Long-Fic TOLL escrito por MizukyChan
«INCUBUS» Capítulo 32
La mente de Tom se hallaba sumamente atormentada por la visión que se presentaba ante él. El cuerpo sin vida de su reciente esposo con su pequeña bebé sobre él. Sin tener el valor necesario para enfrentar la situación, sólo yacía allí, en el suelo, con los ojos completamente anegados en lágrimas, mirando la belleza de aquel ser que le hizo conocer el amor.
—Bill… —Gimió adolorido, sintiendo recién en su cuerpo los estragos ocasionados por los fuertes e inhumanos golpes provenientes de “su padre”— ¿Por qué? —Sollozó, sin poder decir otra cosa.
A duras penas, levantó sus manos para remover las estorbosas lágrimas que le impedía contemplar a su amado. Hasta que el ligero movimiento del bulto en el cuerpo de su esposo le hizo arrugar el ceño y ver mejor.
Un pequeño ruido le hizo confirmar sus dudas. Con rapidez caminó hacia Bill y tomó el cuerpecito de la bebé en sus manos, sintiendo como ella se removía buscando más contacto.
—Eli… —susurró, sintiendo como nuevamente sus ojos se anegaban—. Papi Bill ha… papi Bill se ha ido al cielo —Su voz rota por el dolor, fue consolada por la pequeña sonrisa de su hija. El trenzado la aferró a su pecho y siguió llorando—. Esto no puede ser verdad, esto no puede estar pasando.
Acunó a la niña con cuidado hasta que le sintió dormir. La llevó a su cunita y regresó a la sala sólo para comprobar una vez más sus peores pesadillas. Sin poder resistirlo, abrazó el cuerpo sin vida del pelinegro con una fuerza indescriptible.
—¡No! —Gritó y enterró su rostro en el cuello del otro, aspirando por última vez el aroma tan característico de su pequeño. Casi podía sentir las manos de Bill rodeándole para consolarlo, pero era sólo su imaginación. Por un momento, pudo sentir el calor de su mano en su mejilla y susurró— Bill…
Luego nada, estaba solo de nuevo. Sintió como su corazón, se partía en mil pequeños pedazos y sintió que nada volvería a tener sentido jamás.
Pensó en quitarse la vida, pero luego recordó a su hija, Elizabeth, el fruto del amor entre él y el pelinegro. No podría dejarla sola en el mundo, una pequeña indefensa, sobre todo sabiendo que “su padre” podría volver a intentar separarla de él y llevarla al infierno. Y eso, era absolutamente… intolerable. No podía dejar que eso pasara, no cuando Bill había dado su vida para protegerla.
—¿Por qué no fui yo? ¿Por qué no morí yo?
—Porque tú eres más fuertes —Juró que escuchó la voz de su pelinegro hablándole, pero eso era imposible.
El dolor en su pecho era cada vez más intolerable, era como si parte de él hubiera muerto también, y el resto de su cuerpo se negara a seguir funcionando sin lo que le faltaba.
—¡Ay! —Se quejó, sobre el cuerpo de su esposo—. No quiero estar sin ti.
De pronto fuertes emociones negativas llegaron a su mente. Destruir al diablo por haber matado a su Bill, pero luego se acordó de la promesa que había hecho en la iglesia y emitió toda su furia hacia el cielo.
—¡Es tu culpa! ¡Tú lo dejaste morir! —Gritó con rabia y lágrimas en los ojos—. Yo te creí, creí que nos cuidarías… ¡Te odio! —Repitió con más enojo cada vez, sus ojos rápidamente tomando la tonalidad rojiza de sus estados iracundos. Y la voz malvada de su mente Incubus le habló suavemente.
—Es cierto, el gran padre del cielo, fue incapaz de proteger a Bill, pese a todo lo bueno que él había sido en su vida —El trenzado sólo escuchó, no sabía quién le decía eso, pero estaba de acuerdo—. Tienes que vengarlo Tom, debes hacerlo por Bill.
—Bill no querría tal cosa —expresó, reflexionando en el carácter tranquilo de su pequeño.
—No se trata de que él no lo quisiera, Tom, él no deseaba morir, él quería vivir y ser feliz con su hija, y ahora te lo han arrebatado, Tom, Dios se lo ha llevado al cielo, porque estaba celoso de ti ¿Cómo un Incubus haría feliz a su preciado ángel? Prefirió llevárselo para follarlo él mismo, que dejar que tú le dieras guerra cada noche, demonio —murmuró la malévola voz, sembrando cizaña.
—¡No! —Gritó el trenzado a la nada, pues no había nadie con él, sólo el cuerpo sin vida de su pelinegro.
—Admítelo, Tom, te lo quitó y le importó un soberano comino tu famosa promesa en la iglesia, al final Dios es igual que el diablo, seres tan poderosos que hacen lo que les viene en gana —Siguió desquiciando la mente ya perturbada del chico.
—¡Déjame, maldición! —Volvió a gritar a nadie en particular— ¡¿Quién rayos eres tú?!
—Yo soy quien ve todo, Tom, yo soy omnisciente, todo lo sé.
—Eso no es cierto, sólo Dios es así —Reclamó el demonio, aumentando el rojo de sus ojos.
—¿Aún sigues creyendo eso? ¿No me has escuchado? Él te odia, Tom, por eso te quitó a Bill.
—Él no fue, fue mi padre.
—¿Acaso no habías cambiado de padre? —afirmó con una voz irónica— ¿No era Dios tu nuevo padre?
—Sí —dijo tan sólo en un susurro.
—¿Lo ves? Fue él quien te traicionó. Debes vengarte. Debes hacerlo por Bill.
—¿Cómo?
—Así como él te quitó a tu ángel, quítale a los suyos.
—Si los mato, ellos subirán al cielo de todas formas —respondió el trenzado.
—Eres un Incubus, mánchalos y luego destrúyelos, así jamás regresarán a su paraíso —La voz soltó una risa que hizo estremecer a Tom— ¡Hazlo!
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La mente de Tom corría a toda velocidad, todas las palabras dichas por aquel ser eran ciertas, o al menos dentro de su dolor tenían sentido. Tenía los puños apretados y sintió que el cuerpo en sus brazos estaba rígido y frío y luego la realidad lo golpeó con fuerzas. Bill estaba muerto. Dios se lo había llevado y ahora estaba solo. Nada tenía sentido. Pero se vengaría.
Con sumo cuidado dejó el cuerpo completamente acostado en el sofá y besó los labios fríos, una última vez. Sus ojos rojos, chispearon con furia y chasqueó sus dedos. Rápidamente, un arma apareció entre sus dedos.
—Te vengaré, amor mío —comentó con seguridad. Estaba a punto de desaparecer, cuando el llanto de la bebé estalló en toda la casa—. Elizabeth —susurró y fue en dirección de su pieza. Se acercó a la cuna y la vio. Con mucho cuidado la cogió en brazos y pudo distinguir la pequeña y perfilada nariz de Bill en sus facciones, no pudo reprimir una sonrisa—. Hola nena.
—Aguu —Se oyó el balbuceo de la niña y no pudo menos que ampliar su sonrisa— Aguu —repitió ella, como alentando la risa de su papá. Los ojos del trenzado dejaron de tener ese fulgor maligno para retomar su tonalidad achocolatada, aquella que Bill tanto amaba.
—Mi linda princesa, no te preocupes, papá está aquí —Los ojos de la niña brillaron con un dorado enceguecedor y el pelinegro apareció en la habitación, dejando al trenzado estupefacto—. Bill…
—Tomi —Fue la respuesta del moreno con una suave sonrisa. Estaba en el otro extremo de la habitación, pero lo suficientemente cerca como para sentir el calor de su pareja.
—Pero tú estás…
—Muerto, así es.
—Llévame… llévanos —Pidió casi suplicante.
—No puedo, sabes que no. Quiero que vivas, Tomi, que cuides a Eli lo mejor que puedas, ella debe estar allí, lo sabes —agregó el menor suavemente, sin dejar de sonreír.
—No puedo… no podré sin ti, justo ahora estuve a punto de… —Bajó la mirada y sintió una punzada de dolor y arrepentimiento en el pecho.
—Lo sé, por eso Eli me permitió venir. Ella es un canal de lo divino en la tierra, Tomi, debes cuidarla, protegerla del mal, protegerla de sus instintos súcubus —El trenzado quiso acercarse, pero Bill alzó la mano para detenerle—. No puedes tocarme, Tomi, aún no, debes esperar hasta que nos volvamos a reunir.
—Me mataré entonces —Advirtió con absoluta seguridad en su voz.
—Si lo haces, seremos nuevamente separados y… para siempre. —afirmó el pelinegro, con tristeza.
—Pero Bill —Quiso reclamar, cual niño pequeño—. Esto es tan… injusto.
—Es sólo una prueba Tomi, debes pasarla, debes despertar, debes comprender —dijo con suavidad, mientras su figura era envuelta por un halo de luz y luego desapareció por completo.
—¡Bill! —Le llamó espantado— ¿Una prueba?
Su mente quedó suspendida en el aire con esa pregunta en mente… “despertar” repitió una y otra vez.
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Tras darle un fuerte calmante al pelinegro, los G’s decidieron retirarse, por el momento, no había nada que ellos pudieran hacer, dadas las demasiado extrañas circunstancias en las que sus amigos estaban rodeados.
Katrina y los hermanos Incubus pensaron de la misma forma y se retiraron a sus diferentes lugares, en busca de posibles soluciones para aliviar la amnesia de Bill y despertar de “la ilusión” a Tom.
Los padres del pelinegro optaron por quedarse en la sala y velar por sus hijos, ya que tanto Jorg como su esposa, habían adoptado a Tom como parte de la familia.
Bill dormía profundamente presa del medicamento que le suministraron, pero su mente navegaba sobre infinidad de cosas. Pero una y otra vez, la voz viril de aquel chico a su lado le hacía estremecer, de pronto abrió los ojos al sentir que la cama se movía a su lado.
—¿Tom? —preguntó girando, para verle mejor, pues ya había anochecido y todo estaba en penumbras. Se asustó al ver los ojos del chico completamente abiertos, pero él parecía no mostrar ninguna reacción. Movido por la curiosidad, se acercó al trenzado y prácticamente estaba sobre él, vio sus ojos con temor… eran rojos— ¿Por qué? —Se preguntó y al ver que no daba señales de vida, puso su mano sobre los ojos del chico y los volvió a cerrar.
—Bill… —Sintió nuevamente el susurro de esa voz tan profunda y maravillosa, no pudo evitar morderse el labio y se volvió a acercar a él.
—¿Por qué me llamas?
—Bill… —Sin pensar en nada más, el pelinegro acercó su rostro lentamente sobre el chico en la cama y unió sus labios con suavidad.
Sintió su rostro arder por completo. Jamás en la vida había hecho algo tan atrevido antes. Sintió la vergüenza y retrocedió, pero se sorprendió cuando notó que el rostro del chico a su lado mostraba una dulce sonrisa. No pudo evitar sonreír también y volvió a recostarse, pero esta vez se volvió hacia el cuerpo del trenzado y pasó su brazo por la cintura de él, cayendo luego en un sueño tranquilo, sin dolor, ni pesar.
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Al despertar, Bill sintió que su cuerpo estaba completamente relajado, ya no había rastro del dolor del día anterior, pero también notó un peso sobre su cuerpo y al atreverse a abrir los ojos, descubrió al chico “Tom”, viéndole con una gran sonrisa en el rostro y con sus manos rodeándole con firmeza y posesión.
—Buenos días —dijo simplemente. El pelinegro espantado, salió de su agarre y recordó que su padre estaba cerca y él estaba abrazado de un hombre y sin pensarlo, soltó un grito.
—¡Ah! —El ruido alertó a los padres del menor, quienes llegaron de inmediato a la habitación, sorprendiéndose de encontrar a Tom despierto y con una cara de confusión en el rostro, tratando de acercarse a Bill y siendo rechazado por este.
—¿Qué pasa, Bill? —cuestionó, sumamente preocupado.
—¿Qué te pasa a ti? —respondió el chico con ironía—. No puedes llegar y tratarme así.
—¿Así cómo?
—Ehmm Tom —llamó Jorg desde la puerta—, creo que tengo que hablar contigo.
—¿Ahora?
—Sí —El trenzado dejó la habitación y fue tras el obispo, con ganas de recibir una buena explicación.
—¿Qué le pasa a Bill? —Fue lo primero que salió de la boca de Tom al llegar al sofá, donde justamente él había dejado el cuerpo de su amado en su horrible ilusión.
—Él no te recuerda, Tom —explicó sinceramente el adulto, dejando al demonio con la mandíbula en el suelo.
—¿Qué? —Fue lo único que pudo pronunciar.
—Ayer… fueron atacados por…
—Mi padre, lo recuerdo, me atacó y me dejó en una especie de trance —relató el chico, recordando con dolor sus pasados momentos.
—Bill también fue atacado —El trenzado se impactó aún más.
—¿Está herido?
—No, vino Katrina y nos dijo que por ser humano a él le afectó de manera diferente. No te recuerda, Tom —comentó, tratando de sonar calmado, pero notando el temblor en las manos del chico.
—¿Perdió la memoria?
—No, es tan simple. Es sólo contigo, no te recuerda a ti —Tom se llevó las manos al rostro y dio un suspiro prolongado, tratando de pasar el nudo en su garganta.
—No sé qué será peor —articuló suavemente.
—Tendrás que tratarlo con cuidado, él es como era antes de conocerte ¿Me entiendes? —Tom le miró confundido—. No es gay.
—¿Qué debo hacer? —pidió angustiado.
—Sólo esperemos a Luka y a los demás, ellos nos dirán algo.
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Como escuchando el despertar de sus padres, la pequeña Elizabeth lloró con fuerzas, para ser atendida. Tom corrió en dirección al llanto y tomó a la bebé en sus brazos.
—Hola cielo, papá está aquí —dijo besando con suavidad su mejilla—. Gracias hija —Depositó otro beso allí, sabiendo que de no ser por ella, jamás habría despertado de “la ilusión”—. Déjame cambiarte por algo más lindo.
Puso a la niña en el pequeño mueble y procedió a quitarle el pañal sucio y limpiarla con cuidado, desde la puerta el pelinegro observaba con atención el cuidado y dedicación que tenía el trenzado con la bebé.
—¿Es tu hija? —preguntó, sin poder creer que el chico guapo tuviera una hija, lo que significaba, que también tendría una esposa, sintió con su estómago se apretaba.
—Lo es, es tan hermosa como…
—Su madre —Finalizó el chico. Tom sabía que si no lo recordaba, entonces tampoco sabría nada de su propia bebé y asintió— ¿Dónde está ella?
—Ausente —respondió el trenzado, con una sonrisa triste—, pero volverá.
—¿Te dejó? —El pelinegro no podía creer que alguien pudiera dejar a un hombre tan guapo, sexy y tierno como aquel.
—Algo así —contestó el trenzado, volviendo su atención a la pequeña, que sonreía y balbuceaba.
—¿Cómo así?
—Ella sólo necesita tiempo, luego volverá a mí.
—¿La amas?
—Más que a nada en la vida… bueno… con excepción de Elizabeth —Terminó de curar su ombliguito y le puso un trajecito rosa pastel.
—Ese color es mi favorito —comentó el pelinegro, acercándose para tomar a la niña, Tom lo dejó y sonrió.
—Lo sé, tú lo compraste —Se le escapó.
—¿A sí?
—Vives conmigo, eres mi mejor amigo, y siempre compras las cosas de la niña, en eso, tienes mejor gusto que yo, la moda es lo tuyo —afirmó, tratando de actuar cómodo frente a Bill y reprimiendo sus ganas de abrazarlo y plantarle un beso.
De pronto sintió como el pelinegro lo deseaba, pero se reprimía, elevando su aroma de castidad. Cosa que hizo salivar Tom, tuvo hambre y apretó los dientes.
—Oh, Tom ¿Sabes qué me pasó?
—Al parecer ambos nos caímos y nos golpeamos la cabeza, o eso me dijo tu padre —Mintió el mayor.
—¿Tom?
—Dime.
—¿Por qué me abrazaste esta mañana? —preguntó el moreno, con las mejillas sonrojadas.
—Siempre lo hago, ya te dije, somos buenos amigos —Bill dudó ante este comentario, esperando recibir alguna otra contestación, pero volvió su vista a la bebé.
—Chicos, a desayunar —Fue la voz de la madre de Bill quien los desconcentró y ambos fueron a la cocina.
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Estuvieron conversando lo más normal que pudieron hasta que Jorg dio la noticia que Bill no quería escuchar.
—Ahora que Tom está bien, nosotros nos iremos.
—¿Tan pronto? —Se quejó el pelinegro, sonando un tanto aterrado y es que lo estaba, se sentía inquieto ante la presencia del trenzado, no por lo que el chico hiciera, sino por sus pensamientos.
«¿Cómo es que terminé viviendo con un hombre tan guapo sintiéndome de esta manera? Creo que en cualquier momento, le saltaré encima» Se dijo mentalmente.
—Tranquilo, Bill, Tom te cuidará, siempre lo ha hecho —Le aseguró su madre, comprendiendo internamente que Bill se sentía atraído por Tom, aun sin recordarlo, no pudo evitar sonreír.
Se despidieron de los chicos y de la bebé y se fueron tranquilos.
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Bill en cambió, se fue a encerrar a su habitación. El gran problema, es que ese departamento pese a ser tan grande sólo tenía dos habitaciones, una era la que ellos compartían y la otra, la que adaptaron para Elizabeth.
—¿Tom? —Le llamó con un grito estando frente al armario.
—¿Qué ocurre? —preguntó comprendiendo el problema.
—¿Nosotros?
—Compartimos habitación —explicó lo más tranquilo que pudo, pero sintiendo sus mejillas arder.
—Mmm yo… no entiendo…. ¿Y tú mujer?
—Ella no está —dijo obviamente, Bill resopló—. Y el otro cuarto lo ocupa Eli.
—Buscaré un departamento para no molestarte, Tom —susurró, bajando la mirada.
—¿Por qué? Nunca te ha importado antes, además tú me ayudas a cuidar a Eli, ella te adora, no nos dejes, Bill, por favor —pidió tan rápido y desesperado que el pelinegro se sintió sumamente conmovido y el dolor a su cabeza regresó.
—¡Ay! —Gimió. El trenzado fue de inmediato a su lado y le abrazó.
—¿Qué te duele?
—Es mi cabeza.
—Sólo relájate —Hizo círculo en su espalda y dejó a Bill reposar en su pecho hasta que se calmó.
—Gracias —dijo en un susurro, realmente no queriendo salir de allí.
«Las cosas mejorarán» Pensó Tom sintiendo al menor relajado en sus brazos. Sólo tendré que conquistarte de nuevo, se dijo a sí mismo con una sonrisa traviesa en el rostro.
& Continuará &
Bueno chicas, ya uno terminó con su prueba, ahora sólo nos queda Billito, pero como dijo Tomi, si lo vuelve a conquistar, puede que la amnesia se disipe ¿Quién sabe? Todo puede suceder en los últimos capítulos de Incubus. Muchos cariños y no olviden comentar.