“Tinta” (Fic de MizukyChan)
Capítulo 5: Un cambio
Cuando la pareja de Kaulitz dejó la consulta, David se dio un minuto para suspirar. Era por casos como estos por lo que se había vuelto psicólogo. Así como los niños con problemas se convierten en profesores de enseñanza diferencial, había muchas personas que al superar algunas de sus dificultades en la vida, se volvían expertos en la materia para ayudar a otros.
David se sentó frente al escritorio y sacó de su cajón una fotografía del amor de su vida, John. Había luchado contra el mundo por poder amar libremente a otro hombre y ahora, que no era aceptado del todo, pero sí respetado, se dedicaba a ayudar a otros con casos semejantes. Al estudiar meticulosamente este campo dentro de la psicología, comprendió que los gemelos también, en algún momento de sus vidas, se verían enfrentados al dilema de la homosexualidad. Vio con horror que muchos jóvenes se suicidaban al pensar que sus sentimientos eran perversiones mentales, por esa razón quería ayudar a este par de gemelos en particular, porque se notaba que los sentimientos que poseían el uno por el otro eran completamente sinceros.
Volvió a suspirar y cerró el expediente del “Caso Tinta”. Los Kaulitz estaban libres del patógeno.
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Tom condujo en silencio, mientras Bill tarareaba las canciones que sonaban por la radio. No estaba tenso como en su viaje de ida hacia la consulta, estaba más bien preocupado por el consejo del psicólogo. ¿Cómo es que debía aceptar sus sentimientos por Bill para mejorarse por completo? ¿Acaso no había entendido que ellos eran gemelos? ¿Cómo es que un profesional le animaba a cruzar la línea de lo fraternal para tener una relación romántica con su hermano?
—Qué bueno que tenemos permiso médico, aunque dure sólo hasta este fin de semana —dijo el pelinegro con una gran sonrisa.
Tom lo miró y se contagió con aquellas hermosas facciones—. Vamos a aprovechar al máximo estos días que nos quedan. —La verdad es que sólo les quedaba la tarde, porque Bill estudiaba y Tom trabajaba de lunes a viernes.
—Sí, quiero que pasemos mucho tiempo juntos.
Tom sintió una punzada en su corazón, no era de dolor, era de esas sensaciones placenteras que te dan cuando disfrutas con el ser amado.
Estacionó el coche y entró a casa a paso firme. Guió a su gemelo hasta el gran sofá y tomando sus manos, dijo—. Tenemos que hablar.
Bill lo miró con sus grandes y expresivos ojos y asintió.
—Se trata de lo que dijo David, en la consulta.
El pelinegro sintió sus mejillas arder, pero asintió—. Adelante.
—Yo… estos días que pasaron, he sentido cosas por ti, que no son muy adecuadas para un par de hermanos.
El menor lo miró y ladeó la cabeza—. Ha sido por el parásito, no es tu culpa.
—Bill, es que, no se trata sólo del parásito, yo… siempre he sentido el deseo de…
Bill lo miraba atentamente y se lamió los labios, notando como el rostro de Tom lentamente se acercaba al suyo. El trenzado cerró las distancias y juntó sus labios con los otros, en un beso casto, sólo un roce.
Al abrir los ojos, halló los del pelinegro completamente cerrados y sonrió—. ¿Entonces es cierto?
Un rubor tiñó las mejillas del menor, quien bajó la mirada, pero asintió—. Hace mucho tiempo creí que era algo malo, pero tú me querías tanto que no pude evitar dejar que mis sentimientos florecieran. No puede controlar mi cariño y ahora esto ya es enorme… es amor. Estoy seguro que es amor.
Tom no podía creer lo que entraba por sus oídos. Tomó la delgada figura del pequeño y lo envolvió en un abrazo, besando su cabeza. Era cierto, no había otra cosa más que amor entre ellos. Amor fraternal, amor que te lleva a cuidar del otro, amor que te hace desear verlo feliz. Amor que excita y se vuelve pasión. Las diversas formas que adoptaba el amor, ellos ya las conocían.
—¿Qué vas a hacer ahora, Tomi? ¿Vas a aceptar estos sentimientos? ¿O vas a seguir siendo mi querido hermano gemelo?
—Yo te adoro, Bill. —Era cierto, pero también sabía que convertirse en una pareja podría cambiar radicalmente toda la rutina que ellos compartían—. Pero tengo miedo. No quiero lastimarte.
—Aunque parezca mucho menor que tú, no soy un niño, Tomi. Y tú lo sabes. Tengo necesidades igual que tú. Tengo deseos carnales, igual que tú. Y quiero que seas tú quien los satisfaga. ¿Lo harás, Tomi?
El trenzado abrió la boca, pero nada salió de ella. Su hermanito menor acababa de proponerle algo y no lo podía creer.
—Sé que lo deseas, Tomi. —Se lamió el labio inferior de forma demasiado sexy—. Sé que me deseas.
—Yo…
—Deja de resistirte. No es bueno para tu salud mental —dijo alzando su ceja perforada.
Tom sonrió. Y aceptó el beso que el menor le dio. Fue muy suave y muy corto, porque el pelinegro se levantó del sofá y extendió su mano.
—¿Vamos? Ya es hora.
Tom no estaba seguro de qué hora hablaba Bill, pero iría hasta el fin del mundo con tal de estar a su lado, de seguir cuidándolo y protegiéndolo como hasta ahora.
Bill lo guió hasta su habitación y cerró la puerta, era un simbolismo, el de darle la espalda al mundo con tal de seguir juntos. Luego giró para ver al mayor de frente y se acercó hasta él, puso sus manos en los hombros de Tom, mirándolo directo a los ojos y lo besó.
En esta ocasión el beso fue más duro, demandante y húmedo. Tom se sintió excitado y apretó el abrazo para sentir mejor el cuerpo contrario. Quería decir tantas cosas, quería mostrarle cuanto amor tenía en su corazón, quería gritarle que lo amaría por siempre, pero no podía articular ni una palabra, porque su lengua estaba demasiado ocupada en disfrutar el adorno metálico en la de Bill.
—Oh, Bill… —Jadeó cuando se separaron, para quitar la playera del pelinegro y la suya misma.
—Tomi, mi Tomi —respondió el menor, recuperando los labios del mayor, sin dejarlo pensar mucho. Deseaba que por fin su Tomi se diera cuenta de cuan ansioso había estado de sentirlo de esta forma. Que supiera mediante sus acciones que nunca tuvo miedo de sus toques, porque su cuerpo siempre había sido para él, para su big brother.
De pronto estaban en la cama, tratando de quitarse los pantalones, sin dejar de besarse. Bill gimió de placer cuando las manos del trenzado acariciaron su erección por sobre los bóxer. Y Tom a su vez siseó de gusto al saberse dueño de aquellos gemidos.
Al estar desnudos del todo, Bill abrió las piernas, dando espacio suficiente al mayor para tomar su lugar y poseerlo, pero esta acción congeló a Tom, quien detuvo el beso y miró a los ojos del pequeño.
—Yo… jamás lo he hecho así —confesó sin vergüenza.
—Lo sé —respondió con calma el pelinegro—. ¿Quieres hacerme el amor?
Tom se lamió los labios y tragó—. Sí, por supuesto que deseo amarte, pero no quiero lastimarte por mi inexperiencia.
—No lo harás —Bill le dio un piquito y agregó—. Dame un momento para prepararme.
Tom asintió, sin tener idea de qué hablaba su hermanito. Sabía que las mujeres siempre pedían un momento para ponerse “más cómodas” y esa era toda la preparación que necesitaban, su cuerpo se adaptaba por sí mismo para la penetración. Pero en caso de un chico, no estaba seguro. Sabía que Bill estaba excitado, podía ver su masculinidad erguida y palpitante, pero su conocimiento sólo llegaba hasta ahí.
El pelinegro se sentó en la cama y rebuscó en su mesita de noche por un tubo de lubricante. Lo agitó en su mano con una sonrisa y de forma muy sexy, dijo—. Mira y aprende, Tomi. La próxima vez lo harás tú.
El trenzado vio como lubricaba sus dedos y se situaba en la cama, en cuatro, levantando mucho sus caderas y bajando el torso, como para acentuar la redondez de su trasero. Tom sintió que su mandíbula tocaba el suelo cuando vio que los dedos del pequeño jugaban con su entrada, acariciando el pequeño y arrugado botón rosado, hasta ingresar un dígito dentro de él.
—Aaahhh. —Un jadeo de gusto sacó a Tom de su burbuja.
—Oh, Dios…
—No soy Dios, Tomi. Soy tu Bill.
Tres dedos, lograron sacar gemidos del pelinegro, hasta que con un sonido húmedo, sacó su mano de ese lugar tan privado. Giró en la cama y sonrió, con el rostro sonrojado, ante la cara de asombro del mayor.
—No tienes idea cuántas veces hice eso, pensando que eras tú.
Tom tragó pesado, mucho más excitado que antes. Sin pensarlo un segundo, se lanzó a los labios del pelinegro, porque secretamente, él también lo había poseído en sueños.
—Te haré el amor —afirmó y Bill le dio la bienvenida entre sus piernas.
Al mirarse, sus ojos brillaban con una mezcla de lujuria y alegría. Con torpeza, Tom cogió su miembro y lo guió hasta la entrada que se abría para recibirlo. Lentamente entró, conteniendo el aliento ante la calidez y la estrechez del túnel de Bill.
—¿Estás bien? —Preguntó el pelinegro cuando sintió toda la carne dentro de su cuerpo.
—¿No debería ser yo quien haga esa pregunta?
Bill sonrió—. Estoy bien. Te sientes muy bien dentro de mí.
El trenzado besó suavemente sus labios, deteniéndose un segundo allí—. Me siento como una bomba a punto de estallar. —Sonrió—. Mi corazón está lleno de felicidad y mi cuerpo está completamente caliente por ti.
—Estallemos juntos, Tomi.
—Sí… —Esa afirmación sonó como un jadeo ahogado.
Y así comenzó el vaivén, Tom quería ser tierno, pero sexo era sexo y en cosa de instantes estaba embistiendo con fuerza, estimulado por los gemidos de placer del pelinegro. Bill movió una de sus manos para masajear su miembro, pero al verlo, Tom se apoyó en su antebrazo para acariciarlo él mismo.
Los gemidos de ambos aumentaron de intensidad, conforme las embestidas aceleraban, hasta que de pronto, Tom vio las brillantes luces blancas ante sus ojos y derramó su semilla dentro de Bill, quien se vino segundos después en manos del mayor.
Tom vació toda su esencia y salió con cuidado del cuerpo más delgado. Temía colapsar sobre Bill y no poder dejarlo respirar. Tenía los ojos cerrados y su respiración seguía entrecortada. Creyó que moriría de un infarto, por el orgasmo tan fuerte que había sentido.
—¿Estás bien? —Se oyó la dulce y cantarina voz del pelinegro.
—Soy yo quien debería hacer esa pregunta.
La risita de Bill, obligó al trenzado a girar el rostro para verlo. Bill estaba radiante, su cabello negro estaba revuelto en la almohada, sus labios se notaban inflamados por tantos besos compartidos y sus ojos, ah, sus ojos.
—Brillas —dijo casi en un susurro.
—¿Qué? —Preguntó el menor, sin dejar de sonreír.
—Tus ojos brillan.
—Los tuyos también —respondió—. Debe ser porque al fin lo hemos aceptado del todo. Porque fuimos uno.
—Sí. —Tom abrazó al pequeño—. El “Caso Tinta” fue lo mejor que nos pudo pasar.
—Nuestro tatuaje gemelo, nos ayudó a ser más que gemelos.
—Toda nuestra vida va a cambiar ahora.
—No lo creo así, Tomi.
—¿Por qué?
—Porque yo seguiré queriéndote como siempre y tú seguirás amándome como siempre.
—Con excepción de esta pequeña ventaja. —Le dio un apretón a la nalga de Bill.
—Es una gran ventaja. —Ambos sonrieron y se volvieron a besar.
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Meses después, David tocaba la puerta de los Kaulitz, llevaba una botella de vino como regalo y a su lado, John lo acompañaba.
—Bienvenidos —saludó Tom con una gran sonrisa.
Tal como había previsto Bill, la vida continuó para ellos igual que siempre, con el mismo amor, con los mismos cuidados, pero con pequeñas diferencias, como el sexo, que había variado y mejorado. Además de los buenos amigos que habían adquirido y que los aceptaban como pareja. En resumen, mientras los gemelos estuvieran juntos, todo estaba bien en el mundo.
& FIN &
¿Gustó? Espero que sí y están invitados a dejar un comentario. Gracias por la visita.
Excelente !!!! me encantó !!!! felicitaciones mi hermosa Mizuky …. sabes que amo los finales felices ….. y espero que la realidad supere la ficción y los gemelos al fin puedan gritar a los cuatro vientos su amor. Y que la pejelagarto desaparezca de sus vidas. Besos . Muakk !
Yo amo a estos dos siendo felices, aunque sea sólo en los fanfics.
Gracias por tu apoyo incondicional. MUAK
Muy lindo. Me encantó.
Que bueno que te gustó. Gracias por leer y comentar.