Bueno en el capítulo anterior trasladaron a Bill de urgencia porque se puso en labor de parto. Ahora veremos cómo va la operación y si el bebé nace bien. Espero disfruten su lectura. Besitos.
“Regalo Especial” Fic Twc de MizukyChan
Capítulo 28: Nacimiento
Bill se había dormido a causa de la anestesia, pues le practicarían una cesárea. El de trenzas seguía sosteniendo su mano, mientras los médicos pusieron una funda que le impedía ver la operación. El doctor daba órdenes y todo parecía desarrollarse normalmente.
—Aquí estás, pequeño —dijo David Jost tomando al bebé y dándole una palmada que le hizo llorar—. Vaya, qué pulmones. —El padre, que miraba atónito a su hijo, derramó una lágrima de felicidad.
—Es precioso.
—Enfermera, a limpieza. —Repitió el médico, cuando uno de los integrantes del staff se agitó.
—El paciente presenta arritmia cardiaca. —El de trenzas apretó la mano de su esposo y lo miró desesperado, asustado por lo que eso pudiera significar.
—Trata de controlar la anestesia. —Mandó Jost volviendo al trabajo de cerrar la herida. De pronto la línea mortal se hizo presente y un sonido horrible y agudo, inundó la habitación.
—Traigan el desfibrilador. —Gritó el médico.
—¡Bill! —Gritó el de trenzas.
—Saquen a Tom de aquí. —Volvió a gritar el médico, mientras le aplicaban un gel a su esposo.
—No me voy. —Se defendió el aludido.
—Sal de aquí, pones en riesgo a tu esposo. —Al oír estas palabras salió de allí rápidamente.
Lágrimas de frustración se agolpaban en sus ojos. Esto no podía ser cierto, no podía perder a Bill, claro que no, él era su esposo, el padre de su hijo, el amor de su vida. No, simplemente no podía dejar que la muerte se lo arrebatara.
Una enfermera se acercó y le pidió que saliera del quirófano y fuera a la sala de espera, sólo entonces recordó quién estaba ahí. El causante de todo esto. Salió hecho una furia y nada más llegar, tomó al reverendo por el cuello y lo estrelló contra una muralla.
—Maldito, todo esto es culpa tuya.
—¿Qué ha pasado? —preguntó el hombre, asustado al ver el rostro lloroso de su agresor, sin duda era algo malo.
—Primero mi hijo y ahora Bill. ¡Te odio maldito! —Le golpeó con tal fuerza que cayó al piso. Sólo entonces reaccionó y vio que más personas estaban ahí tratando de detenerlo, entre ellas la madre de Bill y su jefa.
—¿Tom, qué ha pasado? ¿Por qué estás así? —preguntó Eva.
—¿Cómo está el bebé y Bill? —Agregó Adriana. Tom entonces rompió a llorar.
—Hijo mío. —Simone se acercó y lo abrazó, el de trenzas cayó de rodillas y apretó a su madre llorando con todas sus fuerzas.
—Es Bill, mamá… Tuvo una especie de ataque, no sé cómo está…
—Tranquilo, hijo.
—No puedo perderlo, mamá. —Todos veían la escena con lágrimas en los ojos, esto era peor de lo que todos pensaban. El momento que debió ser de felicidad absoluta, se podría convertir en la peor tragedia de la familia.
—Bill es fuerte, él resistirá. —Afirmó el reverendo poniéndose de pie. Al escucharlo Tom se volvió a levantar, furioso.
—Váyase de aquí, usted no tiene derecho de estar aquí. Usted echó a Bill de su lado. Usted mismo lo dijo, ya no tiene hijo. Por fin se cumplió su deseo, ahora estará feliz, si Bill muere ya no tendrá que avergonzarse de tener un hijo gay y un nieto discapacitado, ¿no? Váyase o haré que lo saque la policía. ¡Váyase! —Gritó con todas sus fuerzas, con la voz absolutamente quebrada por el llanto.
—Vete Jorg. —Pidió su esposa—. Es mejor que te vayas ahora.
—Lo siento, de verdad lo siento —dijo el hombre con la voz quebrada y con lágrimas derramándose por sus mejillas.
El ver el llanto de Tom y su sufrimiento, le habían conmovido el corazón, en verdad había sido un estúpido al haber juzgado a su hijo y ahora debía pagar las consecuencias. Salió de ahí con paso presuroso y se dirigió a su vehículo, donde dio rienda suelta a su dolor.
—Mi hijo muerto y mi nieto discapacitado, todo esto es culpa mía, por haberle entregado sólo malas vibras. ¡Es mi maldita culpa! —Pensó y condujo a su capilla, lo único que le daría tranquilidad sería orar por el bienestar de su hijo, por el bien de su alma.
Al llegar a la capilla, se dirigió rápidamente al altar y se postró de rodillas y con la voz quebrada por el llanto, oró a Dios y pidió por una segunda oportunidad para él y para su hijo.
—Por favor, Dios, él es bueno, y tiene todo el derecho de ser padre, no le quites esta oportunidad, déjalo vivir, por su pequeño Kenshin, por Tom que tanto lo ama, por mí, que necesito su perdón, por favor. Dios. —Y así estuvo por aproximadamente una hora, derramando su alma entera en oración.
& En el hospital &
—No, Bill, no puedes dejarme. —Lloraba el de trenzas, abrazado a su madre. Estuvo así por una hora, hasta que David Jost salió del quirófano, con cara de agotado.
—Tom —llamó al verle en ese estado tan deplorable.
—Doctor, dígame la verdad. —Se puso de pie y encaró al médico.
—Tu esposo presentó un rechazo a la anestesia y sufrió un paro cardio-respiratorio, hasta ahí, tú estuviste presente. —Explicó con calma.
—Sí. —La voz de Tom era monótona, esperaba que le diera la fatal noticia.
—Le practicamos el procedimiento de rigor al que respondió efectivamente. —El chico sonrió.
—¿Está vivo?
—Claro que lo está, lo tratamos a tiempo.
—Dios mío, que susto. —Su sonrisa era pura y contagiosa.
—Nos asustaste a todos —dijo también riendo Adriana—. Pero estás perdonado.
—Necesito verlo, doctor. —Pidió el de trenzas, quien aún vestía el traje azul.
—Primero necesito que me devuelvas el traje —dijo bromeando—. Y luego podrás pasar a verlo, pero te advierto, está profundamente dormido.
—No me importa, necesito verlo y sentirlo respirar.
—Señores, dada la condición delicada del paciente, sólo Tom entrará, hasta que salga del letargo, ¿está bien? —Todos asintieron.
—¿Doctor, cómo está el pequeño Kenshin? —preguntó Simone.
—Él está perfectamente, ahora está en el nido, en el quinto piso, pueden verlo ahí, a través de las ventanas.
—¿Doctor? ¿Y su discapacidad? —Esta vez fue Adriana quien preguntó. El médico se giró hacia el trenzado.
—Veo que ya lo saben… como le dije a Tom, después de unos exámenes sabremos si realmente hay discapacidad o no. Físicamente está en perfectas condiciones.
—Muchas gracias, doctor —dijo el de trenzas y se puso en camino a quitarse el traje azul.
Entró en la habitación y caminó derecho a la cama, su esposo yacía ahí, plácidamente dormido, su rostro ya no tenía la palidez de hacía un rato que tanto le asustó. Unos cables estaban pegados a su pecho lo que hacía sonar la máquina a su lado, un latido suave, pero continuo, lo que Tom agradeció con el alma. Su brazo tenía un catéter, por el cual llegaba un líquido transparente. Tras observarle detenidamente, pasó una mano por su bello y angelical rostro.
Los minutos pasaron con calma y silencio, hasta que el trenzado decidió hablar—. Mi pequeño, qué susto me diste —dijo y depositó un beso en sus labios—. No sabes lo feliz que me hace estar aquí contigo y poder tocarte. —Acarició su brazo—. Ahora cielo, deberás ser muy fuerte, sé que te pido demasiado al pensar que te enfrentaste a la muerte, pero esto es diferente. Ahora nos enfrentaremos al mundo, por nuestro pequeño Kenshin. Tú escogiste ese nombre, por el guerrero de los dibujos animados, pues en este caso los guerreros tendremos que ser nosotros, tendremos que luchar contra todos por proteger a nuestro bebé. —El pelinegro arrugó el ceño y luchó por despertar—. Duerme cariño, debes descansar.
—¿Tom, por qué dijiste eso? —Finalmente abrió los ojos.
—No es nada, mi amor, descansa.
—Tomi, no me mientas, nunca lo has hecho, no lo hagas ahora. —Pidió con la voz rasposa—. Tengo sed.
—Te daré agua.
—Pero no me cambies el tema.
—No lo haré, ya no puedo con esto solo. Te necesito. —Con el control remoto de a cama, levantó a Bill a una posición en que pudiera sentarse y le dio un poco de agua.
—Dime Tomi, ¿por qué has estado sufriendo todas estas semanas? Tiene que ver con Kenshin, lo sé, has estado raro desde que me caí.
—No te caíste, tu padre te empujó. —Afirmó, apretando la mandíbula.
—Él no sabía que estaba embarazado, si lo hubiera sabido no me habría tocado, lo sé.
—No me importa, no quiero hablar de él. Hoy estaba aquí.
—Lo sé. —El de trenzas lo miró confundido.
—¿Por qué, Bill?
—Quedé de verlo en casa de Andi, pero apenas apareció, tuve las contracciones y me trajo al hospital.
—Te dije que si querías verlo me debías avisar. Seguro fue mucho estrés para ti y por eso te pusiste en labor de parto.
—Pero no me cambies el tema, Tomi. Dime, ¿qué pasa con Kenshin?
—Bill, él físicamente está perfectamente.
—¿Sólo físicamente?
—Bill, aquella vez que caíste, los exámenes mostraron el eco de una burbuja.
—¿Y eso qué significa?
—Que el pequeño Kenshin podría tener un daño neurológico severo.
—¿Será discapacitado?
—Es posible, no hay nada comprobado hasta que hagamos los nuevos exámenes ahora que ya nació.
—No quiero que le hagan ningún examen, hasta que mi padre le dé una bendición.
—No quiero a tu padre cerca, Bill. —Pidió el de trenzas, muy serio.
—No sé qué ha pasado con él, Tom, pero sé que cambió.
—No me consta, y no voy a permitir que se burle de mi hijo.
—Tomi, tú no eres así.
—Te dije cuando nos conocimos, que yo lucharía por mi familia, y alejaré a todas las amenazas de nuestras vidas.
—Yo iba a hablar con el reverendo. Déjame hacerlo, aun si mi padre no quiere aceptarnos a los dos como matrimonio, no se podrá negar, como reverendo a bendecir a mi hijo. Por favor, Tomi, sé que he sido un odioso durante todo mi embarazo, pero ahora estoy en mis cabales y te pido, te ruego que aceptes esta bendición para el bebé. Yo confío tanto en Dios, que estoy seguro nos ayudará. Por favor, hazlo por tu hijo. —El de trenzas se conmovió por las palabras de su esposo y le besó en la frente.
—¿Por qué nunca puedo decirte que no? —Se volvieron a besar, esta vez en los labios, y el de trenzas se acomodó para abrazarlo y sentirlo—. Me diste un susto de muerte. Jamás, Bill, escúchame bien, JAMÁS me vuelvas a hacer esto, si tú te vas… me moriré de pena.
—Lo sé y lo siento, me pasaría lo mismo contigo, pero ahora no podemos ser egoístas, amor, si uno de los dos debe partir primero, el otro debe cuidar al pequeño Kenshin.
—Él nos necesita a los dos juntos, bebé.
—Quiero verlo, cielo.
—Voy por él. —Salió de la habitación y tras hablar con una enfermera volvió con Bill—. Lo traerán enseguida. Es precioso Bill, es igual a ti.
—Tú también eres muy guapo.
—Pero tiene tu piel, es muy blanquito. —Entonces entró la enfermera con una pequeña cunita.
—Es hora de alimentarlo —dijo la chica y les entregó un biberón. Tom cogió al bebé y se lo entregó a su esposo, quien lo recibió con una enorme sonrisa—. Vendré por él en media hora.
—Gracias —respondieron los dos.
—¿Ves? Te dije que era igual a ti —comentó el de trenzas al ver como su pareja le ponía el biberón—. Y mira cómo come. Se parece a ti cuando estabas embarazado, come como loco.
—Es precioso. —Bill lo miraba casi con devoción—. Mira sus manitas tan pequeñas. Mira Tomi. —Casi gritó—. Abrió los ojitos. —El de trenzas se acercó.
—Vaya esos son mis ojos.
—Tienes razón, cielo. —Estuvieron así, observando cómo devoraba el biberón y luego Tom habló.
—Dame acá, quiero sacarle los gases. —Puso el pañal en su hombro acomodó al bebé ahí y comenzó a frotarle la espalda, hasta que el niño eructó. Ambos padres rieron ante eso.
—Que modales, bebé. —Bromeó el pelinegro, aún riendo.
—¿Estás muy cansado, cielo? —preguntó el de trenzas.
—¿Por qué?
—Porque hay una multitud de gente que quiere verte.
—¿Como está mi cabello?
—Dios Bill, siempre tan diva. Te ves precioso, además el color ya volvió a tus mejillas.
—Está bien, señor adulador.
—Toma a nuestro hijito. — Llamó a su madre informándole el número de la habitación y que ya podían venir—. Listo, vienen en camino.
—¿Mi padre también está abajo?
—No, lo corrí cuando te pusiste malito, estaba demasiado ofuscado y me desquité con él.
—Comprendo. —Le tomó una mano—. No te sientas culpable, es muy comprensible, yo habría hecho algo mucho peor, estoy seguro. Estoy tan orgullosa de ti, Tomi, eres el marido ideal.
—Y tú eres un ángel. —Lo besó y el pequeño se quejó—. Hey, no estés celoso. —Ambos rieron.
—Te amamos, bebé, pero papi Tomi y yo nos amábamos desde mucho antes. —El pequeño sonrió, lo que convirtió a la pareja en gelatina.
—Aaaww, que bella sonrisa.
—Aaaww, es como si nos entendiera. ¿Ves que es muy inteligente? —Sintieron un golpe en la puerta y las personas entraron, haciendo que la habitación se viera pequeña.
—Felicidades, bombón —dijo Eva poniendo un arreglo floral en una mesita.
—Muchas gracias, son preciosas.
—Dame al pequeño Kenshin. —Pidió Simone, sosteniendo al bebé—. Mira Adriana, somos abuelas. —Ambas mujeres estaban felices.
—Hijo mío, qué bueno que todo fue un susto.
—Amigo, nunca más nos asustes de esta manera. Tom estaba muy mal y nosotros muy angustiados, de verdad, no lo vuelvas a hacer.
—Haré lo posible, Andi, pero si me vuelvo a embarazar estaré en la misma posición.
—Pero los médicos ya conocerán la situación mi vida, así que puedes embarazarte tranquilo —dijo Tom sonriendo ante la posibilidad de tener a otro pequeñín.
—¿Mamá?
—Dime tesoro.
—Quiero que llames a papá y le digas que quiero que bendiga a mi hijo. Necesito que mi pequeño sea bendecido por Dios antes de que le practiquen los exámenes.
—¿Tom está de acuerdo? —Indagó la mujer, un poco insegura.
—Sí, suegra. Es por el bien del bebé, eso es más importante que mi orgullo.
—Está bien. —Salió de la habitación y llamó a su marido.
—¿Aló? —contestó él con la voz rasposa de tanto llorar.
—Jorg, Bill está bien.
—Dios mío, gracias.
—Quiere verte. De hecho, quiere que le des la bendición al bebé. Le van a practicar unos exámenes y quiere que el pequeño Kenshin esté en manos del Señor. ¿Podrás venir?
—¿Y Tom? ¿Lo acepta?
—Tom adora a Bill, hará cualquier cosa por verlo feliz, incluso aceptarte.
—Voy para allá.
& Continuará &
¿Qué pasará cuando todos se encuentren? ¿Podrá Tom perdonar al reverendo? ¿Cómo saldrán los exámenes del pequeño Kenshin? ¿Tendrá esta historia un final de cuento de hadas? La única forma de saberlo es continuar con la lectura. Besitos a todos y mil gracias por su visita.