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“Fashion” Fic Twc / Toll escrito por MizukyChan
Capítulo 41: La calma previa
“I’m lost in you everywhere I run. Everywhere I turn, I’m finding something new. Lost in you, something I can’t fight. I cannot escape. I could spend my life lost in you!”
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“Me pierdo en ti donde quiera que corra. Dondequiera que gire, encuentro algo nuevo. Me pierdo en ti, es algo contra lo que no puedo luchar. No puedo escapar. Podría pasar mi vida, perdido en ti”
Gordon y Bill Kaulitz fueron llevados al hospital por otro de los miembros de su equipo de seguridad. El jefe de familia decidió dejar a su esposa en casa, ya que si ocurría cualquier cosa, la mansión era prácticamente una fortaleza en la que podría estar a salvo.
En el hospital, Bill temblaba de pies a cabeza, nervioso por ver a Tom, sólo quería encontrarlo bien, pero no pudo evitar recordar la vez en que Bushido le disparó y su Tom se interpuso, recibiendo el impacto y quedando inconsciente en sus brazos, con la ropa llena de sangre. Sacudió la cabeza y siguió a su padre, quien había preguntado la locación de Gabriel.
Al entrar en la habitación, notaron que el castaño yacía profundamente dormido, con ambas manos vendadas y varios hematomas en su rostro. Tom estaba sentado en una silla a su lado, de espaldas a la puerta.
—Tomi… —susurró el pelinegro.
—Billa —El rastudo se puso de pie, casi de un salto, y fue a abrazar a su pequeño. Gordon los miró en silencio y les dio espacio para que hablaran a solas.
—¿Estás bien? —preguntó a lo que su novio asintió—. ¿Y Gabriel? —Giró su rostro hacia la cama temeroso—. ¿Está dormido? ¿Sólo dormido? —aclaró su pregunta.
—Sí Billa, sólo duerme. Estaba bien, pero cuando llegamos aquí y le curaron las muñecas, se aterró, así que lo sedaron para que pudiera descansar mejor —explicó el mayor, acariciando la mejilla de su pequeño, agradecido de que tanto su amado, como su mejor amigo estuvieran bien.
—¿Y tú? —Bill cogió la mano que no le acariciaba y notó que tenía algo. Bajó la mirada para hallarla fuertemente vendada—. Dios mío. ¿Qué te pasó?
Tom sólo pareció recordar su mano, ahora que Bill se la mostraba, no le dolía, pero era obligación del hospital curar todo tipo de heridas.
—Oh, esto —No notaron que la puerta se abría—. Me lo hice cuando cogí un trozo de botella para cortar las amarras de Gabriel.
—Mi pequeño —Se oyó un sollozo. Ambos voltearon y encontraron a la madre de Gabriel—. ¿Estaba atado? —preguntó directamente a Tom, quien asintió.
—Está bien, tía —así había acostumbrado a llamarle, pues ella se portaba casi como una madre con él—. No lo inyectaron, no hay rastro de droga en su sistema. Ahora descansa, lo sedaron, dormirá hasta mañana.
—Gracias, Tom —La mujer lo abrazó con fuerzas—. Lo salvaste.
—Es mi amigo, no podía dejarlo —susurró el rastudo, sintiendo que la emoción lo embargaba, su voz se quebró al decir—. Él habría hecho lo mismo por mí.
—Gracias, Tom —Ella vio su mano vendada y la besó—. Gracias, hijo.
—No… —Soltó el llanto, era la segunda vez que le llamaban hijo, primero el padre de Bill y ahora la madre de su mejor amigo. Ojalá sus verdaderos padres estuvieran allí.
El pelinegro observó como Tom lloraba junto a la mujer, sin soltarse del abrazo y sintió ganas de llorar también. De ahora en adelante, Tom no se volvería a sentir solo nunca más, él se encargaría de cuidarlo, de protegerlo, de amarlo.
—¡Auch! —Se quejó el de rastas, cuando se separó de la mujer.
—¿Qué te ocurre? —cuestionó ella, preocupada—. ¿Estás herido?
—¿Es tu hombro? —indagó Bill, al borde de la histeria. No quería que su novio volviera a estar internado, por el estrés que repercutía en su herida.
—Sí —respondió en un quejido.
—Ven, te llevaré con la enfermera. —Pidió el moreno, a lo que el mayor asintió.
—Te llamaré cuando despierte —prometió la mujer.
—Gracias —agregó Tom, saliendo del cuarto.
Fuera, Gordon abrió grandemente los ojos, al ver a Tom apretar su hombro y se acercó para ayudarle a sostenerse de pie, pues lo veía tambalearse.
—Bill, ve por la enfermera —mandó su padre, ayudando a Tom a tomar asiento.
—No me dolía, no sé qué pasa —comentó el chico y Gordon le ofreció una sonrisa.
—Fue por la adrenalina, hijo. Cuando el cuerpo está en movimiento el dolor no se siente, hasta que te enfrías, como deportista deberías saber eso.
—Parece que mis días de deportista están contados —expresó, con un deje de tristeza en su voz.
—Sólo hasta que te recuperes del todo. —El señor Kaulitz quería decirle que no se preocupara, que tendría una nueva beca, pero si lo hacía, revelaría las intenciones del grupo de adultos y Tom rechazaría su apoyo.
En cosa de minutos, dos enfermeros aparecieron, uno llevando una silla de ruedas, en la que acomodaron a Tom, para llevarlo hasta la zona de curaciones. Allí el médico de turno revisó la herida, no encontrando ningún rastro de infección, sólo maltrato muscular, por la enorme tensión que sintió Tom momentos antes. Le recetó los mismos calmantes y lo mandó a dormir, amenazándole con hospitalizarlo, si no cumplía con un descanso apropiado.
Bill aseguró al médico que Tom cumpliría sus instrucciones y regresaron al departamento del rastudo. A regañadientes, Gordon aceptó, con la promesa de que lo mantuvieran informado de cualquier cosa extraña. Pero ya más aliviados de que se hubiera descubierto el centro de operaciones del “Caso 69”.
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Una vez en el piso de Tom, Bill lo llevó a la cama y lo desvistió. El rastudo estaba casi desmayado por las medicinas y apenas era capaz de moverse por sí mismo, pero lejos de sentirse vulnerable, estaba aliviado por la compañía de su Billa, sin él… estaría solo y ese sentimiento le traía recuerdos dolorosos.
—Te amo, Billa —susurró cerrando los ojos, cediendo al cansancio.
—Y yo a ti, Tomi, como no te puedes imaginar —susurró de vuelta, consciente de que su novio ya no le oía.
Bill se desnudó también y se metió bajo las mantas, al lado del mayor y, pasando una mano por su cintura, dio una rápida mirada al reloj —5.30 AM— y cerró los ojos.
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El primero en despertar fue Bill, quien sonrió al sentir el peso del cuerpo de Tom a sus espaldas. Se movió con lentitud para no molestar a su novio. Al ver su rostro, se dio cuenta de que su ceño estaba relajado.
—Por fin has podido descansar, cielo —susurró y con cuidado salió de allí hacia el baño. Afortunadamente aún tenía sus artículos personales y se cepilló los dientes, entre otras cosas.
Fue hasta la sala y encendió la calefacción, junto con la cafetera nueva, regalo de su padre, y con una sonrisa, regresó al cuarto, donde Tom apretaba los ojos, como negándose a despertar.
—Hola, mi héroe —saludó el pelinegro, acercándose, hasta robarle un beso.
—Billa… —susurró con la voz ronca por el sueño—. Ven aquí —Se movió para que el menor se acostara a su lado.
—Estoy preparando café —anunció el pequeño, hundiendo su cara en el cuello de su novio y repartiendo besos de mariposa en la zona.
—Aaahhh —Suspiró el mayor y apretó el abrazo—. Creo que ha terminado todo.
—Tendremos que ver las noticias, para enterarnos de los detalles.
—No será necesario —Le dio un piquito—. Gustav se quedó con la policía, dijo que nos contaría todo, sólo es cuestión de llamarlo.
—De todos modos quiero ver las noticias.
—Tienes razón, pero aquí está taaaan calentito. —Se apretó al cuerpo del pelinegro y comenzó a hacerle cosquillas, desesperando al menor.
—¡Ah! —Gritó, estallando en carcajadas—. Me engañaste.
Se rieron como locos un rato, hasta que el menor comenzó a restregarse contra el cuerpo de Tom de una manera menos ingenua, hasta soltar un jadeo.
—Hey —dijo el mayor, mirándolo con una ceja alzada—. Recuerda que estoy convaleciente y no puedo hacer movimientos bruscos.
—Lo sé, lo siento —respondió el pelinegro con una sonrisa.
Lo cierto era que Tom no quería apresurar las cosas, no después de lo que había ocurrido en su último intento, tenía miedo de asustar a su Billa.
—No quiero terminar hospitalizado y con el brazo enyesado, por estar de caliente contigo, hermoso cantante —soltó en forma de broma, cosa que el menor creyó.
—Bien, entonces este hermoso cantante hará algo para que no tengas que esforzarte —dijo en forma sexy, alzando su ceja perforada. Tom sonrió emocionado.
El pelinegro se acercó a su boca y lo besó con pasión, siendo correspondido con igual ímpetu. Se puso sobre Tom a horcajadas y con sus manos, aprisionó las de su novio a su costado, para impedirle moverse. Bajó con su rostro, besando la mandíbula y el pecho del rastudo, descendiendo más, pasando por su estómago hasta llegar a su miembro abultado, cubierto por el bóxer.
—Oh Billa, no tie aaahhh… no tienes que hacerlo.
—Pero esto me dice que está bien —Señaló su erección—. Déjame hacerlo.
Tom asintió, no tenía la fuerza de voluntad para oponerse a algo así, menos si era su Billa quien lo proponía. El temor de su mente, fue relegado a un rincón, por la nube de lujuria que lo embargaba. Levantó las caderas para ayudarle a Bill a quitarle la prenda y al intentar acariciarle, fue golpeado.
—No, no te muevas, te lo prohíbo —ordenó el pelinegro.
—Wow, sí que estás pegando duro. —Se quejó el mayor, pero con una sonrisa.
Bill le guiñó y con su mano tomó el pene de Tom y lo masajeó, mirando a su novio, sonriendo al verle apretar los ojos por el placer. Con una sonrisa pícara se levantó de la cama y se quitó sus propios interiores, ante la absorta mirada del mayor.
Para Bill no era un asunto de calentura, pero todo había ocurrido otra vez. Por causas externas, su Tomi había estado en peligro y esta vez había sido algo serio, delincuentes sin escrúpulos lo rodearon y si no fuera por la buena fortuna, su Tomi pudo haber acabado muerto. Bill no quería separarse de él, necesitaba sentirlo, saber que estaba bien, a su lado, necesitaba demostrarle lo mucho que lo amaba.
—Oh Billa… —Gimió Tom al verle, con el miembro tan erguido como el suyo, tragó saliva y echó su cabeza en la almohada. Tal vez todo era un sueño. Pero la humedad que rodeó su erección contradijo su pensamiento—. Aaahhh.
—Mmm —Gimió el pelinegro, contra su carne.
Tom sintió la vibración y su cuerpo se tensó de placer. Alzó un poco la cabeza y notó el trasero alzado de su pequeño moviéndose sensualmente. Al achinar los ojos, notó el por qué del movimiento. Bill se estaba tocando, mientras su boca le daba corrientes eléctricas, su delicada mano masajeaba su propio miembro, era tan erótico verlo así, que quiso tomarlo de una vez. Hacerlo suyo, fundirse en un solo cuerpo.
—Ah, mmm, ah —Jadeó como un adolescente sin experiencia, pero es que cada cosa que hacía con Bill era completamente nueva y excitante, pese a haber recibido felaciones antes, nada se compararía ni de cerca a lo que Bill le provocaba. Con su adorado cantante había algo diferente y único, había… amor.
—Mmm —Sintió nuevamente las vibraciones en su carne, y aunque Bill no podía contenerlo por completo en su boca, el piercing de su lengua, lograba intensificar las ondas de placer, que muy rápidamente lo llevaban a la cúspide, hasta que finalmente.
—¡Aaahhh! Bill… —Gimió y se corrió, llenando con su semilla la boca de su pequeño.
Su cuerpo quedó flácido sobre la cama y sintió como su pequeño se sentaba entre sus piernas, con el rostro sonrojado y sudoroso… completamente adorable.
—Ven aquí —Pidió Tom. Estiró su mano buena y lo guió, para que se acostara a su lado.
—Oh… —Jadeó el menor, al tocar su miembro suave contra el muslo de su novio. Estaba delicado como él.
—¿Estás bien? —preguntó, tratando de recuperar el aliento.
—Sí… —susurró apenas el menor. Tom se apoyó en el codo, para verle a los ojos.
—¿Recordaste? —cuestionó temeroso.
Bill lo miró con sorpresa, ni siquiera se le pasó por la mente lo que el rastudo preguntaba y negó, pero luego escondió su mirada, temeroso. Era eso por lo que su Tomi no quería intimar con él, temía que fuera a recordar algo, como la vez anterior y lo arruinara todo. Se sintió dolido.
—Billa, lo siento —Se disculpó de inmediato, su conexión le indicaba que había metido la pata—. No quise… yo… lo siento.
—Sólo pensaba en ti, Tomi —dijo quedamente el menor, todavía sin mirarle.
—Mierda. Lo siento, Billa. —Tom se golpeó la frente con la palma de su mano.
—¿Cómo piensas que me iba a excitar si no es por ti, Tomi? —Esta vez sus palabras sonaron a reproche.
—Billa, Billa no te enojes —Tom se sentó en la cama y levantó al moreno, para que ambos se vieran a los ojos.
—¡Tonto! —Juguetonamente Bill le dio un golpe en el brazo.
—¡Mierda! Pegas bastante fuerte —Se quejó el rastudo—. Pero ya, en serio, Billa lo siento.
—Sólo te voy a perdonar si prometes decirme lo que piensas. Si tienes miedo de hacer el amor conmigo, dímelo —Tom asintió cohibido.
—Lo prometo. Yo… tenía miedo, ya sabes, no quería asustarte, te lo dije antes —Le dio un piquito—. Cuando recordaste estabas tan asustado, que yo quería morirme, no quería que te fueras a poner así nuevamente.
—Si estoy contigo, eso no pasará —Sonrió el pelinegro y devolvió el beso.
—Eso espero, porque cada vez es más difícil para mí abstenerme de tocarte —confesó el mayor—. Aparte de amarte con locura, te deseo, deseo tu cuerpo y quiero llenarte de mí. Sé que suena guarro, pero… —Recibió un beso húmedo, el cual correspondió hambriento.
—Lo sé, tontito, yo te deseo igual.
El celular de Tom sonó con insistencia y lo buscó entre sus pantalones, tocando algo frío que le puso la piel de gallina. Se ocultó un poco, hasta que sacó el sonoro aparato.
—Gabriel —Saludó con una sonrisa.
—Corre a ver las noticias. ¡Ahora Tom! —Mandó el chico y luego cortó.
—Espe…
—¿Qué pasa? —preguntó Bill con una ceja alzada.
—Gabriel dice que vaya a ver las noticias —contestó y caminó desnudo hasta la sala.
Bill lo siguió con los ojos pegados en el firme trasero de su novio, se lamió los labios y se preguntó mentalmente si alguna vez él podría entrar allí. Completamente sonrojado por sus pensamientos, se sentó en el nuevo sofá.
Los dos se quedaron con la boca abierta, pues la pantalla mostraba imágenes de Tom ingresando junto a Gabriel al hospital y luego, saliendo medio mareado, siendo sostenido por los brazos del pelinegro. La reportera lo mencionaba como el nuevo héroe de los adolescentes, ya que recordaron el video donde rescataba a Bill de la agresión de Bushido y ahora lo consideraban la persona clave, que ayudó a desbaratar el centro de operaciones del “Caso 69”. También mostraron a Gustav ayudando a la policía, sosteniendo un arma en su mano.
—Oh my God —exclamó el moreno—. Gustav está armado.
—Sí, Saki nos… cof, cof, “LE” dio un arma anoche, para que se protegiera —dijo rápidamente el rastudo. Bill le dio una mirada asesina.
—¿Me estás ocultando algo? —preguntó alzando una ceja de manera aterradora. Tom se hundió en el asiento y esperó lo peor, pero ningún golpe llegó, en su lugar vio que el pelinegro cogía su celular y marcaba a Gabriel.
—Hola Gabriel —Saludó con una sonrisa.
—Mi querida “Diva” —respondió emocionado el castaño.
—¿Dormiste bien?
—No soñé con nada.
—Excelente. Quiero preguntarte algo. ¿Viste las noticias? —preguntó de manera melosa, Tom sentía las mejillas arder, su amigo Gabriel no podría resistirse a ese tono cautivante—. ¿Es cierto que Tom estuvo ahí? Estoy muy orgullosa de él, pero ya sabes como es mi Tomi, no quiere admitirlo.
«Estoy muerto» Pensó el mayor y se cubrió el rostro con las manos.
—Lo hubieras visto, mi “Diva” —comenzó a relatar el chico—. Entró como todo un héroe, volaron la puerta de una patada y eran sólo ellos tres, por un momento pensé que nos matarían a todos y Tom se veía increíble con esa arma en su mano, parecía “James Bond” en sus películas de agente 007. Pero lo mejor fue como tomó ese cristal con las manos desnudas para liberarme de las cuerdas, la sangre corría por sus dedos, pero no le importó nada, sólo sacarme de allí. Ahora estoy enamorado de él y te lo quitaré, mi “Diva” —dijo, claramente bromeando.
—Wow —Bill escuchó todo y luego de lanzar un beso a Gabriel, colgó la llamada.
—Billa… —Tom quiso decir algo, pero fue rápidamente golpeado en pleno pecho.
—¡Idiota! —Gritó—. Te pudieron haber matado. Entraste sólo con Gus y Saki. ¡¿Estás loco?! Me querías dejar viudo antes de casarnos —Le volvió a golpear y Tom se protegió la cabeza, aceptando todos y cada uno de los manotazos, que luego declinaron y se convirtieron en sollozos—. Snif, snif, tonto. ¿Qué hubiera hecho yo sin ti? ¿Qué no pensaste en mí? Snif, snif ¿No pensaste en que eres lo único que me impide matarme?
Los fuertes y desnudos brazos de Tom lo apresaron y prácticamente lo sentó en su regazo. Besando su pelo, dejándole llorar. Ambos habían estado muy nerviosos el día anterior y debían soltar esa tensión.
—Lo siento.
—Te amo, idiota.
—Lo sé. Y siento mucho haberme arriesgado, pero debía hacerlo —explicó—. Pero ya todo se acabó y estamos todos a salvo. Y te sigo amando, incluso mucho más que antes y ahora comprendo lo que tú pasaste. Si no hubiera sabido nada de ti, me habría arrancado las rastas —El menor soltó una pequeña sonrisa, pues él pensó hacer lo mismo—. Te amo, Billa.
—Promete que no volverás a arriesgarte así.
—Lo prometo con una condición. —Bill se soltó para mirarlo, con sus ojos enrojecidos.
—¿Cuál?
—Que tú no estés involucrado. Porque si algo te pasa a ti, no me importará nada, cruzaré el mismo infierno para rescatarte, así me corten las manos, ¿entendiste? —Bill asintió sonrojado.
—Te amo, Tomi —Como respuesta recibió un beso.
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Después de haber comido las tan anheladas hamburguesas de McDonals, los chicos yacían frente a la pantalla una vez más, esperando saber más detalles del “Caso 69”.
Gustav les había llamado para informarles, que el lugar que la policía allanó la noche previa, era el centro principal de los delincuentes. Encontraron todos los implementos para la fabricación de la droga sintética. “Parecía un jodido laboratorio”, había dicho el rubio. Contándoles además, que los hombres que elaboraban la substancia, eran químicos que habían sido secuestrados hacía un año y que los oficiales a cargo nunca habían asociado su desaparición, a este caso.
Bill había respirado más tranquilo al saber que Luis Peterson estaba detenido junto al resto de los traficantes. Había confesado que había matado a su madre, cuando ella descubrió el dinero que el chico tenía “en exceso”, pero prefirió callar todo, para seguir cobrando los seguros de salud, pretendiendo que ella estaba enferma.
El rubio suspiró y dijo.
—También me pidió que le diera un recado a Gabriel —La pareja se tensó—. Dijo que a pesar de que nunca lo amó como Gabriel lo hacía, comprendió que el chico no era una mala persona y por eso se encargó personalmente de impedir que lo drogaran.
—No le creo —Confesó el de rastas sin ocultar su molestia.
—Seguramente los jefes de la pandilla lo habrían matado tarde o temprano —agregó Gus—, pero lo cierto es que no lo drogaron.
—Cuando hable con Gabriel, veré si es necesario decirle, ¿está bien? —expresó Tom, lo que menos quería, era que su amigo sintiera lástima por el tipo que puso en riesgo su vida, pero si veía que esas palabras servían para darle un empujoncito y sacarlo del estado de miedo en el que ahora estaba, lo haría.
—Bien —continuó el rubio—. Lo último, Saki dice que necesita que le devuelvas el revólver, no quiere que te vayas a volar un pie con él. —Tom sintió como le picaba la cara, pues la mirada fiera de la “Diva” le perforaba las mejillas.
—Está bien. Veré si lo tengo. Tal vez lo perdí en la zona del crimen —dijo para tratar de evitar un nuevo golpe.
—No quedó allí. Saki revisó las ramas incautadas y la suya no estaba. —Finalizó Gus.
—Oh.
—Eso es todo. Saludos a Bill. Adiós —Y colgó la llamada.
Tom abrió los ojos y vio como el cantante caminaba a toda velocidad hasta la habitación y revisaba sus bolsillos.
«Oh no» Pensó con amargura.
El pelinegro se quedó estático al sentir aquella cosa fría entre sus dedos y con mucha lentitud la sacó del pantalón. Tom lo miró con preocupación, temeroso de que fuera a soltar el arma y esta se disparara por accidente. Recordó que no tenía el seguro puesto y arrugó el ceño.
—Cuidado con eso, bebé —Pidió, notando como las delicadas manos temblaban y el semblante de su Billa se contraía en una mueca de terror.
—Oh my God —susurró. Sin poder evitarlo, el mayor se acercó hasta él y le arrebató el peligroso objeto, asegurándolo y dejándolo sobre la mesita de noche.
—Lo siento, Billa.
—Ya he oído muchos “lo siento” en este día —trató de sonreír—. Pero lo prometiste. Ya no más armas ni cosas peligrosas.
—Ya no más. —Imitó su sonrisa y lo abrazó.
—Te amo, Tomi, recuerda eso. Recuerda que si te pasa algo, yo me moriré.
—Lo sé. Y no quiero que eso ocurra. Quiero que vivas feliz y a mi lado —Se besaron, hasta que nuevamente el celular los distrajo—. ¿Y ahora quién? —Contestó cansado—. Diga.
—Tom, soy Gordon —El aludido se tensó, por el tono preocupado del adulto.
—Señor, ¿pasa algo?
—Necesito que vengan a casa. Andreas está aquí —Tom palideció, y luego enrojeció de ira, apretó los puños.
—Sí, señor —Cortó la llamada.
—¿Era mi padre? —preguntó el pelinegro, divertido al ver la actitud de respeto de su novio.
—Andreas está en tu casa. Quiere vernos.
& Continuará &
Es hora de enfrentar a Andreas. ¿Creen que Tom le deje decir algo? ¿O lo molerá a golpes antes de confesar? No se pierdan la continuación.