21: Karol

Minotaurus. Temporada I

Capítulo 21: Karol

— Salk Lake City, Utah. Cinco meses después —

Bill respirada agitadamente, mientras Tom ponía sus delgadas piernas sobre sus hombros para alinear mejor su cuerpo, y tocar fuertemente el punto de su pelinegro. Embistiendo sin parar y sonriendo ante los sonoros jadeos de Bill, que le indicaban que era la posición perfecta, Tom no dejaba de maravillarse ante la belleza de su “Mate” en esas ocasiones en que se entregaban sin tapujos a la pasión. Porque pese a que todo el mundo podría llamar a su unión, un acto carnal, para ellos simbolizaba su indestructible lazo, la comunión de sus almas, el complemento.

Te amo —Confesó con la voz entrecortada por la excitación.

Lo sé, puedo sentirlo —respondió el menor, instándolo a acercarse para que besara sus labios

Bill estaba doblado casi por la mitad y Tom trató de levantarse para dejarle estar más cómodo, sin dejar de mecerse contra su cuerpo. Pero el pelinegro, enredó sus brazos en el cuello del trenzado y ambos juntaron sus frentes, dejando que las embestidas se resumieran a los movimientos de caderas del mayor.

Ambos respiraban del aliento del otro, como si quisieran con ese pequeño detalle, darse a entender que el uno significaba la vida para el otro y si uno de ellos no estuviera, ya no quedaría el hálito de vida para sostener a la pareja.

Tom hacía movimientos casi circulares, para seguir penetrando a su pareja, ahora que podía frotar su miembro entre sus vientres, llevándolos a la cima del placer.

Bill jadeaba sonoramente, aún sorprendido de los cambios físicos de su pareja y que él disfrutaba mucho al momento de hacer el amor. Tal y como le había advertido Bruce, el cuerpo de su “Mate” adquirió mucha más masa muscular. Tom se veía extremadamente fuerte, sus piernas se habían engrosado y sus brazos sólo habían reforzado la idea que Bill tenía de ellos, de protección, fortaleza y refugio. Y por qué negarlo, el pelinegro disfrutaba mucho del crecimiento del miembro de su pareja, ya que a la hora de la entrega física, podía llegar con más rapidez y fuerzas, al punto que le llevaba al borde de la locura.

Dios Tomi, creo que mmm moriré —susurró—, de placer.

Sólo un poco más —Pidió el trenzado, separándose para alzarse sobre sus rodillas y embestir con más fuerzas.

Hazlo, más rápido. Debemos mmm estar con los chicos en —Miró el reloj de la pared—. En quince minutos y quiero verme bien.

Tú, aahh, siempre te ves bien —respondió entre jadeos.

Paullette nos espera.

Con esto, el pelinegro se calló, pues Tom golpeó su punto tan fuerte, que sintió que había quedado ciego, luces invadían su visión. Por instinto llevó la mano a su pene y lo sacudió al ritmo de su novio, cerrando sus ojos, pues el placer era tan intenso, que aunque los tuviera abiertos, ya no veía nada.

Te amo, te amo —murmuró el mayor, sintiendo como toda su semilla era expulsada con fuerzas dentro de las suaves y cálidas paredes de su Bill.

Tomi, mi amor —susurró de vuelta el pelinegro, liberando su propio orgasmo.

Se quedaron quietos, con la respiración entrecortada, hasta que Tom bajó con mucha delicadeza, las piernas de su pequeño y salió de su cuerpo con cuidado, pues ya había notado que Bill arrugaba el ceño, cuando salía de él, ahora que su miembro era más grande y no quería causarle dolor.

Te amo —repitió y Bill estiró sus brazos para atraerlo hacia su cuerpo.

Tom bajó y se abrazó a él, manteniendo su peso en un brazo y luego giró, para que estuvieran de lado, para no aplastar a Bill, ni a su bebé. Instintivamente, ambos llevaron la mano al vientre del trenzado y la dejaron allí, una sobre la otra y sobre su pequeño bebé.

Es extraño, ¿sabes? —comentó muy bajito el mayor.

¿El qué? —indagó su pareja.

Esto…

¿Nosotros? —Insistió, sin aumentar el volumen de su voz.

No, nosotros estábamos destinados, nosotros somos un todo, que jamás podría ser extraño —dijo y le guiñó—. Al menos no para mí.

Y tampoco para mí —Bill estiró el cuello, para besarle la punta de la nariz a Tom.

Lo extraño es el embarazo —Continuó el de trenzas.

Pero por nuestra tradición Taurina, tú sabías que existía la posibilidad de que un hombre se embarazara —Arrugó un poco el ceño—. ¿Qué te parece tan extraño?

No creas que reniego de esto, Bill —dijo de inmediato, para quitarle la incertidumbre a su pelinegro—. Es cierto que la marca en el brazo derecho, ha existido desde siempre. A lo que me refiero, es que es tan extraño no tener una panza enorme como las embarazadas mujeres.

Ah —Bill sonrió.

Es raro que mi cuerpo se vean tan, tan —No sabía cómo expresarlo con claridad, pero su alma gemela, lo conocía tan bien, que simplemente vocalizó un.

Tan despampanante.

Exacto —Pero al procesar la palabra, exclamó—. ¡No!

Así te ves para mí, cielo.

No, Bill. Tú eres despampanante, eres hermoso y cuando te maquillas, me dejas casi sin aliento, pero yo.

Te ves fornido, Tomi —El mayor alzó las cejas, eso era justamente lo que pensaba, así que asintió—. Me gusta como luces así. No es que tu cuerpo anterior no me gustara, pero me siento aliviado al pensar que cualquier patán lo pensará dos veces antes de meterse contigo. Ya que con sólo verte se dirán en sus cabezotas “Este tipo me dará una paliza” —El mayor lo escuchaba con atención, pero su semblante decayó—. De esta forma puedes proteger mejor a nuestro bebé.

Ah, era eso…

No es solamente eso, Tomi —Bill siendo el más receptivo de los dos, se acercó y le besó, juntando más sus cuerpos, ahora sus manos estaban en la cintura contraria y sus pechos estaban casi pegados—. Tu cuerpo me hace sentir seguro, protegido, tu cuerpo y tu esencia, se han vuelto mi hogar —Llevó su mano, desde la cintura de Tom, hasta una de sus tonificadas nalgas y la apretó—. Además mmm —Frotó sus miembros—. Al estar así, desnudos, sólo logras calentarme más. Te deseo todo el tiempo, tanto que llega a ser pecaminoso, si practicara alguna religión, me expulsarían por lujurioso. Tú me enciendes, con este cuerpo que me llena y me satisface taaaannn mmm —Sus penes ya estaban semi-erectos—. Y aunque te amo con todo el corazón, no puedo negar que adoro lo que le haces sentir a mi cuerpo.

Oh Bill… —Tom saltó sobre el menor y se apoderó de sus labios.

De re-ojo el mayor, miró a la pared y vio que aún tenían doce minutos «Suficiente» Pensó y con rapidez, levantó la rodilla de su pelinegro y entró en él, pues sus fluidos le ayudaron a deslizarse con rapidez. Un jadeo del menor le instó a continuar.

Tenemos poco tiempo —susurró el menor, alzando sus rodillas nuevamente, para tomar la postura que les había servido de maravilla sólo minutos antes.

Te llevaré al paraíso, bebé.

Oh sí.

Sus cuerpos se agitaron y a un compás completamente sincronizados, sus corazones latieron desbocados, con un propósito en mente, volver a entregarse en cuerpo y alma.

&

Media hora más tarde, los Kaulitz tocaban a la puerta de la cabaña de Bruce, donde una molesta Paullette los recibió.

¡Llegan tarde! —Regañó.

Lo siento pequeña —dijo Tom—. Tío Bill se retrasó por su maquillaje, pero mira qué guapo está —La niña le dio un repaso al pelinegro y levantó su pulgar.

Estás muy lindo, tío Bill.

Con un cambio de actitud por parte de la chiquilla, entraron a la sala, donde los esperaban los demás, con sonrisas en sus rostros, diciendo “Ya sabemos qué los entretuvo”. Bill se sonrojó, y Tom sólo aumentó su sonrisa de suficiencia.

Bienvenidos —Saludó Bruce, y con un gesto de mano, les invitó a sentarse.

Tenemos presentes para ustedes —dijo Gustav sosteniendo dos pequeños paquetes, envueltos.

¿Por qué presentes? ¿Qué celebramos? —preguntó el pelinegro, recibiendo su cajita.

Esta no es una simple fiesta de Paullette —dijo el mayor de todos—. Ella quería que celebráramos los cumpleaños de todos.

Pero aún no es nuestro cumpleaños —comentó entre divertido y sorprendido.

Lo sé —Continuó Bruce—. Pero ella quería celebrar el de Georg y Gustav, que ya pasaron y por los entrenamientos y por su silencio —les dio una mirada acusatoria—, no pudimos festejar.

Yo no consideré prudente decir, hey es mi cumpleaños, hagamos una fiesta —comentó el castaño, defendiéndose de la mirada del adulto, pero la pequeña le tomó la mano y dijo.

No, no, no, tío Geo. Los cumpleaños son muy, muy importantes —dijo adorablemente, moviendo su cabecita para dar énfasis a sus palabras. Todos sonrieron.

Geo… —Bill puso cara de culpable—. Lo olvidé por completo.

Por supuesto que lo olvidaste tonto. Tienes miles de cosas en tu mente, un hijo para encabezar la lista —dijo divertido el castaño—. No te preocupes.

Por eso los celebramos hoy —agregó la niña, dando el tema por finalizado.

Excelente idea, princesa —Completó Bruce, sentando a su hija en su regazo—. ¿Quieres que saquemos fotografías?

Sí.

Después de celebrar los cumpleaños de Anis, Georg y Gustav con la típica canción infantil, el grupo degustó un delicioso pastel de fresas obsequiado por la señora Clair Morgan, una doctora miembro de la manada, que había accedido a controlar el embarazo de Tom, con la condición de mantenerlo todo en secreto. Ya que ella deseaba ayudarlos por ser los elegidos, pero a la vez, no quería poner en riesgo a su familia, exponiéndose a ser tratados como traidores por el Club Bohemio.

&

Una semana después, los Kaulitz, custodiados por Bruce, llegaron a la clínica de maternidad. Era domingo, y el vehículo se había estacionado en la parte trasera del edificio, donde la hermana de Clair, Ritha Morgan, los esperaba en la puerta de salida, mirando en todas direcciones, con una clara intención de ocultarlos.

Caminando con rapidez y decisión, los tres hombres entraron al lugar y la chica cerró la puerta con llave.

Los espera en la sala del ultrasonido —comentó ella con una sonrisa.

Gracias, Ritha —dijo Bruce con una sonrisa y la joven se sonrojó fuertemente. Bill y Tom compartieron una mirada cómplice.

Ritha bordeaba los cuarenta y su “Mate” había muerto en un accidente cuando apenas tenía treinta y dos. Ahora se esmeraba en cuidar a Mathew, su hijo de diez años, quien tenía un leve problema para hablar, tartamudeaba. Al llevarlo a un centro donde pudieran ayudarle, conoció a Anis, quien llevaba a Paullette también por un problema de comunicación.

Ninguno de los dos parecía darse cuenta de que se habían quedado mirando fijamente, mientras los Kaulitz sonreían ante la escena. Era cierto que los recuerdos de Paul siempre estaban en la memoria de Bruce, pero él ya les había contado, que en ocasiones como esa, el dios Minotaurus, les daba la oportunidad de volverse a enamorar.

Cof, cof —carraspeó el de trenzas, sin dejar de sonreír, y esta vez fue el turno del hombre para sonrojarse.

Caminaron por los pulcros pabellones, hasta la sala donde Clair les esperaba, luciendo su acostumbrado delantal blanco.

Hola chicos, ¿cómo están? —Saludó con una sonrisa, acercándose hasta Tom y Bill para darles un suave beso en la mejilla.

Muy bien, Clair —respondió el pelinegro.

Nosotros esperaremos afuera —comentó Ritha, a lo que su hermana asintió.

¿Cómo vas tú, Tom? —preguntó la mujer, indicándoles que se sentaran para poder llenar los papeles de rigor, que obviamente ella guardaba en su casa.

Oh, creo que no hay nada malo con el bebé —anunció con una sonrisa.

¿Y tú? —Insistió la mujer— ¿Has tenido algún malestar?

Sí —contestó Bill en su lugar. Tom se sonrojó fuertemente y negó con la cabeza.

Pueden contarme, para eso estoy aquí —dijo ella en forma cordial.

Bueno, tuvo dolores de espalda —expresó Bill, maquillando la situación. La doctora alzó la ceja.

¿Hiciste algún mal movimiento? —indagó Clair— ¿Tomaste cosas pesadas?

Bueno yo… —Tom sentía que moriría de la vergüenza.

Estábamos haciendo el amor —Soltó el pelinegro y Tom enrojeció hasta el pelo.

Oh, ya veo —Ella sonrió—. Verán chicos. Para los taurinos es muy natural que durante los meses de gestación, el libido aumente mucho más que en los humanos ordinarios y por lo tanto la necesidad física de satisfacer el deseo debe ser compensada —Ambos asentían, pero Tom seguía sin poder bajar el sonrojo de su rostro—. Lo que tendrán que tener en cuenta, es que las posturas deben variar para no forzar demasiado el cuerpo del portador.

Cambiar las posturas —repitió Bill, como anotando mentalmente lo necesario para ayudar a Tomi, sin dejar de hacer aquello que ellos tanto disfrutaban.

Lo más recomendable sería el “doggy style”, así si Bill está de rodillas y Tom está cómodamente ubicado, no tendrá que forzar su espalda y ambos sentirán satisfacción.

Tom seguía rojo como tomate, por alguna razón, él veía a Clair como a su madre y escucharle darle consejos de cómo ponerse para tener sexo, le hacía sentir sumamente incómodo.

¿Está claro? —preguntó, y Tom sacudió la cabeza, se había sumido tanto en sus pensamientos, que no escuchó el final de la frase. Pero al ver a Bill asentir, él sólo le imitó.

¿Cree que hoy podamos saber qué será? —cuestionó el pelinegro, con ojos ilusionados. Tom ya se había practicado varias ecografías a lo largo de los meses, pero el bebé, seguía sin mostrar su sexo.

Nunca se sabe con los bebés, Bill —respondió ella con una sonrisa.

Poniéndose de pie, procedió a pesar a Tom y a tomar las medidas de su cuerpo, ya que a diferencia de las mujeres, el progreso del bebé, se reflejaba en la musculatura de su padre, más que en su vientre.

Según veo, este pequeño será muy saludable —comentó ella, tras anotar los últimos datos en sus papeles.

Eso espero Clair —agregó el de trenzas.

Esto ya está listo. Vamos a la camilla —Pidió ella.

Tom se había desnudado el torso y se bajó un poco el pantalón para mostrar todo su vientre. Bill como siempre se ubicó a su lado y tomó su mano para darle confianza.

La doctora Morgan aplicó el gel y lo esparció con el mismo instrumento, mostrando en la pantalla la imagen de un pequeño feto, completamente formado.

Miren a su hijita —Señaló la mujer—. Es una nenita, y como dije antes, está muy saludable. Justo ahí está su sexo y como pueden ver, no hay ningún apéndice o pene.

No puedo creerlo —susurró Bill emocionado.

Tanto tiempo y al fin se mostró —añadió el trenzado, igual de feliz que su “Mate”.

Todo está en su lugar —comentó ella—. Como ya les había dicho, no hay ningún tipo de malformación, físicamente los datos indican que está muy sana. Y para el gran final…

Su corazón… —susurró el pelinegro, esa era la forma en que terminaban las revisiones: escuchando los latidos del corazón de su bebé.

La doctora oprimió un botón y toda la habitación se llenó de aquel dulce sonido. Los bombeos se oían rápidos y un poco irregulares, la mujer arrugó el ceño y acercó el rostro a la pantalla, chequeando los números. Tom notó su tensión.

¿Qué ocurre, Clair? —Su voz sonó alterada y Bill se asustó.

¿Le pasa algo a nuestra hija? —demandó, apretando más la mano de su pareja.

Sí. Guarden silencio, por favor —La mujer siguió anotando algunos datos y escuchando lo que sólo ella parecía comprender.

Cuando por fin terminó su análisis, apagó el aparato y le pasó unas toallitas de papel a Tom para que se limpiara y rápidamente se fue a su escritorio, buscando algo.

Bill se quedó con su “Mate” hasta que arregló sus ropas y se sentaron frente a la doctora, asustados.

¿Qué es? —preguntó el trenzado.

Hasta el control pasado, su corazón parecía estar bien, un poco débil, pero al ser tan pequeña, podría haberse tratado de un problema de maduración, por eso no le di mayor atención —explicó ella—. Pero ahora, su ritmo cardiaco es irregular, lo que nos lleva a pensar en una insuficiencia cardiaca.

¡Oh, Dios mío, no! —Gimió el pelinegro y se llevó la mano a la boca. Tom apretó los puños y los dientes.

Cálmense, todos estos problemas son operables cuando la criatura nace —dijo con el ceño fruncido—. El problema es a quién recurrimos para que haga el procedimiento.

Una “o” se dibujó en el rostro de ambos Kaulitz. Ella tenía razón. Su hija estaría bien, pero no podían confiar en nadie, pues eso delataría su posición ante el Club Bohemio. Y aun cuando pudieran operarla, no podrían trasladar a su pequeña de un lugar a otro, después de una operación tan compleja, por lo menos no de inmediato. Si llegaban a operarla, deberían estar allí un par de meses, para que los médicos pudieran vigilar la evolución de la pequeña.

En simples palabras, estaban en problemas. Porque no podrían arriesgar a su pequeña al no someterla a una operación y permitir que cualquier trastorno le provocara la muerte por un infarto. Pero si lo hacían, todos ellos estarían expuestos a que los miembros del clan los encontraran. Lo más probable es que capturaran a Bill y a Tom, pero qué pasaría con Geo, Gus, Bruce y Paullette, lo más factible sería esperar que los ejecutaran, incluso peor, pondrían en peligro a la familia Morgan, pues Clair les ayudaría con el parto, lo cual ellos considerarían traición.

¿Qué haremos? —preguntó en un susurró el menor.

No quiero que te estreses, Tom, al menos no por ahora —Pidió la mujer.

No me puedes pedir eso, Clair.

Sé que es difícil —Ella le dio una mirada de comprensión—. Tengo amigos médicos, tanto de la manada, como fuera de ella, veré qué puedo hacer.

Gracias —dijo el pelinegro, mirándola con ojos agradecidos. Tom soltó un suspiro de alivio y sonrió.

Gracias Clair.

Bill, quiero que se vayan a casa y tengan mucho sexo —La seriedad en su voz hizo reír a Tom—. Ambos deben relajarse, no queremos que la pequeña se agrave por el estrés de su padre ¿verdad?

Claro que no —contestaron al unísono.

Entonces háganme caso.

Y eso hicieron.

&

Al estar acostados, fuertemente abrazados, los Kaulitz compartían un beso lánguido, exhaustos por su segunda ronda de sexo, sudorosos y aliviados por estar juntos ante esos pensamientos tan tristes que pasaban por tu cabeza, cuando un hijo está enfermo.

Tengo miedo —Confesó el trenzado.

No, Tomi —Pidió el pelinegro y le volvió a besar—. No penemos en eso, ahora.

¿Y en qué quieres que piense? —Le regañó, pero con la voz muy suave—. Mi bebé y tú son lo más sagrado que tengo en la vida, Bill.

Entonces pensemos en ella, pero de un modo diferente —Sugirió él con una sonrisa.

Hey —Sonrió también su “Mate”— ¿Qué recomiendas?

Un nombre, Tomi —Su sonrisa se amplió—. Ahora que sabemos que es una nenita, podemos escoger su nombre.

¿Sabes Bill? —dijo el trenzado en forma divertida—. Ya había pensado antes en cuanto a los nombres para nuestro bebé.

¿En serio? —Bill le robó un nuevo beso—. ¿Y qué pensaste?

No te confundas. No escogí un nombre, sólo pensé que, como tendremos que buscar otro lugar para vivir y como ya tenemos identificación falsa, nosotros perderemos nuestro apellido —explicó el mayor y Bill arrugó el ceño.

¿Kaulitz? —dijo casi en un gruñido—. No quiero nada con mi padre y creo que tú tampoco ¿O sí? —Alzó una ceja.

No, no quiero nada con Jorg. Pero Bill, recuerda que fue gracias a este apellido, que nos juntaron en el resort de nuestra primera “reunión” —Le explicó su motivación—. Y no quería olvidarlo.

Oh, ya veo…

Y para no olvidar nuestro apellido, quería que el nombre de nuestro hijo, fuese hombre o mujer, comenzara con la letra “K” —Terminó su relato—. Eso es lo que había pensado —Bill lucía como si lo considerara seriamente.

Es una gran idea —dijo y siguió pensado—. Nombre de chicas con “K”

Debe ser algo lindo —Propuso el trenzado—. Pues la niña será completamente hermosa, como tú —Le dio un piquito.

¿Kathy? ¿Kiara? ¿Kristel? ¿Karol? ¿Karen?

Karen definitivamente no —Gruñó el mayor, recordando a una profesora de primaria—. Pero me gusta mucho Karol.

¿No crees que es muy común?

Puede ser, pero en parte eso es lo que buscamos, mezclarnos entre la multitud, para pasar desapercibidos —reflexionó el mayor.

Eres muy listo, mi vida —Bill se soltó del abrazo y bajó en la cama hasta el vientre de su pareja y le dio un beso allí—. Hola hermosa Karol.

¡Oh Dios mío! —Casi saltó el mayor—. ¡Se movió!

¿Qué? —Bill se sentó y luego volvió a acercarse, hasta poner su rostro en el estómago de su pareja—. Hola Karol ¿Te gusta tu nombre? —Y por primera vez, sintió una pequeña patadita—. ¡Sí! La pequeña adora su nombre.

Te amamos Karol —susurró el mayor, acariciando la mejilla de Bill, sobre su vientre.

Es cierto Karol, tus padres te adoran.

La pareja se quedó un rato más en esa posición, sintiendo por primera vez, como su pequeña hija se comunicaba con ellos, a través de ese método tan simple, pero a la vez, tan efectivo.

Continuará…

¿Qué pasará ahora que Karol debe ser operada? ¿Qué hará Bushido? ¿Dejará de ayudarlos, por preferir la protección de su propia hija? ¿O se arriesgará por los elegidos? No se pierda los últimos capítulos de Minotaurus.

Escritora del fandom

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