Fic TOLL de Leonela (Temporada II)
Capítulo 8
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Una emoción es un estado afectivo que experimentamos, una reacción subjetiva al ambiente que viene acompañada de cambios orgánicos (fisiológicos y endocrinos) de origen innato, influidos por la experiencia. Las emociones tienen una función adaptativa de nuestro organismo a lo que nos rodea. Es un estado que sobreviene súbita y bruscamente, en forma de crisis más o menos violentas y más o menos pasajeras. Leí para mis adentros (en segundos que desvié la mirada) de uno de los tantos carteles que poseía la pared que tenía a mi lado.
Es un estado que sobreviene súbita y bruscamente, en forma de crisis más o
menos violentas y más o menos pasajeras.
Golpearon su estómago de nuevo y luego de unos segundos, volvieron a darle en
la cara, consiguiendo que un par de gotas de sangre, salpicasen el pavimento de
uno de sus lados.
– Tom… – susurré con un hilo de voz y el agua salada descendió por mis mejillas
como una catarata. – Mi amor, no…
Repetí en mi mente aquella última línea y los recuerdos se hicieron presentes.
¿Cómo continuar? ¿Cómo seguir adelante sin él? ¿Cómo decirle que sí a la vida,
sino le tengo a mi lado? ¿Cómo hacer para despertar en las mañanas con la
esperanza de que le veré como siempre lo he hecho, besaré sus labios, oleré su
aroma, sentiré su calor, su cuerpo, si en una milésima de segundo, caeré en la
realidad y sabré que no le tengo conmigo? Que le he perdido para siempre. Que
me ha dejado; le han alejado de mi, se lo han llevado… ¿Cómo darle la
bienvenida a los días de ahora en adelante? ¿Cómo sonreír? ¿Cómo crear las
palabras en mi boca? ¿Dónde hallar la fuerza? ¿Dónde está mi fuerza ahora?
¿Cuál es la fuerza? ¿Qué es la fuerza? ¿Cómo es ella? ¿Cómo es que siempre la
tuve en mí y jamás supe usarla? ¿Por qué le estoy dando vida ahora que a Tom,
ya no le tendré más? ¿Por qué has aparecido? ¿Para sostenerme? ¿Para que no
decaiga? ¿Para que no me derrumbe? ¿Cómo piensas que un edificio demolido,
puede desmoronarse? Ya le han roto. Ya le han hecho pedazos. No existe forma
alguna de que caiga más bajo. Han roto a mi hermano. Le han quitado la vida, me
lo han arrebatado. ¿Y Dios? ¿Dónde estás cuando uno te necesita? ¿Dónde
estuviste cuando Tom te necesitó? ¿Dónde estás ahora? ¿Jesús? ¿Me oyes?
¿Dónde estás? ¿Qué demonios hacéis allí arriba vosotros dos que no veis que
una persona ha muerto? ¿Por qué os lo habéis llevado? ¿Por qué me lo habéis
quitado? ¿Qué es lo que os he hecho? Dios… ¿me escuchas? ¿Puedes oírme?
No te suplicaré absolutamente nada. No te pediré nada. No quiero empeorar las
cosas; todo está mal. El planeta está mal. La vida está mal. La muerte está mal.
Yo estoy mal. Tú estás mal. ¿Qué es lo que harás ahora? ¿Existes? Aún me lo
pregunto porque miles de millones de seres vivos, te piden cosas; a ti y a todos los
que estáis allá arriba en el cielo. Yo no. Yo no te pediré nada, ¿sabes? Porque
parece que valgo mierda para ti. Jamás me oyes. Jamás escuchas nada de lo que
te digo, nada de lo que te pedí, por lo que no me esforzaré en que eso suceda. No
ahora. Ahora ni nunca. Es tema olvidado, me da igual; solo quiero decirte algo. Si
realmente existes, demuéstramelo y devuélveme a Thomas. Devuélveme a mi
hermano, como sea, pero hazlo. Sé que ya es tarde, sé que no hay vuelta atrás,
pero es la única prueba de que tú, el cielo y todas esas cosas que el mundo
piensa que existen, así lo hacen. No te pido que me hagas un favor, ni realices un
milagro. Yo, William Kaulitz, exijo que me justifiques tu existencia.
– ¡Despejad! – gritaron dentro de la habitación en donde se encontraba mi gemelo
y, por tercera vez, le dieron electroshoks en el intento de volverlo a la vida, pero
nada. Su cuerpo se convulsionaba violentamente y su pecho ejercía un rápido
movimiento hacia arriba, sin embargo al caer, todo era igual. No respiraba, su
corazón no latía; ¿cómo sabía yo eso? Porque cada una de las veces en las que
le daban corrientes de electricidad para reanimarle, observaba con suma atención
y una chispa de esperanza, el monitor pequeño que yacía sobre un delgado
mueble a uno de los lados de Tom, conectándose a través de finos cables con su
cuerpo.
Las lágrimas ya no caían por mis mejillas, ya no querían salir. Tal vez porque todo
tiene un límite, ¿cierto? Tal vez, mis lagrimales dijeron basta, ya que no podían
continuar produciendo agua salada. No lo sé, tal vez…
Me encontraba en la puerta del cuarto ese que os he mencionado; a penas llegó la
ambulancia con mi hermano y yo, le ingresaron al instante en un quirófano, donde
comenzaron a reanimarlo, porque al depositarlo en la camilla del hospital, su
corazón dejó de funcionar. No había muerto cuando yo lo supuse, entre mis
manos, no. Fue tanta mi desesperación, que no fui capaz de notar que aún
respiraba, con suma dificultad y peligrosamente pausado, pero lo hacía; me lo dijo
Eldwin cuando se acercó a nosotros y me hizo a un lado de un solo movimiento
debido a que yo no pronunciaba palabra alguna y tomó el pulso de Thomas.
– ¿Cómo está? – cuestionó arrodillándose a mi lado. – ¡Respóndeme! – añadió zamarreándome un poco para que saliese de mi estado de shock y al no tener
respuesta de mis labios, no tardó ni medio segundo en colocar una mano a cada
lado del cuerpo de mi gemelo, en el suelo, apoyando su cabeza, de lado, sobre su
pecho. – Respira, no murió, está vivo. – ¡Llamad una ambulancia!
– Ya lo hice, no tardará en llegar. – respondió Saki sumándose adonde estábamos.
– Maldita sea, ¿respira?
– Sí, sí, aún respira. Vamos, Tom, amigo, eres fuerte, no puedes irte. – dijo Eldwin
y oímos una sirena. – Aguanta, debes aguantar.
Estaba viéndole desde mi lugar, cruzado de brazos, temblando cuan una hoja, con
la ropa manchada de sangre mía y suya. Mi rostro totalmente maltratado debido a
los golpes que me habían proporcionado, no fue impedimento para que me
apartase de aquel sitio. Continué firme, meciéndome levemente de atrás hacia
adelante pese a los nervios, pese a la horrible e incontrolable opresión que sentía
en mi pecho. Tan fuerte era aquella sensación, que podría jurar, que hasta sentía
que de a ratos, me faltaba el aire y me veía obligado a separar mis labios
lastimados, para poder tomar una buena bocanada de oxígeno sino quería perder
el conocimiento allí mismo.
– Lo siento, joven; debe retirarse. – dijo una enfermera quitándome completamente
de mis pensamientos, empujándome con sutileza pero rapidez. Fruncí el
entrecejo.
– ¿Qué? ¡No! ¡No pienso moverme de aquí! – contesté desafiante. – ¡El que está
allí dentro, es mi hermano!
– Por favor, no grite y obedezca. Mantenga la calma o me veré obligada a llamar a
seguridad.
– ¿Qué me cuenta? ¡Está demente! ¡No me iré de aquí! – volví a vociferar, cuando
de repente, unos brazos se cerraron alrededor de mi cintura, apegándome a un
cuerpo.
– Vamos, Bill. No puedes quedarte aquí… deja que hagan su trabajo. – susurró
Eldwin tironeando un poco de mi.
– ¡No quiero irme! ¡No le dejaré solo!
– Jóvenes, exijo que os retiréis en este mismo instante. – agregó aquella mujer ya
perdiendo la paciencia. JÁ. Ella la estaba perdiendo ¿y reaccionaba de esta
forma? ¿Entonces qué quedaba de mi, si estaba totalmente sacado de mis
casillas?. – Usted, – fijó sus ojos en el amigo de mi gemelo. – saque a este muchacho de aquí o no tendré más remedio que llamar a seguridad. No puede
estar aquí.
– Vamos, Bill… – no le dejé continuar.
– He estado aquí desde que le trajeron, ¿por qué mierda ahora me viene con
chorradas? ¿Cuál es el puñetero problema, ah? – pregunté intentando que Eldwin,
me soltase, pero fue en vano.
– Bill, ya basta.
– ¡No! ¡Quiero estar con él! – grité de nuevo y comencé a temblar aún más si se
podía. – Quiero verlo, no quiero dejarlo… – añadí dándome por vencido y dejé caer
mi cuerpo en brazos del que me tenía agarrado. – No me dejes, Tom… no me
dejes… – sollocé con nuevas lágrimas. No. Mis lagrimales no se habían secado.
¿Otro error para agregar a mi lista?
De un momento a otro, la mujer desapareció y cerraron la puerta. Eldwin, me
abrazó con fuerza llevándome, prácticamente a rastras, ya que no deseaba
alejarme demasiado.
Cuando se detuvo, alcé la cabeza encontrándome con sus ojos.
– No permitas que se vaya… No… no lo dejes. Eres médico, ¿no? Eso eres. Tú
puedes hacer algo, puedes ayudarle, puedes retenerle aquí para que se quede
conmigo. Por favor, Eldwin, no quiero perderlo, haz algo… – murmuré con la voz
quebrada y luego estallé en un llanto intensamente desgarrador, enterrando mi
cara en el cuello del individuo al que le había dicho esas palabras; esas mismas
palabras que sabía, él, no podría llevar a cabo. Era tanto mi dolor, que comencé a
mezclar las cosas. Relacioné la situación horrenda que estaba viviendo, con el
empleo de Eldwin, confundiendo las cosas, convirtiéndolas en unas buenas para
mi; buenas para darme el aliento que necesitaba y así poder seguir adelante; esa
esperanza que amenazaba con abandonarme en un abrir y cerrar de ojos, sin
embargo, yo no le dejaba ir. Me aferraba a ella, o mejor dicho, le apretujaba contra
mí para que no se me escapase. ¿Por qué? Porque si aquella mínima esperanza
desaparecía, me quedaría con la realidad, una realidad que no estaba en mis
planes admitir. Eldwin no es médico, ¿o si? Solo es psicólogo, maldición, qué
enredo. Yo interrelacionaba todo con todo en el intento de crear un ser de carne y
hueso que fuese capaz de realizar eso que yo tanto anhelaba.
¿Y, Dios? ¿Dónde te has metido?
&
Hacía más de una hora que tenían a mi hermano encerrado en ese puto quirófano, haciéndole quién sabe qué cosas para reanimarlo y aún no me daban señal alguna de lo que estaba ocurriendo; una hora que se me hacía una condenada eternidad. Parecía como si el reloj se detuviese a propósito para hacerme sufrir con su espera, disfrutando el mal que lograba ocasionarme, riéndoseme de a ratos en el rostro con descaro, usando aquellas agujas para marcar las horas y minutos, como puñales que, a cada segundo que les observaba, se metían por mis ojos hasta llegar a mi cerebro y clavarse en mi sector de sensibilidad. Ni siquiera salió una puta enfermera para decirme si Tom estaba bien o había empeorado. Si seguía inconciente o había abierto los ojos. Nada. Absolutamente nada; se quedaban allí dentro mientras yo me encontraba fuera, a tan solo unos pasos de él, de ellos… con las tripas entrelazadas debido a los condenados nervios de cuál fuere su estado. ¿Qué clase de médicos eran estos? ¿No se supone que deben mantener informados a sus familiares a toda hora sobre lo que pasa o deja de pasar? ¡No deben! ¡Tienen la OBLIGACIÓN de hacerlo! ¡Porque ellos juran el bienestar del mundo! ¡Juran con sus vidas ayudar a las personas! ¡¿Y qué es lo que están haciendo conmigo?! ¡¿Qué es lo que están haciendo con mi hermano?!
¡NADA! ¡Absolutamente nada!
– ¡Son unos malditos mentirosos! – grité a todo lo que dieron mis pulmones,
cayendo de rodillas en el suelo, zafándome involuntariamente del ser que se
mantuvo firme a mi lado todo el tiempo, captando la mirada de todas las personas
que se encontraban a tan solo pasos de nosotros. Entre ellos: Justin, Saki y…
Jonathan.
– Shhh… calma, Bill. – susurró Eldwin colocándose a mi altura, rodeando mi
cuerpo con sus brazos devuelta y no pude hacer otra cosa, más que
corresponderle; aferrándome con suma fuerza a él, pidiéndole a través del
contacto, que no me dejase, que se mantuviese conmigo, suplicándole que me
brindase aquellas palabras de aliento que yo necesitaba escuchar. – Todo saldrá
bien… quédate tranquilo… – cosa que, como un buen amigo, hizo.
– ¿Por qué no sale el puto médico? ¿Por qué ha pasado más de una hora sin tener
noticias de él? ¿Por qué no salen? ¿Por qué nos tienen aislados de lo que ocurre
allí dentro? ¡¿Por qué mierda no me dicen cómo está Thomas?! – vociferé y una
vez más, me vi penetrado por la mirada de todos los que estaban a nuestro
alrededor. Enterré mi rostro en el pecho de la persona que estaba abrazándome,
con la fría esperanza de que en cuanto me alejara de él, me encontraría en mi
cama, junto a mi gemelo, fuera de peligro. ¿Por qué no pasaba eso? ¿Por qué no
era un sueño, una pesadilla como tantas de las que he tenido anteriormente?
Nunca, deseé que la realidad se convirtiese en pesadilla. Era como… la oposición a todo aquello que alguna vez supliqué, fuera cierto.
– No grites, Bill. Cálmate, por favor. – claro, para ti es fácil decirlo porque del otro
lado de esas endemoniadas paredes, no se encuentra tu hermano, tu gemelo, la
mitad de tu vida, el ser que más amas. No tienes una puta idea de lo enfermo que
me siento en estos momentos sabiendo absolutamente nada del estado de Tom.
No… no lo sabes, no lo entiendes, jamás lo entenderías. Aquí el que debe
callarse, eres tú.
¿Qué pasa, Billy? ¿Acaso te han pegado donde más te duele? ¿Han hallado tu
punto débil? ¿Y tu felicidad? ¿Dónde se encuentra ahora? Hazme un favor.
Aférrate bien al hombre que te tiene en brazos y olvídate de tu Tom, porque no
saldrá de ésta; no sobrevivirá, se irá y te dejará como hace tiempo, te advertí que
haría. ¿Quién gana ahora, ah? ¿Quién sale ganando con todo esto? ¿Quién
obtuvo la victoria? ¿Quién te ha derrotado? Pues yo, es decir… tu otro yo.
– ¡CÁLLATE! ¡DÉJAME! ¡YA NO ME PERSIGAS! – voceé a los cuatro vientos
zamarreándome para todos lados, safándome una vez más del agarre que
mantenía Eldwin, con mi cuerpo. Sin embargo, alcanzó a tomarme por los brazos
fuertemente, impidiéndome que cayese al suelo tras haber perdido el equilibrio. –
¡Déjame en paz, maldita hija de puta! ¡Deja de decir estupideces! ¡Tom, se
salvará, ya verás! ¡No te saldrás con la tuya! – continué vociferando al mismo
tiempo en que me movía de un lado a otro, tomándome la cabeza, pero siempre,
Eldwin cogiendo mis brazos.
– Bill, Bill, ¿qué es lo que te pasa? – cuestionó dándome la vuelta con habilidad
para apretarme contra su cuerpo e inmovilizarme. Lo cual logró sin mucho
esfuerzo; ya ni fuerzas para mantenerme en pie, me quedaban, ¿cómo forcejearía
con un tío musculoso como éste?
– ¡Bill! – gritó Saki y junto a Jonathan y Justin, fueron a por mi a intentar calmarme.
Eldwin me tenía de espaldas a su pecho, tomándome fuertemente con los brazos
allí atrás, ya que comencé a patalear y gritar como un demente; como… como lo
que era. Alguien sujetó mis piernas pretendiendo mantenerme quieto, sin embargo
fue inútil, debido a mis constantes patadas más la desesperación que sentía
corriendo por mis venas, no hacía otra cosa que dificultar más y más la ayuda que
trataban de brindarme mis amigos. Quitando dentro de los clasificados como
amigos, a Jonathan, por supuesto, que a pesar de haber llegado junto a los demás
a acabar con los tipos esos que nos estaban atacando a Thomas y a mi, no
quitaba de mi mente todo lo que me había hecho. Pensaréis que soy un idiota,
¿cierto? ¿Cómo es que perdoné a mi hermano por todo el daño que me hizo y no
a Jonathan que tan solo fue su cómplice con todo eso? Bueno, como no tengo una justificación coherente para que no me matéis o deis de hostias por capullo
imbécil, mejor no os digo nada, simplemente que… a Tom lo amo, a pesar de
todo; lo que hizo… ahora pertenece al pasado, ¿dónde estamos en estos
instantes? No, no me refiero al sitio, no me digáis que en un hospital, porque os
pego. La respuesta acertada es: El presente. ¡Genial! Presente, presente,
presente… Bom, bom, bom, bom, bom… Tom, Thomas, Tom en peligro. Tom al
borde de la muerte. Tom… ¿Tom está muerto?
¡Vuelve a la realidad y deja de pensar chorradas, William!
– ¡Bill!
Tierra firme.
Apreté los ojos con fuerza y volví a abrirlos de par en par tras recibir menuda
bofetada que me dio Saki para controlarme. Le miré cabreado pero me quedé
quieto, o bueno… más quieto no podía estar, porque me percaté de que entre
todos, me tenían en el aire. Eldwin continuaba sosteniéndome de los brazos
(ahora más que nada por mis axilas), Justin y Jonathan me tenían cogido de
ambas piernas y Saki se encontraba levemente inclinado hacia mi tomándome por
ambos lados del rostro clavando su mirada en la mía que no tardó en centrarse en
la suya.
– ¿Quieres decirnos qué es lo que te pasa? – cuestionó el susodicho algo
preocupado. – ¿Por qué reaccionaste así? ¿Por qué estabas gritando? ¿Qué
ocurre, Bill? – mierda, mierda y más mierda. La que me faltaba. Encima que no
tenía una distanciada relación con uno de los que me sostenían,
inconcientemente, hacía el papel de loco desquiciado.
– Nada. Nada. – respondí con rapidez. – ¿Dónde está Tom? ¿Cómo está? –
interrogué evadiendo su preguntadera. ¿Qué les iba a decir? ¿Que todo eso no
era algo que nacía de mi, sino de mi otro yo? ¿Para qué? ¿Para que me
internasen en un manicomio en ese mismo instante? Ni de coña. Me guardaría
todo lo más que me diera el aguante. Ahora no era yo el que importaba aquí, sino
el saber cómo se encontraba mi gemelo. – ¿Dónde estamos? ¿Qué hago aquí? –
seguí cuestionando luego de caer en la cuenta de que ya no estábamos dentro del
edificio. – ¡¿Qué mierda hago yo aquí?!
– ¡Espera! ¡Cálmate! – gritó Eldwin luchando conmigo cuando empecé a moverme
frenéticamente una vez más.
– ¡Soltadme! – y cuando elevé una de mis piernas intentando liberarme del agarre
que mantenían los dos tíos en ellas, mi rodilla dio justo en el mentón de Saki.
¡PUM!
Joder… lo siento mucho…
Logré mi propósito, pero ya no estaba moviéndome, sino me encontraba tieso
viéndole atentamente al individuo que acababa de atacar involuntariamente, ya
que se echó hacia atrás tomándose la mandíbula con una de sus manos.
– S-Saki… lo… lo siento… – susurré observándole incrédulo.
– Mierda, Bill, debes calmarte. – dijo Jonathan y a pesar de haber sido él, el que
me habló, no le di importancia y le miré de todos modos. Estaba que no me creía
la chorrada que acababa de mandarme. – Nosotros debimos sacarte de allí dentro
porque gritabas como un puto loco.
– Estuvieron a punto de llamar a seguridad, por todo lo que decías y vociferabas. –
añadió Justin desde su posición, es decir, desde el suelo, luego de que Saki se
agachó y él estaba viendo que estuviese bien.
– Dinos qué es lo que sucede, ¿por qué tienes este comportamiento tan agresivo y
extraño? – preguntó Eldwin y me di la vuelta de inmediato para verle.
– Ya os he dicho que no me pasa nada. ¿Cómo está Tom?
– Muerto. – contestó Saki poniéndose en pie y me helé completo.
– ¡¿QUÉ?!
¡BOM! A la mierda.
– Bill, ¿estás bien? – una voz… una voz me hizo volver a la realidad.
Alcé levemente la cabeza encontrándome con unos ojos claros llenos de
preocupación, dolor, preguntas. ¿Qué es lo que había ocurrido aquí?
– Estás temblando más de la cuenta. Dios… no llores, por favor… – agregó y caí
que todo aquello de los gritos en medio del pasillo del hospital, mi comportamiento
violento, el golpe que le había dado a mi amigo, todo, fue otro endemoniado sueño
después de haber entrado en contacto de nuevo con esa voz que al parecer, no
está en sus planes dejarme en paz.
Me tomó con sus manos a ambos lados de mi rostro y pegó nuestras frentes. Bajé
la mirada y continué sollozando en silencio, con un dolor indescriptible,
descontrolado…
– Voy a perderlo. Me dejará… – murmuré y más lágrimas abandonaron mis ojos. –
Dios está jugando conmigo. Dios me está jugando una mala pasada, me da
esperanzas, me hace esperar como un imbécil ilusionado, pero le alejará de mi… –
convulsioné mis hombros bruscamente y un escalofrío recorrió desde mi nuca a mi
espalda baja. No… definitivamente mi cerebro no estaba preparado para admitir
algo como la muerte de mi gemelo. Ni siquiera podía pronunciarlo. – Cielos… si
Tom… si Tom m-muere… – agregué tragándome el nudo de mi garganta de solo
pensar que sucedería eso. – me iré con él. No tengo nada qué hacer aquí. –
finalicé con seriedad y la mirada perdida mientras las gotas de agua salada,
desamparaban mi cuerpo.
Suspiró sonoramente y me obligó a mirarle moviendo un poco mi cabeza hacia
arriba de nuevo llamando mi atención y quitarme de aquel trance en el que me
encontraba.
– No pasará nada. Tom estará bien; Dios no está jugando contigo, Bill… Ya no
llores, por favor… – dijo en un susurro acariciando mis mejillas con sus pulgares,
borrando las lágrimas que acababan de descender por mis ojos, arrastrando
consigo el maquillaje esparcido que poseía. – Yo estaré contigo. No estás solo,
¿entiendes eso? Me tienes a mí para lo que sea. Siempre me tendrás. – concluyó
rozando levemente nuestras narices. Mi mentón tembló con frenesí y cerré los
párpados con fuerza para luego abrazarle en forma de agradecimiento por todo lo
que hacía por nosotros.
¿Y en esas circunstancias, a que no sabéis qué fue lo que se vino a mi mente?
¡Exacto! El mal que le había hecho. Lo basura que me comporté con él luego de
saber que me quiere. Fijadse ahora cómo me trata, ¿no tengo motivos para
sentirme culpable? ¿No tengo motivos para sentirme una mierda? ¿Un inhumano?
¿No poseo razones? Realmente es único. Es… es una persona muy especial. A
pesar de lo que le hice, no me echa en cara absolutamente nada; no me ha
reprochado ni mencionado nada. Sí, es verdad, en una situación como esta, no
puede tocar aquel tema, pero tampoco tiene la necesidad de tratarme como me
trata, de apoyarme en este momento tan difícil por el que estoy pasando. Pudo
haberme dejado allí tirado, pudo haberme ignorado, pudo haber suprimido todo el
calor y la protección que estaba brindándome, sin embargo, optó por continuar y
quedarse a mi lado por si necesitaba algo, lo cual acertó.
– ¿Señor Kaulitz? – cuestionó una voz consiguiendo disuadirme de mis análisis
internos.
Fruncí el seño extrañado y me separé unos centímetros de Eldwin quedándome
quieto; me sentía aturdido pese a la cantidad de lágrimas que había derramado.
Mis oídos estaban algo tapados y mi cabeza dolía como la puta madre. Mi
estómago hecho un jodido nudo, mi boca sabía a sangre debido a los golpes que
yo también recibí, sin embargo los dolores, no se hacían presentes. Debería de
haber estado quejándome, adolorido, pero nada de eso ocurría. Mi sistema lo
único que lograba procesar era: Tom, Tom y más… Tom.
Me giré con lentitud hasta quedar frente al individuo que había pronunciado mi
nombre.
– Es usted, ¿verdad? – cuestionó mirándome a los ojos y en una fracción de
segundo, miré su vestimenta, su rostro algo oscuro, bigote negro al igual que su
cabello; mediana estatura, guantes blancos. Entre sus manos poseía una especie
de libreta grande, algo cuadrada podría decir, y a uno de sus lados, una lapicera
azul.
Dios… era… era el médico…
Saki, Justin y Jonathan, se acercaron adonde nos encontrábamos nosotros y entre
todos, le rodeamos, con nuestras miradas impacientes, deseosas de saber qué es
lo que ocultaba esa gran puerta blanca y dura; allí, donde estaba mi gemelo,
¿agonizando? ¿Despierto? ¿Dormido? ¿Vivo? ¿M… muerto? No lo sé; eso, es lo
que anhelaba saber.
Mi corazón sufrió un ligero entumecimiento debido a cuál pudieren llegar a ser las
noticias que me traía. Comencé a sudar a chorros al mismo tiempo en que
temblaba cuan un crío en pleno invierno luego de haber salido a la calle y un
brusco viento le haya azotado por sorpresa, envolviéndole en su fría temperatura
de pies a cabeza.
– ¿Joven?
– S-sí… – respondí después de un considerable silencio. Fue como… un shock
total el estar casi dos horas sabiendo nada de mi hermano y de un momento a
otro, salía el doctor a darme la buena o… mala noticia. – D-dígame, por favor,
¿cómo está Thomas? – cuestioné con el corazón latiéndome a mil mientras mi
respiración se tornaba muy, pero muy, muy acelerada. Estoy seguro que si alguien
hubiese apoyado su oído en mi pecho para escuchar mis latidos, hubieran creído
que se trataba de un zumbido; tal y como el de los ratones. ¿A qué me refiero con
eso? Que, debido a que el corazón de los ratones tiene una frecuencia cardiaca
de setecientos latidos por minuto, se ha comprobado que al escucharle, se oye
como un zumbido; sin interferencias entre latido y latido. Bien, eso es exactamente
lo que pasaba con el mío.
– Debo decirle que hemos luchado mucho con su hermano, y… – me paralicé por completo cuando desvió su mirada. Vamos, habla, deja de tardar tanto, sea lo que
sea, dilo de una endemoniada vez. – logramos devolverlo a la vida. El paciente
está fuera de peligro. – finalizó volviendo su vista a la mía saltando
alternativamente de Edwin a mi, ya que era el que estaba más cerca. ¿O nos
miraba porque estábamos juntos?
¡Cómete eso, voz del infierno! ¡Tom está vivo! ¡No morirá! ¡¿Y ahora quién es el
que triunfó, ah?! ¡¿Quién perdió?! ¡¿Quién es feliz?! ¡Claro! ¡Yo! El auténtico yo.
Sonreí sintiendo cómo algo, abandonaba mi cuerpo violentamente y me sentía
más liviano. Suena estúpido, pero al oír aquellas palabras que dijo el hombre que
tenía delante, podría jurar que hasta peso había perdido. Nuevas lágrimas
exploraron mis mejillas, sin embargo esta vez, todas, eran de felicidad; mi
hermano se encontraba fuera de peligro, sobreviviría. ¿Dios? ¿Estás ahí?
Mierda… mu… muchas gracias.
Eldwin me abrazó por detrás con posesión y suspiró contra mi cuello. Juro… juro
que tanta felicidad, no cabía en mi pecho. Era como… como si por fin, estuviese
despertando de una interminable pesadilla; como si de un segundo a otro, el
sueño y cansancio que sentía mi cuerpo, comenzara a esparcirse por el aire tras
haber dejado mi cuerpo. Saki abrazó a Justin riendo entre ellos; se separaban y
con Jonathan también se palpaban las espaldas en forma de ‘festejo’. Pensaréis
que exagero, pero mirad con vuestros propios ojos, fijadse cuánta felicidad
provoca el bienestar de una persona. El saber que seguirá con nosotros. El saber
que, después de haber pasado por tanto, se recuperaría, volvería a ser el mismo
de antes… Dios… déjame agradecerte devuelta.
– Pero debo deciros algo más, jóvenes. – añadió el médico y fruncí el entrecejo.
¿Pero? Odio los ‘peros’ jamás traen algo bueno al mezclarlos en situaciones como
estas. – Debéis tomarlo con calma, aún no se sabe si es permanente. – más
confundido me sentía. ¿De qué diablos estaba hablando? – El paciente Kaulitz, ha
recibido numerosos golpes brutales por todas partes del cuerpo, – la sonrisa de
mis labios se borró y un nudo se hizo presente en mi garganta de solo recordar
todo lo que le habían hecho. – al parecer, los peores fueron a dar en su cabeza,
en una zona principal del cerebro, logrando dar más fuerte en una de sus sienes,
provocándole un traumatismo cráneo encefálico. – esa palabra ya no me daba
buena espina. ¿Qué es lo que me estaba contando? – También, no sabemos si
fue exactamente debido a uno de los golpes de aquellas personas, pero lo más
probable, es que al caer al suelo cuando le fueron a rescatar, (no sabía todo eso
porque fuera vidente, sino porque Justin, le contó en síntesis lo que había
ocurrido, de camino al quirófano, que por cierto, corríamos desesperados.) Kaulitz,
estaba inconciente, por lo que su cabeza, dio fuertemente contra el suelo; más específico, la parte que dio contra el cemento, fue la que se encuentra a la altura
del lóbulo occipital, la misma que está detrás, en su nuca y está altamente
relacionado con la vista. Cualquier lesión en esa zona, puede causar escotomas o,
por qué no, lo que le ha causado al paciente… – detuvo su explicación y respiró
profundo sin dejar de mirarme.
– Hable. ¿Qué es lo que sucede con mi hermano? – ordené sintiendo cómo mi
estómago se contraía incontrolablemente por enésima vez, debido a los
condenados nervios de cuál fuese el final de aquello que me decía.
Su silencio estaba sacándome de mis casillas y no me haría responsable de lo
que fuese capaz de hacer si no continuaba hablando.
– ¡Hable de una puta vez! – alcé la voz, olvidándome que estábamos en un
hospital, importándome una mierda si luego me sacaban los tipos de seguridad.
No me importaba nada, solo deseaba saber qué mierda tenía Thomas.
– El paciente, ha perdido la vista.
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No… no podía ser cierto, no… aquí debía haber un error… Ellos… ellos se habían
equivocado, no estaban hablando de Tom, de mi Tom… no, él, se había
confundido… no nos referíamos a una misma persona. ¿C-cómo…? ¿…Por qué?
¿Era cierto? ¿Verdad? ¿Mentira? ¿Engaño? ¿Confusión?
Totalmente nulo, le miré otra vez.
– ¿Qué…? – pregunté casi inaudible sin creérmela.
– Lo siento mucho, los golpes fueron demasiado abruptos y no pudimos hacer
nada. No estamos seguros si es ceguera permanente o temporal, sin embargo,
por lo visto, tras realizarle diversos exámenes de los cuales ya tenemos el
resultado de la mayoría, existe un 75% de que no la recupere. – entonces aquí es
donde caigo en la cuenta que jamás desperté. Que la pesadilla aún continúa o
mejor dicho, compruebo que nunca estuve dormido porque estaba viviendo una
pesadilla real. – Lo siento mucho de verdad, joven. – repitió y sentí como me
enterraban un filoso cuchillo en el medio del corazón.
¿Habías dicho algo, Billy? ¿Podrías reiterar tus palabras de hace unos segundos?
Bravo. ¡Te felicito, Dios! ¡Lograste tu propósito! Arrancarme el alma de nuevo. Te
ha salido de lujo, ¿cierto? Has hecho conmigo, lo que quisiste. Bien. Ahora puedes
festejar tu hazaña.
Alguien rodeó mi cintura una vez más, pero ahora más fuerte, apegándome contra él.
– No te preocupes, saldrá adelante, ya verás. Tom es fuerte, en estos momentos
debemos hacer a un lado la negatividad y abrirle paso a las cosas buenas que se
han presentado. – me animó Eldwin aprehendiéndose más a mi cuerpo.
¿Cosas buenas? ¿Qué es lo que puedo llegar a encontrarle de bueno a esto, ah?
¿A qué le debo considerar como bueno? ¿El hecho que mi gemelo se encuentre
con vida? ¿Que esté fuera de peligro? ¿Saber que Dios justificó su existencia tras
habérmelo devuelto? ¿Tras habérmelo devuelto, pero no… completo?
– Quiero verlo. – articulé cuando me sentí capaz de respirar, alejando de mi, al
amigo de mi gemelo de un solo movimiento, aún en estado de shock total, sin
embargo, era como si… pudiese pensar. No sé si me explico.
– Debéis de esperar un tiempo más antes de poder verle; aún continúa
inconciente, debemos aguardar a que despierte… – no le dejé terminar.
– Soy su hermano, a mi me debe dejar. – añadí en tono demandante, con la vista
clavada en la del tío que tenía enfrente. – No me lo puede negar, ¡soy su
hermano! ¡Soy su…!
– ¡Bill, cálmate, por favor! El médico está diciéndote que no podemos ingresar aún;
Tom sigue inconciente. – interrumpió Saki, apoderándose de mis brazos para
evitar que en mi acto de exasperación, golpease al pobre doctor; salvándome de
la chorrada que estuve a punto de cometer. ¿Cuál? Pues el dar a conocer mi
relación con Thomas, por supuesto.
Me zamarreé bruscamente, soltándome al fin y comencé a retroceder un par de
pasos, con la mirada perdida. Esto… esto no estaba sucediendo. Esto… esto
debía estar mal, algo estaba erróneo, algo… algo no concordaba…
– ¿Bill? – me llamó Justin, a lo que le miré fugazmente y, tras darme la vuelta,
empecé a caminar hacia fuera del lugar.
– ¡Bill, espera! – gritaron mis acompañantes y sentí cómo caminaban detrás de mí,
sin embargo no me detuve. Aceleré el paso hasta salir corriendo del hospital. Me
paré fuera, una fracción de segundo y miré a ambos lados sin saber dónde ir;
deseaba escapar, deseaba terminar con toda esa mierda que estaba
ocurriéndome continuamente, la misma que parecía no querer alejarse de mí.
¿Suerte? No. A esto ni siquiera se le puede llamar mala suerte. Esto, no es nada,
esto es el vacío completo. Esto… esto es el precio que estoy pagando por todos
mis pecados.
Decidí desviarme a la izquierda y me escondí detrás de unas paredes donde no había nadie, donde estaría junto a mi soledad, como siempre estaría. Me senté en
el piso llevando mis rodillas a mi pecho, rodeándolas con mis brazos y guardé
silencio, tragándome el llanto desconsolado que amenazaba con desprenderse de
mi garganta. Oí la puerta del edificio, abrirse y luego unas voces, entonces
comprobé que eran los seres con los cuales estuve dentro todo el tiempo mientras
esperaba noticias de Thomas.
– Estaba realmente nervioso, ¿qué crees que podría hacer? – cuestionó Jonathan.
– La desesperación extrema, puede llevar a una persona, a hacer cualquier cosa. –
respondió Eldwin preocupado.
– ¿Qué haremos? No sabemos para dónde se fue.
– No lo sé… pero no podemos quedarnos quietos esperando a tener novedades
suyas.
– ¡¿Qué hacemos?!
– ¡No me miréis de ese modo! Soy psicólogo, no mentalista.
– Vamos, no hay tiempo qué perder. – ordenó Saki. – Justin, tú quédate por si Bill
aparece nuevamente aquí, ¿vale? – añadió y no sé cuál fue la contestación del
muchacho. ¡Perdonadme! ¡Os recuerdo que estaba escondido detrás de una
pared! Entre… algunas bolsas… por lo que me fue imposible ver sus rostros.
– Vamos.
Escuché cómo se alejaban apresurados y la puerta del edificio, volvía a sonar.
Respiré profundo y las lágrimas descendieron otra vez a lo largo de mis mejillas.
Tom… Tom… ¿qué haré contigo, mi amor? ¿Cómo decirte que ya no volverás a
ver? ¿Cómo decirte que deberás dejar todo lo que hacías, porque perdiste la
vista? ¿Cómo reaccionarás ante ello?
Dios… te has equivocado.
&
– ¿Qué haces aquí? – le pregunté a Justin, quien se encontraba sentado con
medio cuerpo hacia delante, apoyando el peso en sus codos, sobre sus rodillas al
mismo tiempo en que miraba hacia el piso. Volvió el rostro hacia a mi algo
sobresaltado; claro, menudo cague le dio el oír una voz en medio del silencio. –
Tom, está más adelante. ¿Sucedió algo?
– Bill… – susurró sorprendido.
– Contesta.
– Le han trasladado a esta habitación. – respondió señalando la puerta que tenía
delante luego de ponerse de pie. – Está mejor, según lo que me informó el
médico.
– ¿No sabes si ya puedo pasar?
– No, no lo sé. El doctor me dijo eso y le vi dirigirse hacia aquel pasillo hace rato.
– Bien. – dije y caminé hasta la habitación de mi gemelo. Exacto. Entraría sin
importarme lo que fueren a decirme.
– ¿Qué harás? No puedes entrar, hoy dijeron que… – no le dejé continuar.
– Dijeron muchas cosas, sin embargo, el que se encuentra allí dentro, es mi pareja.
– le solté con firmeza, pero sin perder la calma. – Tú me avisas si viene alguien,
¿de acuerdo?
– Pero…
– ¿Me ayudarás o no? – alcé una ceja, ya estaba que me salía de mi mismo si ese
niño no me daba una mano en esta. No debía hacer más que avisar, ¿tanto
trabajo era?
– Está bien, está bien… ¿Pero cómo haré para avisarte si viene alguien?
– Muy simple. Das dos toques a la puerta, suaves, entonces me esconderé en
cualquier sitio de allí dentro y saldré cuando se hayan retirado. – expliqué dándole
la vuelta a la perilla.
– Ok. Ten cuidado.
– Lo tendré. – respondí y me adentré en el cuarto.
Cerré la puerta y apoyé mi espalda en ella buscando con la mirada a Thomas. La
recámara que le habían asignado, era grande y se veía que le estaban atendiendo
bien pese a la buena pinta del lugar. Caminé un par de pasos y le vi. Tan
diferente…
Un vendaje rodeando su cabeza, tapando la mayoría de sus trenzas, una
mascarilla de oxígeno cubriendo su boca y nariz, en su brazo derecho tenía
conectado el suero; de un monitor pequeño parecido al que había estado
observando mientras le reanimaban, o el mismo, no estoy seguro, salían un par de
cablecitos que continuaban en conexión con su pecho. Cielos…
– Tom… – le llamé en un susurro aunque sabía que no estaba escuchándome y me
llevé ambas manos a la boca, cubriéndola para evitarle la salida a un sollozo.
Caminé un poco más hasta quedar a su lado.
– Dios, mi amor… ¿qué te han hecho…? – dije y mi mentón tiritó mas de la cuenta.
Acaricié su lastimado rostro con el revés de mi mano para luego girarla y
posicionarla sobre los vendajes de su cabeza, deslizándola hasta su cabello y con
mi pulgar, delineé los bordes de la tela. – Debes despertar, Tom… – agregué
mordiéndome los labios debido al llanto que se hacía presente una vez más,
nublando mi vista consiguiendo que le viera borroso. Me limpié unas gotas que
cayeron de mis ojos y me incliné sobre el cuerpo que tenía delante, quitándole la
mascarilla de oxígeno por unos momentos, para depositar un suave beso en sus
labios. – Creí que te perdería… – añadí cerrando los párpados con fuerza,
desviando la mirada hacia su torso desnudo, ya que las sábanas solo le cubrían
hasta la cintura por todos los cables a los que estaba conectado. – Gracias por
quedarte conmigo, mi amor… gracias, gracias… – y comencé a sollozar en silencio
devuelta, colocando mi cabeza suavemente sobre su pecho, oyendo los latidos de
su corazón. Esos mismos latidos que se habían detenido por unos minutos y
ahora volvían a hacerse presentes, devolviéndole la vida a mi gemelo. Ya sé que
también podía oírle a través de la máquina que estaba a su lado, pero nada se
comparaba con escuchar aquel sencillo sonido, saliendo de su propio autor.
&
Cinco horas habían transcurrido desde que entré a la habitación de Tom sin ser
descubierto, ya que Justin fue un buen soplón. Ahora me encontraba en el pasillo
nuevamente, junto a los compañeros de mi hermano, los cuales se aliviaron
enormemente cuando me vieron sano y salvo sentado en uno de las sillas frente al
cuarto. Cinco horas y el médico aún no nos permitía entrar a verle; por suerte yo
ya lo había hecho, de lo contrario, me habría vuelto loco… más loco.
Estaba solo de hacía un par de minutos, ya que así les había pedido a mis
amigos. Que me dejasen solo unos momentos, necesitaba de la soledad. Un poco
más de soledad…
Tenía la cabeza entre mis manos mirando hacia abajo, aunque siendo sincero, no estaba viendo nada, solo tenía la vista fija en un lugar sin sentido, pensando,
recordando, rogando…
– Hola. – oí una dulce voz llamarme. Alcé tenuemente la cabeza y nuestros ojos se
encontraron.
– Hola… – le devolví el saludo embozando una débil sonrisa. Su… su rostro me era
muy familiar…
– ¿Cómo te llamas?
– Bill, ¿y tú, preciosa?
– Bill… me gusta tu nombre. – contestó sonriendo ampliamente meciéndose en su
lugar. – Yo, Clarisa.
– Qué bello nombre… – exclamé devolviéndole la sonrisa. Ohh claro… no os dije
de quién se trataba. Bien, era una niña pequeña, no le daba más de unos seis o
siete años. Llevaba un vestidito rosa, unos zapatitos blancos y el cabello suelto,
con rizos color oro y ojos avellana. Por alguna extraña razón, tanto sus ojitos como
su forma de mirar, me recordó a Tom. Era… era muy preciosa esta niña, toda una
muñeca, ¿pero de dónde había salido?
– ¿Puedo llamarte Billy?
– Por supuesto.
– Y… ¿cómo estás?
– No muy bien ¿y tú?
– Hm. ¿Por qué no muy bien? ¿Qué pasa? – preguntó sentándose frente a mis
pies. ¿Quién era?
Continúa…
Gracias por la visita.