“Fashion” Fic Twc / Toll escrito por MizukyChan
Capítulo 30: Consejos
You’re the best thing I never knew I needed. So when you were here I had no idea. You the best thing I never knew I needed. So now it’s so clear, I need you here always
(Eres lo mejor que nunca pensé que necesitaría. Así que cuando estabas aquí, no tenía idea que eras lo mejor que alguna vez pensé necesitar. Y ahora está tan claro, te necesito aquí… siempre. “Never knew I needed” Ne-Yo)
(Viernes, quinto día desde la suspensión de clases)
—Te ves raro Gus, ¿ocurrió algo más? —preguntó preocupado el de rastas, tratando de sentarse en la cama.
—La verdad es que sí. Es sobre la información que me pediste. Sobre el novio de tu amigo. Luis Peterson. Encontré algo terrible y por eso pensé que te habían atacado.
—¿Qué pasó? —preguntó el peli-largo, ayudando a Tom a sentarse cómodamente en la cama—. ¿Le pasó algo a Luis o a Gabriel? Por favor, no me digas que les han atacado a ellos también, no lo soportaría —agregó aferrándose al pijama de su novio.
—No es eso… al menos no del todo —dijo el rubio.
—Cuéntanos, Gustav —pidió el de rastas, tratando de calmar a su pequeño.
—Ya te había contado que mis amigos y yo buscamos cualquier pista sobre el “caso 69”, la mayor parte de éstas, salen por fuentes de la calle —relató Gus—. Pedí ayuda a la base de datos de James para investigar las posibles escuelas que podrían haber contratado a Luis.
—¿Por qué investigaste sobre Luis? —volvió a preguntar el moreno, sin entender.
—Yo se lo pedí, Bill, tuve un mal presentimiento y quise asegurarme —respondió el rastudo quitándole importancia.
—¿Acaso el nombre de Gabriel también está en la lista? —preguntó aterrado el menor, irguiéndose en la cama y mirando a los otros dos chicos con ojos de ciervo atrapado por las luces de un camión gigante.
—No… no es eso, Bill…
—Déjame explicarlo, Bill —Pidió el rubio a lo cual el pelinegro asintió—. Busqué en todas las escuelas de la ciudad, incluso en las ciudades vecinas más cercanas.
—¿Y?
—Nada. Ninguna escuela primaria, ni secundaria ha hecho nuevas contrataciones, justamente para prevenir infiltrados; por lo complicado de este caso de drogas.
—Entonces… ¿nos mintió? —Bill miró a su novio sin comprender—. Billa, ¿recuerdas que Luis pagó por todo cuando nos invitó a comer? —El menor asintió—. ¿Recuerdas la pulsera que le regaló a Gabriel por su aniversario?
—Sí, es muy costosa —afirmó.
—Luis es un estudiante becado, no tiene los recursos para gastar así. Cuando le pregunté, me aseguró que estaba trabajando, pero ahora Gus nos confirma que eso no es cierto —Tom arrugó el ceño—. ¿De dónde crees que viene el dinero?
Bill lo miró aun sin comprender, el dinero nunca había sido un problema para él, así que no tenía idea de dónde podría venir si no era de una herencia, un premio de la lotería o un trabajo.
—No tengo idea —respondió, encogiendo los hombros.
—La forma más rápida de conseguir dinero es por medio de las drogas —añadió el rubio, leyendo la mente de su amigo de rastas—. Ya sea por tráfico de drogas o lavado de dinero proveniente de ese negocio.
—Dios mío —susurró el pelinegro—. Pero… Luis es un buen chico.
—Es lo que yo también pensé, es por eso que seguí con mis investigaciones —Continuó Gustav—. Pedí ayuda al oficial Zullen, explicándole tu teoría y él accedió. Me presentó al agente Holloway, experto en informática en la estación de policía y estuvimos revisando las cuentas de la madre de Luis, para buscar algún indicio que nos llevara a pensar que él trabajaba para los delincuentes, buscando dinero para ayudar a su madre.
—Suena lógico y es justamente lo que llegué a pensar —contó Tom, tomando la mano de su novio, que se había enfriado por los nervios.
—El asunto es que la madre está desaparecida.
—¡¿Qué?! —Los chicos dijeron al unísono, estando como siempre “sincronizados”.
—Las cuentas se han pagado en forma normal, sin embargo, la madre no ha asistido a su trabajo —explicó el rubio, ajustándose las gafas y temblando ligeramente, lo que diría a continuación era algo tremendo.
—¿Está muerta? —preguntó Tom, con la voz claramente perturbada.
—No lo sabemos. Zullen piensa que no.
—¿Por qué?
—Verás… para que la mujer no perdiera su trabajo, se han presentado órdenes médicas de descanso laboral, lo cual descartaría cualquier sospecha de secuestro —Continuó explicando Gustav—. Sin embargo, una visita domiciliaria encubierta, nos demostró que la mujer no está en su domicilio, ni hospitalizada en ningún lugar del país.
—La tienen ellos —afirmó el rastudo, sintiendo como Bill se estremecía en sus brazos.
—Es probable —dijo el chico de cabellos claros—, si ellos la tienen desde hace dos meses, es posible que hayan chantajeado a Luis para que interviniera en los sitios webs de la escuela, subiendo los portales que ofrecen la droga y dando acceso a los criminales a iniciar sus operaciones en nuestra zona.
—Dios mío —Volvió a susurrar el menor, temeroso—. Son capaces de todo.
—Eso los hace tan peligrosos, Bill —agregó Tom.
—Cuando me enteré de todo esto, y luego oí lo de tu ataque, pensé que te habían descubierto, como hicieron con nuestros profesores, y que te matarían —contó el rubio, mirando a su amigo, quien le ofreció una sonrisa de gratitud.
—Gracias por preocuparte, Gus, pero este disparo no tiene nada que ver con el caso.
—Fue el maldito de Bushido —comentó el cantante—. El de la pelea en la fiesta.
—Lo recuerdo —Gus arrugó el ceño—. Pero creí que ya no podía acercarse a ti.
—Claro que no podía. Tenía una orden de alejamiento, pero la ignoró, quería matar a mi Billa. El muy maldito —gruñó el rastudo.
—Bueno, si te sirve de consuelo —dijo el rubio sonriente—, con esto, el tipo puede ir preso por un largo tiempo.
—Que se pudra en la cárcel —dijo el pelinegro, muy enojado al recordar que por su culpa, por poco perdió al amor de su vida.
Tom, volvió sus pensamientos a lo que previamente estuvieron conversando y se tensó. Si todo lo de Luis era cierto, Gabriel también corría peligro.
—¿Qué ha dicho Zullen sobre Luis?
—En eso nos ha pedido ayuda, Tom. Me explicó que lo más probable es que el chico esté siendo vigilado por alguno de los traficantes —expresó el rubio con preocupación—, por eso si algún policía se acerca a él, lo pondremos en riesgo tanto a él como a su madre.
—Oh, por Dios —gimió el pelinegro, pensando en lo triste que estaría Gabriel si algo malo le ocurriera a su novio.
—¿Y exactamente qué debemos hacer? —preguntó Tom con un tono profesional.
—Salir con él en forma casual, así como lo hacen ustedes, porque son amigos de su novio. Si los delincuentes le ven con otros compañeros, no habrá sospechas. La idea es que podamos preguntarle en qué condiciones le tienen bajo amenaza, si ha hablado recientemente con su madre, y si le están controlando, cosas como esas, hasta que finalmente tengamos pruebas contundentes para poder ubicar el lugar donde tienen cautiva a su madre, rescatarla y liberarlo a él.
—Parece sencillo —dijo el cantante, un poco más animado y con deseos de ayudar.
—Deben tener sumo cuidado, chicos, y tocar el tema de la manera más ingenua posible. No sabemos si Luis lleva algún tipo de micrófono instalado.
—¿Instalado? ¿De qué hablas, Gus? —preguntó el menor pensando que hablaba de una broma—. Lo dices como si Luis fuera un robot o algo.
—No me refiero a eso, Bill —El rubio sacudió la cabeza con una sonrisa—. Me refiero a que los traficantes, pudieron haber intervenido su celular, o le pudieron haber pegado un micrófono pequeño, que ni siquiera él sabe que existe, y eso nos pondría en peligro a todos.
—Oh… pero… es que todo es tan raro y sofisticado —Se quejó el menor.
—Estamos hablando de crimen organizado, Bill —aclaró Tom—. Ellos han instalado aparatos explosivos, han secuestrado, han asesinado, no tienen ningún tipo de remordimiento con lo que están haciendo.
—Lo siento —Se disculpó el pelinegro—, es que nunca había visto esto, es como una película.
—Lo sé —intervino el rubio—, conozco a alguien que está igual que tú y sufre mucho más, pues la vida de toda su familia está en peligro.
—Comprendo —dijo Tom, llevando sus pensamientos a su amiga Chantelle y todo el sufrimiento que debía pasar, sólo por el trabajo de su padre. La vida no era justa.
(Viernes por la tarde, quinto día desde la suspensión de clases)
Tan pronto como Gustav dejó la habitación, el médico precedió a revisar el estado de la herida de Tom, sonriendo con satisfacción al ver que todo marchaba perfectamente, sin embargo, esa revisión le regresó los dolores al rastudo, quien fue sedado para que pudiera descansar.
—Nosotros, al igual que los animales, necesitamos dormir para que nuestro cuerpo sane con mayor rapidez —Le había dicho el médico al pelinegro, al ver que se molestaba por dormir nuevamente a su novio, dejándolo solo y aburrido.
Al verse encerrado en esas cuatro paredes, Bill decidió tomar una larga y cálida ducha, para relajar sus músculos de toda la tensión sufrida en tan sólo una semana.
Después de cambiarse ropa y peinar su, cada vez más largo cabello, se sentó en la silla cercana a la ventana y comenzó a escribir sus sentimientos sobre Tom. Todo parecía estar arremolinado en su mente, así que mirando a su hermoso novio, decidió comenzar frase por frase describiendo su situación.
Por la forma en que cambiaste mis planes. Por ser la distracción perfecta. Por la forma en que tomaste las ideas que tenía, de todo lo que quería tener y me hiciste comprender que “faltaba algo”
Las palabras quedaron grabadas en su pequeña libreta de canciones, mientras su suave voz, tarareaba alguna melodía que pudiera acompañar sus ideas.
Por el final de mi primer comienzo. Por ser alguien a quien no escogería, y sin embargo ser alguien a quien no quiero perder. No quiero volver a estar sin ti de nuevo
Parecían sólo unas cuantas líneas, pero ellas mostraban su corazón al desnudo. Suspiró largamente, mientras su voz seguía susurrando aquellas frases con cariño y honestidad.
Mi accidentado “felices por siempre”. La forma en que sonríes y como me confortas. Debo admitir que no eras parte de mi libro, pero ahora si lo abres y das un vistazo, verás que eres el principio y el final de cada capítulo
Suspiró largamente al releer su última línea. Tomó su pequeña libreta y la hojeó. Desde comienzo de aquel año escolar, Tom estaba presente en cada nueva canción, siendo su preferida “Monsoon”, aquella que compusieron juntos, aquella que los unió, aquella que se había convertido en un “himno al amor”.
Quien lo hubiera pensado. Fue tan inesperado. Soy innegablemente más feliz, sentado contigo aquí, justo aquí… contigo a mi lado. Eres lo mejor que nunca pensé que necesitaría. Así que cuando estabas aquí, no tenía idea que eras lo mejor que alguna vez pensé necesitar. Y ahora está tan claro, te necesito aquí… siempre
Terminó de tararear y pensó que sería genial que Tom tuviera la guitarra para poder poner música a esos pensamientos, sin embargo el vendaje a lo largo de su hombro y brazo parecía mostrar que aquel deseo, tardaría en llegar. Miró el reloj sintiendo que el tiempo no había pasado tan rápido, sin embargo habían transcurrido un par de horas, su estómago rugió y como ya estaba vestido, decidió ir a la máquina de dulces más cercana y llenar su estómago con azúcar.
El golpe de la puerta al ser cerrada, despertó al rastudo, quien abrió los ojos con pesadez, no le gustaba dormir en forma artificial, porque siempre parecía despertar con dolor de cabeza. Miró a lo largo del cuarto y se halló solo.
—¿Billa? —le llamó
Al no oír ningún ruido, las imágenes de Bushido apuntando a su Bill, le revolvieron el estómago y con rapidez se puso de pie en busca de alguna señal de su novio. Lo primero que vio fue el pijama del cantante sobre la cama.
«Si está vestido, debe estar fuera» Pensó recorriendo con sus ojos, cada pertenencia de su amado pelinegro, hasta toparse con su libreta de canciones, que yacía sobre la cama. La tomó entre sus dedos y leyó la última página.
Sonrió sin poder evitarlo y una nueva melodía comenzó a generarse en su cabeza, sin sospechar que era la misma que minutos atrás, el pelinegro susurraba. Deseó tener la guitarra en aquella habitación, pero la incomodidad del vendaje le recordó que no podría tocarla por un tiempo.
Sin apartar la vista de la libretita, su menté llamaba al cantante.
«Ven a mí, vamos vuelve, te necesito, quiero saber que estás bien. Billa, mi dulce Billa, ven conmigo»
Unos metros más allá, el pelinegro sintió que su pecho se quemaba, y sin dudarlo, corrió al cuarto que compartía con su novio, encontrándole sobre su cama, acariciando su pijama.
—Billa —susurró y el aludido corrió a su encuentro y le abrazó con cuidado de no lastimarle aún más.
—¿Qué te ha pasado? Te sentí… me llamabas —afirmó el chico, sintiendo que el nudo que tenía en la garganta, poco a poco desaparecía.
—Desperté y no estabas, pequeño. Me asusté mucho y quise verte de nuevo —Confesó el mayor, acariciando la melena de su adorado y besando su frente.
—Ah Tomi, fui por unos dulces, es todo.
—De todos modos, te extrañé. De un tiempo a esta parte, siento que si abro los ojos y no estás conmigo, no lo sé… no podré hacer nada, que nada tiene sentido —Confesó el rastudo, con una leve sonrisa—. No pongas esa cara. Te dije que no es cursilería, es ser romántico.
—Tomi… ¿cómo te sientes?—Cambió de tema el menor—. Dormiste mucho
—Lo sé, esas medicinas me obligan a dormir y por ello me duele un poco la cabeza, pero ya me siento mucho mejor, ahora que te veo a mi lado —Le robó un casto beso y volvió a sonreír.
—Llamó Gabriel mientras dormías, dijo que vendrá a vernos como las siete —Miró el reloj y sonrió—. Debe estar por llegar.
—Entonces aprovecharé el tiempo —A pesar de la venda, cogió firmemente al cantante por la cintura y sentándolo en sus piernas, lo besó con pasión y posesión.
—Mmm —Se oyó el gemido del menor, quien se deshacía ante aquellas manos fuertes, sujetándole como si la vida se le fuera en ello.
Bill se sentía el ser más afortunado del planeta al saber que Tom le amaba y que estaba rompiendo sus temores para poder corresponder a sus deseos. Se estremeció cuando una mano del rastudo se coló por debajo de su playera, buscando contacto piel con piel, en su espalda. Todo iba viento en popa, cuando un golpeteo en la puerta los obligó a separarse.
—Knock, knock —Se oyó de nuevo y esta vez, Bill se puso de pie para abrir.
—Gabriel, que gusto —le saludó radiante.
—Estaba aterrado —Fueron las primeras palabras del castaño, quien de inmediato se aferró al pelinegro, derramando unas lágrimas que tenía contenidas desde que supo la noticia.
—Estoy bien —trató de calmarle el menor—, fue Tomi quien resultó herido.
—Oh my God —dijo con un suspiro ahogado. Se soltó del cantante y se sentó en la cama al lado de Tom, abrazándolo con igual emoción—. ¿Estás bien?
—Me duele un poco, pero no es nada grave —explicó el rastudo—. El médico dijo que fui afortunado de que la bala saliera limpiamente por mi hombro, si se hubiera quedado alojada allí, posiblemente habría causado más daño.
—Pero la venda es muy grande —Se quejó Gabriel, pensando que no podría ser tan simple si estaba tan cubierto.
—Es sólo para prevenir que se abra la herida.
—Sabremos si hay más daño, cuando comience la etapa de la rehabilitación —agregó el pelinegro, sentándose al otro lado de Tom y cogiendo su mano con ternura.
—¿Hasta cuándo estarás aquí? —preguntó el castaño con la mirada triste.
—El resto del fin de semana —aseguró—, saldré el domingo al medio día. Seguiré asistiendo a la escuela, pero dudo mucho que pueda hacer algo con mi brazo en estas condiciones —dijo el chico con el ceño arrugado.
—No puedo creerlo —dijo Bill llevándose una mano a la frente en una actitud totalmente de “drama queen”—. Tienes la oportunidad de quedarte en casa, descansando, con una excusa abalada por los médicos y en lo único que piensas es en la maldita escuela.
—Esta vez, estoy de acuerdo con Bill —agregó Gabriel con una sonrisa—. Deberías descansar, Tom. Luis te puede llevar los apuntes. Porque Bill tiene que estar a tu lado, asegurándose de que estés bien y no te falte nada —le guiñó un ojo al pelinegro, quien se sonrojó.
—Exacto. No podría ir a la escuela sin mi guardaespaldas —agregó Bill siguiéndole el juego al otro chico—. Menos ahora que hay tanto peligro —dijo exageradamente.
—Es cierto, pero tampoco podemos seguir perdiendo más clases. Iremos los dos, tú tomarás notas y yo te vigilaré —cortó el rastudo, dejando a los otros dos suspirando resignados. Había cosas en Tom, que definitivamente nunca cambiarían, y su amor por el estudio era una de ellas.
Pasó una hora completa en que los chicos sólo hablaron de Bushido y del miedo que todos sintieron por aquella confrontación. Cuando eran las ocho, Tom volvió a pensar en sus sentimientos apenas recibió la bala, en lo frustrado que se sintió al pensar que moriría y no había podido hacerle el amor a su pequeño, que no habían podido sellar su amor, mediante el acto más místico que pudiera existir. Arrugó el ceño y Bill le acarició la mejilla.
—¿Qué te preocupa cielo? —le preguntó con ternura.
—No estoy preocupado, sólo… muero de hambre —Mintió, quería pedirle ayuda a Gabriel, ahora que ya sabía que su amigo era gay, nadie mejor que él para aconsejarlo.
—Tengo muchos dulces —dijo de inmediato el pelinegro, tomando unas barritas de chocolate y unas bolsitas de gominolas.
—Mmm, pero en realidad desearía comer un sándwich de queso —Volvió a mentir—. ¿Me traerías uno? —Le pidió con angustia, debía aprovechar el tiempo con Gabriel al máximo, debía resolver su problema lo antes posible.
—¿Quieres que te acompañe? —Se ofreció el castaño, pero Tom le dio una mirada de súplica que el otro descifró en seguida—. Mejor me quedo con Tom, se puede desmayar por hambre, será mejor que te des prisa, Bill.
—¿En serio? —preguntó el cantante asustado.
—Tú te desmayaste una vez por no comer —Le recordó Gabriel y el pelinegro se encogió de hombros.
—Vuelvo cuanto antes.
Apenas cerró la puerta, Gabriel se puso frente a frente de su amigo y le miró críticamente.
—¿Qué te ocurre?
—Tengo un problema —contestó, sintiendo que sus manos comenzaban a sudar, este era un tema que le daba mucha vergüenza.
—¿Con Bill?
—Sí… es de tipo, de tipo… —El color rojo le llegó hasta el cuello y el castaño lo comprendió todo.
—De tipo sexual.
—¿Cómo lo…? —Asintió apenado—. Nosotros, no hemos podido consumar… nuestra relación.
—¿Qué? ¿Y por qué? —preguntó sinceramente sorprendido el castaño.
—Es… no sé… una especie de fobia…
—¿Cómo le vas a tener fobia a Bill? Ustedes casi se comen a besos, eso no es fobia —dijo divertido Gabriel, pero se calló al ver el malestar en la mirada de su amigo—. Mejor explícame.
—Yo… lo amo, lo amo demasiado, quiero estar con él como no tienes idea, lo beso y me excito como un quinceañero, pero ni siquiera puedo tocar su… su…
—¿Su pene? —Cortó Gabriel de manera muy directa.
—Exacto. Cuando lo veo o pienso en el pene de otro hombre, me paralizo, me pongo nervioso y hasta siento que pierdo mi propia erección. ¿Acaso soy impotente? —preguntó aterrado.
—Nada de eso, Tom, supongo que es algo normal, dada tu condición de “hétero” —Hizo comillas—. Pero cuando estás con Bill, sí sientes cosas, ¿verdad?
—Por supuesto… es más, llega a ser vergonzoso, basta con un beso y me siento… ya sabes —Se volvió a sonrojar, aunque si lo analizamos bien, desde que comenzó la conversación, el color rojo no había abandonado su rostro.
—¿Pero han tenido algún tipo de roces? —insistió el castaño.
—Sí, pero siempre vestidos, no puedo hacer nada si lo veo… tú sabes… su…
—Su pene. Tom, lo primero que debes hacer es aceptar que él también tiene un pene y que debes usar las palabras adecuadas con relación a ello —dijo Gabriel, como si le explicara a su hijo pre-adolescente el nombre de sus partes privadas.
—Pero ya te dije, es justamente el “pene” el principal problema —gruñó Tom sintiéndose incomprendido.
—Oh my God. No puedo creer lo que estoy oyendo —suspiró el chico—. Bill se ha quedado varias veces en tu casa y ¿ni siquiera le has visto desnudo?
—Sí lo he visto, pero eso no cuenta… lo que importa es que no puedo realizar lo más importante —gruñó el rastudo—. Escucha, Gabriel, Bill es hermoso, rico y popular, si no le doy lo que necesita, si no lo hago feliz, me abandonará… y hay demasiadas personas aguardando ese momento, te lo aseguró —Apretó los puños al pensar en el rostro de Andreas, tratando de besar a su pequeño.
—Comprendo perfectamente, amigo. Sin embargo, creo que deberías buscar ayuda profesional —dijo con rostro solemne—. Pienso que deberías visitar un psicólogo.
—¿Un psicólogo? No tengo dinero para contratar sus servicios —dijo el rastudo bajando la mirada—. Y ya sabes, nunca vas a una sola sesión, siempre son semanas, incluso meses de terapia. No quiero esperar tanto.
—¿No piensas que estás loco?
—No soy un ignorante, Gabriel. Sé que no sólo los locos tienen médicos de esta clase —confesó el chico, suspirando—, pero sí necesito ayuda.
—Bueno, como no tienes miedo. Pienso que deberías usar los servicios de la escuela.
—¿Qué?
—Nuestra escuela es muy prestigiosa y costosa, por lo tanto posee lo mejor de lo mejor. Podrás trabajar con la psicóloga de la escuela, la señorita Nataly, y como eres alumno, no te costará ni un centavo —Los ojos de ambos chicos se iluminaron. Uno por sentirse útil y el otro por haber hallado una respuesta.
—¿Hablas en serio?
—Jamás bromearía con algo tan importante, los dos son mis amigos.
—Gracias, Gabriel, me acabas de salvar la vida.
—La vida sexual jejeje —Rió como loco, hasta que la puerta se abrió.
—He llegado —dijo sin aire el moreno, había corrido desde la cafetería hasta allí—. Traje sándwiches para todos.
—Genial, ahora todos tenemos deseos de comer… especialmente Tom —bromeó el castaño—. Tiene unos deseos enormes de comerte a ti Bill, jejeje.
—¡Cállate! —le regañó, pero sólo aumentaron las risotadas del castaño.
& Continuará &
¿Podrá la psicóloga ayudar a Tom? ¿Podrán los chicos buscar información sobre Luis? ¿O temerán dañar los sentimientos de Gabriel al hacerlo? ¿Qué ha pasado con Chantelle? No se pierdan la continuación.