Notas: Este es el penúltimo capítulo. Espero les guste.
Fic Twc de MizukyChan
Capítulo 3: Consejo
Habían pasado 17 días desde la muerte de Simone. Y después de ver a Bill casi trastornado, arrojando vasos contra el fantasma de su madre, supo que era suficiente, Tom no soportó más y pidió ayuda.
Nataly los conocía de toda la vida. Desde que fue contratada como la maquillista de Tokio Hotel, o más bien, como asistente de Bill, ella pasó a formar parte de sus vidas, de sus logros, de sus sueños y fracasos. Ella estuvo más para los gemelos que la misma Simone y, por lo mismo, se ganó la amistad de ambos, especialmente la de Bill.
Tom colgó el celular, soltando un suspiro de alivio. Si Bill no quería confesarle qué estaba mal, sin duda se lo diría a la rubia. Ahora, solo le quedaba esperar hasta la hora del almuerzo.
—Buenos días —saludó el rubio, entrando a la cocina.
—Buenos días. ¿Cómo dormiste? —Preguntó Tom, llenando una taza de café para su gemelo.
—Mucho mejor que ayer, o eso creo, no tuve pesadillas… —respondió el menor, sentándose junto a su hermano, aceptando con gusto el brebaje oscuro.
—Tendremos visitas al almuerzo, así que tal vez, te gustaría arreglarte un poco —sugirió Tom. No con deseo de ofender a Bill, sino haciendo notar que no había usado más que jeans y playeras desde la muerte de su madre.
Bill arrugó el ceño, más por el calor del café, que por las palabras de su hermano—. ¿Quién viene?
—Nataly —fue la sencilla respuesta.
—Oh. —Bill dio una mirada a su ropa. Vestía el pantalón con que había dormido y una playera que se puso al azar.
—No has salido de la casa desde el funeral —mencionó Tom como algo trivial, refiriéndose a eventos importantes y no solo a tomar desayuno a la cafetería que tenían cerca—, y pensé que una visita te haría bien.
—¿Tú la invitaste? —La pregunta era obvia, pero de todos modos, Tom asintió—. Gracias.
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Después de discutir sobre quién y qué cocinarían para su invitada, decidieron que mejor encargarían comida preparada.
Cuando Nataly llegó, el rostro de Bill se iluminó, así que Tom se ofreció a salir personalmente a comprar comida para el almuerzo. Después de anotar sus pedidos, se despidió de su hermano y en silencio pidió a la chica que ayudara a Bill.
La rubia tomó las manos del menor de los Kaulitz y lo arrastró hasta el sofá—. ¿Qué te ha pasado que tienes tan asustado a tu hermano?
—Bueno… mamá murió —dijo el joven, bajando la cabeza.
—Y tú la encontraste, Bill, lo sé. Todos lo sabemos, pero no fue tu culpa, ¿sabes? —dijo la chica con rapidez, notando como toda la energía del rubio se drenaba rápidamente.
—Tal vez sí lo fue.
Nataly apretó su mano y lo obligó a levantar la cabeza—. No fue tu culpa.
—Pero ella me descubrió —insistió Bill, juntando las cejas, como si estuviera a punto de llorar.
—Eso fue hace como cinco años, Bill.
—Tal vez esa información la estuvo destruyendo todo este tiempo y por eso… ella se mató. —Bill se levantó del sofá y le dio la espalda a su amiga. Pasó una mano por su cara, amargado, y luego, se volvió a sentar.
—No fue tu culpa.
—¿Entonces por qué me está acosando? —Preguntó con la voz más aguda de lo normal.
Nataly achinó los ojos, sin entender—. ¿Qué te está acosando? ¿La culpa?
—Mi madre —respondió casi en un susurro.
—¿De qué estás hablando, Bill?
—La escucho, a Simone, en mi cabeza —el rubio bajó la mirada y empuñó las manos—. Creo que Tom tiene razón y debería ver a un psiquiatra. Estoy enloqueciendo.
La chica suspiró profundamente y abrazó a su amigo. Se quedaron así un momento, hasta que el cantante alzó uno de sus brazos y Nataly encontró la solución que necesitaba.
—¿No has pensado en buscar ayuda en otra parte?
Bill se separó de ella y la miró directo a la cara—. No hay fantasmas, si a eso te refieres.
La rubia negó con la cabeza—. Mira esto, Bill —le señaló la cruz de su antebrazo—. ¿No has pensado que quizás, Dios podría ayudarte?
Bill sonrió—. Tú y yo sabemos que eso no es una cruz.
—Lo sé, Tom es tu cruz, pero, hablando en serio, la gente normal, siempre busca ayuda en Dios, los ángeles y esas cosas, cuando tiene este tipo de pérdida.
—Yo no soy normal —agregó Bill, sintiéndose extrañamente arisco a los temas religiosos.
—Bill, acabas de perder a tu madre, en circunstancias bastantes repentinas, eso te vuelve vulnerable… y normal. Necesitas consuelo. Y si no permites que Tom, la persona que más te ama en el mundo te lo de, entonces, busca al otro ser que tiene amor ilimitado para ti.
—¡Hola! —La voz de Tom, los sacó de su momento de reflexión—. ¡Ya llegó la comida! Espero que tengan hambre, porque traje algunas cosas extra.
Nataly se levantó de un salto y fue a ayudar a Tom con las bolsas, mientras que el rubio se quedó mirando la escena con el ceño fruncido. Meditando las palabras de su amiga.
Cuando llegó la noche y su amiga se había ido, Bill preparó dos tazas de té de manzanilla, se sentó junto a su gemelo, extendiéndole una de ellas y suspiró.
—¿Te sientes mejor ahora? —Preguntó Tom, dando un sorbo a la bebida humeante, sintiéndose extrañamente feliz de que fuera un té y no un vaso de licor fuerte.
Bill asintió—. Gracias, Tom.
—¿Y hablaron mucho?
—Mmm —afirmó con la cabeza—. Nosotros…
Tom guardó silencio, dejándolo continuar, pero al ver que no decía nada, bajó la taza a la mesa y le tocó una rodilla—. Ya sabes que puedes contar conmigo.
—¿Tom…? —Bill se sentía indeciso, no sabía si debía involucrar a su hermano en esto, porque ni siquiera él creía que daría resultado. Pero viendo la intensidad en la mirada de su gemelo, continuó—. ¿Tú… me acompañarías a la iglesia?
El mayor evitó arrugar el ceño, pero parpadeó repetidas veces—. Claro —dijo inseguro. No imaginó que Nataly le aconsejara a su hermano que visitara la iglesia, pues ellos nunca habían sido miembros de alguna religión. Sin embargo, si Bill se sentía mejor, visitando una, lo acompañaría, como siempre había hecho. Estaría a su lado en todo lugar y hasta el fin de los tiempos.
Los ojos de Bill se aguaron—. Gracias, Tom.
El mayor no pudo aguantar y, quitándole la taza a Bill de las manos, se inclinó hacia adelante y lo envolvió en un fuerte abrazo.
—Tranquilo, Bill. Solucionaremos esto, sea como sea, saldremos adelante, como siempre, los dos, juntos.
—Juntos —susurró el menor, dejando que las lágrimas rodaran sin control.
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Habían pasado 19 días desde la muerte de Simone y los gemelos se hallaban en el coche, frente a una iglesia. Ambos miraban la entrada con inseguridad.
—¿Crees que sea un buen día? —Preguntó el cantante.
—Es domingo, siempre hay servicio los domingos —respondió el mayor.
Bill asintió y abrió la puerta de su lado. Tom lo siguió de inmediato y caminaron en silencio hasta la fría construcción. Se sentaron en la última fila, escuchando las palabras del sacerdote y moviéndose acorde a los demás.
Sin comprender la mayor parte del sermón, Bill captó una frase que llamó su atención, referida la confesión para obtener el perdón de los pecados.
—¿Bill? —Llamó Tom al ver que la gente se retiraba del lugar.
El rubio parpadeó y miró a su hermano—. ¿Qué?
—Ha terminado.
—Oh. —Bill miró a su alrededor, notando que la mayor parte de la congregación se había retirado de la iglesia—. ¿Podrías esperarme en el coche? Necesito hacer una última cosa.
—¿Qué cosa? —Preguntó el guitarrista, arrugando el ceño.
—Confesarme —respondió rápidamente y se puso de pie.
Tom quiso sujetarlo del brazo y decirle que él no necesitaba algo así, pero contuvo la respiración un segundo y salió hacia el auto. Respetaría la decisión de Bill, si con una confesión volvía a recuperar la paz que la muerte de Simone le había quitado, entonces—. “Amén”, que así sea —susurró.
El joven cantante, abrió con mano temblorosa, la puerta que daba al confesionario. Se sentó mirando al frente y carraspeó—. Yo…
El sacerdote le dio una breve mirada por el pequeño cuadrado, decorado con un intrincado diseño que impedía ver del todo el rostro de la persona a su lado—. No tengas miedo, hijo.
—Yo, creo que… he matado a mi madre. —La voz de Bill se quebró y las lágrimas no se hicieron esperar.
El hombre a su lado no se alarmó, ni dio muestras de rechazo. Estaba acostumbrado a que las personas se sintieran responsables por cosas que realmente, no eran su culpa, como una muerte.
Cuando el llanto de Bill se calmó un poco, el hombre preguntó—. ¿Por qué crees eso, hijo mío?
—Ella se suicidó y yo creo que fue por mi culpa.
Esas palabras confirmaban lo que el cura pensó en un principio. Este jovencito se culpaba por el suicidio de su madre.
—Puedes contarme, no estoy aquí para juzgar, solo para escucharte.
—Soy gay —confesó Bill, como una forma de iniciar su explicación—. Amo a un hombre. Alguien a quien no debería amar de esta forma.
El sacerdote quería decir que el amor homosexual no era aceptable en la iglesia, pero antes que todo era humano y podía ver el intenso sufrimiento que cargaba el chico de cabello rubio, por tanto permaneció en silencio.
—Tom es todo en mi vida, lo amo desde siempre y mi madre no pudo soportarlo —Bill inició su confesión, hablando de Tom, sin mencionar que era su hermano gemelo.
El hombre escuchó cada palabra de Bill, con atención, sintiendo compasión por el chico que había tenido que callar ese amor durante toda su existencia. Finalmente, decidió decir algo que el espíritu le indicaba a su mente—. A veces, callamos creyendo que es lo mejor para aquellos a quienes amamos, pero muchas veces, el decir abiertamente la verdad, te libera y logra traer paz a tu alma.
—No estoy garantizándote que tendrás el amor de aquel hombre. Tampoco estoy diciendo que la sociedad, ni la iglesia lo aceptará sin poner trabas. Pero hay algo de lo que sí estoy seguro —suspiró—. Dios es grande, él es el creador de todos nosotros, es nuestro padre y como padre, no va desecharte por sentir amor por otro hombre. Este Tom, si ha estado a tu lado toda la vida, como me has dicho, no creo que vaya a abandonarte solo por saber lo mucho que lo amas.
El sacerdote continuó con su sermón, notando que la respiración de Bill se calmaba, cuando por fin lo escuchó suspirar, más tranquilo, añadió—. Vive y se feliz, hijo.
—Gracias, padre —respondió el cantante y salió de allí con la mente más clara.
Cuando abrió la puerta del coche, Tom lo miraba ansioso, nervioso, pero sin decir nada, se limitó a sonreír.
—¿Ya terminaste? —Preguntó el mayor.
—Sí —respondió el otro, ajustando su cinturón.
Tom encendió el motor y comenzó a conducir de regreso a casa, pero mientras dejaban atrás la iglesia y la confesión, dijo—. Estuviste allí mucho tiempo, ¿sabes?
—Lo siento.
—No, tranquilo, está bien. Yo solo… quería decirte que si alguna vez necesitas hablar, ya sabes, quitarte esas cargas del pecho, puedes contar conmigo. Soy tu hermano, siempre estaré aquí, a tu lado.
—Siempre —repitió Bill y sonrió.
Ese día, Bill no volvió a escuchar la voz de Simone en su cabeza, tampoco sintió escalofríos en su piel, ni culpa, ni remordimiento.
“No life, no sound, just you and I”
& Continuará &
¿Creen que Bill haga caso al cura y diga la verdad? Oh, yo no soy católica, pero creo que un cura no alentaría esto. Al contrario, creo que habrían mandado a Bill a rezar mil oraciones para que lo perdonaran por ser gay. No es mi intensión ofender, pero seamos realistas, la mayoría de las religiones no aceptan la homosexualidad. Sin embargo en el fic, preferí poner a un cura más comprensivo que diera un “verdadero” consejo a Bill.