Evil Journey 2

«Evil Journey» Fic Toll de MizukyChan

Capítulo 2: Atrapados

Las telesillas subían con lentitud, mientras Georg hacía comentarios sarcásticos sobre la gente que usaba casco en las pistas de principiantes. Bill por su parte, tenía náuseas por lo elevado del paisaje y sentía que el frío en su rostro, sólo empeoraba las cosas.

—Quiero hacer uno de esos mortales —comentó riendo el trenzado, mientras Geo, le palmeaba el brazo, dentro de lo que podían moverse en el reducido espacio.

—Apuesto a que te pateo el trasero, Tom —bromeó el castaño.

—Yo…, yo… —El pelinegro quería decir algo, pero las risas de su novio no le dejaron, hasta que finalmente gritó—. ¡No! —El pánico le invadió, pues las sillas se quedaron absolutamente detenidas.

—¡¿Qué demonios?! —Gruñó Georg—. ¡Pagamos por esto! —Gritó lo más fuerte que pudo.

—Eso es mentira —Rebatió Bill, poniéndose tan nervioso, que el aire no le llegaba a los pulmones.

—Bill, cálmate —pidió el de trenzas, notando la incomodidad del moreno—. Respira.

—¡Qué pasa! —Gritó Bill, moviéndose, ocasionando que la silla se balanceara peligrosamente—. ¿Por qué no se mueve?

—Seguramente un idiota resbaló y cayó, cuando bajó de la silla —comentó el castaño, sin hacer caso de la desesperación del más joven.

—Respira Bill —Le pidió una vez más el trenzado.

—No, no, no —Bill se abanicaba con las manos, pero el preciado aire, no parecía entrar en su sistema.

—Cálmate Bill, no eres una nena —Gruñó Georg, ganándose un golpe en el codo, por parte de su amigo.

—No esquiaré con ustedes —susurró el pelinegro, sintiéndose triste por ser menospreciado por su novio.

—Hey, Kaulitz, ya basta, lo siento —Se disculpó el castaño.

—No sé hacerlo —volvió a susurrar—. Sólo puedo subirme a una tabla de snowboard.

Georg se echó a reír y abrazó de lado al pelinegro.

—Así que por eso estabas tan asustado —besó su mejilla—. No te preocupes, Tom y yo te acompañaremos en la pista de principiantes.

Con un ruido metálico, las telesillas, volvieron a funcionar.

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Al llegar a la pista de principiantes, Georg se portó amable con su novio, ganándose una mirada de culpa por parte del pelinegro y una mirada de curiosidad por parte de su amigo.

—¿Qué hago con esto? —preguntó Bill, señalando una marcas metálicas en su tabla.

—Esas se abrochan, para tu seguridad —dijo Tom, acercándose para sujetar firmemente los pies del moreno, que en un pequeño desequilibrio, cayó de trasero, llevándose a Tom con él.

—Jajaja —Rió el pelinegro, viendo la nieve en el gorro del trenzado.

—Hey ¿Qué le haces a mi novio? —Bromeó el castaño.

Y así en un ambiente mucho más cordial, los tres jóvenes bajaban deslizándose en sus tablas, cargando los esquíes profesionales, en sus espaldas.

Tom no pudo evitar sonreír, cada vez que Bill caía sobre su delgado trasero, en la blanca nieve, contrastando con su cabello azabache. Y sin pensarlo, siempre corría a socorrerlo.

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Pasadas las cuatro de la tarde, los tres se hallaban en la cafetería de la entrada del resort. Con sendos vasos de café, para apalear el frío del día.

Bill se alejó de ellos, por un momento para llamar a Gustav, desde un teléfono de la recepción, y explicarle, que no se atrevía a concretar el rompimiento.

Al regresar, escuchó las voces de Georg y Tom hablar sobre Amy y se preguntó ¿Quién sería ella? Y aquel mal presentimiento que había tenido, durante todo el día, regresó con más fuerzas.

—¿De quién hablan? —preguntó con una sonrisa al sentarse.

—De nadie —respondió de mala forma su novio.

—No me hables así —Le regañó el pelinegro, sintiéndose ofendido.

—¿Así cómo? —Georg alzó la voz.

—No le grites —Le mandó el trenzado—. Él está molesto porque no ha podido esquiar como los profesionales, Bill —Mintió.

—Oh, lo siento mucho —se disculpó el moreno.

—No es tu culpa, Bill —aseguró Tom.

—¿Y si vamos ahora? —Les invitó—. Ustedes bajan con esquíes y yo lo haré con los encargados de las motos. No habrá problema.

—Ya es tarde —informó el de trenzas, viendo el reloj de la pared.

—No para un descenso veloz —agregó Geo, más animado, al ver que su amigo cubría su mentira.

—Es un trato —dijo Bill, aplaudiendo como un niño y se puso de pie.

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Se abrigaron nuevamente y se encaminaron hacia las telesillas. Pero el encargado estaba poniendo una bandera roja en la entrada.

—Está cerrado —anunció el hombre, al verles acercarse.

—¿Por qué? —preguntó irritado el castaño.

—Viene mal tiempo.

—No antes de una bajada rápida —pidió el de trenzas.

El hombre miró al pelinegro y se mojó los labios. Tom arrugó el ceño y sintió ganas de golpearlo, pero el chico no era su novio, como para defenderlo.

—Por favor —pidió Bill, inflando las mejillas, cosa que hizo reír al encargado.

—Está bien. Pero bajen rápido.

—Hecho.

Los jóvenes se sentaron en la silla y tras bajar la barra de seguridad, ésta se puso en marcha.

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Bill tenía las manos firmemente sujetas a la barra y su respiración era irregular, Tom lo miró con precaución y comentó.

—Si esto te asusta tanto ¿por qué aceptaste venir?

—Deja a Kaulitz —mandó el castaño, cosa que enojó más a Tom.

Siguieron en silencio, mirando el paisaje que era absolutamente blanco y poblado de algunos pinos muy por debajo de ellos.

El controlador de las telesillas, recibió un llamado telefónico a su celular. Era su jefe que le pedía ir a su oficina. El hombre le explicó que quedaban tres personas en las sillas, y que debía esperar a que bajaran para poder dejar su puesto.

—No te preocupes, John va para allá —Terminó el jefe.

Justo en esos momentos, un hombre delgado de barba rala, caminó con lentitud hasta el controlador. Le saludó con la cabeza.

—¿Queda alguien? —preguntó encendiendo un cigarrillo.

—Tres subieron hace poco —informó y se quitó los guantes, para sacar un cigarrillo que le ofrecía el otro tipo.

—Vete, no querrás enojar a Smith.

—Tienes razón. Nos vemos el sábado.

—Adiós.

No pasaron ni cinco minutos, cuando tres jóvenes pasaron por el portal, con rapidez, presumiendo de sus esquíes profesionales y ropas costosas.

—Vaya, eso sí que fue rápido —susurró el hombre a la nada. Y procedió a desconectar la palanca de las telesillas. Las cuales se detuvieron con un ruido metálico.

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Un ruido muy familiar para el pelinegro, se dejó oír, y las sillas se detuvieron.

—Oh Dios, no de nuevo —pidió el moreno, casi suplicante.

—¡OIGAN! —Gritó a todo pulmón el de trenzas—. ¡AÚN ESTAMOS AQUÍ!

—Calma Tom, seguramente, fue algún desperfecto, como esta mañana —dijo Geo.

—¿Estás bien, Bill? —preguntó el trenzado, notando el nerviosismo del chico.

—¡AYUDA! —Gritó lo más fuerte que pudo, el pelinegro.

—Quieren parar, seguramente fue algún problema con la energía, ya vendrán a buscarnos.

—Perfecto y ¿qué hacemos? —indagó el de trenzas, más preocupado por Bill, que por las enormes y grises nubes que se acercaban en el cielo.

—Preguntas —sugirió el pelinegro, tratando de relajar el ambiente.

—Ok —secundó el castaño—. ¿Cuál sería la peor manera de morir?

—¡Dios, Georg! —Gruñó el trenzado, con ganas de golpear a su amigo.

—Yo comienzo —se ofreció el aludido—. Un tiburón —Ninguno se miraba, todos tenían fija la vista en el horizonte—. Imagínate en pleno océano, sin saber que esa criatura te podría matar en cualquier momento y tú ni siquiera lo sabrías. O peor aún, si eres surfista y ves su aleta venir. Creo que eso sería lo más horrible. Saber que en cualquier momento te arrancará la carne a pedazos, y tú ni siquiera podrías escapar.

—¡Georg! —Le regañó el trenzado.

—El fuego —comentó casi en un susurro, el menor. Todos le miraron—. Recuerdo cuando fue el atentado de las Torres Gemelas. ¿Qué pudo ser tan horrible para que la gente saltara desde los pisos superiores? —Todos tragaron grueso.

—¿Qué hay de ti, Tom? —preguntó el castaño.

—La muerte en un Sarlacc

—¿Qué? —La pareja le miró con cara de “WTF”

—Aparece en la Guerra de las Galaxias, una fosa enorme en pleno desierto, donde eres digerido por 200 años. Una muerte lenta y dolorosa —dijo Tom, poniéndole casi “efectos especiales” a sus palabras finales.

—Jajaja —Todos estallaron en risas.

Pero entre pláticas y risas, el tiempo transcurría y la noche llegaba. Las luces que aún estaban encendidas, les daban un poco de confianza a los chicos, de que pronto, alguien vendría a rescatarlos.

—Pregunta —sugirió Bill—. Mejor regalo de Navidad.

—Esa es fácil —dijo Tom—. Mis primeros esquíes.

—Mi laptop —siguió el castaño.

—Scotty, mi cachorrito —terminó el pelinegro, con una sonrisa.

—Creo que se están tardando —mencionó el de trenzas, al notar que Bill se apretaba las enguantadas manos, él era mucho más delgado y tal vez el frío ya le estaría afectando.

—Calma Tom, todavía hay luces, lo que significa, que hay gente.

—¡AYUDA! —Gritó fuertemente el pelinegro.

—¡AYUDA! —Le secundó Tom—. ¡ALGUIEN! ¡AQUÍ, EN LAS SILLAS! —Siguió gritando un poco más, hasta que otro ruido metálico se dejó oír.

Y tras ello, otro y luego otro. Los chicos giraron sus cabezas, notando que las luces se apagaban, a medida que avanzaban hacia ellos. Hasta que la luz más próxima se apagó y así hasta que toda la línea metálica dejó de brillar. Se quedaron en la más absoluta oscuridad, pues la luna apenas iluminaba algo.

Entonces la desesperación les golpeó a los tres.

—¡AYUDENNOS!

—¡POR FAVOR!

—¡ALGUIEN!

Gritos y gritos, por varios minutos, pero nada se oía, nada más que el viento. Su silla se movía, ya que con la desesperación, sus cuerpos buscaban escapar de aquel lugar.

—¿Alguien tiene su celular? —preguntó Georg.

—¿Estás loco? —Gruñó el trenzado—. Te obligan a dejarlo en los casilleros.

—Lo sé, sólo preguntaba —se disculpó.

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El pelinegro comenzó a sollozar muy quedamente, terminando de alterar a Tom, quien quería estar a su lado, abrazarlo y asegurarle que todo estaría bien, aunque él mismo no lo creyera.

—Mañana vendrá alguien a rescatarnos —comentó el castaño.

—En caso de que logremos sobrevivir la noche —agregó Bill, entre hipidos.

—Mañana no vendrá nadie —sentenció el trenzado, dejándolos a todos sorprendidos—. Hoy es domingo, este centro sólo funciona los fines de semana. No vendrá nadie hasta el sábado. El viernes, si tenemos suerte y hacen mantención o algo.

—Nooo —lloró más fuerte el moreno.

Y como si el destino quisiera mofarse de ellos, gotas comenzaron a caer del cielo, gotas que se solidificaron y que pronto eran granizos fríos y duros.

—Vamos a morir —Sollozó Bill, apretándose el rostro con sus guantes.

Continuará…

¿Morirán? ¿Así de simple? ¿Intentarán algo para salir de allí? Recordemos que están super alto ¿O alguien se dará cuenta de su ausencia y los buscarán?

Esta es una historia basada en un hecho real, o al menos eso decía la película que vi. Creo que eso lo hace mucho más escalofriante. Gracias por continuar leyendo. Besotes y no olviden comentar.

Escritora del fandom

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