«Backstage» Fic TWC de LadyScriptois
Capítulo 32
Completo. Así se sentía Tom con Bill entre sus brazos, con esos delgados brazos alrededor de su cuello, con esos labios suaves acariciando los suyos y sus lenguas rozándose.
Era abrumador lo que sentía, era una electrificación que lo recorría totalmente, era amor, un amor en sus venas que estaba hirviendo al sentirse tan dichoso, una especie de adrenalina al saber que su Bill volvía a él, que su corazón nunca había dejado de pertenecerle.
Apretó su agarre en la cintura del otro, necesitándolo más cerca; aunque sus cuerpos estaban apenas separados por la camiseta de pijama de Bill, no parecía ser suficiente para Tom, no cuando eso que sentía le hacía necesitar fundir su piel con la de Bill, no había lujuria en ello, solo un anhelo de que ambos estuviesen juntos hasta convertirse en uno. Y aunque Tom sabía que eso no era físicamente posible, sabía que sus almas eran una sola, como siempre lo había sido.
Había una inexplicable fuerza en el beso por parte de Tom, fuerza en sus dedos al sostener la delgada cintura de Bill, y había tanto amor, tanta dulzura, tanto cuidado, que Bill se sentía abrumado. Abrumado por que se sentía tan feliz, tan correspondido, tan amado. Abrumado por que sabía que esa no era la realidad y eso le hacía doler de una forma que nunca había sentido, como caerse a pedazos lenta y tortuosamente.
Bill temblaba entre los brazos de Tom como nunca el trenzado lo había sentido, sollozaba en el beso con ligeros espasmos y se aferraba a él como si las manos de Tom en su cuerpo fuesen lo único que le mantuviera estable, y el trenzado no tenía idea de cuan cierto era eso.
El menor sabía que esa noche, con Tom sosteniéndolo, sería la última vez que pudiese estar de pie, y que cuando Tom lo soltara, caería irremediablemente.
—Te amo tanto. – llegó a oír Bill en un suspiro rápido antes de que Tom volviese a su boca, dejando un suave beso en los hinchados y enrojecidos labios del menor, antes de juntar sus frentes y mirar a los ojos de Bill.
Bill sintió los suaves dedos de Tom limpiar sus mejillas mojadas, y saber que lo perdería de nuevo y para siempre, hacía que el trabajo de Tom fuese en vano.
—Aquí…. – Tom tomó la mano de Bill y la llevó al lado izquierdo de su pecho. —Aquí hay tanto amor como para amarte por siempre… – le aseguró, con unos ojos tan sinceros que estaban siendo como balas en la mente de Bill. —Para cuidarte, para adorarte, para protegerte más allá de mi muerte. – Bill tuvo que contener el aliento y apretar sus labios para no sollozar, mientras asentía; y sin poder aguantar tanto dolor se abrazó a Tom, buscando un consuelo del único hombre que podría sanar sus profundas heridas que se estaban abriendo, acurrucándose en su pecho mientras el mayor lo abrazaba con fuerza y besaba sus cabellos susurrándole lo mucho que lo amaba.
Bill más que sentir que le creía, quería realmente creerle.
—Fui un tonto. – murmuró con lágrimas en los ojos. —Más que un tonto, un estúpido, Bill… – aseguró buscando la mirada de su hermano, tomando su rostro y haciendo que lo mirara. —Lamento haberte lastimado. – dijo con voz de arrepentimiento, con sinceridad, y Bill buscaba en los ojos de su hermano una señal de que era mentira, que realmente no estaba siendo sincero, pero no la encontraba, no sabía cómo sentirse con eso cuando su corazón perdidamente enamorado se estaba arrastrando ante los ojos arrepentidos de Tom. —No quise que termináramos… – siguió con la voz ahogada por las lágrimas. —No quise alejarte, nunca he querido estar sin ti. No sé qué me sucedió… Por favor, perdóname. – los labios de Bill temblaron, sus emociones evitándole respirar correctamente y sólo pudo limpiar las lágrimas de su hermano, antes de esconderse en su pecho, asintiendo contra este, porque el dolor no le dejaba decir una palabra, le robaba el aliento el escuchar una súplica tan desesperada que parecía tan pura, tan verdadera. —Nunca he podido amar a alguien más… – le susurró y Bill se convulsionó intentando controlar un sollozo, apretando sus ojos para que las lágrimas de un amor dolorosamente y momentáneamente correspondido se deslizarán.
Él tampoco podía amar a alguien más. Su corazón era de Tom, todo su ser, todo su amor, todos sus alientos. Todo le pertenecía a Tom.
Bill no sabía que juego jugaba Tom, porque se comportaba así, porque se disculpaba, porque lo hacía sentir amado, porque lo estrechaba entre sus brazos no queriéndolo soltar sabiendo que era repugnante. Pero él, el dolor de su alma… querían jugar ese juego en el que sabía que terminaría perdiendo. Él quería sentirse querido por Tom, solo un instante, solo esa noche. No pedía nada más. Sus sentimientos estaban batallando en su garganta para hacerle saber a Tom lo mucho que él también le amaba. Y Bill se rindió ante la oportunidad de ser momentáneamente feliz al lado de su hermano.
—Yo tampoco puedo hacerlo. – dijo sin aliento y con la voz entrecortada por un ligero llanto.
—Bushido… – murmuró Tom. El mayor pensaba que el menor amaba aunque sea un poco al rapero, pero Bill negó contra su pecho y Tom escuchó un pequeño sollozo antes que la voz quebrada del menor se dejara oír.
—No pude… – aseguró como una derrota que se confirmaba a sí mismo.
Tom analizó ese “no pude”…
— ¿Eso quiere decir que tú y él…? – cuestionó sorprendido y se escuchó otro sollozó, que le confirmaba que Bushido y Bill habían terminado.
Luego recordó lo que le había dicho Bill días atrás, que quería suficientemente al rapero como para no lastimarlo; ahora lo entendía, como también entendía que si había amor por parte de Bill al rapero, pero era un amor muy diferente al que sentía por él. De alguna manera, una suave sonrisa se dibujó en su rostro al saber que siempre estuvo en el corazón del menor.
— ¿No pudiste amarlo… Por mí? – Bill sollozó débilmente sintiendo sus sentimientos muy vulnerables cuando Tom hablaba de ellos, y el trenzado tomó el rostro de Bill, haciendo que lo mirase de nuevo. Los ojos del menor estaban completamente cristalizados y sus labios temblaban, mientras miraba expectante el rostro serio de Tom. —Yo tampoco puedo amar a otra persona que no seas tú. – le repitió, besando sus parpados tembloroso, cuando el menor cerró sus ojos ante esas dulces palabras. —Si hay algo que hecho cada instante, cada minuto, cada segundo de mi vida, es amarte. – le aseguró. — Incluso cuando no me daba cuenta, lo hacía. – Bill volvió abrazarse a su hermano, esta vez con más aferro cuando Tom volvió a besarle.
Las manos de Tom se fueron al rostro de Bill, colocando sus cabellos tras su ojera mientras lo besaba con lentitud, demostrándole a Bill que todo su sentir era para él solo para él.
Tom podía sentir la necesidad de Bill en cada beso que se daban, era una necesidad de cariño de su parte, de ese cariño que él le negó por tanto tiempo y eso le partía el corazón. De alguna manera, la forma tímida en la que Bill intentaba seguir su ritmo o la intensidad con la se aferraba a él, lo estaba llevando al paraíso. Bill era la verdadera gloria para Tom, sus tersos labios cerezos eran un majar y la forma en la que suspiraba entrecortadamente por el llanto eran los sonidos más bonitos para él. Bill era toda su gloria, su único manjar, su melodía preferida.
—Prometí que te amaría por siempre, Bill, y nunca voy a dejar de hacerlo. – le aseguró y los labios temblorosos del menor batallaron entre la sonrisa que quería formarse y los sollozos que querían brotar ante esa hermosa mentira.
Y él ya no tenía fuerzas para luchar contra el dolor, contra el amor desesperado en busca de un consuelo. Se rendía ante Tom, ante el deseo de jugar con el ese extraño juego de enamorados esa noche.
Ya su alma no podía más.
—Yo nunca voy a dejar de amarte. – dijo en un hilo de voz y Tom observó esos grandes y enormes ojos, que se mostraban tan puros, tan sinceros, sin ningún obstáculo para leerlos, tan llenos de amor.
Tom sonrió, lo amaba tanto.
Bill secó sus lágrimas mientras Tom lo besaba, ya no lloraría más, jugaría a que Tom lo amaba, dejaría que esa noche el mayor lo amara, fingiría y se creería la mentira de que mañana despertaría entre los brazos del trenzado, quien lo besaría diciéndole cuanto lo amaba, que pasarían su día juntos compartiendo besos y cariño, que compondrían juntos canciones de su amor, que realmente se amarían por siempre.
Los dedos temblorosos del menor reposaron en las mejillas de su hermano, mientras éste exploraba de nuevo en su boca, rozándole con el frío objeto de metal de sus labios, compartiendo su aliento con él, brindándole el oxígeno que Bill creía empezar a perder, compartiendo su calor, el que necesitaría en las frías noches que pasaría en soledad.
Cuando los dedos del mayor se aventuraron entre la camiseta del menor y acariciaron con suavidad sus costados, a la vez que seguía danzando en sus labios, Bill recordó que así se sentía ser amado por Tom, que así se sentía ser besado por él, tocado por él. Nunca quería olvidarlo.
Hace tanto que Tom no tenía contacto directo con la piel cálida de Bill, con su cintura desnuda, con sus caderas delgadas, con su espalda tibia. Extrañaba cada parte de él y su respiración se volvió pesada
—Extrañaba tanto besarte. – murmuró el trenzado y Bill no hizo más que dejar que el mayor siguiera besándole, mientras el buscaba un bonito lugar en el baúl de sus memorias para esas palabras del mayor. Bill quería recordar cada uno de los detalles de ese momento.
Tom acarició la mejilla de Bill cuando tuvieron que separarse por un poco de aire. Sus ojos sin poder despegarse, Tom no quería dejar de observar los ojos llenos de amor de su hermano; Bill no quería olvidarlos, quería estudiar cada uno de sus líneas, cada gota de su brillo, preguntándose por qué parecían llenos de un amor sincero, por qué era el mismo mirar de años atrás.
El menor cerró sus ojos sintiéndose abrumado por la mirada de Tom y suspiró cuando le volvió a besar, pareciendo tan adicto a sus labios como lo fue hace años. Bill se bastaba con que Tom fuese adicto esa noche, que lo derrumbara con esos dulces besos y que hiciera que su corazón fuese feliz, solo esa noche.
Y Tom estaba logrando hacer feliz al corazón de Bill, sintiendo contra su pecho como éste latía con fuerza, casi queriendo salir del pequeño tórax de su hermanito, como queriéndose comunicar con su corazón y Tom estaba entendiendo el mensaje de sus corazones emocionados por que volvían a estar juntos, como necesitaban estarlo, como lo estarían por siempre. Sonrió entre el beso y alzó con fuerza al menor, sintiendo como el menor sonrió suavemente contra sus labios y observando como sus ojos brillaban como dos estrellas. Dios, lo amaba tanto y todo ese sentimiento que minutos atrás le estaba abrumando, hacían latir su corazón con adrenalina, la cual se empezaba a esparcir por su cuerpo.
Bill quería sonreír cuando Tom sonriera, quería besarle cuando este lo besara, dejarse tocar cuando el trenzado lo deseara. Se abandonaría completamente a Tom, como siempre lo había estado. Se sentía perdido; tantos meses llorando en silencio por su hermano, tanta culpa cargando en sus hombros, tantos rechazos en sus memorias, tantas suplicas no escuchadas; quería que todo fuese borrado mientras el mayor le decía que lo amaba. Sus labios que contenían su llanto estaban siendo distraídos por sus besos, sus náuseas parecían haber sido sustituidas por mariposas que jugaban felices.
El menor empezaba a jadear entre los besos por la privación del aire. No recordaba que tan apasionado podía llegar a ser Tom, porque las últimas veces que le había besado había sido de forma tan automática, casi fría… Y ahora parecía ser abatido por cada uno de sus besos intensos. Bill no se daba cuenta que derramaba lágrimas silenciosas mientras correspondía el beso, tampoco era consciente de lo mucho que se estremecía su cuerpo, tampoco era consiente que estaba siguiendo a Tom como sigue una flor los rayos de sol, siguiendo sus lentos pasos.
Ambos sabían que nunca habían dejado de ser débiles ante los dulces besos del otro, ante su tibia piel y a su delicioso olor. Pero había tantos sentimientos en sus corazones, tantas dulces palabras que querían salir, tantos besos que querían materializarse, tantas caricias en la punta de sus dedos ansiosos por la piel del otro, tanto deseo de ese calor en cada poro de sus pieles.
Él realmente deseó controlar aquel fuerte estremecimiento que por un momento le hizo preguntarse a Tom si le estaba haciendo daño, pero forzó una pequeña sonrisa antes de volver a besar a su hermano y simplemente se dejó guiar por la suavidad en la que Tom lo estaba llevando a recostarse entre sus sábanas, apoyando el peso en sus antebrazos y codos para no incomodar a Bill.
Bill se separó por un momento de Tom y respiró agitado contra sus labios. La situación lo estaba sobrepasando mientras Tom estaba acariciándoles diciéndole palabras lindas, a la vez que una de sus piernas estaba entre las otras. La única lamparilla encendida no era suficiente para alumbrar a los gemelos en su nueva ubicación y Bill apenas podía reconocer los hermosos ojos de su hermano en él, mirándolo con dulzura, acariciando su pequeño rostro.
—T-e a-m-o. – le aseguró lentamente, besando su frente, acariciando sus mejillas y besando su perfecta nariz. Bill no podía despegar sus ojos de los de su hermano, a la vez que una sonrisa se pintaba en sus labios, una sonrisa de nostalgia, como las únicas que podría brindar. —Dime que me amas. – le pidió Tom con una sonrisa divertida, porque estaba feliz, porque quería escuchar una y mil veces a Bill diciéndole que lo amaba.
—Te amo. – respondió Bill en un hilo de voz sin poder contenerse y vio a su hermano sonreír más ampliamente. Sintió a su hermano buscar una de sus manos para alzarla y enlazarla con la suya.
—Esto será para siempre. – confesó Tom con convicción, porque él haría que así fuese.
Bill no pudo responder, por que aquellas palabras dolieron en su alma.
«Yo también quiero que sea para siempre…»
De la única manera que Bill resistiría esa noche a tanto amor de parte de su gemelo, sería aferrándose a él, porque sentía que sus lastimados sentimientos eran demasiado débiles para soportar.
Bill se perdió por un momento en la dulce caricia del mayor retirando sus largos cabellos con bonitas ondas, dejándolos reposar en la almohada, luego se estremeció, teniendo que cerrar con fuerza sus ojos ante los delicados besos de Tom que estaban delineando su mandíbula, para luego besar la tierna piel detrás de su oreja y avanzar besando su blanco y largo cuello.
Tom escuchó un suspiro tembloroso salir de los labios del menor que le hizo sonreír con ternura.
Bill se sentía sonrojado como la primera vez que el gemelo fue capaz de besar su cuerpo en aquella playa años atrás. Se tuvo que obligar a no suspirar de nuevo cuando el mayor succionó cuidadosamente su cuello, de esa manera que Bill recordaba que dejaría alguna marca. Antes, peleaba con él porque algunas veces dejaba tantos cardenales en su cuello que era difícil cubrir, ahora, Bill realmente deseaba que esas marcas nunca abandonarán su piel.
Apretó sus ojos ante un nuevo beso en su cuello que le hizo estremecer aún más y se preguntó si acaso de eso se trataba el juego de esa noche, se preguntó por qué se sentía como si su gemelo lo deseara, por qué se sentía tan bonito, por qué todo era tan especial, por qué todo era tan doloroso.
Dejó de hacerse preguntas cuando el mayor lo besó de nuevo, con una pasión que hizo temblar a Bill porque había pasado demasiado tiempo desde la última vez que la pasión parecía estar en el cuerpo de su hermano cuando estaba con él. Sintió nuevamente las manos de Tom pasearse bajo su camiseta explorando aquella piel que tuvo prohibida, y él empezaba a inquietarse. Sentía que no podía, realmente quería salir corriendo, mientras que los ojos de Tom que le decían que no le dañarían le mantenían inmóvil… Él no quería alejarse de Tom.
Pronto Bill se dejó hacer mientras su vientres se alineaban poco a poco, mientras la camiseta de Bill estaba lo suficientemente alzada para poder sentir ligeramente el cinturón de Tom rozar su plano vientre ante cada movimiento de su gemelo sobre él.
Tom sentía como Bill empezaba a relajarse, como se encontraba perdido en él y se encontró muriéndose por hacerle el amor a su gemelo, por besar cada centímetro de su piel. Era una sensación que solo se experimenta con quien se amaba, porque no está regida por la lujuria. Tom sabía que solo podía sentirse así con Bill.
Bill sonrió cuando sintió al mayor sonreír contra sus labios, para luego besarle más ávidamente a la vez que tomaba los bordes de la camiseta del pelinegro con intenciones de deshacerse de ella. Luego, algo vibró en los pantalones de Tom.
—Disculpa. – pidió Tom besando castamente a Bill, mientras sacaba su celular de sus pantalones, notablemente fastidiado por la interrupción. —Es Georg. – aseguró, antes de responder, pero sin alejarse del menor, acariciando sus cabellos y besando su rostro suavemente, mientras algo en la mente del menor hizo clic.
Bill y Tom antes de las vacaciones era poco lo que hacían el amor, era poco el tiempo que podían estar juntos y muchas veces, la mayoría de las veces, cuando Bill lograba que Tom pasara tiempo con él, recibía alguna llamada de los G’s y Tom sin duda aceptaba salir con ellos, dejando a Bill de nuevo solo. Esa noche no tenía por qué ser diferente, y sentía que se asfixiaría ante la idea de que Tom lo abandonara en esa noche donde sería la última vez que se sentiría vivo.
Luego, el menor escuchó cuando Tom le aseguró a Georg que no iría al club porque estaba con Bill.
— ¿E–en serio no irás? – preguntó con voz pequeña, casi tímida y Tom le sonrió.
—Claro que no. Estoy contigo, con lo que más amo. – aseguró besándolo castamente y luego le miró. —No volveré a cometer errores. – confesó, limpiando las lágrimas que brotaron de los ojos de Bill. —No soportaría perderte de nuevo.
—Yo tampoco lo soportaría. – aseguró Bill, con un dolor punzante.
—Eso no va a suceder. – aseguró Tom.
Bill asintió, intentando creer eso por esa noche, mientras Tom volvía a su labor de besarlo, de hacerle sentir especial de nuevo, amado de nuevo, feliz de nuevo.
«Realimente no soportaré perderte de nuevo…»
— ¿Puedo continuar? – preguntó Tom, con voz dudosa, pero ansiosa. Bill no sabía a qué se refería Tom, hasta que pasó sus dedos por su vientre, enviando sensaciones eléctricas y luego tomando el borde de la camiseta de Bill.
La respiración del menor se agitó sin despegar los ojos de Tom. Tom parecía desearlo, él lo necesitaba, la habitación estaba lo suficientemente oscura.
Tom observó al menor asentir casi con timidez y luego tomar una bocanada de aire cuando descendió por su cuerpo.
Bill aferró una de sus manos a las sábanas cuando Tom estaba besando su plano vientre que se agitaba con sus rápidas respiraciones y que sentía acalambrarse cada vez que Tom depositaba una nueva caricia con sus labios.
Tom quería volver a besar cada trozo de piel que era suya; besaba cada parte de la piel que iba descubriendo a la vez ascendía la camiseta y la acariciaba con sus dedos. Danzó con parsimonia donde sabía que había un nuevo tatuaje que aún no podía leer lo que decía, delineó con su lengua el pequeño ombligo de su hermano y mordió suavemente en los lugares donde sabía que estaban esas pequeñitas pecas que le pertenecían. Él se sabía de memoria el cuerpo de su gemelo, sabía que si besaba el borde inferior del ombligo de su hermano, se estremecería, y casi sonrió divertido cuando Bill se estremeció con demasiada fuerza, acentuando el temblor en su cuerpo que no lo había abandonado aún.
Apretó sus labios con fuerza cuando un pequeño gemido quiso brotar, Bill sabía que esa era una de las cosas que no estaba permitida y no quería que esa pequeña burbuja se rompiera por un error de su parte. Pero era abrumadora cada caricia de Tom en su piel; su dermis aprecia tener vida propia y le estaba demostrando a Bill lo mucho que extrañaba a Tom, que las caricias de alguien más no eran las de Tom, que no se sentían ni sentirían igual. Cada átomo de su piel estaba revelándose ante el dominio de Bill, porque estaban siendo tocados por quien reinaba en su cuerpo y cada uno de sus vellos parecían darle la bienvenida a su rey erizándose por donde él pasara, por donde acariciara.
Algo golpeó fuerte en los dedos de Tom cuando el terreno de las costillas de Bill dejaron de ser valles, como Tom recordaba, y ahora eran profundas montañas, eso le hizo caer en cuenta que sin duda Bill se sentía muy pequeño entre sus brazos a diferencia de antes. Claro que había visto a Bill sin camiseta, lo hizo cuando estuvo en su closet, pero no lo había tocado sin ropa y estaba un poco conmocionado, pero no dejó que Bill lo notara, él lo deseaba y amaba más que nunca y ese detalle no le incomodaba, eso no aminoraba la pasión y deseo que sentía.
—Realmente te amo. – confesó Tom volviendo a los labios de su hermano cuando la camiseta se encontraba bajo las axilas del menor; lo beso de nuevo unos segundos que para Bill fueron una eternidad hermosa, antes de separarse lo suficiente para poder sacarle la camiseta.
Tom observó con la garganta seca la camiseta dejando el cuerpo de su gemelo, como descendía entre su montón de cabello largo, negro y ondulado, como los ojos del menor brillaban tímidos, como de nuevo lo tenía bajo su cuerpo, temblando ligeramente y sin una prenda de ropa. Fue descendiendo de nuevo, poco a poco, hasta que sus pechos desnudos se juntaran, sintiendo a Bill estremecerse con fuerza, respirando agitado.
—Eres la cosita más hermosa que he visto en mi vida. – susurró en su oreja, para luego besarla en ese lugar que sabía qué hacía perder a Bill.
Bill cerró sus ojos con fuerza ante la sensación de cada uno de los músculos formados del cuerpo del mayor rozándose con el suyo delgado. Se sentía un poco más relajado ahora que Tom parecía cómodo con su físico, pero perdido en el calor de su piel bronceada que hacía que sus manos hormiguearan por tocarla, por sentir el relieve de sus músculos entre sus dedos, pero todo era lo suficientemente mágico para hacerle temer de equivocarse.
Antes de darse cuenta estaba girando un poco su rostro para que el trenzado besara de nuevo su cuello con mayor libertad.
Tom tuvo que delinear la notoria clavícula de su hermano en un fuerte impulso, la cual se marcaba y sobresalía hasta la unión de sus delgados hombros, apenas acariciándola con sus dedos. Sentía que si tocaba a Bill demasiado lo rompería allí mismo, se sentía tan frágil, tan delicado, como de porcelana, y él tenía la necesidad de ser el devoto de su hermoso cuerpo cada instante, cada hora. Que sería un pecado tocarlo con lujuria, sin una pizca de amor. Por suerte, él lo amaba demasiado como para que su toque fuese impuro.
El mayor le besó con delicadeza mientras se arrodillaba y se sentaba sobre sus piernas en la cama, para luego pasar sus brazos por la espalda del menor y atraerlo dejándolo casi sentando a horcadas a él por su ligereza, besándolo con fuerza, con tanto deseo acumulado, con tanto amor reprimido.
Los delgados brazos del menor se enredaron en el cuello de Tom, jugando con sus trenzas mientras dejaba que el mayor recorriera su pequeño torso, preguntándose por que las caricias de su hermano se sentían tan correctas y por qué parecía borrar el paso del alguien más en su piel. Pero cuando las manos de Tom ascendieron por su espalda, pareciendo tocar con demasiada curiosidad, se tensó inmediatamente.
Bill se escondió en el cuello del mayor, en ese lugar que siempre lo consideró como su mejor escondite, mientras sentía al mayor acariciar despacio las vértebras de su columna que sobresalían mucho más que antes. Se sentía demasiado avergonzado.
— ¿Estoy– estoy bien para ti? – preguntó con temor y el corazón del mayor se encogió, sintiéndose mal por haber hecho sentir a Bill incómodo.
—Bill… – acarició su nombre, buscando los ojos lagrimosos del menor y conectándolo con los suyos. —Siempre, siempre has estado y estarás perfecto para mí. – le aclaró y Bill no supo cómo describir lo que le hizo sentir esas palabras de Tom.
Era todo lo que necesitaba escuchar.
Tom volvió a besarle y con cuidado volvió a recortarle de espalda en la cama, ésta vez, colándose entre sus piernas que le hicieron un cómodo hogar y sintiendo un pinchazo en su vientre al percibir esa calidez que estuvo deseando cada noche.
—Uhg… – se quejó el menor antes de darse cuenta, cuando el cinturón del mayor lastimó un poco en su piel de su vientre que ahora estaba desnudo.
—Lo siento. – murmuró Tom, sintiéndose tonto por lastimar a su hermano y alejándose rápidamente.
—Está bien, no fue nada. – aseguró Bill, riñéndose por no haber podido mantenerse callado.
—Supongo que…. – Tom carraspeó antes de terminar la frase, no sabiendo que tan incómodo sería para Bill que insinuara que se quitaría el cinturón. Bill se sonrojó entendiendo.
—Está bien. – murmuró, apartando la vista para darle privacidad a Tom y el mayor sonrió ante la timidez de Bill, parecía una primera vez.
Sin embargo, eso le hizo recordar la verdadera primera vez que estuvieron juntos, Bill parecía tener bastante confianza cuando ayudó al mayor a desprenderse de sus ropas inferiores, siempre había sido así, adorablemente confiado. Pero esta vez, Bill parecía tan extremadamente tímido, inseguro.
—Tal vez, tú… – propuso, sintiéndose verdaderamente tonto. Hacer el amor era de dos, y si Tom había sacado la camiseta de Bill, lo justo sería lo siguiente.
Bill lo miró sorprendido y luego pareció querer decir algo cuando separó sus labios, pero nada brotó de ellos. Solo asintió, pero sus manos parecían inmóviles.
Tom se inclinó para besar a Bill y relajarlo, a la vez que tomaba las manos del menor y las posaba sobre su firme abdomen. Y los dedos temblorosos de Bill no sabían que hacer.
La piel de Tom se sentía tan bien en sus dedos, sus abdominales tan firmes, tan cálidos.
— ¿Puedo…. puedo tocarte? – preguntó inseguro y el tono de Bill parecía tan convencido de que necesitaba permiso para mover los dedos de donde Tom los había colocado, que no pudo hacer más que asentir, mientras observaba como Bill no podía más que observar donde estaba tocando a Tom.
Tom pudo asegurarse que estaba completamente animado allá abajo cuando la primera caricia en descenso a su vientre se dejó sentir. Unas uñas largas y negras acariciando con cuidado sus abdominales que parecían tallados para Bill. El cuerpo de Tom era tan hermoso, y que le estuviese dejando tocarlo, luego de tanto tiempo sin poder hacerlo, parecía un privilegio para Bill.
Bill sentía contra sus labios como la respiración de Tom se volvía más pesada con cada caricia, como parecía retener el aliento algunas veces, y cuando subió su mirada tímida para ver si estaba incomodando a Tom, éste tuvo besarlo.
—Puedes tocarme todo lo que tú quieras, pero en este preciso momento, me estás matando. – murmuró divertido ante lo desesperado que estaba sonando por las lentas caricias de Bill en ese camino tan sensible.
Bill asintió entendiendo lo que necesitaba el mayor y con dedos torpes se dirigió al cinturón del mayor, escuchándolo casi maldecir por lo bajo. Con dedos temblorosos intentó desabrocharlo, hasta que dejó los dos extremos colgando. Sentía la mirada fija de Tom en él y se preguntó si era momento de dejar de tocarlo, hasta que Tom tomó sus manos dudosas y las llevó hasta el borde de sus jeans y Bill entendió lo que quería su mayor mientras éste lo besaba con verdadero amor y deseo.
Dos movimientos y el botón estaba liberado, y Tom estaba controlándose en frotarse contra la mano de su hermano. Bill suspiró a la vez que tomaba el zipper y poco a poco lo bajaba, haciendo que Tom profundizara el beso hasta dejarlo mareado.
—Te deseo tanto. – murmuró Tom contra sus labios, reafirmando el mensaje que Bill creyó entender ante la dureza de su gemelo. Bill se sintió como caer en un abismo y que a mitad de la caída llegara un ángel a salvarlo…. Así se sentía volver a ser deseado por Tom.
Tom volvió a descender por el torso de su hermano, besando sus pequeños pezones rosas, dejándolos erectos y enrojecidos, besando fugazmente su vientre, antes de arrodillarse entre las piernas de Bill y ésta vez atender su vientre con suaves caricias.
Por la posición, el vientre de Bill se hundía, sus caderas sobresalientes. Tom acarició esas caderas tan delgadas que eran capaz de generar un vació entre el pantalón de pijama y el vientre del mayor, sosteniéndose la prenda al borde de ellas. No pudo evitar el pensamiento de que su hermano realmente estaba tan delgado, ligeramente alejado de lo enfermizo, pero demasiado para él; pero al mismo tiempo tan hermoso, como una pequeña cría tierna que necesitaba protección, cuidado, amor… Tom estaba dispuesto a ofrecerle a Bill todo lo que careciera, todo lo que quisiera, Tom se lo daría. Llenaría cada uno de sus vacíos, cumpliría cada uno de sus deseos, sus mínimos caprichos. Todo….
—Daría todo por ti… – vocalizó antes de darse cuenta y Bill lo miró con ojos iluminados, dolorosamente enamorado.
Él también daría todo por Tom, todo para Tom… Él mismo se había entregado a Tom desde que lo siguió al nacer, y lo estaba volviendo a hacer, alzando con timidez sus delgadas y hermosas caderas, sonrojándose a la vez que otorgaba por lo que había ido su gemelo esa noche.
Tom carraspeó ante ese ofrecimiento de su hermano, tan tímido, tan ingenuo, tan sensual…
El trenzado arrastró sus dedos desde la marcada cintura de su gemelo, pasándolos por su vientre y luego cerrándose entorno a los bordes de sus ropas inferiores. Bill soltó un suspiro tembloroso y se aferró a la almohada donde descansaba su cabeza cuando el nerviosismo era demasiado, cuando la sensación de Tom desnudándolo era demasiada.
Tom observó como la prenda era arrastrada en descenso por las caderas de su hermano, por su pelvis, haciéndolo contraer el rostro cuando se rozaba con su sonrojada y sensible intimidad, luego por sus lechosos y delgados muslos, por sus largas piernas, por sus delicados pies. Las manos del mayor casi temblaron mientras las posaban en las caderas ahora desnudas de su hermano y acariciaban más abajo, casi con vida propia se pasearon sus dedos por el largo de las piernas de su hermano, sin dejar de mirar sus hermosos ojos que se cerraban cuando las sensaciones eran demasiadas para no ser amor.
—Tan perfecto… – murmuró el mayor, como en una ensoñación al observar el hermoso cuerpo de su gemelo.
Nunca pensó que volvería a suceder, que Bill volvería entregarse a él, como no pensó que podría volver a amar a su hermano de esa manera.
Tom volvió a recostase sobre el menor cuando éste parecía suplicar con la mirada que volviese a cubrirle con su calor y el mayor lo hizo, sintiéndose desfallecer al sentir los estremecimientos del cuerpo de Bill, del cuerpo desnudo de Bill bajo el suyo.
—Eres hermoso, Bill… Demasiado para cualquiera…. – murmuró contra sus labios.
—¿Pe–pero estoy bien para ti? – volvió a cuestionar y Tom asintió sin saber todo lo que englobaba esa pregunta.
—Más que bien…
Bill solo quería estar bien para Tom esa noche, que Tom se sintiese complacido por él, que no lo rechazara esa noche.
Mientras Tom le besaba con un amor desbordante y acariciaba sus delgados muslos con sus grandes y fuertes manos, Bill soltó unas lágrimas al preguntarse si esto era hacer el amor con Tom, porque aunque sabía que el trenzado mañana no lo querría en su vida y se arrepentiría por lo que le estaba haciendo y diciendo esa noche, Bill sentía que estaban haciendo el amor. Se sentía tan amado, tan lastimado y al vez sentía que Tom estaba sanando cada una de sus heridas mientras besaba en descenso su cuerpo, mientras sus dedos se perdían en los valles de su cadera o sus labios acariciaban su intimidad que reaccionaba ante las atenciones del mayor, haciendo que su respiración se agitara y sus piernas temblaran.
Bill quería recordar todo.
Sus labios no parecían desgastarse al recorrer el cuerpo de su gemelo, al volver a besar esa pelvis que sentía contraer bajo su boca; se desvió de su camino y empezó a besar uno de los costados del menor, amando su piel, sus curvas, sus relieves; amaba cada gramo del cuerpo de Bill.
El pelilargo entendió la señal del mayor para girarse y casi con un encogimiento en el corazón lo hizo. No recordaba cuando fue la última vez que su hermano le hizo el amor cara a cara, cuando fue la última vez no fue tomado por él en esa posición donde no podía ser besado. Pero si Tom lo quería así, él lo permitiría. Se aferró a la almohada esperando a que su hermano lo tomara, y a cambio solo tuvo dulces palabras de amor contra sus omoplatos, lo cuales estaban siendo besados con cariño, haciéndolo estremecer.
Sintió al mayor besar cada lunar de su espalda, cada hueso sobresaliente, haciéndolo cerrar los ojos cuando bajó a su espalda baja, continuando con el camino de besos que había iniciando en su nuca y que tenía trayectoria por toda su columna vertebral. Tom mordió suavemente una de sus mejillas y el menor suspiró ante eso, sintiendo un pinchazo en su intimidad. Luego, depositó un beso donde una vez mordió y continuó bajando, estrechando sus mejillas blancas, pequeñas y redonda, a la vez que acariciaba con la punta de su perfecta nariz uno de sus muslo, en el nacimiento de sus nalgas.
Bill mordió la almohada cuando la nariz de su hermano estaba haciendo que sus piernas se separaran un poco y empezaba a acariciar entre sus blancos muslos. Bill sentía su respiración caliente contra esa piel sensible y apretó las sábanas al sentir esta vez a su hermano besando suavemente entre uno de sus glúteos.
Tom sintió a su hermano convulsionarse, antes de depositar un casto beso exactamente en el borde superior de la separación de sus mejillas. Cuando hizo que Bill se girara de nuevo, estaba totalmente sonrojado, agitado y con su erección notablemente húmeda; él estaba sin siquiera una prenda de ropa.
Apenas Tom se acercó la suficiente, acomodándose esta vez entre las piernas desnudas Bill, el menor no pudo controlar su impulso de rodearlo con sus brazos. Había pasado tanto tiempo, su cuerpo asegurándole que no quería pasar ni un instante lejos del de su hermano, que era un castigo no tenerlo cerca, queriendo estar tan cerca de él para incluso ser capaz de sentir el flujo de su sangre.
—No quiero hacerte daño. – le susurró Tom besando suavemente la mandíbula del menor, al sentir como Bill parecía querer que él estuviese más cerca, pero conteniéndose de atraerlo.
Bill estaba tan delgado, tan pequeñito, tan menudo, sintiéndose casi de cristal bajo su fuerte cuerpo que parecía ser demasiado para que el otro lo resistiera, así que Tom se controlaba en dejarse caer totalmente sobre Bill, apoyándose en sus antebrazos para no hacerlo.
—Tú no podrías lastimarme. – aseguró Bill, acariciando el rostro de su hermano y Tom entendió la mirada del menor.
Esa frase iba más allá de heridas físicas.
—Dime si sientes que es demasiado. – pidió Tom, dejándose caer lentamente sobre el cuerpo de Bill, dejando pronto sus caderas chocando, sus vientres rozándose, sus pecho sincronizados.
Tom sintió que se agitaba ante las sensaciones de sentir completamente el cuerpo de Bill, sentía algunos huesos, pero en esos momentos incluso pensó que se sentía excitante. Él amaba casa faceta de su hermano, cada parte de él.
—Quiero hacerte el amor cada día de mi vida. – le aseguró contra sus labios y Bill sonrió con nostalgia.
— ¿Haremos–haremos el amor? – preguntó con torpeza y con los ojos llenos de lágrimas casi inmediatamente.
¿En serio Tom consideraba que harían el amor?
—No si no quieres, no es necesario. – aseguró Tom comprensivo, acariciando su rostro y besando la punta de su nariz, al ver la duda en el rostro del menor, no presionaría nunca a Bill.
Bill no se refería a tener sexo… Se refería a hacer el amor….
Dolían esas palabras salir de la boca de su hermano cuando mañana lo consideraría un asqueroso error.
—No, no… – se corrigió rápidamente. —Yo quiero. – murmuró a punto de morir de la vergüenza, a cambio recibió un beso apasionado pero tan dulce que hizo que Bill se estremeciera de emoción.
—He pasado cada noche deseando volver a tenerte de esta manera… – murmuró contra sus labios y observando como Bill se sonrojaba inmediata e intensamente.
— ¿De- de verdad? – cuestionó el menor y Tom asintió avergonzado.
—Sentir tu piel… – comenzó acariciando las caderas del menor. —Probarla… – murmuró tomando parte de su clavícula entre sus dientes delanteros, para luego besarla. —Respirar tu olor, tu aliento… Sentir tu calor… Saborearte… – aseguró besando a Bill y probando su dulce saliva. —Observar tu rostro mirándome con amor… Tu cuerpo estremeciéndose….
Bill se sentía abrumado ante el dolor, el amor y el deseo que provocaba esa confesión de Tom… Pronto dejó de pensar cuando Tom delineaba la pista de su vientre con dos dedos ásperos, viriles… Haciendo que sin duda se estremeciera y contuviera el aliento cuando empezó a acariciar la piel lampiña y tierna de su pelvis.
—Me muero por tocar cada parte de ti… – le confesó en el preciso instante en el que Bill tuvo que esconderse en el cuello de su hermano y se quedó sin la capacidad de respirar ante la sensación en su cuerpo.
No había nada como el tacto de Tom, no había nada que hiciese sentir a Bill tan vivo como las caricias de él, como su contacto. Podría pasar cualquiera, pero su cuerpo tenía reacciones guardas para él, sensaciones que solo salían a jugar ante el llamado de sus caricias. Su cuerpo se revelaba ante él, se sumía a las atenciones de Tom.
El cuerpo del menor se arqueó ligeramente ante la repentina sensación de la mano tibia y gentil de su hermano envolviendo su miembro con delicadeza, haciendo que por un momento todo se pusiese negro, mientras mordía con fuerza sus labios. Bill tenía sus brazos enredados en el cuello del mayor, sus manos en su espalda bronceada y tuvo que cerrar con fuerza sus puños cuando sus uñas querían enterrarse en aquella fragante piel.
Tom sintió contra la piel de su clavícula como los labios del menor temblaron y brotaron un suspiro tembloso ante la segunda caricia.
Bill estaba luchando por no perderse en el placer, pero Tom lo tenía derribado, mostrando casi con orgullo lo mucho que conocía su cuerpo, sabiendo que si seguía con esas caricias tan lentas, mientras lo miraba con amor pintado en los ojos, Bill perdería la cordura.
Tom escuchaba la respiración arrítmica del menor, como dejaba de respirar en unos instantes y luego tomaba una temblorosa bocanada. Pronto, Bill estaba transpirando, con los labios magullados por morderlos, sus parpados temblorosos ante la fuerza con la que lo apretaba y Tom observando la vista más bella, mientras el menor respiraba con dificultad. Todo se estaba remolinando en su vientre haciéndole sentir mareado, la mano de su gemelo le acariciaba con tanta lentitud, casi como si le gusta hacerlo sufrir.
—E–espera. – suplicó con timidez, con voz pequeña, sintiendo las dedos del mayor retirando la piel de la punta y pasando su pulgar en el hoyuelo donde se estaba acumulando líquido, cuando se sentía al borde del límite. No quería perderse en el placer, él quería recordar esa noche y con Tom acariciándole de esa manera no podía mantener sus ojos abiertos, no podía tener sus sentidos funcionando y no podría recordar cómo se sentían los besos del mayor, ni como relampagueaban sus ojos de deseo.
— ¿Qué sucede? – le preguntó preocupado, y Bill descendió su mano tomando la de su gemelo para que la alejara de su intimidad. — ¿Hice algo mal? – cuestionó con voz pequeña y Bill negó, haciendo que sus cabello se movieran. Tom sonrió acercándose al oído de Bill. —Por qué lucías realmente bien. – dijo divertido y Bill cerró sus ojos de vergüenza. —Dime que sucede… – le pidió está vez interesado. — ¿Crees que es demasiado por hoy? – ofreció acariciando el rostro de Bill. —Porque puedo detenerme, amor. – aseguró ante los ojos brillantes del menor, quien no podía más que mirarlo con adoración ante su comportamiento tan compresivo y contener el aliento ante Tom llamándolo de esa forma tan linda… Amor. — Y tenemos toda la vida para hacer el amor… Mañana, pasado, el próximo mes… Cuando tú quieras. – aseguró con una sonrisa sincera que le dolió a Bill, haciéndolo sonreír de vuelta. —Y si quieres que estemos en abstinencia el resto de la vida, también podré soportarlo. –murmuró y beso su nariz bonita.
Bill acarició con sus dedos que no paraban de temblar la mandíbula marcada de su hermano, sintiéndose abrumado ante las hermosas palabras del hombre que amaba.
Tenemos toda la vida para hacer el amor…
…Dolorosa mentira.
Bill bajó la mirada, tomando la mano de Tom y guiándola a su espalda baja.
“Tómame… Tómame por última vez esta noche, por favor llévate lo poco queda de mí, dame algo a que aferrarme cuando no estés, hazme sentir amado una última vez”, fue el mensaje de Bill.
“Amémonos, hagamos el amor por que nos amamos y luego cada día de nuestras vidas”, fue lo que entendió Tom
Bill lo miró con esos enormes ojos que hacían que cualquiera se perdiera en ellos, con una mirada de súplica desesperada por que no le rechazara, y Tom no tenía corazón para hacerlo.
—Te amo, te amo… – le murmuró.
Bill suspiró ante el beso hambriento de su gemelo, quien lo acarició lentamente, pero con firmeza, tomando las pequeñas caderas contrarias para acercarlas a las suya. El menor separó un poco más sus piernas y luego las enredó en las caderas de su hermano, sus suaves pies acariciando la piel de sus piernas, mientras sentía cada músculo del mayor contraerse contra los suyos, su musculatura moviéndose, su piel rozando la suya, su olor a hombre combinado con una costosa fragancia inundando sus poros, su erecta intimidad caliente friccionándose con el interior de uno de sus tersos muslos de leche.
Como la morfina, pensó Bill… Tom es estaba anestesiando su dolor, llevándolo a la calma, disipando sus males, pero lastimándolo irremediablemente.
Tom sentía que estallaría contra la suave piel de Bill, las sensaciones en su vientre estaban siendo tortuosas, la vista demasiado hermosa, las sensaciones demasiado intensificadas, sintiendo la piel de su hermano como una segunda piel, el calor de su cuerpo lo estaba haciendo arder a él. Su respiración era agitada como si estuviese corriendo por su vida, y Tom sabía que algo así estaba sucediendo, Bill era su vida y él estaba corriendo por su amor, por hacerlo sentir amado.
—Uhg… – jadeó el mayor contra los labios del otro pelinegro cuando su miembro se rozó detrás de los testículos de Bill, chocando con una calidez que lo haría perder la cabeza. Tom se estremeció recordando lo estrecho que era el menor, la forma tan perfecta en que lo albergaba. —Necesito ir por algo… – murmuró agitado y vio a Bill asentir totalmente sonrojado, intentando recuperar el aliento como él.
Tom lo besó de nuevo con fuerza antes de bajar de la cama.
Bill lo vio marcharse al baño, apenas pudiendo identificar la bien formada espalda de su gemelo, y aferró en su pecho la sábana que dejó el mayor sobre él al irse. Su cuerpo aún se estremecía, no había dejado de hacerlo y supo que era porque cada molécula estaba en un estado de excitación por el nuevo contacto de su hermano, despertándolas de ese largo letargo en el que se habían mantenido desde que lo dejó.
Se tuvo que controlar a si mismo cuando unas intensas ganas de llorar se apoderaron de él, cayendo en cuanta que todo estaba cerca de acabar, que lo que sucedería esa noche pronto se convertiría en un sucio recuerdo para su hermano mientras que se convertiría en heridas de felicidad para Bill.
Aun que se estuvo esforzando, no podía hacer como que nada cambiaría.
Salió de sus pensamientos al sentir como alguien se colaba entre la sábana y él, e iba por sus labios con suaves besos cortos y castos.
— ¿Por qué tan pensativo? – cuestionó.
—Na-nada, solo estaba esperándote. – aseguró con esa voz suave y que se escuchaba pequeña, sintiéndose protegido cuando estaba de nuevo bajo el cuerpo de su hermano.
Sería tan doloroso estar sin él luego de volver a tenerlo, luego de sentirse protegido por él, feliz a su lado.
Bill vio a su hermano sonreír, sonrojándose un poco mientras acariciaba con nerviosismo sus trenzas. El menor acercó sus dedos a las trenzas de su hermano, acariciándolas, hasta toparse con la suave tela de la banda negra que las cubría, tomó el borde y lo soltó, dejándola caer a un lado de la cama.
Tom sonrió, sabía cuanto le gustaba a Bill sin nada en su cabello.
El menor intentó observar cada detalle del rostro de Tom, y Tom se sentía tan examinado que se estaba sonrojando.
— ¿Qué tanto me ves? Yo no soy tan hermoso como tú… Tú si mereces ser observado. – confesó divertido y acarició la suave piel del rostro del menor. —Puedo observarte por siempre. – aseguró y besó los labios cerezos de Bill.
— ¿Por siempre?
—Si, por siempre… – confirmó.
Bill era un masoquista, él quería escuchar más de esas hermosas mentiras, todas las que pudiera mientras hubiese tiempo.
— ¿Estarás conmigo por siempre? – cuestionó perdido en los ojos de Tom.
—Hasta mi muerte. – dijo Tom con sinceridad y Bill cerró los ojos conteniendo las lágrimas.
Ni siquiera la noche en la que Tom lo abandonó fue tan difícil como lo estaba siendo en esos momentos, mientras el mayor lo llenaba con besos, haciéndole sentir su deseo, casi con devoción, con adoración, cubriendo su delicada piel de besos y caricias, haciéndole sentir amado.
—Quiero cada parte de ti… – murmuró el mayor llevando sus manos más allá de la baja espalda de Bill, estrechando sus pequeñas mejillas.
Bill asintió, susurrando un agitado por favor.
El olor a lubricante inundó sus fosas nasales junto con el aroma de Tom besando su cuello y hombro, susurrándole palabras hermosas, las cual Bill grababa dentro de sí, sintiendo como se tallaba en su cuerpo cada caricia de su hermano.
Un suspiro se dejó escuchar cuando sentía los largos y expertos dedos de su hermano haciéndose paso entre sus nalgas pequeñas, cada vez más a fondo, hasta toparse con su músculo de anillos cerrados, pero ansiosos por abrirse a él.
Bill apretó con fuerza sus puños, ante la sensibilidad extrema en esa área.
Tom estaba como perdido en las sensaciones de Bill temblando o como esa pequeña hendidura emanaba calor, sus bordes eran tan suaves, y pasó su dedo pulgar por ellos, con un poco de presión, haciendo que la respiración de Bill se volviese más pesada. Él amaba estar allí, dentro de ese apretado pasaje que siempre lo recibía, dentro de Bill haciéndolo morir de placer.
Besó al menor mientras tomaba una cantidad de lubricante en uno de sus dedos, y Bill pegó un brinco al sentir el frío gel ser colocado en su entrada, mordiendo con fuerza sus labios y abriendo un poco más su piernas para darle acceso a Tom.
Pudo contener el gemido, apretando las sabanas a sus costados y girando su rostro agitado cuando un dedo se coló en él con un poco de resistencia que Tom supo traspasar sin dañarlo. Tom dentro de él era demasiado.
— ¿Bien? – cuestionó Tom, conmocionado por cómo se sentía Bill alrededor de su dedo… Tan estrecho, tan caliente.
—Uhg–hu… – admitió y sintió a Tom empujar hasta el último nudillo.
Pronto eran dos los dedos que entraban en él y Bill estaba literalmente temblando ante la contención de lo manifestar lo que sentía y Tom estremecido ante la imagen del largo cabello de Bill pegado a su rostro húmedo.
Bill sentía cada vez más su excitación cuando Tom rozaba en su saco de nervios, mostrando la habilidad adquirida de encontrarlo gracias a tantos años haciendo el amor con el menor. Se sentía a punto de necesitar correrse y la suave fricción que generaba su hermano era demasiada.
—¿Crees que… –murmuró Tom besándolo, sintiendo como los músculos de Bill estrechaban rítmicamente sus dedos.
—Si… – aseguró en un suspiro tembloroso.
Bill se aferró al menor como hace meses no lo hacía, abrumado ante la idea de hacer el amor con su hermano, frente a frete. Tomó con fuerza las sábanas al borde de las caderas de su hermano, sentía su entrada sonrojada, ahora vacía, pulsar en la espera de Tom, se sentía sensible por todos lados y sabía que no soportaría mucho si Tom llegaba a tocarle demasiado.
Tom lo sentía literalmente temblar, conteniendo el aliento, apoyando su frente en uno de sus fuertes hombros. Él sentía que moriría si no amaba a su hermano, si no se conectaban como uno solo. Estaba duro como nunca, como sólo su hermano podía ponerle, como nunca pudo estar con alguien más, tan excitado que sentía que vomitaría si no entraba en Bill.
Cuando Tom posicionó su glande contra el esfínter de Bill, el menor sintió que se desmayaría, abandonando la sábana a la que se aferraba y llevando sus manos a sus muslos delgados, aferrándose con fuerza a él mismo.
Se escuchó un suspiro entre cortado por parte de Bill, antes de que sus espiraciones se paralizaran. Apenas la punta había entrado y ambos aseguraban que las sensaciones eran demasiado para dos simples humanos, pero muy poco como para contenerse.
Bill soltó unas lágrimas silenciosas, cerrando sus ojos e intentado regular su respiración, mientras sentía entrar a Tom completamente en su interior, escuchándolo maldecir por lo bajo, diciéndole que tan perfecto era, lo bien que se sentía, cuanto había extrañado estar en él. La pálida piel de sus muslos estaba lastimándose ante la fuerza con la que él enterraba sus uñas para no gemir; era tan abrumador lo que sentía, una mezcla de dolor, de placer, de amor, de tristeza. Sentía como su cuerpo parecía contradecirse, poniendo resistencia, relajándose para recibir a su hermano, y a la vez estrechándose para darle placer; sentía como el dotado miembro de Tom avanzaba en su interior, casi quemándolo por donde pasara; como los músculos de su hermano se contraían y relajaban, sus vientres completamente alineados, sus corazones sincronizados.
—Por Dios… – murmuró Tom, ante las sensaciones.
Estaba casi completamente dentro de Bill, Bill envolviéndolo, dándole una cálida bienvenida, Tom quería estar ahí por siempre y Bill quería que el tiempo se congelara y que su hermano siempre le estuviese dando esa clase de amor, amándolo con su cuerpo porque ya lo amaba su corazón, amándolo como un hombre, con toda su virilidad, con toda su pasión.
Tom rotó ligeramente sus caderas, dando un último impulso, quedando su pelvis contra las nalgas de su hermano. Bill echó hacia atrás su cabeza en un repentino movimiento ante la sensación insoportable de estar siendo tan llenado, enterrando con más fuerza sus uñas en su piel, transpirando, temblando desde sus labios hinchados hasta la punta de sus pies.
No había mayor placer del que podía darle su hermano, porque era él el dueño de su cuerpo, de sus más ocultas sensaciones, nadie podía hacerle sentir igual y eso solo le recordaba lo dolorosamente enamorado que estaba de él.
Tom le besó con una dulzura que contradijo el seco movimiento al tomar los muslos de Bill y alzarlos, haciendo separar y flexionar lo suficiente sus piernas para que se rozaran con sus costados. Bill mordió el labio del trenzado sin querer ante la desbordante sensación y esa de alguna manera hizo perder el control a Tom, retirándose un poco para volver a entrar con fuerza.
Un gemido murió al borde de su garganta mientras Tom volvía a embestir en él, haciéndole enredar sus brazos delgados en su cuello para atraerlo más, para que le de todo lo que tenga, aferrándose a la sábana que les cubría con sus puños, suspirando de amor mientras Tom se perdía en él, besando su marcada clavícula y probando su sudor.
Tom intentaba hacerlo despacio para Bill, despacio para él, para poder registrar en su cuerpo cada parte del interior de su gemelo, como su pequeño torso se movía en ligeras ondulaciones por el placer, para registrar en su vista la forma en la que se contraía el rostro de Bill en puro gozo, sus mejillas escarlatas, sus ojos brillantes, sus labios incitantes a besarlos.
—Te amo… – aseguró el trenzado, acariciando con su nariz el puente de la nariz de Bill, haciendo que este abriese sus ojos y lo mirara.
—Yo también. – dijo de vuelta el menor sintiéndose tan conmocionado como para llorar.
Bill sabía que nada de lo dicho por parte de Tom esa noche era cierto, pero ¿Cómo hacérselo entender a su corazón que se sentía amado como nunca? ¿Cómo explicarle a su piel tan adorada esa noche como solo el amor de Tom podía hacerlo, que no era cierta esa adoración? ¿Cómo recordar que no estaban haciendo el amor cuando se sentía de esa manera?
Tom creó un ritmo que estaba haciendo agonizar a ambos, lento, de embestidas cortas, profundas. Bill tenía que girar el rostro ante las sensaciones, ante las ganas de llorar por saber que todo terminaría, por sentirse tan amado, por sentir tanto placer…
Podía escuchar la respiración pesada de Tom contra su cien, la forma desesperada en la que buscaba sus labios, dejando besos que cada vez se hacían más húmedos, imposibles de coordinar ante la unión perfecta que tenían más abajo de sus caderas.
Cuando Tom tomó con fuerza las pequeñas caderas de Bill, alzándolas un poco más, supo que Tom estaba completamente contenido, que aún estaba controlando a la bestia apasionada que habitaba en él. Bill había entendido lo extremadamente apasionado que podía llegar a ser Tom poco tiempo después de que iniciaran sus relaciones intimas y Bill conocía esa faceta de Tom muy bien, le gustaba que saliera a jugar para que quedara satisfecha aunque eso le impedía caminar correctamente por algunos días.
Pronto Bill empezaba a sentir sus pieles húmedas desplazándose unas sobre las otras, sus vientres resbalosos ante el sudor y el líquido en su miembro, sus bocas segregando demasiada saliva a causa del deseo.
—Bill… – suspiró Tom contra el cuello contrario, cuando Bill empezaba a apretarle de forma correcta cada vez que se perdía en él. —No aguanto más… – apenas murmuró, mordiendo suavemente la piel del otro, y el menor asintió sabiendo que Tom no podía contenerse otro segundo.
Él también lo necesitaba.
Tom en un ágil movimiento subió las piernas de Bill a sus hombros, sin salir de él, sintiendo como podía ir más profundo esta vez.
Bill contuvo él aliento y se aferró a las mantas de sus costados, a la vez que Tom lo besaba marcando el nuevo ritmo. En cada embestida Bill sentía como Tom presionaba su punto, haciéndolo ver estrellas rápidamente y sentir la intensidad de un próximo desbordador orgasmo remolinándose en su vientre.
Tom tomó las manos de Bill y las unió con las suyas, luego presionándolas en la almohada, a cada lado de la cabeza de Bill, mientras seguía embistiendo en su interior, delineando su mandíbula con besos húmedos.
Sentía que moriría sin dejaba de penetrar en ese pequeño pasaje. Sentía que iba a explotar en cada embestida, que cada vez que se fundía en Bill sería la última vez antes de correrse. Su vientre estaba siendo víctima de las mejores contracciones, de los mejores calambres, sintiendo el máximo placer en la punta, pero sin ser liberado, la mejor tortura que solo podía obtener con Bill.
Tom soltó sus manos y las llevó a las delgadas caderas de Bill para mantenerlo en posición, cuando su cuerpo liviano cedía ante las intensas arremetidas. Bill cerró sus ojos y murmuró algunas incoherencias mientras apretaba la almohada entre sus manos.
El trenzado jadeó cuando bajó la vista y observó cómo su miembro se perdía en Bill, como los bordes de su entrada estaban sonrojados, recibiéndolo con gusto. El poco control que tenía, se perdió.
Bill permitió que Tom embistiera con más fuerza, con más intensidad, con más rapidez y profundidad, cómo quisiera; soportando sus gemidos que querían salir; por un momento perdiéndose en su rostro. La forma de sus gruesas cejas, fruncidas en una expresión concentrada, sus ojos relampagueando de deseo, sus carnosos labios, su perfecta nariz, su mandíbula marcada. Tom era tan hermoso, tan perfecto para él, tan prohibido para él. No era de él.
—Te amo tanto… – suspiró en un hilo de voz, sintiéndose destrozado, que no podía resistir más.
—No más que yo. – dijo Tom con su respiración agitada y juntando su frente sudada con la Bill. Acariciando sus largos cabellos mientras seguía fundiéndose en él, sus manos aventurando hasta tomar su miembro rosa e hinchado que temblaba entre ambos cuerpo.
—Uhm… – escuchó un imperceptible gemido que escapó de los labios de Bill, Tom sonrió de lado y rotó sus caderas en un ángulo que sabía que haría desconcertar a su hermano.
Todo acabó para Bill cuando se estremeció con demasiada fuerza, arqueándose todo lo que su posición le permitían, no pudiendo mantener más su piernas en los hombros del mayor y dejándolas caer, sintiendo como si estallara su intimidad, corriéndose tan fuerte que se sintió flotar, queriéndose quedar allí por siempre, donde tendría a Tom y cuando cayó a tierra, y Tom estaba allí, mirándolo con deseo, embistiéndolo con lentitud y firmeza, supo que realmente todo estaba por acabar.
Tom le besó mientras embestía unos pares de veces más en Bill, dejándose ir en él, llenando sus adentro con un montón de su esencia que lo tenía mareado. Bill derramó dos lágrimas al sentir todo de su hermano en él. Sintiéndose angustiado de pronto, un dolor fuerte en su corazón.
—Te amo, te amo… – murmuró Tom contra sus labios, sintiéndose totalmente adormecido por la fuerza de su orgasmo que aun hormigueaba en su cuerpo, solo podía tener clímaxs tan fuertes con Bill. Se sentía en una nube de amor con el menor, completo, feliz, ansioso de algo, de una vida eterna al lado de Bill.
Esta vez Bill no pudo responder.
— ¿Te sientes bien? ¿Te lastimé? – preguntó intentando controlar su respiración y Bill respondió dedicándole un nostálgica sonrisa, extrañaría ese comportamiento preocupado de Tom luego que se dejaba llevar por el placer, luego negó.
No se sentía bien. No lo había lastimado.
Tom hizo amago de salir y Bill enredó sus piernas en sus caderas, evitando que continuara.
—Quédate un momento más, por favor. – pidió, cerrando sus ojos y Tom lo besó con dulzura, despejando su rostro de sus cabellos.
No supo cuánto pasó con los ojos cerrados, solo sabía que se sentía adormecido ante las atenciones de Tom, y Tom decidió salir de él lentamente antes de que pudiese ser doloroso.
—Voy a limpiarte. – informó dulcemente, para que Bill le soltara y él pudiese limpiarlo, pero Bill negó quería a Tom en su interior.
— ¿Puedo dormir aquí esta noche? – pidió con ojos suplicantes.
—Solo si me dejas dormir contigo cada día de nuestras vidas. – Bill sonrió ante la condición cariñosa de Tom y asintió para contener las lágrimas.
Dolía tanto.
Cuando Tom se acostó a su lado y lo abrazó con fuerza Bill tuvo que controlar sus ganas de llorar. Cuando lo besaba y le aseguraba cuanto lo amaba, Bill se sintió desfallecer. Cuando acarició sus cabellos y espalda, preguntándole si estaba bien, supo que estaba cerca de quebrarse. Cuando Tom cerró sus ojos, murmurándole lo mucho que lo amaba entre sueños, Bill dejó brotar las primeras lágrimas de dolor.
—No-no podré resistir estar de nuevo sin ti… – susurró con sus lágrimas silenciosas mojando el hombro del mayor, acariciando los labios de Tom y acurrucándose de nuevo a su lado, queriendo obtener todo su calor que lo alejaría de las próximas frías noches.
Bill deseó, que esa noche no acabara, que el tiempo se congelara y los primeros rayos de sol nunca saliesen, arrebatándole a Tom.
Continúa…
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