Minotaurus. Temporada I
Capítulo 18: “Paul y Paullette”
— 18 años. Salk Lake City, Utah —
Cuando Anis, terminó de relatar la causa de su exilio de la manada, detuvo el motor de la camioneta, sorprendiendo a todos los presentes.
—¿Qué ha pasado? —preguntó el castaño, tomando la mano de Gustav.
—Hemos llegado —anunció el hombre—. Vamos, no tengan miedo —Descendió del vehículo con una sonrisa, al notar la tensión y el miedo de los jóvenes—. Necesito poner en la cama a mi hija —agregó para romper el silencio.
—Claro, yo la llevo —Se ofreció el pelinegro, sin percatarse del ceño fruncido de su “Mate”.
«No debes ser tan confiado e ingenuo, Bill» Gruñó Tom en su cabeza.
—Mientras, pueden bajar las maletas —Sugirió Bruce, alejándose con un bolso, indicándole Bill, el camino hacia la habitación de la niña.
—¿Creen que podemos confiar en él? —preguntó de inmediato el rubio, con los puños apretados—. Fue un agente, es un asesino profesional.
—Pero tiene una hija —Le defendió el de trenzas, sin estar seguro de por qué lo hacía, pues sus celos le gritaban, que corriera de allí, que alejara a Bruce de su Bill.
—Además, ya escuchaste su historia, Gus —añadió el castaño—. No es un asesino a sangre fría, perdió a su “Mate” por desobedecer al clan.
—¿Cómo sabes eso? —cuestionó el rubio.
—Se nota —comentó el de trenzas—. Además, estaba enamorado de su “Mate”.
—Es cierto —Corroboró Geo.
—Entonces, confiaremos a ciegas —alegó Gus, en forma sarcástica, sabiendo que no era una muy sabia decisión.
—No será a ciegas —advirtió Tom—. Lo mantendremos vigilado. Entre los cuatro, nos enteraremos si oculta algo.
—Hecho —susurraron los otros dos, a tiempo, pues Bruce aparecía con Bill sonriente a su lado, cosa que seguía incomodando a Tom.
—Les mostraré las cabañas —comentó Anis, haciendo señas con sus manos para que le siguieran.
Caminaron hacia una zona más boscosa, donde había algunas pequeñas cabañas, como una zona de veraneo.
Se acercó a una de ellas y abrió la puerta, había olor a encierro, pero por lo demás, el lugar estaba completamente limpio.
—Creo que aquí los G’s estarán bien —Sugirió el pelinegro.
—¿Los G’s? —preguntó el anfitrión.
—Es por la inicial de nuestros nombres —explicó el castaño—. Yo soy Georg, y él es Gustav.
—Gustav, tú no eres parte de la manda —afirmó Bruce, tensando al resto de los presentes—. ¿Por qué te arriesgas en una causa que no te pertenece? —cuestionó, mirándolo fijamente.
—Porque estoy enamorado —respondió con la pasión escrita en sus ojos.
—Ya veo, pero —Se giró para observar al castaño—. Tú eres un Taurino —Dudó unos momentos, pasando la vista entre uno y el otro—. Ustedes están unidos, pero… ¿Qué edad tienes Georg?
—Dieciocho —Fue la respuesta, los ojos de Bruce se abrieron como plato—. Cuando escapábamos, mataron a mi “Mate” y a mi bebé —dijo explicando la pregunta que no se mencionó.
Una ola de remordimientos, cruzó por la mente del los G’s, este hombre, y tal vez todos los otros Taurinos, podrían reconocer por su aroma, que estaban “unidos”, pero se preguntarían lo mismo que Anis, ¿por qué están juntos, si Geo debe tener un “Mate”? La respuesta no era algo bonito… era una tragedia, una muerte, un asesinato.
—¿Fueron los agentes? —preguntó el hombre, apretando los puños imperceptiblemente para todos, menos para Tom, quien seguía cada uno de sus movimientos y expresiones faciales, encontrándolos completamente “sinceros”.
—Sí, Dany estaba embarazada y cuando nos encontraron, no dudaron en dispararle —relató el pelinegro, buscando la mano de su pareja por consuelo, pues para él, ese había sido un momento muy doloroso, que no quisiera volver a revivir… menos con sus queridos amigos o… la pequeña Paullette.
—Lo siento mucho —dijo sinceramente el hombre, dejando de lado su aspecto rudo, para mostrar claramente que comprendía a la perfección aquellos sentimientos de tristeza por la pérdida de alguien querido, por una causa tan ingrata como la del Club Bohemio.
—No fue tu culpa —expresó el castaño.
—Lo sé, pero…
—Gracias —agregó Geo.
—Tom está cansado —comentó el pelinegro, sacando a todos de su mutismo.
—Bien, los llevaré a su cabaña —anunció Bruce, y tomó la maleta del trenzado y salió de ese lugar, para guiarlos a la cabaña contigua, que era notoriamente más grande que la anterior.
Haciendo la misma operación, se paró frente a la puerta y sacó el manojo de llaves, sacando una copia para los chicos.
—Esta será su morada, el tiempo que podamos —dijo con una sonrisa, que a Tom se le antojó coqueta—. Tiene más comodidades, por el estado de embarazo de Tom.
—¿Eh? ¿Cómo lo sabes? —Gruñó de inmediato el trenzado.
—Fue en el parque —relató el hombre, sin sentirse intimidado, y sin intención de ocultar nada—. Cuando me ibas a golpear por proteger a Bill…
—No te iba a golpear —Interrumpió para defenderse.
—Esa fue la impresión que me diste. Tu aura era tan poderosa, que creí que me mataría con un rayo celestial o qué sé yo —Rió y con él, el pelinegro, Tom arrugó el ceño—. Pero, hablando en serio —cambió su tono de voz, al ver el enojo en el otro chico—. En esos momentos, sentí que el grado de protección entre ustedes era muy potente, como cuando luchan por su familia, lo sé porque yo lo viví también —Los chicos asintieron—. Y cuando me presentaste a Bill como tu “Mate” y vi el septum en su nariz, ya sólo fue cosa de juntar uno más uno.
—Comprendo —susurró el pelinegro.
—Creo que será mejor que me vaya —dijo mirando en todas direcciones, verificando que todo estuviera en orden—. Si necesitan algo, hay un teléfono que está conectado con la cabaña central, la mía —Les indicó con el índice, el lugar del aparato—. Ahora descansen, les buscaré para que cenemos todos juntos. Paullette estará muy feliz de tener visitas.
Con esto último y una sonrisa triste pintada en su rostro, Bruce dejó a los Kaulitz, en lo que se convertiría, en su nueva morada.
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Bill cogió la mano de su pareja y lo encaminó en busca de su cuarto. Al encontrarlo, se sentó en la cama, con Tom a su lado. Acarició su mano con suavidad y dijo.
—Siento mucho todo lo que he hecho, que te ha molestado en este día —Le miró, para verle a los ojos, pero Tom rehuyó su mirada.
—No es nada —Cortó, echándose hacia atrás, para acomodarse en la cama.
—No sé que hice en realidad, pero sé que hice algo. Estás molesto —afirmó—. Dime Tomi, para corregir mis acciones —Pidió con suavidad, acostándose a la espalda del trenzado, y abrazándolo por la cintura.
—No es nada Bill, es que… es algo propio de ti, no es algo que puedas cambiar —añadió y giró para poder corresponder el abrazo de su pelinegro.
—¿Qué es? —Insistió el moreno, inflando las mejillas.
—Es eso —Sonrió el mayor—. Eres adorable y por lo mismo… llamas la atención.
—¿Eh? —Bill no comprendió.
—Descasa a mi lado, ya se me pasará —dijo suavemente y tras besar castamente los labios de su “Mate”, cerró los ojos.
El sueño llegó con rapidez, su embarazo le pasaba la cuenta de una manera, aún misteriosa para él, pero que estaba allí… presente.
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Pasaron dos horas y Tom abrió los ojos con pesadez, había dormido profundamente y podía notar, a través de las cortinas, que ya estaba oscuro, pero no sabía a ciencia cierta la hora que era.
Giró en la cama, arrugando el ceño al verse solo. Se levantó y revisó el lugar, pero no había rastro de su Bill. Sus instintos no le daban señales de alerta, pero sus celos afloraron de inmediato. Corrió al teléfono y oprimió el único botón que tenía.
—¿Tom, estás bien? —Era la voz de su pequeño.
—¿Qué estás haciendo allá? —indagó sin responder la pregunta inicial.
—Vine a ayudar con la cena —contestó el pelinegro. Pero las risas al otro lado de la línea, amargaron el corazón del trenzado.
—Está bien —colgó, sin decir nada más.
Caminó hacia la cama y se sentó allí. Su cabeza comenzó a doler, pero no se asemejaba en lo más mínimo al vacío en su pecho.
Estuvo en silencio, sólo unos momentos, hasta que la puerta se abrió de golpe y Bill entró sin aliento, arrodillándose a sus pies.
—Tomi… ¿Estás bien? —Volvió a preguntar, cogiendo sus manos con cariño, pero fue rechazado.
—Lo siento, no fue nada —comentó, para sacarse esa mala sensación.
—Sí es algo, lo puedo sentir —Bill se alzó sobre sus rodillas y se colgó del cuello de Tom, abrazándolo y besando su oído con dulzura.
—Lo siento Bill —No quería enojarse, Bill parecía no darse cuenta de lo que provocaba, por lo tanto no era su culpa, y él no le recriminaría nada.
—Tomi… —Se separó para poder ver al trenzado a la cara y sonrió.
Tom se apoderó de sus labios en un beso apasionado, que fue gratamente correspondido por el menor, quien de inmediato se acomodó, sin soltarse, y se sentó sobre las piernas de Tom, quedando a horcajadas sobre él.
El pelinegro sabía como Tom se excitaba con el piercing de su lengua, así que luchó con todas sus fuerzas por dominar el beso, frotando su lengua contra la de su novio y mandarle directamente un mensaje: “Te deseo”.
Al poseer esa magnífica conexión, el trenzado, volteó a Bill y lo puso contra la cama, quedando sobre él, tomando el control, dominándolo. El pelinegro, lejos de quejarse, abrió sus piernas, dándole el espacio necesario para que sus cuerpos se amoldaran.
En cosa de minutos, estaban desnudos, entregándose como sólo ellos podían hacerlo, mostrándose todo el cariño y el amor que se tenían, pese a las inseguridades que los extraños pudieran enviar, sin querer, no habría nadie en el mundo capaz de separar a esta pareja especial de Taurinos, a esta pareja de “Mates”, pero por sobre todo, nadie podría separarlos, porque ellos eran “Almas gemelas”.
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Cuando el teléfono de su cabaña sonó sin parar, un refunfuñante pelinegro se levantó de la comodidad de su cama, para contestarlo.
—¡¿Qué?! —Gruñó sin poder evitarlo. Había tenido sexo tan placentero, que lo único que deseaba, era seguir abrazado de su Tomi.
—Lo siento campeón —Bromeó Bruce al otro lado de la línea—. Puedo imaginar en qué estaban por el tonito de tu voz jejeje. Lo siento, pero debes alimentar a tu bebé.
—Oh… lo siento —susurró con la cara sonrojada, aunque nadie le veía.
—Vístanse, los G’s ya están aquí —anunció el hombre y colgó, sin dejar de reír.
—Tomiiiii —llamó fuerte, caminando hacia la habitación—. Debemos ir a cenar. Nos esperan, los G’s ya están allí —repitió como loro, mientras encendía la luz del baño, para darse una ligera ducha.
Cuando sintió que el agua descendía por su piel, unos brazos fuertes, le apresaron por la cintura.
—Te amo —susurró el trenzado en su oído.
—Lo sé.
Se ducharon juntos, Bill amando su nuevo corte de cabello, que le permitía lavarlo cuantas veces quisiera, sin necesidad de secarlo tanto como las delgadas rastas bicolores que tuvo.
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Tras terminar la cena. Todos se sentaron frente a la gran chimenea de la cabaña de Bruce, con copas de vino en sus manos, excepto Tom, quien sostenía una taza de chocolate caliente.
La pequeña Paullette, cogió una fotografía y se sentó en las piernas de Bill, mostrándole a un hombre en la imagen, un pelinegro delgado, de rasgos muy hermosos, muy similar a Bill.
—Papá Paul —dijo la niña, señalando al hombre.
—¿Quién es Paul? —preguntó Bill, aun habiendo escuchado la referencia de que era “papá Paul”.
—Paul fue mi “Mate” —contestó Bruce—. El hombre más maravilloso del planeta.
Los G’s se miraron, era extraño que un hombre con apariencia ruda, cambiara tanto al mencionar el nombre de su “Mate”. Pero a la vez comprendían, porque ellos mismos estaban enamorados y ese sentimiento te lleva a cambiar todo lo que eres por el ser especial de tu vida. Desde ser un gatito, en la privacidad de su cuarto hasta volverte una bestia, si alguien intenta dañarlo.
—Los dos… —Quiso decir Tom, pero cerró la boca.
—Nosotros… —Le instó a continuar Bruce.
—Eran hombre, son casos raros —Trató de explicarse.
—Exacto, como ustedes —Suspiró—. Es complicado, sobre todo cuando el que carga la marca del portador, no quiere llevarla —Tom asintió—. Eso fue lo que nos pasó.
Bill cogió la mano de su pareja y suspiró. Miró la fotografía de Paul y notó que se parecían mucho, quizás por esa razón Tom había estado extraño con él. Quizás Bruce le había mirado de otra manera y él ni siquiera lo había notado. Debía admitir que cuando apareció la marca en su brazo, él actuaba como una pequeña zorra, pero cuando se encontró con Tom, ya nada había vuelto a ser igual. Le era fiel en cuerpo y alma, y eso seguiría así para siempre.
—Paul no quería ser el pasivo en nuestra relación, pero nos amábamos y finalmente quedó embarazado —Comenzó a relatar su historia—. El problema fue, que el embarazo fue justamente el año en que me enlisté en la agencia del Club Bohemio.
—¿Fue cuando te pidieron matar a la joven? —intervino Gustav.
—Exacto, tal vez fue por el embarazo de mi compañero, que yo también estaba más sensible, pero a la vez, esa decisión fue la que me arrebató a Paul —agregó en tono sombrío.
—¿A qué te refieres? —preguntó el de trenzas, realmente interesado.
—Por negarme a matar a la chica, me exiliaron y eso conllevó a la inminente persecución de la manada contra mi familia —relató—. Huimos incontables veces, pero debíamos establecernos, pues Paul pronto daría dar a luz.
—¿Y qué pasó? —Pidió saber el pelinegro, acariciando la cabecita de Paullete que estaba dormida en sus piernas.
—Él murió en el parto —Bajó la mirada. Todos pudieron notar que su voz ya no era tan firme como al principio—. Al no tener a algún Taurino que nos ayudara con este parto en especial, tuvimos que hacerlo solos y finalmente —Sacudió la cabeza—. No lo consiguió.
—Lo siento mucho —expresó el castaño.
—Lo único que me queda de él es mi pequeña bebé —comentó, buscando a su hija—. Pero ella, siempre ha llevado esa carga emocional dentro de su pecho.
—¿Una carga? —intervino el pelinegro.
—Paullette casi no habla. De hecho no había hablado en mucho tiempo, hasta hoy —Bruce miró directamente a los ojos de Bill. Tom arrugó el ceño—. Hoy escuché su dulce vocecita.
—Creo que debemos retirarnos a descansar —Propuso el rubio, al ver la molestia en los ojos de su amigo.
—Sí, muero de sueño —Secundó el castaño.
Se pusieron de pie y Bruce le pidió a Bill que llevara a la niña a su cuarto. Cuando estuvo allí, el hombre se puso a su lado y le dijo.
—No te preocupes por lo de su cuerpo —El pelinegro le miró sin comprender, y el otro añadió—. Cuando Paul estuvo embarazado, en lugar de generar más hormonas femeninas, alteró su cuerpo, se veía más musculoso y tonificado. Creo que es una medida de protección del Toro, para que el común de los humanos no vaya a molestar o maltratar a un Taurino en plena gestación.
—Oh ya veo.
—Es algo natural, no lo hace a propósito, no significa que él esté haciendo más ejercicios ni nada —Sonrió y le apretó una mejilla, como a un niño—. Pero sí hay algo que hará mucho.
—¿Qué cosa? —preguntó fascinado el moreno.
—Sexo —dijo con un tono divertido—. Se sentirá muy excitado con todo, con cada roce, con cada mirada, con tu aroma y tú… deberás estar a su altura.
La sola mención de sexo con Tomi, mandó cosquillas a la entrepierna del menor, cosa que su “Mate” sintió en la sala y le molestó sobremanera ¿Por qué estaba excitado si no estaba a su lado?
—¡Bill! —Gritó desde la sala y el pelinegro, prácticamente corrió a su lado.
—Vámonos, cariño —susurró en su oído y lo sacó de allí.
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Al estar en su cuarto, en su propia cabaña. Bill tomó la iniciativa y se lanzó a los brazos del trenzado, quien sintió en su muslo la dura erección de su compañero y lo apartó de su lado con brusquedad.
—¿Qué te pasa, Bill? —preguntó con los dientes apretados—. Estás en el cuarto de otro hombre y luego vienes a descargar conmigo tus deseos.
—¿Qué? —El pelinegro no comprendió a qué se refería su pareja, hasta que recordó sus propias reflexiones, cuando estuvo en casa de Anis. Tom estaba celoso.
—Eso. Estabas con Bruce y te calentaste con él. Pero como no puedes encamarte con otro por la puta marca, vienes e intentas satisfacerte conmigo.
—¿Sabes qué? Debería darte un puñetazo por ese comentario —alegó el menor y tras coger una manta, salió del cuarto y se fue a la sala.
Se sentó en el sofá más grande y trató de acomodarse, después de todo, él era muy alto y sus piernas kilométricas, simplemente no cabían en cualquier lugar. Se cubrió con la manta y apretó los ojos, no lloraría, ya era un hombre y esa pelea había sido una estupidez.
Cuando llegara la mañana, arreglaría las cosas con su Tomi y tendrían sexo de reconciliación, el mejor de todos. Ahora debía respirar profundamente y calmar los malos pensamientos, amaba demasiado a Tomi como para prolongar ese desacuerdo.
Sin embargo, no alcanzó a estar ni quince minutos en la sala, cuando la luz se encendió y Tom llegó a su lado, lo descubrió y lo cargó en sus brazos hasta la cama.
—Lo siento, bebé —susurró en su oído, abrazándolo con fuerzas.
—Claro que debes sentirlo —Le regañó el pelinegro, pero su voz no tenía ni una pisca de resentimiento—. ¿Sabes por qué me excité en la cabaña de Bruce? —preguntó el menor, para aclarar de una vez el mal-entendido.
—No quiero saberlo.
—Debes saberlo Tomi. El único que me excita de esta manera tan caliente eres tú, mi condenado toro —Le besó salvajemente—. Bruce me estaba explicando los cambios que sufren los hombres que llevan la marca al lado derecho.
—¿Es cierto? —Tom se apoyó en un codo, para verle a los ojos, con la suave luz de la luna que entraba por la ventana.
—Me dijo que tu cuerpo se excitaría mucho más al estar embarazado, que eso le pasó a su Paul —relató el moreno—. Y que yo, debía estar a la altura para satisfacerte —Le dio un lametón en la mejilla.
—Oh Dios… —Tom podía sentir en carne propia, que esas palabras eran ciertas, ya que con sólo escuchar a Bill hablar de esa manera, le había despertado y sus deseos estaban pidiéndole atención.
—¿Crees que pueda satisfacerte, Tomi? —preguntó con la voz cargada de deseo, pero con un tonito de inocencia, que logró su objetivo.
Tom saltó sobre él y lo devoró a besos. El resto de la noche, la pareja se dedicó a comprobar que el amor que se sentían estaba más sólido que nunca, al igual que la atracción y el deseo que sentían el uno por el otro. Y Tom hizo una nota mental, diciéndose que se golpearía, si volvía a desconfiar de su Bill.
Continuará…
Tom puede confiar en Bill, pero ¿podrá confiar en Anis? Después de todo, Bill es muy hermoso y es igualito a Paul. Además existe una información que el mismo Anis les dará, que podría cambiar el concepto que Tom pueda tener sobre la fidelidad Taurina. No se pierdan el siguiente capítulo.