“Fashion” Fic Twc / Toll escrito por MizukyChan
Capítulo 16: Fama
Don’t go changing, trying to please me, you never let me down before. I love you just the way you are.
(No vayas a cambiar para tratar de complacerme, nunca antes me has decepcionado. Te amo tal como eres “Just the way you are” Barry White)
(Domingo, dos días después de la fiesta)
Tom no se separó del pelinegro durante todo el fin de semana, alegando que debía ponerlo al día de las clases que había perdido por causa de su reciente accidente, y sin duda, Bill no se quejaba por ello.
Con el estudio como excusa, los jóvenes aprovecharon los últimos días soleados del verano y, sentados en un parque el día domingo, comenzaron a hacer los deberes de la escuela. Bill insistía en que aquello era muy difícil sólo para tener a Tom muy pegado a su cuerpo, mostrándole con detalles los ejercicios de matemáticas.
—Hey chicos —les saludó Andreas que se acercaba junto a Georg.
—Hola Andy —saludó el pelinegro, levantándose de un salto para abrazar a su amigo, cosa que provocó un ligero malestar en el rastudo.
—¿Cómo estás, pequeña “diva”? —preguntó con una sonrisa, aumentando el desagrado en Tom con cada segundo que pasaba.
—Estoy genial, ahora me pongo al día con los deberes. Tom es excelente maestro —dijo con alegría y el rastudo sintió su pecho inflarse de orgullo.
—¿Qué estudian? —preguntó el castaño, sentándose junto al de rastas.
—Matemáticas —respondió claramente.
—¿Mates? —Se sorprendió—, pero Bill…
—Me atrasé y necesito repasar para no fallar en los exámenes —cortó el pelinegro, sabiendo que Geo diría algo así como “pero si eres muy bueno en mates”, y era cierto, pero nadie necesitaba enterarse de ello, especialmente Tom.
—¿Qué hacen ustedes? —preguntó el rastudo al rubio que se sentó al lado de Bill.
—Oh, estoy tratando de subirle el ánimo a Georg.
—¿Qué pasa, Geo? —preguntó preocupado el cantante.
—Es esta chica, Romina —comenzó el castaño.
—Es una porrista —dijo el rubio, como si eso aclarara todo.
—Me gusta y yo creí que le gustaba también —frunció el ceño y miró sus manos—, el día de la fiesta, nos vio defender a Bill y se sintió orgullosa de mí, o eso fue lo que me dijo —suspiró con tristeza—, nos fuimos juntos esa noche.
—Eso es genial —le animó el pelinegro.
—Pero no ha contestado ninguna de mis llamadas —finalizó llevándose ambas manos al rostro y luego pasarlas por su lindo cabello.
—Y ahora está deprimido —terminó Andreas.
—Oh, es triste —dijo Bill apoyando la cabeza en el hombro de Tom, quien sonreía.
—Yo sé cuál es el problema —dijo el de rastas sin ocultar su sonrisa. Todas las miradas se dirigieron a él—, Georg, las chicas nunca saldrán con un hombre que tenga el cabello más hermoso que el de ellas.
—Buen punto —dijo Bill con una sonrisa—, creo que Tomi tiene razón.
—¿Y qué demonios haré? —Preguntó desesperado el castaño—, no pienso arruinar mi pelo, por nadie, especialmente por una mujer.
—No, claro que no —le apoyó el pelinegro—. Menos por una porrista sin cerebro.
—Yo tengo la solución. Debes buscar a alguien que te ame por lo que eres —afirmó el rastudo—, no simplemente por cómo luces.
—Ja, ja, ja —Andreas estalló en carcajadas—. ¿Qué te fumaste, Tom? Las chicas salen con nosotros porque nos vemos bien, no pueden resistir nuestro sex appeal.
—Si piensas de esa manera, Andreas, jamás encontrarás el amor verdadero, con suerte, te casarás con alguien que te engañará cuando llegues a los cuarenta o te casarás con alguien que se interesa sólo en tu dinero —sentenció el de rastas.
—No pienso casarme —dijo el rubio cruzándose de brazos.
—¿Piensas quedarte solo hasta la vejez? Eso es triste —dijo el castaño, apoyando a Tom.
—No me quedaré solo, tonto —se defendió Andreas—. Me quedaré con Bill.
El ambiente se tensó tanto que podrías haberlo cortado con una navaja. Bill se sonrojó hasta el pelo y Tom miró al cantante con la mandíbula apretada, pidiendo claramente una explicación.
—Eso es una tontería, Andy —comenzó Bill, tratando de arreglar el malentendido.
—Fue una promesa, Bill —dijo el rubio con la voz angustiada, ya había esperado suficiente, este era el momento de interferir y recuperar a Bill.
—Sí, pero teníamos quince años, éramos unos críos —se defendió el pelinegro.
—¿Y de qué va la promesa? —preguntó el castaño, vocalizando los pensamientos de Tom, quien miraba de una cabeza a otra, como un partido de tenis.
—Bill y yo prometimos, que si estábamos solteros a los cuarenta, nos casaríamos —explicó el rubio, tomando la mano del cantante, quien la retiró.
—¿Por qué lo hicieron? —insistió Geo.
—Porque somos mejores amigos, nadie va a querer más a Bill de lo que lo quiero yo —explicó Andreas, causando un nudo en la garganta del pelinegro.
Tom por su parte, quería gruñir y reclamar que eso no era cierto, él quería a Bill, lo quería mucho, tal vez demasiado para ser sano y aun así sentía que no podía intervenir. Andreas conocía a Bill desde hacía mucho tiempo, y él sólo había entrado en su vida por “trabajo”, el chico popular jamás le había mirado en los tres años que fueron compañeros, ¿por qué sería distinto ahora? Él sólo sería Tom, el tutor y el guardaespaldas, nada más.
—Es mejor que te calles, Andy —dijo Bill sintiéndose mal.
La situación se volvió incómoda y cuando Georg y Andreas se retiraron, el silencio cayó entre Bill y Tom.
(Lunes, tres días después de la fiesta)
El lunes muy temprano, Tom se dedicó a entrenar, pronto tendría competencias y debía concentrarse en lo que estaba haciendo, después de todo, él estaba en esa escuela por una beca deportiva y debía demostrar sus habilidades.
Después de hacer su rutina, se duchó y vistió con sus nuevo look y se dirigió a la cafetería para reunirse con Gabriel, no estaba seguro si Bill aparecería, no después de haber estado tan distante la tarde anterior, después de hablar de aquella extraña promesa juvenil. Y si se trataba de ser sincero, no se sentía con ánimos de verlo hoy, le dolía pensar en que finalmente Bill se casaría con Andreas, él no se merecía eso, casarse por estar acompañado, no… Bill era muy especial y merecía casarse por amor, como el sueño que tanto tiempo había anhelado.
—¿En las nubes? —preguntó Gabriel entregándole su acostumbrado café.
—Hola, no estaba en las nubes, sólo pensaba…
—¿En Bill? —asumió el chico.
—No, ¿por qué crees que siempre pienso en Bill? El mundo no gira en torno a él ¿sabías? —dijo con un tono más rudo de lo que él hubiera deseado.
Y la mala suerte le seguía, porque cuando vio a la puerta, el pelinegro estaba allí con los ojos brillantes y la mano en su boca.
—¡Rayos! —gimió, y el otro chico salió corriendo de allí.
—Tom, ve por él —le mandó Gabriel, pero Tom se sentó y levantó los hombros.
—Hoy no. No me siento con ganas —bebió su café con el ceño fruncido y la mano que no sostenía la taza, estaba fuertemente apretada.
—¿Qué pasó, Tom? —preguntó el otro chico, mirando el aproblemado rostro de su amigo.
—No quiero hablar ahora.
Sus ojos se nublaron, pero no parpadeó, debía evitar que las lágrimas cayeran, porque si lo hacían, entonces se desbordaría y no podía permitirse un quiebre ahora.
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Fuera de allí, Bill caminaba a gran velocidad hacia la entrada de la escuela, todo esto era culpa de Andreas, debía regañarlo, debía golpearlo, debía hacer algo, cualquier cosa, pero no podía quedarse quieto viendo como todo lo que tanto le costó formar entre él y Tom se venía abajo.
—¿Dónde está tu guardaespaldas? —preguntó una chica al verle—. Es tan sexy.
La sangre le hirvió en esos momentos y con más ganas deseó matar al rubio.
—Mira allí va la “diva” —oyó susurrar.
—Pero está solo, sigamos buscando, he oído que Tom llega temprano a la escuela —susurró chica a su lado.
Apretando los puños, siguió su camino. No podía tolerar esos murmullos, cuando hablaban de él no importaba, podía ignorarlos olímpicamente, pero cuando se referían a SU Tomi, era algo completamente diferente.
—¡Salgan de mi camino, perdedores! —gritó a un grupo de góticos en el pasillo.
—Vaya, volvió la “diva” —gritó alguien por el lado.
—Creí que estaría llorando por los rincones por su ex novio —dijo un hombre por detrás.
—No seas estúpido, no era su verdadero novio, acaso no viste el video —se oyó otra voz.
—¡Maldición! —gruñó Bill—. ¡Andreas! —gritó más fuerte al llegar a la banqueta, donde estaban casi todos los “pretty people”.
—Hola Bill, ¿no se supone que irías a ver a Trumper? —le dijo el rubio.
—Es Tom, no Trumper, y por tu culpa, él está molesto conmigo —le gritó en la cara.
Todos los presentes estaban estáticos, por dos razones, una: Bill estaba de malas y dos: estaba peleando con su mejor amigo. Sin duda, algo muy malo estaba ocurriendo.
—¿Y por qué está molesto? —Preguntó el castaño con ingenuidad—. Todas las chicas lo adoran ahora que es una especie de celebridad, está en YouTube ¿acaso no lo viste?
—Geo, a veces me pregunto por qué estás con nosotros —dijo el cantante irónicamente.
—¿Por qué dices eso? —Preguntó herido el castaño.
—Porque él estaba en el video también, tonto —contestó otro de los chicos.
—Eres un idiota, Georg —le molestó otro chico.
—Lo siento Bill no te vi, estaba engatusado con los golpes que tu guardaespaldas le daba al rapero —se disculpó el castaño—. ¿No me digas que estás molesto, porque Tom tampoco te vio en el video? —otro chico le golpeó en la cabeza.
—En serio eres tonto, o simplemente tu cerebro no se levantó contigo esta mañana —todos rieron, menos el pelinegro, quien tenía las manos apretadas y no apartaba la mirada de su platinado amigo.
—Debes hacer algo —le mandó el más delgado al rubio.
—¿Qué quieres que haga? —Preguntó el rubio, girando su rostro, se sentía herido porque Bill prefería regañarlo a él, su amigo de toda la vida, en lugar de pelear con Trumper, la víctima de su apuesta.
—Habla con él, explícale que todo lo de la promesa era mentira —pidió el cantante y el rubio se puso de pie y golpeó la mesa.
—No Bill, no era una mentira —se fue de ahí, echando humo de ira.
—¡Maldición! —gruñó el pelinegro, sentándose derrotado—. Ahora todos me odian.
—Nadie te odia, Bill —dijo el castaño, quien no prestó realmente atención a la discusión—, sólo están confundidos, deberías aclarar las cosas —Geo, se refería a la confusión que él tenía en la cabeza con respecto al video, pero Bill comprendió que esta vez era su turno de actuar.
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Las clases fueron horrorosas para Bill, porque todas las chicas, incluso las feas, murmuraban sobre lo fantástico que era Tom Trumper, el guardaespaldas. Para enfatizar el hecho, una chica tenía como ring tone en su celular la canción de la película el guardaespaldas, cantada por Whitney Huston.
—Esto es insólito —susurró y se hundió en su silla.
—Tom es increíble —dijo una chica que lucía grandes gafas—, él tiene miopía como yo, me siento especial al tener algo en común con él —murmuró la chica a su compañera, dando un gran suspiro.
Bill gruñó y Andreas sonrió maléficamente. Odiaba estar molesto con su amigo, pero ahora que Trumper tenía un poco de fama, mostraría su verdadera personalidad. El rubio conocía a la gente, tal como su padre le había enseñado, cuando le das un poco de poder a las personas, éstas muestran su lado más oscuro. Cuando Trumper mostrara su verdadera naturaleza, Bill recapacitaría y se alejaría de él, sólo era cuestión de esperar.
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La fama del guardaespaldas era la comidilla de toda la escuela, el rumor de la pelea y del video de YouTube, estaba en boca de todos y a la hora del almuerzo, cada estudiante quería sentarse al lado de Tom, invitarle el postre o regalarle algo.
El humilde rastudo, sólo sonreía y declinaba educadamente todos los ofrecimientos, pero guardó los números telefónicos que las chicas guapas le entregaron.
—Vaya, amigo, sí que te has vuelto popular —Gabriel le palmeó la espalda.
—No digas tonterías, sabes que prefiero seguir siendo invisible —dijo el de rastas, dejando sus gruesos libros en la mesa. Esta vez se quitó la enorme chaqueta y las mujeres alrededor suspiraron sonrojadas, al notar los brazos tonificados y ligeramente musculosos del chico.
Los amigos comieron y hablaron de esta supuesta fama, sin darle mayor realce, porque lo que Gabriel realmente quería, era que Tom le dijera por qué estaba molesto con Bill, porque sin duda por mucha fama que tuviera, nada le hacía sonreír como el cantante.
No muy lejos de ellos, el pelinegro movía su comida con el tenedor, sin dar un solo bocado, los “pretty people” seguían burlándose de las chicas que suspiraban por Tom, cosa que sólo incrementaba la sensación de angustia en el pelinegro.
—Bill… no has tocado tu comida —dijo el rubio, moviendo el brazo de su amigo—, ¿desayunaste?
—Me voy —dijo simplemente.
Se puso de pie y tomó su bolso. Caminó con orgullo por la cafetería y de pronto los olores combinados de las comidas le hicieron sentir nauseas y su vista se nubló.
Tom que seguía cada uno de sus movimientos con la mirada, se levantó de golpe cuando lo vio sujetarse de la puerta y corrió hasta él.
—¿Estás bien? —Preguntó, justo cuando el cuerpo del moreno se desplomaba en sus brazos—. ¡Bill! —le llamó preocupado. Andreas, que también le vio, corrió a su lado.
—¿Qué le pasó? —Preguntó el rubio.
—Se desmayó —respondió el de rastas, acomodando a Bill en sus brazos—. Lo llevaré a la enfermería.
—Déjame, yo lo llevo —mandó el rubio.
—¡No! —Gruñó Tom y arrugó el ceño—. Ya has hecho suficiente, yo lo cuido, es mi responsabilidad —el rubio dio un paso atrás, se sintió intimidado por el otro chico.
—Él… no ha comido nada.
—Bien, le diré a la enfermera —y salió de allí con el cantante en sus brazos como una princesa, mientras los que presenciaron la escena, suspiraban ante el “romántico hecho”.
—¿Serán novios? —Andreas escuchó a alguien.
—Tal vez lo son y por eso Tom golpeó a Bushido —se oyó otra voz.
Sin duda estos nuevos rumores se esparcirían como pólvora. Gabriel terminó de comer y guardó todas las cosas de Tom para llevárselas luego.
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En la enfermería, decidieron dejar a Bill descansar un poco en una camilla, mientras Tom lo vigilaba de cerca. La maestra encargada, los dejó porque era su hora de colación, así que tuvieron privacidad cuando el menor abrió los ojos.
—¿Tomi? —susurró al verle sonreír—. ¿Qué me pasó?
—Te desmayaste —le acarició la mejilla—, porque no has comido nada —le regañó, pero sin dejar de sonreír.
—Yo… —los colores regresaron, incluso se sonrojó.
—¿Por qué no has comido? Sabes que eso es perjudicial, ¿no me dirás que te estás volviendo anoréxico? —los ojos de Tom mostraban pavor ante esa idea y el menor sonrió para calmarlo. Tom era demasiado ingenuo a veces.
—No, Tomi, no tengo problemas con la comida, ni ninguna clase de desorden alimenticio.
—¿Y entonces?
—Eres tú… —el menor desvió la mirada, de pronto la pared era muy interesante.
—¿Qué hice?
—Estás molesto conmigo, desde ayer —murmuró el pelinegro y el mayor le tomó la mano y besó el dorso de ella.
—Lo siento, Billa, lo siento mucho.
Los ojos el menor se llenaron de lágrimas y comenzó a sollozar, su cuerpo temblaba y Tom lo sentó para poder abrazarlo a su pecho, le dejó llorar hasta que sólo quedaron hipidos. Luego le vio a los ojos y le dio un piquito largo.
—Nunca más te haré enojar, al menos no a propósito.
—Eso espero —le devolvió el piquito y luego preguntó—. ¿Por qué me llamaste Billa?
—Mmm —pensó—, Bella es una palabra en español para una mujer hermosa, por eso Billa, porque eres hermoso, aun siendo hombre.
—Eres adorable cuando te lo propones —ambos sonrieron.
—Hola ¿están aquí? —llamó Gabriel desde la puerta. Tom fue a abrir y sonrió.
—Gracias amigo.
—¿Cómo está Bill? —preguntó con preocupación.
—Ya está mejor, ha despertado, pero lo llevaré a comer —anunció el de rastas—. Nos saltaremos las últimas clases.
—Yo le pediré a Luis que me preste sus apuntes para ustedes —dijo Gabriel.
—Luis, ¿el famoso Luis es nuestro compañero? —preguntó asombrado.
—Sí, pero después hablaremos de eso.
—No te escaparás la próxima vez —advirtió Tom.
—Adiós, saluda a Bill y cuídalo —le advirtió.
—Lo sé —tomó sus cosas y volvió a la camilla—. ¿Te puedes mover ya?
—Sí.
—Te llevaré a comer.
La mente de Bill, recordó la imagen de él comiéndose a Tom, en forma más carnal y al verle, se sonrojó y sacudió la cabeza—. ¿Dónde iremos?
—Al McDonalds.
—Ñami ñami —ambos rieron. Tendrían que conversar algunas cosas, para que malos entendidos como este no volvieran a ocurrir, pero por el momento, lo único que ambos querían, era estar junto al otro. Con un último e inesperado piquito, ambos salieron tomados de las manos.
& Continuará &
Los celos están invadiendo tanto a Andreas como a Tom, ¿serán por amistad, o algo más? No se pierdan la continuación.