4: Consequences

«Perfect Love» 

Capítulo 4: Consequences

Las semanas posteriores al ataque contra Juliet, no fueron los más alentadores. Se esparció el rumor de “un monstruo”, que merodeaba por las noches y que había asesinado a cuatro personas en un callejón.

El caos y el temor invadieron la ciudad y llamaron exterminadores para acabar con el malvado monstruo. Uno de ellos se decía especialistas en criaturas para-normales o sobre-naturales, llamadas “Hombres lobo”, seres que tenían la forma humana, pero que cambiaban con la luna llena y atacaban a sus presas, pero lo peor de estas bestias era que te podían contagiar y convertirte en uno de ellos. La gente estaba atemorizada y las palabras de estos supuestos cazadores sólo aumentaban la histeria colectiva.

Entre tanto en la mansión, se vivía otro drama. Bill reconoció que Juliet estaba embarazada producto de la violación. La pobre se negaba a comer, debían prácticamente forzarla a alimentarse. Sus ganas de vivir se fueron junto con el amor de su vida, quien al saber la noticia de su futuro bebé, dejó el negocio familiar y se fue a otra ciudad, alegando que no tenía nada que ver con en el niño en su vientre.

—No te preocupes, Juliet, nosotros te ayudaremos a cuidar al bebé —Le repetía a diario el pelinegro para que comiera.

—Pero me quedaré sola —susurraba ella, con los ojos anegados de lágrimas.

—Te quedarás con nosotros hasta que llegue un buen hombre a tu vida —decía Tom, siempre muy paternal.

—Debes dar gracias, hija mía, que los señores te cuidan —completaba su madre.

—Es que ustedes se tienen el uno al otro, y yo… estoy sola. Argus… se fue sin siquiera despedirse. —Lloraba amargamente la chiquilla.

—El joven Argus, no se sintió preparado para criar un hijo —repetía Amanda, en las discusiones con su hija.

—Y menos un hijo que no era suyo. ¡Odio a esta cosa! —Gritó un día y quiso salir corriendo, pero el de trenzas la detuvo y la abrazó, dejándola llorar en su pecho.

—El niño no tiene la culpa y si se parece a ti será un bebito precioso —Le dijo dándole palmaditas en la espalda. Bill se acercó y los abrazó a ambos.

—Y si no lo quieres, pues será nuestro, de Tom y mío —afirmó el pelinegro—. Y tú siempre estarás presente para cuidarlo y reclamarlo si lo quieres. Así podrás casarte sin problemas —explicó seriamente el pelinegro. Era la mejor alternativa para la niña.

—¿Habla en serio, señor Bill? —Preguntó ella separándose, para verles a los ojos.

—Siempre podemos decir que alguien lo dejó en nuestra puerta, para que así, tú puedas rehacer tu vida, pequeña —expresó, mirándola con una sonrisa.

—Gracias —respondió ella, limpiándose los ojos.

—Sólo hay una condición —esta vez intervino el de trenzas—, que te alimentes bien —dijo apretándole la mejilla.

—Trato hecho, me cuidaré y el bebé será suyo —acordó la joven, mucho más tranquila.

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Los meses pasaron y Juliet cumplía su promesa, se cuidaba y se alimentaba bien, de hecho se estaba acostumbrando a su pequeño hijo, le cantaba canciones de cuna y aunque se mantenía oculta de todos los visitantes, le indicaba a su madre que comprara lanas para tejer pequeñas prendas de ropita para su bebé.

Unos días después el doctor Hans ayudaba a Bill en la mansión a dar la bienvenida al pequeño integrante de la familia. Al tanto de la situación de Juliet, el doctor aceptó mantener silencio, sobre la llegada del bebé a la familia Kaulitz.

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Sin embargo, en la ciudad reinaba el caos. Aquellos supuestos cazadores no encontraban al “hombre lobo” y sólo se dedicaban a asustar a las personas ignorantes. Incluso, las autoridades habían establecido un toque de queda, para que la gente no corriera peligro en la oscuridad.

Ante este hecho, Tom había optado por estar en el sótano de su casa en las noches de luna llena para evitar cualquier encuentro indeseado con alguno de aquellos hombres.

Lo trágico, sucedió cuando cierto día apareció otro cadáver en noche de luna llena. Tanto Tom como Bill se sorprendieron de aquel acontecimiento.

—¿Sabes algo de las noticias, John? —preguntó el de trenzas a su jefe.

—Nada, anoche cerramos temprano por el toque de queda, nos enteramos esta mañana —contestó, cambiando su semblante a uno de preocupación.

—Es extraño que después de tanto tiempo aparezca el responsable —comentó Tom.

—Así es, sólo espero que no haya criaturas allí donde está Argus —expresó preocupado como padre—. ¿Y cómo está Juliet? —cuestionó al recordar a su hijo.

—Ella está genial. Ha tenido al bebé —respondió el joven de trenzas.

—¿Y qué hará con él? —Preguntó arrepentido John, sin duda, sentía pena por la cobardía de su hijo.

—Bill y yo nos quedaremos con el pequeño Adam. Ella es libre y te pediré que no rompas nuestro acuerdo acerca del pequeño —manifestó Tom, mirándolo seriamente.

—No te preocupes, no lo haré, no diré nada a nadie. Lo único bueno es que la pobre fue vengada, monstruo o no, hizo pagar a los malditos cabrones —agregó, casi escupiendo las palabras.

—Tienes razón. —Sonrió Tom. Al menos, no era el único en pensar que aquellos vándalos, estaban mejor siendo cadáveres.

—Clientes, Tom. —Le indicó a un hombre que bajaba de su caballo.

—¿En qué le puedo atender? —Saludó el de trenzas, pero casi se queda sin aliento, este hombre olía a muerto.

—Necesito cambiar las herraduras de mi caballo —respondió y le vio directamente a los ojos—. ¿Te conozco? —Le preguntó como si pudiera leerle la mente.

—Para nada. Déjeme ver. —Tom se acercó a los caballos y lo comprendió, él era un hombre lobo, y no era uno bueno, él no se controlaba, era un asesino—. Si quiere vaya a dar una vuelta, se toma una cerveza y lo tendré listo en unas dos horas —Le dijo como si fuera un cliente más.

—Gracias muchacho. —Se retiró y Tom pudo respirar. Esta noche habría luna llena en todo su esplendor, seguramente habría más víctimas y él tendría que encerrarse. ¡Rayos!

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Al terminar su trabajo a media tarde, regresó a casa y comió con Bill, pero no podía dejar ese presentimiento de lado.

—Ha llegado un hombre lobo a la ciudad —Soltó de repente. El pelinegro casi se ahoga con su copa de jugo.

—¡¿Qué?! —Al ver la expresión seria de su pareja, supo que no era ninguna broma—. ¿Cómo estás tan seguro? —preguntó acercándose a él, por instinto de protección.

—Vino a la herrería y pude oler su esencia —contó, abrazándolo.

—Esta noche es luna llena. Si es malo, habrá otra víctima —aseveró el pelinegro con total seriedad.

—A menos que yo salga y lo detenga —agregó el de trenzas y Bill se sentó en sus piernas y lo miró con incredulidad.

—¿Qué, estás loco? Tenemos un hijo que cuidar, no permitiré que vayas a arriesgarte por nada, además están esos cazadores locos, que ellos se hagan cargo. —Casi gritó todas sus palabras.

—Lo siento, Bill, tienes razón. Me quedaré en el sótano como siempre —afirmó, tranquilizando a su pareja.

—Y yo estaré contigo, como siempre —Se besaron lentamente.

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Aquella noche, Tom volvió a transformarse junto a Bill en el sótano, ya no lo amarraba, simplemente se quedaban allí acostados en el piso, Bill acariciaba el suave pelaje del animal, quien de vez en cuando le daba un lengüetazo y le acariciaba con su hocico.

Sin embargo no se enteraron de que la joven Juliet, presa del insomnio salió a dar un paseo por los alrededores de la mansión, caminaba tranquila sintiendo la calidez de la primavera, llevaba una lumbre en su mano y recogía algunas flores blancas para poner en la cuna del bebé a su regreso.

Sintió un ruido entre los arbustos y se giró temerosa a mirar, ahora no le gustaba caminar de noche porque recordaba su terrible ataque, pero en esos momentos estaba cerca de su casa, ¿qué cosa mala le podría pasar?

Pues lo peor…

Un enorme lobo negro apareció ante ella, sus ojos amarillos no mostraban nada más que malas intensiones. Se quedó muy quieta, esperando que alguna divinidad se llevara a aquel animal, pero nada pasó, la criatura se acercó más y la olisqueó, pareció reconocer un olor familiar y sólo entonces la atacó, dándole una muerte horrible.

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Por la mañana, Tom yacía desnudo abrazado a Bill en el frío piso del sótano. Se desperezó y besó a su pelinegro.

—Volvamos a la habitación, mi vida —Sugirió a su pareja.

—Está bien, debo ir a la consulta —respondió Bill, pero se espantaron al oír un grito.

—¡Amanda! —Advirtió el de trenzas, se puso la capucha negra y unos pantalones y subió corriendo—. ¿Qué sucede Amanda? —preguntó entrando a la cocina semi desnudo.

—Es Juliet, no está en su cuarto, descubrí al bebé solo, ella no está —tartamudeó histérica la mujer.

—Iremos a buscarla —aseguró el pelinegro, entrando a la cocina.

—No te preocupes, Amanda, la encontraremos. —Prometió Tom. Se puso algo de ropa. Y subiéndose a los caballos, partieron a las afueras de la mansión.

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Recorrieron poco trecho y hallaron el cadáver desgarrado de la joven. Bill se tiró a su lado llorando.

—Fue él, Bill, el hombre lobo, su olor está impregnado —afirmó serio el de trenzas.

—Debemos dar parte a la policía —explicó Bill aún llorando—. Pobre Amanda ¿Cómo se lo vamos a decir? —Se lamentaba en el piso. Tom se acercó a él y lo abrazó.

—Ya no hay nada que hacer. Ayudaré a la policía a atrapar al lobo —comentó seguro.

—No Tom, ¿qué les dirás? Que oliste al lobo y sabes quién es. No van a creerte, al contrario, te culparán a ti —replicó rotundo el pelinegro.

—Creo que ese ser me está provocando —susurró Tom bajito.

—Simplemente no caigas en sus provocaciones. He perdido una hermana, no pienso perderte a ti, Tom, si te pasa algo, me muero. —Sollozó más fuerte en el pecho del de trenzas.

—Está bien, lo siento, Bill. No haré nada indebido. Lo prometo —Y le besó en la frente.

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Rápidamente llegó la policía a la mansión y se llevaron el cuerpo de Juliet. La pobre Amanda lloraba a mares, mientras Bill sostenía a Adam en sus brazos, el pequeño sin culpa de nada.

—Trataremos de aclarar el caso lo antes posible —Aseguró el policía.

—Fue un hombre lobo —agregó Tom sin siquiera arrugarse. Bill se sorprendió.

—¿Cómo está tan seguro? —preguntó el agente.

—Por el tipo de ataque, fue un animal, además ayer hubo luna llena —Completó su idea.

—¿Algo más que quiera decirnos? —indagó el policía.

—Está en el pueblo. —Bill estaba casi morado, aguantando la respiración.

—¿Y eso como lo sabe? —Inquirió el policía.

—Sólo es una conjetura, para haber atacado a Juliet, el lugar más cercano dónde ocultarse en su forma humana es el pueblo —explicó cruzándose de brazos.

—Una vez más, ¿cómo sabe tanto de hombres lobo? —El policía ya sospechaba.

—Trabajo en la herrería señor, todos los días escucho a los cazadores ¡y este maldito cabrón que se llevó a mi casi hermana cumple con todos los rasgos de un hombre lobo y quiero justicia, por eso le digo todo esto! —Gruñó alzando la voz. El pelinegro se acercó a él y le acarició el brazo.

—Mi hermano está conmocionado por la muerte de Juliet oficial, entiéndalo, por favor —Intervino Bill.

—Comprendo su pesar, señor Kaulitz y tomaremos muy en cuenta sus sospechas. Hablaremos con el cazador para que nos ayude en este caso. —Terminó el policía saliendo de la casa.

—Eso fue muy… muy… —Bill se distrajo con el llanto del bebé.

—Fue estúpido lo sé, pero ese policía parecía no tener ni puta idea de dónde empezar a buscar. —Volvió a gruñir Tom, completamente molesto.

—Me ayudas a alimentar a Adam, Amanda se fue con Juliet —pidió el pelinegro meciendo al bebé, que no dejaba de llorar.

—Ahora sí que Adam será nuestro. No es cómo quería que pasara, pero tenemos un hijo, Bill —Se acercó y lo besó—. Vamos a la cocina, calentaré un poco de leche para él. —Y se pusieron en camino.

&

Bill se quedó en casa con el bebé y Amanda, mientras Tom fue a la ciudad a hablar personalmente con el cazador y darle algunas pistas para reconocer al maldito, sin embargo todo quedó allí.

Al emprender el camino de regreso, pasó por la herrería y hablar con John del problema, hasta que el hombre se presentó, aquel que destilaba el aroma del cuerpo de Juliet. Esta vez Tom le miró de frente y se desafiaron con la mirada.

—Te he estado buscando —aseguró el hombre, que llevaba un rasguño en el rostro.

—¿Qué asuntos tienes conmigo? —preguntó el de trenzas armándose de paciencia, para no atacarlo ahí, en plena luz del día.

—Tu olor te delata, eres como yo —comentó orgulloso.

—Yo no ando por ahí asesinando mujeres —Le escupió las palabras.

—Era la única manera de llamar tu atención —comentó como si no le importara en absoluto la muerte de la joven.

—¡Escucha! Quiero que te vayas de aquí o de lo contrario, te cazaré —anunció furioso, las manos le temblaban por lo que tuvo apretarlas en un puño.

—Somos más…, en otras tierras. Quiero que te unas a nosotros —agregó el extraño, como si no le hubiera escuchado.

—No tengo intensiones de unirme a un grupo de asesinos —respondió golpeando un muro.

—Tranquilo, si no vienes por las buenas, te obligaré a venir —Sonrió—. Es muy guapo ese hermanito tuyo, ¿Bill? —Esta vez Tom lo cogió de las ropas y casi lo levantó del suelo.

—Le pones un dedo encima a mi familia y arrancaré pelo por pelo de tu horrible pelaje, ¿me entiendes? —Lo arrojó y se fue de allí, tal era su furia que no sintió que a la distancia, aquel hombre le seguía.

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Llegó a casa y otro drama le esperaba allí. La mujer que consideraba una madre, lloraba desolada la pérdida de su hija. Bill con el bebé en brazos trataba en vano de consolarla.

—Tomi, que bueno que has llegado. —Se alegró el pelinegro.

—Amanda —Se acercó a la mujer—. Trata de calmarte —Le acarició el cabello.

—Señor Tom, usted dijo que fue un hombre lobo —Le miró a los ojos.

—Sí, así fue —contestó el de trenzas. Sintió una nueva ola de furia, llenando su ser.

—¿Podría usted destruirlo, señor? —Sus ojos brillaban con las lágrimas.

—¿Por qué crees que yo podría hacerlo, Amanda? —preguntó con un poco de temor.

—Porque usted es uno de ellos, señor —Tanto el pelinegro como él se miraron impactados.

—¿Por qué dices eso Amanda? —Intervino Bill.

—Porque los he visto, señores, a ambos jugar cerca de la mansión, desde que llegaron aquí, siempre los veo en las lunas llenas —Los hombres intercambiaron miradas.

—¿Y no desconfías de mí, Amanda? —cuestionó temeroso Tom.

—No señor, como le dije yo los he visto. Usted no es malo, además ustedes adoraban a mi Juliet, jamás le habrían hecho daño, por eso le pido, señor Tom, cobre venganza por mi hija muerta, por favor señor, hágalo por Juliet y el bebé. Si ese monstruo vino por mi hija, tal vez regrese por su hijo. —Lloró amargamente la mujer.

—Yo los protegeré a todos, Amanda, no te preocupes, si esa cosa vuelve, yo le estaré esperando —respondió seguro y se oyó el sonido de la puerta.

—Vaya, vaya, la familia está reunida —Se burló el hombre lobo, desde la entrada.

—¡¿Qué demonios haces tú aquí?! —Gritó el de trenzas tensándose por completo.

—He cumplido mi promesa, he venido a buscarte, te vienes conmigo por las buenas o te obligo —Gruñó el hombre acercándose—. Te necesitamos, con alguien fuerte como tú y como yo, nuestra manada podrá arrasar poblados completos —explicó el hombre, sin apartar la vista de Tom.

—Bill, saca al bebé de aquí, Amanda ve con él. —Ordenó el de trenzas rápidamente.

Pero el hombre se transformó y se puso en medio del camino de salida. Tom corrió y se puso en medio de ellos para protegerlos.

—Bill, un solo rasguño de él, los dejará malditos para siempre, no se acerquen y no dejen que los toque, ¿está claro? Lo sacaré de aquí —Mandó y procedió a transformarse.

Una vez finalizada su transformación, sólo se oían rugidos. El lobo negro saltó y Tom hizo lo mismo chocando de frente, siendo el lobo pardo más veloz y atacando el cuello del otro licántropo.

—Vamos Amanda. —Corrieron escaleras arriba, hasta uno de los despachos—. Toma al niño —Le entregó al bebé y comenzó a rebuscar entre sus cosas, hasta que dio con una caja metálica y la abrió extrayendo de ella una pistola, la cargó con balas plateadas—. No te muevas de aquí —Le ordenó y bajó.

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Los lobos estaban ahora en el jardín de la casa mordiéndose y arañándose, ambos sangraban. Bill corrió directo a ellos y con el arma bien enfocada disparó a la criatura negra, que aulló de dolor.

Tom se alejó un poco, entendiendo lo que Bill hacía, el pelinegro se volvió a acercar y esta vez sin vacilar apuntó al corazón. La bestia dejó de moverse y cambió a su forma humana. El de trenzas también regresó a su estado natural y abrazó a su pareja.

—Te has acordado —Le dijo besando su mejilla.

—Era lo último que utilizó mi padre contigo. Plata —Giró y lo abrazó—. Ven, hay que vestirte y curar esas heridas —Ambos entraron a la casa. Bill puso la capucha negra a su Tomi y entraron a la habitación.

—Ya está Amanda, todo se ha acabado —La mujer se echó a llorar y abrazó a los dos jóvenes.

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La policía llegó y se llevaron el cadáver del desconocido. Todo parecía estar en calma ahora. La mujer mecía al pequeño Adam en sus brazos y la pareja se retiró a descansar.

—Hoy tuve un miedo horrible, Tomi —contó el pelinegro, aferrándose al abrazo de su trenzado.

—Lo sé, yo también lo tuve. Sólo espero que no vuelvan a venir lobos locos —susurró, esbozando una sonrisa.

—Seguro lo atrajo toda la parafernalia de los cazadores de hombres lobo —aseveró el pelinegro serio.

—Al menos la policía ya no los necesita y pronto dejaran el pueblo —Calmó Tom a su compañero.

—¿Te duelen mucho las heridas? —Le acarició el brazo el moreno.

—No, ya han empezado a sanar, pero si las besas… sanaran más rápido —dijo, alzando una ceja, en forma tentadora.

—Tienes razón, pobre de mi lobito que está lastimado, voy a besar todas tus heridas —susurró coqueto quitándose la camisa—. Dime ¿duele aquí? —Señaló el hombro.

—Sí, me duele —El pelinegro le besó y pasó la lengua también, ambos rieron.

—¿Te duele por aquí? —Le tocó el vientre.

—Oh sí, me duele. —Bill repitió la operación y aprovechó de bajar los pantalones del trenzado, este se agitó con anticipación.

—¿Y aquí? ¿Duele? —Tocó la punta de su creciente erección.

—Me duele mucho —Sonrió el de trenzas al sentir que Bill se acercaba y lentamente engullía su miembro y lo acariciaba con su lengua—. Dioooooos —Gruño Tom de puro placer. El moreno siguió hasta que la mano de su pareja lo detuvo—. Ven aquí belleza. Te haré el amor, como un verdadero lobo —Bill gimoteó al oír esa frase.

—Sí lobito, muérdeme y hazme el amor —Se quitó lo que quedaba de ropa y se acomodó en la cama, abriendo las piernas, dándole espacio a su Tomi.

—Déjame prepararte —El otro asintió y mojó los dedos del trenzado, este se tomó su tiempo jugando con el miembro de Bill, mientras lo dilataba.

—Ya mi lobo salvaje, estoy listo —El otro entró en él fuertemente provocando un gemido ronco de ambos, y comenzó a moverse—. Mmm —Jadeaba sin aliento el pelinegro.

Con las prácticas, Tom sabía llegar estupendamente al punto que hacía delirar a su pequeño, y lo golpeaba certeramente, sacándole sonidos placenteros que también le excitaban a él.

—Aaahhh Bill, eres exquisito —Gemía y balbuceaba el de trenzas, loco de placer. Al sentir que ya llegaba al final, tomó el miembro de Bill y lo movió al ritmo que marcaba con su cuerpo.

—Aaahhh Tomi me vengo —Gimió al final el pelinegro llenando la mano de su amado.

—Aaahhh —Acabó el de trenzas, llenando el interior de su novio. Y cayendo al lado de su Bill, lo abrazó posesivamente.

—Te amo, mi lobo salvaje —Le besó en los labios.

—Y yo a ti. Bill, ¿te has dado cuenta de que somos una familia? —El otro asintió—. Con la muerte de Juliet, el pequeño Adam es oficialmente un Kaulitz más —Miró al techo.

—Nunca pensé que seríamos tan bendecidos. Claro que la muerte de Juliet es horrible, pero de todos modos ella nos iba a entregar a Adam. Y ahora estaremos los tres juntos, ¿crees que Amanda se quiera llevar al niño? —Lo miró con miedo.

—No amor, Amanda es también parte de nuestra familia y vivirá aquí y verá crecer a su nieto —Le aseguró con una sonrisa.

—Tienes razón, Tomi, seremos todos una familia —Dijo volviéndole a besar.

—Nuestro amor es perfecto, Bill, como nuestra familia —Sonrió.

—Sí, es perfecto. Un amor perfecto.

& Fin &

Este fic fue creado en junio del 2011. Y en noviembre del 2012, ha sido Re-Editado, para que se pudiera leer de una forma más agradable. Además, al hacer la Re-Edición, he tenido una idea, para hacer una secuela llamada «Perfect Love II: The devil inside«. No te lo pierdas. 

Escritora del fandom

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