Notas: Hola gente bella. Este capítulo no tiene soundtrack, y será narrado completamente por nuestro hermoso ángel pelinegro, es decir Bill.
“Maldición II: Cazadores de Demonios” Fic Twc / Toll de MizukyChan
Capítulo 19: Problemas del demonio
Aunque los días siguientes estuvieron tranquilos, no podía quitarme esa sensación extraña del pecho, tenía un mal presentimiento, me preocupaba que algo malo pasara y pudiera poner en peligro a Tom y a nuestros compañeros. Era raro, tener esas sensaciones humanas. Como arcángel mi deber era ser un comandante, siempre serio, frío y actuar solo bajo las órdenes del Padre y no dudar en nada. Ahora era todo lo contrario, todo me hacía dudar y sentir, por sobre todo sentir. Me gustaba, solo espero que el Padre no se enoje con Tom, no debería, yo estoy aquí por mi propia voluntad y porque lo amo, pero no podría soportar que le hicieran algo a él por mi causa, sería horrible.
—Chicos, vengan a la cocina por favor. —Nos llamó el padre Jost.
—Hoy estás distraído, pequeño —dijo Tom, apretando mi mano.
—Tengo una sensación rara en el pecho. —Finalmente lo confieso.
—¿Sobre qué? —Preguntó mirándome directamente a los ojos.
—No estoy seguro —respondí sincero.
—Tranquilo, cualquier cosa que pase, lo enfrentaremos juntos —dijo con una sonrisa, no pude evitar sonreír de vuelta—. ¿Vamos a la cocina? —Me tendió la mano y lo seguí.
—Tom, Bill, tenemos malas noticias. —«Dios, mi presentimiento» Pensé alarmado.
—¿Qué ha pasado, Padre? —Preguntó mi amado.
—Nuestros compañeros han sido atacados cruelmente —contestó Jost.
—Han asesinado a cuatro sacerdotes y a ocho cazadores. —Concluyó Biagioni.
—¿Demonios? —Preguntó mi trenzado, yo no podía abrir la boca.
—Eso es lo raro, no estamos seguros, nos llamaron esta mañana para que vamos a inspeccionar una escena del crimen, para ver si Bill puede determinar qué clase de demonio ha hecho algo así. —Tragué saliva y me sentí agobiado.
—Lo haré —dije en un susurro, Tom me sostuvo la mano.
—Si no quieres, iré yo —Me dijo al ver que mi rostro palidecía.
—No. Iré. Soy un cazador y puedo hacerlo —dije, alzando la mirada a todos en la mesa.
—Bien, saldremos ahora mismo. Empaquen ligero, solo iremos a ver y luego de planear una estrategia haremos algo, no nos arriesgaremos en vano. —Mandó, seguro y paternal, el padre Jost.
Tomamos nuestra bolsa de las armas, mi katana y nos subimos al vehículo.
—¿Era esto lo que temías, Bill? —Tom me miró antes de encender el auto.
—Creo que sí, al escuchar a los curas, sentí una opresión en el pecho —respondí, mirándolo con nerviosismo.
—Es normal sentir eso cuando alguien que conoces muere —dijo besándome levemente.
—Creo que es algo más, como si nos fuéramos a enfrentar a algo realmente malo —Le dije, con el ceño fruncido.
—Mira, pequeño, vamos a ver la escena del crimen y solo entonces nos preocuparemos, ¿ok? No quiero verte con esa expresión tan seria, aunque igual te ves lindo —comentó bromeando y me sacó una sonrisa.
Tom condujo casi dos horas hasta la ciudad que nos indicaron. Esta vez no llegamos a la casa provisional de los cazadores, nos dirigimos directamente a la escena del crimen, que aún no había sido alterada por la policía. Tom me cogió la mano y entramos.
Era una especie de almacén, bastante grande y vacío, cerca de la puerta estaban los cuerpos, dos sacerdotes. Parecía que huían, por eso de su cercanía a la puerta. Observé el lugar, todo parecía normal, no había rastros ni huellas demoniacas.
—No parecen demonios —dijo Tom.
—Es verdad, no parece haber indicios demoniacos. —Completó Biagioni.
—Me acercaré a los cuerpos —dije fuerte. Abrí los ojos de golpe— ¡Maldición! —Exclamé preocupado.
—¿Qué pasa, Bill? —Se acercó mi trenzado.
—No fueron demonios —Volteé mi rostro y los miré a todos—. Fue un ángel, uno muy fuerte. —Todos me miraron sorprendidos.
—¡¿Qué?! —Logró pronunciar mi Tomi—. No lo entiendo, ¿un ángel? —Me miró confundido.
—Creo que es un ángel renegado, no puedo sentirlo cerca, quizás se quitó las alas para no ser detectado. —Expliqué.
—¿Crees que tengan relación contigo, Bill? —preguntó el Padre Jost.
—Quizás sean enemigos de nuestra causa y busquen el fin del mundo, si ese es el caso, pueden ser enviados de Zacarías. —Confesé mirando el piso.
—No te agobies, Bill, esto no es tu culpa. —Me consoló el Padre Biagioni.
—Tiene razón, Bill, no es tu culpa. —Repitió mi novio.
—¿Qué medio utilizó para matarlos? —Preguntó Biagioni.
—No usó armas angélicas, solo sus manos, prácticamente los quemó, eso muestra el grado de su poder. —Les informé, mirando los cuerpos inertes—. Tom, necesito que demos un recorrido por el pueblo por si podemos encontrar alguna pista. —Pedí, mirándole a los ojos.
—Muy bien. Vamos —contestó de inmediato y salimos de allí.
—Tomi, es posible que haya más ángeles por aquí. Si aún llevan sus alas, podré encontrarlos, pero si eso pasa, nos mantendremos a distancia, no quiero que nos ataquen sin que tengamos un plan, ¿está claro? —Le ordené, hablando casi como comandante.
—Entiendo —dijo comprensivo—. ¿Puedes sentir algo ahora? —Preguntó mirándome.
—De hecho, sí. Vamos hacia el norte. —Sugerí.
Tom manejó despacio en la dirección que le mencioné, hasta que la sensación se hizo más clara.
—Detente, Tom —Le mandé—. Caminemos, creo que hay uno cerca. —Bajamos del auto y caminamos. Tal como sentí, allí estaba.
—Bill, mira —Me pidió mi novio.
—Es Gabriel —susurré— ¡Gabriel! —Grité y le hice señas con las manos. Me vio y caminó hacia nosotros.
—Bill, que bueno verte —dijo y lo abracé.
—Lo mismo digo. —Me solté de él y saludó a mi novio con un apretón de manos.
—Tom, que bueno que ambos están bien —dijo arrugando el ceño.
—¿Qué pasa, Gabriel? —Le miró suplicante.
—Zacarías se ha escapado. Llevó días buscándolo, es peligroso. —Explicó con el rostro serio.
—Está matando a mis amigos —Le dije con la misma seriedad.
—Lo sé. Seguramente sus planes son matarlos a ambos —comentó y mi estómago rugió, me sonrojé notoriamente.
—Ups —Dije con las orejas ardiendo.
—Gabriel, llevemos a Bill a comer, ¿sí? —Sugirió Tom y mi amigo asintió.
Llegamos a un restaurant italiano y Tom y yo ordenamos raviolis.
—Lo lamento, pero mi cuerpo lo necesitaba —les dije con la boca llena.
—Es raro, ¿no crees? —Mencionó Gabriel—. Me refiero a que tu cuerpo recuperó del todo su poder y aun así, se sigue comportando como un cuerpo “humano” —dijo incrédulo.
—Lo sé, es que Tomi siempre me alimenta, me tiene malcriado. —Sonreí.
—Pero dinos, Gabriel, ¿cómo sospechaste que Zacarías estaba por aquí? —Preguntó Tom.
—Como Bill puso tanto hincapié en que lo vigilara, le puse un dispositivo en la ropa —Explicó mirándonos.
—¿Lo marcaste? —Pregunté.
—Más o menos, pero no logro tener una señal clara, tal vez se dio cuenta —respondió serio, pensando qué podría haber sucedido.
—Esperemos que no —comentó Tom.
—Lo que sí es seguro, es que se quitó las alas. —Les informé a ambos. .
—Es verdad, si no fuera por el dispositivo, no tendría ni la más mínima idea de dónde buscar —agregó mi amigo.
—Gabriel, sabes que para atraparlo necesitaremos… —comencé a decir.
—Aceite de olivo de Jerusalén, lo sé —Completó la oración por mí.
—¿Y la tienes? —Preguntó Tom.
—Sí. —Y sacó una pequeña botella con el espeso líquido.
—Tendremos problemas —dije mirando mi plato vacío—. Zacarías es muy fuerte. Un maldito hijo de perra casi tan poderoso como yo y… —susurré, sin decir el final.
—No tienes tu espada. —Terminó Gabriel. Abrí grandemente los ojos. Si Gabriel lo dedujo así de rápido, Zacarías también lo sabría.
—Pero yo estaré contigo, Bill. —Tomi me acarició la mano.
—Él es muy peligroso —Le dije acongojado, esto sería más terrible que los demonios.
—Y está loco —comentó Gabriel—, así será más difícil atraparlo. Él luchará a muerte —Completó.
—Lo sé —dije serio.
—Será mejor que nos pongamos a buscar —Sugirió mi trenzado, sonriendo.
—Es verdad. Vamos —respondí y salimos del restaurant.
Caminamos los tres juntos, cerca de media hora, hasta que Gabriel sintió algo.
—Es muy débil, pero se dirige hacia el sur —dijo sosteniendo una especia de moneda en su mano.
Regresamos al auto y condujimos. Gabriel seguía informándonos con el aparato en su mano—. Se hace más fuerte —dijo y yo me espanté.
—Tom, nos acercamos al lugar de esta mañana —comenté, mostrando mi preocupación.
—Llama a Biagioni y adviérteles. —Mandó y aceleró el coche.
Llamé a los sacerdotes y les pedí que salieran de ahí, porque posiblemente el responsable de los asesinatos volvería. Solo pude escuchar ruidos al otro lado del celular y me aterré.
—¿Padre Biagioni? ¿Está bien? —Pregunté apretando los dientes.
—Vaya, vaya, que curioso objeto —respondió una voz fría por el otro lado.
—Zacarías —dije serio— ¡Deja a mis amigos en paz! —Casi grité por el auricular.
—¿O qué? —Me provocó.
—Te mataré. —Sentencié.
—¿Tú y cuantos más? —Dijo riéndose.
—Estás desterrado del cielo, Zacarías, no tendrás lugar dónde volver. Te acabaré y nadie te echará en falta —dije con el tono de voz frío.
—Te espero, Miguel. —Y cortó.
—Apresúrate, Tom, están en problemas. —Mi rostro ya no mostraba expresiones, debía comportarme como Miguel si quería acabar con Zacarías, era la única forma. Es la única forma.
—Ya estamos cerca. —Informó Tom y aceleró aun más.
Al llegar, frenó con brusquedad y bajamos corriendo. Entramos en el almacén. Los sacerdotes estaban ensangrentados y colgaban de unas cuerdas.
—¡Maldito! —Grité y lancé un rayo luminoso de mi mano derecha. Golpeé al maldito y se echó a reír.
—Ja, ja, ja, Miguel, pensé que me darías con algo más fuerte que eso. —Se burló el cretino.
—¡Están vivos, Bill! —Exclamó Tom con un grito, tratando de bajar al Padre Jost. Sentí un alivio en mi pecho y me concentré en el ataque.
—¿Qué pretendes, Zacarías? —Pregunté dándole una mirada despectiva.
—Ahora, ya nada más que matarte y vengarme —contestó, escupiendo sangre.
—¿Vengarte de qué? —Cuestioné, acercándome a él.
—De ti. Por ser el favorito del Padre. Por quitarme mi lugar en la batalla. Por gozar de inmunidad aun estando en la Tierra, viviendo como un humano. Por hacerme quedar como un maldito traidor. —Escupió sus palabras con ira.
—Es que eres un traidor. Querías acabar con la Tierra sin el consentimiento del Padre. ¿No es eso una traición? —Le dije seriamente, sin revelar mis emociones.
—No lo es. Todo lo que he hecho, lo he hecho pensando en su gloria sempiterna —dijo mostrando elocuencia.
—Piensas igual que Vasariah —comenté, acercándome más a él.
—Claro… Vasariah… me ha sido un siervo realmente fiel. Tanto, que traerá a tus amigos directo a la muerte —dijo con una mueca en su rostro.
—No si antes te mato yo. —Saqué un cuchillo y la botellita del aceite.
—No sin que antes mate a tu amado. —Desapareció y atacó a Tom con un rayo de calor.
Escuché gritar a Tom y me congelé.
—¡Tooom! —Grité desesperado.
De pronto la puerta se abrió y entraron Chantelle y su padre corriendo. La rubia lanzó un cuchillo y con su poder, Zacarías lo mandó de vuelta impactándole en el vientre.
—¡Ahora! —Gritó Gabriel, quien se apareció de repente y sostuvo a Zacarías por la espalda, reteniéndolo.
—Invocum sancti poderum —Impregné la hoja de mi cuchillo y terminé el conjuro— In nomine Patris, et Filii, et Spiritus Sancti, Amén. —Entonces corrí hacia el traidor y le clavé el arma en pleno corazón, si es que acaso tenía uno.
—Ya está hecho, Miguel —dijo solemne Gabriel, dejando caer el cuerpo al piso.
—Ya he acabado con el traidor —agregué y mi voz sonó demasiado fría, casi no pude reconocerla.
—Cálmate y ve con los tuyos. —Solo entonces recordé a mis amigos y corrí hacia Tom.
—¿Tom? —Susurré, él abrió los ojos y me dio una sonrisa—. Creo que estoy un poco quemado, pero los curas están peor, ve por ellos. —Asentí—. ¿Bill? Ese peinado melenudo te queda genial. —Me guiñó un ojo y yo solo sonreí.
—¡Bill! —Gritaron a mis espaldas y vi a Chantelle cubierta de sangre. Corrí hacia ella.
—Espera, te curaré —dije, quitando el puñal que tenía clavado en el vientre.
—Bill —murmuró con sangre en la boca—. Tú no puedes morir, eres muy importante para nosotros. Cuida a los humanos, por favor —dijo mientras lágrimas salían de sus orbes azules.
—Tranquila, no morirás, no me digas esas cosas. —Pedí asustado, poniendo mi mano sobre su herida y dándole mi energía.
—Tú y Tom son la clave de todo. Deben salvarse —susurró y cerró los ojos.
—Dios mío… ¡Chantelle! —Gritó su padre.
—Calma, solo se desmayó, no morirá, solo déjeme con ella y vaya con los curas —Le dije concentrándome al máximo, la herida era profunda y había dañado órganos importantes, pero no dejaría que se fuera, no la perdería como perdí a Jonathan.
—¿Bill, estás bien? Te ves agotado —Preguntó Tom, poniéndose a mi lado. Lo miré y sonreí—. Gabriel me ha sanado —respondió mi pregunta mental—. Continúa, no te distraigas —Me dijo y volví a concentrarme. El tiempo es relativo, pero se me hizo eterno y el cansancio me alcanzó.
—Ella estará bien, agotada, pero bien —Expliqué a John, quien la tomó en brazos y la llevó al auto.
—Gracias, Bill —dijo honestamente y salió del almacén. Tom cogió mi mano y nos acercamos a los sacerdotes que ya lucían bastante mejor.
—Gracias, Gabriel —dije con una sonrisa.
—No tienes por qué, las heridas no eran profundas, pero tú debes estar cansado. —Afirmó al verme.
—Lo estoy, pero creo que debemos ocuparnos de un problema mayor —dije con seriedad—. Vamos con John afuera. —Le pedí a todos.
—¿Quién es él? —Preguntó John al ver a mi amigo.
—Él es Gabriel, el ángel Gabriel —respondí como si nada.
—¿Otro ángel más? Vinimos de inmediato porque un tal Vasariah, amigo tuyo, nos dijo que estaban en problemas —Explicó muy rápido—. Así que llamé a todos los cazadores de las proximidades y ya deben estar por llegar —dijo mirando su reloj.
—¿En verdad Vasariah quería ayudarte, Bill? —Preguntó Gabriel, lo miré de frente y negué con la cabeza.
—¡No! Creo que todo esto es producto de una trampa de Zacarías —dije firme.
—Pero él murió —contestó pensativo.
—Seguro fue solo la carnada, además no creo que pensara morir, es solo que no contó que estuvieras tú para ayudarme, ni que tuviéramos el aceite de Jerusalén. —Informé, apretando el cuchillo.
—Bill, tengo que irme, algo malo ha pasado en el cielo, pero quédate aquí, vendré en cuanto pueda, no te vayas porque no puedo rastrearte sin tus alas. —Me dijo preocupado.
—Está bien, vete. —Asentí y vi como John hablaba por celular.
—En unos diez minutos comenzaran a llegar los demás —Comentó.
—Bueno, solo nos queda esperar —dijo el Padre Jost.
—A propósito, Bill, ¿cómo es que pudiste matar a otro ángel sin un arma angélica? —Preguntó Biagioni.
—Las armas angélicas son de uso restringido, pues como es de suponer, el cielo es un lugar de paz, ni siquiera yo cargo mi espada. Sin embargo, en caso de ángeles renegados, podemos formar un arma, untándola con aceite de olivo de Jerusalén, específicamente del Jardín de Getsemaní, donde Jesús expió los pecados del mundo —Expliqué tranquilo, todos me miraban atentamente.
—Vaya —dijeron todos.
Al cabo de un rato, comenzaron a llegar los vehículos, cinco en total.
—Creo que ya estamos todos —Afirmó John—. No son todos los cazadores, pero son los más cercanos.
—¡Bill! —Llamó Gabriel, quien apareció de repente—. ¡Tenemos problemas! Vasariah junto al matón de Zacarías robaron armas angélicas. Y eso no es todo…
«Dios mío, ¿había algo peor?»
—Han atrapado a un demonio que dijo haber pactado con ellos, para destruir a los cazadores y liberar a Baal. —Terminó para poder respirar.
—¡Dios mío! —Exclamé, al ver como de pronto, el sector donde estábamos se oscurecía y se cubría con una espesa neblina—. Están aquí.
Cinco figuras aparecieron, como en medio de la noche, caminado seguras y malignas.
& Continuará &
Bueno es el principio del final, la batalla por el bien contra el mal. ¿Podrán los cazadores hacer frente a un grupo demonios, con armas tan poderosas como las de los ángeles? ¿Qué pasará con Bill y Tom? ¿Saldrá finalmente Baal? ¿O podrán mantenerlo en el infierno? Se viene el capítulo final. No se lo pierdan. Gracias por leer.