Minotaurus. Temporada I
Capítulo 19: Almas gemelas
— 18 años. Salk Lake City, Utah —
La mañana siguiente, los Kaulitz fueron despertados por el teléfono que sonaba con insistencia. Bill se levantó al notar que su adorado trenzado, no quería salir de entre la montaña de mantas.
—¿Hola? —habló en el aparato.
—Bill —Le saludó una vocecita infantil, al otro lado.
—Paullette. ¿Cómo estás, preciosa? —preguntó con una sonrisa.
—Bien, Bill, quiero que vengas a tomar desayuno conmigo. Papi está en el campo —dijo ella sin parar—. Invita al chico lindo de trenzas —agregó, sacándole una risa al pelinegro.
—Claro, preciosa, vamos en un rato.
—Hay leche rica —comentó ella y cortó.
Sin perder la sonrisa, Bill regresó a la habitación y abrazó a Tom sobre las ropas, hundiendo su cara en el cuello del mayor.
—Cielo, levántate —Pidió con suavidad—. Paullette, nos acaba de invitar a desayunar.
—Nooooo —Se quejó el chico.
—Yo también estoy cansado —Le dio un casto beso en los labios—. Recuerda que fue conmigo, con quien jugaste toda la noche.
—Es cierto —Abrió los ojos y sonrió al ver el rostro cansado de su pareja—. Lo siento.
—No lo sientas, fue divertido.
—Claro que lo fue —Tom lo cogió en sus brazos y lo metió bajo las mantas, apresándolo entre sus piernas y brazos, en un abrazo casi koala—. Te amo.
—Y yo a ti, con toda mi alma. Pero Paullette nos espera.
—¿Crees que nuestro bebé sea una nenita como Paullette? —preguntó de pronto el trenzado, asombrando a su compañero.
—No lo sé, y tampoco importa. Lo amaremos muchísimo.
—Sí, claro que sí —Se fundieron en un tierno beso.
&
Después de arreglarse lo mejor posible, los chicos tocaron la puerta de la cabaña principal y la pequeñita les abrió con una enorme sonrisa en su rostro.
—Hola, hola, hola —Canturreó, dejándoles pasar.
Justo en esos momentos, Bruce llegó y notó la alegría de su hija, cosa que le aguó los ojos. Tom se sintió un poco culpable por ello. Sin duda sería muy triste perder a tu “Mate” y que tu única hija no hable por el trauma que eso significó, y que recupere la alegría, cuando aparece alguien desconocido que se parece a esa persona que amaste tanto.
—Buenos días —Les saludó el hombre, cambiando su angustiado rostro por una sonrisa y para su mayor alegría, la pequeña corrió a sus brazos.
—Papi, papi, papi. Los invité a desayunar, ¿está bien? —dijo muy rápidamente, cosa que le hizo sonreír aún más.
—Claro que está bien, linda —Se agachó para abrazarla más fuerte—. Eres muy inteligente y muy buena anfitriona. ¿Qué crees que deberíamos ofrecerles?
—Leche, rica leche —dijo ella, mirando a Bill.
—Excelente, adoro la leche —comentó el pelinegro.
—Y yo también —agregó Tom, la pequeña corrió a su lado y le tomó la mano.
—Eres muy guapo —Le dijo ella con una sonrisa, que mostraba todos sus dientes.
—Y tú eres hermosa —respondió el mayor.
En esos momentos, tocaron a la puerta, eran los G’s que se sumaban al desayuno. Gustav ayudó a Bruce a preparar, pues él sí tenía conocimientos en las artes culinarias, por haber vivido sólo con su padre, sin una mujer que se encargara de los quehaceres domésticos.
Al terminar, todos se sentaron a la mesa y comenzaron a disfrutar de los brebajes, riendo por las conversaciones infantiles de Paullette y Bill, que parecía comprender a la perfección a la pequeña.
—¿Puedo preguntarte algo Bruce? —indagó Gustav, con la mirada baja, estaba avergonzado, pero no sabía si podría encontrar otra ocasión para hacerlo.
—Claro Gustav, lo que quieras, si es que puedo contestar —dijo el hombre, pero luego frunció el ceño—. ¿Puede estar Paullette? ¿O es algo triple X? —susurró, cosa que hizo sonreír a los otros, mientras la niña seguía jugando con sus magdalenas, sin entender de qué hablaban.
—No es eso, creo que ella no lo entendería de todas formas —respondió, sintiendo que sus mejillas ardían intensamente.
—Ok, dime.
—Se trata de los “Mates” —Geo y los Kaulitz le miraron incrédulos, si tenía que preguntar sobre algo tan básico, por qué no recurrió a ellos.
—Continua —Pidió el hombre, notando la incomodidad de los otros.
—Cuando los “Mates” conciben un hijo, no pueden estar físicamente con otra persona —Todos seguían su idea con atención—. Pero Geo y yo, sí pudimos hacerlo, de hecho tú lo notaste cuando nos viste.
—Es cierto, su olor los delata, están unidos —comentó Bruce y paseó su mirada por los cuatro jóvenes, notando que todos estaba expectantes—. Y es cierto también que los “Mates” padres, no pueden tocar a nadie más que a sus compañeros.
—¿Entonces? —Insistió, Geo esta vez.
—Existen algunos casos, “raros casos” —subrayó e hizo comillas—, en los que aquellos que fueron unidos como “Mates” no se amaban, pese a haber sido bendecidos con un hijo.
—Es cierto —agregó Tom—. Cuando te unes o te casas con tu “Mate” y no lo amas, con el correr del tiempo o al gestar un bebé, tus sentimientos evolucionan y terminas enamorándote de esa persona —Gus asintió.
—En estos casos especiales, el dios Minotaurus descubre que sus hijos son infelices en esas uniones, pues la mayoría de las veces, están enamorados de otro ser, un humano corriente —siguió explicando Bruce—, y para poder ayudarlos, pues no quiere que sus hijos sufran, le otorga la libertad, cuando la vida de su pareja se agota.
—O sea, cuando el “Mate” muere, el otro queda libre para amar a otras personas ¿Es así? —interrogó el rubio, con los ojos muy abiertos.
—No siempre —Frenó de inmediato el adulto—. Ya les dije, son sólo casos especiales, cuando hay amor de por medio. No es como decir, mataré a mi “Mate” para poder tener sexo con más personas. No es así como funciona.
—Pero a Dany, la compañera de Geo, la mataron —agregó el rubio, con un nudo en la garganta por la culpa que todavía lo invadía.
—Pero no fue él, no fue su culpa, ni su intención, terminar con la vida de su “Mate” —explicó Bruce, mientras Geo negaba con la cabeza, por supuesto que él jamás le hubiera deseado la muerte a Dany, además, ni siquiera sabía de la existencia de esa verdad que les contaba este hombre.
—Pero los “Mates” que se aman están a salvo —declaró Bill, tomando la mano de su compañero.
—No al cien por ciento —agregó Bruce—. Nunca estás a salvo de los Taurinos —Los Kaulitz se tensaron—. Es cierto que son muy pocas personas que saben sobre este conocimiento, pero algunos de ellos, a veces enloquecen. En algunas ocasiones, ellos están obsesionados con personas que ya tienen a sus compañeros y son felices con ellos, y confunden su obsesión con amor.
—No me dirás que… —susurró el pelinegro con temor.
—Sí Bill, algunas veces, ellos asesinan al “Mate” de aquel que piensan que aman, y cuando finalmente lo toman, se dan cuenta que no sirvió de nada ensuciarse las manos, pues el otro es totalmente infeliz con ellos.
—Es terrible —comentó Geo.
—¿Ha pasado? —preguntó el trenzado.
—Sí, lo vi en varias ocasiones, cuando debíamos buscar los cuerpos asesinados y evitar que la policía común descubriera al Clan —aclaró Bruce, sorbiendo más café.
La pequeña ya los había dejado, para ir con sus muñecas a jugar a la sala.
—Esto es extraño —Confesó el rubio.
—Algunas cosas lo son —Soltó un suspiro—. Como el embarazo de Tom —Todos fijaron la vista en Bruce, desconfiando—. Trataré de encontrar a alguien de confianza, que nos ayude con el parto, no permitiré que te pase lo que le ocurrió a mi Paul.
Tom no sabía que pensar de eso, a Bruce le convenía que él muriera en el parto, lo había dicho sólo minutos antes, si él moría, Bill quedaría libre, y como Bruce amaba tanto a Paul, podría hacer feliz a su pelinegro, pues eran muy similares físicamente. Esa era una bendición del Minotaurus.
—¿Están listos? —preguntó el adulto, al sentir que el silencio se tornaba incómodo.
—¿Listos para qué? —cuestionó el moreno.
—Para practicar —contestó.
—¿Eh?
—Les entregaré armas a todos, en caso de que suframos algún ataque repentino —Comenzó a explicar el hombre—. Pero no es la idea que se disparen en un pie, si no saben cómo manejarlas.
—Yo tengo un arma —comentó el castaño.
—Y no tiene puntería —agregó el rubio, ganándose un empujón.
—A eso me refiero —Siguió Bruce—. La idea es que si ven a un agente, le disparen a matar, porque ellos no tendrán compasión y los matarán a ustedes.
—Comprendo —dijo Tom, pero el pelinegro le tomó la mano con firmeza.
—No quiero que Tom se exponga —reclamó Bill.
—No lo hará, practicaremos puntería con postones y fogueo, nada de balas reales, hasta que estén listos —explicó el hombre—. Además, no queremos llamar la atención de los vecinos. Y la munición es más económica —Sonrió ante lo último.
—Bien, ¿y qué esperamos? —dijo entusiasmado el trenzado.
&
Pronto estaban todos en un campo, mirando a lo lejos, unas latas dispuestas para ser removidas por los disparos de práctica de los chicos.
La pequeña Paullette, estaba feliz corriendo tras las hermosas mariposas, que volaban por entre las perfumadas flores de allí.
—Mírenme todos —Mandó Bruce, tomando una ballesta—. Lo primero y más importante, es la posición del arma en sus manos —Los chicos asintieron y tomaron las suyas, imitando la posición del adulto—. Les corregiré.
Cada uno de ellos, contenía el aliento, cuando Bruce se acercaba a su lado, para verificar que lo estuvieran haciendo de forma correcta.
Tom arrugó el ceño, visiblemente molesto, al ver que el hombre se ponía detrás de su Bill, y al corregir su postura, parecía más bien que lo abrazaba.
Cuando llegó a su lado, hizo lo mismo que con Bill y le susurró al oído.
—Relájate —Tom se estremeció y lanzó la primera flecha, fallando miserablemente.
—¡Rayos! —Gruñó.
—Fue un tiro interesante, para ser el primero —comentó con una sonrisita traviesa.
Bill podía sentir a lo lejos la ira de su pareja, y la lucha interna que tenía, para no soltar el aura oscura, en frente de la pequeña Paullette.
Estuvieron en el campo por dos horas, y estaban agotados. Emocionalmente, porque prepararse de esa manera bélica, sólo les llevaba a pensar, en que tarde o temprano habría otro enfrentamiento, y la muerte de Dany, aún estaba fresca en sus mentes y el temor de perder a otro de sus seres queridos, les aterraba… a todos.
Y físicamente, sus cuerpos también pedían descanso, la posición rígida para el lanzamiento coordinado de las flechas, les había pasado la cuenta, en especial a Tom, quien no pudo reprimir un gemido al agacharse y sentir como sus músculos se contraían de dolor.
—Tom —llamó Bill, acercándose con rapidez y pasando su brazo por sobre los hombros contrarios—. Vamos, necesitas descansar.
—Todos lo necesitamos —Gruñó Geo.
—Yo iré a preparara el almuerzo —anunció Bruce.
Mientras guardaban las cosas, Bill caminó a paso lento de regreso a su cabaña.
Al estar en la comodidad de su sofá, Bill repartió besos de mariposa en el rostro de su trenzado, pero el mayor se tensó.
—No tengo ganas, Bill —Se quejó, pero el menor no lo buscaba sexualmente, sólo quería relajarlo, por todo el estrés que seguramente tenía por sus celos infundados.
—Tomi, cariño…
—No, Bill, déjame —Gruñó y el pelinegro se puso de pie.
—¿Quieres que te traiga algo? ¿Quieres darte un baño? —siguió preguntando, ignorando la punzada de dolor por el rechazo.
—No quiero nada. Quiero estar solo —dijo por fin.
Bill se quedó estático, le dio la espalda al trenzado, para que no viera las lágrimas que se formaban en sus ojos.
—Como quieras —susurró y caminó hasta la salida.
Abrió la puerta en silencio y salió de la cabaña. Pero al cerrar la puerta tras sí, soltó todas las lágrimas que tenía acumuladas y emprendió la carrera a través del bosque. Sin notar que Bruce le vio partir.
El ex agente caminó hasta la cabaña de sus invitados y simplemente entró, alterando al trenzado que estaba sentado con la cabeza entre las piernas.
—¡La cagaste! —Gruñó y Tom le miró enojado.
—¡Todo esto es tu puta culpa! —Le reclamó—. Si no te lo pasarás todo el día, tratando de meterte en sus pantalones, yo podría respirar tranquilo —Estalló, soltando toda su ira, mostrando sin temor el aura roja que se formaba en torno a su persona.
—No tienes que preocuparte por mí, elegido —dijo el hombre, acercándose sin temor hasta el joven.
—¡Pero tú lo deseas! —Continuó hablando golpeado, porque no podía sacarse la ira.
—No. Yo amo a Paul, lo amé, lo amo y lo amaré por siempre —respondió sincero, sentándose, donde en un principio estaba Tom.
—No lo entiendo… —Se calmó el menor.
—Es cierto que me sorprendí mucho cuando vi a Bill —Suspiró—. Se parecen mucho, hasta en su forma de ser, tan, no sé… ingenua —Miró a Tom a los ojos—. No podría meterme entre ustedes, Tom.
—¿Por qué? Tú mismo lo dijiste esta mañana, si yo muero, podrías amarlo y hacerlo feliz, sería un regalo del Minotaurus para ti, para… ambos —Tenía miedo de pensar que su Bill, podría ser feliz junto a alguien que no fuera él.
—Estás muy equivocado Tom —Bruce sacudió la cabeza—. Ustedes están destinados a ser, estaban tan, tan unidos que llegaron al mundo juntos, no sólo en la misma generación, sino el mismo día —El hombre dudó, él sabía un gran secreto, pero si Tobi no se los había contado, tal vez él debería aguardar hasta que el momento llegara… después del alumbramiento.
—Fue sólo una coincidencia —Se defendió el trenzado, aunque le gustaba pensar de esa manera.
—No lo fue Tom, para el dios del toro, no existen las coincidencias.
—Bueno, si lo vemos de esa forma, no fue una coincidencia, porque nosotros seríamos los padres del elegido —Reflexionó el chico.
—Es mucho más que eso, Tom —El hombre suspiró, recordando—. Cuando entré al Club, como agente, algunos de nosotros tuvimos una visión —Tom lo miró con atención, él también las había tenido, sabía que eran reales y no meras alucinaciones.
—¿Qué vieron? —preguntó interesado—. ¿Quiénes además de ti?
—Conoces a uno de ellos…
—Tobi —respondió Tom, asociando el hecho de que fuera él quien les envió con Anis.
—Éramos seis en total, luego se nos unió alguien más —contó el mayor.
—“Los siete” —susurró el joven—. No sé por qué se me hace familiar ese número.
—Hablamos con el líder en ese entonces —Levantó la mirada, buscando la de Tom—. Le contamos sobre la visión, ese fue nuestro primer error, porque lo pusimos al corriente de que vendrían los elegidos en esas generaciones, Phillips los ha buscado desde entonces.
—Malditas conspiraciones.
—Seguramente tu padre, escuchó sobre “los siete” y lo comentó en casa.
—Tienes razón. Sigue contándome, por favor —Pidió Tom, ya con el aura completamente normal.
—Mis compañeros, Tobi, Saki, Sam, Thor, Loki, “K” y yo tuvimos esta visión —Alzó los hombros—. Todos en diferentes momentos, pero fue cuando yo me uní a ellos que nos organizamos.
Tom contuvo la respiración, Saki, era parte de “los siete” y los había ayudado lo mejor que pudo, pero ahora estaba muerto, al igual que Tobi, ¿qué pasaría con Anis? Si lo pensaba bien, todos aquellos que trataban de ayudarles, terminaban muertos, y él menos que nadie, quería que algo malo le ocurriera a Bruce y su pequeña hija, y llegó a preguntarse si realmente eran los elegidos, porque al parecer, sólo dejaban un rastro de muerte a su paso.
—En la visión —agregó Anis—. El dios del toro nos avisó de su llegada, nos dio una pista para asegurarnos de que los elegidos habían llegado.
—¿Una pista? —preguntó incrédulo el de trenzas.
—Algo que sólo los siete sabemos y que ocultamos a todo el resto de la manada —Algo en la forma de mirar en Bruce, puso los nervios de punta en Tom.
—¿Qué era eso? —Pidió saber, y la pregunta era rotunda, sin admitir una negación.
—Los elegidos vendrían unidos, nacerían juntos.
—Pero eso puede ocurrir, los nacimientos espontáneos no son tan extraños —Se defendió el trenzado, pero había algo más, algo que le erizaba la piel, lo sentía, lo sabía en su corazón, pero necesitaba oírlo.
—Serían gemelos —Soltó de pronto el mayor.
—¿Gemelos? Pero los Taurinos no tienen más de un niño y si llegara a suceder, nunca son gemelos —explicó Tom, como tratando de decirse a sí mismo que no era posible.
—Bill y tú, son gemelos.
—No es posible. No… —Tartamudeó—. Me lo habría dicho mamá.
—Ella no lo sabe, nunca lo supo —relató el hombre—. Ella cargaba gemelos y el día del alumbramiento, tanto ella como Susie Hohner, esposa de Allen Kaulitz, entraron a la sala de operaciones al mismo tiempo. Susie perdió a su bebé, y para evitar que se esparciera el rumor de gemelos dentro del Clan, Phillips decidió que le entregarían uno de los niños vivos a Allen Kaulitz y su familia.
—Eso es imposible, es una estupidez —Tom apretó los puños, sintiéndose completamente molesto y frustrado por no haber podido hacer nada.
—Phillips quería evitar a toda costa que el rumor de los gemelos se esparciera.
—¿Por qué?
—Porque nunca estuvieron seguros si ese hijo era realmente de Jorg —explicó el hombre, bajando la mirada.
—Eso es ridículo, no podemos embarazar a nadie que no sea del Clan —casi escupió las palabras—. ¿Qué pretendían con eso? —Pero su mente viajó a su estadía en casa de Gordon y guardó silencio.
—Lo que ocurre es que Jorg, siempre desconfió de su paternidad. Él siempre creyó que tú eras mi hijo y no suyo.
—Phillips iba a realizar el test de ADN al bebé que dejara con vida —continuó Anis.
—¿Al que dejara con vida? —Tom dijo en forma sarcástica y estaba cada vez más sorprendido por la bestialidad del líder de la manada.
—Ya tenía planeado asesinar a uno de los bebés —Bruce suspiró—. Por esa razón aquellos de “los siete” que estaban en servicio en esos años, acompañaron al líder ese día, porque no íbamos a permitir que mataran a uno de los elegidos. Habíamos recibido esa indicación del mismísimo Minotaurus, y no podíamos fallarle a él ni al mundo.
—Dios mío —Suspiró.
—Pero la prueba no se realizó, ya que al haber muerto el hijo de Allen Kaulitz, Phillips decidió hacer el intercambio de niños, dejando a Jorg más tranquilo, con sólo un hijo y ahorrándose de ese modo la posible crítica del resto de la manada.
—No quería que le llamaran cornudo —Tom sonrió—. Es un maldito.
—Tus padres enterraron al niño en silencio y nunca más visitaron su tumba —explicó el hombre, mirando la tristeza en los ojos de joven—. Pero no fue culpa de tu madre, ella siempre fue sometida por Jorg.
—Lo sé, lo viví día con día —contestó el de trenzas.
—Así que Bill y tú son gemelos —repitió, volviendo al tema de mayor importancia.
—De una u otra forma, siempre lo supe —respondió el trenzado, sin alterar su semblante—. La conexión entre nosotros es demasiado potente, como para ser simples personas, somos…
—Almas gemelas —Terminó Anis—. Fue lo que dijo el Minotaurus.
Bruce miraba al chico de trenzas, pensando que de un momento a otro se desmoronaría por la intensidad de su información, pero el chico sólo respiraba pausadamente y luego le vio alzar la vista.
—Una vez prometí que no importaría lo que ocurriera, jamás abandonaría a mi “Mate”.
—¿Y por qué salió de aquí llorando? —Le regañó el mayor.
—Porque tenía miedo, me sentía inseguro —Confesó.
—Ya te lo dije, Tom, yo no podría entrometerme entre ustedes, nadie podría. Están destinados a estar juntos, para siempre.
—Ahora lo comprendo, nacimos juntos, morimos juntos.
—Así es.
—Iré a buscarlo —Se puso de pie de un salto.
—Tom —llamó y el otro volteó—. Ten cuidado, no sabemos cómo lo tomará Bill.
—Bien.
Sin más, el chico de trenzas, salió de la cabaña y corrió al bosque, siguiendo a su corazón, justo a donde lo guiaba su “hermano”.
Continuará…
Wow, ya estalló la bomba de que son gemelos y Tom lo tomó demasiado bien ¿Qué pasará con Bill? ¿Lo tomará de la misma manera? ¿O Tom preferirá no contarle la verdad?