II P. Obsesión 6

Fic TOLL de Leonela (Temporada II)

Capítulo 6

– Nene… – le oí susurrar cerca de mi oído, acariciando mis rastas. – Nene, despierta, es tarde.

– Mmmm… no… un tiempo más, Tom. No quiero moverme… – respondí

abrazándome a algo, lo cual supuse, se trataba de la almohada.

– Jajajaja… vamos, no seas flojo, o al menos quítate de encima que muero de

hambre, ¿sabes? – entonces caí que lo que estaba rodeando con mis brazos, no

era precisamente la almohada, sino su torso desnudo. Bien. Ahora mucho menos

me iría a mover.

– ¿Cómo pasaste tu cumpleaños ayer, Thomas? – pregunté cambiando de tema.

Me sentía tan a gusto en esa posición, que no deseaba moverme ni un poquito.

– De puta madre. – contestó alzando la voz. – Me he follado un tío de rastas bicolores que no tienes una idea de cómo sabe moverse en la cama.

Un fuego comenzó a propagarse por todo mi cuerpo al oír esas palabras, por lo

que imaginé, me había sonrojado cuan un tomate.

– ¡No digas eso! – salté de un segundo a otro levantando mi cabeza de su pecho

para mirarle y me llevó hasta sus labios tomándome de la nuca. – Hmmm…

– ¿Por qué no habría de decirlo? Hummm… es la condenada verdad.

Sé que ya he dicho esto, pero no puedo evitar repetirlo: Me siento en el paraíso.

– Di que me amas… – pedí cuando descendió por mi cuello, desviándose a mi

hombro izquierdo.

– Te amo… – susurró volviendo a mi boca. Sonreí como completo imbécil y contra

mi voluntad, mi mente comenzó a recordar uno de los peores episodios de mi vida

de hace unos… tres meses atrás.

– No… no lo hagas así, por favor… Ámame… – pedí en el intento de que a mi

hermano se le ablandara el corazón, se sintiera conmovido tal vez, ante aquel tono

de total súplica que acababa de emplear. Por unos segundos, tuve la diminuta

esperanza de ver en sus ojos al menos un poco de piedad; es más, su silencio

ante mis palabras, había creado parte de ella en mi alma… Esperé mirándole

fijamente las pupilas, intentando hallar ese mísero sentimiento que yo tanto

deseaba leer en su corazón… en vano. Acercó su boca a mi oído, y susurró

aquello que jamás hubiera deseado escuchar…

– ¿Amarte? No seas iluso, Nene. Yo jamás podría amarte, eso es de enfermos, de

idiotas sin cerebro. – mi pecho se contrajo y las lágrimas en mis ojos se hicieron

presentes. – No eres más que un delicioso juguete para mí. Solo me sirves para

follar, es todo. Así que… no te hagas ilusiones. Deja de vivir en ese mundo donde

yo alguna vez podría llegar a amarte; ya no sueñes.

Al terminar con aquellas palabras que perforaron mis oídos y destrozaron mi

corazón, sentí cómo el agua salada descendía con desesperación por mis ojos,

deslizándose por ambas sienes, mojando parte del cabello que encontraba en su

recorrido y marcaba mis orejas, para luego llegar finalmente al colchón. ¿Por qué?

¿Por qué me decía eso? Yo siempre supe que no me ama, soy conciente de ello;

que tan solo soy un maldito juego para él, pero… ¿por qué no dejaba que viviera

con la ilusión? ¿Por qué no me deja vivir en la fantasía? ¿Por qué debía ser tan

cruel conmigo? Me dañaba a diario físicamente, ¿ahora también destruía mis

sentimientos? A él no le bastaba con verme sangrar, derrotado; también debía

humillarme. No le era suficiente verme llorar completamente lastimado, sino que además quería que lo esté por dentro. No me quiere, solo desea mi cuerpo para

hacer eso que lo satisface inmensamente mientras a mi… a mi solo me mata poco

a poco.

Con una de sus grandes manos, aprisionó mis muñecas contra la cama,

dejándome completamente sumiso ante sus ojos. Forcejeé un poco, intenté

golpearle con mi rodilla en su parte baja, pero fue totalmente inútil. Así que no fui

capaz de otra cosa, más que dejarme hacer. Lamió suciamente mi cuello aún sin

soltar el agarre que mantenía firme sobre mis muñecas, y, con salvajismo,

comenzó a abrir y cerrar sus labios chupando y ensalivando mi piel. Cerré los ojos

con fuerza al ver cómo con su mano libre, rompía la fina tela de mi playera para no

verse en la necesidad de soltarme, e hice mi cabeza a un lado volviendo a abrir

los párpados encontrándome con una pequeña ventana que, (hasta el día de hoy)

no comprendo cómo es que se encontraba descubierta. Es decir, mi hermano

siempre que estaba a punto de hacerme esto, se encargaba de nunca dejar una

abierta o sin bajar la persiana, pero en este caso, no sé qué fue lo que ocurrió, juro

que aún… no lo sé.

Fijé mi vista en el oscuro cielo que se dejaba ver del otro lado, y lo único que

lograba divisar desde mi posición, y por un momento estuve a punto de pedirle a

Dios que acabara con mi sufrimiento, que me rescatara de aquel lugar, pero…

¿para qué? ¿Cómo le pediría algo a quien no existe? Sí, yo dejé de creer en él, en

la virgen y todo eso a lo que le llaman ‘el santo paraíso’. ¿Por qué? Porque si

realmente existiera algo de eso, entonces yo no estaría pasando por esto. Si Dios

existiese, ¿por qué me haría sufrir de esta manera? ¿No dicen acaso… ‘Dios es

quien nos protege’? Hasta llegué a pensar que tal vez se haya olvidado de mí, sin

embargo no. Nada de eso existe para mí. Absolutamente nada.

No sé cómo, pero de un momento a otro, sentí con claridad algo meterse sin

permiso alguno en mi interior, y seguidamente, mi cuerpo comenzó a deslizarse de

arriba hacia abajo a lo largo del colchón, entonces supe de inmediato, que lo

estaba haciendo… Sí, otra vez estaba haciendo lo que tanto le gusta: Follarme.

Aceleró sus movimientos bruscamente, penetrándome cada vez mas profundo,

dañándome, y clavé mis uñas en sus hombros volviendo mi rostro al suyo, y allí

fue donde caí en la cuenta de que por fin, había liberado mis muñecas… Le miré

torciendo mi cara en una mueca de incontenible dolor, y ahora él bajó la cabeza

clisando sus ojos en los míos. Pude ver la lujuria pintada en ellos y él… yo sé que

él fue capaz de ver el dolor que emanaban los míos. Lo sentí, sentí su corazón

detenerse por una fracción de segundo al notarlo, sin embargo… continuó como si

nada hubiera visto, sin darle importancia alguna. Acortó la distancia entre nuestros

rostros y mi corazón se iluminó tras pensar que me besaría; jamás lo hace

mientras me folla, porque sabe que si lo hace, ya no estaríamos teniendo solo

sexo, sino, algo más…

No faltaba mucho para juntar su boca con la mía y cerré los ojos con aquella

nueva esperanza que había nacido en mi interior; esa en la que me besaría y diría

que todo lo que segundos antes me había dicho, era mentira, que él me amaba o

al menos, me quería… Nada de eso sucedió. Enterró su rostro en el hueco entre

mi oreja y mi hombro, para luego clavar las manos en el colchón y embestirme con

más desenfreno, más brusquedad, sin cuidado alguno.

– Haa… Tom… no, no tan fuerte. Por favor… – jadeé suplicante en un susurro a su

oído con la voz totalmente quebrada tras el dolor que sentía.

– No, no… así… así te gusta… – gimió contrarrestando mis palabras

convirtiéndolas en unas buenas para él.

– No… – cerré mis párpados al recibir una embestida que me obligó a tragar el

nudo que el llanto había formado en mi garganta – detente… haa… por favor,

Tom. Ya basta… – volví a suplicar con dificultad. ¿Para qué? Para que él hiciera

oídos sordos y continuara como si nada.

Y las horas pasaron, y ambos dos nos encontrábamos aún desnudos, él sobre mi

cuerpo, frágil, débil e inerte, soportando sus duros movimientos que el transcurso

del tiempo, logró clasificar como placenteros; bueno, de haberlos recibido con

gusto y no obligado como lo estaba haciendo en esos momentos, creo que esa

sería la palabra adecuada para describirlos, pero eso… jamás pasó. Se había

corrido en mi interior tres veces, y aún así, no se detenía. Me pregunto si tiene

algún límite, porque de las miles de veces que tomó posesión de mi cuerpo,

siempre ocurría lo mismo: llegaba al éxtasis embistiéndome con fuerza, se

desplomaba sobre mí, jadeante, exhausto, para luego de unos minutos tras haber

recuperado el aliento, volvía a empezar y toda la historia se repetía otra vez.

– Ponte… ponte de pie – me ordenó con la respiración totalmente agitada.

– ¿Q-qué harás? – cuestioné atemorizado porque… ya sabía lo que pretendía

hacer. Me lo ha hecho miles de veces, no me sorprendería que volviese a hacerlo.

– He dicho que… te pongas de pie.

– De… de acuerdo… pero… – no me dejó continuar.

– ¿Pero? ¿Dijiste… pero? – cuestionó fijando su mirada en la mía. – ¿Es eso una

contradictoria a lo que te he ordenado?

– N-no… – intenté explicarme. No pude.

– ¡¿Estás contradiciéndome, Nene?! – gritó completamente sacado de sus casillas

y me vi obligado a cerrar los ojos con fuerza notando el agua salada apoderarse

de mi sistema con los nervios a flor de piel. No tardaría mucho en comenzar a

temblar como una hoja.

– ¡No! ¡No estoy contradiciéndote! – alcé la voz para defenderme de aquel

maniático que yacía sobre mi cuerpo desnudo. – Es solo que no puedo moverme

si estás encima; eso… eso es todo… – concluí con mi labio inferior temblando. Él

me miró entrecerrando los ojos para luego hacerse a un lado dejándome respirar

con un poco más de normalidad al no sentir su peso sobre mi.

Me coloqué de lado y, apoyando las manos sobre el colchón, comencé a

levantarme lentamente, sintiendo mi cuerpo amenazar con desvanecerse a causa

de mi debilidad absoluta, aunque no lo dejé. Luché con esas pocas fuerzas que

me quedaban hasta poder ponerme en pie quedando frente a la cama, frente a mi

gemelo, quien me observaba con morbosidad desde su distancia, relamiéndose

los labios al recorrer con su vista cada centímetro de mi delgado cuerpo

completamente desnudo. Luego de pasar unos minutos contemplándome, se paró

de la cama y se puso frente a mí, acorralándome contra la pared. Ya me la veía

venir, ¿es que no sabía otra cosa más que experimentar con posiciones

diferentes? Estaba absolutamente acabado, cualquiera que le hubiera visto en

aquel momento, habría adivinado sin mucho esfuerzo que su cuerpo pedía a gritos

un descanso, que parara, que detenga todo lo que estaba haciendo; se lo veía en

su rostro, detrás de aquella maléfica sonrisa, al notar su acelerado ritmo cardíaco,

sus pulmones inflarse al inhalar todo el oxígeno que eran capaces, pero él… él no

hacía caso alguno, ni a su cuerpo, ni… al mío. Sí, porque el mío también pedía un

merecido descanso. No. Mi cuerpo no pedía, suplicaba por dejar de recibir, por ser

olvidado por una vez en la vida, aunque eso… sería en vano.

– ¿Quieres gritar un poco, perra? – preguntó apegando nuestros cuerpos al

máximo. Tragué en seco.

– T-Tom yo… – ¿y a que no saben qué? ¡Las putas palabras no querían salir de mi

boca! Respiré profundo armándome de valor, ese mismo que jamás llegó. – estoy

cansado… Necesito descansar un poco, mi cuerpo no da más. Hace meses que

no duermo lo suficiente como para mantenerme en pie, lúcido, despabilado… – su

sonrisa se borró al instante y su rostro comenzaba a mostrar una expresión no

muy amigable. ¡Mierda! Debía pensar en algo urgente, antes que me tomara a la

fuerza creyendo que le estaba contradiciendo, que me negaba, lo cual era verdad,

pero él no debía saberlo… Mi mente se puso en blanco de inmediato sin saber

qué coño decir. Vamos Bill, piensa, no puedes ser tan imbécil y no saber cómo reaccionar, cómo formular una puta mentira.

– Te estás… ¿negando?- cuestionó arrastrando las palabras. Oh no, por favor no

me mires de esa forma, no me hagas daño, déjame explicarte.

– No. No, es solo que… necesito estar sano y fuerte para ti. Eres una bestia en la

cama y sino lo estoy, tampoco podré complacerte, ¿comprendes? – pregunté

sudando más de lo normal. Dios quiera que no lo note. – No me niego, no podría

negarme, realmente sabes cómo hacérmelo. – continué mi ‘explicación’,

halagando su ego, agrandándolo, mejor dicho. Esa era una de las estrategias que

en estos meses de tortura, había logrado desarrollar.

Dios… Dios, sí existe; ahora puedo comprobarlo. Ahora me doy cuenta cuán

equivocado estuve todos esos meses.

– Mmm… Muero de hambre, Nene. ¿Vamos? – preguntó cuando rompió el beso y

acarició mis costados sacándome de mis pensamientos o mejor dicho…

rescatándome de aquel recuerdo tan frío y cruel.

– No quiero moverme ni un solo milímetro. Cómeme a mi, Tom. Hummm… –

susurré presionando mis labios sobre los suyos de nuevo y volví a besarle.

– Nene… no hagas esto. No puedo comerte. – contestó entre besos y me aparté

un poco.

– ¿Por qué?

– Porque sino, ¿cómo seguiría disfrutándote? – y colapsé. Dioooos… ¡Cada día le

amo más!

[ Play: http://www.youtube.com/watch?v=23bmJsWaXMI ]

Atrapé su labio inferior con mis dientes y le mordí jugando, pero… con saña.

– ¡Ahh! – se quejó llevándose una mano a la zona herida. – Eres un maldito. –

añadió tomándome por los hombros con fuerza y me tiró a su lado colocándose

encima mío. Apresó mis manos contra el colchón y sus piernas se posicionaron

una a cada lado de mi cuerpo. Nuestros sexos se rozaron entonces mordí mi labio.

– Mmmm… ¿qué harás, Tom? – jadeé adrede para provocarle. – Estaba tan… tan

jodidamente cómodo.

Acercó su boca a la mía sin desconectar nuestras miradas y las unió

apasionadamente. Reí dentro del beso y me tomó del rostro tirando levemente de

él hacia su cuerpo, ya que comenzaba a arrodillarse sobre la cama, obligándome de esta forma, a sentarme frente a él.

– Me encantas. – articuló sin alejarse un solo centímetro. – Dios… me traes

completamente loco… – y continuó besándome, ladeando la cabeza de arriba

hacia abajo profundizando aquel beso mientras yo le tomaba por la nuca y abría

mis labios lo más que me daban para poder abarcar una mayor longitud de los

suyos.

– Te encanta, ¿cierto? Te encanta sentir mis labios sobre tu piel.

– Mmm, sí…

– Eres tan… suave. Jamás he tocado un bebé, pero supongo, tu piel debe ser igual

a la de uno. Tan delicado, tan mono… Me gustas, Nene. Me gustas mucho. –

susurró casi dejando su aliento en mi oído cuando hubo ascendido hasta mi cuello

otra vez para decirme esas palabras.

Tomó una mínima distancia entre nuestros rostros arrastrando mi labio inferior

consigo al tenerle entre sus dientes y yo me acerqué otra vez para pegar nuestras

frentes consiguiendo que nuestras tibias respiraciones se chocasen entre sí.

Aquella vez que me dijo esas palabras tan dulces… habían sido ciertas. Tras tanta

mentira, hubo algo cierto en todo diálogo que formaba conmigo; pero entonces…

¿por qué continuó tratándome de esa forma tan bestial si realmente sentía todo

eso que me decía? Porque, no sé vosotros, pero yo, recuerdo a la perfección

miles de cumplidos que me ha dicho durante toda esa tortura que sufrí estando a

su lado. Sin mencionar la mentira mayor, que fue su plan para poder acostarse

conmigo. De hecho… yo a esa mentira, le he denominado hace tiempo como la

Maestra de las mentiras. ¿Estáis de acuerdo? ¿Acaso no es así? Claro que lo es.

Esa fue la peor y más dura mentira de todas, sin embargo ahora, no me

importaba. Por supuesto que no. Le tenía para mí, junto a mí, y no exactamente

para follarme, sino para ser su pareja.

Suspiré con los párpados cerrados y me quedé en silencio allí sentado con él

frente a mí, tomándome del rostro mientras yo tenía mis brazos enredados en su

cuello. ¿Cómo pudo ser que cambiase tanto? ¿Cómo es que ahora era otra

persona? ¿Cómo es posible que alguien, cambie tanto así como así? Dejando su

personalidad fría de lado, hundiéndose en esta nueva, llena de vida. Supongo que

para él fue como… una nueva dimensión. Como la dimensión desconocida, ya

que, si comparamos el Tom de antes y el de ahora, podremos notar de inmediato

que son dos polos totalmente opuestos.

– ¿Te apetece desayunar? – cuestioné sumergiendo mi cara en el hueco entre su mejilla y hombro.

– Me encantaría. – respondió acariciando mi espalda baja.

– Perfecto. – di un corto beso en aquella zona en donde tenía mis labios. –

Prepararé todo yo mismo.

– ¿Qué? ¿Tú cocinarás? – interrogó sin creérsela. Claro, jamás he cocinado nada.

– Imagino serán un par de emparedados.

– Hm. Te equivocas. – murmuré contra su piel. – Ya verás… el otro día, mientras

te esperaba, no había una mierda en el televisor, por lo que sin darme cuenta,

paré en un canal de cocina y… vi cómo preparaban algo; no te diré qué,

obviamente, pero sí lo sabrás cuando halla terminado de hacerlo o, en su defecto,

cuando esté preparándolo. – conté poniéndomele delante de su rostro para mirarle

a los ojos. Frunció el ceño extrañado.

– ¿Es algo muy difícil?

– No, no. De hecho… es una bebida, pero no exactamente una bebida. – hizo un

gesto sin comprender. Vale que ni yo entendía lo que estaba diciéndole. – Mejor

iré a hacerlo y luego lo pruebas.

– Hm. No lo sé, Nene… jamás has cocinado nada, ¿y si me muero? – preguntó

abriendo los ojos como platos logrando que una carcajada se saliese de mi

garganta. Abrí mi boca indignado sin parar de reír y le di un toque en el brazo.

– Tú te mueres y me voy contigo. – le solté de un segundo a otro y me quedé tieso.

La sonrisa de mis labios se borró al instante y fijé mi visión en la suya.

¿Yo había dicho eso?

– ¿Morirías por mi, Nene? – cuestionó y bajé la cabeza. Fue inútil, porque me tomó

del mentón y volvió a conectar nuestras miradas. – Dime. ¿Morirías por mí? –

entonces no pude contenerme. Le abracé con todas mis fuerzas descansando mi

cabeza en su hombro.

– Lo daría todo por ti, Tom. Daría la vida por ti, mi amor. – confesé cerrando los

ojos fuertemente y sentí cómo me presionaba aún más contra su cuerpo. No

necesito saber si él piensa lo mismo; si haría lo mismo que yo por él, no. No es

necesario que me lo diga.

¿Por qué no quieres? ¿Por qué no es necesario? Porque sabes que Tom, jamás

haría algo como eso por ti. Sabes que si le preguntas, te dirá que no, entonces tu

puta y fantasiosa burbuja, se pinchará e irá a la mierda junto con tus ilusiones.

No necesito que me lo diga, porque me basta con saber que me ama.

Al cabo de unos minutos abrazados en aquella posición, se apartó y besó mi

frente para luego ponerse en pie. Me recosté en la cama y estiré mi cuerpo

abarcando todo lo que ocupaba mi figura.

– Ahora me entró la curiosidad, Nene. – habló y coloqué ambas manos detrás de

mi nuca para esparcir mis rastas por toda la almohada. – Quiero que hagas esa

bebida o lo que sea que me has mencionado.

– Tengo sueño, Toooooooom… – contesté volviendo las manos a mi rostro para

taparme y cerré los párpados. – Más tarde… ¿si?

Silencio.

– ¿Mi amor?

CRICK. ¿Qué mierda? Me destapé la cara y fijé mi visión en mi gemelo, fue allí,

donde mi corazón se detuvo.

– ¡Tom! – grité ruborizado hasta las orejas. ¿Por qué? ¿En serio queréis saber?

Bien. ¡Porque el grandísimo tramposo estaba tomándome fotos con su teléfono

celular!

CRICK.

– ¡Basta! ¡No hagas eso, idiota! – volví a gritar tomando las sábanas entre mis

manos para tironear un poco y así cubrir la desnudez que en esos instantes,

estaba siendo fotografiada. No pude taparme ni un solo milímetro de piel. Mi

hermano se abalanzó sobre las telas y tiró de ellas mucho más rápido y fuerte de

lo que yo pude haber hecho, dejando así, el colchón, la sábana de abajo, mi

desnudez y yo, expuestas.

– Jesús… muévete así que la cámara te ama, preciosidad. – dijo riendo de lado

apuntándome con el móvil al mismo tiempo en que yo cubría mi parte baja con

ambas manos.

– ¡No seas patán, Thomas! ¡No me tomes fotos estando desnudo!

– ¿Por qué no? – preguntó desviando sus ojos de la pantalla para mirarme a mi. –

No es la primera vez que lo hago. – y me quedé a rayas. ¿Cómo? ¿No es la

primera vez que lo hace? Aire… oxígeno…un arma… No, no, eso último no.

Cielos… moriré de vergüenza…

– ¿Qué dijiste? – cuestioné incrédulo y mis manos se apartaron inconcientemente

de mi sexo para yacer inertes a ambos lados de mi cadera, sobre la cama.

– Lo que oyes, Nene. No es la primera vez que te tomo fotografías desnudo. –

respondió con toda la naturalidad del mundo. – Mierda, si… quédate así que se te

ve absolutamente todo, mi amor. – y volvió a apuntarme con la camarita, pero

ahora acercándose a mi a paso lento.

– Tom… – le llamé cuando estuvo más cerca. – ¿Cuántas fotos me has sacado?

– Ammm… déjame pensar. – dijo tomando la última foto y se colocó una mano en

el mentón. – A ver… muchas, no lo recuerdo. – ¿Muchas? Empezó a buscar algo

en el móvil. – Mira. Ufff… son demasiadas. – me enseñó el aparato, entonces mi

mandíbula llegó al suelo.

Muchas… ¿qué digo muchas? Eran… eran miles. Bajaba con la flechita y no

acababan; había más. Había muchísimas, no terminaban de pasar. Miré

fugazmente la fecha de algunas y las había tomado hace tiempo, hace meses,

cuando recién había comenzado todo esto. Lo que llamó mi atención, es que en

todas (exceptuando las últimas que me acababa de sacar) salía dormido.

– Las tomé mientras dormías. – agregó como si hubiese leído mi mente. Creo que

era algo que sobraba saber. – Veo que hago bien mi trabajo, porque ni cuenta te

has dado, jajajajajaja… – rió y le quité el celular de las manos para comenzar a ver

una a una. Salía desnudo, de cara al techo con las piernas abiertas. ¿Tan

obsceno soy para dormir? Otras de lado y también con las piernas separadas

exageradamente. Alcé una ceja y cuando estuve a punto de preguntárselo – Creo

que es algo obvio, que tú no duermes de esa forma, aunque me encantaría, pero

no; yo te colocaba en aquellas posiciones que a mi tanto me calientan, para poder

deleitarme contigo mientras te tengo lejos. – me lo dijo y alcé la vista clisándola en

la suya. – No me mires así, Nene… ¿qué querías? ¿Que cuando necesitase

tocarme, mirase una tía de fuera? – interrogó colocando su mano sobre las mías

que sostenían el aparato. – Ni de coña. Te tengo a ti, ¿para qué quiero una

cualquiera? – no supe exactamente cómo tomar eso, sin embargo me gustó. Sonó

un poco a… que me había tratado de mujer, pero ¿para qué pelearle? Lo había

dicho con la mejor intención, ¿cierto? Quiso darme a entender que yo soy la única

persona que le interesa y eso a mi… me bastaba para poder continuar con vida.

Sonreí dejando un corto y rápido beso en sus labios, y volví los ojos al móvil para

ver qué otra fotos tenía de mi, lo cual fue una… pésima idea. Pasé mi mano por la

pantalla y comencé a ver todo algo borroso; claro, se me había aguado la vista,

¿por qué? Pues porque llegué a ver una foto en la que estaba boca abajo en la

cama (también completamente desnudo) y con un pequeño detalle.

– ¡AHHH! – grité a todo lo que dieron mis pulmones cuando sentí algo fino que

atizó contra mi espalda expuesta, logrando que al cabo de una milésima de

segundo, comenzara a arder como la puta madre.

El maldito me estaba azotando con su cinturón.

Las marcas de los azotes que él, meses atrás me había dado, se notaban con

total claridad en mi espalda; se veía como… como diversos caminos

entrecortados. Líneas rojizas y moretones alargados esparcidos por toda la piel de

aquella zona.

– ¡Basta! ¡Tom, ya…! ¡AAHHH! – volví a gritar cuando me lo hizo de nuevo.

De un momento a otro, cerró la tapa del teléfono consiguiendo que apartase mis

manos de allí. Respiró profundo y me tomó del rostro conectando mis ojos

encharcados en lágrimas, con los suyos brindándome esa clase de protección que

necesitaba. Protección de aquellos recuerdos que al parecer, no deseaban

borrarse de mi mente… jamás.

– Y-yo… – tartamudeé con mi mentón tiritando frenéticamente debido al llanto que

estaba aguantándome para no flaquear una vez más delante suyo.

– Shhh… – envolvió mi cuerpo con sus brazos abrazándome con fuerza y las

ganas de vivir regresaron a mi ser tras sentir su calor. Él… Tom, tenía la cura. Es

un tanto… paradójico todo esto, ¿verdad? Él tenía la solución a todos mis

problemas del pasado. Thomas tenía la cura a todo eso que él mismo me había

hecho, tal y como sucede con varios animales y/o insectos, ¿visteis? Es decir,

existe un número muy grande de animales portadores de veneno, que, si lo

insertan en nosotros, necesitamos de una cura, ¿me seguís? Bien. Ese veneno

puede llegar a quitarnos la vida si no se es tratado de inmediato, a su debido

tiempo, pero también (no olvidéis que os estoy diciendo en algunos casos) se

necesita de ese veneno, para hallar la cura. ¿Ejemplo? La víbora de cascabel. Te

pica y los médicos deben de acudir a su mismo veneno para encontrar la

cura/remedio. Ok, ¿dónde está la paradoja en mi caso con Tom? Que para sanar la afección que él me ha hecho, necesito acudir a él mismo, porque Thomas es el veneno, pero a la vez, la medicina.

&

– ¿Dónde están las bananas? – interrogué sumergiéndome en el refrigerador. Ya tenía todo listo; o al menos casi todo. Para hacer el… de acuerdo, a vosotros os

diré de qué se trata eso que vi en el canal de cocina. Un licuado. No os riáis, por

favor, sé que no es muy de macho hacer un licuado, pero quiero darle a mi

gemelo, una nueva forma de comenzar la mañana luego de nuestro cumpleaños;

consideradlo como… un bono extra. Haría un licuado de bananas para él. Ya tenía

la licuadora conectada, el azúcar, pero no tenía las bananas; menudo problema

porque de eso se trataba el licuado. De bananas.

– ¿Bananas? – alzó una ceja. – ¿Me pides bananas?

Entrecerré los ojos. ¿No entendía?

– Sí. ¿Dónde están las frutas que compré antes de ayer? – volví a preguntar ahora

enderezándome fijando mi vista en la suya. – No me digas que te has comido

todo.

– No, estúpido. – rió. – Ahí están; en la mesada, contra la pared.

– ¿Qué hacen allí las frutas, Tom? – ¿no se supone que frutas y vegetales van en

la heladera?

– Ayer cuando llegué, tenía hambre y comí un par de cosas; luego llegaste tú y…

olvidé devolverlas a su lugar.

– Ohh… ya veo. – retorné mi posición frente al aparato que tenía delante y tomé el

embase de leche. Luego fui a por las frutas y saqué tres bananas. Empecé a

quitarles la cáscara una a una para después partirlas en tres pedazos

medianamente equitativos e introducirlas en la máquina.

– Nene… – me llamó y me llevé un trozo a la boca morderlo mientras me giraba

para verle.

– ¿Hmm?

– Mierda no… – se quedó sin habla cuando me vio con la fruta en la boca. Una

mitad dentro y la otra fuera. ¿Se os hace conocido? ¿No os trae recuerdos? Uní

mis dientes para cortar el pedazo y comencé a masticar relamiéndome los restos

que habían quedado en la comisura de mis labios.

– Mmmm… ¿quieres? – pregunté con una sonrisita pícara, extendiéndole el trocito

de banana que tenía en mis dedos.

– Estás provocándome, ¿sabes?

Tragué todo lo que tenía en mi cavidad.

– ¿Yo? Yo no tengo la culpa de que te pongas con sólo mirarme. – le solté alzando

una ceja, metí el otro pedacito de fruta en mi boca y me di la vuelta para continuar

con lo que había empezado.

Mudo. No dijo nada. Había dos opciones: No sabía qué decir porque era la puta

verdad, o simplemente le importó una mierda porque también era verdad y no

existía necesidad de contradecirme. En fin. Coloqué dentro de la licuadora tres

cucharadas de azúcar cubriendo los trozos de banana y por último la leche. Acto

seguido, conecté el enchufe.

– Te chuparás los dedos, ya verás. – comenté y le di a encender el botoncito para

que empezase a mezclar y triturar todo el contenido de la máquina. ¿Sabéis qué?

Fue una mala idea.

SFUUUU… CHAF… PLASH… SCH.

– ¡SERÁ LA PUTA HOSTIA! – voceé alejándome de la licuadora cuando le

apagué; ya era tarde, pero daba igual. ¿Que qué pasó? Jajajajajaja… ¿de verdad

os interesa? Bueno, ¡olvidé ponerle la tapa y se me fue todo encima!

– ¡JAJAJAJAJAJAJA! – comenzó a descojonarse de risa mientras yo sacudía

ambos brazos en el intento de quitarme lo más que podía de la mezcla en la que,

prácticamente, estaba bañado de la cintura hacia arriba. – ¡Eres un idiota!

¡Jajajajajajaja!

– ¡No te rías, imbécil! – grité sacado de mis casillas sin abandonar eso que estaba

haciendo con mis brazos. Me quité la playera, ya que no soportaría estar

pegoteado con el líquido, y me di cuenta que algunas gotitas de las cuatro o cinco

rastas que habían sufrido las consecuencias de mis actos, se deslizaban por mi

pecho rozando mi nueva cadenita. – Maldita sea, mírame, ¡estoy todo sucio!

– Yo diría que estás demasiado sensual. – dijo acercándose a mi y alcé la vista

para verle. Agachó su cabeza hasta quedar a la altura del líquido que yacía sobre

mi pecho desnudo y pasó su lengua para limpiarlo. Cerré los ojos por inercia y

solté la sudadera que tenía en una de mis manos. La misma que acababa de

quitarme. – Tenías razón, ¿sabes? – añadió dando otro lametón.

– ¿A… a qué te refieres? – pregunté tragando con dificultad debido al placer que

su lengua, estaba proporcionándome.

– Está para chuparse los dedos, pero… prefiero chuparte a ti. – y atrapó mis labios

con ansiedad cuando ascendió hasta mi rostro.

– Hmmm…. – jadeé dentro del beso, rodeando su cuello con mis brazos. Introdujo su lengua en mi cavidad y ambos ladeamos la cabeza profundizando el beso.

Caminó hacia atrás llegando al living sin soltarme y yo le seguí aferrándome cada

vez más a él. Di gracias al cielo que no pisé la mezcla que había caído al piso, de

lo contrario, habría patinado inoportunamente.

Se alejó unos milímetros y mi cabeza quedó tenuemente gacha; fijé mi mirada en

su boca, pudiendo ver que se mordía el labio inferior.

Eso solo quería decir una cosa…

[ Play: http://www.youtube.com/watch?v=dUi2gbhP_mU ]

Sin siquiera darle tiempo a articular palabra, comencé a quitarle su enorme

sudadera con agilidad, a lo que él se dejó. Se apoderó de mi cadera, uniendo

completamente nuestros pechos.

Íbamos a hacerlo… íbamos a hacerlo otra vez.

Desabrochó mi pantalón (que por suerte, no se manchó con el intento de licuado)

mientras yo hacía exactamente lo mismo con el suyo y lentamente fuimos

agachándonos hasta dar con nuestras rodillas en el suelo. ¿Cómo es que lo

haríamos aquí en el piso? No importa, es lo de menos dónde lo hagamos, siempre

y cuando, pueda sentirle en mí. Me quité mis propios jeans y me incliné un poco

hacia la derecha para poder alcanzar la playera de mi gemelo; la estiré por detrás

de su espalda y así no debería de sufrir tanto el frío del pavimento, ¿no creéis?

Hasta en eso me fijaba con tal de que esté bien. Coloqué una pierna a cada lado

de su regazo y apresé sus labios con los míos al mismo tiempo en que le

empujaba sutilmente hacia atrás y así poder dar su espalda con el suelo, sobre la

ropa. Sus manos se pasearon ansiosas por mi espalda desnuda, descendiendo

hasta mi cintura y se deslizaron hasta dar con mis nalgas, las cuales no tardó en

toquetear en un movimiento de arriba hacia abajo, como si estuviese deleitándose

con el roce de sus palmas con la piel de aquella parte íntima de mi cuerpo.

Empecé a mecerme sobre su figura, rozando nuestros miembros para que

creciesen a pesar de ya estar algo erectos, sin apartarme de su boca, y mordí su

labio estirándole un poco hacia afuera logrando que, obligatoriamente, se irguiese

hacia mí y las pieles de nuestros torsos, se conectasen de inmediato. Gemí alto

liberando su boca cuando una de sus manos se coló en aquel camino libre de

bello, libre de cualquier clase de suciedad (porque soy un hombre

extremadamente higiénico), llegando a rozar mi entrada e introdujo uno de sus

gruesos dedos allí; claro, aquel camino del cual os estaba hablando, era el que

existe entre mis posaderas.

Me enderecé en mi posición, es decir, sobre su cuerpo, y comencé a ejercer un movimiento de arriba a abajo, tal y como lo estaba haciendo antes, con la

diferencia de que ahora, me encontraba montando uno de sus dedos. Me mordí el

labio cuando sentí que a cada embestida, se adentraba más en mi interior,

entonces apoyé mis manos sobre su abdomen sin dejar de hacer lo que hacía y

clisé mi mirada en la suya.

Sonrió con maldad, ya que estaba observándome detenidamente mientras me

movía sobre su mano.

– O… otro… – articulé jadeante, cerrando los párpados, y eché mi cabeza hacia

atrás.

– ¿Otro? – cuestionó con cierta picardía en su tono de voz. Sabía perfectamente

que así como me había costado pronunciar aquella simple palabra, más me

costaría decir la respuesta que él estaba buscando.

Volví mi vista hacia él y abrí la boca de par en par, dejando escapar un profundo

gemido. ¿Por qué gemía tan escandalosamente si tan solo tenía un dedo en mi

cuerpo? Pues porque mis gemidos, a Thomas, le excitan de sobremanera y eso es

algo a lo que no encuentro palabras para describir por lo mucho que disfruto ver

cómo se enciende conmigo.

– Mierda. – fue todo lo que le oí decir y sumó un segundo dedo a mi intimidad.

Aceleré el ritmo de las embestidas al notar que ya estaba completamente dilatado,

sintiéndome en la necesidad de tener algo mucho más duro, grande y… húmedo,

allí dentro.

– Tom… – jadeé arrastrando la última letra. ¿Es necesario que os recuerde que

estaba jodidamente excitado? – Tú… e-en mi… ahora. – agregué con la

respiración agitada. Mi forma de pedirle eso a mi gemelo, me recordó al hablar de

los cavernícolas, ¿o me equivoco? Ok, ok… no diré más estupideces y continuaré

relatando.

Retiró sus dedos de mi recóndita intimidad y se sentó totalmente con las piernas

estiradas, para luego deslizar su mano de mi culo a su polla y posicionarla en mi

agujero; acto seguido, me penetró alzando las caderas.

Joderrrrrr… estábamos follando como en los viejos tiempos… pero no importaba.

La noche anterior, también lo habíamos hecho y de todas las maneras existentes,

hoy podría ser un día más que le sumemos a la reciente lista.

– Quieto… – susurré sosteniéndole por los hombros.

– ¿Qué sucede?

– Shhh… deja que sea yo, el que se mueva esta vez. – contesté y nuestras

miradas se encontraron. Lujuriosas, deseosas, hambrientas por deleitarse con la

vista que le proporcionara el contrario.

Situó sus enormes manos sobre mi espalda baja y comencé a moverme otra vez;

aumentando el ritmo a cada segundo que transcurría. ¿Por qué? Porque me era

insuficiente mantener el mismo continuamente. Yo quería más… quería mucho

más… y él, no se negaría, por lo que tan solo actué.

Por enésima vez, eché mi cabeza hacia atrás mordiéndome el labio inferior para

no gemir como lo hacía antes; como una perra, tal y como antes, me llamaba mi

gemelo. Mi pene expuesto, se frotó frenéticamente contra su abdomen, pero me

contuve. Debía contenerme; si llegaba a gemir muy alto, seguro Tom, se correría

ya de ya y yo no deseaba que eso ocurra aún. Forcé aún más el peso que

descansaba sobre mis rodillas, las cuales se encontraban clavadas en el frío

suelo, y así pude impulsarme mejor hacia arriba. Cuanta más altura ejerciese, al

caer, el placer sería mucho más grande, ya que su masculinidad, se enterraría

muchísimo más profundo en mi recto. Volví mi rostro hacia el frente y abrí los ojos

con apatía, como si estuviese espiando, pero por error, y allí se encontraba la

persona a la que yo no quería hacerle daño, ¿pero cómo hacerle entender de la

mejor forma, que no me interesa?

Eldwin había ingresado a la casa y estaba observándonos tener sexo en el suelo

de la sala. Apareándonos como dos animales en celo, pero con cierta delicadeza.

¿Por qué digo delicadeza? Porque sigo pensando que aquello que hacíamos, no

era solo sexo, sino que estábamos haciendo el amor. De una forma distinta, tal

vez más… más desesperada que las veces anteriores, pero al fin y al cabo,

hacíamos el amor.

Nuestros ojos se encontraron y, por alguna extraña razón, me sentí incapaz de

detenerme. Como lo estáis oyendo, no me detuve. Sabiendo que frente a mí, a

espaldas de mi hermano, se encontraba Eldwin, otro ser que me deseaba, pareció

no ser motivo para que mi mente produjera aquel diálogo entre la excitación y la

vergüenza, que daría como resultado, mi inmovilidad. No. Yo no me detuve, al

contrario, continué moviéndome al mismo ritmo o más acelerado si se podía,

sobre el cuerpo de mi pareja, ensartándome con su hombría al mismo tiempo en

que tenía un espectador.

Mordí mi labio con más saña que antes para luego abrir mi boca de par en par

cuando sentí mi orgasmo aproximarse.

– Ahh, ahh, ahh… – gemí alto sin abandonar mis movimientos. – Tom… ahh…

Mi gemelo rodeó mi cintura con sus brazos apegándome del todo a su cuerpo y

comenzó a succionar la piel de mi cuello cuando se hubo acercado a la zona.

Descendió un poco hasta mi pecho y de pronto, su grito de éxtasis resonó en toda

la sala, seguido del mío luego de un par de embestidas más.

Parpadeé repetidas veces, incorporándome lo más que pude para ver a Eldwin, el

cual continuaba allí, mirando cada uno de nuestros actos. Nos había pillado en

plena ‘acción’ como quien diría, pero no pareció molestarse cuando yo le pillé a él.

Pegué mi mejilla a la sien de mi pareja y al fin cerré los ojos suspirando

largamente abrazándome a su cuello.

Continúa…

Gracias por la visita.

Publico y rescato para el fandom TH

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *