“Lazo de Sangre” Fic Twc de MizukyChan
Capítulo 15: Pequeños rastros
Tras ponerse nuevamente sus vestimentas, Bill se miraba en el espejo, dudando.
—Necesito mi maquillaje —Gruñó y luego pateó el suelo, cual niño con rabieta.
—¿Qué sucede cielo?
—Odio estos malditos kimonos —Maldijo el pelinegro.
—Es esto o túnicas sacerdotales y créeme, no quiero verte como sacerdote, sería… “raro”, es más, sería… “extremadamente raro” —Bromeó el de rastas, por fin sacándole una sonrisa al menor.
—Quiero mi ropa —susurró abrazando a Tom.
—Podríamos salir a dar un paseo por el monasterio y preguntar a cada monje que veamos ¿qué pasó con nuestra ropa? Y de paso averiguar si hay más mujeres aquí.
—¿Ya estás pensando en mujeres Tom? —dijo el pelinegro soltándose del abrazo.
—Tonto, así vemos si está Ann, el lazo de Jorg ¿recuerdas? —Le regañó el de rastas y sin previo aviso, le mordió la oreja.
—¡Hey!, me dolió.
—Eso es para que dejes de ponerte celoso. Tus celos nos trajeron aquí en primer lugar —Regañó el mayor, haciendo que el pelinegro bajara la cabeza.
—Lo siento.
—No… —Tom avergonzado, se acercó a su gemelo y lo abrazó—. No quise culparte… me refiero a que debes confiar en mí Bill. Te amo, no necesito a nadie más si tú estás aquí. Eres lo único que necesito para vivir.
—Porque soy tu lazo.
—No tontito… porque te amo. Pensé que eso ya estaba claro.
—Lo siento Tomi —El menor, se colgó al cuello del rastudo y lo besó, donde la reciente mordida ya estaba por completo curada—. Es que… eres tan guapo, que pienso que todo el mundo quiere meterse en tus pantalones y que tú no podrás negarte, ya ves como son los vampiros… son… sensuales… mágicos… sexies…
—El único “vampire” sexy que yo deseo en mis pantalones, eres tú precioso.
—Mi Tomi tan lindo —Compartieron un largo y húmedo beso.
—Vamos a investigar —Le guiñó un ojo y le tomó la mano para salir del cuarto.
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Los corredores se mantenían aún iluminados, para no revelar a nadie usando la visión nocturna, propia de los vampiros y los seres del submundo.
El mayor de los Kaulitz optó por usar todos los encantos adolescentes de su hermoso e irresistible hermanito menor y así detener con una sonrisa a cada sacerdote que se cruzaba en su camino y preguntar por sus propias vestimentas y por algo de maquillaje para sus, entre comillas, “descuidados” ojos. Tom sólo sonreía al ver la mirada boba de tanto hombres como mujeres que caían presa de los encantos del pelinegro y que sin duda juraron antes algún extraño “voto de castidad”, que sin duda romperían encantados con SU Bill.
—Lo… lo siento joven Kaulitz —Tartamudeó una mujer joven, completamente sonrojada—. No estoy a cargo de la lavandería.
—¿Y dónde está ese lugar? —preguntó intrigado el de rastas, sintiendo un ligero “presentimiento” en su pecho.
—Es fácil —dijo ella sonriente, feliz por poder ayudar a tan guapos y especiales huéspedes—. Sólo sigan derecho por este pasadizo, hasta la siguiente esquina donde hay una bifurcación, allí toman el camino de la izquierda y siguen derecho hasta llegar.
—Eres un ángel —susurró el pelinegro.
—No… no… yo… sólo soy una sirviente —Siguió tartamudeando la muchacha.
—Gracias linda —Le dijo Tom, guiñándole un ojo y llevándose a Bill de allí, firmemente agarrado de la mano—. No sobre actúes —Le regañó mientras avanzaban.
—Soy increíble —dijo el menor, completamente orgulloso.
—No me pongas celoso Bill —Le advirtió el mayor.
—Mira… ahí está el camino… Ahora a la izquierda —dijo el menor cambiando de tema.
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Siguieron caminando en silencio, hasta que llegaron a un lugar sacado de una fotografía de la Edad Media.
—Wow —susurró el pelinegro, soltándose de Tom y caminando por los pasillos, donde enormes fuentes de piedra almacenaban agua para los lavados.
—¿Puedo ayudarles? —preguntó un hombre rubio, acercándose a los jóvenes.
—Mm, hola, soy Bill Kaulitz y él es Tom, mi hermano —respondió el menor.
—Los elegidos… —susurró el hombre, completamente tranquilo y sin embargo… pensativo—. ¿Qué los traer por aquí?
—Venimos por nuestra ropa —respondió el pelinegro, parecía un pequeño mirando todo el lugar, encantado por presenciar aquello que sólo estudiaba en sus libros de la escuela.
—Me temo que no puedo entregarles sus ropas —dijo el rubio.
—¿Por qué no? Señor… —preguntó el de rastas, tratando de averiguar quién era este personaje tan peculiar.
—Soy James, el hermano James —respondió el rubio.
—¿Por qué no nos puedes dar nuestra ropa James? —preguntó Bill al ver la mirada de concentración que se daban el rubio y su hermano.
—Porque no están aquí —respondió francamente el hombre.
—¿Por qué no te habíamos visto antes? —cuestionó el mayor de los Kaulitz.
—Porque ustedes no habían bajado a la lavandería antes ¿O me equivoco? —Rebatió el rubio con una sonrisa.
—Claro, claro —Sonrió el pelinegro—. ¿Sabes si puedo conseguir maquillaje aquí? —preguntó el menor, con una sonrisa.
—La mayoría de los sacerdotes y sacerdotisas no utilizan esa clase de productos joven Bill —dijo el rubio—, pero tal vez Ann podría tener algo de maquillaje.
Los gemelos se mandaron un mensaje a la mente de inmediato, dejando sus sonrisas petrificadas en sus rostros, para no mostrar señal alguna de que reconocían ese nombre.
—¿Y dónde podríamos encontrar a Ann? —Insistió el pelinegro.
—No sabría decirles con exactitud —Dudó el rubio.
—¿Por qué? —preguntó el rastudo.
—Solía quedarse en la habitación 263, pero creo que se ha cambiado —contestó James, como si no supiera mayores razones.
—Mmm gracias —dijo el pelinegro—, tal vez la busquemos por ahí.
—Si tienen alguna otra duda, pueden venir a conversar conmigo, estar solo es muy aburrido —Volvió a sonreír el rubio—. Y al parecer, estaré aquí por bastante tiempo.
—¿Cuál es la razón? —preguntó Tom.
—Creo que hablo más de lo que debería —Sonrió nuevamente el rubio ante la ironía de su comentario—. Es una especie de castigo de su Eminencia.
—Oh.
—Será mejor que se vayan, si los sorprenden conmigo, entonces ya no podremos volver a conversar —aclaró el hombre, dando a entender que les ayudaría.
—Adiós James —Se despidieron los gemelos y salieron de allí en silencio.
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Regresaron a su habitación y se sentaron en la cama, mirándose fijamente.
—¿Crees que podremos confiar en él? —indagó seriamente el pelinegro.
—No lo sé, pero hoy… —Se llevó la mano al corazón—. Hoy lo sentí de nuevo.
—¿Qué cosa?
—“Un presentimiento” —susurró el mayor.
—Gus dijo que te dejaras guiar por tus instintos —Le aseguró su hermano.
—Eso fue lo que me llevó a preguntar por la lavandería y allí James… creo que él es como yo…
—¿Cómo Tomi?
—El lazo de un “vampire”
—¿Estás seguro?
—No al cien por ciento, pero fue la primera impresión que me dio al verle. Además… —Bajó la mirada—. Creo que es el lazo de uno de los “vampires” que nos presentaron y está molesto porque lo apartaron de su pareja, yo estaría muy molesto —Miró a los ojos de Bill—. Creo que nos ayudará.
—Si está molesto, tal vez hace todo esto para llamar la atención —declaró el pelinegro—. Si lo descubren, lo trasladarán, él mismo lo dijo.
—Entonces tenemos que comprobar lo que nos contó sobre Ann.
—¿Y si nos topamos con Jorg? —La voz del menor se tornó preocupada—. No me gustaría que nos atacara sin la protección de los G’s.
—Pero estamos juntos, podríamos al menos defendernos —añadió el rastudo—, incluso podríamos vencerlo otra vez.
—Tomi por favor —Le cogió la mano—. No quiero que nos arriesguemos a una pelea inútil, no hasta que estemos completamente preparados.
—Lo sé Bill, tranquilo, no haré ninguna bobería.
—¿Lo prometes Tomi?
—Lo prometo —Se besaron castamente—. Vamos por Ann.
—Vamos por ella.
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Salieron nuevamente de su cuarto y por la numeración, bajaron dos niveles. Cuando las habitaciones mostraban los 260, 261, 262, sus corazones se agitaron de nervios, 263.
—Es aquí —comentó el pelinegro.
—Bien —Tom, tomando una bocanada de aire, empuñó su mano y tocó la puerta.
—Hazlo de nuevo —pidió Bill al ver que nadie contestaba.
—Ok —Volvió a tocar y de golpe, la enorme puerta se abrió, revelando a un molesto Jorg, poniéndose la capucha.
—¿Qué? —preguntó y se sorprendió al ver a los gemelos allí.
—Jorg —susurró el rastudo conteniendo el aire.
—¿Qué hacen aquí? —cuestionó aún más molesto.
—Lo siento —murmuró Tom—, vine a pedirte disculpas por lo que pasó este día.
—¿Ah? —El otro “vampire” estaba asombrado.
—No sabía lo que estaba ocurriendo, lo lamento, no quise entrar en tu mente y quiero pedir perdón —dijo rápidamente el de rastas, ante las atónitas miradas de su hermano y de Jorg—. Y si es posible, quiero pedirte que nos sigas entrenando.
—¿Qué?
—Eso… —Le ayudó el pelinegro—. Estamos recién aprendiendo y no podemos solos.
—¿Podrías volver a enseñarnos? —pidió nuevamente el de rastas.
—Chicos —El hombre carraspeó—. Este no es un buen momento. Mi lazo está aquí —Su voz sonó avergonzada, porque los jóvenes “vampires” sabrían qué estaban haciendo allí adentro.
—Oh, lo siento de nuevo —Se disculpó el chico otra vez.
—¿Cómo llegaron hasta aquí? —preguntó el sacerdote sospechando.
—Golpeando cada puerta —respondió el pelinegro de inmediato, sin ninguna duda, para que el otro “vampire” les creyera, cosa que pareció aceptar y asintió.
—Hablemos mañana por la mañana —Les dio una sonrisa y se volvió para cerrar la puerta, y justo en el momento de hacerlo, los ojos felinos de Bill miraron hacia el interior, encontrando una cabellera rubia tratando de ocultarse bajo las sábanas.
—Adiós Jorg, gracias por la comprensión —dijo Tom, sin enterarse del descubrimiento de su gemelo.
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Regresaron en silencio al cuarto 483 y Bill esbozó una sonrisa maquiavélica.
—Los tenemos —dijo triunfal.
—¿De qué hablas?
—Cuando Jorg cerró la puerta, vi a Ann dentro —respondió él, sin sacar la sonrisa de su cara—. Ella aún es su lazo, está viva, pero oculta.
—Oh…
—Tom, tu excusa fue increíble, hasta yo estaba convencido de tu arrepentimiento —Sonrió el pelinegro a su hermano—. Eres maravilloso, gracias a eso, Jorg se confió. Los tenemos.
—O sea que James nos dijo la verdad. Debemos volver a la lavandería —afirmó con seguridad el mayor.
—¿Le contamos a los G’s?
—No sabemos si James confía en ellos Bill ¿Y si nos cuenta algo de ellos también? —indagó el rastudo, mordiéndose el labio.
—No quieres que eso pase, ¿verdad?
—Claro que no, son mis amigos, o al menos eso creo Bill. Esto me está volviendo paranoico, no puedo confiar en nadie, sólo en ti —Le abrazó con desesperación y se fundieron en un cálido beso.
—Siempre podrás confiar en mí Tomi, siempre.
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Los Kaulitz caminaban en silencio hacia la lavandería, pero mientras se acercaban escucharon ruidos extraños, corrieron para ver qué ocurría, topándose con el “vampire” Seth, golpeando a Constantine, el supuesto cazador de monstruos.
—¡Maldito! —gritaba Seth, golpeando al otro con gran fuerza—. ¡¿Cómo te atreviste a tocarlo?!
—Es un traidor, no te das cuenta —Le respondió el otro con igual intensidad.
—Mira Bill —Le dijo Tom a su hermano, señalando a James en el suelo, con el rostro sangrante. Ambos gemelos corrieron hacia él.
—James, ¿estás bien? —preguntó el pelinegro bajito, para evitar que los hombres que luchaban los vieran y les incluyeran en su combate.
—Se enteraron —susurró—, no podré volver a ayudarles.
—Calma… —Le pidió el rastudo—. ¿Bill? —El mayor le vio con ojos suplicantes y el pelinegro comprendió que su hermano necesitaba ayudar a este hombre.
El pelilargo cerró los ojos y se concentró en sanar las heridas internas de James. Tom veía con atención las reacciones del rubio, como su respiración se calmaba, sus amoratados ojos volvían a su tonalidad natural y el labio partido, cicatrizaba.
—Ya está Bill —Le dijo el mayor, secando el sudor en el rostro de su gemelo.
—¿Seguro? —preguntó el menor, respirando con dificultad. Tom lo abrazó y le besó.
—Eres increíble.
—¡Maldito, te mataré! —Escucharon nuevamente al “vampire” moreno, y esta vez, James fue quien gritó.
—¡Detente Seth! —Se sentó con la ayuda de los gemelos y los otros hombres abrieron grandemente los ojos.
—Estás en problemas Seth —Gritó Constantine, dejando el lugar a grande zancadas.
—Tú lo estarás si vuelves a tocarlo —Fue la respuesta del otro.
—Calma amor mío —Le llamó James y el más joven corrió a su lado, abrazándolo.
—Lo siento, no debí dejarte solo. ¿Cómo podría haber sabido? ¿Cómo se atrevieron a tocarte? —Se disculpó el moreno, sin dejar de abrazar a su lazo.
—¿Así que James es tu verdadero lazo? —afirmó el rastudo, tomando la mano de Bill —. Seguramente Alexa fue sólo un señuelo.
—Por un momento pensamos que era Jess, la pelirroja —intervino el menor.
—¿Jess? ¿Por qué pensarían algo así? —preguntó el rubio un poco molesto.
—Porque se conectan al hablar —respondió el pelinegro.
—No ella… ella nos convirtió —habló Seth, mucho más calmado esta vez—. Tal vez por eso nos conectamos al hablar. A James le pasa lo mismo con ella.
—¿Por qué su Eminencia se empeña en mentirnos? —cuestionó Tom completamente serio—, necesitamos saberlo, necesitamos saber en quién podemos confiar.
—Comprendo Kaulitz —comentó Seth.
—Ha llegado la hora de hablar, por lo menos lo que nosotros sabemos —dijo James.
—¿Están seguros? —preguntó Bill—. Por mucho que queramos la verdad, no podemos ponerlos en peligro y al parecer ya hemos causado suficiente daño con James.
—Fue mi decisión —aclaró el rubio al ver la molestia en los ojos de su lazo—. Vengo diciéndole a Seth que lo mejor es hablar con la verdad, pero al parecer nadie confía en ustedes.
—Es que aún son unos críos —dijo Seth sonriendo.
—Es lo que parecemos, pero tenemos dieciocho, somos adultos —declaró con orgullo el de rastas. Los otros hombres rompieron a reír, contagiando a los gemelos.
—Sí, nosotros tenemos un siglo, o sea… nada de diferencia —Bromeó el rubio.
—Si lo vemos desde ese ángulo, estamos en clara desventaja —Volvió a reír el rastudo. Para él era grato poder volver a reír en confianza con más personas aparte de los G’s y su hermano.
—Lamento arruinar la fiesta pero —Bill suspiró—, hablemos de las verdades ocultas del monasterio.
—Bien…
& Continuará &
¿Lograrán enterarse de las verdades? O ¿llegará alguien a impedir que eso ocurra? ¿Qué harán los gemelos cuando se enteren de que algo malo le ocurrirá a uno de ellos y eso volverá loco al otro? No se pierda la continuación. Besotes.