Backstage 12

«Backstage» Fic TWC de LadyScriptois

Capítulo 12

Aproximadamente, quinto mes de las vacaciones de Tokio Hotel.

La nieve ese día era excesivamente fuerte, el hotel logró despejar los caminos internos, pero las calles de la localidad estaban bloqueadas, por lo que a los dos artistas alemanes se les fue imposible salir ese día de paseo.

Anis y Bill habían pasado un divertido día en la cabaña, viendo películas de DVD, porque la recepción de televisión era horrible en esos momentos, y matando tiempo en otras cosas. Cuando la hora del almuerzo llegó, Anis encargó una serie de ingredientes a la cocina del hotel y decidió que ese día cocinarían ellos mismos.

Estaban en el tercer día de vacaciones y cada vez que pasaba tiempo con el rapero o mientras este lo rodeaba con sus brazos para enseñarles algunas cosas de cocina, Bill tuvo que admitir que querer a Anis no le estaba siendo difícil, tal vez estaba siendo demasiado fácil.

—No puedo más. Comí demasiado. – dijo Anis, lanzándose al sofá y cubriéndolo casi todo con su cuerpo, luego de haber cenado la ensalada que se empeñó en preparar Bill.

—Dame un espacio. Yo también tengo frío. – pidió Bill, con un adorable puchero.

—Bill, no puedo moverme. – respondió.

El menor hizo un mohín y se acomodó en el pequeño espacio que había entre el cuerpo de Anis y el apoya brazo del sofá, pasó sus largas piernas sobre el regazo del mayor y luego le sonrió.

—Dios, cabes en cualquier lugar. – rio y Bill le picó un costado.

— Dejé la cobija al otro lado, pásamela. – le pidió.

Habían pasado la mitad del día en pijamas, en la tarde cada uno tomó un baño y nuevamente optaron por pijamas, era como un día de vacaciones de las vacaciones.

— ¿Desea algo más? – preguntó en juego y Bill los arropó a ambos.

—Comienza la película. – pidió con una pequeña sonrisa.

—Apaga la luz. – pidió esta vez Anis.

El menor dejó la habitación a oscuras y esta quedó alumbrada solamente por la luz azul que emitía la pantalla de televisión. Bill se estremeció un poco cuando un brazo del mayor se enredó en su delgada cintura para acercarlo más a él y, con una tímida sonrisa en su rostro, se dejó mover para luego recostar su cabeza en el hombro del mayor.

—Realmente me agrada esto. – le dijo Anis.

— ¿Qué cosa? – cuestionó el menor.

—Esto. – señaló, haciendo un poco más de presión en la cintura de Bill. —Estar contigo. – respondió y el menor lo miró.

Anis, jodidamente, lo quería. No estaba seguro en que momento comenzó a querer a Bill de esa manera, en que momento dejó de simplemente sentirse atraído por el menor a empezar a sentir eso, pero lo sentía y era una sensación que no quería dejar ir. No podía dejar su sonrisa, sus lágrimas que secó, su delicioso olor, su calidez, sus labios. Y antes de poder saberlo, ya los apoderaba nuevamente entre los suyos.

—A mí… a mí también me agrada. – correspondió, con su rubor ya a toda marcha y Anis le sonrió antes de volver a besarlo.

—Intentémoslo. – pidió el mayor entre el besó y el menor se separó de él.

Él nunca se consideró homosexual, porque lo cierto es que el único hombre por el que sintió atracción, o mejor dicho, la única persona por la que llegó a sentir gusto, deseo y amor, era Tom. Y ahora se empezaba a cuestionar si su gemelo siempre sería el único.

Le gustaban sus besos, le agradaba estar entre sus brazos y se sentía protegido entre ellos. Le hacía sonrojar con solo su mirada, le encantaba cuando parecía que el otro no podía mantenerse alejado de él, se sentía importante cuando el mayor parecía querer mover cielo y tierra para complacerlo, se sentía aceptado y apoyado cuando le cuidaba y se preocupaba. Anis le hacía sentir querido con solo su presencia.

No sabía si eso lo catalogaba irremediablemente como homosexual, no sabía que le pasaba a su corazón, no entendía cómo podía sonreír al lado de Bushido y poder llorar amargamente por Tom, pero sí estaba claro en lo que sentía por el rapero. Y en lo que quería llegar a sentir.

No pensó en Tom, pero su corazón se apretujó casi dolorosamente cuando asintió ante la proposición de Bushido, y Bill lo tomó como una señal de que hacía lo correcto.

La película quedó de lado cuando Anis volvió a besarlo con dulzura, con paciencia y cariño. No supo más de la historia que se contaba a través de la pantalla cuando Anis los instó a recostarse a lo largo del mueble: el mayor detrás de Bill, rodeándolo con sus brazos, y besando la piel tierna de su cuello.

Anis estaba distrayéndolo de la película que se esforzaba en ver, distrayéndolo por primera vez de ese dolor crónico instalado en su pecho, distrayéndolo del recuerdo de Tom.

&

Una semana, que era lo planeado, pasó a dos. Blass quería matar a Anis, pero no importaba, porque el patinaje de Bill estaba mejorando.

—Eres pésimo patinando, lo certifico. – le picó Anis.

—Déjame en paz. – pidió con un puchero y se sentó en la pista de hielo, negado a moverse.

—Oh, no puedes ser así. – dijo divertido ante el berrinche de Bill. — Levántate. – le pidió Bushido, patinando hasta Bill.

Era un poco tarde y habían pasado casi todo el día esquiando. Horas antes de que oscureciera volvieron al hotel para evitar la poca luz solar y decidieron practicar el patinaje del menor.

—Debería obligarte a que me levantes. – dijo sonriendo y, antes de poder prevenirlo, Anis lo tomaba en brazos. —No era en serio. – informó, intentando soltarse de los brazos del rapero.

—Como quieras. – dijo soltándolo en la pista, pero el menor inmediatamente se aferró a su cuello al sentir que perdía el equilibrio.

—No lo hagas sin aviso – le pidió, sintiéndose seguro en el hielo cuando Bushido tomó su cintura con sus manos.

—Sabes que no dejaré que te suceda algo malo. – le murmuró contra sus cabellos y Bill sonrió cuando los labios del mayor se juntaron con los suyos.

El rapero se había tomado en serio aquello de intentarlo y Bill también lo estaba haciendo.

Se sentía animado todos los días al despertar y de pronto, la nieve que le recordaba a Tom, se empezaba a esconder en su corazón ante la presencia de la luz de Bushido.

Los dedos del mayor serpentearon por los costados de Bill y este abrió su boca permitiendo que sus lenguas se encontraran para acariciarse. Sus morenas manos atrajeron aún más el cuerpo de Bill al suyo, haciendo que sus caderas se juntaran, mientras sus labios hacían lo propio.

Pronto, el frío no era tan frío y aunque los cuerpos de ambos estaban caldeándose, las extremidades del menor se estremecían con violencia.

—Vamos dentro. – murmuró el mayor cuando los besos estaban entrando a otra categoría.

Bill se dejó guiar en brazos hasta la cabaña. Apenas Anis se deshizo de los patines de hielo, la puerta del exterior fue cerrada y las manos del pelilargo se aferraron a la nuca contraria cuando se profundizó más el beso.

Se sentía todo muy extraño, absolutamente todo. Su estadía en Suecia le había hecho sentir como no recordaba hacerlo, como hace mucho no se sentía: despertar y tener a alguien esperándolo, sentirse bonito ante los ojos de alguien, que sus esfuerzo por verse bien eran tomados en cuenta, acurrucarse al lado de alguien sin pensar que quizás su acompañante prefería estar en otro lugar, hablar de cosas triviales y ser escuchado atentamente. Todo eso sólo lo había experimentado con Tom y ahora lo experimentaba con Anis.

El rechazo de un beso al despertar, un esfuerzo de verse bien desapercibido, poco interés en sus palabras, carencias de momentos para hablar y simplemente sentirse uno al lado del otro. También lo vivió con su gemelo.

Sentirse bonito, escuchado, querido y aceptado volvía a sentirlo ahora, al lado del rapero, luego de sentirse asqueroso por tanto tiempo.

Al sentir las ásperas manos del rapero pasearse por sus costados, su mente entró en un conflicto: ¿Qué iban a hacer?, no podía preguntarse: ¿Qué le iba a hacer Anis?, porque él estaba seguro de que con sólo negarse el mayor se detendría, pero no estaba seguro de querer detenerse.

Su mente se puso de cabeza cuando concibió ese pensamiento, y es que la forma en la que Anis lo besaba y como lo estaba tocando, casi como un músico a su instrumento favorito, le estaba haciendo viajar a un mundo perdido, al mundo del sentir más allá del tacto. Las caricias del mayor en su cuerpo tenían un mensaje que su piel debía descifrar y el pelilargo sabía que no era solo lujuria. Y su cuerpo parecía extrañar no sólo ser deseado, también querido.

Bushido era todo lo que pediría si pudiese y se quedó sorprendido de pensar aquello, pero por suerte Anis bajó a su mandíbula, repartiendo besos por allí y no dándose cuenta que Bill dejó de corresponder el beso.

¿Por qué se sintió tan mal cuando se dio cuenta de que podía enamorarse de Bushido sólo porque así lo sentía y no por querer olvidar a Tom? ¿Por qué ese mismo sentimiento de culpabilidad estaba ahora, cuando quería estar con Anis? Quizás era su mente suplicando que no se entregara a alguien más, que todo él pertenecía a Tom. Aún que Tom ya no quisiese su cuerpo y tampoco su corazón.

Anis deslizó sus dedos por la chaqueta del menor, dejándola caer al piso, y Bill tembló un poco cuando el mayor se hizo un camino de besos por su cuello; mientras desabotonaba uno de los botones de su camisa, descubriendo una piel que sólo la conocía su gemelo, descubriendo unos lunares que pertenecían a Thomas Kaulitz.

Hace tanto que no era tratado con pasión tan amorosa, hace tanto que su cuerpo no era acariciado con suavidad. Y cada una de sus extremidades cosquilleaban haciéndole perder en algún lugar nubloso de su mente, donde todo era confuso.

Bushido siguió recorriendo su cuello y su mandíbula, y al menor de los Kaulitz se le escapó un suspiro tembloroso cuando el otro mordió exactamente tras el lóbulo de su oreja, casi acariciando la pequeña porción de piel de allí. El rostro del mayor estaba perdido en su cuello y Bill respiraba agitado, con su cabello desordenado y mirando sobre el hombro del mayor, buscando una respuesta a sus dudas de momento, intentado aclarar sus pensamientos.

De pronto, los ojos de Anis estaban frente a él. Ojos fieros de rapero, de chico malo y rebelde, pero que se mostraban dóciles y condescendientes ante él, ojos que aseguraban protección y cariño. Se perdió en sus ojos, mientras era besado intermitentemente, en besos castos, pero deseosos por profundizar de nuevo; sintiendo las fuertes manos del otro acariciar sus caderas, bajando a sus muslos y alzándolo con facilidad, haciéndose un lugar entre sus piernas que sólo una persona había ocupado.

Ese lugar que fue el preferido de Tom por largos años, o al menos eso llegó a creer el rockero, se vio invadido por Anis y Bill enredó sus piernas en las caderas del mayor, viéndose rápidamente sentado en la barra de la cocina.

— ¿Demasiado? – preguntó Anis, realmente no queriendo arruinarlo con Bill.

Bill se hizo la misma pregunta. Cinco meses de ruptura, alrededor de ciento cincuenta días sin Tom, de lágrimas y de confusión. Pero tuvo que admitirse que había todo iba más allá de cinco meses y quizás había sido demasiado dolor.

Anis observó negar a Bill, lo sintió acercarse un poco más hasta juntar sus pechos, y observó en sus ojos lo que no decía con su cuerpo y su voz: pidió mucho cuidado. Bill besó al mayor y cerró sus ojos, sintiéndose dueño de su cuerpo, preso de las inseguridades, pero libre de sus decisiones… Al menos hasta que su corazón y memorias se mantuviesen en silencio.

El rapero profundizó el beso, intentando encontrar fuerzas para hacerlo delicado con Bill, para tener el cuidado de no lastimarlo, de romperlo, porque Bill parecía que se rompería si llegaba muy brusco con él.

Anis volvía a besar su cuello y Bill se perdió. Esa área era muy sensible para él. Aún que ahora cada centímetro de su piel parecía estar en carne viva y las manos del mayor se sentían muy bien cuando entraban por su camisa, acariciando su dermis, acariciando sus caderas, sus costados… Sus caderas delgadas y costados huesudos.

«Asqueroso.» sonó en su mente.

—Anis. – le llamó un poco inquieto y sosteniendo las manos del mayor para que dejaran de acaríciale su cuerpo indeseable.

—No te preocupes. No lo hagas. – le pidió besando sus mejillas, al observa los ojos del menor que intentaban ocultar su temor.

Bill no supo qué hacer ante esa petición, pero Anis lo besó con esa pasión que solo puede pasar desapercibida cuando está cargada de tanto cariño. Sus labios se separaron sólo por unos segundos para que la camiseta del mayor abandonara su cuerpo y pronto sus desnudos y fuertes brazos canela sostenían al menor contra él para dirigirlo a la habitación.

El rockero envolvió sus piernas en la cintura del otro y las manos de este se aferraron a los muslos del menor, mientras llegaban a su destino. Bill quiso morir, porque allí la luz de una de las lámparas de noche alumbraba la habituación lo suficiente como apreciarse con detalle, y eso él no lo quería. Anis lo sabía y estaba dispuesto a hacerle saber a Bill que lo deseaba sin importarle que había bajo su ropa.

Acorraló al menor contra la puerta y se apegó a él besándolo e introduciendo sus manos por su camisa, llegando esta vez más alto. El mayor sentía la forma en la que se estremecía Bill, reaccionando ante sus caricias y se sintió animado a seguir, besando su clavícula, mientras observaba como esos puntitos rozas de su pecho se endurecían rápidamente entre sus dedos.

—Mírame. – le pidió el mayor, juntando sus frentes y besando castamente los labios del menor que vibraban notoriamente.

Se alejó de nuevo conectando la mirada con la del más bajo y, mientras lo hacía, movió sus manos del pecho blanco y lechoso de Bill y las llevó al borde de sus jeans, dirigiéndose sin rodeos al botón y lo soltó inmediatamente. Cuando el menor escuchó el sonido de su zipper ser bajado, su respiración se intranquilizó. Bill buscó los labios del rapero y lo besó apegándose a su cuerpo, evitando que el mayor viese su anatomía, pero lo poco que había visto el mayor lo había dejado demasiado tentado. Mientras compartía su oxígeno con el de Bill, acarició cada una de las curvas de su torso: sus costillas marcadas, sus caderas sobresalientes, su cintura estrecha y curvilínea. Bill se agitó cuando los dedos de Anis acariciaron su vientre, sintiendo erizarse completamente ante esa caricia.

—Tu piel es perfecta. – le confesó lo que sentía y observó entre sus cuerpos como sus dedos acariciaban un poco más abajo, topándose con el borde de la ropa interior blanca de Bill y deslizando sus dedos por toda la piel que iba descubriendo.

La piel de la pelvis de Bill se sentía tierna, suave, sin vellos y provocativa; y el dueño de esa piel sólo podía cerrar sus ojos con miedo. Quizás su cuerpo no era suficientemente atractivo para Anis, estaba demasiado delgado y no podía concebir en su mente que el mayor sintiese deseo por él cuando lo contemplara en desnudez.

Sin embargo, Anis estaba demasiado cautivado por ese delgado y blanco cuerpo, sus líneas, sus curvas, sus pequeños lunares… todo era demasiado provocativo para el rapero. No se detuvo en arrodillarse ante Bill, mientras acariciaba sus caderas, repartiendo besos de mariposa por todo su vientre mientras bajaba las prendas inferiores. Con cada beso aumentando los nervios de Bill.

La intimidad de Bill se reveló oliendo a limpio, emanando calor, con un color tan rosado como los labios de su dueño, mostrando una excitación que se intensificaba con el pasar de los minutos. Anis casi sonrió ante lo adorable que se veía Bill con los ojos cerrados con fuerza, sus manos intentando capturar algo de la pared, con su una camisa mal puesta y con la respiración agitada. El cantante lucia realmente excitante.

Bill contuvo el aliento cuando volvió a sentir besos en su vientre, la barba de Anis rozando su sensible miembro, mientras acariciaba sus muslos desnudos con sus grandes manos, para dirigirlas por sus redondas y pequeñas nalguitas y de allí a su baja espalda. Tomó el borde de su camiseta, mientras se erguía de nuevo y: adiós, prenda; bienvenida, desnudez de Bill.

El miembro de Bushido creció aún más cuando supo que tenía a un excitado y desnudo Bill entre sus brazos. Sus dedos se enredaron en las caderas del menor y lo sujetaron bien cerca de él cuando este aferró sus manos a su cuello y así se sentían sus pechos cerca, calientes, agitados.

Bill tuvo que descalzarse y abandonar la ropa de sus tobillos con un poco de rapidez cuando el mayor los movió a la cama, con paso exageradamente lento para el menor.

—Por favor, apaga la luz. – pidió cuando el mayor besaba sus mejillas.

—Este lunar… – dijo el rapero, besando con adoración la marquita bajo el labio de Bill, ignorándolo. —Me encanta. – le confesó, apoderándose nuevamente de su boca y dejándolo a un metro de la cama. —Todo de ti me gusta. – le aseguró mirándole con sus profundos ojos chocolate.

—Anis, no.– le pidió con voz pequeña cuando el mayor creó una distancia entre ellos que le permitieran ver al otro.

Bushido estaba allí, con ese bien formado y bronceado torso que el menor no estaba observando, porque su mirada no podía despegarse del piso cuando el mayor se deleitaba con su desnudez que él consideraba fea. Caminado alrededor de él, observando a detalle su cuerpo, queriéndole demostrar lo hermoso que era y lo mucho que le hacía sentir.

Su largo cabello negro era como una hermosa poesía al ser combinada con su cremosa piel. Estaba un poco delgado y Anis no podía negarlo, pero no era enfermizo y mañana reconocería que eso le alegraba por qué significaba que la salud de Bill mejoraba, pero esos momentos solo pudo incrementar sus deseos. Sus caderas eran tan estrechas, sus piernas largas como el infinito, delgadas, hermosas. Su vientre era fascinantemente lechoso y tenía un pequeño conjunto de pequitas que partían desde su ombligo y que se dispersaban hasta llegar a su ingle lampiña como todo él. Bill estaba semierecto y Anis tuvo que tragar grueso al imaginarse al menor llegar al orgasmo. Su trasero redondo, pequeño y respingado, luciendo adorablemente esponjoso. Su espalda alunarada, esbelta y fragante.

—No puedes ser tan hermoso. – le dijo, acercándose a él y pegando su pecho a su espalda, pasando sus manos por su vientre.

Bill estaba confundido, él sabía que no era tan hermoso como parecía decir Anis con tanta sinceridad, pero el mayor estaba besando y acariciando sus hombros y ya no quería pensar más; menos cuando sentía a Bushido acariciar de nuevo sus caderas, subiendo a su vientre, ejerciendo presión para que sus cuerpos quedarán muy juntos, su trasero presionado a su entrepierna, sintiendo lo duro que se encontraba Anis bajo sus jeans.

Como unos latigazos se presentaron en su bajo vientre, dejando ahí una sensación que se pasó por todo su cuerpo, mandando señales eléctricas, haciéndolo temblar de éxtasis. Anis buscó sus labios, haciendo girar su rostro, mientras empujaba sus caderas contra Bill, para que el menor sintiera lo mucho que lo deseaba con sólo verlo, a la vez que sus manos acariciaban su intimidad, palpando su carne dura y rosada.

—Quiero besar cada uno de tus lunares. – murmuró contra los hombros del menor. —Quiero saborear cada rincón de tu piel. – dijo esta vez contra sus labios y Bill sentía que no soportaría más sin gemir.

La mano grande de Anis hacía un perfecto vaivén en su miembro, apretando un poco y acariciando su coronilla roja, haciéndolo temblar y humedecer. Bajó su mano, apoyándola en la de Anis cuando todo era demasiado y el rapero giró su muñeca, haciéndolo salivar. Pensó que sólo Tom conocía la forma correcta de hacerlo retorcer, pero Anis estaba demostrando que no. La forma en la que estimulaba su miembro, la delicadeza extrema pero firme con la que lo tocaba, parecía demasiado.

Pronto esa mano cogió ritmo, mientras la otra se pasaba entre sus muslos, haciéndolo separar un poco las piernas. Anis bajó sus dedos inquietos entre los muslos de Bill, palpando ese saquito caliente que empezaba a contraerse, observando al menor fruncir el ceño desesperado. El rapero podía observar el placer recorrer las facciones de Bill, sus pezones endurecidos, podía sentir su intimidad palpitar, podía escuchar su respiración entrecortada; para luego sentirlo arquearse, empujando su trasero contra su dureza, a la vez que todo el aire de su cuerpo salía en un largo suspiro. El menor llevó sus manos a los jeans de Anis, empuñándolas allí, sintiendo que sus piernas le fallarían en algún momento, dejando caer su cabeza en el hombro del mayor, quien casi lo escuchó gimotear.

Anis dejó de estimular la intimidad del rockero, limitándose a acariciar sus tersos muslos y Bill pareció volver a respirar. El mayor giró su rostro, encontrándolo con el de Bill justo en el momento en el que él abría lo ojos. Se sintió aturdido ante esa mirada brillante; y sólo en ese momento lo vio: Bill era jodidamente inexperto.

No era virgen, pero con seguridad no había tenido demasiadas manos recorriendo su cuerpo y Anis casi apostó que sus manos estaban cubriendo el toque de solamente una persona. Si hubiese apostado, habría ganado sin duda.

El mayor giró a Bill entre sus brazos, envolviéndolo rápidamente ante la ternura y deseo que le provocaba. Por un momento queriendo instarlo a que le desnudara, pero Bill parecía lo suficientemente perdido sobre qué hacer con sus manos, así que, cuando decidió enredarlas en su cuello no quiso molestarle.

Bill sintió primero la ropa de Anis caer a sus pies, para luego ser alzado y depositado en la cama. El mayor quedó sobre él, dejándole sentir que tan firme era su cuerpo, que tan dura y caliente estaba su carne, que tan hombre era.

— ¿Aún quieres que apague la luz? – le preguntó, acariciando su mejilla y Bill negó, disfrutando del tacto, luciendo adorable con ese rubor. — ¿Tú no tienes idea de lo hermoso que eres, cierto? – murmuró su pregunta que era más una afirmación y Bill no supo que responder. — Es una fortuna para cualquiera estar a tu lado. – le aseguró y el corazón de Bill quiso volver a hablar, haciéndole doler el pecho. Por suerte, Anis fue por sus labios, alejándolo.

Los besos del mayor eran tan firmes y placenteros como las caricias que le proporcionaba, las cuales se perdían intentando recorrer cada trazo de su cuerpo. Sintió las manos del rapero recorrer sus muslos con deseo, tomándolos con suavidad y haciendo flexionar una de sus piernas. La respiración de Bill se agitó cuando Anis empezaba a estar entre sus piernas desnudas, sintiendo todo de él. Sólo Tom había estado allí, así, sintiéndolo.

Anis gruñó cuando Bill apartó más sus piernas, abriéndose para él.

Bill quiso morder uno sus labios cuando el mayor empezó a descender por su pecho, mordiendo uno de sus pezones rosas, haciendo un sonido húmedo al separarse y Bill empezaba a sentir un poco de dolor al sentir sus uñas clavarse en sus palmas, pero Anis estaba jugando en su ombligo y él estaba viendo todo, veía como bajaba a su ingle aterciopelada, sentía su escaza barba rozar la delicada piel de allí, mordiéndola un poco y seguramente dejando pequeñas marquitas.

— Quiero hacerte tantas cosas. – murmuró el mayor, besando la piel que antes mordió y bajando un poco más, amenazando con atender a su miembro. Bill se encontró desesperado por gemir.

Anis abandonó el sexo del menor para besar los huesos de sus caderas y volver a descender, sintiendo como el cuerpo del menor de los gemelos se estremecía como ningún otro cuerpo lo hacía. Bill inconscientemente estaba separando más las piernas para el rapero y él las hizo flexionar un poco para besar la cara interna de sus níveos muslos, olfateando su piel, acariciando con su barba esa piel tierna y sensible.

La lengua del mayor delineó la piel que conectaban sus muslos con su ingle y tuvo que cerrar con fuerzas sus ojos ante esas sensaciones. Era demasiado para su cuerpo que hace meses no se sentía amado.

Pronto en la habitación solo se escuchaba la rápida respiración de ambos y los sonidos húmedos que producían sus besos.

Bill se estaba controlando muy bien. Sus labios hinchados y magullados estaban reteniendo cualquier gemido, sus manos estaban firmemente empuñadas. Todo estaba bien, pero Anis estaba a punto de descubrir que realmente no era así.

Bushido acarició su vientre y bajó aún más, tomando el rosado y totalmente erecto miembro del menor entre sus manos, frotando la húmeda punta y apretando ligeramente en los puntos que parecían correctos. Bill negó contra la almohada, arqueándose y dejó caer hacia atrás su cabeza, mientras una mueca de dolor se dibujaba en su sonrojado rostro al morder con fuerza sus labios.

Ese gesto que Tom casi nunca vio y que mostraba sufrimiento ante el placer, preocupó un poco a Anis.

—Bill, ¿Estás bien? – preguntó, deteniendo sus caricias y ascendiendo hasta Bill, quien respiró tembloroso unos momentos antes de intentar responder.

—S-i.

—Tus labios. – los acarició un poco al verlos con un pequeño puntito de sangre.

—Estoy bien. – aclaró y Anis acarició sus mejillas con adoración.

¿Tan dañado estaba Bill que incluso temía manifestar placer ante algo que precisamente debía producir aquello?

—Esto es de dos. – dijo besando castamente sus labios. —Quiero saber que disfrutas lo que hacemos. Que sientes bien que te toque.

—Lo hago. – le aseguró el menor.

—Si es así, no tienes por qué contenerte. – le pidió y tomó las manos del menor besando sus palmas magulladas.

Bill quiso explicarse, pero ¿Qué diría?

—No te lastimes. Puedes tocarme o simplemente aferrarte cuando sientas que lo necesitas. – colocó las manos de Bill en sus hombros y pegó sus frentes, besándolo. —Son muy bonitos. – le dijo acariciando sus labios. —Realmente bonitos, pero más que eso, son parte de ti y odio verte lastimado.

—Soy un poco ruidoso. – murmuró, bajando la mirada y notablemente sonrojado.

— ¿Me dejarías escucharte? Sé que amaré cada sonido. – le aseguró.

—Pero… – Anis lo calló con un beso apasionado.

Bajó nuevamente su mano hasta la hombría del menor y la masajeó con verdadero entusiasmo, sintiendo rápidamente su mano llena de la humedad que emanaba. Anis sabía que el pelilargo estaba cerca de acabar y él estaba desesperado por ver esa bonita cara perdida en el placer.

El pelilargo quería morder sus labios, por puro reflejo, pero cada vez que intentaba hacerlo los labios de Anis se lo impedían y lo besaba con más ganas, logrando que su boca siempre estuviese ocupada y lejos de lastimarse

Anis sentida como el miembro del menor se sacudía ligeramente en sus manos y como sus caderas se elevaban sutilmente. Bill estaba a punto de correrse.

Sus manos se empuñaron con fuerza cuando se sintió cerca del límite y el primer gemido que emitió fue de sorpresa cuando las manos de Anis tomaron las suyas y las colocaron a ambos lados de su cabeza y aun que ahora el rapero no podía tener sus manos en el miembro de Bill, el placer no terminó.

—A-anis… – gimió entrecortadamente el menor ante las arremetidas de las caderas del mayor contra las suyas, sintiéndolas cerca, sintiendo sus miembros cerca.

El anterior gemido estuvo a punto de no romper la barrera de sus labios, porque sería la primera vez. Fue la primera vez que gimió ante alguien que no fuese su hermano; la primera vez que gimió un nombre que no fuese el de Tom.

—Sabía que amaría escucharte. – sonrió contra las labios del menor, ganando la batalla cuando la respiración de Bill empezaba a volverse pesada, cargada de deseo a punto de estallar.

El mayor colocó de vuelta las manos de Bill en sus hombros y besó su cuello mientras sentía al menor derretirse bajo suyo.

Bill pensó que sería molesto, pero lo cierto es que la perfectamente arreglada barba del mayor se sentía muy bien contra su piel y le hacía unas cosquillas que en esos momentos no le provocaba risa.

—Uhm…Anis. – gimió realmente bajito.

Ese cosquilleo intenso comenzó, haciéndole abrir ampliamente las piernas, para luego cerrarlas con presión alrededor de Bushido y los dedos de sus pies se doblaban, mientras el mayor tenía firmemente sujeto su sensible pene.

—Anis, Anis, Anis… – Bill empezó a gimotear, casi sollozando con sus ojos firmemente cerrados, con su rostro girado y sus caderas alzándose, buscando más contacto con la experta mano de su acompañante que sentía su piel erizada ante la jodida imagen de Bill a punto de venirse ante él, debajo de él, en él, por él.

—Hazlo, cariño. – tuvo que decir Anis, tan torturado como Bill ante ese orgasmo que venía en camino. Besando su cuello expuesto, lleno de hermosos lunares, sin percatarse de la fuerza en la que las uñas largas de Bill se enterraban en su piel.

Sus labios temblaban intentando respirar, esta vez no porque el dolor le robaba el aire, sino porque alguien más le ofrecía respirar. El placer era insoportable, estaba sintiendo su orgasmo por todo el cuerpo, cosquilleando con fuerza en su dermis, queriendo estallar en la punta de su intimidad.

Un temblor se hizo presente en el cuerpo de Bill, poniéndolo de cabeza. El definitivo. Sus ojos se abrieron, húmedos de las sensaciones, abrazándose a Anis, gimiendo alto, agudo, erótico y excitante para cualquiera que lo oyera.

Anis dejó de besar el cuello del menor, porque no podía perderse la imagen de cómo se desfiguraba esa hermosa cara en algo más sublime, a la vez que recuperaba algo del aliento que se escapaba de su cuerpo en ese bajito, pero largo y agudo gemidito que estaba emitiendo mientras se corría fuertemente contra la mano del mayor.

Por varios segundos, donde Anis lo tocaba con sutileza, se sintió perdido. ¿Hace cuantos meses que no tenía un orgasmo? Se sentía pesado, pero más despierto que nunca y la sensibilidad era extrema, no dolorosa, solo necesitada.

— ¿Eso fue bueno? – le preguntó el mayor y Bill tuvo que hacerse de sonrojo de hierro para asentir. Luego Anis sonrió. —Te daré todo el placer que quieras. – le aseguró antes de besarlo.

Bill cerró sus ojos suspirando al sentir a Anis acariciar suavemente su cuerpo. Ese hombre estaba rompiendo todas las barreras reservadas para Tom, aquellas que construyó Tom y que de alguna manera dejó abiertas desde aquella noche.

—Tú. – señaló Bill.

—Shh… – pidió contra sus labios y giró al menor, dejándolo a horcadas sobre él.

El menor se aferró al cuello de Anis, agitado ante el cambio de posiciones y en cómo se sentía sobre el otro. Anis era tan fuerte y apasionado, tan cálido. Observó sus brazos trabajados, la forma en la que sus manos parecían podía cubrir su cintura, atrayéndolo a él. El mayor lo besó con dulzura, viajando a su baja espalda, yendo a sus caderas y guiándolas con lentitud hacia abajo.

—Uhg. – gimoteó Bill desde el cuello del otro cuando el contacto de intimidades se dio, sintiendo que su miembro estaba recobrando vida casi impresionantemente, llevándolo a balacear sus caderas sobre las de Anis.

Esa iniciativa le aseguró que Bill no era virgen. Sin embargo, le confirmó que tal como pensaba el menor no tenía muchas parejas sexuales. El pelilargo tenía movimientos tímidos y un tanto inseguros, lo que le aseguraban al mayor que quizás no tenía la experiencia para saber que podría gustarle a todos en términos generales. Pero eso no le importaba, si era el número mil o quizás su segunda pareja; le tenía sin cuidado, porque lo que transmitía y provocaba Bill no era fácil de conseguir y el mayor empezaba a perder la cabeza por ese pequeño rockero.

Se escucharon gimoteos por parte de Bill, sacado a Anis del letargo provocado por el vaivén de las caderas del menor contra su miembro, aferrándose a sus hombros para poder continuar, dejándose guiar por las manos del mayor que le hacían subir y bajar, ondear sus caderas, danzar sobre su miembro.

Bill estaba disfrutando ese tipo de placer como hace mucho no lo hacía, hace tanto que no se sentía así, sin apuros, sin preocupación por si su acompañante disfrutaba lo suficiente, sí gustaba de su cuerpo. Por qué Anis parecía disfrutar, parecía desearlo.

El mayor capturó sus labios, sintiendo a Bill erguirse mientras lo besaba, meciendo sus caderas de adelante hacia atrás, dejándole sentir la calidez que emanaba de él justo en su hombría dotada y orgullosamente erguida.

—Bill, Bill. – murmuró contra sus labios, su voz sonando necesitada.

—Hace tiempo que no… – intentó explicarse Bill. —Ve con cuidado. – pidió y permitió que, como si su peso fuese inexistente, Anis cambiara de nuevo la posición, quedando sobre él, entre sus piernas abiertas que le recibieron.

—Te aseguro que iré con cuidado. – le prometió.

—Lo sé. – admitió. Bill se sentía seguro en los brazos de ese hombre que así como era apasionado, lo trataba con delicadeza.

Anis siempre tenía un preservativo en su billetera y mientras estaban en la cabaña el solía guardarla en una de las mesas de noche. Sacó un sobre plateado de la billetera y se arrodilló entre las piernas abiertas de Bill, acariciándolas suavemente antes de hacerlas abrir y flexionar un poco más.

Bill contuvo el aliento cuando Anis separó un poco sus blancas nalgas y la visión fue muy tentadora. Era rosadita y resplandecía entre toda esa blancura, era pequeñita y sus pliegues fruncidos se veían realmente suaves.

El menor se sonrojó al seguir la mirada del otro. Pasando por su vientre que tenía rastros de su semen, bajando por su sexo erecto y perdiéndose en su entrada. Anis subió rápidamente encontrando su mirada con la de Bill y le sonrió como quien sonríe cuando lo han pillado.

—Es bonita. – le dio un extraño halago, mientras pasaba un dedo por esa pequeñita abertura.

— ¿Gra-gracias? – preguntó un poco estremecido y Anis rio, luego Bill sonrió con él.

No podía creer lo cómodo que era. Es decir, era incómodo realmente, pero no tan incómodo como podría imaginarse. A decir verdad, él nunca se había imaginado en una situación sexual con alguien más que no fuese su hermano, pero ahora estaba allí y su corazón se contradecía en una lucha de terreno entre el sentimiento de siempre y el nuevo sentir.

—U–uhg…. – Bill cerró sus ojos dejando que sus labios temblaran y jadearan cuando sintió un besó de Anis en el borde de su abertura. —Bu… – suspiró intentando mantener sus intranquilas piernas abiertas para que el mayor continuara.

La vergüenza era demasiada. Sólo Tom había visto ese lugar tan íntimo, pero ahora estaba allí, con Anis besando el rincón más sensible de su ser; delineando con su lengua sus bordes rosados, pidiendo permiso para entrar.

—Oh, Dios. – se arqueó, sintiendo su cuerpo cobrar vida propia al tensarse y moverse. —Dios, Dios. – Anis estaba succionando, humedeciendo y penetrando; lubricándolo lo suficiente para recibir sus dedos. Bill sentía su entrada dilatarse, palpitar deseosa.

Anis volvió a los labios del menor cuando dejó su rosada entrada ligeramente dilatada y bien húmeda, dispuesta para recibir sus dedos.

—Despacio. – pidió, agitado y sonrojado, sintiendo un dedo entrar con poca resistencia ante la húmeda dilatación.

— ¿Te hago daño? – cuestionó.

Anis había descubierto eso que sólo Tom sabía: Bill era jodidamente sensible. Eso lo volvía extremadamente receptivo al placer, así como lo hacía propenso al dolor.

—No. – aseguró quedado, temblando cuando Anis pasó cerca de su saco de nervios.

El mayor sonrió contra los labios de Bill, conectando su profunda mirada con él, sus rostros a centímetros mientras Anis trabajaba con un segundo dedo en el menor.

—Ahg. – gimió Bill, cerrando sus ojos cuando Anis lo encontró. —Ahg-ahg.

Anis realmente estaba impresionando ante la sensibilidad de Bill.

Bill intentó mantener sus ojos abiertos y Anis observó como el mayor se aferraba a las mantas a sus lados. Su miraba se mostraba deslumbrada ante el placer recibido, lucía sonrojado y tembloroso. Anis conectó sus labios cuando el tercer dedo entró, sintiendo a Bill apretar contra ellos, ajustándose a la introducción.

Mientras Anis introducía el tercer digito en él y lo besaba con amor, él pensó que hace mucho que no sentía esa inserción en si a la vez que quien lo hacía estaba frente a él y lo besaba, pero esta vez sí era así y eso le hizo sonreír ligeramente.

Lo cierto es que su mente no estaba registrando concretamente a Tom, pero su cuerpo se estaba revelando haciéndole doler ligeramente en el pecho, pero lo que provocaba Anis le estaba ganando terreno a las huellas en su piel de su primer hombre y amor.

— ¿Dolor? – cuestionó.

—No, sigue. – pidió en un hilo de voz.

Anis le obedeció, sin dejar de respirar el mismo aire que Bill. El menor se perdió en las sensaciones, sus caderas pronto buscando los dedos del mayor cuando este los retiró. La sonrisa que Anis le dirigió le aseguró que estaría bien y que solo se entregara al sentir, porque luego de eso, él se quedaría a su lado y se acurrucaría con él.

El menor lo observó desenrollar un condón en su miembro que se veía a punto de reventar, para luego ser besado con cariño.

—No dudes en expresarme alguna molestia. – le pidió y el menor asintió.

El mayor le ayudó a levantar un poco su pierna, pasando su fuerte brazo bajo su rodilla, abriéndolo lo suficiente para que quedara totalmente expuesto. Bill se perdió en la mirada del otro, respirando agitado cuando sentía la cabeza del miembro del mayor presionar en su entrada, lubricándola un poco con el aceite del condón.

Anis bajó a su boca y lo besó. Luego, Bill le sintió entrar y arrugó el ceño ante el dolor, pero Anis controló sus ganas de empujarse completamente y dejó castos besos por todo el rostro del menor intentando relajarlo.

El pelilargo dejó caer hacia atrás su cabeza cuando Bushido le empezó a masturbar, brindándole esa doble sensación que siempre había sido demasiado para él y apenas su interior se acostumbró a la presencia del dotado miembro del otro, no pudo evitar separar sus labios para expulsar un gemido que se enmudeció.

—Uhg – gimió en la boca de Anis en la primera embestida.

— ¿No duele? – preguntó.

—Me preparaste bien. – le aseguró, completamente agonizando. —Uhm – suspiró cuando el mayor golpeó el saquito de nervios en su interior y tuvo que esconderse en su cuello.

El olor a Anis, ligado con su perfume, le estaba volviendo loco. Y cuando el mayor supo que era lo tenía que golpear con insistencia, fue suficiente para hacerlo gemir muy alto.

—Te sientes increíble, Bill. – aseguró Anis, impulsando un poco más fuerte sus caderas contra Bill. El menor era increíble en la cama; súper receptivo, gemía hermoso, lucía erótico, apretaba delicioso. Y eso, sumado a su personalidad adorable y cautivadora, a su belleza innata; estaba siendo suficiente para quedarse con su corazón.

Anis Ferchichi acababa de perder la cabeza por Bill Kaulitz.

Las embestidas estaban siendo lentas, pero firmes y profundas, llenando completamente ese apretado pasaje que estaba abrazando y abrigando la presencia del mayor. Bill enterró sus largas uñas en las espalda del otro y este aumentó la velocidad, mientras le decía las palabras más dulces que Bill haya escuchado en mucho tiempo, haciéndole sentir tan especial como el ser más afortunado, haciéndole sentir querido y deseado.

Bill jadeaba y temblaba en cada arremetida, sintiendo placer en extremo. Y cuando el mayor pasó uno de sus brazos bajo su espalda baja, alzando sus caderas y brindado un mejor ángulo, no dudó en abrir un poco más sus piernas, dando más espacio a Anis para que lo hiciese suyo.

Anis tenía la garganta seca ante la visión del largo cabello de Bill esparcido por sus hombros, haciendo que sus mejillas y labios se viesen rojos como el pecado y su piel blanca como las nubes; esos malditos muslos de leche que incitaban a ser tomados mientras se perdía en él con fuerza, con ímpetu y esos ojos que pedían piedad por tanto placer, pero que a su vez rogaban por más. ¿Quién no querría tener a así a Bill Kaulitz cada noche?

—Uhm, Anis. – gimoteó, preso de las embestidas.

Cuando sintió que sus cuerpos ya estaban completamente acostumbrados, creó un perfecto ritmo y pronto los gemidos de Bill se vieron acompañados por el rítmico golpeteo de la cabecera de la cama contra una de las paredes.

Pronto el roce en su puntito fue demasiado, el extraño placer que se sentía al ser totalmente invadido por ese canal se intensificó en tal punto que su miembro estuvo listo para dejarlo ir en dos caricias rápidas por parte del mayor y sólo fueron necesarios los gemidos de placer más bonitos, saliendo de los labios más hermosos del mundo, sumado con la mejor estrechez y el más hipnótico movimiento de caderas, para que el rapero se corriera dentro del condón.

El mayor salió de Bill y acarició sus muslos y su vientre evitando algún calambre, antes de deshacerse del preservativo. Besó la cara interna de sus muslos, los que le hicieron un cómodo espacio en los últimos instantes, y luego su boca se fundió con la de Bill.

El menor dejó que Anis lo limpiara. Su cuerpo entero hormigueaba con pereza y cada poro de su piel olía al perfume del otro haciéndole sentir extrañamente cálido.

Mientras Anis abrazaba su cintura durmiendo. Bill se preguntó si el rastro de Tom se había ido por fin de su cuerpo; y deseó con todas su fuerzas que sí. Deseó que su cuerpo no lo extrañara más; que su mente olvidara sus caricias, sus besos y que una vez fue suyo; que su corazón no lo amara más; que se llevara ese dolor en su pecho y lo dejara respirar.

Sólo la luna fue testigo de cómo alguien más descubrió los secretos que guardaban el cuerpo y corazón de Bill. Alguien más que Tom sabía cómo era Bill gozando de placer, como reaccionaba su cuerpo ante las caricias o como lucía ese íntimo lugar, como eran sus líneas, sus curvas, su olor y sus gestos, que tan cálido era entre sus piernas. El guitarrista dejó de ser el único causante de un orgasmo en su hermano, el único que sabía la melodía que componían sus gemidos o lo erótico e ingenuo que podía llegar a ser.

Anis también descubrió los miedos que alguien dejó en Bill, así como la forma apasionada y entregada con la que podía llegar a querer: esa forma tan hermosa que alguien más rechazó.

&

Anis abrió sus ojos y la poca luz le permitió enfocar la hora. Eran pasadas las ocho y Bill no estaba a su lado. Se golpeó mentalmente porque la hora del desayuno del menor había pasado y él se había quedado dormido.

Hizo lo que necesitaba en el baño, visitó un pantalón de pijama y al bajar las escaleras se encontró con el menor desayunando en la barra de la cocina. Sonrió solo al verlo.

—Buenos días. – deseó, besando un costado de su cuello y haciendo girar la silla donde estaba un sorprendido Bill, para apoderarse de sus labios.

—Buenos días. – respondió, sonriendo casi tímidamente, pero con notoria alegría, mientras le devolvía un casto beso al mayor.

Anis le miró con curiosidad, su voz sonaba bajita y un poco ¿Ronca?

—Lamento haberme quedado dormido. – se disculpó, abrazando su delgada cintura. — ¿Estás enfermo? ¿Tu voz? – Bill se sonrojó con demasiada intensidad y Anis tuvo que sonreír divertido.

—Te hice café. – le informó para cambiar el tema.

—Gracias. – y volvió a besarle simplemente porque no podía alejarse de él.

—De nada. Ve por tu café. Se enfriará. – pidió, acariciando la velludas del mayor y besando una de ellas.

El mayor lo giró nuevamente para que quedara frente a la barra y se dirigió por su café.

Bill, disimuladamente, observó la bien formada espalda de Anis, recordando que la noche anterior no se fijó bien en su cuerpo por la intensidad del asunto, pero ahora podía detallarla y al hacerlo, lo notó.

—Tu espalda. – dijo inmediatamente y se acercó al mayor tocando las delgadas líneas rojas. —Lo siento. – pidió notablemente avergonzado y casi seguro de que el mayor no querría que lo tocara cuando volviesen a intimar.

— ¿Qué sucede? – preguntó extrañado y observó uno de sus hombros. —Oh… eso… – dijo y luego una sonrisa se formó en su rostro. —Tengo un gatito. – dijo y Bill le miró un poco confundido. —Tiene las uñas afiladas, como un lindo felino. – continuó, mientras abrazaba la cintura de Bill y lo recostaba en la barra. —Pero no me importa. Me gusta llevar estos rasguños, así recuerdo que la pasamos bien jugando. – dijo y besó al menor, que aún no captaba el significado de sus palabras.

— ¿Un gatito? – preguntó confundido.

—Sí, maulló toda la noche, de seguro hoy amanece un poco ronco. – siguió inocentemente, haciendo enrojecer esta vez a Bill como un tomate.

—No digas más. – pidió.

—Me encantó estar contigo. – le susurró bajito y le sonrió de esa forma que hizo que el menor se fijara en él. —Y realmente deseo poder estar aquí. – confesó, tocando suavemente el lado izquierdo del pecho de Bill.

&

No había pasado cuatro horas desde que volvió a Alemania y mucho menos desde que llegó a casa de su madre, y ya el semblante de Tom se encontraba endurecido con firmeza.

De pronto, la sonrisa de felicidad de su madre no le parecía apropiada.

¿Cómo es que estaba sonriente, mientras Bill estaba a miles de kilómetros con un rapero?

— ¿Cómo es que lo dejaste ir? – preguntó, con fingida normalidad luego de aclarar su garganta. —Es un rapero, mamá. Y ni siquiera lo conoces bien.

Simone calló cuando quiso decirle a su hijo que lo que Anis había hecho por su hijo menor era suficiente para tener confianza en él, pero tenía que respetar la petición de Bill.

—Bill lo quiere mucho y son muy buenos amigos.

— ¿Amigos? – preguntó casi bufando. —Sí, claro. – murmuró y se levantó para llevar sus maletas a la habitación, con los celos quemándole en las venas.

«Y así de fuerte es el amor que Bill juró sentir por mí.» pensó, bufando.

Continúa…

Gracias por leer. 

Publico y rescato para el fandom TH

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