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“Fashion” Fic Twc / Toll escrito por MizukyChan
Capítulo 47: Trouble
Oh no what’s this? A spider web and I’m caught in the middle. I turned to run ‘coz the thought of all the stupid things I’ve done.
I never meant to cause you trouble, I never meant to do you wrong, well if I ever caused you trouble, I never meant to do you harm.
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Oh no ¿Qué es esto? Una telaraña y estoy atrapado en el medio. Giro para huir, al pensar en todas las cosas estúpidas que he hecho.
Nunca quise causarte problemas, nunca quise hacerte mal. Y si alguna vez te he causado problemas, nunca tuve la intensión de herirte (Coldplay)
Tom había terminado su trabajo en la biblioteca del señor Collins, mucho después de su horario normal. El hombre le había comentado que estaba haciendo un negocio muy importante con una empresa distribuidora de libros y que no había mejor locación para llevar a efecto la entrevista, que en su adorada biblioteca. El rastudo, por supuesto, había aceptado de inmediato a hacerse cargo de todo, durante dicha reunión y el anciano sintió un inmenso alivio al oírle, ya que no podía confiar en sus hijos para dicha tarea.
El chico había hablado con Bill al respecto y el menor no puso reparos, pues comprendía el cariño que tanto Tom como el señor Collins sentían el uno por el otro. Además, él también tenía un trabajo que hacer, debía convencer a Paul Listing de que diera su apoyo y patrocinio, para llevar a cabo la fiesta invernal de la escuela en su propio club nocturno.
Tom le deseó buena suerte a su novio cuando hablaron por teléfono, pero casi una hora después, había algo que le molestaba. El joven atleta, sentía que la conexión que tenía con su querido cantante, le estaba indicando que Bill estaba triste.
«Quizás Paul no aceptó la propuesta de mi Billa» Pensó, mientras caminaba por las frías calles, de regreso a su departamento. Luego arrugó el ceño, recordando que había oído a algunos de los “pretty people” hablar entre susurros, que si accedían a realizar la fiesta en el club, podrían tener diferentes bebidas alcohólicas al alcance de la mano.
«Seguro Paul pensó lo mismo que ellos y no querrá tener problemas con la policía, no después de todas las normas que se tomaron para evitar que hubiera más atentados contra la juventud, después del “caso 69”» Reflexionó en su cabeza. Lo más probable es que fuera eso.
Asegurándose que no sería tan grave, Tom sonrió para sí mismo, su Billa podía actuar como “diva” cuando quisiera, pero él estaría allí, para volver a poner sus pies en la tierra. Sabía que la mejor forma para quitar la nariz arrugada de su cantante favorito, era con unos besos calientes y bien húmedos, seguidos de abrazos bien apretados y lo mejor de todo era, sin duda, terminar exhaustos en la cama, después de hacer el amor. Sí, esa era la fórmula perfecta para ganarle a la “Diva Kaulitz”.
Pero al pensar en todo aquello, más las imágenes mentales que venían a acompañar sus pensamientos, habían logrado despertar el deseo en su cuerpo. Disimuladamente, bajó la mirada hasta sus pantalones, agradeciendo a Bill y Gabriel, por haber escogido un look así de ancho, para que su erección no fuera notoria. Volvió a sonreír, sacando el celular de su bolsillo y mandó un mensaje a su pelinegro.
“Quiero que me cuentes en persona cómo te fue.
Ven a mi casa ahora.
Te ama, Tom”
Cuando el aparato vibró, confirmando que su mensaje había llegado a la otra persona, lo volvió a guardar y corrió, escaleras arriba. Prepararía algo de chocolate, para ponerle a Bill en el pecho y lamerlo… lentamente. Su miembro palpitó dentro de sus pantalones, pero no importó, pronto tendría acción.
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Bill cogió su celular y sonrió apenas, al ver el mensaje de su Tomi. Siempre se sentía más fuerte cuando el rastudo aparecía, pero en esos momentos la culpa, era mucho mayor.
—Debo irme —dijo con la voz baja, guardando el teléfono en su costoso bolso Prada.
—Georg ya se fue. ¿Quieres que te pida un taxi? —Ofreció la mujer. El chico la miró alzando una ceja, ante esa muestra de amabilidad.
—Sé movilizarme en la ciudad, gracias —Soltó sin poder evitar que sonara sarcástico.
—¿Oh, en serio? —Contra-atacó ella, aún más irónica.
—No me he ganado el apodo de “Diva” por nada —comentó, bebiendo el resto de su trago de un solo golpe, sin hacer una mueca, pese al escozor que sintió bajar por su garganta.
—Ok, “Diva” —Ella enfatizó la palabra—. ¿Cuándo lo harás?
—Pronto —Fue lo único que pudo ofrecer. Estaba aterrado, pero lo haría.
—¿Y cómo lo sabré? —Insistió la mujer.
—Porque seguramente él te buscará —Ella asintió, notando el dolor en el rostro del joven. Podía asegurar que sus sentimientos eran genuinos y no un simple capricho, como había pensado antes.
—Bill… —Ella quería afirmarle, que no se aprovecharía de la situación. Que si Tom llegaba a su lado, ella respetaría su acuerdo, pero el pelinegro, no levantó la mirada y simplemente salió del club.
Fuera, un vehículo oscuro y con vidrios polarizados se acercó hasta la entrada. Una de las ventanillas se abrió y el guapo hombre frente al volante habló.
—Tu amigo se fue hace un rato. ¿Quieres tomar un taxi o te llevó? —Ofreció amablemente. Bill no dijo nada, sólo entró en la parte trasera y soltó el llanto.
Jeremy encendió el carro y condujo en silencio, dando vueltas y vueltas, hasta que el joven dejó de llorar con amargura. Cuando sólo hipaba, se estacionó y bajándose del coche, se subió atrás para mirar de frente al pelinegro.
—¿Quieres hablar? —El cantante negó con la cabeza y sólo atinó a abrazar al hombre mayor, quien le acarició la espalda con cariño—. Nada es tan grave cuando las cosas se hablan.
—Tengo miedo de hablar.
—Y si continua siendo un secreto, tu cabeza hará que el temor se extienda más allá de lo normal y lo volverá un problema sin solución —comentó el agente, sin soltar al menor.
El celular del cantante comenzó a sonar insistentemente, pero al ver que el chico no tenía intensión de contestar, Jeremy aceptó la llamada.
—Diga.
—Hola, soy Andreas, ¿está Bill? —dijo el rubio, dando por hecho que era algún empleado del pelinegro, quien había contestado el teléfono.
—Un segundo —El adulto le entregó el aparato al aludido, y sin esperar respuesta, salió del coche, para volver a ingresar, tomando el control del carro.
—¿Hola? —dijo levemente cantante.
—Hola Bill. ¿Qué pasa? Te escuchas un poco ronco —cuestionó el rubio, al otro lado de la línea.
—No es nada —respondió el menor, aclarándose la garganta, lo que menos necesitaba ahora, era dar explicaciones.
—Ok, si es lo que dices —Andreas cambió el tono preocupado a uno realmente emocionado—. Necesito que vengas a casa ahora mismo —Casi gritó por el teléfono.
—¿Eh? ¿Por qué?
—Tienes que ayudarme a escoger un atuendo, porque saldré con Heidi.
—¿La porrista descerebrada? —indagó con ironía el pelinegro.
—No le digas así. A Romina nunca la has tratado mal —Se quejó el rubio, al mencionar a la novia de su amigo Georg.
—Está bien. Lo siento, Andy —Se disculpó, pero sin sentirlo realmente, no le gustaba esa chica, le daba mala espina.
—El asunto es que hoy le pediré que sea mi novia —exclamó con la voz alegre—. Le compré un anillo, tienes que verlo, Bill.
—Por supuesto que lo haré. No dejaré que mi amigo haga el ridículo obsequiando algo de segunda mano —Arrugó la nariz, inspeccionando sus uñas. Se había mordido el esmalte, en el Club Listing.
—¡Bill! —Gritó Andreas indignado—. No tengo tan mal gusto, jamás compraría un anillo de segunda mano para mi futura novia —Se defendió.
—Mejor me cercioro de ello por mí mismo. Mira que tus gustos han caído en picada si pensamos en Alex Manzur —Soltó con sarcasmo, cosa que dejó sin aire al rubio.
—Lo… siento.
—Voy para allá —Bill cortó la llamada.
—¿Vamos con Tom o con tu amiguito? —preguntó Jeremy sin dejar de conducir.
—Iremos con Andreas y luego con Tomi —respondió el pelinegro, tomando una gran bocanada de aire, necesitaba calmarse antes de ver a su novio.
—Será mejor que arregles tu maquillaje. No querrás que te vean como mapache, ¿cierto? —Bromeó el adulto, cosa que hizo sonrojar al cantante.
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Después de asegurarse de que el anillo de Andreas era hermoso, Bill pensó que ya había cumplido con su “buena acción” del día y optó por correr a los brazos de su Tomi. Debía aprovechar al máximo los momentos con su novio, antes de que le confesara la verdad y lo perdiera… al menos por un tiempo.
Bill no era ingenuo, estaba consciente de que explicarle a Tom sobre la apuesta los separaría, era algo inevitable. Su novio era un hombre muy tranquilo y comprensivo, pero “la apuesta” le quitaría la paciencia hasta un santo, así que mejor se preparaba para recibir la “ley del hielo” por un buen tiempo. Sin embargo, no se dejaría vencer, ni mucho menos haría algo ilógico como atentar contra su vida o cortarse, no haría algo tan bajo para retener a Tom, sería como cuando las mujeres se embarazan, al darse cuenta que sus esposos tienen una amante y tratan de retenerlos a costa de la criatura. Él no haría eso, él lucharía por su amor, ya le había asegurado a Tom que sería su sombra, hasta que recibiera su perdón y pudieran estar juntos sin mentiras ni secretos de por medio.
—Bueno, suerte en tu cita, Andy —Bill hizo adiós con la mano y se dispuso a dejar el cuarto del rubio, pero fue atrapado por la muñeca.
—Claro que no.
—¿Qué…?
—Tú vienes conmigo, Bill. Tú y Tom. Tendremos una cita doble —agregó a modo de explicación.
—Estás loco.
—Vamos, Bill, ni siquiera es tan tarde —Suplicó el chico—. Además es viernes, Tom no trabaja mañana y no tenemos ni escuela, ni deberes.
—Pero…
—Por favor… —Puso cara de cordero degollado, que en lugar de encantar a Bill lo hizo reír.
—No le pongas esa cara a tu novia —le advirtió, sin dejar de reír—. Es en serio, no te sale bonita —El rubio arrugó el ceño.
—¿Vas a ir o sólo me vas a criticar?
—Está bien. Vamos a buscar a Tom.
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Andreas llevó a su amigo, mientras Jeremy los seguía de cerca en su coche. El rubio hablaba sin parar, mientras que Bill, miraba sus uñas maltratadas y arrugaba el ceño, se le estaba acabando el tiempo y tenía miedo.
—Llegamos —comentó el rubio, moviendo al cantante, que parecía en otro mundo—. ¿Seguro que estás bien? Luces extraño.
—Sólo estoy cansado, Andy.
—Tú nunca estás cansado, Bill.
—Voy por Tom —cortó, no quería comenzar a hablar y arrepentirse después.
El pelinegro cogió su bolso y emprendió la carrera por las escaleras que ya se había acostumbrado a subir. El rubio lo seguía de cerca, con la respiración agitada, pues él no gustaba del ejercicio.
Haciendo uso de su llave personal, el pelinegro abrió la puerta y entró, llamando en forma cantarina a su novio.
Tooommmiii
Unos brazos fuertes lo cogieron por la cintura y apenas lo voltearon, fue atrapado en un beso salvaje y lleno de deseos. Jadeando por la sorpresa, Bill entreabrió sus labios, para dejar que Tom jugara con el piercing de su lengua, masajeándola contra la suya, y disfrutando, al sentir como el mayor, pegaba más sus cuerpos. Las hormonas rápidamente prendieron las ansias en el menor, quien enredó sus brazos en torno al cuello de su novio, gimiendo de gusto al sentir como su trasero era estrujado con posesión.
—Cof, cof —Andreas se aclaró la garganta, al cruzar por la puerta y ver la escena pornosa frente a la sala.
—Mmm —Fue lo que obtuvo como respuesta, por parte del pelinegro.
—Vamos, chicos, no tienen tiempo para el sexo. Debemos irnos en quince minutos —Reclamó el rubio y sólo entonces, Tom pareció darse cuenta de que había alguien más en la habitación junto a ellos.
—¿Andreas? —susurró, abriendo un ojo, sin dejar de abrazar a su pequeño, quien aún tenía su boca pegada a su cara.
—Oh, Tomi, lo siento —Bill se separó del rastudo y se puso detrás de él, pues su erección era evidente en esos pantalones ajustados—. Andy quiere que tengamos una cita doble.
—¿Doble? —Tom alzó una ceja—. ¿Tienes novia? —dijo sólo para molestarlo.
El rubio captó la doble intención de sus palabras, pero no hizo caso, no quería perder el buen humor y alzando los hombros contestó—. Tendré una si llegamos a tiempo a la cita.
El de rastas, aún sentía el calor en su bajo vientre, por todas las cosas que había planeado hacerle a su pelinegro cuando regresara a casa y así quitarle la amargura de no haber conseguido el Club Listing, pero al ver la sonrisa tímida de su pequeño, simplemente asintió.
—Te traeré agua fría —comentó Bill, pues sabía que beber líquidos helados, ayudaba a bajar a su amiguito.
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Después de lo incómodo de la situación, los tres jóvenes llegaron al restaurante donde Heidi los encontraría. A pesar de haber llegado con doce minutos de retraso, la chica no estaba allí.
—¿En serio crees que venga? —preguntó el rastudo, sólo para seguir picando al rubio.
Después de la confrontación que tuvieron junto a Oscar Manzur, cuando relataron toda la verdad de la violación de Bill, Tom nunca volvió a tratarlo igual. Su novio, sin embargo, lo perdonó y después de dos semanas en completo silencio, volvió a llamar al rubio y, aunque sus conversaciones nunca tocaban temas demasiado personales, ellos volvieron a ser amigos. Para el rastudo era una historia completamente diferente. El rubio había traicionado a Bill y, por esa razón, su adorado cantante estuvo a punto de quitarse la vida, y las cicatrices de dicho acto aún estaban presentes en las muñecas del menor, así que él podría tolerar al rubio, sin golpearlo, pero más allá de eso, nada.
—Claro que vendrá —aseguró Andreas—. ¿Quién podría resistirse a un chico tan guapo como yo?
—Yo lo haría —contestó sin dudar el de rastas, con una sonrisita maliciosa en la cara.
—Y yo —agregó con solemnidad el pelinegro, pero luego, los dos comenzaron a reír, al notar como el rubio se ponía cada vez más pálido.
—Hola —Una voz chillona saludó al grupo.
—Heidi —Andreas se levantó de la silla y le dio un abrazo a la chica—. Bienvenida.
La pareja que observaba la escena, quería volver a estallar en risotadas. Bill, porque el atuendo que traía la mujer era horroroso y Tom, porque le encantaba como su pelinegro arrugaba la nariz, cada vez que veía algo de ropa que no combinaba. Por respeto a su amigo, el menor se abstuvo de hacer un comentario sarcástico y el de rastas, simplemente apretó el muslo de su novio.
—Espero que no te moleste que tengamos una cita doble —comentó Andreas de manera casual. La rubia negó con la cabeza, la verdad era espléndido, porque pensaba que el platinado era muy aburrido. Ella salía con él, porque era rico y la llevaba a los mejores lugares, sin contar con la enorme colección de música que le había regalado. Sin embargo, esperaba que los regalos se volvieran más ostentosos, y la palabra “joyas” brilló en su cabeza superficial.
—Hola Bill —Saludó al pelinegro, nadie se extrañó que conociera su nombre. La “Diva Kaulitz” era el personaje público de la escuela, además de ser famoso con la banda “The beautiful people”—. Hola Tom —El aludido estrechó su mano, pero el pelinegro arrugó el ceño.
El grupo cenó tranquilamente, conversando sobre cosas triviales, la escuela, la banda de Bill y el futuro baile de invierno, que sería auspiciado por Paul Listing.
Cuando Tom escuchó la confirmación de su novio, de que la fiesta sería en dicho club, arrugó el ceño, si eso no era lo que había tenido triste a su cantante, se preguntó qué podría haber sido. No recordaba nada que pudiera darle una pista de que su Billa estuviera preocupado por algún otro asunto y no le agradó la idea de que hubiera secretos entre ellos. Sin poder evitarlo, apretó el muslo de su pareja, quien le miró con una tímida sonrisa, mostrando nuevamente aquella nostalgia en sus ojos.
—¿Estás bien, Billa? —preguntó suavemente, cuando retiraban los platos.
—Estoy cansado —respondió con igual suavidad el menor, pero el rubio, que observó la escena, arrugó el ceño.
—Creo que deberías llevar a Bill a descansar, Tom —comentó Andreas.
—¿No te molesta? —cuestionó el moreno, sin pensar en el delicioso postre que podría haber devorado.
—No, Bill. Has estado raro, creo que es mejor que duermas.
Ante tal comentario, el rastudo nuevamente arrugó el ceño. Andreas conocía bastante bien a su novio y si él también había notado la falta de energía en su pelinegro, entonces no era paranoico de su parte pensar que algo andaba mal.
—Vamos, Billa —Cogió su mano y lo guió fuera del restaurante.
—¿Pedirán un taxi o los llevó yo? —Ofreció Jeremy, bajando del vehículo.
Tom volvió a fruncir el ceño, no le gustaba que el agente estuviera a cargo de vigilar a su Billa, no es que tuviera motivos para estar celoso, pero el hombre era muy guapo y siempre parecía gravitar en torno a su pequeño.
—Prefiero que Saki nos lleve —contestó el de rastas, haciendo una seña al otro agente, quien siempre le guardaba las espaldas.
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Cuando llegaron al edificio, Tom cogió la mano de su pequeño y lo guió por las escaleras, podía sentir la tristeza de su Billa y sentía en su pecho un extraño dolor, algo que no alcanzaba a identificar.
Con la respiración cansada por la subida, Tom abrazó a su pequeño y lo cargó hasta la sala, donde lo sentó sobre sus piernas y besó su cabello.
—Estás triste —afirmó, cosa que intimidó al moreno.
—Cansado —Trató de contradecir, pero fue apresado en un beso.
—Quiero quitarte esa tristeza —Ofreció una sincera sonrisa y sin poder evitarlo, Bill se sonrojó.
Una vez Tom le había comentado que Xaviera le había apodado “Sex God”, cosa que le pareció divertida, por todos los problemas que tuvieron para intimar por primera vez, pero ahora, su Tomi estaba constantemente lleno de energía y siempre lograba encontrar nuevas formas de complacerlo físicamente.
—¿Y cómo planeas hacerlo? —indagó el menor, alzando una ceja coquetamente.
—He planeado varias maneras —Tom se humedeció los labios—. ¿Quieres intentarlo?
—Sí. Quiero intentar todo contigo, Tomi.
El rastudo miró los achocolatados ojos contrarios y lentamente se acercó, juntando sus narices con cariño.
—Te amo, Billa —Sus alientos chocaron y las descargas de adrenalina estallaron en ambos cuerpos.
& Continuará &
Habrá lemon, pero ¿Le dirá Bill la verdad a Tomi? ¿O lo hará Xaviera? Bill mencionó algo de que se le acaba el tiempo. Habrá sido un ultimátum de la mujer. Me muero de nervios ¿ustedes no? Ya se acerca el final de la apuesta, así que no se pierdan la continuación. Besos a todos y gracias por seguir leyendo.