Minotaurus. Temporada I
Capítulo 16: Huir y vivir
— 18 años —
Los agentes Taurinos, autodenominados, los dioses de Asgard, se miraron entre sí, con una expresión de pánico en sus rostros y asintieron.
—Hay que marchar —anunció Thor, un hombre corpulento de cabello muy corto, pero visiblemente rubio.
—¿Iremos por Simone? —preguntó incrédulo Loki, de cabello igual de corto, pero castaño oscuro.
—No —Bajó la cabeza, era triste, pero su prioridad eran los elegidos, no la madre de ellos—. Debemos advertir a Gordon y a los chicos.
—Pero Jorg… —Quiso renegar el otro.
—No, Loki. Es una orden.
—La matará Thor, lo sabes —agregó, con las manos empuñadas. Ambos habían oído la conversación del líder del Clan, con Jorg Kaulitz y como lo había instado a usar la violencia con su mujer.
—¿Cuál es nuestra prioridad? —preguntó con la voz dura.
—Salvar a los Kaulitz.
—No lo olvides —Y con eso, salió del pequeño cuarto lleno de pantallas de ordenador.
Aún con el enojo en el pecho, Loki salió detrás de él.
&
Simone apretaba las manos de su amiga Susan, ambas llorando la trágica muerte de Hector Longton, su marido.
—¿No te han dado más informes, Susan? —preguntó indignada la mujer—. ¿Cómo es posible que estuviera desaparecido por tanto tiempo y sólo te dieran esta noticia? ¿Y de ese modo? —Escupía las palabras.
Ella sabía en el fondo de su corazón, que su amigo Hector, había sido asesinado por otros miembros de la manada. Lo advirtió, en la última llamada telefónica que tuvo con él, días previos al ataque de locura de su marido.
—¿Y tú Simone? —preguntó a su vez la viuda—. ¿Sabes algo de tu esposo? ¿Te ha llamado? ¿Ha preguntado por Tom?
—Sabes que Jorg, nunca ha estado interesado en el bienestar de su hijo, Susan —respondió con amargura en su voz.
—Pero… ¿Te ha llamado a ti? Después de todo, eres su mujer, y lamentablemente, te ha obligado a recordarlo siempre —agregó Susan, con lástima. Pues tanto ella como su esposo Hector, vieron infinidad de veces las marcas de los golpes, que Jorg le propinó, por sorprenderla con Gordon al teléfono.
—Sí recibí una llamada —respondió Simone, reflexionando—. Aunque, no fue de Jorg, sino del ayudante del líder —Se llevó la mano al mentón, recordando.
—¿Dylan?
—Sí, creo que ese era su nombre.
—¿Dylan Rog?
—Eso creo ¿Por qué Susan?
—Fue él quien me informó de la extraña muerte de mi marido —Ambas mujeres se miraron con extrañeza—. ¿Crees que…?
—¿Qué Jorg también esté muerto? —Terminó la pregunta, Simone.
—No tendría sentido —Razonó la viuda—. Jorg Kaulitz, es un perro fiel del Clan y de Phillips.
—Lo sé. Estoy segura que fue por su culpa, que mi Tom tuvo que escapar —afirmó Simone, apretando los puños—. Seguramente, fue su propio padre, quien le vendió a la manada. Es un maldito Judas Iscariote —Gruñó bajando la mirada.
—No estamos seguras, amiga —Le tranquilizó la viuda—. ¿Y qué fue lo que te dijo Dylan?
—Que Jorg había sido requerido por el Club Bohemio, para hacer un viaje de emergencia y que estaría en Munich por algún tiempo —explicó la mujer—. Él no me ha dado ni una sola llamada telefónica.
—¿Crees que está en problemas? —Susan levantó una ceja.
—Y ¿Crees que a mí me importa? —respondió con un deje de ironía en la voz—. Por mí, Jorg se puede ir al mismísimo infierno.
—Porque eso te daría libertad para volver a juntarte con tu estúpido amante, ¿cierto? —Gruñó Kaulitz desde la entrada. Había sido sigiloso y escuchó toda la conversación con los puños apretados.
—¿Jorg? —llamó la mujer, moviéndose instintivamente hacia atrás, en el sofá.
—¡Sigues siendo una perra, Simone! —Gritó él y avanzó a grandes zancadas, con un solo objetivo en mente…
&
Entretanto, en la pequeña casa oculta de Gordon, los cuatro jóvenes, terminaban de analizar el curso de acción que tomarían.
—Ahora que ya está todo decidido —comentó Gustav—, sólo nos queda escoger la aerolínea en la que nos iremos…
—Y escoger el horario —Terminó el castaño, tomando la mano del rubio.
Tom bajó la mirada, se sentía muy a gusto, allí con Gordon. El hombre se portaba como un verdadero padre con él, y siempre estaba preocupado por su bebé. Sin contar el hecho de que disfrutaba la manera que tenía de relatar las peripecias que vivió junto a su madre, cuando eran unos niños.
«Ojalá él fuera mi padre. Ojalá él me hubiera criado. Ojalá mamá, pudiera ser feliz junto a él» Eran las frases que constantemente se repetían en su cabeza.
—¿Tomi? ¿Tomi? ¡Tomi! —Gritó finalmente el pelinegro, al notar que su “Mate” se iba a las nubes, cosa que era bastante habitual esos días.
—¿Eh? Lo siento, me desconcentré.
—¿Cuándo te gustaría partir? —Volvió a preguntar el pelinegro, aunque la primera vez, el trenzado, no le escuchó.
—¿Eh? —Estaba totalmente desconcertado, y no tenía idea de qué viaje hablaban.
—A Estados Unidos ¿Cuándo te gustaría que nos vamos? —Insistió su pareja—. ¿La próxima semana o la siguiente?
—Tan pronto. Creí, que podríamos estar aquí un mes —Se defendió el trenzado.
—También habíamos pensado esperar más Tom —comentó Gustav—, pero si ellos intensifican la búsqueda, nos será más difícil salir.
—Comprendo.
—¿Y bien? —Insistió el pelinegro—. ¿Tomi?
—Lo más tarde posible —pidió.
Un sonido extraño les llamó la atención a todos y Gordon se puso de pie de un salto.
—Creo que tenemos problemas —anunció el adulto y corrió en dirección del sonido.
Los chicos le siguieron de cerca, bajando por unas escaleras, hacia una especie de búnker, bajo la casa. El sonido se incrementaba en esa dirección y todos fijaron la atención en un teléfono antiguo.
—Soy Gordon —dijo al descolgarlo.
—Thor aquí —respondió la otra voz.
—¿Qué ha pasado? —preguntó el hombre, tensándose de inmediato.
—Jorg dijo tu nombre. La manada va a Loitsche ahora mismo. Saca a los elegidos de allí —dijo sin parar el agente.
—No tienen mi nueva ubicación —Se defendió Gordon.
—No podemos arriesgarnos —respondió el otro, seguro de sus palabras—. Sabes lo que pasará, si ellos los atrapan.
—Tienen un plan. Viajarán a Estados Unidos.
—¿Sabes a dónde?
—No exactamente –explicó Gordon.
—Es mejor así. Contactaremos con el resto de los “siete” y les ayudaremos. Tenemos más gente de confianza allá. Debo colgar. Adiós y gracias Gordon.
—Adiós Thor.
Los cuatro jóvenes se miraba sin entender, pero de inmediato el adulto les aclaró.
—Vienen para acá. El viaje tendrá que adelantarse.
Tom apretó los puños y al sentir su pesar, Bill le abrazó.
Las voces de los tres restantes, parecían zumbidos de abeja, en los oídos del trenzado, su cabeza comenzó a doler, al igual que su corazón y sus piernas le flaquearon.
—Tomi, ven —llamó el pelinegro, pero los pies del trenzado, estaban pegados al piso.
—Bill…
Esa fue la señal. Con esa fuerza, que sólo surge en los Taurinos, cuando tu “Mate” está en peligro, Bill cargó el cuerpo de su pareja, como una novia. Y con sumo cuidado subió por las escaleras. Haciendo caso omiso de las palabras de sus compañeros a sus espaldas.
Sólo una cosa estaba escrita en su cabeza. Proteger a Tom, y en esos momentos, su Tomi estaba mal, estaba triste, estaba acongojado y lo más importante: lo necesitaba.
Paso por paso, y con lentitud, el pelinegro, los guió hacia la habitación que estaban compartiendo, y con suavidad, lo tendió en la cama. Al verle a salvo, giró y cerró la puerta con llave.
—Tomi —susurró el pelinegro y se sentó a su lado, cogiendo su mano.
—Billa… no sé qué me pasa —respondió el mayor, haciéndose un ovillo en la cama, dejando sólo un espacio, para que Bill estuviera allí.
—No quieres dejar a Gordon —aseveró el pelinegro—. Crees que es tu padre —dijo, como si realmente hubiera leído todos y cada uno de los pensamientos de su “Mate”.
—Yo… —Asintió y calló—. Lo siento.
—Debemos irnos, Tomi.
—Lo sé, Billa… pero yo.
—Él no puede ir con nosotros. No tiene un pasaporte falso.
—Lo sé.
—Yo estaré contigo —Al oír estas palabras, el trenzado levantó la vista y se encontró con la mirada perfectamente maquillada de su pareja y asintió.
—¿Bésame? —pidió, cual niño, completamente inseguro.
El pelinegro, se inclinó hasta llegar a su altura y entre-abrió sus labios, logrando que su cálido aliento, estremeciera a su pareja. Con una dulzura única entre ellos, posó sus labios sobre los otros, y presionó.
Tom estiró los brazos y lo rodeó con ellos, atrayéndolo hacia su cuerpo. Ambos quedaron tendidos sobre la cama, abrazados y respirando en el rostro contrario.
—Te amo tanto Bill.
—Igual que yo a ti, Tomi.
&
Jorg, con la mirada desenfocada, caminó directo hacia su esposa, con una sola idea en mente, golpear hasta matar.
—¡Perra! —Gritó él.
—¡No! —Gritó Susan a su lado, leyendo en la actitud del hombre “agresión”, sabiendo que el ataque sería inminente.
Pero Jorg no entendía razones, cogió a Simone por el cabello y la zarandeó bruscamente, dándole golpes fieros, en pleno rostro y cabeza.
La madre de Tom, sólo apretó los ojos y rogó al dios del Toro por un milagro. En su mente, cientos de imágenes de golpizas previas, le erizaron los cabellos de la nuca.
«Jorg me va a matar» Pensó y todo su cuerpo se tensó, aguardando a que el hombre le rompiera el cuello.
Pero el agarre en su cabello se disipó, justo con un gran estruendo la estremeció.
¡CRASH!
Simone abrió los ojos y sintió el cuerpo de su marido caer sobre ella, luego un cálido fluido llegó hasta su rostro.
«Sangre» Pensó y se preguntó si era suya y si ya estaba muerta. Pero otro jalón en su brazo la hizo volver a la realidad.
—¡Reacciona! —Era la voz de su amiga, llamándola.
—Susan… —Gimió de dolor. Repentinamente, toda la adrenalina la abandonó y el dolor de los golpes, la trajo de nuevo a la Tierra.
—¡Vámonos de aquí! Creo que lo maté —explicó conmocionada la mujer a su lado.
Sólo entonces, Simone enfocó la visión y notó que la sangre salía a borbotones de la cabeza de su esposo. Luego su mirada viajó por el piso, hallando trozos de cristal por todas partes.
—¿Qué hiciste? —preguntó, levantando la vista a su amiga, pero apretando los ojos, pues una tremenda inflamación se formaba en uno de ellos.
—Le di con el adorno de mármol —respondió su amiga, y le ayudó a ponerse de pie—. Salgamos de aquí. Llamaré a la policía, pero debemos irnos, en caso de que todavía viva y quiera matarnos a ambas.
—Sí, vámonos. No hay nada que me ate a esta casa.
Parándose con lentitud, Simone, cogió su bolso y siguió a su amiga.
&
Tras una serie de llamadas cortas, rápidas y desde los celulares provistos por el padre de Gustav, los jóvenes tenían todo listo para abandonar Alemania, quizás… para siempre.
Ya eran cerca de las seis de la tarde, el grupo estaba en el aeropuerto, aguardando a que les llamaran a abordar su avión.
Gordon insistió en acompañarlos y estaba tan afligido como el trenzado, por la inminente partida.
—Los pasajeros con destino a Utah, Estados Unidos, por favor abordar por la puerta número 34 —se oyó fuerte y claro, a través de los parlantes.
—Es hora —aseveró Gustav, cogiendo su bolso de mano.
—Vamos —Secundó el castaño, tomando la mano libre del rubio.
—¿Tomi? —llamó el pelinegro. Ya se habían despedido, pero Bill sabía que su pareja, necesitaba sólo un abrazo más.
—Bien —susurró como respuesta el de trenzas.
Giró y miró al hombre mayor directo a los ojos, café, como los suyos y sonrió. Gordon comprendió y cerró la distancia, en un fuerte y cálido abrazo.
—Cuídate Tom —Le besó la mejilla—. Hubiera deseado pasar más tiempo contigo.
—Sí, yo también —respondió el menor.
—Buscaré la forma de ver a Simone y decirle que estás bien —Le prometió, separándose del abrazo, palmeando su hombro.
—Y tú… vive.
—Lo haré, te lo prometo.
El trenzado giró sobre sus talones y cogió su bolso y la mano de Bill. Esta vez, un sentimiento de paz llenaba su alma, pudo saber en su corazón, que Gordon era su padre.
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Unas horas después, los cuatro jóvenes amigos, descendían del avión, en un país diferente, sin conocer a nadie y sólo con una única mira en mente… Sobrevivir.
—¿Qué hacemos ahora? —preguntó el castaño—. Es bastante tarde.
—Vamos a un hotel —Mandó el pelinegro—. Tom tiene que descansar.
—¿Y Anis? —indagó el rubio.
—Mañana le buscaremos —afirmó el de trenzas.
—Esperen un momento —intervino Georg, mostrando cara de pánico a sus amigos—. ¿Quién demonios habla inglés?
—¡Georg! —Le regañó el pelinegro—. Primo, tú al igual que yo, hemos estado en esa maldita escuela masónica, todos estos años y me dices que “AÚN” no hablas inglés —Se llevó la mano a la frente, como pensando “Es un caso perdido”.
—Yo no fui a ninguna escuela masónica, pero hablo bastante bien —Alegó Gustav, ajustándose las gafas.
—Yo también puedo defenderme con el inglés —agregó Tom, con una sonrisa burlona.
—Claro —dijo Georg, con ironía—. Búrlense del que no habla.
—Jajaja —Todos estallaron en risas y el castaño infló las mejillas, como un niño.
—Ahí hay un taxi —anunció el rubio—. Vámonos ya.
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Una vez en sus respectivos cuartos. Georg salió del baño con sólo una toalla en las caderas y el cabello mojado. El rubio al verle, sintió un intenso cosquilleo en su bajo vientre y simplemente, se hundió más bajo las mantas.
Después de un rato, dedicado a secar su hermoso cabello, el castaño se metió en la cama y con suavidad preguntó.
—¿Estás dormido?
A pesar de que su respiración era suave y calmada, el rubio negó con la cabeza, y se movió para quedar frente a él.
—¿Estás bien? —preguntó Gus, aún pensando en la reciente muerte de la esposa de su amante.
—Eso creo.
El castaño se acercó y envolvió a Gus en sus brazos, respirando en su cuello y sintiendo que su cuerpo rápidamente cobraba vida.
Por su parte, Gus recorrió su espalda con suaves caricias y al juntarse más, notó la erección del otro en su muslo.
—Te deseo —confesó y moviendo un poco su rostro, unió sus labios con los otros, sólo en un roce. Notando de pronto, que el castaño ya no llevaba el piercing en su nariz. El septum, la marca de la paternidad.
Siguieron así, besándose castamente. Pero, cuando ambos notaron que no había ninguna reacción adversa, abrieron sus bocas y procedieron a besarse con ganas, como deseaban hacerlo, desde hacía meses, desde que se enteraron que Dany estaba embarazada. El beso aumentó de intensidad, como también las caricias que se prodigaban.
—Quiero… quiero… —balbuceó el rubio.
—Hazlo, hazlo, sólo hazlo, tómame —respondió Geo, comprendiendo sus pensamientos, pues él deseaba exactamente lo mismo.
—Pero no tengo —Se quejó el rubio, desde hacía tiempo, que ya no cargaba el lubricante en sus pantalones.
—Dame tus dedos —Ordenó el castaño, y los chupó y succionó, para ensalivarlos, pero esta simple acción, fue otra carga de excitación para el miembro palpitante de Gus.
Casi en forma desesperada, el rubio preparó a su pareja, mientras seguían besándose y frotándose para aprovechar al máximo esa nueva oportunidad de sentirse de esa manera tan carnal, pero a la vez simbólica.
—Estoy listo —declaró el castaño.
Gustav se arrodilló en la cama y giró el cuerpo de su amado castaño, de modo que quedó de espaldas a él. Con sus manos le levantó por el estómago, para que se sostuviera en sus rodillas y manos.
—Así será mejor, por la falta de lubricante —explicó el rubio, pues a ambos les gustaba mirarse a los ojos, mientras se amaban.
—Lo sé.
Georg suspiró y relajó su cuerpo, al sentir que la punta estaba entrando poco a poco. Volvió a respirar, cuando se sintió completamente lleno y luego empujó hacia atrás, incitando a Gus a moverse. Quería, necesitaba sentirlo, por completo.
El rubio embistió más fuerte y más hondo a medida que las corrientes eléctricas, le llegaban a los dedos de los pies y finalmente, cogió el miembro de Geo en sus propias manos, para estimularlo, al ritmo del vaivén.
—Dios… —En sólo unos segundos, ambos estaban delirantes de placer, hasta que sus semillas mojaron al otro.
—Te amo, Gus —susurró el castaño, colapsando en la cama.
Con mucho cuidado, para no dañarlo, Gustav Salió del cuerpo del otro, se acomodó a su lado y lo abrazó.
—Y yo te amo a ti, mi hermoso Taurino.
Con ternura, se dieron besos de mariposa, estaban felices, el dios Minotaurus, les había dado otra oportunidad, les había permitido amarse y eso es justamente lo que harían, se amarían para siempre, o por lo menos, hasta que el resto del Clan, los encontrara y… los asesinara.
Continuará…
¿Podrán encontrar a Anis? ¿Les ayudará? ¿Qué pasará con Simone? ¿La llevarán a la cárcel por haber matado a Jorg? ¿Estará realmente muerto Jorg? Muchas dudas y mucho que leer. Gracias y no se pierdan el siguiente capítulo.