«Backstage» Fic TWC de LadyScriptois
Capítulo 18
Ese sábado el ambiente era tenso entre los gemelos. De alguna manera, Bill sentía el escrutinio de su gemelo en su persona, sentía cada mirada fija y constante; poniéndolo ansioso, haciéndole doler en el pecho. Él intentaba ignorarlo, intentar no sentirse así, pero no podía. Tom se había vuelto magnético como nunca antes.
—Necesitamos ir al supermercado. – escuchó que decía Gustav.
—Los de veinticuatro horas siempre están vacíos a esta hora. – dijo Georg emocionado.
Hace mucho que no iban a un supermercado y cuando lo hacían era en medianoche, justo como ahora, ya que siempre estaban libres de alguien que les reconociera.
—Quiero ir, quiero ir. – pidió el bajista, como un niñito, y Bill le sonrió a Gustav, entrando en modo de complicidad con el ojiverde.
—No me encargaré solo de estos dos chiquitos. – aseguró el baterista. —Tom. – le codeó. —Vamos.
— ¿A dónde? – le preguntó concentrado en su guitarra.
—Supermercado. – Tom gimió con pereza y fue arrastrado por el baterista.
Bill pidió un momento, asegurando que necesitaba buscar un gorro de lana para cubrir su cabello un tanto despeinado y su bolsa.
—Lo siento. – se disculpó el cantante, alcanzando rápidamente a los chicos en el garaje.
Tom lo observó, teniendo que admitir que Bill lucía realmente precioso con ese gorro y notando que sus labios fueron acariciados por humectante labial, otorgándole un lindo brillo.
—Listo, vámonos. – informó entusiasta, Georg derramando un poco de la coca cola que bebía; haciendo que Tom sonriera mientras tomaba las llaves de su camioneta.
—No manches los asientos. – pidió el guitarrista, abriendo caballerosamente la puerta del copiloto para Bill.
Gustav estaba en los puestos traseros y Georg pretendía unirse cuando Bill se quedó de pie, un poco sorprendido ante el gesto de Tom. Así era como funcionaba entre ellos: si Tom conducía, Bill era el copiloto y Tom siempre estaba abriendo la puerta de Bill.
Tom se maldijo al ver lo que hizo inconscientemente, odiando esos hábitos que tenía.
—Gracias, cariño. – bromeó el bajista, tomando su asiento en el copiloto al notar que Bill parecía no reaccionar. También un poco sorprendido ante el gesto de Tom cuando los gemelos parecían ser tan distantes ahora.
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Tom iba con Gustav detrás de Georg y Bill, quienes hicieron posesión del carrito de compras y lo tenían abarrotado de todo.
Bill gemelo estaba riendo con el bajista y Tom tuvo que admitir que la risa de su hermano sonaba muy bonita, que se veía muy lindo riendo y que le gustaría que riera por su causa.
— ¿No comprarás tinte? – le molestó Georg a Bill. —Veo tus raíces rubias.
—Tonto. – le picó. —No se ven. – le aseguró sacándole la lengua. — ¿Por qué tú no compras un hidratante para las puntas? Bien que te hace falta. –se vengó.
—Mis puntas no están deshidratas. – dijo tocándolas. — ¿O sí? – le preguntó con seriedad y Bill rio.
Tom podía certificar que la complicidad entre Georg y Bill había aumentado últimamente y lo corroboró cuando el bajista parecía conocer mejor que comía Bill que él mismo.
Cuando estaban por el camino de galletas, el castaño tomó toda la variedad posible y luego le enseñó a Bill unas de avena, y el menor sonrió asintiendo. Luego tuvo que añadirle a ese par a Gustav, al verlo seleccionar frutas que no comía, pero que Bill sí.
Algo en esas conductas le hacía sentir como si no estuviese enterado de algo, como si hubiese un secreto al frente de sus narices.
—Mira, Georg. Papel higiénico ultra suave. – le indicó Bill, colocándolo en el carrito y luego susurrándole algo en el oído que hizo que el castaño le golpeara la nariz juguetonamente, haciéndole soltar un gritito similar al de gatito.
Bill y Georg parecían unos niños en el supermercado, mientras que Gustav y Tom, una especie de padres, pero cuando la energía se agotó y toda la lista fue tachada, era hora de volver a casa.
La cantidad de productos comprados era inmensa y los chicos hicieron varios viajes para poder bajarla toda del coche, aún quedaban bolsas pesadas y Bill arrugó el ceño porque no quería tomar ninguna de esas.
Una mano a su lado tomó las más pesadas, tendiéndole a él algunas bolsas con algodones, cajitas de pañuelos, servilletas y papel higiénico, nada pesado.
—Lleva esto. – ofreció Tom y Bill tomó las bolsas con un poco de duda.
—Gracias. – dijo, adelantándose cuando se sintió extrañamente ruborizado, y se encaminó a la puerta de entrada.
Tom observó a su gemelo irse, recordando que siempre le hacía pucheros para llevar lo liviano. Él simplemente actuó por impulso, de nuevo. Y es que su gemelo lucía tan menudo, solamente tenía que observar su cuerpo y delicados gestos.
Cuando su gemelo cruzaba el umbral de la puerta, Tom se encontró observando el pequeño y redondo trasero de Bill. Tuvo que sacudir la cabeza y cerró con fuerza la maleta antes de entrar.
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—Bill, Tom. – les detuvo Jost. —Chicos, necesito hablar con ustedes. Vengan. – pidió.
Tenían una semana trabajando en el nuevo álbum, lo que en realidad era vagar unas horas por el estudio, tocando algunos acordes sueltos y luego creando con ellas una melodía. No eran muy significativos los avances, pero algo era algo. Estaban tocando sus antiguas canciones y algo llamó la atención de Jost.
— ¿Qué sucede con ustedes? – les preguntó, cuándo ya estaban más apartados del resto.
—Nada. – aseguró Bill de la forma más creíble posible.
Si los G’s hubiesen escuchando la respuesta de Bill, sin duda una mueca se hubiera dibujado en sus rostros. Ellos eran testigos fieles de que esa semana no había mayor interacción entre los gemelos. Lo cierto, es que era bastante raro que cruzaran más de dos palabras al día y aunque Bill parecía volverse un experto es esquivar la mirada de su gemelo, Tom le examinaba constantemente.
—Hay algo en ustedes que no está bien. – afirmó Jost. — No intenten ocultármelo. Les falta esa complicidad y chispa que siempre hay cuando están juntos. Es demasiado obvio. Me preocupo por ustedes y por la banda. Será muy notoria esa tensión ante el público. – destacó y Tom se aclaró la garganta incómodo. Él era consciente de que el ambiente de antes con su gemelo era muy diferente al de ahora.
—En serio, no-no pasa algo, David. – repitió Bill.
Meses antes de las vacaciones, ambos tenían problemas y no era notorio y tampoco afectaba a la banda, no entendía porque ahora sí lo sería. Bueno, cosa tonta, estaba claro que ahora todo estaba peor.
—No soy tonto, pequeño. Quiero que trabajen en su conexión. Así que, intenten reunirse para tocar una canción que les traiga buenos recuerdos, o trabajen en una de las melodías. No sé, lo que quieran, pero es algo que harán solamente ustedes. – pidió con una sonrisa, ante dos incómodos gemelos. —Recuerden que ya se confirmó la sesión de fotos. Ese fotógrafo no los querrá distantes. – les recordó.
—No creo que sea necesario. – dijo Tom, refiriéndose a la tarea de Jost.
—Sí, lo es. La tocaran para mí dentro de algunas semanas. Si no veo avances, volverán con Olivia. No para lo que están pensando. – acotó. — Sólo para que trabajen en su lazo. – aseguró y les pidió que retomaran lo que tocaban.
Tom volteó a ver a Bill en busca de alguna reacción por su parte, una maldita mirada siquiera. Pero él simplemente le ignoraba.
«Como si fuese extraño» pensó.
Con el tiempo, Tom había descubierto que Bill tenía un tatuaje en su antebrazo y luego se enteró que fue en compañía de Bushido. Totalmente molesto. Y, aunque Bill lo disimulaba con ropas holgadas y abrigadoras, él conocía cada rincón de su cuerpo, cada grosor de sus partes. Sólo él podía saber cuándo el cuerpo de su gemelo tenía imperceptibles cambios. Ahora que los cambios eran notorios ¿Cómo Bill pretendía ocultárselo?
Su hermano había bajado de peso, así que Tom observaba cuidadosamente su alimentación. Descubriendo que Bill comía como un pajarito: muchas veces al día, pero porciones pequeñas. Muchas de esas veces que comía, Tom no estaba presente, quién veía que comía cosas que usualmente no hacía: mucha ensalada, frutos secos, frutas, jugos, pocas carnes; casi nada de chucherías, dulces, chocolates o cosas grasosas. Todo era muy confuso para Tom, que tenía la costumbre de verle comer mucha comida chatarra.
Empezaba a preguntarse qué mierda tenía su hermano en la cabeza que no era consciente de que estaba más delgado. Tom veía esas actitudes de Bill como si se estuviera haciendo daño.
Y no solo esos extraños hábitos eran nuevos en Bill.
Siempre estaba tenso a su lado, inquieto, y lo que más le molestaba: no le miraba a los ojos.
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Bill había estado en la sala hablando por teléfono con Anis, quien se encontraba en Viena grabando algunas escenas de un video musical, y cuando subió a su cuarto era bastante tarde.
Se dispuso a abrir su blanca puerta, cuando apareció Tom, quién venía del estudio. Inmediatamente el olor del trenzado invadió el ambiente y Bill se apuró en abrir cuando una voz le detuvo.
—Bill. – le llamó su gemelo, acercándose a él y Bill no sabía cómo reaccionar. Tom le estaba hablando.
Se tensó inevitablemente y su mirada se mantuvo baja. Era tan fuerte aquello que le hacía mantener la vista fuera de su gemelo que ni siquiera era consciente de que lo hacía.
—Di-dime. – dijo con esa voz que perdió fuerza antes de darse cuenta.
—Esto… – el guitarrista tuvo que aclararse la garganta, de alguna manera esperando que Bill le viese a los ojos. —No quiero volver a ver a Olivia. – fue lo que dijo.
Bill entendía. Cuando iban a las terapias con Olivia, se dio rienda suelta a aquel romance, era lógico que Tom no quisiera ir.
Bill, asintió compresivo. Y por un momento en la mente de Tom se mostró aquella noche en el hotel, ese pequeño asentimiento que Bill dio antes de salir de la habitación. El cabello del menor se vino al frente ante el movimiento y Tom tuvo el fuerte impulso de tomar esos suaves mechones y recogerlos tras la oreja de Bill, pero se contuvo cuando su mano parecía querer moverse.
—Lo mejor será hacer lo que pidió David. – continuó, viendo, como embobado, el trabajo que hacían los delgados dedos de Bill en recoger aquellos mechones. Dios, se moría por acariciar ese suave cabello negro.
—Yo-uhm. Está bien. – aceptó, su mano apretando con fuerza la perilla de la puerta para poder controlar la extraña sensación que sentía por todo su cuerpo y que se intensificaba donde jugaban sus mariposas. Bill sentía una intensa atracción hacia su hermano, su cuerpo clamaba por sentir su tacto, por estar entre sus brazos. No podía ser más asqueroso.
—Claro. – pausó un momento, sintiéndose estúpido en no poder tener una conversación normal con Bill. —Lleva el cancionero, podemos crear la melodía de una nueva canción y así adelantar para el álbum. – dijo y Bill volvió a asentir.
Tom no lo dejaba de mirar. Era seguramente la conversación más extraña que haya tenido con su gemelo quien no era de tan pocas palabras, menos con él.
—Entonces, buenas noches. – deseó y antes de siquiera girarse para entrar a su habitación, Bill ya había entrado a la suya.
Tom observó esa blanca puerta y suspiró sin entender que sucedía, pasando sus manos por su rostro, frustrado. De seguro su gemelo estaba loco por ir a suspirar mientras soñaba con Anis.
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Bill, de seguro estaba hiperventilando cuando cerró su puerta. ¡Dios! nunca creyó que Tom se tomaría en serio lo dicho por David. Él ya se había propuesto inventar una excusa o intentar estar menos tenso ante la presencia de su gemelo.
¿Estaría listo para estar solo con Tom?
«No, no. Claro que no.»
Apenas habían cruzado un par de palabras y él quiso huir. Algo en él se repetía constantemente, haciéndole saber que su presencia no era agradable para Tom y por eso él no buscaba interactuar con Tom más de lo necesario. Usualmente se refugiaba en los G’s, pero ahora que estarían solos. ¿Qué haría?
— ¿Qué haré, Tomi? – le preguntó al pequeño leoncito, que sólo sonreía.
Bill movió las patitas esponjosas de Tomi y suspiró, pidiendo por encontrar fuerzas para soportar estar solo con su hermano.
—Ahu. – gimió cuando algo lastimó su dedo.
Era una aguja en la patita de Tomi, Bill la sacó y buscó de nuevo su estuche de costura para reparar los últimos detalles del peluche, ganándose más pinchadas, pero dejando a Tomi en una sola pieza.
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Georg iría ese día a comprar, en una tienda especializada en viejos instrumentos musicales que ubicó en Berlín, unas cuerdas para reponer las que rompió Bill. Gustav decidió acompañarlo y tal vez irían a otro lugar antes de llegar a la casa. Salieron antes del estudio y Bill se tensó cuando Tom le propuso que aprovecharan que tenían el estudio sólo para ellos.
Tom estaba hojeando el cancionero, el cual era una carpeta clingsor.
Bill había organizado las canciones, escrito en limpio y asegurándose que no se filtrara algo de lo que escribió los últimos meses. No quería que Tom encontrase sus sentimientos por él, no quería que los viera, que los leyera. Tampoco quería que hiciera comentarios hirientes, aunque los merecía, porque no era correcto escribir pensando en su gemelo. Era difícil, porque Bill siempre escribía pensando en su hermano, por lo que optó en sólo colocar en el cancionero las canciones que su hermano ya haya visto o aquellas que le enseñó en la gira pasada.
El trenzado estaba sentado en el banquito del piano, leyendo las canciones una por una, identificándolas rápidamente. No veía algo nuevo allí y miró a Bill con curiosidad, quien estaba parado al otro extremo del instrumento y apoyado en la cola, pero como siempre, Bill no le veía a él. Volvió su vista al cancionero y el título de la última acción le llamó la atención.
Recordó que Bill se coló a su habitación de hotel para enseñársela, justo cuando él se disponía a salir con los chicos, luciendo sus ojos cansados pero ilusionados. La leyó por encima, mientras Bill le dijo que era para ellos con un adorable sonrojo en sus mejillas. Él le agradeció sin mucho interés, haciendo comentarios bastante superficiales y rápidos, antes de besarle secamente y salir por la puerta, dejando solo a Bill.
—Me gusta esta. – comentó, tendiéndole la canción a Bill y esperando alguna reacción de su parte. ¿Tal vez una sonrisa porque quería trabajar en la canción que compuso pensando en ellos?
—Está-está bien. – aceptó.
Bill había observado el título de la canción y realmente prefirió que su hermano hubiese escogido alguna menos significativa ¿Se estaría burlando?
La canción le fue arrebatada de la vista y luego escuchó una suave melodía.
Los dedos de Tom se estaban deslizando por las teclas del piano y Bill escuchó apretando con fuerza sus labios ante el cumulo de emociones que no quería mostrar.
Lo estaba haciendo. La conexión que tenían ellos al hacer música estaba apareciendo y de alguna manera, la melodía que le faltaba a lo que él escribió, estaba fluyendo en los dedos de su hermano.
—A mí me gusta cómo suena para el principio. ¿Qué crees? – cuestionó y Bill asintió sin poder hablar.
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Había anochecido y aún estaba de pie, recostado en el piano y Tom corregía, tachaba y escribía sobre las palabras de la canción algo que sólo él entendía.
—Ahora, intenta cantar esta parte. – le pidió Tom. — Hay algo que no me convence.
Bill quiso hacerse un ovillo.
Tom fue la primera persona para la que cantó y ahora su voz parecía querer ahogarse cuando iba a cantar sólo ante él, porque su corazón sabía que era para él.
—Ahora. – indicó Tom, pero la voz de Bill no salió.
—Lo siento, lo siento. – de disculpó rápidamente, sonando como un niño temeroso de ser reprendido y Tom se preguntó si acaso había sonado muy duro con Bill.
—No te preocupes. – dijo sin saber qué más decir y aclarando su garganta, mientras veía con confusión a Bill. —Intenta de nuevo.
—Is there anybody shoutin’, what no one can hear.– la voz de Bill salió cuando debía, con su sutil ronquez, aterciopelada, hermosa, y con un volumen un poco bajo. —Is there anybody drownin’, pulled down by the fear. I fell you…– su voz se quebró y se apagó.
No podía cantar sin pensar en Tom y le dolió el saber que lo cierto es que ya no sentía a su hermano.
—Disculpa. – dijo con esa voz que salió pequeñita y luego su celular sonó.
Bill lo sacó de sus pantalones justos, viendo el nombre en la pantalla y mordiendo con ligereza su labio antes de responder.
—Ho-hola. – dijo contestando y esta vez algo le impidió sonreír ante la llamada del rapero, tal vez era la mirada de Tom sobre él. —Estoy en el estudio… Oh, me alegro que la grabación este saliendo bien… Sí, estoy cumpliendo con todo… También te extraño. – dijo eso último un poco tímido y Tom tosió removiéndose en el asiento. —Yo… Uhm… debo colgar. – le informó a Anis. —Yo-yo también. Un beso. – dijo y colgó.
Tom observó el tonto rubor en las mejillas de su hermano, mientras guardaba su celular.
Rapero de mierda, incluso estando en los sueños de Bill le molestaba. Incluso cuando sus labios estaban cerca de los de Bill, Anis seguía siendo una molestia. Le molestaba saber que Bill suspiraba por él, que soñaba con él, que reía por él, que se acurrucaba con él, que era besado por él, acariciado por él y tal vez… ¿Bill habría gemido por él?
Apretó con fuerza las teclas del piano y el estruendoso sonido le hizo recapacitar, tomando con dureza la hoja que casi se caía ante su brusco movimiento.
— ¿Me ves respondiendo las llamadas de Anne? No verdad. – le dijo sonando molesto, a la vez que escribía algo en la hoja de la canción. —Así que, cuando estemos trabajando en esta canción no vuelvas a atender tu teléfono, que quiero terminar rápido con esto. – acotó, mirándole y luego volviendo a su trabajo en el papel. — Aunque, pensándolo mejor, tal vez deberías traerlo, porque cuando se trata de él parece que tu voz si sale. – finalizó cortante, afincando con demasiada fuerza el lápiz sobre la hoja.
—Lo siento.
—Mierda, deja de disculparte. – le pidió soltando el lápiz con fuerza en la cola del piano, haciendo sobresaltar a Bill.
¿Por qué se sentía como el malo al lado de Bill? Bill solamente se disculpaba, no le miraba. Joder que no le iba a hacer daño.
¿Aunque, qué más daño podía hacerle?
—Tomemos un descanso. – sentenció, mientras se levantaba molesto del banquillo y tomaba el teléfono.
El menor ni siquiera fue capaz de responder, no es como que tuviese algo que decir, cuando Tom salió del lugar. Él se quedó allí, un poco aturdido por la situación.
—Llamo a un italiano, ¿Qué quieres? – escuchó a su hermano, mientras lo veía entrar por la puerta del estudio de nuevo.
Bill observó la hora, era bastante tarde, casi las once y él no estaba acostumbrado a pasar tantas horas sin comer. Bill no estaba seguro sobre si el ofrecimiento era en serio. ¿Tom no estaba molesto?
—Bill, no tengo todo el día. – le apresuró cuando Bill parecía reaccionar.
—Sí,sí. Lo siento. – reaccionó. —E-ensalada Siciliana – respondió un poco apenado y Tom bufó, solicitando por teléfono.
—No. – le informó, cubriendo el parlante.
— ¿Ca-caprese? – tanteó.
— ¿En serio? – bufó. Que comiera otra cosa que no sea ensalada, por Dios. —Olvídalo, yo me encargo. – y salió del estudio.
Bill, a los minutos, lo vio entrar nuevamente.
—Llegara la orden dentro de unos minutos, descansemos mientras. – pidió, echándose en el sofá, haciéndose sonar los dedos que sentía entumecidos.
El silencio se instaló, y Bill se sintió realmente incómodo. No sabía a donde mirar, qué hacer. ¿Quizás debía salir del estudio? ¿Hacer como que le estaban llamando? Tal vez podría salir y Tom no se daría cuenta.
Fue sacado de sus pensamientos cuando la habitación se llenó de acordes sueltos que tocaba Tom con una guitarra acústica. Y Bill inmediatamente reconoció una melodía que su gemelo comenzaba a tocar: In die nacht. El menor sintió que se estremecía y no fue capaz de no dirigir su mirada a Tom, a sus manos que tocaban casi con pasión la melodía. ¿Por qué Tom lo hacía?
Tom observó a su gemelo, sus labios estaban ligeramente abiertos por la sorpresa, claramente conteniendo la respiración. Elevó un poco más su vista y se consiguió con los ojos miel de su hermano, bonitamente maquillados, con un brillo en sus ojos que le hizo perderse en ellos, intentando saber que era. El menor reaccionó, apartando la mirada al sentir que Tom escarbaba en ellos. Y la burbuja se rompió.
—Maldición. – se quejó cuando una cuerda voló azotando sus dedos.
Bill estuvo a punto de huir, pero el dedo de Tom estaba sangrando y abrió ampliamente sus ojos sin saber qué hacer.
—Maldición. – dijo fastidiado e intentando hacer que se detuviera la hemorragia.
—To-toma. – ofreció Bill, mientras le tendía con vacilación una de las banditas que siempre tenían en el estudio conscientes de que Gustav, Georg y Tom siempre tenían lesiones en los dedos, y una toallita de papel.
—Gracias. – respondió, tomando la bandita y destapándola dificultoso con los dientes.
Tom se vio derrotado y miró a Bill, quien reaccionó al encontrar sus ojos con los del mayor, bajando la mirada rápidamente a la vez que tomaba la bandita para destaparla totalmente.
— ¿Podrías ponerla también? – preguntó Tom, y Bill asintió conteniendo la respiración.
Tom observó a Bill limpiar la sangre de su herida para luego, con mucho cuidado, colocar la bandita con esos blancos, delgados y largos deditos que temblaban ligeramente y los cuales también tenían dos curitas: una en la del índice y otra en el pulgar.
Tanta dedicación de Bill le hizo sentir mal.
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—Yo voy. – dijo el mayor cuando escucharon el timbre. —Puedes ir organizando la mesa.
Ambos gemelos bajaron, y Bill se dirigió a la cocina para colocar en la barra lo necesario: vasos, platos, utensilios y servilletas; sirviéndose él un poco de agua para acompañar su ensalada.
—Realmente moría de hambre. – dijo Tom, entrando a la cocina y depositando la pizza en la barra. —Huele asombroso. – comentó, sentándose y tomando un trozo. Dio la primera mordida cuando fue consciente que Bill no parecía tener intensiones de comer. — ¿Qué sucede?
—Llamaré al restaurant. Olvidaron la ensalada. – dijo sacando su celular y tomando la factura de la pizza donde estaba el número del lugar.
—No pedí ensalada. – dijo Tom casi con tono orgulloso. —Pero esto es igual de nutritivo, ya sabes. Es un plato balanceado. – prácticamente se burló.
—Gracias, Tom. Pero prefiero otra cosa. – dijo con delicadeza, pasando por alto la burla de su gemelo, tomando un sorbo de agua.
No quería pizza, era demasiado para él. No quería que se repitiera el incidente de la torta. Había luchado mucho para poderse controlar y no lo iba a echar a perder de nuevo. Él no iba vomitar, no quería vomitar, no lo haría.
— Deja de ser tan superficial. – le dijo ácido Tom, harto de que su gemelo solo comiera, según él, cosas que lo tenían en los huesos. — Por comer un poco no vas a engordar. Así que, come. – le ordenó.
¿Superficial? ¿Tom le estaba llamando superficial? ¿Qué lo que quería era adelgazar? Cuándo había estado luchando todos esos meses para poder recuperar su peso. Cuándo se veía en el espejo y lo único que quería es volver a ser el de antes. A Bill no le importó si a Tom le estaba molestando su rechazo. Él no iba a tirar por la borda todos los esfuerzos que había hecho, se lo debía a su cuerpo que le estaba dando una segunda oportunidad luego de todo lo que le hizo.
—No quiero. – le habló con esa firmeza que apenas le permitía su suave voz y que no supo de dónde provino.
—Pues haz lo que quieras. – dijo Tom, de pronto sabiéndole amargo la pizza. Incluso ordenó la favorita de Bill.
Bill perdió esa firmeza de hace segundos y pronto tenía lágrimas amontonadas, lágrimas que no dejaría salir. Con rabia recogió su plato y se dirigió al refrigerador para buscar lo necesario para preparar su cena. Por las burlas de su hermano, que le herían, no dejaría que su estómago pagara las consecuencias, ni retrocedería todo lo que había avanzado.
Cuando los G’s llegaron a la casa encontraron a Bill solo, comiendo una ensalada de frutas.
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Tom se preparaba para dormir, buscando entre sus cosas una caja de banditas para cambiar la que le había colocado Bill y que se mojó mientras se bañaba, cuando encontró un frasco nuevo de removedor para barniz de uñas.
Era de su hermano y seguramente fue a parar allí cuando desempacaban las cosas que compraron en el supermercado. Lo tomó olvidándose de su curita y, al escuchar las voces abajo, se atrevió a entrar a la habitación de su gemelo sabiendo que no le encontraría allí.
Al encender las luces, varias cosas llamó su atención. La primera: Tomi estaba como nuevo en el centro de la cama de Bill; la segunda: varios frasco y cajas de medicina en la veladora.
¿Bill estaba enfermo?
Continúa…
Gracias por leer.