18: Antojos

Long-Fic original de MizukyChan

Capítulo 18: Antojos

Tom’s POV

Bill ya está de cinco meses, su pancita ha crecido bastante, se ve hermoso. El doctor Roy confirmó que el bebé será una nenita, lo que nos causó una gran alegría, aunque aún no habíamos podido oír los latiditos de la niña, ya que el aparato se descompuso. Roy dijo que tendría que volver a viajar para traer uno nuevo, pero para nosotros no era tan importante, nos conformábamos con saber que la pequeña Vale estuviera bien.

Yo he tenido que armarme de paciencia, porque Bill tiene antojos cada cinco segundos, muchos de los cuales aparecen en mitad de la noche, y yo tengo que hacer magia para obtenerlos, de lo contrario Bill llora desconsolado, diciéndome que no lo amo porque está “gordo”, Oh Dios… estoy agotado… y si no son sus antojos, es su deseo sexual… bueno… ese es más fácil de complacer, pero me deja igual de agotado. Además no puedo simplemente dejarme llevar, ya que cuando está a punto de explotar, muestra sus colmillos e intenta morderme, yo simplemente lo sostengo hasta que alcanza el orgasmo, entonces se relaja y él ni siquiera se acuerda que mostró los dientes. Pobre de mí… y aún me quedan cuatro meses.

Esta mañana me levanté temprano, voy a la empresa porque descubrí un desfalco muy importante. Había tenido sospechas de un fraude, pero tenía que estar seguro antes de actuar, no podría culpar a un inocente. Ahora que tengo todas las pruebas, hablaré con mi jefe para que detenga al responsable.

Salgo de la ducha con una toalla en la cintura y voy a la pieza a vestirme.

—Mmm cielo, que fuerte estás —dice Bill poniéndose detrás de mí, tocando mi espalda.

—Soy un patrullero, tengo que estar en forma —le digo, restándole importancia.

—Quiero que me demuestres esa fuerza —me dice poniendo sus manos en mi pecho y besando mi cuello.

—Bebé… tengo que ir a la empresa —digo tratando de sonar normal.

—Pero yo soy más entretenido que tu empresa —responde con un tono sensual.

Me giro y tomo sus manos

—Cielo, claro que eres más entretenido, pero esto es muy importante.

Como era costumbre, se pone a llorar

—Ya no me quieres, ¿verdad?

—No, cariño, no es eso.

—Es porque estoy “gordo”, ya no soy tu flaquito sexy.

—No estás gordo, estás embarazado y eso es muy diferente.

—¿Por qué ya no me quieres y yo te quiero tanto? —sigue llorando.

—Ven aquí —lo tomó en mis brazos y comienzo a besarlo.

—Ya no quiero, Tom, no quiero que me folles por lástima.

—¡¿Cómo dices eso?!— pregunto un poco molesto.

—Me follarás  sólo para callarme.

—No… y deja de decir follar, porque nosotros no follamos, nosotros hacemos el amor.

—Antes hacíamos el amor, ahora ya no me amas.

—Claro que te amo —beso sus labios y toco su vientre— y ahora te amo más, porque tienes a mi hija dentro de ti —dejó de llorar.

—¿En verdad nos quieres?

—Los amo a los dos —digo besándolo.

—Perdóname, Tom, es que no puedo resistir el deseo de estar contigo, me excitas mucho, pero parece que tú no sientes lo mismo —dijo triste.

—Claro que también me excitas, eres el único  que me despierta las pasiones.

—¿No lo dices por lástima?

—No.

—Pruébamelo —dijo arrastrándome a la cama.

—¿Cómo?

—¿Déjame ver si te excito?

—Pero… ¿la empresa?

—Que espere.

—Está bien —Me subí por completo a la cama y Bill se quitó la ropa. Se puso sobre mí y comenzó a besarme, mientras se frotaba contra mí, sobre la toalla. Como no excitarme al ver a ese ángel de facciones perfectas, y ver su cabello negro, lacio caer sobre sus hombros. No pude evitar soltar un gemido. Se movía tan bien.

Se mueve y me quita la toalla, dejando expuesta mi enorme erección.

—Tú ganas, si te excito… ya puedes irte.

—Estás loco, ven acá —lo tomé y me puse yo sobre él. Tomé el lubricante del velador y lo preparé, no podía esperar, lo deseaba y mucho.

—Ya, Tom, estoy listo —me dijo con un brillo especial en sus ojos.

Lo penetré y lo embestí con pasión, yo estaba a punto, pero Bill no, él estaba disfrutando.

—Cielo… apresúrate —le digo tratando de contenerme.

—Sí, amor, ya voy —Y ahí estaban… sus blancos y enormes colmillos. Como siempre hacía, lo presioné contra la cama, hasta que explotamos los dos.

—Dios Bill… vas a matarme un día de estos.

—Amor, te mataré de placer.

—Está bien, así me voy de inmediato al cielo.

Nos besamos. Tendría  que ducharme de nuevo para ir a la empresa.

Bajé a preparar el desayuno, cuando escuché a Bill gritar.

—¿Mi amor, estás bien? —le pregunto asustado.

—No cielo… mira —me muestras sus playeras favoritas.

—¿Tienen sangre?

—No… no me quedan. Estoy tan gordo, obeso, mórbido —llora de nuevo.

—Cariño, es un bebé….Tengo una idea —digo tratando de alegrarlo.

—¿Qué? —pregunta secándose las lágrimas.

—Ven conmigo a la empresa, hablo con mi jefe y luego vamos al centro comercial y te compramos ropa nueva, a ti y al bebé.

—¿Pero, crees que encuentre algo para mí?

—Claro, cielo, hay una tienda que tiene ropa de tu estilo, seguro te encantará, y traeremos algunos accesorios, para que te veas aun más guapo.

—Gracias —se lanzó a mis brazos.

—Ahora  arréglate, que ya es tarde.

&

Una vez en la empresa.

—Señor, desde que llegué a esta empresa me he dedicado en cuerpo y alma a llevar los estados financieros lo más transparentemente posible —digo entregándole la carpeta con mi informe al jefe.

—Lo sé, por eso te pasó los casos más importantes a ti.

—En el último trabajo, el del señor McKarnie, descubrí una serie de irregularidades que me parecieron sospechosas.

—Ese caso te lo di hace solo tres días.

—Sí, señor, no quería contarle nada hasta estar completamente seguro de la situación.

—¿Y qué descubriste?

—Vea las estadísticas de la página 6

—Oh, Dios mío, ¿estás seguro de esto?

—Por la gravedad del asunto no le dije nada hasta hoy, detrás están las pruebas. Estoy seguro, incluso tengo el nombre de la persona de esta sucursal que ayudó al responsable.

—Ya veo… no digas nada a nadie… llamaré a la policía para que todo sea una sorpresa.

—¿Cree que sea necesario llamar a la policía? Tal vez conversando se pueda arreglar todo.

—Tom, eres muy inocente, tú mismo viste desde cuando se estaba produciendo este robo, estas personas deben ser castigadas. Y tú… promovido.

—¿Un ascenso?

—Claro muchacho, me has salvado de nuevo.

—Pero, señor, sólo hice mi trabajo.

—Y lo haces excelentemente, así que acepta.

—Muchas gracias, señor.

—A propósito, ¿Bill vino contigo?

—Sí, está afuera.

—Dile que pase, por favor, quiero saludarlo.

Hago pasar a mi pequeño, quién se fue de inmediato a abrazar a mi jefe.

—Señor Muller, ¿cómo está?

—No tan bien como tú, te ves radiante… mira esa pancita, están genial, los dos.

—Muchas gracias.

—Dime Bill, ¿tu esposo te cuida bien?

—Más que bien, pero estos días se lo ha pasado trabajando.

—Tu amado esposo me ha salvado de un robo millonario.

—No le creo —dice poniendo la mano en su pecho.

—Así es, por eso lo he promovido. Ahora será el nuevo jefe de finanzas.

—Felicidades, mi amor —me abraza.

—Y como Tom es tan humilde, no acepta nada de lo que le doy, así que esta vez te lo daré a ti, Bill, y al bebé.

—¿Qué cosa? —pregunta mi niño.

—Toma —le extiende un cheque con muchos ceros.

—Wow, pero esto es mucho, no creo que deba.

—Bill, por favor, piensa que es un bono por el ascenso de tu esposo y un regalo por lo del bebé.

—Muchas gracias —de nuevo se abrazan.

—Y ahora váyanse a gastar el dinero.

—De nuevo, gracias. Adiós.

.

Nos fuimos al centro comercial. Bill estaba feliz por lo del “bono” y además porque se compraría ropa nueva.

Había una tienda muy curiosa. Tenía ropa como a la que Bill le gustaba, y allí estuvimos por horas. Hasta que Bill se detuvo de repente y pidió comida. Fuimos a un comedor y ordenamos.

—Cielo, tú también debes comprarte ropa —me dijo con la boca llena.

—No necesito nada… bueno sí, necesito bóxers nuevos, la semana pasada me destrozaste tres —él casi se atraganta y se pone a reír.

—Es que estábamos un poco apurados —siguió riendo—. Hay una tienda que tiene bastante ropa interior y muy bonita.

—Pero no nos demoremos tanto, estoy cansado —digo tomando mi bebida.

—Será rápido, pero te la pruebas, no quiero tener que regresar porque era muy pequeña.

—Sólo compremos la talla grande y nos vamos.

—No, hay que asegurarse de que te quede bien, y no me contradigas.

—OK, tú eres el experto en compras.

—Así me gusta.

Terminamos de comer y fuimos a la famosa tienda.

Miramos y Bill tomó como 20 tipos de bóxers, en todos los colores, modelos y tallas. Yo sólo habría comprado negro, pero él quería “variedad”. Fuimos a los probadores y me dijo.

—Quítate toda la ropa, para ver que el bóxer luzca bien en ti —yo me sonrojé.

—Está bien —me quité la ropa, y me puse el primero, uno rojo oscuro, con costuras negras. Corrí la cortina, esperando que no hubiera ninguna vendedora—. ¿Qué tal?

—No te sonrojes, le pedí a las chicas que me dejaran solo contigo —me guiñó un ojo.

—Vas a levantar sospechas —dije más sonrojado que antes.

—Tranquilo —se acercó a mi— gírate —me tocó el trasero y dijo— te queda bastante bien y el color es genial. Pruébate el otro.

Hice lo que me dijo y en cada uno repitió el proceso, me tocaba para ver si estaba bien.

—Ahora ponte el morado, ese me encanta —me dice un poco sonrojado.

Me lo puse y salí, pero esta vez Bill estaba diferente, tenía un brillo especial en los ojos

—Te queda genial, el color es muy lindo —se acercó— déjame ver cómo se siente —entró al pequeño cubículo y corrió la cortina. Me miró levantando una ceja y me tocó el trasero.

—Se siente bien, ¿no crees, Tom?

—¿Qué pretendes, Bill? —dije ahogando un gemido—. Este es un lugar público.

—Eso lo hace muy excitante, ¿no te tientas?

—No es una buena idea, Bill —acariciaba mi miembro sobre la tela, haciéndolo endurecer.

—Al diablo las buenas ideas, te deseo ahora —me bajó el bóxer y se agachó para estar a la altura de mi miembro y lo puso en su boca. Sentí que las rodillas no me sostenían. Tuve que morder mi mano para que no se me escaparan ruiditos placenteros que llamarían la atención de las vendedoras. A él parecía no importarle nada.

—Bill, para ya… voy a… —se detuvo y con rapidez se quitó el pantalón y la ropa interior.

—Siéntate —me movió.

—¿Qué piensas hacer? —pregunté aún cegado por el placer.

—Esto —puso una pierna a cada lado y se sentó sobre mi erección de golpe.

—AAAAHHHH —gemimos ambos.

—Dios mío, Bill, ¿te duele? —me asusté.

—Sólo un poco, estaré bien —lo besé y comencé a masajear su miembro para que se relajara.

—¿Mejor? —pregunté en su boca.

—Mucho mejor —me dijo en un suspiro. No quería moverme por temor a dañarlo, pero él empezó el movimiento. Nunca habíamos usado esta posición, más que nada para proteger a Bill, pero se sentía genial, íbamos a su ritmo, y se estaba dejando llevar.

Me mantuve besándolo, para evitar que se escuchara lo que estábamos haciendo, aunque para mí era bastante evidente. Bill estaba por llegar al orgasmo, lo noté en sus dientes. Sostuve su rostro con mis manos. El seguía dando saltitos sobre mí, hasta que alcanzamos el clímax. No sé si era por la conexión, pero siempre terminábamos juntos, era maravilloso.

Nos vestimos y salimos al mostrador para pagar los productos. Ya no sólo estaba la cajera, había dos chicas más a su lado. Nos miraron y sonrieron. Seguro nos escucharon. Bill les dio una sonrisa cómplice y fue a pagar.

—¿Pasó el control de calidad? —preguntó la chica rubia. Yo me puse rojo hasta las orejas.

—Claro, aunque soy muy exigente —dijo mi pequeño.

—Pueden volver cuando quieran —dijo esta vez la morena.

—Lo haremos, gracias —yo sólo veía mis zapatos.

Tomamos las bolsas y salimos rápidamente, mientras atrás, se escuchaban las risitas de las chicas.

Compramos ropita para la pequeña Valerie, toda rosada y muy linda. Bill estaba fascinado y le compraba pequeños accesorios como: cintillos, pinches, aros, guantes y todo lo que le llamara la atención.

Estuvimos horas en eso y al subir al auto, Bill se puso serio.

—Quiero comer sandía.

—¿Sandía? ¿En esta fecha? Ni lo sueñes —digo arrancando.

—En verdad, Tom, si no como sandía puedo perder a Vale, lo leí, tengo que cumplir mis antojos.

—Será difícil, pero veamos en el super, ¿ok?

—Gracias, cielo.

Estacioné y nos fuimos a la sección de frutas y verduras. Como imaginé, no había sandías. A Bill se le llenaron los ojos de lágrimas y se fue a buscar unas fresas.

—Disculpe —le pregunté al encargado— ¿no tiene sandías?

—En esta fecha no —miró a Bill y su pancita—. ¿Su novia tiene antojos?

—Sí —confundió a Bill con una chica, seguro por su pelo largo… y el maquillaje.

—Toma —me pasó una tarjeta—, él tiene un puesto de frutas y verduras, en las afueras de la ciudad, pero siempre tiene de todo, él te puede sacar del apuro.

—Muchas gracias, acaba de salvarme la vida.

—Bill, cielo, vamos por tus sandías.

Sus ojos se iluminaron y fuimos donde este hombre. Manejamos una hora de ida y otra de vuelta. Pero Bill venía feliz con la sandía en su regazo. Hasta yo quería probarla ahora.

Al llegar a casa me sentía muy cansado, pero aun así fui a atender a mi niño.

—¿Te parto un trozo de sandía, cielo?

—No, sólo quería olerla —dijo como si nada y se fue a la habitación.

—Dios mío, dame paciencia —pensé y me fui a acostar.

Me saqué la ropa, quedando sólo en bóxer y me metí a la cama, con la esperanza de dormir. Bill leía a mi lado. Cuando sentía que los ojos se me cerraban, sentí que mi esposo dejó la revista, apagó la luz y puso su mano en mi pecho. Podía sentir su pancita en mi espalda.

—¿Cielo?

—¿Mmm? —pregunté con los ojos cerrados.

—Estoy muy tenso… creo que fue el viaje.

—Duerme, mi amor, para que te relajes —le digo girando y abrazándolo.

—Quiero que me relajes tú, cielo —me dice besando mis labios y metiendo su lengua en mi boca.

—Cariño —digo contra su boca, pero sin cortar el beso—, hemos hecho el amor… en la mañana… en la tienda… ¿no estarás cansado?

—No… tú sabes que no me canso de ti.

—Pero yo estoy… un poco cansado —me quedé esperando el “llanto”, pero no llegó.

—Entonces, déjate hacer.

—¿Qué me vas a hacer? —pregunto un poco intrigado y un poco asustado, en verdad estoy cansado.

—Yo estaré arriba —y se pone sobre mí.

—¿Qué?

—Tú dijiste que podíamos cambiar cuando quisiera, lo dijiste en Halloween.

—Si eso te hace feliz, solo se cuidadoso, ¿sí?

—No te preocupes, ahora yo te haré feliz.

Me besó apasionadamente y esta vez sí se preocupó de prepararme, y al penetrarme, sostuvo mis brazos abiertos y cargó todo su peso en ellos. Aunque estaba disfrutando, me preocupé. Vi sus colmillos aparecer y me tenía a su merced. Si intentaba detenerlo, lo lastimaría y obviamente no quería eso. Pero también sabía que con una sola mordida, no lo contaría. Se empezó a acercar a mí, saboreándose, con los ojos cerrados.

—Bill, mi vida, abre los ojos.

—Tooomm —gimió.

—Eres la criatura más sublime que existe.

—Mmmmm —jadeó.

—Eres excepcional y te amo como no tienes idea —se detuvo—. Llevas el fruto de nuestro amor en tu vientre, tú eres toda mi familia.

—Te amo, Tom —me dijo abriendo los ojos y besándome. Ya no estaban sus colmillos

—Vamos, Bill, acábame —me embistió fuertemente y llegamos al orgasmo.

—¡Oh, que rico! —dice mi niño abrazándome.

—Sólo espero no amanecer resentido mañana. ¿Cómo lo aguantas, Bill?

—Aguanto porque te amo, además aunque tú eres “enorme”, me preparas bien y no siento dolor.

—Te amo cielo, ¿ahora si podemos dormir? —pregunto esperanzado.

—Claro, hasta mañana.

Por fin. Me dormí enseguida.

—Tom —me mueven—. Tom, despierta.

—¿Bill? ¿Estás bien? —prendo la luz.

—Necesito comer duraznos en conserva.

—¿A esta hora?

—Valerie tiene hambre.

—Creo que hay en la despensa, espérame voy a revisar.

—Gracias, mi amor —bajé y fui a la cocina. Eva me aconsejó que comprara varios tipos de frutas en conserva, porque Bill ama lo dulce y seguro se antojaría. Menos mal que le hice caso. Abrí una lata y puse unos cubitos en un bol pequeño y subí.

—Aquí tienes, cielo.

—Mmm, que rico —me acosté a su lado, mirando el techo, deseando volver a dormir.

—AY, ¿qué haces, Bill? —me estaba poniendo almíbar en el pecho.

—Te voy a comer —dejó el bol en velador y empezó a lamerme el pecho.

—Ggrrr —gemí.

—Sabes delicioso.

—Bill, vas a conseguir que me excite.

—Pues yo ya lo estoy… quiero repetir lo de hace un rato… ¿me dejas?

Pobre de mí. Pensaba yo, pero no podía decirle nada.

—Claro mi amor, ¿si eso quieres?

—Te deseo tanto, Tom.

Aquí vamos de nuevo… y aun me quedan cuatro meses.

&   Continuará   &

Muchas gracias por el apoyo y sus comentarios.

Escritora del fandom

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *