«Reverse III» Fic de Alter Saber
Capítulo 49: Advertencia
«Una sola traición basta para empezar a desconfiar hasta de los más leales»
– Fred Rogers
En realidad, me fue imposible consumar el sueño; lo único que rondaba en mi cabeza, era la situación en la que nos encontrábamos; no sólo había perdido a un hijo, sino que ahora, Tom está de camino a la ciudad que lo transformo en un ser temible. Me bastaron segundos para descifrar que detrás de esa mirada avellana, había un pasado tan oscuro, que no dudo, ni por un instante, que esas manos estaban manchadas de pecado.
A estas instancias, prefería no conocer las acciones de mi hijo en Stuttgart; si él aún se rehusaba a decir algo, era porque su alma está demasiado comprometida con Satanás, como para perder tiempo en redenciones.
Cerraba mis ojos, soltaba suspiros, giraba en la cama; y simplemente, no lograba quedarme dormido; Clarise se percató de ello, y me dijo:
– Cielo…
– Oh, lo lamento Clarise; es sólo que…
– Lo sé, te entiendo; yo también estoy asustada, pero, ¿Qué otra cosa podemos hacer? A Tom no lo va a detener nadie; y al igual que la última vez, él va a traer a Bill de regreso.
– Pero, las condiciones no son las mismas. Una cosa es que se haya perdido en un bosque y otra, que se encuentre en una Jauría de lobos.
– Jörg, debes confiar, si te enfermas y empeoras, ¿Crees que ayudaras a Tom?
– No, pero…
– Pero nada Cielo, necesitamos estar bien para colaborarle en lo que necesite.
– Tienes razón.
– Bien, ya que eso está discutido, trata de dormir ¿Si?
– Si, y gracias.
– No agradezcas Cielo, sabes que amo a tus hijos como si fueran míos.
– Lo sé.
La noche transcurrió sin más, luego de aquella conversación, logré conciliar el sueño. Aun cuando las palabras de Clarise me habían calmado de momento; muy en el fondo, tenía una ligera sensación de que algo no andaba bien; era un presentimiento, como si tuviese que guardar prudencia en frente de los demás, como si alguien estuviese esperando el momento preciso de atacar…
La mañana llego y consigo, una intensificación de aquel presagio; tanto Clarise como yo, nos levantamos y nos dispusimos a arreglarnos para tratar detalles con Tom.
Bajamos las escaleras, y encontramos a Sam en el vestíbulo; su postura estaba algo decaída; eso, en definitiva, no era una buena señal.
– ¿Sam?
– Sr. Y Sra. Trümper, de la manera más respetuosa, les deseo un saludo caluroso.
– Gracias Sam, dime algo, ¿Qué ha sucedido? Te noto nervioso.
– Señor, de antemano, le pido disculpas por lo que voy a informarle.
– ¿Qué paso?
– El Joven Tom ha partido ésta mañana en compañía del Joven Andreas.
– ¿Para dónde?
– No lo sé Señor, el Joven Tom dejo está carta para usted; me dio estrictas instrucciones de que sólo usted debía leerla.
– ¿Sólo yo?
– Sí, me dijo que nadie más podía conocer el contenido de ese texto y que una vez terminara de leerla, la quemara de inmediato.
– Sam, ¿Cómo pudiste? Tuviste que haberme llamado.
De repente, presencie un acto que en mi vida creí incapaz de percibir; Sam se arrodillo ante mí y con la cabeza contra el suelo, se inclinó para decir:
– Lo lamento Señor; pero, por el Joven Tom, soy capaz de abandonar mi trabajo.
Esa aseveración, en realidad, me descolocó…
No obstante, su reacción era lógica. Sam siempre había cuidado de Tom en mi ausencia, hacía las veces de Padre y le consentía cuando era un bebé; pero, era más estricto con él, que yo; para mí mayordomo, Tom era como un hijo; sus acciones me lo confirmaban con creces.
Fui hasta él, y con mis brazos, lo ayude a levantarse.
– Sam, nunca vuelvas a hacer eso, ¿Me entendiste?
– Pero Señor…
– No debes arrodillarte ante mí, ni ante nadie. Sostén tu dignidad, no hay nada de qué avergonzarse; sé que lo hiciste porque amas a mi hijo.
– S-Si, Señor.
– Gracias por hacerlo; ¿Él dijo algo más?
– No, Señor.
– ¿Sam?
– Dígame, Sra.
– ¿Tom no dijo nada sobre mí?
– No Sra.; él Joven Tom no dejo ningún recado para usted.
– Oh.
Ese detalle en verdad era algo extraño…
¿Por qué Tom no dejaría un recado para Clarise? Es más, ¿Cómo es eso de que sólo yo puedo leer la carta? ¿Acaso su madre no es de confianza?
¡DIOS, TOM! Tenías que salir igual de impredecible a Simone; nunca he podido adivinar lo que pasa por tu cabeza, justo como a ella.
– Clarise…
– No importa, sus razones tendrá, ¿Verdad?
– Pues no creo que sea el caso.
– En fin, ¿Sabes? Voy a salir.
– ¿A dónde?
– A tomar el aire, q-quiero pensar.
– Clare.
– No interesa, quizás, Tom no me quiere igual que antes, ahora que sabe que no soy su madre biológica.
– No digas eso, sabes que no es así.
– Lo siento Jörg, ahora mismo, necesito espacio.
– Bien, sólo, trata de no darle tantas vueltas al asunto ¿Si?
– C-Claro.
Vi como ella se marchaba hacia el jardín, en el que tanto tiempo dedicaba; sabía que estaba llorando, aun cuando por sus mejillas no recorría ninguna lagrima; era más que cierto, que ella se lamentaba con fuerza…
Sin embargo, esa premonición que no me dejaba en paz; parecía ser el motivo por el cual, Tom se había marchado sin despedirse…
¿Qué demonios planeas, hijo?
Fui hasta mi despacho, cerré con llave, y me senté en el sofá, en mis manos residía aquel sobre que contenía la confirmación que necesitaba; me temblaban las manos, simplemente, no sabía que esperar.
Abrí con cuidado, saque el papel y me dispuse a leer:
«Papá:
Sé que las dudas se anuncian con vehemencia ante ti, pero, aun sin argumentos ni bases para soportar lo que estoy por decirte; requiero, que tú confíes con todo tú ser, en mí.
Sí mi planteamiento es correcto, en un periodo máximo de un mes; Bill y yo estaremos de regreso. Ahora bien, quiero que me prestes atención, sí a partir de hoy, hasta cumplir los 30 días, no hemos vuelto; siéntete libre de hacer lo que creas correcto; ya sea, invadir Stuttgart o ir en persona hasta la ciudad.
No quiero que te preocupes de más; soy consciente de que la situación es desesperante; pero, cree en el potencial que tengo, a fin de cuentas, una parte de mamá y de ti, reside en mí, ¿Cómo podría fallar, papá?
Mi escala inicia en Venecia; no puedo decirte el resto del trayecto, pero, en alguna parte del recorrido, me encontraré con Bill y lo traeré contigo.
Necesito que hagas algo por mí…
¡Por favor!
NO CREAS EN NADIE, DESCONFÍA DE TODOS, NI SIQUIERA TE FÍES DE TÚ SOMBRA; HAY ALGUIEN QUE DESEA CON TODAS FUERZAS ACABARTE, Y SINO ERES PRECAVIDO, LO CONSEGUIRÁ.
Aunque de momento, tengo a alguien que te vigila desde cerca, si alguna anomalía sucede; ese individuo tiene órdenes directas de actuar para defenderte, ¿Qué creíste? ¿Qué iba a dejarte desamparado? Eso nunca viejo, tengo mucho que agradecerte.
Por último, quiero que te despiertes cada mañana pensando: «Faltan tantos días para reencontrarme con mis hijos» y no lo contrario.
Regresaremos papá, te lo aseguro.
Te amo, con lo poco que me queda.
– Tom»
Sentí como algunas lágrimas caían por mi rostro…
¿En qué momento había crecido a éste punto? ¿Ahora era él quien me defendía?
Su carta fue clara; «Alguien» cercano a mí, ha estado planeando un contraataque para aprovechar la adversidad, y acabarme; la pregunta era: ¿Quién? Y ¿Por qué?
Hasta donde tengo entendido, Kean fue mi primer y único enemigo; nadie en Frankfurt se oponía a mis designios; guardaba relaciones estables con las personas que conformaban la élite de la ciudad, incluso, poseía influencias en los altos mandos del Gobierno Alemán.
No me he involucrado en ningún asunto turbio; no he recibido amenazas de muerte, nada que me colocara en alerta; en estos 19 años de vivir en Frankfurt, no hubo algún suceso capaz de perturbarme.
¿Entonces?
Si no es nadie externo; tiene que ser alguien de la casa…
¿Algún empleado?
Pero, ¿Quién?
Tomé mi celular, y marque de inmediato:
– ¿Si?
– Gates.
– Sr. Trümper.
– Necesito que nos reunamos de inmediato.
– Claro, ¿En el lugar de siempre?
– Si, espérame allí, voy para allá.
– Sí, señor.
– Quiero que vayas solo, nada de compañía ¿Si?
– Por supuesto, Señor.
– Bien.
Salí del despacho, subí las escaleras, y vi a Clarise sentada en el sillón de la sala; mientras bebía una taza de café, su mirada se encontraba direccionada al horizonte; viéndola así de perfil, podía entender el sufrimiento que estaba pasando en esos momentos; ella se sentía destrozada.
Me acerque hasta allá:
– Clarise.
– ¿Ya la leíste?
– Si.
– ¿Qué decía?
Su cuestionamiento me tomó por sorpresa; ella misma había escuchado las instrucciones de Tom, entonces, ¿Por qué?
– ¿No vas a decírmelo? Soy tu esposa.
– Clarise, escuchaste las instrucciones de Tom.
– ¿Y piensas hacerle caso?
– Claro que sí, es mi hijo y sí él lo dice es por algo.
– Ya.
– ¿Qué te sucede?
– Por lo menos, ¿Puedo saber a dónde se fue?
– Clare.
– Estoy alterada Jörg, necesito saber algo que me asegure que él estará bien.
Bueno, sólo sabía dónde iba a estar por unos días…
– Venecia.
– ¿Venecia? Pero, ¿No se supone que Bill se encuentra en Stuttgart? ¿Qué va a hacer Tom allá?
– No lo sé.
– ¿No lo sabes o no quieres decírmelo?
– No, no lo sé. Tom no escribió nada al respecto.
– ¿En la carta no me mencionaba a mí?
– No Clarise.
– ¡DIOS! Él me odia, ¿Lo ves, Jörg?
– No te odia.
– ¿Entonces? ¿Por qué actúa de forma tan incoherente, ah?
– No lo sé, sólo que…
– ¿Qué?
– Nada.
– ¿Nada?
– No, tengo que irme.
– ¿A dónde iras?
– Tengo una reunión con el Ministro.
– Ummm.
– Trata de calmarte, hablaremos de esto, después.
– ¡Ja!
– ¡CLARISE!
Ella abrió sus ojos con asombro; era la primera vez en años de convivencia, en los que le levantaba la voz; sin embargo, su histeria me estaba colmando la paciencia; ella estaba actuando extraño.
– ¿Me has gritado?
– A ver si reaccionas y te calmas; si es muy difícil para ti manejar esta situación, será mejor que vayas de visita con tus padres.
– O sea que, ¿Me estas echando?
– Piensa lo que desees. Hasta luego, Clarise.
Salí de allí, le pedí un vehículo a Anderson y procedí a ir hasta la cafetería que solíamos frecuentar con Gates; el trayecto fue corto, llegué 15 minutos después, aparque y entre al sitio.
En la mesa del fondo, se encontraba Gates; su rostro estaba intranquilo; él sabía algo…
– Sr. Trümper.
– Gates, toma asiento, no es necesario tanta formalidad.
– Gracias Señor.
– Bien, a lo que vinimos. Quiero que leas esto, y me digas lo que piensas.
– Sí, Señor.
Gates leía con detenimiento; como si hubiese un mensaje entre líneas, algo que yo no pudiese detectar; cuando termino, inclino su cabeza, y soltó un suspiro; como si hubiese descubierto o confirmado algo.
– ¿Y bien?
– Señor, me temo que su hijo, es alguien demasiado perspicaz.
– ¿Qué sucede?
– Esta mañana recibí esto.
En la mano de Gates, residía una grabadora y un mensaje que decía:
– «Un lazo que los une hasta la eternidad»
No entendía que era lo que pretendía decirme…
– ¿Ya escuchaste la grabación?
– Sí, Señor.
– ¿Y?
– Bueno, es la cinta que el Joven Andreas había prometido entregarnos.
– ¿La confesión de Anna?
– Si, sólo que, la grabación me llego por aparte del recado.
– ¿Por separado?
– Sí, Señor.
– O sea que, ¿Ellos no se colocaron de acuerdo para enviarlo?
– Bueno, creo que Andreas aun no le revela a Tom lo sucedido con Anna.
– Pero, entonces, ¿Por qué mi hijo te envió ese recado?
– Lo dije antes, su hijo es muy astuto, Señor; él sabía de sobra que usted me mostraría esa carta y que al leerla, yo entendería esa frase que me escribió.
– ¿Y qué es lo que comprendiste con exactitud?
– Señor, esto no es sencillo de decir…
– Pues dilo, necesito saber.
– Desde que me encomendó la investigación de Blake; sentí que había una pieza faltante, algo no me cuadraba.
– ¿A qué te refieres?
– ¿No le parece extraño que aun cuando usted tomó medidas de precaución, las cosas nunca resultaron como se planearon?
– Sí, pero, eso se debe a la intervención de Anna.
– ¿Y no cree que es sospechoso que una chiquilla como ella, haya logrado eso por si sola?
– Bueno no, ella tiene sus contactos ¿No?
– Si, en la grabación, Anna menciona a un tal «Drake»; se supone que es su «Investigador secreto»
– ¿Y qué sucede con eso?
– Me puse en la tarea de buscar a ese Investigador; y di con el resultado que, el hombre en cuestión se llama: Drake Goblin; él es quien ha servido por años a la familia Heithworth; así como yo, he estado bajo su protección.
– Ajam; pero, aun no entiendo.
– Lo que pasa, Sr. Trümper, es que según mi investigación; Drake falleció hace dos años.
– ¿Cómo?
– Sí, tengo los registros de su defunción.
– Pero, entonces, ¿Quién?
– Alguien demasiado inteligente, con un sentimiento de venganza enorme, decidió acoger esa identidad para infiltrarse en la situación y pasarle la información a Anna.
– Espera, espera, ¿Cómo es posible que Anna no tenga conocimiento de su muerte, sí Drake siempre estuvo a su servicio?
– Porque para los «Heithworth»; Drake sigue vivo.
Cada vez entendía menos, no comprendía a donde quería llegar Gates…
Sin embargo, parecía que Tom había descubierto algo que sólo Gates entendería.
– ¿Cómo es eso posible?
– Ya lo mencioné; esa persona es muy inteligente y audaz; ese «Alguien» se ha hecho pasar por Drake durante años; ahora restringe su contacto al móvil y correo, sus citas han sido canceladas.
– O sea que, ¿No hace contacto directo con los Heithworth?
– Exacto.
– Se está escondiendo…
– Sí, Señor.
– ¿Sabes de quien se trata?
Gates no respondió, sólo se limitó a asentir. Algo me decía, que no me iba a gustar lo que estaba por escuchar…
– ¿Quién es?
– Señor, por favor, tómese el tiempo de analizar la frase que su hijo me envió.
– Un lazo que nos une hasta la eternidad…
– Sí, algo que perdura desde el momento en que se establece, Señor.
Su sentencia hizo que las fibras de mi ser temblaran…
No podía ser…
¡ERA IMPOSIBLE!
¿Cómo podría tratarse de…?
No, no, no.
Tom, ¿En qué demonios estás pensando?
– ¡NO! De ninguna manera, Gates.
– Yo sé que es difícil de creer, pero, si no está seguro; revise esto.
– ¿Otro mensaje de Tom?
– No, Señor. Es mi informe al respecto.
– No Gates, no voy a leer nada.
– Señor, sólo, hágalo cuando lo considere pertinente.
– ¡NUNCA! No lo voy a hacer, eso jamás. ¿Han perdido la cabeza, ustedes dos?
– Señor…
– Nada, esto es inaudito.
– Sr. Trümper, yo sólo me limito a informarle, de momento, me despido; espero que lo reconsidere. Su hijo Tom sería incapaz de jugar con algo tan serio como eso, téngalo en cuenta.
Gates se fue y me dejo allí…
Lo último que había dicho me hizo enloquecer…
Eso era verdad, Tom nunca diría algo basado en un argumento vacío; no, mi hijo siempre que aseguraba algo, era porque se trataba de la verdad; pero, ¿Entonces?
¿Cómo lo iba a comprobar?
Salí de la cafetería, me subí en el auto y tire el sobre en uno de los asientos; aun me rehusaba a revisar esa información; no me lo podía creer, simplemente, me resultaba impensable.
En el camino, intenté llamar a Tom, pero, no obtuve contestación; era de esperarse, él no se iba a colocar en contacto conmigo; quizás, eso lo pondría en riesgo…
Iba a ser un mes muy largo…
Cuando llegué a la casa, decidí recorrer un poco las zonas verdes de mi propiedad; necesitaba aclarar la mente; tantas cosas estaban sucediendo a la vez, que aún no lograba ordenar mis pensamientos.
Me acerqué a uno de los jardines que tanto adoraba Clarise y sin buscarlo, vi que ella se encontraba sentada en una de las bancas; parecía estar hablando con alguien…
Sin hacer ruido, me plante lo más cerca que pude sin levantar sospechas; y escuché parte de la conversación que tenía:
– No, no se trata de eso, no se preocupe.
Claro que no, señorita.
Hasta donde tengo entendido, el Joven Trümper se encuentra en Venecia.
Desconozco los motivos.
Trataré de tener esa información para la noche.
No se preocupe, Sra. Heithworth.
Estaré a sus servicios.
Se me olvido respirar…
Mi pecho comenzó a arder; mis venas se tensaron, sentía como la ira comenzaba a salir de mí…
¿Ella había vendido a mis hijos?
De repente, aquella mujer que había jurado amarme hasta la eternidad; aquella mujer que acogió a Tom bajo su protección, aquella mujer que nunca me juzgo, aquella mujer que siempre estuvo a mi lado…
Ella, a quien le confié mis sentimientos…
Ella…
¡ME LO HABÍA QUITADO TODO!
Ella se levantó de la banca, y al girarse y encontrarme a escasos metros; sólo pudo quedarse estática en su posición; quizás, el aura que me rodeaba en esos instantes, le advertía que como hiciera un movimiento en falso; su vida podía correr peligro…
¡Esto era increíble!
De verdad, creo con firmeza que del odio al amor hay un paso; pero en el caso contrario, hace falta un ligero roce para conseguirlo…
Repudiaba a esa mujer…
– Tienes un minuto para que me expliques lo que está sucediendo; de lo contrario Clarise, puedes irte despidiendo de éste mundo; porque aunque escapes de mí; yo, encontraré la forma de llegar hasta ti, te torturaré y haré que pagues con creces, lo que le has hecho a mis hijos.
&
El viaje estaba programado para las 11:00 pm; llegaríamos sobre las 3 am a Stuttgart; al parecer, el modo más convencional para hacer creíble nuestra historia; era realizar aquel recorrido, en flota.
No me emocionaba la idea de divagar en un mini-barco por cuatro horas, pero, las instrucciones de Tom habían sido claras…
Yo me encontraba en compañía de aquella mujer; Richelle se limitaba a ver el paisaje que se abría a muestro alrededor y yo me sentía incómodo con su presencia; por más que tratara de ser amable o de comprender sus razones, para mí, ella representaba «El motivo» por el cual, mi mejor amigo perdió parte de su humanidad…
¡No le iba a perdonar algo como eso!
Sin embargo, tenía que reconocer, que su lealtad hacia Tom era admirable; de verdad, estaba dispuesta a sacrificar su vida, con tal de complacerle.
Es en esos momentos donde me cuestiono: ¿En realidad, qué tipo de relación tuvieron?
Si fueron una especie de pareja; no hay razón para que ella sea devota a Tom, ¿Entonces?
Su lazo era similar al de un esclavo con su amo; Richelle se abandonaba por completo a Tom; no tenía en cuenta sus sentimientos, ni anhelos; sólo estaba allí para cumplir la orden de su «Jefe».
Después de haber pasado toda una tarde junto a ellos; me percate de varias cosas:
1. Richelle le tiene miedo a Tom.
2. Stuttgart es una Jauría de Lobos.
3. Tom gobernó esa ciudad.
Lo que no podía deducir, era el ¿Cómo?
Es decir, si ellos eran precavidos con Blake y Karl; era porque se trataba de gente muy peligrosa ¿No?
¿Entonces?
¿Cómo es que Tom logró hacerles frente, ganarse su respeto, y posicionarse como el «Jefe» de los Barrios Bajos?
Él había dado a entender que era una especie de bestia, pero, ¿Qué tan brutal?
Mi cabeza daba vueltas, me sentía mareado, al parecer, yo, no había pensado con profundidad la locura que iba a cometer.
– ¿Todo bien, Rubio?
– Te he dicho, no sé cuántas veces, que no me llames «Rubio»; tengo nombre, Joder.
– Ya, ya, ya, cálmate, Andy.
– Ni se te ocurra llamarme así de nuevo; sólo las personas cercanas a mí, me pueden decir de esa manera.
– Pero, ¿Acaso no soy cercana?
– No, no lo eres.
– Soy tú N-O-V-I-A, ¿Lo olvidas?
– Aun no llegamos a tú ciudad; así que no, no eres nada mío.
– ¡Dios! Qué aburrido eres.
– Lo soy, ¿No te jode?
– ¿Por qué eres tan amargado?
– A ti que te importa.
– ¿Por qué eres tan hostil? Es decir, yo no te he hecho nada.
Respira Andreas…
Respira…
Se trata de una mujer…
Aunque sea una hija de puta…
Es una mujer, a fin de cuentas.
– ¿Te haces la estúpida?
– ¿Qué?
– ¿Crees que no sé qué por tu culpa, Tom cayó en los Barrios Bajos?
– ¿Él te lo dijo?
– No, pero no necesito que lo haga, es evidente que fue de esa forma, y tu respuesta me lo confirma.
– Y-Yo no quería…
– ¿Qué? ¿Arruinarle la vida?
– Yo…
– Cuando Tom llegó a Stuttgart, nos dijo que había conocido una chica en un Centro Comercial y que le llevaba 6 años; todos, sin excepción alguna, le recomendamos que fuera precavido, es decir, ustedes, son de cuidado.
– ¿Les hablo de mí?
– Sí, pero poco sirvió, a fin de cuentas, tú le jodiste la existencia.
– No quise, en verdad.
– Tú palabra me vale; nada de lo que digas o hagas será suficiente para remendar la metida de pata que cometiste.
– Lo sé.
– Ni siquiera esto que estas por hacer; tú vida no vale, lo suficiente.
– Lo sé.
– ¿No sabes decir otra cosa?
– Bueno, es que, tienes la razón.
No sabía si ella me estaba tomando el pelo, o si en verdad se sentía responsable de lo sucedido con Tom…
Algo era seguro, y es que ella, continuaba enamorada de él; pero, eso no era razón para ser condescendiente…
– ¿Por qué lo llevaste allá?
– No lo hice.
– ¿Entonces? ¿Él llego por su cuenta? Ni estúpido que fuera.
– No, eso no fue lo que sucedió.
– Pues te escucho.
– No mencionaré detalles de lo que Tom hizo.
– No lo hagas.
– Bueno, desde que lo conocí, le oculte mi procedencia, es decir, sí él se enteraba de que yo venía del bajo mundo, quizás, se alejaría de mí; y era lo que menos quería.
– ¡Ja! Cómo se nota que no le conoces, él no juzga a nadie.
– Lo sé; entendí eso, mucho después.
– ¿Y?
– Como ya lo escuchaste, Karl es como un hermano mayor para mí; y él se enteró de que yo estaba saliendo con Tom; para él, un chico de los Barrios Altos, era como un insulto; su ira se desato cuando lo descubrió y lo llevo hasta allá.
– Bien, hasta ahí, lo entiendo, pero, ¿Por qué Tom se quedó en la zona restringida?
– Veras, Blake intervino para salvar a Tom.
– ¿De qué?
– Bueno, Karl iba a matarlo.
– ¿QUÉ?
– No grites.
– Ah, lo siento.
– Blake invento una historia en la que Tom supuestamente era su primo; lo hizo para que Karl no lo asesinara; y bueno, si Tom quería sobrevivir debía hacerlo creíble.
¡CLICK!
Lo entendí.
No necesitaba nada más; eso era lo único que requería para comprender el panorama completo…
¡Dios!
Ni siquiera puedo imaginarme las cosas que hizo para lograr escapar de allí. De razón, odia hablar al respecto, quizás, sus actos son demasiado inhumanos, y teme que nosotros le rechacemos o peor aún, le concedamos la rendición; cuando él aun no logra perdonarse.
¡Qué carga más pesada llevas en los hombros, mi hermano!
– Lo entiendo.
– ¿En serio?
– Si.
– Tom, tenía razón.
– ¿Sobre qué?
– Él me hablaba mucho de ustedes tres: Jake «El sabio», Rick «El histérico» y Andreas «El mentalista».
– ¿Mentalista?
– Si, Tom me decía que tenía un amigo que con sólo verlo a los ojos podía saber lo que sucedía; que al parecer, tenías un poder de deducción increíble; por eso, cuando él me dijo que iría contigo, no me opuse; si Tom confía en ti de esa manera, como para dejar en tus manos al amor de su vida; yo no tengo razones para hacer lo contrario ¿No lo crees?
Y ahora, con lo que Richelle había dicho; confirmé que en efecto, Tom si pensaba en nosotros, aun cuando no se contactaba. Como siempre, él con su complejo de «Justiciero»; cargando todo por su cuenta…
Él no iba a cambiar nunca.
Se trataba de Tom…
Aquel niño que a sus escasos 10 años, se interpuso ante esos matones, para impedir que me golpearan…
Jamás olvidaría la imagen de grandeza que represento su figura en frente de mí.
– ¿Puedo preguntarte algo?
– ¿Qué?
– ¿Estás enamorado de Tom?
– ¿Disculpa?
– Bueno, en mi mundo, lo que tú haces y como te comportas no puede ser considerado de otra manera.
– Pues te informo, que en mi mundo; a eso se le llama: Amistad.
– Claro…
– Jum.
– Venga, no quería hacerte sentir incómodo.
– Insinúas que soy gay, ¿Y no quieres hacerme sentir incomodo?
– Me preocupaba.
– ¿El qué?
– Que sería un desperdicio que un hombre como tú, fuera del otro bando.
No la vi venir…
Cuando menos lo pensé; ya estaba sobre mis labios…
Se movía con ansiedad, como si se hubiese contenido. Hizo que mis manos fueran hasta sus caderas y ella enrollo sus brazos en mi cuello…
Yo no reaccionaba, me tomo, por completo, con la guardia baja.
Richelle sabía justo lo que hacía…
Donde tocar y como moverse; pero, sólo minutos después, logré salir de ese trance, la solté e hice que se separara.
– ¿Qué pasa? ¿No fue bueno?
– Mira, condenada mujer del demonio; ni si te ocurra volver a hacer algo como eso.
– Empiezo a creer que de verdad, eres marica.
– Llámame como quieras, me vale lo que creas.
La mire de frente, me aproxime a su rostro y le dije:
– Me repudia que alguien como tú, me toque, ¿Te queda claro?
– Entonces, ¿Qué vamos a hacer al llegar, ah?
– Aún no hemos llegado, ese es el punto. Y mientras no tenga que fingir, prefiero abstenerme de tener cualquier clase de roce contigo.
– Como gustes, precioso.
¿Esta mujer no entendía español?
¿Se estaba haciendo la estúpida?
¿Qué carajos le pasaba por la cabeza?
¿Acaso no es evidente mi rechazo? ¿Por qué parece feliz por ello?
¡Dios! Creo que no entiendo para nada a las mujeres.
¡Qué criaturas más extrañas!
Eran las 3:00 am, la flota arribó y nosotros salimos del puerto; Richelle caminaba con tranquilidad, pero, yo no podía evitar estar nervioso; aunque andábamos por las calles de la zona alta, mi instinto me decía que nos encontrábamos en «STUTTGART» y eso era suficiente, para ponerme en sobre-aviso.
Richelle me tomó de la mano, y se pegó lo que más pudo a mí…
¡Maldición!
Al parecer, ella estaba gozando de esto. Llegamos a una especie de «Hotel», reservamos una habitación y…
Esperen…
¿UNA HABITACIÓN?
– Richelle.
– Dime, amor.
– Púdrete.
– Jajaja, ¿Qué pasa?
– ¿Por qué una habitación? No voy a compartir cama contigo.
– A ver Andreas, en verdad, lo estás haciendo todo muy difícil; se supone que somos pareja, ¿Por qué dormiríamos separados?
– Pero, ¿Quién se va a dar cuenta?
– Ok, déjame decirte algo; aquí, hasta el más pequeño de los detalles importa, ¿Entiendes? No sabemos si nos vigilan, pero, debemos suponer que lo hacen.
– Ummm.
– Además, puedes estar tranquilo, no voy a comerte.
Me quedé atónito ante esa confesión…
¿Acaso no conocía la vergüenza?
Había estado con mujeres algo atrevidas; pero ella…
¡Por Zeus! Qué no la toleraba…
Como de costumbre, empecé a quitarme la ropa; nunca dormía con pijama, siempre lo hacía en Boxers; mi mente no reparo en el hecho en que no me encontraba en Frankfurt, que esa no era mi habitación y que yo, no estaba solo.
Al instante, sentí que unas manos se pasearon por mi torso, y su delgada figura se acercó a mi espalda, sus labios hicieron contacto con mi piel, y yo…
– ¿Qué crees que haces?
– Disfruto de la vista.
– Richelle, apártate. ¿Te lo dije, no?
– Pero, ¿Qué hay de malo? Juro que no vas a arrepentirte, bueno, si me dejas dominar…
– ¿De qué carajos hablas?
– Jajaja, Dios, en verdad, eres jodidamente inocente; tan apetecible…
Me separe de inmediato, y ella comenzó a acercarse con lentitud hasta mí; su mirada era algo a considerar, de verdad, parecía que estuviese observando a su próxima presa…
¿Presa?
¡DIOS!
Para un hombre el ser acorralado por una mujer es algo vergonzoso, pero a mí, me vale madres; ella no sólo es mayor que yo, sino que tiene más experiencia y quizás fuerza, o sea, viene del bajo mundo ¿No?
¿Cómo me zafo de esto?
– ¿Por qué huyes? No voy a hacerte nada, lindo.
– Ok Richelle, tú ganas.
– ¿Si?
– Sí, me largo de esta habitación.
– ¿Qué? No Andy, espera.
– ¡NO ME LLAMES ASÍ!
– Ok, ok, perdón. Está bien, compartiremos la cama, pero, no haré nada.
– No te creo.
– No lo haré; si pasa algo, puedes irte a otra habitación, pero, por favor, quédate conmigo.
Su rostro reflejaba algo de verdad; no me parecía tierna ni me provocaba en lo absoluto; de hecho, ella era todo lo que yo no deseaba en una mujer; siempre había pensado, que la persona de la que me enamorara, debía ser, alguien muy genuino e inocente, para así, poder ser tan cariñoso como desee.
Le tome la palabra y procedí a colocarme unos pantalones de chándal; no iba a dormir semi-desnudo con una fiera al lado; nos acostamos y nos dimos la espalda…
En contados minutos, Richelle ya estaba dormida y yo agradecía eso. Ahora paso a comprender un poco más a las mujeres…
¡Qué fastidio es ser acosado!
Los rayos del sol, se colaron por la ventana; como pude, abrí mis ojos y me sentí un poco pesado, había logrado descansar a pesar de los «Ataques» de Richelle; pero, por alguna extraña razón, me sentía cansado.
Abrí mis ojos, y me encontré con el hecho de que aquella pantera feroz, estaba encima de mí, observándome con detenimiento…
¡Maldición!
– ¿Puedo saber qué haces?
– Te observo.
– Creo que no fui muy claro: ¡QUÍTATE DE ENCIMA!
– Ya voy.
Ella se hizo a un lado y yo, me levante. Fui directo al baño, cuando terminé de tomar la ducha; salí de allí a buscar la ropa y sentía esa mirada penetrante sobre mí…
– ¿Qué coños quieres?
– Verte así, con sólo una toalla en la cintura, y el cabello mojado, tú cuerpo bañado por esas gotas que se resbalan en cada una de las líneas de tú torso; en verdad, me resulta terriblemente excitante.
¡No lo podía creer!
Estaba loca.
¿Acaso no había sido claro?
Tomé mi ropa, fui de nuevo al baño, me vestí y salí de allí; luego, Richelle ingreso, se tomó su tiempo y termino. Vi que abrió la puerta, llevaba sólo la toalla y yo rogaba que no fuera a intentar algo; porque, la carne es débil, demasiado, diría yo.
Ella fue hasta su equipaje, tomó algo de ropa e ingreso de nuevo; mientras la esperaba, me acosté en la cama, cerré mis ojos y empecé a pensar; o bueno, eso intenté, porque en contados segundos, la tenía encima de mí.
Richelle se sentó sobre mí, y quedamos a escasos centímetros; me percaté de que ella, sólo tenía puesta su ropa interior…
Había que reconocérselo…
¡Tenía un cuerpo de infarto!
Cada parte de su ser, encajaba con perfección…
– ¿Te gusta lo que ves?
No le contesté, no puede hacerlo…
– No te limites a ver, tócame.
Ante esa voz tan seductora y esa cercanía; vi que ella llevo una de mis manos hasta su pecho; Richelle comenzó a soltar pequeños gemidos y sentí como su lengua se aproximó a mi oreja…
– ¡Quítate!
– Andreas.
– Que te quites de encima.
– Pero…
– Nada, mujer. ¿Cómo tengo que decírtelo? No quiero estar contigo, punto.
– Eres un marica.
– Si y rematado. ¿No te jode?
– Que desperdicio…
– Si, si, lo que digas; mejor apúrate, tenemos que dar con Bill.
– Está bien.
Richelle termino de vestirse (Al fin), bajamos a desayunar, y salimos del hotel; mientras caminábamos, la tomé de la mano y ella reaccionó de una forma que no me lo esperaba…
¿Se había sonrojado?
Trate de no prestar mucha atención…
En el trayecto, Richelle comenzó a mencionarme los lugares que frecuentaba, la bodega de Kong, las tiendas de control, los vendedores, todo, en resumen.
Tenía que admitir, que la parte alta de la ciudad, era realmente hermosa; me resultaba imposible creer que había otro sector completamente diferente a este.
Empezamos a descender, y las estructuras pasaron de ser esplendidas, a opacas…
Como auto-reflejo, apreté un poco la mano de Richelle y ella sólo dijo:
– Ten calma, nada va a suceder.
Decidí confiar en sus palabras, continuamos adentrándonos y la perspectiva sí que dio un vuelco radical. El panorama era desolador, las calles, la basura, los desechos, los animales, los niños, la gente en sí, parecían ajenos a la realidad; había un aroma penetrante que me recordaba a los pozos sépticos que alguna vez visite en mi carrera…
En verdad, a eso no se lo podía llamar: Ciudad.
Los barrios bajos eran simplemente, un infierno terrenal.
Richelle comenzó a caminar más rápido, como si algo estuviese sucediendo; le seguí el paso y ella parecía estar muy alerta; paramos enfrente de una fachada horrorosa y sin preguntarlo, subió los escalones, tocó la puerta y espero…
Contados segundos después, lo conocí.
Su aspecto era temible, esa cicatriz en el rostro, y la sangre que cubría su ropa, me dejaron petrificado…
¡Dios, que no sea de Bill!
El tipo parecía un carnicero, alguien dispuesto a todo; su aura era demasiado oscura…
Sentía que todo mi ser se paralizaba; estaba aterrado por el hombre que tenía en frente…
No podía ser otro…
Se trataba de Karl.
Él se quedó quieto por un momento, y cuando reaccionó; vi que tomo a Richelle de la muñeca, y la abrazó:
– Richelle…
– Es bueno verte de nuevo, Karl.
– ¿Dónde estabas?
– Te lo contaré luego, pero, primero, deja que te lo presente.
¡Oh, Dios!
Llegó el momento…
De esto depende todo.
– Él es Andreas, mi novio, he estado con él durante los últimos cuatro años.
Ese hombre, dio un paso al frente y se quedó observándome con detenimiento; no sabía cómo, pero por alguna razón, mis pulsaciones eran bajas, no me notaba alterado; por el contrario, mi actitud era serena…
– ¿De dónde eres?
– Del Bronx.
Aquel hombre abrió los ojos en sorpresa, y luego, puso su mano en el hombro y dijo:
– Así que eres uno de los nuestros.
Sólo asentí en respuesta…
Richelle me hizo un gesto de aprobación, como si me hubiese dicho:
– Pasaste la prueba.
Ingresamos a ese lugar, por no llamarlo, «Pocilga»; había un tipo tirado en el piso, reventado a más no poder; a su lado, un negro enorme de 2 metros y a escasa distancia de él…
¡Gracias al cielo!
Él estaba vivo.
Bill se encontraba de rodillas en el piso; su rostro demostraba algo de alivio y yo rogaba que él no corriera hasta mí, necesitaba que me ignorara, así que, rompí el silencio:
– ¿Te divertías?
– Bueno si, llegaron en mal momento ¿Saben? Estaba resolviendo unos asuntos…
– Karl, ¿Qué hace Blake en el suelo?
¿BLAKE?
¿ERA ESE BLAKE?
El tipo que estaba medio muerto en ese suelo, era el responsable de la muerte de Jake…
Sí él estaba inmovilizado, de verdad, sólo podía rogar por el amparo de Dios…
Bill me observaba, sentía su mirada sobre mí; debía encontrar la forma de acercarme y decirle que todo estaba bien, pero que por ningún motivo, podía revelar nuestra relación.
– ¿Y aquella chica?
– Jajaja, ¿Te has confundido también? No Andreas, no es una mujer, es un hombre.
– ¡Ja! Ni de coña.
– Pues créelo, acércate y míralo bien.
¡BINGO!
Había logrado la cercanía que necesitaba; me incliné un poco y en un susurro casi inaudible le dije:
– No me delates.
Él pareció entenderme, y yo, me levante de nuevo.
– ¿No es travestí?
– Jajaja, yo pensé lo mismo, pero no.
– Entonces, ¿Quién es, Karl?
– Richelle, deberías sentirte complacida.
– ¿Por qué?
– Ese chico es la pareja actual de tú adorado Tom.
– ¿QUÉ?
– Si, te lo dije ¿No? Tom era un marica reprimido, pero no me creíste.
– Tom no es gay.
– Lo es, Bill es la prueba de eso.
– Así que, se llama Bill…
Richelle dio unos pasos hasta él, con una pose muy amenazante, lo tomó del cabello y sacudiéndolo un poco, se acercó a su oído, y le dijo algo; Karl se reía de la situación, él pensaba que ella lo estaba amenazando o algo así…
– ¿Y bien Richelle? ¿Quieres que te lo deje a ti?
¿Tan simple como eso?
– No, gracias. No me voy a ensuciar las manos con su pureza, apesta a inocencia.
– Oh, parece que aprendiste.
– Si, además, tengo a Andy.
Ella vino a mí, y acercó sus labios; fue un roce pequeño, pero, más que diciente…
– Ok, estas de suerte, porque tu novio, me ha caído bien. Black, preséntate.
Aquel negro de 2 metros, se acercó, primero saludo a Richelle y luego me tendió la mano; parecía algo más educado que Karl.
– ¿Qué piensas hacer con Blake?
– Lo dejaré allí, si mañana que venga, él no se encuentra por aquí, le perdonare la vida. A fin de cuentas, el maneja el negocio, tiene los contactos, no puedo asesinarlo tan rápido.
– ¿Y ese muñeco?
– Me lo llevaré.
– ¿A dónde?
– Por ahí…
¡Dios!
¿Por qué carajos Richelle no había aceptado vengarse?
Así tendríamos a Bill a salvo.
– Pensándolo mejor.
– ¿Qué?
– Me quiero divertir con él.
– ¿Si?
– Bueno, no lo asesinaré, pero, hasta que su amado llegue, podría jugar un poco. ¿No lo crees, Andy?
– Si, sería divertido. Necesitamos alivianar cargas.
– Vaya, parece que te conseguiste a alguien similar a ti.
– Si.
– Bien, puedes llevártelo. Oh, espera, ¿Dónde se están quedando?
– En un hotel de la parte alta, no quería levantar sospechas ni soportar ataques hasta que viniera a ti.
– Bien pensado, pero, quiero que se vengan para acá; te dejaré la casa que era de Tom, ¿Bien?
– Bien.
Richelle se fue con Black hasta el hotel a traer las maletas; yo, me quede allí con Karl, charlando de todo; me pregunto cada una de las cosas que Tom me advirtió; veía a Bill de reojo y a Blake completamente inmóvil.
A Karl parecía no importarle nada; se reía de mis ocurrencias y anécdotas…
Por lo menos, logré pasar desapercibido.
Pasada la hora, Richelle regresó y partimos hacia el otro extremo de la calle; describir el lugar era algo difícil; si el anterior era una pocilga, éste en verdad, no tenía clasificación.
Richelle llevaba a Bill del cabello; casi que lo arrastraba por todo el camino; y aunque era actuado, no podía verlo así…
Entramos y el panorama no mejoro; soltamos las maletas. Richelle se despidió de Black y cerró la puerta. Y cuando me cercioré de que nadie nos vería, corrí hasta Bill y lo abracé con fuerza…
Él empezó a llorar, parecía no detenerse…
Temblaba por completo; trataba de entender su sufrimiento pero me era imposible…
– Ya, todo está bien, Bill…
– Andy…
– Shhh, tranquilo, no pasa nada.
– ¿Qué haces aquí?
– ¿Tú que crees?
– Pero, ¿Cómo lo sabias?
– ¿Te olvidas de mi sexto sentido?
– Ummm.
– No hay nada de qué preocuparse, tú amo jamás te abandonaría.
– ¿Qué?
Al ver su reacción, entendí que para Bill; Tom estaba muerto, quise reconfortarlo y le solté la bomba:
– Tom está vivo.
Continúa…
Gracias por la visita.