Minotaurus. Temporada I
Capítulo 17: Anis, su caso
— 18 años. Salk Lake City, Utah —
Los Kaulitz despertaron abrazados, ninguno de los dos quería moverse, pero tenían una misión, encontrar a Anis y buscar ayuda, pues lo más importante en esos momentos era salvar la vida de su hijo.
Como si su sincronización llegara también a sus pensamientos, la mano de Bill, se posó en el vientre de su “Mate” y le acarició allí, notando algo raro.
—¿Tomi? —Levantó un poco la cabeza, para buscar la mirada de su pareja.
—Dime, cielo.
—¿Has… —dudó, no podía ser posible, lo habría notado antes.
—¿Bill?
El aludido sacudió la cabeza, y regresó su atención a su hermoso compañero, admiró su piel bronceada y sus largas y delicadas trenzas, paseó sus ojos por aquel perfecto torso desnudo y volvió a dudar.
—¿Tomi, has estado ejercitándote?
—Estás loco —respondió riendo el trenzado—. Sería peligroso para el bebé.
—Lo sé y te creo, pero… —Volvió a posar su mano en el vientre de Tom, y luego la subió hasta su pecho, y acarició todo a su paso, hasta que un jadeo del trenzado le alertó de que le estaba excitando, cuando esa no era su intención.
—Bill —Gimió más fuerte el mayor.
—Estás cada vez más marcado Tomi —comentó el pelinegro, y se acercó pasando su húmeda lengua por un empinado pezón.
—Dios…
—No puedo entenderlo —Se quejó, y llevó su lengua al otro necesitado pezón.
—¿Qué… qué no entiendes? —preguntó el mayor, demasiado enceguecido por el placer.
—Esto —Acercó su rostro al trabajado pecho de Tom y pasó su aliento cálido por sobre él. Hasta que su “Mate” lo cogió de los brazos y lo giró, posándolo sobre su espalda, para quedar encima de él y apresar sus labios.
Sus lenguas peleaban y se frotaban sin piedad, acrecentando su lujuria, llamando a su instinto más básico, su deseo carnal. El piercing de Bill, enviaba descargas placenteras al miembro dispuesto del trenzado, quien no se limitó sólo a besar, sino que de inmediato, bajó sus manos, para quitarle al pelinegro, la única prenda que le cubría.
—Te haré mío —susurró, entre beso y beso.
—Sí, claro que sí —Correspondió el menor, abriendo sus piernas con agilidad, para darle espacio y acelerar la entrega de su cuerpo.
—Eres tan jodidamente sexy —dijo Tom entre gruñidos, mientras le preparaba con sus dedos lubricados.
—Y tú eres tan jodidamente bueno haciendo eso —contestó, moviéndose contra los dedos que le invadían—. Ya Tomi, quiero sentirte.
Tom pensando en las palabras de su pelinegro, que condujeron a toda esta escena erótica, recordó su embarazo y que pronto no podría hacer esto con la misma facilidad de ahora, y se recostó sobre la cama, sorprendiendo a su Bill.
—Ven acá —Le pidió, y con sus fuertes brazos, le ayudó a ponerse a horcajadas sobre su miembro.
—¿Quieres que te monte? —preguntó el pelinegro, alzando una ceja, pero luciendo una carita de inocencia, que hizo que Tom se mordiera el labio inferior.
—Pronto no podremos hacerlo así. Ya sabes, por mi vientre —explicó el trenzado.
—Oh, ya veo —Bill le guiñó un ojo. Le encantaba tener el control, y sólo en estas ocasiones cumplía su deseo—. Ayúdame Tomi.
Alzó sus caderas y Tom sujetó su miembro, a la vez que Bill sujetaba la mano de su “Mate”, guiándolo al lugar adecuado. Respiró hondamente, pues sentía que su Tomi, estaba cada vez más grande ¿Sería posible que su cuerpo se estuviera volviendo más masculino, en lugar de tomar rasgos femeninos por el embarazo? No tenía idea, pero lo averiguaría, pronto, no en esos momentos.
La intrusión era un poco molesta, sentía que sus paredes se abrían para recibir a su compañero, pero a diferencia de otras veces, sentía incomodidad y era extraño, pues había sido bien preparado y su libido se hallaba por las nubes.
—¡Ah! —Gimió muy fuerte, cuando sin poder contenerse Tom embistió hacia arriba y le llenó por completo.
—Lo siento.
—Dame un segundo —pidió el menor y respiró más hondamente, tratando de que el aire, efectivamente le llegara a los pulmones.
Tom miraba como la frente de su pequeño se perlaba de sudor, y se lamió los labios, como un hombre podía ser así de sexy, no lo pensó más, eran “Mates” y allí estaba toda la respuesta. Eran complementos y almas gemelas. Serían como imanes, toda la vida gravitando en torno al otro y al saberlo, sonrió.
—Eres tan hermoso —susurró y Bill le miró a los ojos.
—Te amo.
Y entonces comenzó la diversión, el pelinegro comenzó un vaivén suave, moviendo sus caderas en círculo sobre el miembro de Tom, estimulándose él también en el proceso. La vista era tan erótica, que el trenzado tuvo que concentrar todo su poder mental, en no correrse con sólo ver a su pequeño sobre él.
—Dios, como te deseo —aseguró el mayor, alzando un poco la cabeza al sentir que Bill se mecía con más fuerzas sobre su vientre.
Para mantener la estabilidad, Bill se sujetó del torso de su pareja, provocando que el negro de sus uñas, marcara un contraste entre las pieles. Su pene estaba completamente erecto, y un rastro de vello púbico se dejaba ver, pues al haber huido con tanta premura, no había podido volver a realizar, sus rituales de belleza.
Para darle más fuerza, Tom le cogió por sus delgados muslos y le ayudó a moverse. Estaba completamente, extasiados y locos de placer. El trenzado podía ver el líquido salir lentamente del miembro de su pareja, estaban muy próximos a alcanzar el orgasmo.
Ambos sabían que si uno llegaba al clímax, el otro lo hacía también, pues su grado de sincronización era tan potente, que se estimulaban tanto física, como psíquicamente. Y mientras Tom disfrutaba de ver a Bill a punto de correrse, sin siquiera tocarle, el otro sentía toda esa descarga de deseo en su propia masculinidad.
—¡Ah! —gritaron los dos al mismo tiempo. Seguido de un…
—Bill
—Tom
Siempre, terminaban con el nombre del otro en sus labios. Así como nunca faltaban las palabras de amor, al poseerse. Eran rituales, sus propias tradiciones, que les aseguraban que entre ellos no había sólo “instinto animal”, ellos estaban por sobre la “marca”, ellos… se amaban.
—Te amo tanto, Bill —aseguró el trenzado, repartiendo besos de mariposa, por el hombro de su adorada pareja.
—Lo sé, mi vida. Pero ahora debemos levantarnos.
—Lo sé.
—Hay que buscar a Anis —pidió el pelinegro, pero Tom arrugó el ceño.
—No sé por qué. Pero tengo un mal presentimiento.
&
Después de desayunar en el hotel, salieron en busca de algún lugar para iniciar sus indagaciones, sin llamar la atención. Cada uno de ellos, estaba consciente de que el Clan, era peor que un pulpo, tenía brazos en todo el mundo.
Caminaron toda la mañana, recorriendo los lugares turísticos y preguntando por la dirección de la nota que Tobi les había dejado, pero nadie parecía conocer el lugar.
—Estamos perdidos —Gruñó Georg, sintiéndose cansado y abrumado por la situación, ya que desde el comienzo él pensó que no podrían confiar en aquel Anis—. Y muero de hambre.
—Yo también —Secundó el trenzado, cosa que alertó de inmediato a su pareja.
—Bien, vamos a comer —Tomó la mano de su “Mate” y caminaron por un parque, lleno de niños—. Creo que al otro lado de este parque hay un restaurant italiano.
—Mmm helado —ronroneó el de trenzas, viendo un carrito, justo en medio del parque.
—¿Eh? —Bill le miró divertido y susurró—. Antojos.
—Nosotros nos adelantaremos —comentó Georg al ver a Tom salivando, por un helado.
—¿Por qué no te sientas? —sugirió el pelinegro, a lo que su pareja sonrió encantado, le dolían los pies y odiaba eso.
Bill caminó hasta el carrito y pidió un helado doble de cerezas y chocolate. Mientras esperaba, un pequeña de aproximadamente seis años le cogió la manita y le sonrió tiernamente.
—Papi… —dijo la pequeña, a modo de saludo.
El pelinegro no se espantó, pues ya había vivido esas extrañas reacciones con los niños. Ellos, siendo humanos, también podían sentir las hermosas emisiones de amor, que irradiaban los elegidos, así que simplemente le sonrió de vuelta y se agachó para estar a la altura de sus ojos.
—Hola preciosa —Le saludo—. Soy Bill.
—Paul, papi Paul —Ella sonrió y se abrazó del chico.
—¡Hey! —Se oyó un grito fuerte y tanto Bill como Tom, que estaba más allá, giraron hacia la voz.
—Papi —dijo la niña otra vez, sin querer soltar al pelinegro.
—¡Suelta a mi hija! —demandó la voz.
El hombre que gritaba llegó hasta el pelinegro y lo sacudió, para alejarlo de su hija, y cuando alzó la mano para golpearlo, otra mano lo detuvo en el aire.
—¡Ni si quiera lo pienses! —Gruñó Tom.
El hombre giró para ver a su nuevo contendor y se petrificó al ver y sentir un aura tan poderosa, que llegó a creer que caería muerto allí mismo.
—Elegidos —susurró el hombre y Tom lo soltó. Había revelado su identidad, ahora estarían en problemas.
—¿De qué hablas? —preguntó para tratar de despistarlo.
—Soy Bruce, parte de la manada —Se presentó—. Ella es Paullette, mi pequeñita.
—Yo soy Tom Kaulitz y él mi “Mate” Bill —Presentó el trenzado.
—¿Están bien? ¿Qué hacen en Utah? —preguntó emocionado el hombre de cabello corto y cara de malo.
—Estamos escapando —contestó el pelinegro.
—Oh —susurró Bruce—. Vamos a comer algo —Propuso y los otros dos asintieron.
—¿Qué tal aquel lugar? —sugirió el pelinegro, señalando el restaurant italiano. Si este hombre resultaba ser un peligro, allí estarían los G’s y podrían ayudarles.
—Genial, Paullette adora la pasta —Buscó la mano de la pequeña, pero estaba firmemente sujeta del pelinegro—. ¿Vamos linda?
—Papi… —susurró ella, y la sonrisa de Bruce decayó notablemente.
—Vamos —dijo, tratando de volver a sonar normal.
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Caminaron hasta el restaurante y se sentaron en otra mesa. Gustav les vio entrar y cuando levantó la mano, para indicarles dónde estaban, vio a la pequeña aferrada a la mano de Bill; se abstuvo de llamar la atención.
—¿Quiénes serán? —preguntó el castaño, comprendiendo las intenciones de Gus.
—No lo sé, pero creo que los Kaulitz pretenden que nos mantengamos al margen. Tal vez no confían en ese hombre —explicó—. Sigamos comiendo, si algo malo ocurre, les pateamos el trasero —Le guiñó un ojo.
—Estás hablando como tu padre —Sonrió—. Eso me gusta.
&
En la otra mesa, Tom veía a la pequeña, sonreír alegre con su pareja y en un principio, pensó al igual que Bill, que todo ello era simplemente, parte de la atracción Taurina, pero cuando le oyó susurrar “Papi Paul”, comprendió que eso no era simple casualidad. ¿Sería posible que Bruce tuviera una pareja varón, tal como eran él y Bill? ¿Quién llevaría la marca en el brazo derecho? ¿Quién habría llevado a la pequeña Paullette en el vientre?
—¿Por qué están huyendo? —preguntó de inmediato Bruce—. Si ustedes son los elegidos, el Clan les daría todo lo que jamás pudieran desear.
—Tendríamos todo, sí… pero estaríamos encerrados —Soltó el de trenzas, volviendo a la conversación—. Seríamos sólo toros en un zoológico.
—Una jaula de oro —comentó Bill, apoyando a su pareja—. Pero jaula al fin y al cabo.
—Comprendo —Les sonrió el hombre, estos chicos tenían agallas. Enfrentarse a todo el Clan, era suficiente mérito, así que por lo menos los mantendría alejados del peligro—. ¿Y qué hacen en Utah?
—Buscamos a alguien —explicó el trenzado—. A un amigo.
—Este es un pueblo pequeño, tal vez yo lo conozca —Se ofreció Bruce, y así de paso, sabría si iban en buena dirección o no.
—Se llama “Anis” —dijo el pelinegro, mirándolo fijamente. Buscando alguna reacción que le delatara o que les dejara seguir confiando en él.
La niña sonrió mucho más y señaló a su padre—. Papi Anis, te buscan a ti papá.
—¿Eh? —Los Kaulitz se sorprendieron.
—Nadie me había llamado así en años —dijo él, bajando la mirada—. ¿Quién? —Una ola de recuerdos tristes inundó al hombre y sacudió la cabeza—. ¿Quién los envió?
—Tobi —respondió Tom—. Necesitamos tu ayuda.
—No puedo —susurró él.
—Pero estabas dispuesto a ayudarnos, sólo segundos atrás —Gruñó el pelinegro, apretando los dientes, pero tratando de no alzar la voz, para no asustar a la pequeña.
—Eso era porque sólo era Bruce, un Taurino con ganas de proteger a los elegidos —contestó el hombre, en forma defensiva—. Pero si me llamas Anis, todo cambia, cuando era Anis, perdí todo lo que más amaba en la vida y no arriesgaré a mi hija ahora.
Tom comprendió, el hombre había perdido a su “Mate”, y ahora no tentaría al destino, poniendo en riesgo a su hija. Ahora que él sería padre, comprendía mucho más el grado de entrega por los seres queridos. Él tampoco arriesgaría a Paullette, ya había sido suficiente con la muerte de Dany y su bebé.
—Bill, él tiene razón. Nos iremos —dijo suavemente, y posó su mano sobre la de su pareja, el amor y la calma que emanaban de él eran tan grandes, que Bruce cambió su manera de pensar.
—Oh Dios del toro —susurró—. ¿Dónde se están quedando?
—En el hotel Moroni —contestó el pelinegro.
—Mala opción, allí hay muchos sirvientes de la manada —comentó el hombre—. ¿Cuántos días tienen pagados?
—Toda la semana —respondió Tom, esta vez.
—Bien. ¿Y cuánto han estado allí?
—Desde anoche —Volvió a responder el pelinegro.
—Perfecto. Hoy mismo se vienen conmigo —declaró y los Kaulitz, no pudieron evitar sonreír.
&
Esa misma tarde, los cuatro jóvenes cargaban sus bolsos de viaje, en una camioneta y suspiraban, habían encontrado a su contacto allá en América, ahora en sus cabezas circulaba la interrogante, si este hombre de apariencia ruda, sería capaz de mantenerlos ocultos del Clan.
El viaje fue largo, la ciudad quedó atrás y el camino se tornó agreste, la niña se durmió plácidamente en los brazos de Bill, mientras Tom le acariciaba la cabecita.
—¿Dónde vamos? —preguntó inseguro el rubio. Al alejarse tanto, llegó a pensar que los llevaba a algún lugar apartado para ejecutarlos, como había ocurrido con Tobi.
—No vivo en la ciudad. Salk Lake es una ciudad tranquila, está llena de gente ingenua, tal vez han oído de ellos, se hacen llamar “Mormones” —Sólo los Taurinos sonrieron, para Gus, los miembros de ese extraño culto, también eran parte de una conspiración.
—No has respondido a mi pregunta —Gruñó el rubio. Georg le apretó la mano para calmarlo.
—Vivo en las montañas, hoy vine en busca de provisiones y algo de ropa para Paullette, pero en unos quince minutos más, podrás ver mis terrenos —Se defendió Bruce.
—¿Cómo fue que llegaste a estas tierras, Anis? —preguntó el trenzado, notando la tensión en el otro hombre.
—No me llames Anis aquí, por favor —pidió, amablemente—. Soy Bruce aquí, al menos así me conoce la gente.
—¿Por qué te cambiaste el nombre? —cuestionó el pelinegro. El hombre le miró por el retrovisor y sonrió. Tom arrugó el ceño.
—Soy un exiliado del Clan, Bill —Apretó más sus manos en el volante—. Debí hacer muchas cosas para poder mantenerme con vida, entre ellas, cambiar mi nombre.
—¿Por qué? —Insistió el rubio, aunque podía imaginar la respuesta.
—Cuando eres un exiliado, te matan, es así de simple —explicó Bruce—. He vivido huyendo demasiados años, hasta que por fin me pude establecer aquí. Ella lo necesita, ¿sabes? Ahora que entrará a la escuela, necesitará hacer amigos.
—¿Por qué te exiliaron? —pidió saber el de trenzas, cuando el silencio volvió a reinar en el vehículo.
—Esa es una fea historia —El hombre arrugó el ceño y se quedó en sigilo unos momentos. Todos pensaron que no diría nada, pero tras carraspear dijo—. Cuando era agente del Club Bohemio.
—¡¿Eras agente?! —exclamó el pelinegro—. Por eso luces tan rudo y llevas tatuajes —Tom le apretó la mano, celoso y bajó la mirada. Bill se sintió mal, pero no podía hacer nada allí, para resolver la situación. Y simplemente se calló.
—Jejeje —Rió alagado el hombre y prosiguió—. Si Bill, fui agente, pero no fue un trabajo bonito, ¿sabes? Nada de lo que hice para Phillips me enorgullece.
—Podemos adivinar eso —comentó el castaño, saliendo de su mutismo, pues recordó claramente al agente que le disparó al vientre de su embarazada esposa.
—Cuando estuve en servicio, tuve que mentir, robar, torturar y asesinar —Todos callaron, tensándose al recordar a Dany—. Y si no lo hacía, ellos amenazaban con no sólo matarme a mí, lo cual no habría importado.
—Ellos matan a toda tu familia, ¿cierto? —intervino el rubio, a lo que Bruce asintió.
—En una ocasión, cerca de seis años atrás, hubo un problema con la generación de los dieciocho años —explicó el ex agente, pero al ver que nadie reaccionaba, detalló—. A los dieciocho años, debes presentar tu “Mate” a la manada —Los otros asintieron—. Sin embargo, ese año, hubo varios jóvenes que no lo hicieron.
—¿Qué hizo el líder? —preguntó el trenzado.
—Utilizaron un ritual antiguo, llamado el “Hechizo del Minotaurus”, donde el oráculo controla la mente de todos los alfa y los obliga a dominar a su “Mate” en forma violenta.
—Los obliga a violarlos —Gruñó el rubio, completamente molesto con la sola mención del ultraje—. Es despiadado.
Tom se tensó de pies a cabeza y su compañero lo sintió dentro de su propio cuerpo. Con su mano libre, acarició el hombro del trenzado y le transmitió todo el amor que sentía por él, logrando que el chico se calmara. Los otros, pudieron sentir el enorme poder del pelinegro y comprendieron que ellos también habían sido víctimas de aquel terrible embrujo.
—A pesar de haber realizado el ritual, algunas parejas se negaron a unirse en forma forzada, sin amor —Los cuatro asintieron—. ¿Saben lo que les ocurrió?
—¿Los eliminaron? —preguntó aterrado Gustav.
—No sé si a todos —respondió el hombre—. Yo fui enviado a eliminar a una chiquilla. Ella tenía sólo dieciocho años, era una chica preciosa, se notaba en sus ojos que estaba perdidamente enamorada y que prefería morir, antes que casarse por la fuerza y condenarse a una vida de sumisión y tristeza.
—Comprendo —comentó el pelinegro. Si Tom no hubiera sido su “Mate”, él habría dejado todo por él, por fugarse con él, o morir por él. Porque lo amó desde que lo vio, cuando tenían apenas catorce. Y Tom pensó exactamente lo mismo.
—¿La mataste? —cuestionó, esta vez Georg, curioso por seguir conociendo a este hombre, que se supone, les ayudaría y protegería.
—No pude hacerlo —Suspiró—. Nunca antes me tembló la mano, pero al verla allí, simplemente no pude jalar el gatillo.
—¿Y qué pasó? —Insistió el rubio.
—Me exiliaron, y es así como llegamos hasta aquí.
La camioneta se detuvo y todos se quedaron de piedra, habían llegado a su destino y por estar tan concentrados en la historia, ni siquiera notaron, cómo llegaron hasta esa enorme cabaña.
Continuará…
¿Será realmente de confianza este Anis? ¿Podrá el Clan encontrarlos allí en las montañas de Utah? ¿Por qué el cuerpo de Tom se tonifica más, y su vientre no crece? Muchas interrogantes. No se pierdan el siguiente capítulo. Y no olviden comentar. Les quiero mucho