5: ¿Amigos?

Gracias por volver a leer y apoyar este fic viejito ;)

Fashion” Fic Twc / Toll escrito por MizukyChan

Capítulo 5: ¿Amigos?

Who says you’re not perfect? Who says you’re not worth it?

(¿Quién dice que no eres perfecto?, ¿quién dice que no vales la pena?)

Por la mañana, vestido sensacionalmente, Bill Kaulitz se reunió con su amigo Andreas en las banquetas de la entrada de la escuela. Tenían como costumbre sentarse al frente para poder burlarse de los atuendos de la “gente común” y de las extravagancias de las porristas.

El pelinegro paseaba la mirada por cada estudiante que se acercaba a la escuela, sólo para seguir buscando a quien realmente esperaba.

Tierra llamando a Bill —bromeó el rubio platinado—. ¿Qué te pasa hoy?

Nada, estoy perfecto, ¿no lo ves? —hizo un gesto para destacar su apariencia.

Estás esperando a Trumper, ¿verdad? —dijo el chico, conocía al pelinegro desde que eran niños, sabía cuando su amigo tenía cambios y justamente ahora los estaba mostrando muy abiertamente. Debía protegerlo—. Mira esto —sacó un sobre amarillo de su mochila y se lo entregó al más delgado, quien lo abrió sin dudar.

Dios mío —dijo arrugando la nariz al ver las fotografías del paquete—, ¿qué es esto?

La apuesta.

¿Qué?

Debo documentar la apuesta para verificar tu triunfo amigo —dijo el rubio como si fuera obvio.

¿Cómo, tan rápido?

Apenas quedó claro lo de las víctimas, llamé a un amigo para que hiciera fotografías de ambos, Trumper y Shafer, el “antes” y “después”  —agregó haciendo comillas.

Andreas, ¿no crees que es demasiado? —De pronto Bill no quería exponer a Tom a ninguna de estas humillaciones.

Debo decir que, con sólo sacarle los lentes, ya cambiaste a Trumper —dijo en forma despectiva el chico—. Aunque con su forma de ser tan, no sé, inferior… no creo que llegue a ser uno de los nuestros.

Basta Andreas, no lo conoces, no digas eso.

Hola chicos —dijo Georg sentándose junto a ellos—. ¿De qué hablan?

De nada —el pelinegro tomó sus cosas y salió de allí con rumbo a la cafetería, topándose con Gabriel, el amigo de Tom.

Hola Bill —le saludó el chico con cara de “crazy-fan-girl”

Hola… —había olvidado su nombre.

Gabriel.

Sí, Gabriel… ¿has visto a Tom?, pensé que llegaría temprano, pero aún no lo veo —dijo el chico, tratando de no sonar necesitado.

¿Tom, tarde? Bill, hay ciertas cosas que debes saber sobre nuestro querido Tom —el más delgado alzó una ceja y le animó a continuar—. Por ejemplo, siempre llega a la escuela a las siete, corre media hora, se ducha y viene a tomar un café antes de entrar a clases.

¿No? —Bill estaba sorprendido—, ¿a las siete? —el otro chico asintió—, ¿todos los días?

Debería estar por llegar —dijo mirando el reloj—, justamente por eso le compré un café.

Pero si ha estado corriendo, necesita más que eso.

Dejando a Gabriel solo, se acercó a la dependienta y le pidió algunas cosas, que le entregó en una bandeja. Al girar, se encontró con la hermosa sonrisa de Tom, al saludar a su amigo. De pronto ya no eran hermosos sólo sus ojos, sino también su sonrisa. Sacudió la cabeza y fue a reunirse con ellos.  Arrugando la nariz al ver su desteñida playera y su gigantesca ¿qué era eso?, ni siquiera podía nombrarlo, pero le hacía ver obeso, en fin.

Hola Tom, ten esto —quiso pasarle la bandeja, pero vio que estaba cargado de libros.

¿Bill? —dijo sorprendido el rastudo.

Bien, aún recuerdas mi nombre —dijo con altivez el pelinegro. Gabriel sólo sonreía de lado y sujetó algunos libros de su amigo para permitirle tomar la bandeja.

Claro que lo recuerdo, es sólo que…

¿Qué? —le animó el menor, y caminaron hacia una mesa.

Pensé que no me hablarías en la escuela —dijo bajando la mirada.

¿Y eso por qué?

Vamos, Bill —le vio directo a los ojos—, has sido muy amable, pero aquí tienes una reputación que mantener. Yo no soy de  los “pretty people”.

Tonterías —le cortó el pelinegro y tomó el café que Gabriel compró para el rastudo—. Yo puedo estar con quién me de la gana.

Hey, ese es mi café —le reclamó el mayor.

Eso es para ti. Leche con chocolate, panecillos dulces y unas galletas. Muy saludable —dijo señalando la bandeja. Gabriel quería reír ante la pose mandona de Bill y la angustia de su amigo, por querer contradecir al pelinegro, pero a la vez, tentado a comerse todo.

¿Por qué?

Has corrido toda la mañana, tienes que comer o te dormirás en clases y debes poner atención, porque yo me distraigo con mucha facilidad —fue el pobre argumento que dio y que al parecer fue suficiente para el rastudo.

Creo que eres una bruja —dijo de pronto Tom riendo.

¿Qué, que soy una bruja? —preguntó indignado el pelinegro—. Te doy un rico desayuno, ¡¿y soy una bruja?!

No… espera, déjame explicarte. ¿Has escuchado el cuento de Hansel y Gretel? —el chico delgado negó con la cabeza—. En el cuento una bruja secuestró a estos dos hermanos y los alimentó con el fin de hacerlos engordar y luego comérselos —Bill lo miraba sin entender, hasta que con una brillante sonrisa Tom preguntó—. ¿Quieres comerme, Bill?

Listo… la imaginación del pelinegro se disparó, en su imagen “comerme” claramente significaba él, entre las piernas de Tom con todo su miembro en la boca, oyendo los gemidos de placer del rastudo. Comiéndose todo lo que Tom pudiera darle. Los colores en sus mejillas hablaban por sí solos.

Yo… yo… —tartamudeó y Gabriel se partía de la risa.

No digas tonterías, Tom, Bill no planea comerte… “aún” —dijo bajito la última palabra, pero ambos chicos escucharon y le vieron partir de allí en busca de su salón de clases.

Creo que nosotros también debemos irnos —dijo el pelinegro, tomando la servilleta de la bandeja y limpiando una pequeña miguita del labio de Tom, tal como éste había hecho la noche anterior.

Tienes razón —tras dejar la bandeja, ambos caminaron lado a lado por el pasillo, ganándose extrañas miradas, hasta que el rastudo llevó al pelinegro a uno de los lavados y cerró la puerta.

¿Qué pasa? —Bill recordó la imagen anterior de él “comiéndose” a Tom y sintió que se estremecía por la anticipación.

Bill, seamos claros… —esas palabras no le gustaron al pelinegro.

Yo soy  claro, pero tú no lo estás siendo justo ahora, ¿por qué me traes aquí? —preguntó sonrojándose, mirando a los cubículos que los ocultarían de alguna travesura mañanera, por alguna razón se sentía con ganas de portarse mal al lado del rastudo, vio sus músculos cubiertos por la ropa gigante, pero se estremeció al pensar como lo sostendrían fuertemente mientras…

¿Bill?

¿Ah?

Te fuiste a las nubes.

Oh, lo siento. ¿Decías?

Dejemos las cosas claras —el menor asintió—, yo te haré clases, tú me pagarás de esta forma rara —Bill volvió a asentir—, pero eso no significa que estamos como decirlo… relacionados.

¿Qué? —estas palabras le rompieron el corazón al más delgado.

Eso, no quiero que hablen mal de ti por estar conmigo, recuerda “No one ugly allowed” —dijo el de rastas sacudiendo la cabeza.

¿Lo haces por mí? —preguntó el incrédulo.

Claro que lo hago por ti, yo no tengo una reputación que perder. No soy nadie.

¡Tonto! —casi gritó el pelinegro—. No digas basura como esa. Eres  Tom Trumper, un estudiante magnífico, con beca y todo, deportista y eres… —se sonrojó—, la persona más honesta que conozco —sin poder controlarse, se lanzó contra el firme pecho del mayor y le abrazó—. Estuviste conmigo cuando me quebré y ya ha pasado un día completo y no has hecho ni una sola broma sobre ello.

Bill… —Tom soltó todas sus cosas, para dejar sus manos libres y corresponder el abrazo del pelinegro—, jamás me burlaría de tus sentimientos.

Lo sé, por eso quiero tenerte cerca —suspiró, separándose a regañadientes.

Pero… tus amigos podrían lastimar a Gabriel y eso… no me lo perdonaría.

Siempre piensas en los demás, eres… —llevó la mano a la mejilla de Tom—, eres algo más —arrugó el ceño—, pero tienes razón, mis amigos… no confío en mis amigos. Dios, ni siquiera confío en mí.

Comenzó a pasearse por todo el baño, pensando en que si llevaba a Tom a su grupo, a alguien se le podría escapar que él es sólo una víctima de la apuesta y eso echaría todo a perder, es más, estaban las fotos. No se percató que estaba tan aproblemado, hasta que sintió los fuertes brazos del rastudo abrazarlo otra vez.

Calma…

Lo siento Tom, quisiera que las cosas fueran más simples.

Lo sé, las clases sociales son así —ambos se miraron.

¿Te veo después de clases? —preguntó el pelinegro entusiasmado.

Me temo que no.

¿Por qué?, ¿ya me odias? —arrugó el ceño, preocupado—. Todos me odian.

No… —rió—, tengo entrenamiento una hora después de clases y luego tengo trabajo en la biblioteca, hoy comienzo con mi nuevo horario.

¿Qué haremos?

Hablaré con el señor Collins, le pediré permiso para que vayas conmigo y estudiemos allí —los planes de “comerse” a Tom se esfumaron al pensar en “estudiar en una biblioteca”.

¿Y cómo me enteraré?, ¿me das tu teléfono?

No tengo, pero nos vemos mañana y te cuento —dijo el rastudo recogiendo sus cosas del piso.

¿Hoy no?, pero… me atrasaré —dijo como última opción, no quería pasar el día sin ver a Tom nuevamente—. Iré a tu casa.

No es necesario, sé que te incomodó mi casa —dijo el de rastas, avergonzado.

Claro que no. Iré a tu casa. ¿A qué hora llegas? Espera ¿a qué hora terminas en la biblioteca?, te pasaré a buscar —dijo decidido.

Bueno, termino a las siete ¿es muy tarde para ti?

Es perfecto. A las siete pm. Adiós.

Adiós —el de rastas miraba embobado como aquella “diva” insufrible, de pronto era alguien tan cordial. Sin duda era el fin del mundo.

&

En clases como siempre, el de rastas tomaba apuntes de lo más importante que el profesor mencionaba, haciendo caso omiso de las boberías y burlas del grupo de “pretty people”, sin embargo durante todo ese día, no oyó la voz de Bill en forma peyorativa hacia ninguno de sus compañeros, sólo le escuchó hablar sobre el baile de bienvenida y de la banda. No podía evitar sonreír y recordar las palabras que su madre solía decir “Todos necesitan una segunda oportunidad”.

&

Por su parte, el pelinegro estaba en su nube nueve, pensando en cómo Tom se había preocupado por no arruinar su reputación y cómo le había abrazado en los baños, para calmar el ataque ansiedad que le estaba dando. Suspiró.

Estás loco este día —murmuró Andreas a su lado, sin prestar atención al profesor.

No es eso.

Ya sé, es Trumper.

Es Tom, no le llames Trumper, como si esto fuera el ejército o algo peor —le regañó el pelinegro, lo más bajo que pudo, no quería que esa conversación llegara a oídos de su ¿cómo decirle?, ¿amigo?

Él es tu víctima, Bill —los ojos del pelinegro se dilataron de furia.

¡No digas eso!

¿Por qué?

Él no lo sabe —le aseguró y puso su mirada de hielo—, si se enterara, me manda a volar, igual o peor que Gustav con Chantelle.

¿Y por qué aceptó? —preguntó el rubio, cada vez más interesado en la charla.

Lo contraté como profesor particular —dijo el pelinegro hundiéndose en su lugar.

¿Qué? Ja, ja, ja —y Andreas estalló en risas, el maestro le reprendió y todo volvió a quedar en silencio. El rubio respiró y miró a su amigo—. Tú no necesitas un profesor particular, eres muy bueno recordando datos y eso te mantiene bien en la escuela.

Lo sé, fue lo único que se me ocurrió y al parecer ha resultado.

Tienes mucha suerte —dijo el rubio, entregándole otro sobre amarillo.

Ya lo vi —dijo el pelinegro, aterrado de que esas fotos llegaran a manos equivocadas.

Son de Chantelle —dijo Andreas con una sonrisa pícara en su rostro.

Veamos entonces… —dijo igual de entusiasmado. Miró las fotos una por una, sin poder contener una carcajada, cuando vio a la porrista rubia sentada en las piernas de Gustav y luego como él la dejaba en el suelo, sin mucha ternura.

Bill, Andreas, silencio —les regañó nuevamente el profesor.

El pelinegro buscó la mirada de desaprobación del restudo, pero éste le ofreció una sonrisa, cosa que causó que cientos de mariposas flotaran en su estómago.

Esto es muy malo… —susurró el rubio platinado, sin que su amigo le escuchara.

 

&   Continuará    &

Tomando en cuenta que Tom ya tiene un trabajo ¿podrán juntarse realmente a estudiar?, porque si no es posible, Tom no aceptará los regalos del pelinegro. Sigamos leyendo y veamos qué pasa. Besos.

Escritora del fandom

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