Por supuesto que no —Levantó la cabeza para mirarle—. Pero quizás, todo sea culpa mía. Lo siento.

No te preocupes, Geo —dijo el pelinegro, parándose junto a su Tomi—, el líder lo sabría de todos modos.

Ellos tienen razón, Geo —dijo Dany con suavidad—. El líder siempre se entera de todo —La chica les ofreció una cálida sonrisa y luego bajó su mirada hacia el vientre cubierto del trenzado, quien se incomodó con ello y llevó sus manos a sus bolsillos para abultar con ropa y desviar la atención—. Deben estar exhaustos.

Es cierto —comentó el pelinegro, pasando el brazo por sobre los hombros de Tom.

Vengan por aquí —dijo el castaño, poniéndose de pie—. Les preparamos una habitación.

Es la que usa el amigo de Geo, cuando nos viene a visitar —agregó la chica, sin perder la sonrisa. Bill apretó los puños, sin duda ella sabía sobre la relación de los G’s. Debía ser doloroso estar con tu “Mate” sabiendo que él no te ama.

Caminaron hacia el último cuarto y Tom de inmediato se sentó en la suave cama. Suspiró y miró a su pareja, quien le sonrió.

También me retiraré a descansar —dijo la chica, llevándose las manos a su estómago, el cual estaba ligeramente más abultado, mostrando unos cuatro o cinco meses de gestación.

Tengo unas pijamas extra en el clóset —dijo el castaño revisando el armario—. Tomen esto, cámbiense y les traeré una leche caliente para que duerman con calma —les sonrió y salió de allí.

¿Estás bien, cielo? —preguntó el pelinegro, sentándose al lado de su pareja.

No lo sé —Admitió el de trenzas, buscando las manos de su Billa.

Te protegeré, lo sabes —Le calmó el más delgado. Tom asintió—. Entonces, ¿qué te preocupa?

¿Quién te protegerá a ti, cuando esté como Dany? —Arrugó el ceño y prosiguió—. No sabemos cuánto tiempo estaremos huyendo —Sacudió negativamente la cabeza—. En unos meses estaré obeso y sólo seré una carga para ti.

¿Obeso? —Bill se echó a reír, aliviando la tensión entre ambos.

Sí, es tonto —Rió el trenzado con ganas esta vez.

Hey, ¿qué es tan gracioso? —preguntó Geo, entrando con una charola y dos tazas de leche con chocolate, el favorito del pelinegro.

Tom dice que estará obeso —Siguió riendo el moreno, despeinándose en el proceso.

No estarás obeso, primo —Rió también el castaño—. Sólo un poco… embarazado —Dejó la charola en la mesita de noche y volvió a hablar—. Nadie sabe que están aquí, pero me gustaría llamar a Gustav, en caso de que las cosas se pongan feas.

Nada de eso pasará, primo —Le aseguró el pelinegro—, pero ya oíste lo que dijo Saki sobre los teléfonos celulares.

Es cierto —Arrugó el ceño—. Creo que por el momento será mejor mantenerlo al margen —Los chicos asintieron, pero ambos comprendían que el castaño sufría por esa causa. Comprendían que Geo estuviera preocupado por el rubio, pero era mejor mantenerlo fuera de ese problema, ya que quizás, esa era la única forma de mantenerlo con vida.

Bill tomó un sorbo de la leche y suspiró—. Está deliciosa, gracias Geo.

No hay de qué. Descasen —Se retiró y la pareja disfrutó de su leche en silencio.

Duerme Billa.

Te amo tanto, Tomi —susurró el pelinegro. Y tras acomodarse en los brazos del otro, se sumieron en un dulce y tranquilo sueño.

&

La mañana pasó con rapidez, pero ninguna de las parejas había querido salir de sus habitaciones, temiendo molestar a la otra. Finalmente, Dany fue quien tomó la iniciativa y preparó algo de comer, pues tanto ella como Tom, debían alimentar a sus pequeños.

Comieron tratando de hablar de cosas triviales, para aliviar el ambiente de tensión que dejó Tobi unos momentos antes, pidiéndoles que tuvieran cuidado de asomarse a las ventanas, en caso de que hubiera espías por los alrededores.

Tom no podía apartar la mirada de la rubia y su ligeramente abultado vientre, hasta que ella lo notó y le sonrió.

Lo siento —Se disculpó—, es que todo esto es muy raro para mí.

Lo es también para mí, Tom —suspiró—, nadie te enseña a estar embarazada, aunque leas cosas por internet y hables con otras madres.

Ante la mención de la madre, Tom se tensó—. No he hablado con mamá. ¿Estará vigilada?

Es lo más probable —comentó el castaño—, si Saki me da su autorización, iré a visitarla como si fuera un asunto familiar.

No creo que sea prudente, Geo —habló el pelinegro, sujetando la mano de su pareja—. Tomi, cielo, sé que te preocupas por ella, pero no le harán daño por nada —Él asintió—. Pero si Geo va de visita, justo cuando nosotros nos fugamos, atarán cabos y nos encontrarán.

Creo que Bill tiene razón —agregó la chica.

Terminaron de comer en silencio y pasaron a la sala. Georg puso una película, con el fin de relajarlos a todos, pero de pronto escucharon un golpe y mucho ruido en la puerta de junto.

Nos encontraron —dijo el pelinegro, corriendo a la habitación en busca de sus bolsos.

Listing entre tanto, sacó una caja que tenía oculta en un mueble y tomó un revolver. Dany soltó un pequeño gritito al ver el arma.

¿Para qué quieres eso? —preguntó con los ojos muy abiertos.

Debemos proteger a los elegidos, Dany —Ella comprendió.

Su “Mate” le había contado que los Kaulitz eran los elegidos y padres del futuro hijo del Minotaurus, ella aceptó su relato, pero sinceramente, no lo había creído del todo.

Cuando Bill regresó a la sala con los bolsos y vio la mirada que la pareja se dio mutuamente, su corazón se llenó de una sensación única, que nunca antes había experimentado… y lo supo… debía ayudarlos a como diera lugar.

Los ruidos en el departamento contiguo prosiguieron y pronto hubo silencio.

Creo se fueron —dijo ella, llevándose las manos a su vientre. Ella amaba a su hijo, pero el bebé de Tom, era mucho más valioso en esos momentos.

Voy a ver —susurró Geo, levantando el arma.

Abrió la puerta y todos los demás contuvieron la respiración. Georg salió por completo del apartamento y luego regresó.

Ya se fueron. Vámonos, tenemos que sacarlos de aquí —dijo, mirando a los Kaulitz—, ellos podrían volver y esta vez… no lo contaríamos.

Bill cogió un bolso y Tom el otro. Y siguieron al castaño. Caminaron sigilosamente y al llegar al estacionamiento, notaron que había ruido y gritos.

Tienen a Saki —susurró el pelinegro, al oír un grito del hombre.

Por aquí —Les mandó Geo, corriendo hacia la salida de emergencias—. Usaremos el auto de Dany.

Los chicos no sabían cuál era el auto, así que se retrasaron. Dany corrió hasta su pequeño city car. Abrió la puerta, agradeciendo haber sacado su cartera, que tenía todas sus llaves y cosméticos.

Listo —dijo ella, justo cuando el ruido de un disparo retumbó por todo el lugar.

Había unas pocas personas en la salida del estacionamiento, quienes de inmediato se arrojaron al suelo. Algunos marcaron el número de emergencias y rogaron porque la ayuda llegara pronto.

Pero los Kaulitz sabían que en esos precisos momentos, los teléfonos estaban siendo intervenidos y que seguramente, los miembros infiltrados del clan Taurino estarían bloqueando aquellos pedidos de auxilio.

¡Alto! —gritó un hombre, apuntando directamente a la cabeza de Bill.

Tom se paralizó, su aura protectora aumentó su fuerza y aquel enviado lo miró con la boca abierta. Sintió la enorme ola de amor que provenía del trenzado por su “Mate” y de inmediato y guiado por su instinto de supervivencia, bajó el arma.

Georg aprovechó el momento de duda del atacante y le disparó, pero al no haber sido entrenado, la bala nunca le dio al hombre.

¡Suban ahora! —gritó a sus amigos, y sin dudarlo, los Kaulitz entraron al vehículo.

Otro hombre armado corrió hasta ellos, con intenciones de disparar, pero en cosa de un segundo, Dany se interpuso en su curso de tiro.

¡Llévatelos, Geo! —pidió a su marido.

El hombre siguió corriendo, viendo las intenciones de la mujer, pero al llegar hasta ella, simplemente la empujó haciéndola caer. Pero Dany era joven y de un salto se puso de pie y atrapó al hombre por la espalda. Observando como Geo entraba al auto y lo encendía.

¡Perra traidora! —gruñó el agente enviado y la volvió a arrojar al suelo, pero esta vez, sin ninguna clase de remordimiento, le apuntó al vientre y disparó.

Los tres ocupantes del vehículo vieron horrorizados como una enorme mancha roja, teñía la hermosa blusa amarilla que traía la chica.

¡Sálvalos, Geo! —gritó ella, sintiendo como la fuerza dejaba su cuerpo y caía en la inconsciencia.

El auto arrancó. Los ojos de Bill se llenaron de lágrimas y apretó la mano de Tom, quien no podía ni siquiera parpadear.

¿Por qué? —susurró.

Es nuestro deber —habló Geo, sin soltar el volante, tenía un nudo en la garganta, en sólo un momento había perdido a su “Mate” y a su hijo… su pequeña familia. Pero sin dejar de mirar al frente, la única persona que aparecía en su cabeza era su joven y rubio amante.

¿A dónde nos llevas ahora? —preguntó el pelinegro, al sentir que su llanto menguaba, pero aún sintiendo el vehículo en movimiento.

Iremos por Gus —Afirmó el castaño.

¿De regreso a Berlín? —Casi se ahogó con esas palabras—. ¿Qué? ¿Estás loco?

Calma Billa —Pidió el de trenzas, podía sentir en su propio corazón, el dolor de su primo.

¿Qué me calme? ¿También enloqueciste? —gruñó el menor—. Por si no lo notaste, esos hombres están locos. ¡Locos! Mataron a Dany, mataron a una mujer embarazada, a una Taurina. Ellos… la mataron —Estalló nuevamente en llanto.

No quiero perderlo a él también, Bill —dijo Geo calmadamente, aunque por dentro, su alma estuviera rota, considerando que quizás, ya fuera demasiado tarde.

Oh… —el pelinegro suspiró y cogió la mano de su “Mate”.

Ve a un motel, primo. Llamaré a Gus —habló el de trenzas—. Saki nos dijo que hay trabajadores del clan en todas las rutas, nos encontraran más rápido si viajamos a ciegas.

Pero los celulares están…

Intervenidos —Confirmó Bill.

Pero según creo, ellos jamás pensarán que un humano, que no es parte del clan, está relacionado con nosotros —comentó Tom, a lo que su pareja asintió.

Está bien —El castaño, soltó el aire que venía conteniendo y por primera vez, después de todo el caos, se relajó.

&

En una casa bastante normal de Berlín, Gustav no paraba de teclear en su laptop, mientras su padre leía una novela policial, habían acabado de cenar y el ambiente era agradable.

Cuando el ruido del celular del rubio se hizo notar, ambos hombres miraron el aparato que yacía sobre la mesa. Se dieron una mirada cómplice y el mayor asintió.

¿Hola? —Saludó con la voz neutral, reconoció el número de Tom, pero tenía un mal presentimiento, sobre todo después de haber leído un mensaje sospechoso en la red de los illuminatis, que descubrió con ayuda de sus conocimientos sobre conspiraciones.

Gustav, escúchame muy bien. No digas nada, sólo escucha —el joven asintió y su padre le miró con precaución—. Bill y yo escapamos. Georg está viudo —el rubio no pudo evitar soltar un jadeo de sorpresa—. Empaca un bolso ligero con un cambio de ropa y lleva dinero en efectivo. No uses por nada del mundo tus tarjetas de crédito. Toma un taxi y ve a la dirección que te enviaré por mensaje. No le digas a nadie y por favor… —Soltó un gran suspiro—. Por favor Gustav, mantente vivo.

La llamada se cortó y su corazón latió con más fuerzas. Lo que temió desde que supo sobre los Taurinos, estaba llegando al fin. Debía reunirse con Geo, más ahora que sabía que estaba sufriendo, y a la vez, debía llegar lo antes posible para ayudar a sus amigos, los elegidos, más sabiendo que Tom estaba embarazado. Todo le dio vueltas y tuvo que sentarse.

Respira, Gus —Le mando su padre, acercándose a él y mirando sus ojos—. Estás hiperventilando.

Debo irme papá —susurró el chico y su padre asintió.

Irás con tu amigo Taurino, ¿verdad? —Era más una afirmación que una pregunta.

Georg está en problemas, papá.

Comprendo. ¿Le atacaron? —preguntó preocupado a lo que su hijo asintió.

Voy por algo de ropa.

Mientras Gustav metía cosas al azar en su bolso, su padre iba hacia el sótano de su casa y cogía una mochila negra.

¿Estás listo, hijo? —preguntó desde la sala.

Casi —en unos momentos, el rubio salió llevando un bolso de mano.

Toma esto —el padre le tendió la mochila.

¿Qué es esto? —preguntó sorprendido.

Algo útil. No lo abras frente a gente desconocida.

¿No será…?

Lo es —el adulto bajó la mirada—. Debo confesar que desde que llegaste de la isla de Creta, comenzaste a actuar muy extraño.

Oh…, lo siento.

Leí tu journal en el laptop y comprendí en lo que estabas involucrado —el rubio miró a su padre con admiración, sabía que el hombre era tan paranoico como él. Fueron sus desconfianzas con todo el mundo, lo que le llevó a creer en conspiraciones—. Los Taurinos son gente de temer.

Tal vez… no te vuelva a ver —Confesó el joven y se ganó un abrazo apretado de su progenitor.

Comprendo… pero entiendo esta cruzada —El adulto se separó y vio a su hijo a los ojos—. Cada vez que leía tus palabras y cómo te expresabas sobre los elegidos, entendí que estarías dispuesto a ir hasta fin del mundo con ellos. En esa mochila encontrarás todo lo necesario para poder sobrevivir algún tiempo. Hay para cinco personas. Recuerda que siempre debes…

Disfrazar el número de personas —suspiró—, me lo has dicho cientos de veces.

Recuerda todo lo que te he enseñado hijo. Puede ser que sólo esos pequeños trucos… te mantengan con vida.

Gracias padre.

Se abrazaron con cariño y el rubio salió de la casa. Pero fue nuevamente detenido.

¡Gus! —el rubio se detuvo y regresó a la puerta—. Casi lo olvidaba. Toma —Le entregó un juego de llaves, incluidas la de un vehículo—. Toma un taxi hasta esta dirección y ve a la bodega que aparece en la llave. Coge ese carro. Es mejor que nadie sepa dónde estarán.

Eres un loco —Rió el chico—. Siempre estuviste planeando una fuga por el fin del mundo.

Bueno… creo que este podría ser el fin del mundo para esos chicos, así que el plan de contingencia es muy útil en estos momentos.

Dios —abrazó otra vez a su progenitor—. Perdóname por haberte tratado como un loco todos estos años, padre.

Estás perdonado. Ahora ve y salva a esos chicos —Le besó la frente y salió de allí.

&

Gustav tomó un taxi hasta una bodega y una vez allí, buscó el número 30. Se dio cuenta que era de las más grandes. Tomó la llave más pequeña y abrió la puerta.

¡Wow! —Sonrió como un bobo—. Papá, maldito cabrón. Siempre me hiciste conducir un maldito auto viejo y tenías esta preciosidad aquí —Era una hermosa camioneta Hyundai Santa Fe, color negro—. Ven preciosa, vamos a dar un paseo.

Entró en el carro, sólo para seguir suspirando. Estaba equipada con una gran variedad de artilugios tecnológicos, completamente camuflados con simples cosas como una pantalla de GPS, que en realidad podía usarse como laptop. Una serie de celulares que al parecer estaban alterados para no ser rastreados. Radios de onda corta en la guantera, linternas y otras tantas cosas útiles para un escape de “fin del mundo”.

Con una sonrisa pintada en el rostro, sacó el carro y se puso en marcha a la dirección que Tom le envió. Rogando llegar a tiempo y poder ayudar a sus amigos a sobrevivir a la amenaza de los Taurinos.

Continuará…

¿Podrá Gus llegar a tiempo? ¿Matarán al padre del rubio? ¿Serán los Kaulitz nuevamente atacados? ¿Qué habrá pasado con Saki y Tobi? No se pierdan la continuación.

Escritora del fandom

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