«Backstage» Fic TWC de LadyScriptois
Capítulo 5
Aproximadamente, tercer mes de las vacaciones de Tokio Hotel.
Al principio, ambos se sentían en una deriva, no sabían por dónde comenzar, de que hablar, cómo comportarse ante el otro. Pero la personalidad divertida del rapero lo hizo más cómodo para los dos. Ahora, lo que al principio eran intentos de sonrisa, eran intentos de carcajadas. Luego de una semana, Bill se sentía bastante cómodo en compañía de Anis.
Donde no estaba bien era en la soledad, su estómago no parecía querer ir a su ritmo y el vómito con sangre se había repetido más una vez. Sin embargo, parecía que el plan funcionaba y su mente se encontraba alejada.
El rapero, al día siguiente de su primera reunión, le sorprendió con algunas frases sueltas e ideas que atrajeron bastante a Bill. No había duda de que por algo era uno de los mejores en la industria musical. A partir de una simple línea comenzó todo, y Anis, tras haber dado una premeditada iniciativa, se sentía complacido mientras el joven rockero daba ideas mediante esas palabras y componían juntos.
Pasaba más de doce horas con Bushido, quien al parecer sí era como lo describieron sus amigos y era muy perfeccionista, pero eso no le importaba porque él también lo era y se complementaban.
Faltaba una semana para enviar un borrador a los ejecutivos y la mente de Bill parecía solo centrarse en eso y, sumado a su cansancio extremo al llegar al apartamento luego de un día con el rapero, la cama lo incitaba hasta que caía.
Ese día agradeció que el rapero tuviese que hacer algunas cosas antes de reunirse con él, así que decidió dormir hasta tarde. En el mediodía despertó, fue al baño, tomó un vaso de agua y volvió a su cama a seguir durmiendo. Despertó nuevamente tarde para reunirse con su compañero de música y bostezó antes de entrar al baño.
No se molestó en avisarle a Bushido que llegaría una hora tarde, de igual forma parecía que el rapero ya tenía una idea de su poca puntualidad, pero el problema no era que Bill no se esforzara, solo que el sueño podía con él. Por lo que consiente de ello y al sentirse ligeramente mareado al entrar a la ducha, decidió que tomar un poco de yogurt antes de salir del apartamento no sería mala idea.
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El rapero terminaba de tomarse una taza de café cuando Bill tocaba el timbre del estudio, observó la hora y pensó que hora y media de retraso no era mucho, porque hoy no tenía en planes el sentarse a componer.
— Lo siento. – se disculpó el menor al entrar.
— No hay problema. – le besó la mejilla como ya era costumbre entre ellos, pero aun así en Bill apareció un gran matiz de timidez que le pareció adorable.
— Tenemos tanto que hacer. – gimió bajito, dejando su bolsa sobre el escritorio ante la mirada de un divertido Bushido. — Falta una semana, y aún tenemos que trabajar en la melodía…y…. y no salimos de esa estrofa.
— Lo haremos después. No te pongas cómodo. – advirtió. — Ya nos vamos.
— ¿A dónde? – preguntó confundido, recibiendo su bolso nuevamente por parte del mayor.
— Quiero mostrarte un lugar. – dijo sonriendo y tomando su abrigo.
— No, no, no, no. Recuerda que tenemos una semana. – se negó, buscando las carpetas en las que trabajaron ayer.
— Hey, relájate un poco. – le pidió, tomando la carpetas que tomó Bill y colocándolas nuevamente en su lugar. — Solo nos distraeremos de esta canción unos instantes y verás como estando más relajados todo fluirá rápidamente ¿Sí?
Bill recordó que cuando su inspiración se encontraba en periodos de sequía, Tom usaba también esa táctica. Lo llevaba a largos paseos a media noche, veían una película, platicaban de cualquier cosa, organizaba una pequeña reunión en un lugar íntimo con los G’s y compartían un largo tiempo entre risas, o simplemente lo abrazaba y le regalaba mimos. Luego de aquello donde, sin importar la manera, pasaba tiempo con su gemelo, la inspiración llegaba.
— Solo por hoy ¿De acuerdo? – propuso el rapero.
No lo sacó de sus pensamientos esas palabras, sino sentir como el mayor tomaba sus manos y sujetaba delicadamente sus dedos con los suyos.
— Vamos. – le pidió Anis, halando suavemente de él.
Se avergonzó aún más al notar que, sin poder evitarlo, sus mejillas se calentaron al reparar en la unión con Bushido.
— Estoy esperando un sí ¿Sabes? – dijo Bushido complacido al ver nuevamente ese sonrojo. En respuesta recibió un asentimiento. — Genial. Iremos en mi auto.
Debido a los minutos de retraso por parte de Bill el atardecer estaba cerca, así que conduciendo a una velocidad más alta de lo permitida cuando podía, llegaron a un alto edificio de clase media. Bill se bajó sin saber realmente que harían allí, pero nuevamente el rapero sostuvo sus manos y lo guio.
— ¿A dónde vamos? – preguntó el menor, cuando entraron al ascensor y el mayor presionó en dirección al último piso.
— Ya lo sabrás.
— ¿Visitaremos a alguien? – preguntó nervioso.
Realmente no quería que mucha gente lo viera, él sencillamente no se sentía bien consigo mismo a pesar de los miles de halagos recibidos o de la ropa de marca y del más caro maquillaje.
— Tendremos que subir los escalones a partir de aquí. – anunció cuando las puertas metálicas se abrieron.
Bill escuchó inmediatamente la risa de algunos niños proveniente de un apartamento y música de otro, parecía ser un edificio de familias y seguía sin entender que hacían allí. Siguió los pasos de Bushido, sintiéndose agradecido de sus manos entrelazadas, cuando sintió uno de esos mareos que siempre lo tomaban desprevenido.
— ¿Estás bien? – le preguntó Anis, al sentir que se detenía.
— Sí. – le sonrió. — Sigamos a donde sea que me llevas.
— Falta poco.
Subieron otros escalones más, hasta que se pararon frente a una enorme puerta metálica, Bushido sacó una llave de sus pantalones y abrió la cerradura.
— Te encantará. Lo sé. – le aseguró, antes de empujar y permitirle al menor que pasase y observase la vista.
La atmósfera estaba bañada en colores dorados y rojizos y el viento soplaba en su cara bailando con su espeso cabello negro. Le dirigió una mirada interrogativa a Bushido, asombrado mientras admiraba su alrededor. Caminó hasta estar del todo en la amplia azotea y sonrió ante la hermosa vista. Edificios, casas, arboles, la silueta de las más lejanas montañas, y como fondo el hermoso atardecer.
— Es hermoso. – murmuró, apoyándose en una de las vallas de cemento del lugar.
Bill miró a Anis y le tomó por desprevenido la hermosa sonrisa que Bushido le dirigía y la luz dorada tras él. El rapero caminó hasta el otro extremo del lugar y Bill lo hizo a su lado, curioso porque le mostraría. Se podía observar toda la ciudad, parecía ser el centro de Berlín.
— Yo vengo de allí.
El menor observó mejor el paisaje y supo a qué se refería el mayor. No era como el otro extremo que mostraba los arboles más cuidados y verdes, los altos edificios de lujo y las calles cuidadas. Allí habían edificaciones casi desplomadas, zonas verdes poco cuidadas, y podía observar a lo lejos y no muy claramente paredes con lo que parecían actos vandálicos.
Bill no supo que decir.
— ¿Logras ver esos grafitis? – le preguntó el mayor.
— Algunos.
— Eso no es vandalismo. – comentó con la mirada tan perdida en el paisaje como Bill. — Es arte. Solo que esos artistas aun no tienen un lienzo adecuado con las posibilidades de ser verdaderamente admirados.
El menor recordó lo que le relató Bushido el primer día que se reunieron.
— Tú lo tienes. – el mayor sonrió.
— Y es difícil esa búsqueda del lienzo, pero tuve que atreverme y pude pasar de esto a eso. – señaló el otro extremo del edificio. — Un cambio de plano, de rumbo.
Ambos se quedaron en silencio algunos minutos, observando lo que se les mostraba y pensando.
Bill lo entendió. Bushido tenía razón, eso era arte, solo que en el sitio inadecuado y no con los observadores correspondientes. El mismo fue parte de esos artistas renegados, criticado por lucir diferente y receptor de palabras desalentadoras hacia su arte. Si, Bushido estaba en lo correcto. Cada expresión tiene su lugar perfecto al igual que sus correspondientes admiradores.
— Creo que el vivir es como el amor. – comentó el rapero.
— No lo creo. La vida es lo más largo que tenemos. Puedes nacer hoy y morir mañana y en todas esas horas lo único que siempre hiciste fue vivir. En cambio el amor… un día lo tienes… y luego se va. – debatió, perdiendo las ganas de hablar en la última frase.
— Pero siempre puedes volver a conseguirlo. Como cuando quieres alcanzar algo en la vida, te empeñas y te empeñas hasta lograrlo. También sirve para el amor. Dejas atrás ese desamor y miras al presente y en un futuro, sin darte cuenta, ya estás amando de nuevo.
— ¿Este es tu lugar preferido?
— Sí. – contestó sin saber a qué venía la pregunta.
— ¿Por qué?
— Me mantiene en equilibrio. Puedo recordar mis raíces y saber a dónde voy.
— Entonces aún tu pasado es parte de tu presente.
— Nunca dije que no lo fuera. Es parte de mí y lo será por siempre.
— Por lo que en caso de que tu pensar sea cierto y la vida es como el amor, nunca vas a dejar atrás a tu primer amor y vas a cargar con ello, lo que hará difícil que vuelvas a amar. ¿Cierto? – Bushido sonrió ante la respuesta del menor.
— Si tengo la oportunidad de nacer de nuevo y de elegir entre comenzar una vida como la que comencé y la que llevo ahora, definitivamente escogería venir de lo bajo, porque es lo que me llevó a lo que soy ahora. Y me gusta ser como soy. – sonrió. — El amar también comienza desde abajo. Cada experiencia, cada lágrima, cada sonrisa, cada dificultad. El amar lo tienes que forjar, como el inicio de una aspiración. Pones todo de ti, pero si intentas al máximo y aún no es estable lo que haces, es porque algo no anda bien y puede que tú no seas la causa, simplemente no es para ti. Entonces, allí es donde decides si comenzar desde cero en otro objetivo o quedarte estancado forzando algo que solo te consumirá sin retribuirte. Sin embargo, la experiencia anterior nunca la olvidarás y tal vez llegues al nuevo terreno temeroso e indeciso, y puede que una nueva persona te ayude a superar esos obstáculos, ese alguien te hará sentir seguro y confiado, lo que influirá en tus sentimientos, y posiblemente le entregues tu corazón.
— O puede que simplemente lo consideres un amigo. – dijo el pelilargo.
Bill pensó que tal vez había forzado, sabrá Dios por cuánto tiempo, un amor con su hermano, y aunque decidió abandonar ese sentimiento por Tom, no se planteó comenzar de nuevo. No sabía si sería capaz de comenzar de nuevo.
— Tal vez… También se puede amar a los amigos. – sonrió y giró para mirar a Bill, pero este tenía su mirada fija en el sol que se ocultaba.
— Creo que tu opinión está basada en tal vez, quizás, posiblemente. No aplica para todos. Nada es seguro.
Claro que no había una seguridad, porque algunos podían comenzar de nuevo, y si fuese así él también podría, pero no creía poder. Además, ¿Quién podría amar a alguien tan repulsivo como él?
— En la vida tampoco hay algo seguro. Tanto en el vivir como en el amar, se debe discernir y arriesgar. El factor cambiante es cuando no te quieres arriesgar, y pierdes todos esos tal vez, quizás, posiblemente que pueden hacerte feliz.
Bushido no recibió respuesta alguna, solo un silencio por parte del encierro de pensamientos en el que estaba Bill.
— No te quemes tanto la cabeza con eso, princesa Kaulitz. – sonrió, dándole un suave golpe con el codo en uno de sus costados al verlo tan serio y recibió un bufido por parte del menor.
— Deja de llamarme así. –le pidió.
— Sabes que me gusta. – le sonrió divertido.
— Eres tan molesto. – dijo girándose y caminando para seguir observando la azotea. — ¿Es un sofá? – divisó el mueble bajo un pequeño techo, junto a algunas canastas.
— Sí, es mío. Me gusta estar aquí algunas veces y el suelo no es cómodo. – le respondió, tomando su mano y dirigiéndolo a él. — Tenía pensado un pequeño picnic en la azotea. ¿Quieres comer algo? – le ofreció, cuando ya estaban cerca del sofá turquesa.
— Tal vez más tarde. – se disculpó.
— Mejor comamos ahora. – ignoró su respuesta. — Siéntate. – le propuso, mientras él tomaba las canastas.
— No tengo mucha hambre. – evitó, porque al haber pensado en Tom su estómago no era de confiar.
— Lo sé. – dijo y Bill se tensó. — No es tan tarde y debiste haber almorzado algo hace pocas horas, es una pequeña merienda. Mira. – sacó dos cajitas trasparentes de las canastas que contenían la merienda de cada uno. — Es un pequeño muffin de banana y almendras. Es vegano, ¿Puedes creerlo? Y también un turrón de frutos secos, y claro, traje bebidas. – comentaba, sin darle tiempo a Bill de negarse, tendiéndole el empaque que contenía lo que le correspondía. — Hay agua natural y de sabor a limón o cereza ¿Qué prefieres?
— Natural estará bien. – Bill observó dudoso lo que habían impuesto en sus manos.
— Genial. – aseguró, tomando lo suyo y sentándose a su lado.
— Nunca había probado la comida vegana. – murmuró, dándole una pequeña mordida a su muffin. Suave y esponjoso, no muy dulce, indicado para él.
— Yo tampoco, pero mi mamá siempre me recomienda ese lugar y decidí probar. Quiero mantenerme en forma.
— Pensé que eras más del tipo de personas que comía mucha comida chatarra y luego pasaba horas en el gimnasio.
— Si lo hago, pero últimamente me he sentido perezoso aunque me ejercite. Y al parecer la comida saludable es buena en sabor. – comentó, dándole la última mordida a su postre de banana. — ¿Tú qué crees?
— Si… Yo…No quiero más. – sonrió disculpándose. — Lo guardaré para más tarde. – aseguró, bebiendo agua de su botella.
— ¿No te gustó? – preguntó.
— No, está bien.
— Pensé que te gustaría, parece que cuidas tu figura. – resaltó, haciendo que el menor se removiera un poco en el sofá ajustándose el abrigo. Se incomodó irremediablemente al saber que Bushido reparaba en su figura. — ¿Tienes frío? Traje una manta. – tomó otra canasta, sacó de ella una manta celeste de algodón y sorprendiendo al menor, se levantó de su lugar y la pasó por sus hombros, abrigándolo bien. — Ya está. – se sentó a su lado y le regaló un guiño. Se acomodó mejor en el sofá para quedar viendo a Bill y este hizo lo mismo ladeando su cuerpo y doblando sus piernas en el mueble.
— Gracias…
— De nada. Supongo que estás acostumbrado a que te cuiden.
— Sé cuidarme solo también. – dijo un poco mosqueado.
— No te lo tomes a mal, es decir, tienes algo que hace que la gente se preocupe por ti. Sólo es eso, además, por lo que sé tu hermano es bastante sobreprotector contigo. – explicó, comenzando a guardar los restos de su pequeña merienda.
Algo parecido a un crack sonó en el interior de Bill.
— He escuchado que usualmente las habitaciones de hotel están continuas, que siempre se preocupa por ti y que son bastantes unidos. Además de que te complace mucho, por eso te digo princesa Kaulitz. Según me han contado, Tom te consiente en todo. – tomó las dos botellas que tenía en el piso y las guardó. — Bueno, son gemelos. Debe ser genial crecer y saber que a pesar de todo siempre habrá alguien a tu lado, apoyándote, protegiéndote y querién…
Un sollozo lo detuvo.
— ¿Bill? – dejó de hacer lo que hacía y enfocó su vista en el menor, quien inclinó la cabeza dejando que su larga cabellera protegiera sus mejillas húmedas.
— Yo… lo siento. Alergia. – susurró.
No lo pudo evitar, fue escuchar unas palabras de lo que era su relación con Tom y echarse a llorar. Odiaba eso, él no quería llorar ante alguien. Nadie debía saber que lloraba por Tom.
— Hey…– cuidadoso, se acercó al menor y despejó su cabello, permitiéndose observar su triste rostro.
— Nada importante. – se alejó de la mano de Bushido, pero no podía controlar las lágrimas que se acumulaban en sus ojos y que no quería derramar.
El rapero volvió a intentar, pasando su pulgar por las mejillas del menor y eliminando el rastro húmedo de su suave piel.
— Está bien que lo extrañes. – le consoló, pensando que a eso se debía su quiebre. Tal vez nunca habían pasado tanto tiempo separados.
— ¿Lo está? – se le escapó al menor, permitiendo que Bushido levantara su rostro y conectara sus miradas.
Necesitaba tanto un consuelo y no lo sabía. Había estado pasando por toda esa tristeza en total soledad, que era ignorante de lo carente que estaba su corazón de escuchar un: Está bien. Está bien que llores, está bien que lo extrañes, está bien que lo ames.
El rapero lo vio: había tanto dolor en esos ojos, tanta soledad, tanta tristeza. Anis se sintió aturdido.
— Claro que lo está. – susurró contra su cabello y lo abrazó.
El menor se aferró a él y se dejó ir. Ya no podía más con tanto dolor, la carga era muy pesada para su frágil corazón.
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Se sintió muy calentito y una fragancia para hombre entraba a sus fosas nasales, olía muy bien. Aspiró nuevamente y al no reconocer el olor despertó totalmente, abrió los ojos encontrándose en una enorme cama. No había estado allí antes. Observó el lugar con más detalle y sus ojos se toparon con un enorme pergamino oriental colgado en la pared frontal, donde reposaba un símbolo idéntico al que tenía Anis tatuado en su cuello.
— Veo que despertaste. ¿Cómo te sientes? – le preguntó, sentándose a su lado en la cama.
— Me duele un poco la cabeza. – respondió.
— Te he traído unos analgésicos. – se los tendió con un vaso de agua.
— Gracias. – murmuró y los tomó. — ¿Qué sucedió? – cuestionó.
— Te quedaste dormido mientras lloraba y te he traído al apartamento. – le contestó son una pequeña sonrisa.
— Lo siento. – murmuró avergonzado, con sus mejillas rosas y a Bushido se le hizo muy tierno.
— Te aclararé algo. – le dijo serio y Bill le miró un poco tímido, nunca había escuchado tal seriedad en la voz del rapero. — Cuando quieras llorar, te sientas triste, quieras un poco de compañía, lo que sea…– se señaló. — Llámame. Estaré para ti las veinticuatro horas del día. ¿Entendido? – preguntó y Bill asintió cohibido. — Entiende algo, hermoso. – tomó su mano dándole un pequeño apretoncito. — No tienes que disculparte por algo, porque para mí no es molestia. – le sonrió sincero y pronto Bill estaba entre los brazos de Bushido y cuando el mayor tuvo el gesto de besar sonoramente una de sus mejillas, el pelilargo sonrió levemente. — Eres un pequeño angelito. – le dijo divertido en su oído y Bill hizo un rápido mohín.
— Deja de ponerme apodos. – le dijo separándose un poco, pero sin soltar los hombros del mayor.
— Pero los ángeles no lloran. – le dijo tocando su nariz.
Bill se sonrojó y Bushido sonrió. Sonrisa que fue borrada cuando una violenta arcada atacó a Bill.
Se alejó rápidamente del mayor y antes de si quiera poder hacerse una idea de donde estaba el baño o preguntar, ya estaba vomitando en el suelo de madera pulida. Bushido sólo reaccionó sosteniendo sus largos cabellos ondulados con una mano cuando la segunda ronda le atacó y la otra la pasó por su pequeña cintura.
Cuando el menor terminó de expulsar todo su estómago acompañado de manchas rojas, estaba pálido y temblando. Anis supo que Bill no estaba bien.
El menor se aferró a Bushido cuando este lo ayudó a levantar y, cuando se encontraba de pie, se desmayó entre los brazos del rapero.
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Sentía que el clima de España era muy caluroso en esa temporada, pero se aseguró a sí mismo que tal vez en unos cuantos días se acostumbraría. Tenían pesado pasar en la hermosa ciudad capital algunas semanas, así que tendría que acostumbrase.
— Cariño, tienes que venir con nosotros en la próxima atracción. – la joven rubia le sacó de su monólogo climático mental.
— Tal vez en el próximo. – le aseguró, entrelazando sus dedos cuando ella lo hizo.
— Este parque es asombroso. – dijo maravillada.
Anne, una modelo de veintiún años y, si el destino le sonreía, la futura novia del guapo guitarrista de Tokio Hotel; tuvo que viajar a Madrid debido a una sesión de fotos y Tom decidió acompañarla, ya que tenía tiempo libre y pensaba que tal vez cambiar un poco de aires podría caerle bien.
— ¿Abbe y Matt no vienen? – le preguntó el de trenzas negras a la chica con la que salía, al ver que los otros dos chicos les sonreían y saludaban desde la fila de la atracción.
— Parece que volverán a subir. – dijo devolviéndole el saludo a su mejor amiga y al novio de esta. — ¿Quieres ir por un helado?
— Sí. – dijo inmediatamente. — Muero del calor. La última vez que vine no estaban en verano y no recordaba estas temperaturas. – aseguró el trenzado.
Los rayos del sol empezaban a ocultarse, así que caminando por un sendero alumbrado por farolas llegaron hasta un puestecito de helados caseros.
— Gracias. – le pagó al señor que le atendió y le entregó su helado de maní a Anne mientras él tomaba el de fresa.
La rubia modelo daba la cuarta lamida a su helado cuando divisó un lugar de juegos.
— ¡Vamos!– dijo emocionada halando de Tom. — Gana un peluche para mí. – le pidió sonriente.
Solo tenía que lanzar algunos aros y lograr que rodearan a unos pinos de boliche. Fácil, pensó, y realmente lo fue.
— Puedes escoger un peluche. – le dijo el señor a Anne, quien entendió un poco el idioma y emocionada señaló un león color arena de mediano tamaño, con una melena dorada y una linda sonrisa en la cara. Adorable.
— Se parece a ti cuando tenías rastas. – rio bajito ganándose la atención de Tom quien terminaba de pagar por el juego y al fijar su mirada en el animal de peluche: se congeló.
Era idéntico al que le regaló a su hermano en su primera cita.
Y Bill… Bill estaba a su lado sonriéndole dulcemente con sus mejillas sonrojadas, mientras abrazaba a Tomi. Su gemelo se acercó a él y besó castamente sus labios para luego susurrarle suavemente un…
— Gracias. – le dijo Anne para luego alejarse y limpiar un poco la marca rosa que había dejado en la boca de Tom al besarlo.
El trenzado pestañeó varias veces para salir de su ensoñación y comprender que junto a él solo estaba Anne.
No estaba Bill.
Continúa…
Gracias por leer.