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“Fashion” Fic Twc / Toll escrito por MizukyChan
Capítulo 35: En lo bueno y en lo malo. En la salud y en la enfermedad
You’re addiction, my conviction. You’re my passion, my relief, my crucifixion. Never leave me and believe me. You will be the sun into my raining season.
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“Eres adición, mi convicción. Eres mi pasión, mi alivio, mi crucifixión. Nunca me dejes y créeme. Tú serás el sol en mi estación de lluvias” (Number one)
Una vez terminada la entrevista con Dunja, Tobi pidió al director que autorizara a la pareja a quedarse en la cafetería y que se reintegrara a clases, en el segundo período, cosa que él aceptó sin mayores inconvenientes.
Los chicos degustaban un delicioso café, lanzándose miraditas cómplices y risitas coquetas, hasta que el semblante del rastudo, se tornó serio y preguntó.
—¿Qué haremos con Andreas? —El pelinegro palideció.
—No lo había pensado —Dio un sorbo a su bebida.
—Pensémoslo ahora —Tomó su mano con cariño—. Sé que esto te duele, cielo. Pero…
—Pero tú estás primero, Tomi —Terminó la frase.
—No quiero forzarte a escoger —agregó el de rastas, mirándolo de frente.
—Lo sé, Tomi. Nunca me has puesto en apuros, al contrario —Sonrió—. Eres tan noble, que dudo que exista alguien como tú en toda Europa.
—No digas tonterías —Sonrió de vuelta—. Sólo hago lo que un caballero debe hacer.
—A veces me pregunto, si vienes de otro tiempo —Se acercó y le robó un beso—. Mi caballero de la mesa redonda.
—Billa… —Volvió a ponerse serio—. ¿Qué haremos?
—Creo que la pregunta correcta es ¿Qué haré? —Bajó la mirada—. Esta es una traición directa hacia mi persona, Tomi, no hacia ti.
—¿Cómo que no? ¿Esos mail, los mandó a mi nombre? —Se quejó el rastudo—. Tu padre me odiaba por ellos. ¿Qué pasaría si envió más correos como esos? —Su rostro palideció y el pelinegro sonrió.
—Calma, cielo —Le acarició la mejilla—. Yo creo que sólo quería desacreditarte frente a papá, por mí.
—Por los celos —aseguró.
—Exacto. Los celos. Aunque… —Dudó y su ceño se arrugó.
—¿Aunque? —Presionó.
—No lo sé, Tomi, Andi y yo siempre nos hemos querido mucho, pero es porque prácticamente crecimos juntos, yo nunca albergué esa clase de sentimientos por él —reflexionó y buscó la mirada de su novio—. ¿Cómo es que él sí se fue a enamorar de mí, conociendo todos mis defectos?
—Billa… —susurró y pasó su pulgar por el labio inferior del cantante—. Creo que todo aquel que llegara a conocer a Bill, no a la “Diva Kaulitz”, sino a mi adorable Bill, caería rendido a tus pies.
—Tonto —Le golpeó juguetonamente le hombro sano.
—Hablo en serio, Billa —Lo atrajo en un dulce abrazo.
—No sé qué haré, Tomi. Él es mi amigo, pero no puedo perdonar tan fácilmente, que le hiciera ese chantaje a papá a nombre tuyo —Suspiró—. Nadie tiene derecho a lastimar a alguien tan bueno como tú.
Tom, que siempre decía que todas aquellas frases “clichés” no eran cursilería, sino ser romántico, debía admitir, que ellos destilaban sólo miel y sonrió sin poder evitarlo.
—Te amo, Billa.
—Y yo te amo más, Tomi.
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Sin llegar a ninguna conclusión, los chicos entraron al salón, al comenzar la segunda hora del día, ignorando los saludos del rubio.
Tom no quería ser tan directo, pero él más que nadie, sabía que no podía permitirse un momento de debilidad con el otro chico, pues al menor descuido, el rubio daría un nuevo zarpazo y le arrebataría a su Billa.
Prácticamente huyendo de Andi, el cantante cogía la mano de su Tomi y salía a todos los lugares que su grupo de amigos, no frecuentaba.
Pero la campana de fin de clases sonó estruendosamente y el rastudo debía asistir a su cita con la psicóloga, abandonando al pelinegro.
Bill tomó su bolso y casi corrió hacia el vehículo familiar que le esperaba fuera, en el estacionamiento, pero cuando estaba a punto de llegar, un brazo fuerte le detuvo y le obligó a girar.
—¿Qué demonios te pasa? —preguntó el rubio, completamente irritado.
—Eso mismo debería preguntarte yo ¡¿Qué demonios te pasa a ti, Andi?! —Gritó el moreno, ya sin poderse contener, él amaba a su amigo de la infancia, pero lo que había hecho a su novio, era “bajo”.
—¿Eh? Me has evitado todo el bendito día y me preguntas. No te entiendo —El rubio, cambió su actitud de molestia a una de sorpresa.
—La palabra “traición”, ¿te suena de algo? —inquirió el pelinegro, viendo como el rostro de su amigo palidecía. Ese hecho, fue suficiente.
—¿Pasa algo, joven Kaulitz? —preguntó Saki, poniéndose a su lado, con clara intención de golpear al rubio, si era necesario.
—No Saki. Ya nos vamos —Finalizó el pelinegro, subiendo al auto y poniéndose las gafas oscuras, que siempre le ayudaban a cubrir su malestar.
El guardaespaldas miró al rubio y negó con la cabeza. Acto seguido, subió al carro y salió de allí.
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Andreas miró como el auto de su amigo desaparecía a lo lejos y apretó los puños.
—¡Maldición! —susurró y se encaminó rumbo a su propio coche.
Una vez sentado, cerró los ojos y se golpeó la cabeza con el volante, maldiciendo una y otra vez, hasta que con un gran gruñido, sacó su celular y marcó con rapidez.
—Alex —dijo en un susurro, pero al otro lado de la línea una sonora risotada, le sacó de su momento de calma—. ¡¿Qué mierda?!
—Hola, cabeza dorada —Se burló la voz al otro lado.
—¿Oscar? —preguntó confundido.
—El mismo que viste y calza, aunque claro, tú no puedes ver como visto o calzo jejeje —Siguió con ese tono irónico.
—¿Por qué tienes el móvil de Alex? —cuestionó de inmediato—. ¿Dónde está él?
—Hey, hey calma, rubito —Sólo entonces Andreas notó el por qué de esa ironía.
—Estás borracho, Oscar —regañó.
—¿Y cómo no estarlo? —Su voz tembló y el rubio se alertó.
—¿Qué pasa? Dime, Oscar ¿Dónde está Alex?
—El estúpido de mi hermanito, ya no volverá a ser tu dulce angelito, Andi —Se podían escuchar ruidos alrededor y finalmente, alguien le quitó el aparato al bebido Oscar.
—¿Hola? —llamó más fuerte el rubio, para que alguien le explicara lo que ocurría—. ¿Hola? Por favor, alguien.
—Lo siento, esto es una emergencia familiar, debo colgar —dijo una voz masculina, que Andreas reconoció en seguida, era, el señor Manzur.
La línea quedó muerta y Andreas sudaba. Algo malo había ocurrido, otra vez, pero sin duda, Alex estaba involucrado. Sintió que su corazón se aceleraba y tuvo miedo.
—Me han descubierto —susurró y encendió su vehículo. Debía regresar a casa, lo antes posible.
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Entre tanto, en el corredor de las oficinas de la escuela. Tom miraba el cartel que colgaba en la puerta y que rezaba “Nataly Berg. Psicóloga”. Negó varias veces con la cabeza y susurró un:
—Es por Bill —Tocó y esperó hasta que la voz femenina le respondió con un suave.
—Adelante.
Abrió la puerta y se ubicó en el mismo lugar del día anterior. El sofá enorme, frente a la ventana.
—¿Cómo estás hoy, Tom? —preguntó ella con una sonrisa.
—Creo que bien. Nuevamente han pasado cosas raras.
—¿Quieres contarme?
El joven asintió y procedió a relatar los hechos de la tarde anterior. De cómo descubrieron que Andreas había chantajeado al padre de Bill, utilizando su nombre. Del ataque a la mansión Kaulitz. De la entrevista de Dunja.
Pero lo más importante según el rastudo, era que la noche anterior, había masturbado a su precioso cantante, usando sus propias manos y esa mañana en el auditórium, había estado a punto de hacerle una felación, por iniciativa propia.
—Y fue en esos momentos en que nos interrumpieron —Concluyó con algo de orgullo en su voz.
—Debo admitir que has progresado mucho, Tom —comentó la mujer con una suave sonrisa—. Y probablemente, la cercanía del peligro ha gatillado esta confianza en tus decisiones —agregó ella de manera profesional.
—Eso creo —añadió el chico, suspirando.
—Según me contaste, el episodio del disparo, fue lo que te motivó en primer lugar a querer hacer el amor con Bill.
—Así es.
—Y ahora, el ataque a la mansión, te dio fuerzas para tocar el pene de otro hombre —Los colores atacaron furiosamente el rostro del rastudo y Nataly, tuvo que reprimir una carcajada—. Y dime Tom, ¿te sentiste asqueado en algún minuto?
—Yo, yo —tartamudeaba por la vergüenza. Pero haciendo memoria, las imágenes de su Billa completamente extasiado bajo su cuerpo, sólo le habían excitado, en ningún momento sintió repulsión. Además, nadie en su sano juicio, podría sentir repulsión de algo tan bello como Billa.
—¿Tom? —Le devolvió a la realidad.
—No, no me dio asco, al contrario, me gustó ver su rostro… —No dijo nada más. No quería compartir con nadie lo hermoso de su Billa en esos estados orgásmicos. Eso sería para siempre: “privado”.
—¿Lo ves? Mientras más contacto tengas con Bill, más natural se volverá para ti, hasta que finalmente darás el “gran paso” —Hizo comillas, con una sonrisa.
—Pero tengo miedo de tardarme mucho y perderlo en el intento —expresó el rastudo. Ese era el temor oculto, más intenso que le corroía el alma.
—Tom, por lo que he visto, y por lo que conozco a Bill, te puedo asegurar que él está enamorado de ti —comentó ella, bajando su cuaderno de notas—. Él no te dejará simplemente, porque aún no tengan sexo. Sé todo lo que se dice de él, y sé también que no es verdad. Su vida es muy diferente a lo que aparenta —Tom suspiró, ella sí sabía de lo que hablaba—. No se irá con otro que sí le de sexo. Para él, lo más importante, es el amor verdadero.
—Comprendo. Gracias —Vio el reloj y se sorprendió.
—El tiempo vuela, ¿verdad? —dijo ella, siguiendo su mirada.
—¿Cuándo debo volver?
—Cuando tú gustes. Ahora, ya estás bien encaminado, no necesitarás mi guía cada día —comentó ella—. Y en caso de alguna urgencia. Llámame —Le extendió una tarjeta con su número.
—Gracias otra vez.
—Nos vemos pronto, Tom.
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El rastudo estaba saliendo de la escuela, cuando un pequeño vehículo tocó fuertemente el claxon, para llamar su atención. Quedaban muy pocos alumnos, por la suspensión de todos los talleres, así que el joven, supo de inmediato que le llamaban a él.
Caminó hacia el coche y vio que la puerta del conductor se abría, revelando a una mujer preciosa.
—¡Xaviera! —Le saludó con efusividad, aumentando la velocidad, para finalmente darle un gran abrazo a su amiga.
—¿Cómo estás, galán? —preguntó, pero de inmediato arrugó el ceño, al notar el vendaje, cubierto por la ropa—. ¿Y esto? —Señaló su hombro.
—Es una larga historia —respondió sonriente.
—¡Rayos, Tom! —Gruñó y luego le apuntó con el dedo índice—. ¡Deja de meterte en problemas!
—Fue por amor, Xavi, y así, todo lo vale —Se defendió.
—Es por eso que estoy aquí, guapo —contó ella, y tomando su mano, lo guió hasta su auto—. Ven conmigo.
—¿Cambiaste tu antiguo cacharro? —indagó con un tono de burla.
—Por supuesto. En el Club Listing, estoy ganando muy bien.
—Te felicito —comentó él, y le revolvió el cabello, que ella solía llevar corto y muy liso.
—Bueno, ¿vienes o qué? —Le presionó, necesitaba preguntarle cosas y asegurarse de que estaba bien. Porque, pese a que ya no eran pareja, ella le quería mucho, siempre lo consideró, un gran amigo.
El rastudo se subió al carro y ajustó su cinturón, Xaviera hizo lo mismo y lo encendió.
—¿Dónde me llevas?
—A mi casa —respondió muy ligeramente.
Tom se tensó, no quería problemas, y sabía que su ex novia, no era de aquellas mujeres que simplemente cedía a su presa.
—No te preocupes, Tom —Bromeó ella, posando su mano en la rodilla del chico—. No te haré nada… —Sonrió—. Que no quieras que te haga —Soltó en tono seductor.
«Aquí vamos de nuevo» Pensó el chico «¿Por qué no puedo volver a ser “invisible”?»
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En menos de media hora, ya estaban en el piso de la mujer, quien se movía con soltura por todo el lugar.
Guió a su ex pareja hacia un cómodo sofá y se sentaron allí con cervezas en las manos.
—¿Qué ocurre, Xavi? —preguntó él de inmediato.
Tom aún no comprendía la razón por la que ella le había buscado, ya que desde que comenzó su relación con Bill, sólo se saludaban por teléfono… muy de vez en cuando.
—Anoche estaba de turno en el Club, ya sabes cómo es —comentó la chica, a lo que el rastudo asintió—. Cuando estaba por terminar mi ronda, a eso de la media noche, un hombre llegó muy molesto.
—¿Eh? —Interrumpió.
—Déjame continuar —pidió—. Este hombre, dijo que en el vecindario en el que vivía, había estallado una bomba de ruido y luego dos personas se mataron.
—¿Qué? —Tom no disfrutaba de la violencia, y esa clase de noticias era impactante.
—Me asusté, cuando el hombre dijo que todo era culpa de los Kaulitz —continuó la mujer—. Cuando mencionó ese apellido, recordé a tu “Diva”.
—¿Billa?
—“La diva Kaulitz” —explicó ella—. Tuve pánico Tom, pensé que esos delincuentes de los que todo el mundo habla, los del “caso 69”, habían atacado a tu novio y por ende a ti también.
—De hecho, sí nos atacaron —susurró el rastudo, y la chica abrió sus ojos como plato—. Pero no a nosotros —explicó—. Fue un ataque contra la mansión Kaulitz.
—¿Allí te lastimaron? —preguntó atemorizada.
—No. El ataque de anoche fue extraño —Reflexionó él—. Creo que no lo planearon bien, porque nadie pudo entrar a la casa. Ninguno de los que estábamos adentro, salió lastimado, sólo nos asustamos.
—¿Y por qué tienes esas vendas? —Insistió la chica.
—Fue mucho antes —Y el rastudo le contó a su ex pareja, toda la historia de su Billa y la supuesta relación con Bushido, de la fiesta donde se enfrentaron y de cómo el rapero, intentó asesinar a su novio.
—Ese chico es una muy mala influencia para ti, Tom —comentó ella, terminando su cerveza.
—No digas tonterías —Se burló el rastudo, también terminando su trago.
—He oído cosas, Tom, en el Club —susurró ella. Insegura de revelar aquellos cotilleos, su amigo era demasiado ingenuo, pero se veía tan feliz…
—Por supuesto que escucharás cosas en esos lugares, linda.
—He oído a los amigos de “la diva” —añadió.
—Se hacen llamar los “pretty people” —continuó él, para alivianar el ambiente—. Son todos unos tontos, Xavi, no les hagas caso, siempre están haciendo apuestas y molestando a todo el mundo. Si hablan de mí o de lo mal que solía vestirme, sólo ignóralos —dijo él, completamente inocente del trasfondo que sus palabras llevaban.
—Está bien, Tom… pero ten cuidado con Bill —Ella le tomó la mano—. Creo que él, te oculta cosas importantes.
—Bobadas.
En un repentino arranque, ella le abrazó y le robó un beso. Tom se puso rígido y no lo respondió. Finalmente, ella comprendió que todo lo que tuvo alguna vez con el chico de rastas, se había enfriado y sólo le quedaba ser la “amiga”.
—Lo siento —susurró ella, bajando la mirada.
—Será mejor que me vaya.
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Tom regresó a su casa y se dio una ducha fría, pues al estar en el último piso, de un edificio tan viejo, la caldera simplemente, no daba abasto.
Tras abrigarse muy bien, cogió sus cuadernos y comenzó a estudiar. Tenía un mal presentimiento, que no le dejaba concentrarse. La punzada constante en su hombro no le ayudaba en nada a relajarse, al contrario, esa era justamente la causa de su preocupación.
—Si mi hombro no sana del todo… —susurró y miró hacia el techo—. Me quitarán la beca deportiva.
No renegaría jamás de su acción, haberse interpuesto entre la bala y Bill, había sido una decisión importante e inapelable. Ni siquiera podría pensar en qué habría ocurrido, si su Billa hubiera resultado herido. Con su cuerpo tan frágil y delgado, sin duda, las consecuencias habrían sido nefastas.
—¿Qué haré si me quitan la beca? —Volvió a susurrar, y aunque estaba solo, no quería alzar la voz, como si con ello, aquel mal pensamiento fuera a extinguirse.
Se acostó por completo en el viejo sofá y dio un profundo suspiro.
—Supongo que tendría que cambiarme de escuela —Arrugó el ceño—. No quiero dejar a Bill solo, mucho menos ahora.
Su cuerpo se tensó tanto, que su hombro dolió todavía más. Y dio un brinco cuando su celular sonó, con aquella sexy melodía.
—Billa… —susurró sonriente, y cogió el móvil.
—¿Tomi? —preguntó la voz preocupada al otro lado.
—Hey Billa, ¿estás bien? —Le saludó.
—Yo sí, pero tú no lo estás. Dime, ¿dónde estás? —preguntó de inmediato.
—Estoy en casa —respondió el de rastas.
—Bien, dame unos diez minutos, estoy abajo —Fue lo único que dijo y la llamada se cortó.
Tom sonrió como un bobo. «¿Cómo no amar a alguien tan dulce como mi Billa?» Se dijo mentalmente y corrió a la cocina a calentar agua. Lo menos que podría ofrecerle, era un chocolate bien caliente. El invierno había llegado y su apartamento era demasiado frío.
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Un golpeteo en la puerta, le anunció al rastudo, que su novio había llegado. Corrió a abrir y sonrió al ver a su novio, con las mejillas sonrojadas y soltando vaho de sus labios, pues estaba agotadísimo por todas las escaleras que subió, y el frío del ambiente.
—Bienvenido —Saludó y le dio espacio para entrar.
—Te juro que si no te amara tanto —dijo dramáticamente el pelinegro—. Ya me habría muerto en esas escaleras. Son siete malditos pisos, Tom —Exageró.
—Precioso, ven acá —El rastudo se sentó en el sofá y puso al moreno en sus piernas, acunándolo en su pecho con cariño.
—¿Qué te ha pasado, Tomi? —indagó sin esperar más—. Esta tarde estabas bien, pero luego pude sentir tu, no sé, miedo, tensión, no estoy seguro.
—Sshh —Le besó la frente—. Calma, cielo.
—No, Tomi, hay algo que te incomoda y quiero saberlo —agregó él, abrazándolo fuertemente logrando sacarle un quejido a su novio—. Era eso —dijo separándose—. Te duele —Señaló su hombro.
El rastudo bajó la mirada, claro que le dolía, había sido un disparo después de todo. Pero ya se había tomado los calmantes que le entregaron en la clínica y pensó que debía soportar la molestia como un hombre, sin quejarse, sin molestar a otros, pues estaba solo. ¿A quién acudir? Su Billa estaba fuera de discusión, sabía que su pequeño se culparía de sus sufrimientos.
—Saki está abajo —dijo poniéndose de pie.
—¿Quieres un café? —preguntó con una sonrisa, para cambiar de tema—. ¿O un chocolate?
—¡Tom! —Le regañó—. Vamos a la clínica.
—No, cielo, todo estará bien, fue sólo un mal movimiento, ya verás que no me duele nada —Se puso de pie y trató de abrazar a su pelinegro, pero al hacerlo, otra vez el dolor apareció y apretó los ojos y los dientes.
—¡Oh, Dios mío! —Casi gritó el cantante—. Te duele mucho y no me habías dicho nada.
Pero guardó todo su ataque de “diva” y simplemente cogió la mochila de Tom, donde sabía estaban todos sus documentos y marcó a su guardaespaldas, para que subiera y le ayudara a bajar con su novio.
—Estás pálido —comentó el moreno, pasando la mano del rastudo por sus hombros para estabilizarlo.
—Debe ser el frío, estoy bien, no te preocupes, cielo.
Caminaron lentamente, y bajaron peldaño por peldaño, hasta llegar al piso seis. Entonces el mayor abrazó a su pequeño y susurró.
—Lo siento… —Y su cuerpo cayó desplomado al piso.
—¡Tooooom! —Gritó histérico el cantante.
& Continuará &
¡Maldición! Han pasado tantas cosas en este capítulo. Está la traición de Andreas y su complot con los Manzur. Está la aparición de Xaviera y los cotilleos que ha escuchado en el Club Listing ¿Sabrá algo de la apuesta? Y ahora Tom se desmaya por el dolor ¿Perderá la beca deportiva? Bill se morirá de la pena si eso pasa. No se pierda la continuación. Y no olviden hacerme feliz con un comentario.
Cuando serán felices tantos problemas se avecinan ya tengo miedo 😭😱😭😭😭
Lo único que te puedo asegurar es que habrá happy ending 🙂