En el cumpleaños

Resumen: Es el cumpleaños de Tom y su vecino de siete años, Bill, viene a darle un regalo.

(Traducción de MizukyChan)

Cuidando a Bill en el cumpleaños”

Tom dejó salir una fuerte risa, cuando uno de sus amigos terminó de contar una de sus trilladas historias de la escuela. Era una de esas que todos habían escuchado, pero de las que siempre te reías cada vez que la contaban, porque de algún modo, nunca pasaba de moda.

Era un día cálido en medio del verano y Tom había invitado a algunos de sus mejores amigos a un asado, para celebrar sus dieciocho años. Sus padres habían estado de acuerdo, incluso les habían comprado cerveza, después de conversar con los otros padres sobre ello, prometiéndoles que aunque los dejarían ser, ellos igual estarían en la casa, echando un ojo a lo que hacían.

Era un día muy agradable para celebrar un cumpleaños. El clima había estado perfecto todo el día y aunque estaba un poco caluroso al sol, estando bajo los árboles del jardín era perfecto para que estuvieran los jóvenes. Y pese a que sólo les habían dado la responsabilidad de preparar el asado, ellos se sentían orgullosos y mucho mayores de lo que eran. No es que nunca antes hubieran hecho un asado, pero esta vez se sentía diferente. Los padres de Tom podían estar cerca, pero no los molestaron con nada. Sólo miraban por la ventana cada hora, para asegurarse que nadie se había desmayado en el jardín, o que se hubieran quemado o algo así.

Pero nada había pasado. Tom respetaba a sus padres y estaba agradecido de que les hubieran permitido beber. No haría nada que rompiera su confianza y se lo había dejado muy claro a sus amigos cuando les pidió que no llevaran más alcohol. Se tendrían que arreglar con las cervezas que sus padres habían comprado, más la soda. Y eso era todo.

De todas formas lo estaban pasando bien así. Georg y Gustav probablemente ya habían contado cada historia que recordaban de sus años de escuela juntos. Y ambos, Chris y Mark, habían compartido otras pocas de los años que también habían compartido con Tom. Ellos no salían tanto con Tom como los G’s, pero habían pasado suficiente tiempo juntos para hacer cosas realmente estúpidas y otras cosas que habían sido, simplemente raras.

Era su último verano juntos y todos habían estado muy ocupados. Tom había estado de niñero casi todo el tiempo, Gustav había estado de visita donde su abuela, al otro lado del país, Georg se las había arreglado para conseguir un trabajo en el McDonalds, y Chris y Mark estaban trabajando en una tienda pequeña de la ciudad. No habían tenido mucho tiempo para juntarse como habían planeado en un principio y, pronto, el verano terminaría y todos tendrían que cambiarse a otros lugares para la universidad. Claro que se verían cuando volvieran para las fiestas, pero todos sabían que ya no sería lo mismo.

Tom y Georg se iban a mudar a la misma ciudad, pero el resto de ellos se cambiarían bastante lejos. Gustav estaría más cerca, más o menos a una hora de distancia, los otros dos, más o menos a un día de distancia. Esto era el fin y todos los sabían, así que decidieron pasar este día entero juntos, para disfrutar la compañía del resto, con comida rica, conversando y jugando video juegos, más tarde.

Los padres de Tom les habían permitido tomar el control del patio y de la sala, así que no planeaban perder el tiempo en dormir.

Habían empezado a comer cuando la mamá de Tom salió al jardín, con una sonrisa de disculpa y se acercó a la mesa en la que estaban sentados.

Tom, tienes una visita, pero si no quieres que te moleste, lo volveré a enviar a casa.

¿Una visita? —Tom se sorprendió. Habían decidido no celebrar con la familia hasta después del fin de semana y no había invitado a nadie más—. ¿Quién es?

Bill —respondió—. Te hizo un regalo.

Oh. —Tom miró a sus amigos, sólo para verlos rodar los ojos, con una sonrisa divertida en los labios—. Umh, ¿está bien, chicos?

Claro. —Georg se alzó de hombros, sonriendo ampliamente—. No podemos devolver al hombrecito con el dragón, ¿verdad?

Cállate. —Tom se rió, pero esperó a que los demás asintieran, aprobándolo, antes de decirle a su mamá que estaba bien. Sus amigos sabían lo mucho que se preocupaba por el pequeñito que vivía junto a él y también lo habían escuchado quejarse de la madre de mierda del niño, en más de una ocasión.

Un par de minutos después, un Bill tímido dio pasitos para cruzar la puerta trasera y, mientras se mordía fuertemente el labio inferior, caminó lentamente hacia Tom. Sus pequeñas manitos aferraban fuertemente el regalo envuelto que llevaba y sus ojos estaban enfocados en el suelo.

Hola, Bibi. —Tom sonrió, usando el nickname que sabía que Bill amaba—. ¿Qué estás haciendo aquí?

Te hice un regalo —susurró Bill. Sin atreverse a levantar la vista, cuidadosamente lo alzó para dárselo a Tom—. Feliz cumpleaños, Tomi.

Gracias. —El mayor sonrió y estiró una mano para revolver el cabello del pequeño, sacándole una risa bajita—. No tengas miedo, Bibi. Nadie va a morderte.

Nop —dijo Chris con una gran sonrisa—. El único que algunas veces muerde es Geo, pero te prometo que te protegeremos de él.

Jódete hombre —bufó el castaño, pero Bill volvió a reír y esta vez, se atrevió a levantar la vista para mirar a los otros adolescentes sentados allí.

¿Quieres comer algo, Bill? —Preguntó Tom, mientras Gustav se levantaba para buscarle una silla y un plato al niño—. Tenemos mucho y también tenemos pastel de postre, si quieres.

¿Pastel? —Los ojos del pequeño se iluminaron y felizmente se sentó en la silla que Gustav trajo para él.

Sí. —Tom soltó una risita—, pero no antes de que comas comida real. ¿Ya comiste tu cena?

No todavía. —Bill negó con la cabeza—. Mamá está ocupada. Trajo amigos de visita.

Tom compartió una mirada con sus amigos y todos pensaron más o menos lo mismo. Todos habían escuchado a Tom quejándose sobre Simone, de que siempre tenía visitas y no tenía tiempo de preocuparse de su hijo. Y todos sabían cuánto cabreaba eso a Tom.

Entonces le mandaré un mensaje y le diré que comerás aquí —dijo Tom y sacó su celular—. ¿Mark, puedes darle a Bill algo de comer?

Mark, quien a excepción de Tom, era el que estaba sentado más cerca de Bill, comenzó a preguntarle al pequeño cuál de todas las cosas que había en la mesa quería y, mientras Bill trataba de decidirse, Tom le mandó un mensaje a su mamá, y negó con la cabeza cuando obtuvo una rápida respuesta que decía que Bill era libre de quedarse tanto como deseara.

¿Te tocó hacer de niñero otra vez? —Murmuró bajito Georg en su oído, para que Bill no lo escuchara. Pero los otros chicos parecieron escucharlo, porque todos volvieron su atención a Tom.

No. Puedo mandarlo a casa cuando haya comido. —Tom suspiró. No le gustaba, pero tampoco tenía opción—. Lo siento, chicos.

Nah, deja que se quede si quiere. —Chris se alzó de hombros, recibiendo asentimiento de parte de los otros—. Después de todo, te vas a mudar pronto —dijo muy bajito, asegurándose de que Bill estuviera ocupado con su comida para notarlo—, probablemente deberías pasar tanto tiempo como puedas con él.

Sí. —Gustav estuvo de acuerdo—. Nosotros igual podremos conducir para verte y somos lo suficientemente maduros para entender por qué te mudas… pero el hombrecito de ahí… —señaló hacia Bill, quien trataba de cortar su carne con una expresión concentrada en la cara—. Va a ser muy duro para él.

Tom asintió. No se había atrevido a contarle a Bill todavía. Sabía que tenía que hacerlo, después de todo, se cambiaría en un par de semanas, pero no tenía idea cómo contarle al niño que lo dejaría.

Sí, tienes razón —murmuró y luego se volvió a Bill y habló con la voz mucho más fuerte—. Hey, Bibi, ¿necesitas ayuda con eso? —Preguntó, soltando una risita—. Mi cuchillo es más afilado, puedo cortarla por ti.

Okey —respondió Bill con un puchero y empujó su plato hacia Tom—. Pero podría hacerlo yo mismo, si quisiera.

Sé que puedes —dijo Tom con suavidad—, pero yo puedo hacerlo más rápido.

Bill asintió y miró a los otros alrededor y luego miró el vaso plástico de Tom y con una mirada curiosa lo tomó, sólo para arrugar la nariz al oler el líquido dorado.

Eeww —volvió a poner el vaso en la mesa—. ¿Qué es eso?

Cerveza. —Tom soltó una risita y le regresó el plato al pelinegro, antes de alejar el vaso del niño. No quería que accidentalmente bebiera alcohol, porque ¿cómo demonios se lo explicaría a su madre?—. Toma —puso coca cola en un vaso vacío—. Esto es bebida, sabe mejor.

Si la soda sabe mejor, ¿por qué tomas cerveza? —Preguntó Bill, con una mirada de confusión.

Sí, Tom. —Gustav soltó una risita—. ¿Por qué?

Es algo que hacen los adultos, Bill —respondió Tom con suavidad—. Tú pensarías que Gustav sabría algo así, pero supongo que él es todavía un chiquillo.

Idiota —resopló el rubio, pero Tom sólo sonrió en respuesta, aferrándose a sus palabras.

&

Un par de horas después, todos habían comido y probado bastante pastel. Después que Bill había ayudado a Tom a llevar la basura y los platos a la casa, el mayor decidió que era momento de abrir sus regalos. Ya se estaba haciendo tarde, al menos para Bill, y estaba seguro que el niño quería ver lo que le había llevado y por supuesto, querría estar ahí cuando Tom abriera su regalo.

¿Vas a abrir primero el mío, Tom? —Preguntó Bill, luciendo emocionado, mientras Tom ponía los regalos sobre la mesa. Sus amigos le habían dejado algunos y también estaba el de Bill, eran pocos, pero estaba bien con ello. De todas formas, no quería que sus amigos gastaran su dinero en él y sabía que no era ricos, después del verano.

Nop —dijo Tom con una sonrisa y por un leve momento, Bill se puso triste, antes que el mayor agregara—. Siempre debes dejar los mejores para el final, ¿sabes? —Comentó suavemente, observando como Bill volvía a sonreír felizmente.

¿El mío es el mejor? —Bill lucía mucho más emocionado que antes y tuvo problemas para sentarse quieto en su silla—. ¡Ábrelos rápido, Tomi!

Tom soltó una risita y comenzó a abrir los de sus amigos. Le regalaron una cámara y unos videos juegos nuevos, lo cual era exactamente lo que necesitaba.

Ahora más te vale comenzar a usar tu jodido Instagram —lo molestó Chris—. ¡Queremos que nos muestres todo!

Pensé que el Instagram era para el teléfono. —Tom resopló y rodó los ojos. Ellos le obligaron a hacerse una cuenta un año atrás, pero todavía no posteaba ni una sola imagen—. Pero lo haré, algún día.

Ignoró los gruñidos y los suspiros que sus amigos soltaron como respuesta ante las palabras que habían oído cientos de veces y se volvió al regalo de Bill. Era mucho más pequeño que los demás, pero pesaba más de lo que aparentaba. No tenía idea qué podría ser, porque cuando se trataba de Bill, podría ser absolutamente cualquier cosa.

Lo abrió y soltó una risita silenciosa ante lo que vio, con una amplia sonrisa se volvió hacia Bill, quien lo miraba con ojitos nerviosos.

Son tan bonitos, Bibi —dijo cálidamente—. ¿Los hiciste tú mismo?

Bill asintió y se levantó de la silla para ponerse junto a Tom. Y cuando Tom alejó la caja, estiró los brazos, para que el niño gateara en su regazo, observando como el mayor tomaba una de las pequeñas cosas que había hecho.

Eran pequeñas rocas, pintadas con diferentes colores. Todos tenían ojos y diferentes diseños, haciéndolos lucir como pequeños animales.

Ese es un tigre —comentó el niño, señalando uno de ellos—, y esa es una rana.

Sí me doy cuenta. —Tom asintió—. ¿Y este es un… cerdo? —Preguntó, tomando una piedra de color rosado.

Sí. —Bill asintió orgulloso—. Anne me ayudó.

Tom asintió, sabiendo que Anne era la sirvienta que trabajaba en la gran casa donde vivía Bill. Usualmente, ella ayudaba a Bill con diferentes cosas cuando no había nadie más alrededor, lo cual pasaba la mayor parte del tiempo.

¿Te gustan?

Me encantan —le aseguró el mayor y luego miró a sus amigos—. ¿Cierto que son súper cool?

Sí. —Georg estuvo de acuerdo y tomó la del cerdo—. ¡Mira, Gus, este eres tú!

Gustav bufó como respuesta, pero Bill sonrió feliz y se apoyó hacia atrás, en el pecho de Tom, sonriendo ampliamente mientras los otros adolescentes miraban los animalitos. Todos elogiaron su duro trabajo y le decían lo celoso que estaban de que sólo Tom los tuviera.

Ellos no querían a Bill tanto como Tom, pero igual hicieron sentir al niño que era bienvenido en el grupo y Tom no podía agradecerles lo suficiente por ser tan sorprendentes algunas veces. De verdad había buscado a las mejores personas para darles su amistad.

&

Sólo una hora más tarde, Bill comenzó a parpadear cansadamente y, aunque Tom sabía que no estaba haciendo de niñero aquella noche, tampoco se sentía bien enviándolo de regreso a su casa, así que le mandó un mensaje a Simone, diciéndole que Bill se había quedado a dormir en su casa y que lo llevaría al día siguiente. Luego, llevó a Bill al segundo piso y después de convencerlo, hizo que el niño se cepillara los dientes y se acurrucara en la cama de Tom, mirándolo con los ojos somnolientos mientras el mayor se sentaba en el borde de la cama.

¿Arruiné tu cumpleaños, Tomi?

¿Qué? —Preguntó Tom, sorprendido, sin estar seguro de por qué el niño pensaría algo así—. No, por supuesto que no. ¿Por qué rayos piensas algo así?

Hoy le di a mi mami una de las piedras y ella dijo que arruiné la cena con sus amigos.

Oh. —Tom se mordió el labio inferior, sin estar seguro de qué responder—. Creo que ella quería decir que estaba ocupada, no es que tu piedra hubiera arruinado nada. Seguramente ella estaba muy ocupada con sus amigos y no esperaba que llegaras ahí.

Ella dijo que mejor viniera a darte tu regalo —agregó Bill bajito y se acurrucó más debajo de las mantas.

Estoy muy feliz de que vinieras. —Tom sonrió, aunque por dentro estaba maldiciendo a la mujer por alejar a su hijo sólo por estar ocupada—. Me encantó tu regalo y voy a poner a todos los animalitos en un lugar muy especial de mi habitación.

Bill sonrió y luego cerró los ojos, demasiado cansado para mantenerlos abiertos.

Buenas noches, Tomi.

Buenas noches, Bibi —murmuró Tom bajito y se levantó de la cama para regresar con sus amigos—. Te amo.

F I N

¿Alguien más quiere matar a Simone? ¿O al menos darle unas buenas cachetadas? Yo no tengo hijos, pero tengo sobrinos y adoro pasar tiempo con ellos y hablarles con cariño y disfrutar de sus regalos manuales. Pero en fin.

Escritora del fandom

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