Familiar 6: Magia

Familiar” Fic de MizukyChan

Capítulo 6: Magia

Georg pasó la mano por su cara y suspiró, incluso siendo demonio estaba agotado, pero Tom no parecía ni cerca de acabar con su entrenamiento. Repetía una y otra vez los encantamientos, hasta lograr dominarlos por completo; eran cosas bastante simples, pero para un humano cualquiera eran espectaculares.

Lumen —el suave brillo que brotó de la mano de Tom tras pronunciar la palabra, hizo que Georg abriera grandemente los ojos.

Vaya, Pelitos, ¿estás seguro de que tu apellido no es Potter? —preguntó el castaño, ubicándose junto al barbudo, pasando su mano por la suave flama que danzaba sobre la palma del humano.

No, Georg, sigo siendo Tom Weiss, aunque no puedo negar que me siento un poco como Harry Potter —respondió, sin ganas de ocultar la sonrisa que adornaba su cara.

¡Hola, chicos!

La voz de Bill hizo que Tom se tensara y empuñara la mano, apagando la flama de inmediato—. Bill, has vuelto. Sácame de aquí, llévame lejos de Georg, al menos una hora, ¿por favor? —Pidió, impidiendo que el pelinegro se acercara a la mesa, donde su grimorio y los ingredientes de sus hechizos yacían.

Bill sonrió y lo teletransportó a un mirador frente al mar, uno alejado que usaban mucho, donde no se notaban sus constantes apariciones y desapariciones. Cuando vio el suspiro de alivio que Tom dejaba salir con los ojos cerrados, extendió una mano y tomó la del humano—. ¿Tan mal estuvo?

Tom bufó—. Ya sabes cómo es Georg.

Lo siento, Tom, no volverá a pasar —se miraron a los ojos y Tom sonrió ante la calidez de la mirada del pelinegro y llevó una mano a su mejilla, negando con la cabeza.

Está bien, Bill. Sé que hay compromisos con los que debes cumplir, aunque me gustaría poder ayudarte un poco más. No quiero tener que quedarme en casa con una niñera, o cocinar para ti como un ama de casa.

No tienes que…

Olvida eso último, me encanta cocinar para ti —agregó con una sonrisa que Bill correspondió de inmediato. Eligiendo cambiar de tema, preguntó—. ¿Cómo estuvo tu día?

Oh, nada emocionante, tuve que hacer un poco de investigación, seguir a un par de personas, nada fuera de lo normal —respondió, acomodándose un poco al costado de Tom, dejando que su cabeza descansara en el hombro del humano—. ¿Y tú? ¿Qué hiciste con Georg? ¿Pelearon todo el día?

Tom se rascó la cabeza, dividido entre decir la verdad o mentir descaradamente y, con un suspiro, optó por un punto intermedio—. Mmm, no fue tan malo.

Bill se enderezó y miró a Tom a los ojos, con una expresión incrédula—. ¿Qué?

Que no fue tan malo —repitió—. Me dejó dormir y me trajo desayuno, dijo que lo amenazaste —ambos rieron y el demonio volvió a acomodarse junto a Tom—. Pese a sus burlas y las indirectas para que me acueste contigo, no fue tan horrible cómo creí que sería. Hasta me dio un regalo.

Con los ojos cerrados, Bill inspiró el aroma de Tom y preguntó—. ¿De verdad? ¿Qué te regaló?

Un grimorio —respondió el barbudo, reventando la burbuja de paz del pelinegro, quien se tensó al instante—. Hey, tranquilo, está en latín. No entiendo una mierda, pero es bonito, tiene unos dibujos llamativos y una caligrafía exquisita.

¿Te dijo algo más? —Preguntó Bill, girando para ver a Tom a los ojos.

Sólo se burló de mi, diciendo que las brujas me comerían vivo al ver lo guapo que soy —Tom puso cara de afligido—, pero que me harían llorar porque soy demasiado ingenuo como para complacerlas —agregó con el ceño apretado, recordando las penosas burlas del castaño—, que la experiencia de ellas en las orgías estaba muy por encima de mi comprensión y se burló el resto del día, diciendo lo moradas que debía tener las pelotas porque no follaba desde el accidente de mi esposa… —se quedó en silencio de repente y Bill sostuvo su mano, acariciándola con el pulgar.

¿Sabes que puedes, verdad? —Preguntó Bill y Tom lo miró interrogante—. Puedes tener sexo, con quien quieras, cada vez que quieras —Tom negó con la cabeza—. No puedo pretender que vivas en celibato por estar a mi lado, Tom, soy un demonio, pero no soy despiadado.

Ya hemos tenido esta conversación, Bill, y ya sabes cuál es mi respuesta.

No eres del tipo que busca sexo casual —el pelinegro recitó la frase que Tom le había dicho tantas veces durante sus seis meses viviendo juntos—. Pero ha pasado mucho tiempo, Tom, ¿no sientes ganas? Eres tan joven aún.

El barbudo se pasó la mano por la cara y soltó un suspiro—. Lo dices como si fuera algo terrible —Bill bajó la mirada—. No puedo simplemente acostarme con alguien a quien no conozco, Bill, porque para mi el sexo es más que eso, es entrega, es ser uno con tu pareja, es especial.

El demonio apretó las manos en puños y contuvo las ganas de hablar, era mejor callar a revelar aquello que debía permanecer en el olvido.

Se quedaron en silencio, mirando el mar. Tom estiró una mano y la pasó por los hombros de Bill, acercándolo a su cuerpo—. Lo siento —dijo bajito—, no es mi intención juzgarte. No quiero que te sientas mal por las cosas que digo —el pelinegro asintió, pero se mantuvo en silencio.

Una hora después, o quizás dos, ambos regresaron a la habitación del motel. Tom sacó su celular y marcó el número del castaño.

Georg, Bill dice que mañana se quedará conmigo, así que no tienes que ser mi niñera.

Jodido susto nos dio hoy —respondió el demonio al otro lado de la línea—. Guardé todos los insumos, tendremos que seguir practicando, pero mantén la boca cerrada, de lo contrario, Bill me matará.

Le daré tus saludos. Adiós —Tom fingió que todo estaba bien cuando cortó la llamada—. Te manda saludos —mintió, bajando la mirada—. Voy a darme una ducha.

Te traeré algo de comer —respondió el demonio cuando el barbudo entró en el baño. Sentía que había algo raro en el ambiente, no podía saber con exactitud lo que era, pero había algo allí, latente como estática, esperando una chispa para hacer combustión. Intentó quitarse la sensación de encima y desapareció con intención de buscar pizza.

En el baño, Tom se desnudó y gruñó ante su reflejo en el espejo, le había mentido a Bill, pero no era eso lo que lo tenía con esa aflicción en el pecho, era aquella frase que Georg mencionó con tanta casualidad ese día. Bill está bien, tiene sexo por fuera, ¿sabes? Sacudió la cabeza imaginando las veces en que el pelinegro se había escabullido de su lado para acostarse con personas sin rostro que disfrutaban de su cuerpo, sin ataduras ni compromisos.

Soy un idiota —susurró y se metió bajo el agua.

No puedo idealizar un escenario donde él se enamore de mi, es un demonio, él no se enamora. Pensó, quitando la espuma de su cabello con más fuerza de la necesaria. Además, yo no he dejado de atormentarme por mi matrimonio, él debe creer que no siento ninguna atracción por él. El agua limpiaba su cuerpo, pero su mente seguía afligida. Bill no se da cuenta que él es lo único que me queda, él es el único al que podré aferrarme desde hoy y para siempre.

¡Ya volví! —La voz cantarina del pelinegro lo sacó de sus pensamientos y cerró la llave.

Salgo en un momento —respondió con voz amortiguada, mientras se secaba la cara con una de las delgadas toallas del lugar—. Desearía que tuviéramos un hogar fijo, no me gustan estas toallas —dijo para sí mismo. Se amarró la tela a la cintura y arrugó el ceño al notar que no había llevado ropa limpia al baño.

Bill tragó pesado cuando lo vio salir casi desnudo y la botella que sostenía, se soltó de sus manos, cayendo sonoramente al suelo—. ¡Mierda! —Se agachó a recoger los pedazos de cristal, haciéndose un corte en la mano.

¡Bill! —Tom quiso correr a su lado, pero el poder demoníaco del pelinegro lo dejó congelado.

No te muevas. Hay trozos de vidrio por todo el lugar —Bill bajó la mano, devolviendo la movilidad a Tom, quien permaneció quieto, sintiendo como su piel se erizaba—. Lo siento.

Con destreza, Bill limpió el piso y Tom ocupó su lugar en la mesa, estirándose para sujetar la mano del pelinegro en la suya, viendo como el corte sanaba cuando los ojos de Bill se oscurecieron.

No quise asustarte —se disculpó el demonio.

Lo sé —respondió Tom, pasando un dedo por la herida recién cicatrizada del otro—. No me asustas —susurró, sin dejar de mirar la mano, ahora perfecta del chico—. Esto nunca deja de sorprenderme. Tú nunca dejas de sorprenderme.

Tuvieron una velada tranquila, más bien callada, pero sintiéndose cómodos en la compañía del otro, hasta que finalmente Tom bostezó y, tras ponerse un bóxer y una camiseta, decidió que era hora de dormir.

¿Vas a salir esta noche? —Preguntó el barbudo, notando como su vientre se apretaba ante la idea de lo que pasaría si Bill respondía afirmativamente.

No —el pelinegro contestó casi en un susurro—, tengo algunas cosas que meditar antes del aquelarre y podría usar el silencio de la noche para ello.

Tom quiso soltar un suspiro de alivio, pero se limitó a asentir, metiéndose bajo las sábanas, iba a apagar la luz cuando la cama se hundió a su costado—. ¿Te quedarás a mi lado?

Si no te molesta…

Ni un poco —respondió de inmediato.

Bill solía quedarse sentado sobre las mantas, apoyado contra el cabecero, pero esta vez, Tom se movió para asegurarse de que el otro quedara cubierto por ellas. Giró y se acomodó de costado, mirando el cuerpo del pelinegro, sintiendo como sus ojos se cerraban—. ¿Te puedo abrazar? —Preguntó, bajito.

Bill bajó más en la cama, quedando recostado, mirando al techo. No necesitaba más respuesta que esa, Tom estiró un brazo y lo pasó por la delgada cintura del joven y envolvió una pierna también, pegándose a su cuerpo como solían hacer cuando despertaba con pesadillas por el incidente.

Buenas noches, Bill —susurró Tom y cerró por completo los ojos, respirando hondamente, hasta que se quedó profundamente dormido.

Cuando la respiración del humano se acompasó, Bill levantó una mano y acarició el cabello de Tom, permitiéndose disfrutar de la calidez de su cuerpo, deseando revivir aquello que juró permanecería sólo en su memoria. No supo si estuvo así minutos u horas, hasta que…

¡NO! —Tom gritó, agitado, sentándose en la cama con los ojos muy abiertos—. ¡Bill!

Aquí estoy, Tom —respondió el pelinegro, sentándose también, poniendo delicadamente una mano en el hombro del otro—. Fue sólo un sueño. Estás a salvo.

El barbudo giró su cuerpo y envolvió al delgado en un fuerte abrazo, llevándolo consigo de espaldas a la cama, aplastándolo contra el colchón.

Bill, Bill, creí… pensé… —balbuceó, sin terminar la frase.

Sshh, estás bien, estás a salvo.

Pero Tom no estaba tranquilo, temblaba contra el cuerpo de Bill, no quería soltarlo y simplemente lo estrechó con más fuerzas, mientras el demonio dibujaba círculos en su espalda con un dedo.

Se quedaron así unos minutos más, hasta que Tom dejó de temblar—. Bill… —susurró, inspirando su aroma, separándose sólo lo suficiente para verse a los ojos—. Lo siento.

Hey —Bill levantó una mano y acunó la mejilla del barbudo—, está bien. Estoy aquí, no te dejaré solo.

Bill, tú… —paseó la mirada por todo el rostro del pelinegro—. Tú eres lo único que tengo —Bill arrugó el ceño y Tom adivinó la culpa que el demonio sentía ante sus palabras, así que agregó—. Me gusta saberlo, me gusta saber que estás aquí conmigo. Bill… me gustas.

& Continuará &

Chan, chan, chan, al final fue Tom quien dio el primer paso al decir esa frase, pero ¿qué hará Bill? Están todos invitados a descubrirlo en el siguiente capítulo.

Escritora del fandom

4 Comments

  1. Ojalá Bill demonio no reaccione de mala manera 😐
    Actualización!!!!

    • Eso habrá que leerlo (guiño)
      Estoy actualizando día por medio, así que estás invitada a seguir con la lectura. Gracias por el apoyo. Besos.

  2. Por un momento llegue a creer qur Bill los descubria, afortunadamente Tom fue mas rapido y le pidio que lo sacara de ahi, me quede muda de asombro cuando Tom le dijo que le gusta, ahora me intriga saber que va a responder Bill a eso.
    Nos leemos en el proximo, saludos y bonito inicio de semana 😊

    • Dejarlas intrigadas era la idea, querida Mimis, ahora me muero de ganas de que lean la continuación. Besos y gracias por comentar.

Responder a Mimis Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *