El soundtrack de este capítulo es solo para una escena intermedia. Hay un link externo, pero si no funciona, puedes buscarlo como “The Vision Of Escaflowne OST – Escaflowne (Choir)”
“Maldición II: Cazadores de Demonios” Fic Twc / Toll de MizukyChan
Capítulo 6: Diosas del demonio (Parte I)
El Padre Jost explicó a los jóvenes que el Padre Biagioni tuvo diligencias que hacer. “Un encargo del Obispo”, lo denominó y por tanto, ellos debían encontrar a los viudos endemoniados. Tom se sentía un poco nervioso, pero Jonathan estaba “demasiado” relajado.
—¿Y a ti qué te pasa? —Al trenzado le había tocado ser pareja de él en la búsqueda, se suponía que era para mejorar las relaciones.
—¿Por qué la pregunta? —respondió Jonathan sin mirarlo.
—No te ves como siempre.
—Es que no me tocó ser pareja del bombón —dijo para molestarlo.
—Esto es serio. —Gruñó Tom, estacionando el auto.
—No lo es. Se supone que al morir el demonio, todo lo que lleva su marca muere también, esto es… A-BU-RRI-DO
—Dios, puedes madurar —comentó el trenzado, con fastidio.
—Creo que debemos volver al cementerio.
—Pero allí solo encontramos a los zombies —dijo Tom, pareciendo profesional.
—Debe haber otra cueva. Un lugar lúgubre y sombrío.
—Está bien, vamos, de todos modos estamos cerca. —Volvió a encender el auto y condujo hacia el cementerio.
Una vez allí, se estacionó y anunció—. Ya llegamos.
—Entremos. —Se dirigieron inmediatamente a los confines del campo santo, y efectivamente encontraron otra cueva—. ¡Bingo! —Exclamó con soberbia, solo para molestar al otro.
—Llamaré a Bill.
—Espera, entremos primero.
Se arrastraron por el agujero de la entrada y sacaron las linternas. Caminaron un poco y allí estaban, siete cuerpos en total, completamente muertos.
—Volveremos en la noche a incinerarlos. Avisa al cura. —Pidió Jonathan. Y se dispuso a regresar.
Por la noche, todos regresaron al lugar, sacaron los cuerpos de la cueva y los quemaron en una gran hoguera. Afortunadamente no era una zona urbana, así que no había personas curiosas que quisieran preguntar el por qué del fuego.
Por la noche llegó el Padre Biagioni, cansado, pero con una nueva misión.
—Chicos, sé que acabamos de terminar nuestra labor aquí, pero hemos encontrado rastro de nuevos demonios, o más bien, diosas del demonio. —Informó, abriendo su portátil.
—¿Diosas? ¿Son mujeres? —Preguntó el moreno.
—Por las descripciones, todo indica que sí.
—Cuéntenos Padre. —Pidió Tom.
—Verán, en Stuttgart han encontrado diez cadáveres de hombres entre 20 y 25 años. Y eso solo en dos semanas. Sin mencionar que son solo los que han encontrado, podría haber más.
—Eso no explica que sean mujeres. —Acotó Bill.
—Los reportes de la policía dicen que todas las víctimas han sido vistas por última vez con una mujer guapa.
—¿Puede ser coincidencia? —Preguntó el trenzado—. ¿O hay algo que los asemeje?
—Sí existe una semejanza. Todas las víctimas murieron desangradas.
—¿Vampiras? —Preguntó Jonathan.
—No, se desangraron cuando les arrancaron el miembro a mordidas.
—¡Wow, fea manera de morir! —Exclamó Bill shockeado.
—Y eso no es todo.
—¿Hay algo peor? —Preguntó el Padre Jost, apretando el ceño.
—El miembro de las víctimas, no fue encontrado, puede haber sido llevado como trofeo o…
—Haber sido devorado. —Finalizó Jonathan.
—Exacto, en cualquier caso, todo indica la presencia demoníaca. Debemos investigar.
—¿Desde aquí? —Preguntó Tom, solo por si acaso.
—No, mañana nos trasladaremos a Stuttgart. Empaquen, saldremos temprano.
—Genial —comentó el trenzado con desgana.
—Tranquilo, cariño —dijo Bill tomándole la mano y guiándolo a la habitación.
—¿Empaquemos? —Sugirió Tom, más tranquilo en su cuarto.
—Por qué no, mejor… nos besamos… y… —dijo el pelinegro en forma sensual, acercándose a él, esparciendo besos por el rostro de su novio, quien no pudo evitar calentarse enseguida.
—Ahhhh —Suspiró—. Bill, estás ansioso.
—Solo quiero marcar mi territorio.
—Yo ya soy todo tuyo, cariño.
—¿No me cambiarías ni por una diosa? —preguntó contra sus labios.
—¿Una diosa? —Tom mordió el labio inferior del pequeño.
—¿Una diosa realmente tentadora? ¿Una diosa de los demonios? —El mayor se separó y lo miró a la cara.
—No te cambiaría por nada, lo juro.
—Ellas seducen, cariño. Tú eres un hombre tan sexy y guapo, serías un blanco perfecto —dijo sentándose en la cama, bajando la mirada.
—Y tú también lo serías, cielo, eres muy “hot”.
—No lo soy, parezco chica. Pero tú, Tomi, eres el sueño húmedo de cualquier diosa demonio.
—No te preocupes, amor. Siempre tú estarás en mi mente. Ahora… sigamos en lo que estábamos. —Sugirió, volviendo a atrapar sus labios.
—Sí, hagamos el amor.
Y así lo hicieron, intentaron no gemir en voz alta, pero ambos estaban muy ardientes, y de seguro todos se enteraron de lo que estaban haciendo.
&
A la mañana siguiente, Bill y Tom se despertaron temprano para empacar y luego bajaron a tomar desayuno con el resto. Todos estaban en la cocina con cara de no haber descansado nada.
—Buenos días —Saludó el pelinegro por cortesía, mientras cogía dos tazas para servir el café.
—¿Por qué las caras largas? —Rió Tom.
—Porque ninguno de nosotros pasó una buena noche como la tuya —respondió Jonathan con malicia. Bill se ahogó con el café y Tom se echó a reír.
—Lo sentimos.
—¡Que mierda! En realidad no lo sientes. —Lanzó Jonathan, pero con una sonrisa, lo cual los alivió un poco.
—Aprovechando el desvelo, estuvimos buscando información con Josepe y tenemos el posible nombre de la diosa del demonio —comentó Jost.
—¿Y quién es? —preguntó Tom, sin borrar la sonrisa de su rostro, ni siquiera para disimular. Bill, por su parte, estaba rojo hasta las orejas.
—Jahi-Persion. Son mujeres demonio que se especializan en el libertinaje. Al parecer utilizan la lujuria para atraer a hombres jóvenes y proceder al ritual. Son impredecibles, a veces trabajan en grupo y otras, en forma individual.
—¿Y qué les da ese ritual a estas criaturas? —Indagó Bill con curiosidad.
—El comer la virilidad del hombre, les da su fortaleza, que como mujeres no poseen —contestó Biagioni desde su taza de café.
—Pero no parece que les falte nada, si han podido matar a diez tíos sin problema es porque son fuertes —comentó el pelinegro, sacando sus propias conclusiones.
—Tal vez buscan algo más. No podremos estar seguros de nada hasta que examinemos los cuerpos de las víctimas y realicemos un poco de investigación de campo. —Cortó el sacerdote.
—¿Están todos listos? —Preguntó Jost al cabo de un rato.
—Sí —respondieron los más jóvenes.
—Vámonos.
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Ese mismo día en Stuttgart. Una hermosa mujer morena de tez blanca y un escote muy provocador, caminaba por las calles de la ciudad, vigilando… de pronto vio a un hombre joven de no más de 25 años y se acercó a él. El hombre no pudo evitar mirar a la atractiva mujer. Ella se acercaba a él con movimientos felinos, cuando estuvo frente a frente, cerró las distancias y lo besó. Fue solo un beso, un pico y el hombre dejó caer su portafolio. Cualquiera que hubiera visto la escena se habría echado a reír, pero parecía que un escudo mágico rodeaba a la pareja y a nadie le importaba, de hecho nadie parecía siquiera notar que había una pareja ahí. La mujer le extendió la mano y el joven ni siquiera dudo en tomarla. Caminaba por inercia y la miraba embobado.
Sin que nadie los viera, se dirigieron a un motel, allí la mujer se quitó sensualmente las pocas prendas que traía. El hombre completamente idiotizado ante tal belleza, se quito la suya con movimientos realmente torpes.
Una vez desnudos del todo. La mujer arrojó al hombre a la cama y se puso sobre el pene de éste. Se movía frenéticamente gimiendo y jadeando como desquiciada, el hombre demasiado aturdido, solo se dejaba llevar. Cuando ella llegó al orgasmo, salió de él y lamió el miembro todavía duro. El hombre se retorcía de placer y entonces los hermosos ojos cafés de la mujer se volvieron negros, sin pupila, sin iris, sin nada, todo negro. El joven se asustó, pero ya era tarde, la mujer con un movimiento de cabeza hizo aparecer serpientes que ataron las manos y piernas del hombre, tan firmes como una cadena. Del temor que sentía, quiso gritar, pero ella no lo dejó. Besó sus labios, con solo un piquito y la boca quedó sellada.
Entonces bajó por el cuerpo del chico, besando, tocando, lamiendo, mordiendo, hasta llegar al miembro aún erecto, y dio una tremenda mordida, arrancando la punta. Con la sangre marcó un pentagrama diabólico e hizo las marcas de un ritual. Cantó en un idioma extraño las palabras necesarias y prosiguió a devorar los restos de pene que aún quedaban del hombre. Lo miró hasta que expiró. Con su poder, borró todo rastro de sangre y lo dejó ahí… para que alguien lo encontrara.
Alguien a quien ella estaba esperando…
&
Cuando el grupo llegó a Stuttgart, los más jóvenes desempacaron, pero también se dieron cuenta de que la despensa estaba vacía. Los Sacerdotes tenían asuntos que atender en la parroquia, así que Bill y Tom decidieron salir a almorzar en algún lugar cercano.
Caminaron para conocer un poco los alrededores y no les importó dejar al pesado de Jonathan solo.
—Mira que chica más guapa —dijo Bill mirando a la vereda del frente. Tom dirigió la vista hacia allá, pero solo vio a un hombre con cara de drogado.
—Que es un tío, Bill. —Rió y tomó su mano, forzándolo a seguir caminando, pero el pelinegro iba muy lento, aún mirando al frente
—Yo que me preocupo de que una diosa guapísima te ataque y tú ni siquiera ves a las tías sexies.
—Que no me importan las tías porque te tengo a ti. —Repitió la frase que últimamente le decía a su novio. Se detuvo y le plantó un beso en plena vía pública. Él sonrió y volvió a mirar a la supuesta mujer.
—Es realmente guapísima y que afortunado el tipo ese, lo está besando. —Tom giró y otra vez no vio a nadie.
—Realmente tienes hambre… estás alucinando. Vamos a comer. —Mandó el trenzado, tironeando la mano de su pequeño.
—Que no alucino. —Se quejó Bill. Sin embargo, sonrió y continuaron con su camino. Tom creía que Bill pensaba que lo decía para hacerlo sentir bien, pero realmente no vio a la dichosa mujer sexy.
—Vamos, vamos, que quiero hacerte engordar un poquito. —Mintió con una sonrisa.
—Que tampoco engordo. Como el triple que tú y soy un palo.
—Me gusta tu palo, que hay de malo con eso —dijo solo para molestarlo.
—Tomi —Enrojeció hasta las orejas—. Vámonos de aquí.
—Mira, ahí hay un lugar que parece decente.
—Y huele a pasta. Vamos Tomi a comer espagueti.
Una vez dentro, ordenaron sus platos y el de trenzas miró a Bill, se veía un poco pálido y ojeroso.
—¿Estás bien, cariño? Te veo un poco cansado.
—Con lo que hicimos anoche es natural que esté cansado, pero con un poco de sueño se pasa.
—Quiero llevarte al médico, creo que tienes problemas con la toroide —dijo serio. Bill se echó a reír y lo miró divertido.
—¿De dónde sacas esas ideas?
—Leí en internet que las personas muy delgadas son…
—¿Anoréxicas? —Volvió a reír—. Sabes que no lo soy.
—Claro que no, no te molestes. Verás hay una afección a la toroide que se llama hipertiroidismo. Donde comes y comes y no subes de peso. Tal vez sea eso.
—Podría ser, pero no me siento mal.
—Eso es bueno, pero es mejor prevenir.
—No es una buena idea —dijo Vasariah, quien apareció junto a la pareja, logrando que Tom derramara su soda.
—¡¿Qué demonios?! —Exclamó viéndolo a los ojos, pero el rubio miraba y sonreía a Bill, quien se había ¿sonrojado?
—¿Vasariah? —llamó Bill sonriendo—. ¿Qué haces aquí?
—Vine a advertirte que no vayas a un médico, por lo menos no a uno terrestre.
—¿No uno terrestre? ¿A qué te refieres? —Preguntó Tom, escandalizado por la charla tan amena que esos dos tenían.
—Tu cuerpo se cura a sí mismo, ¿no es así? —comentó el rubio cogiendo la mano del pelinegro. Tom se puso furioso y lo apartó de un manotón.
—¡¿Cómo demonios sabes tú eso?! —Espetó con los dientes apretados.
—Puedes dejar de usar esa palabra.
—¿Cuál? ¿Demonios? —preguntó el trenzado, burlándose.
—Esa misma. Ellos están aquí por tu culpa, Tom Kaulitz, ¿lo recuerdas? Si no hubieras nacido, el gemelo maldito jamás habría venido a la tierra —dijo con un tono monocorde y esta vez fue Bill quien se molestó, su pelo se elevó en una melena y hasta Tom se asustó.
—Jamás… jamás vuelvas a decir eso. —La voz sonó muy tirante, pues tenía los dientes firmemente apretados—. Si no fuera por Tom, yo tampoco existiría. —Suspiró, relajándose y su cabello volvió a bajar—. Si nosotros dejamos este desastre, nosotros lo arreglaremos, no te pedimos ayuda, ¿o sí? Así que si no hay otra cosa que decir, te pediría que te retires y nos dejes terminar de almorzar, mira que me muero de hambre —Terminó su frase con una sonrisa. Tom cogió su mano y también sonrió.
—Debes comer para mantener tu energía, Bill. Sigue haciéndolo, pero llegará el momento en que ya no será suficiente. —Y con esa frase, el ángel desapareció.
—¿Qué demonios fue eso? —cuestionó Tom, frotándose los ojos.
—Supongo que son sus poderes de ángel —respondió el pelinegro como si nada.
—No eso, lo de que te quedarás sin energía…
—Olvídalo —dijo, bebiendo de su copa.
—Nada de olvídalo, apenas lo vea de nuevo lo interrogaré, lo golpearé si es necesario —Bill sonrió travieso.
—Vamos Tom, no necesitas portarte como un machote conmigo, yo te quiero así, mi “Barbie hip hopera” ja, ja, ja, ja.
—No me llames así. —Fue el turno de Tom de sonrojarse—. Solo me dices así cuando… tú y yo… De solo pensarlo me pongo cachondo.
—Tomi >.< No pongas esa cara orgásmica.
—Ja, ja, ja está bien. ¿Sigamos comiendo?
—Creo que ordenaré unos ravioles, ¿quieres?
—Por mí está bien, pide de inmediato dos platos para ti. Mi chanchito glotón je, je, je.
—Será mejor que dejemos los apodos para la noche… ¿te parece? —Pidió saboreándose los labios, a lo que su novio respondió meneando el piercing de su boca
—No te arrepentirás.
Comieron y luego regresaron caminando a la nueva casa provisional, que les cedió el Vaticano, por el tiempo que durara esta misión.
En el camino de regreso, vieron a una mujer muy guapa que venía frente a ellos.
—Es ella, la chica de hace un rato —dijo Bill tironeando el brazo de su novio.
Tom la miró y era verdad, la mujer era muy sexy, sin embargo dijo—. No es tan guapa como tú, bebé.
La chica observó directamente a Tom y su expresión fue como si lo conociera de algún sitio. Pero al trenzado no le importó, no estaba para mirar tías si tenía a Bill a su lado. Siguieron con su camino y Bill volteó.
—Ella te está mirando. Dios mío, le gustaste.
—Bill, déjalo. No importa que tan guapa sea, yo te quiero a ti, corta el royo de los celos.
—Eres tan sexy, que todas te quieren y eres solo mío. Soy un jodido afortunado.
—Sí que lo eres y yo también lo soy. Ahora regresemos.
—Lo que digas guapo. —A Bill le brillaban los ojos. Se sentía amado y afortunado.
& Continuará &
¿Se volverán a encontrar con la diosa demonio? ¿Y ella por qué conoce a Tom? ¿O sólo habrán sido ideas del trenzado? ¿Podrá Bill proteger a su amado de los encantos demoníacos? Averígüenlo todo en el próximo capítulo. Gracias por leer.