Minotaurus. Temporada I
Capítulo 23: Cazados (P.2)
— 18 años —
Una sonrisa macabra adornaba el rostro huesudo de Phillips, el líder de la manada. A su lado, Dylan apretaba los puños pues sabía que lo que ocurriría allí, frente a sus ojos. No podía pasar por alto que las actividades del clan, no eran del todo limpias, sin embargo, siempre se justificó por no haber estado presente durante los interrogatorios. Nunca, excepto ahora, porque el mismo Phillips lo había llamado. Además, lo que presenciarían, ni siquiera sería un interrogatorio, sería una tortura que finalizaría en el sacrificio de Sam y su “Mate” Adriana.
Un sudor frío recorrió su espalda, al ver a la delgada mujer entrar al cuarto, prácticamente cargada por los dos agentes que le apretaban los brazos. Pensó en su esposa, lejos de allí, seguramente bordando aquellos enormes manteles que le gustaba regalar a la caridad. Ella era tan pura e inocente, seguramente Adriana también era así, sin tener idea del trabajo de su esposo, y sin motivos para cuestionar que le llevara a vivir a una zona tan recóndita como la Patagonia argentina. Ella no merecía estar allí, como tampoco merecía morir.
El líder, Dylan y otros tres personajes, observaban la “entrevista” detrás de una gran ventana, que desde el interior lucía como un espejo, simulando las salas de interrogatorios de la policía. Resguardando su presencia, para que los culpables no les señalaran con el dedo en el momento de su acusación falsa.
—Adriana Beltrán —Comenzó a hablar uno de los agentes—. Usted ha sido acusada de traición hacia la manada.
—¡¿Qué?! —Ella mostró una cara de total sorpresa, lo que confirmó las sospechas de Dylan, ella no tenía idea de lo que estaba ocurriendo—. ¿Por qué? Ni siquiera he estado en Alemania, Sam y yo vivíamos muy felices y en paz en Argentina. ¿Qué ha ocurrido? ¿Por qué se me acusa de algo tan terrible?
Tras el espejo, Dylan apretó sus puños más fuerte. «No es justo. ¡Maldita sea!» Pensó en su cabeza y por primera vez deseó no ser parte del Club Bohemio.
Las preguntas continuaron y nada daba resultado. Adriana Beltrán estaba completamente limpia, ni siquiera los sensores neurológicos que le habían instalado en la cabeza, mostraban señales de alteración. En otras palabras: ella era inocente.
—Traigan a Sam —Mandó Phillips desde su posición, sin alterar su voz.
El agente a su lado, tomó su radio y dio la indicación. En menos de diez minutos, dos agentes más, entraban a la misma sala con Sam esposado.
Cuando el hombre entró en la sala, compartió una mirada de tristeza con su esposa y asintió. Ella comprendió que las cosas no acabarían bien, pero le ofreció una sonrisa, que decía claramente «Te amo».
Las cosas fueron diferentes con Sam. No bien se hubo cerrado la puerta, un fuerte golpe en el estómago, lo dejó sin aire y doblado de dolor.
—¡Eres un traidor! —Gruñó su atacante.
—¡Muérete! —Fue la respuesta del hombre, que debía bordear los 45 años.
Más golpes cayeron sobre el cuerpo del ex agente de los Taurinos, pero éste permaneció en silencio. Sólo gruñidos de dolor escapaban de su boca, nunca una señal de traición.
—Es suficiente —comentó Phillips, observando con una sonrisa toda la escena.
Los agentes dejaron de golpear a Sam y comenzaron a preguntar.
—¿Dónde están los Kaulitz?
—“…” —Sam ni siquiera los miró a la cara. Nada, sólo observó el suelo.
—¿Dónde están Thor y Loki?
—“…” —Misma respuesta: nada.
—¿Dónde está Anis?
—No soy un traidor, ustedes lo son —Lentamente alzó el rostro ensangrentado—. Ustedes están desafiando al dios Minotaurus, y todos serán castigados por su furia Taurina.
Un sonoro golpe en la mejilla le volvió a partir el labio y Sam escupió sangre. Su rostro rudo seguía firme, inmutable, dispuesto a llegar al final por sus ideales.
—Pueden golpearme todo lo que quieran, pero jamás les diré nada —Gruñó.
—¿Y Adriana? —Tanteó el agente, sintiendo de inmediato como Sam se tensaba en su asiento y su rostro frío, mostraba miedo.
—Ella no sabe nada.
—Lo sabemos…
—¡Déjenla! —Gritó, pero no le hicieron caso.
Los mismos hombres de antes, ingresaron con la mujer sujeta por los brazos. El aspecto calmado de Sam se vino abajo, cuando vio las primeras lágrimas de su “Mate”.
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En esos mismos momentos en Salt Lake City, Utah, los Kaulitz estaban paseando por las faldas de las montañas, tomados de las manos y con un extraño malestar en el pecho.
—¿Sientes lo mismo que yo? —preguntó el trenzado, deteniéndose para ver a Bill a los ojos.
—Sí —respondió y lo abrazó con fuerzas—. Alguien de los nuestros está sufriendo mucho.
—¿Qué estará pasando? —vocalizó su pregunta mental—. Anis no ha regresado.
—No es Anis —aseguró el pelinegro—. No es él.
—¿Qué debemos hacer? —Tom se sentía sumamente impotente y frustrado, ya que sentía que la mayoría de los sufrimientos eran causados por ellos, por la persecución hacia su hija.
—Sólo podemos calmarlos —Ofreció el menor.
—Sí… Ven acá —Se sentaron en el césped. Tom abrió sus piernas, para que Bill ocupara un lugar en medio de ellas y lo abrazó por la cintura.
—Mostrémosles cuanto nos amamos y que ellos podrán sentir esto mismo, cuando todos nos reunamos —Pidió Bill y cerró los ojos.
Bill sujetó las manos de Tom en su vientre y sintió el calor de su rostro, al lado en su hombro. Cerrando los ojos, ambos se concentraron y dejaron salir todo el aura de amor que se tenían el uno al otro.
Después de la promesa que se habían hecho el uno al otro, el color de su aura era completamente blanca, brillante y luminosa. La dejaron expandirse, todo lo que pudiera.
«Por favor, que llegue hasta ellos» Rogaron en sus cabezas, como una plegaria hacia el gran dios del Toro que estaba en el firmamento.
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Phillips sonreía maliciosamente. Ya había obtenido una confesión y venía lo más divertido, en su opinión.
—Córtale los dedos a Adriana y luego mátala, frente a sus ojos —Ordenó el líder.
Dylan lo miró petrificado. Eso estaba completamente fuera de lugar, ya había obtenido una confesión, podía matarlos a ambos, pero no era necesario hacerlo de esa forma tan cruel.
—Mira y aprende —Le dijo el hombre, que se estaba ganando sólo su desprecio.
Una hermosa melodía llenó el lugar, nadie tenía un aparato musical, sin embargo la música estaba allí. Adriana miró a Sam y viceversa, sus rostros bañados en lágrimas comprendieron que había recibido el perdón, sus ojos se cerraron exactamente al mismo tiempo y sus cuerpos cayeron inertes al suelo.
Los guardias estaban estáticos. Pudieron presenciar todo, pero la totalidad de su estructura física estaba completamente congelada, y sólo volvieron a sentir movilidad, cuando los prisioneros cayeron al piso.
—¡Qué demonios! —Gruñó el líder.
—No lo sabemos, señor —dijo uno de los agente, y se agachó para comprobar el pulso de los prisioneros—. Están muertos.
—Ya veo.
De pronto el líder se quedó estático, sus ojos se pusieron blancos y Dylan, pensó que estaba sufriendo algún tipo de ataque epiléptico.
—Ayúdenme —llamó a un guardia.
Cargaron a Phillips y lo acomodaron sobre una mesa, hasta que volvió a abrir los ojos.
—¡Maldición! —Gruñó y todos se quedaron de piedra—. Debemos encontrar a los Kaulitz y matarlos —Ante sus palabras, varios arrugaron el ceño. Una cosa era apresar a los Kaulitz para salvar al elegido, pero matarlos, ahora que el bebé aún no nacía, no era parte de sus planes.
Phillips salió de aquel lugar completamente furibundo, golpeando puertas y gritando a quienes se cruzaran por su camino. Dylan lo observó en silencio, siguiendo de cerca sus pisadas. ¿Sería posible que un hombre como el líder recibiera una visión del dios Minotaurus? Y si así fuera el caso ¿Qué clase de visión tuvo para ponerse así de furioso? ¿Sería acaso una señal para mostrarle que todo el plan contra los Kaulitz reventaría en su propio rostro? No tenía forma de saberlo, pero estaría allí para presenciarlo, ya fuera para bien o para mal, después de todo él era su mano derecha.
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A los pocos días, una nueva asamblea era dirigida por Phillips para organizar el secuestro de los Kaulitz. Cada unos de los miembros de los diferentes grupos de asalto estaban allí, listos para recibir órdenes del líder de la manada y saltar sobre las cabañas ocultas entre las montañas, para reclamar a los elegidos.
—Señores —comenzó el hombre—. Todos seguramente esperan que les diga, vayan y tráiganme a los Kaulitz.
El rostro de todos los presentes mostró sorpresa, excepto Dylan, quien se esperaba algo parecido, después de haber recapacitado en aquella visión que tuvo Phillips. Lo más probable es que el líder se hubiera acobardado, si es que lo que vio fue una advertencia del dios toro.
—Como todos ustedes saben —dijo con seriedad el hombre—, los ex agentes que protegen a los Kaulitz, son parte de “los siete” y por lo tanto, cualquier intento de acercamiento de nuestra parte, será detectado y repercutirá en una confrontación que podría dañar al elegido, en el vientre de su padre.
—Si llega a haber un altercado, señor —Señaló un hombre rubio, con varias medallas en su uniforme—. Nuestro equipo será capaz de suprimir la resistencia, sin dañar a los padres del elegido.
—Estoy de acuerdo con Dallin, señor —Secundó otro de los agentes con rangos de milicia—. Nuestros agentes están mejor entrenados que los escuadrones S.W.A.T. americanos, nadie podrá contra nosotros —Se podía sentir el orgullo en las palabras del hombre, pero tanto el líder como Dylan, sabían que no podían arriesgar al bebé, no con las características de los Kaulitz como “Mates”, nadie podría parar la destrucción si algo malo les sucedía a alguno de ellos. Y eso incluía al bebé.
Parecía un cuento que se repetía una y otra vez, meditó Dylan en su mente, pero las especies con instintos primitivos, no permitían que su “Mate” fuera agredido, luchaban con uñas y dientes por protegerlos, aun si esto les costaba su propia vida.
—Instalaremos micrófonos de alto alcance, nada que tenga que ver con líneas, pues Thor y Loki nos descubrirían en menos que canta un gallo —Continuó el líder.
—Nosotros nos haremos cargo de eso —Se ofreció un hombre con gafas delgadas y porte intelectual. Guzmán, el segundo al mano, después de los dioses de Asgard. Debía compensar el ridículo en el que Thor y Loki lo dejaron, cuando se fueron e instalaron el virus en sus sistemas, frente a sus propias narices.
—Bien —dijo Phillips con un tono satisfecho—. Ya sabemos que la niña tiene problemas cardiacos, así que tendremos todo listo para el parto.
—¿El parto? —preguntó sorprendido uno de los consejeros.
—Sí, los dejaremos en paz, hasta que el bebé esté listo para venir al mundo —El hombre los miró a todos con resolución—. Entonces, el elegido será nuestro.
Dylan lo miró y en su mente, pensó que Phillips comenzaría a reírse como en aquellas películas de terror, mostrando toda la maldad que habitaba en su ser, pero nada de eso ocurrió. El líder sabía fingir demasiado bien y nadie podía ver tras su máscara de iniquidad.
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Unas semanas habían transcurrido y los miembros del Club seguían vigilando atentamente cada uno de los movimientos de los Kaulitz y Anis. Sabían que Anis mantenía contacto con Thor y Loki, pero no habían podido dar con el paradero de los dioses de Asgard. Al parecer, el resto de “los siete” estaban siendo más cuidadosos que nunca.
Phillips permanecía en Alemania, pero cualquier detalle, por pequeño que pareciera, le era comunicado de inmediato, fue así como se enteró que Tom estaba sufriendo contracciones.
—¿Están seguros que son contracciones? —preguntó sobresaltado, aún no había llegado al octavo mes, eso podría ser peligroso para el bebé.
—Sí señor. Bill está histérico y Anis ya se comunicó con la doctora Morgan, en estos momentos viene hacia la cabaña —respondió el agente al teléfono.
—No podemos dejar que nada malo le ocurra al elegido —Reflexionó—. Ataquen ahora.
—Sí señor.
—Pero, cuiden de Tom Kaulitz.
—¿Y su “Mate”, señor?
—Si el bebé está bien, Bill puede ser eliminado.
Se cortó la llamada y Phillips tomó nuevamente su teléfono, para preparar una salida urgente del país. Debía ver por sí mismo el nacimiento del elegido y presentarse con los líderes americanos de la manada. Ese bebé era suyo y nadie le pondría las manos encima.
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A los pies de las montañas, todos estaban nerviosos por los constantes e intensos dolores que Tom padecía. Bill le secaba el sudor de la frente, mientras aguardaban la llegada de Clair y su hermana.
—¿Oyeron eso? —cuestionó Bruce, asomándose por la ventana.
—Sólo escucho los quejidos de Tomi —respondió el pelinegro, apretando la mano de su pareja.
—Saldré a ver —Antes de hacerlo, sacó una pistola del cajón y cerró la puerta tras sí.
Miró en todas direcciones hasta que notó el extraño movimiento entre los arbustos.
—¡Nos atacan! —Gritó y disparó a uno de aquellos bultos.
El fuerte ruido de la munición, alertó a los G’s, que estaban en la cabaña de los Kaulitz preparando una maleta con ropas para llevarlo al hospital si era preciso. Ambos soltaron todo lo que tenían en las manos y corrieron a su propia cabaña, por sus armas.
Salieron con ellas y se atrincheraron, tal y como Anis les había enseñado. No debía quedar expuesto en caso de un tiroteo, y siempre debían cubrir sus espaldas, pues los agentes de la manada, mataban a traición.
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Dentro de la cabaña, los Kaulitz estaban cada vez más histéricos, pues los ruidos de los disparos les indicaron que el clan atacaba justo en el peor momento.
—¡Papá! —Gritó la pequeña Paullette, corriendo hacia la sala.
—¡Paullette, ven! —Le llamó el pelinegro y la apretó contra su pecho—. Quiero que te quedes aquí y cuides al tío Tom.
—No, Bill, ¿qué vas a hacer? —intervino el trenzado.
—Voy a ayudar a defenderte —contestó, acercándose y dándole un beso en los labios.
—No vayas tío Bill —Pidió la niña, totalmente asustada.
—No te preocupes, debo ayudar a tu papi —dijo él seguro de sus palabras.
Tom se dobló en la silla del puro dolor y apretó la mano de su Bill, con los ojos vidriosos por el sufrimiento, negó con la cabeza.
—Debo hacerlo Tomi. Te protegeré así sea el fin de mi vida.
—No Bill, no debes morir —El rostro del moreno se tornó frío.
—Ya hablamos de esto mi amor. Prefiero morir a ser un esclavo del clan.
—No vayas —Imploró el trenzado, con una mano en su vientre y la otra en la chaqueta de Bill—. Hazlo por Karol. No vayas.
—No puedo Tomi, lo siento.
Separándose con un nudo en la garganta, Bill tomó otra de las armas, cargó un cuchillo en su cinturón y salió de la casa.
Tom no pudo evitar salir tras su compañero y ver el desastre. Algunos agentes estaban atrincherados, mientras otros golpeaban a los G’s, que se defendían lo mejor que podían.
Bill disparó certeramente a la cabeza de un agente que atacaba a Gus y con eso delató su posición ante los otros miembros de la manada. En cosa de segundos, ya no eran sólo unos pocos, sino docenas de hombres camuflageados que corrían en su dirección. Bill disparó sin parar, acertando casi todos los tiros que hizo. Pero el grito de dolor de su “Mate” lo distrajo y no vio cuando uno de los agentes le apuntó, hasta que el golpe le dio de lleno en el pecho. Cayó fulminado.
—¡Noooo! —Gritó un agónico trenzado, tratando de arrastrarse hasta su compañero.
—Sujeta a la niña —Escuchó a lo lejos y al levantar la vista, vio como cogían a Paullette del bracito.
«¿Era esto? ¿Esto querías para nosotros? ¿Esto pretendías darle a tus “elegidos”?» Se cuestionó en la mente el de trenzas, sintiendo todo el dolor de sus amigos dentro de sí mismo.
Cuando por fin llegó al lado de su Bill, descubrió que está cubierto de sangre. Lo movió con fuerzas, pero no obtuvo ningún resultado.
—¡Nooo! —Gritó furioso, pero luego una nueva ola de dolor lo dobló.
Cayó al suelo, junto al cuerpo de su “Mate” y miró en todas direcciones. Los G’s están completamente ensangrentados, agotados, sufriendo por su culpa. Giró la vista y vio que Anis recibía una furiosa puñalada en el costado.
—¡Nooo papá! —Se escuchó a lo lejos.
Eso no podía ser, ese destino no era para ellos. Tom se negaba a aceptar que eso estaba pasando. Bajó su rostro y posó sus labios sobre los de Bill.
—Vivimos juntos, morimos juntos —susurró.
Y prácticamente sentía que la vida se escapaba de sus manos, el dolor era demasiado. Abrazó el cuerpo de Bill, hasta que sintió que un agente lo tomaba del brazo.
—Ya es… demasiado tarde —Sus ojos se cerraron y no alcanzó a oír el pandemónium que se desató a su alrededor.
—¡Médico, aquí!
—¡Phillips nos matará a todos!
Pero ya era… muy tarde.
& Fin de Temporada &
Originalmente la historia terminaba justo aquí. ¿Se acuerdan que desde un principio les dije que este no era un fic como los que acostumbro a escribir? Pues bien, creo que por eso me tardé tanto es plasmarlo. ¿Quieren matarme? Uuuff
Entre enero y febrero del 2012 esta idea se metió en mi cabeza, pero no quería escribir algo que tendría un fin tan tétrico. Sin embargo lo hice, pero a medida que me acercaba al fin, decidí que un dios (aunque este fuera de fantasía) no podría dejar que esto le pasara a sus «hijos», así que me decidí a ir por una segunda temporada.
Minotaurus II: Furia Taurina ¿Alguien se anima?