Medida publicitaria 10

Fic TWC de LadyScriptois

Realidad 4

Tom llegó agotado a las diez de la mañana. Se encontraba un poco aturdido por todo lo vivido, por la declaración de hace horas, por Bill derramando lágrimas, por las luces de colores del club al que fue, por los cientos de tragos y por Sofía, la chica de que trabajaba en el hotel. Solo quería ducharse y dormir hasta caer en la inconciencia. Solo quería recuperar fuerzas para poder enfrentar lo que le esperaba con su hermano.

Comenzó a desvestirse desde que llegó al bungalow, dejando sus zapatillas en la entrada y su camisa en un mueble de la sala, se dirigió al baño de su habitación sin molestarse en encender las luces, quería sacar de su cuerpo el olor a cigarrillo, a alcohol y del perfume de aquella rubia.

El rastudo despertó casi a la hora de la cena y, luego de fijarse en lo que marcaba el reloj, lo primero en lo que pensó fue en Bill. Él durmió casi todo el día. ¿Qué estuvo haciendo su hermano?

Tomó una ducha rápida y vistió un pantalón deportivo sin molestarse en colocarse alguna camiseta, y luego salió de la habitación. Todo estaba silencioso, todo exactamente como lo había estado cuando llegó, exceptuando por sus zapatillas que no estaban en la entrada y tampoco su camisa en el sofá. Se acercó a la habitación de Bill y para su sorpresa la puerta estaba abierta de par en par, permitiéndole ver la cama totalmente hecha. ¿Dónde estaba su gemelo?

Buscó su celular y lo llamó esperando que le respondiera. En esos momentos no temía enfrentarse al pelinegro, solo quería saber dónde se encontraba. Los bip lo estaban haciendo desesperar, pero fue más desesperante el escuchar como el celular del menor sonaba en la sala junto a su bolso. Se encaminó a las afueras esperando encontrarlo como la otra vez, pero tampoco estaba. No sabía dónde buscar. Su hermano no saldría sin celular o sin su bolso. Luego su vista se enfocó en el camino de arbustos que lo encaminaba a playa privada. Lo recorrió y vio en la lejanía lo que le hizo suspirar aliviado.

Bill estaba sentado en la arena de la playa, sus blanquecinas piernas las tenía acurrucada contra su pecho y sus rodillas servían de apoyo para su mentón, mientras eran mojadas por las lágrimas que hacían un recorrido desde sus ojos, pasando por sus mejillas y humedeciendo los diminutos granos de la superficie. El viento frío bailaba con su larga cabellera negra y los rayos del sol le abandonaron hace mucho tiempo, mientras calmó sus sollozos, pero no pudo con aquellas gotitas de dolor que abandonaban su lagrimar silenciosamente.

No tenía ganas de mucho, hace horas que estaba sentado en el mismo lugar y, aunque no probaba bocado desde ayer en la tarde, no tenía apetito, solo sentía envidia de las aguas que se mostraban tan calmadas. Él quería esa calma en su corazón, esa calma con Tom, la misma calma en todo. No sabía dónde estuvo la falla, en aceptar la medida publicitaria, en haberse enamorado de su hermano o sencillamente en querer mostrar un amor verdadero.

Sintió a alguien sentarse a su lado. Sabía quién era, pero continuó en su misma posición, sin despejar su mirada del agua que empezaba a ser iluminada por la luna y sin emitir sonido alguno.

Los gemelos nunca habían estado tan cerca, pero al mismo tiempo tan distantes y Tom simplemente no despegaba su vista del rostro de su gemelo que se veía tan hermoso y al mismo tiempo tan triste y ausente.

— Empieza a hacer frío.− intentó romper el hielo el mayor. — ¿Quieres entrar? – le preguntó, luego de varios minutos de tortuoso silencio, y preocupado por el menor.

En respuesta Bill se puso de pie y tomó rumbo al bungalow. Tom hizo lo mismo y siguió el lento paso de su hermano.

Al llegar el menor se dirigió inmediatamente a su habitación. El rastudo se sintió culpable, y era frustrante por que se suponía que el rechazado era él.

Tom nunca fue bueno interpretando las acciones, el necesitaba todo totalmente claro para entender. Bill pidió que terminaran las sesiones y él lo tomó como se veía: Bill lo rechazaba, fin. Luego su hermano se mostraba como si nada ocurrió y seguía demostrándole que lo quería, el rastudo no podía entender y se enojaba. Sin embargo no todo terminaba ahí, le decía a su hermano que lo amaba, pero que lo olvidaría, y el solo esperaba que Bill entendiera porque creía era lo que el mismo pelinegro quería, pero parecía que no era así. Si su hermano no lo amaba, entonces ¿Qué tenía de malo lo que hacía?

El dueño de sus pensamientos entró a la estancia totalmente bañado, su acostumbrado delicioso olor dejaba su rastro por donde pasaba, y cambiado con un corto short y una sudadera negra que le quedaba holgada y hacia un hermoso contraste con su piel. Su rostro estaba ligeramente maquillado, Tom supo que era para intentar disimular que estuvo llorando y se sintió agobiado. Bill no solía ocultarle muchas cosas.

Siempre tuvo una admiración por la belleza de su hermano, la cual en los últimos meses parecía cautivarle poderosamente. No sabía si era porque era tan prohibido, pero cuando dijo que lo deseaba de una manera casi incontrolable, no mentía. Y no era simplemente un deseo carnal, era en todo los sentidos, lo deseaba con él, deseaba amarlo y protegerlo.

Bill tomó asiento en el cómodo sofá de la sala y encendió el televisor. Quería distraerse e intentar no concentrarse en la insistente mirada de su hermano sobre él.

— ¿Hasta cuándo me ignoraras? – le preguntó el de rastas.

— No lo hago.− le respondió, cambiando el televisor y Tom bufó. — Esta tarde llevé la ropa a la lavandería.− le informó, aun con la mirada perdida en lo que le mostraba la inmensa pantalla. — Harán cargos extras. Parece que el labial de la chica no será fácil de quitar de la camisa que usaste ayer. – intentó decir con indiferencia.

Esa era la razón del comportamiento de Bill.

Tom le dijo que lo amaba, que lo deseaba, y lo vio marcharse. El simplemente se quedó ahí, impactado por que su hermano lo amaba y más arrepentido que nunca porque lo estaba perdiendo. El ambiente tropical lo sintió tétrico, pero lo que realmente se encontraba así era su corazón. ¿Y si Tom realmente estaba decidido a olvidar lo que sentía por él? Ahora que sabía que su hermano también lo amaba, no quería que la situación fuera así. Quería que Tom lo siguiera amando.

Despertó decidido a hacer algo por ese amor. Vio la ropa tirada de Tom y, como aun dormía, optó llevar todas las prendas usadas a la lavandería del hotel, mientras esperaba que su gemelo despertara y poder confesarle lo arrepentido que estaba y pedirle que por favor no se olvidara de él.

Y ahí fue cuando notó, que al igual que él, Tom también estaba decidió en algo. Olvidarlo.

— Gracias.− fue lo único que pudo decir. — ¿Qué quieres cenar? − preguntó para aminorar la tensión que se formó en el ambiente.

— Lo que sea está bien.− dijo apagando el televisor. — Estaré afuera.− le informó.

— Hace frío. ¿Por qué no te quedas? – propuso intentando que no se marchara.

Lo pensaba, lo admitía y lo aceptaba. Era patético y masoquista, pero lo era por Bill.

— Avísame cuando llegue la comida. – le pidió.

— Pero…

No alcanzó a replicar cuando Bill atravesó el gran ventanal. Tomó el teléfono y sin perder la vista de la silueta de su hermanito pidió ensaladas y añadió dos porciones de helado. Esperaba alegrar con eso a Bill.

Se masajeó su sien y volvió a reparar su vista en su hermanito a través del ventanal. Estaba preocupado, y confundido y… y solo quería volver a tener a su Bill.

Su pedido no tardó en llegar y fue en busca de su gemelo. Encontrándolo en lo que parecía ser su lugar preferido. El pelinegro estaba en aquel living blanco decorado con telas colgantes sentado entre ellas con sus piernas apoyadas en el mueble.

— Ya llegó la comida.− le informó y vio cómo su hermano se limpiaba las lágrimas rápidamente.

No quería eso. No le gustaba ver sufrir a Bill y no saber exactamente porque. No le gustaba sentirse insuficiente ante las lágrimas del pelinegro.

— Si… si, vamos.− dijo poniéndose de pie y pasando por un lado de Tom con la cabeza baja para que sus cabellos no mostraran sus ojos acuosos.

— Bill…− dijo en un murmuro casi desesperado, desconcertando al menor de los Kaulitz aún más cuando lo tomó del brazo impidiéndole que continuara su rumbo.

— ¿Qué sucede?

— Hablemos.− le pidió.

—Mejor vamos a…− intentó evadir.

—Por favor.− insistió, deslizó el agarre en el brazo de su hermanito hasta su mano dejándolo en un simple entrelazo de dedos.

— Está bien.− aceptó en un susurro volviendo a su posición, sabiendo que su hermano no se rendiría.

Se sentó al lado del pelinegro y preguntó lo que le estaba carcomiendo la cabeza.

— ¿Por qué lloras?

El cantante sacudió levemente la cabeza en una negación.

— ¿No quieres decirme?

—No, no es importante.

— ¿Quieres volver a Alemania? – estaba realmente preocupado y su hermano aun no le devolvía la mirada, le estaba negando la entrada a su alma. — ¿Qué puedo hacer para que no llores?

Bill derramó dos lágrimas que fueron detenidas inmediatamente por los pulgares del mayor en dos delicadas caricias a sus mejillas.

— Lo siento…− se disculpó.

— No te disculpes. Solo quiero saber por qué estas así.

Tom no entendía. Bill no se disculpaba por que lloraba, se disculpaba por que se sentía responsable de la situación en la que estaban.

El pelinegro conectó, por primera vez en el día, su mirada húmeda con la de Tom, y el rastudo no se resistió un par de segundos más. Se sintió indeciso, pero mandó su contradicción de paseo y envolvió a su hermanito en un abrazo consolador y protector, necesitado y añorado para ambos.

El menor de los Kaulitz se dejó cubrir como un niño pequeño y permitió que las caricias de su hermano limitaran sus sollozos. Un roce en su espalda era una lágrima menos, un toque es sus cabellos y su respiración bajaba una velocidad, era un ciclo vicioso. Bill se embriagó con el olor de Tom, y se intensificó el efecto tranquilizador.

— Tom…− le llamó estando más calmado. Su frente estaba apoyada en un hombro del rubio, por lo que sus rostros no se veían y así se sentía seguro de lo que diría.

— Dime…− respondió sintiendo un extraño calorcito en su corazón.

— Te amo… – el rastudo escuchó aquella casi inaudible frase.

Tom odió a Bill.

¿Por qué no dijo eso desde el principio? ¿Por qué no le dijo que lo amaba aquel día cuando se marchó de su habitación? ¿Por qué se permitió llorar?

El aludido separó un poco a Bill de su cuerpo y buscó su mirada. Nunca había visto una mirada tan sincera como la que le brindaba su hermanito. Fue un te amo puro, sin otra explicación que no fuera por voluntad y sentimiento. Y luego lo entendió todo.

— ¿Me… me olvidaste? – preguntó temeroso y avergonzado al no recibir respuesta.

Y lo volvió a odiar por su ingenuidad.

El de cabellos azabaches se sintió morir de vergüenza y rechazo ante la penetrante mirada de su hermano, era una mirada cálida y con tintes de enfados. ¿Su hermano estaba enfadado?…

Claro que no lo estaba…

Y lo supo cuando notó el fresco aliento de Tom cerca de sus labios y sus narices rozarse.

Tom sintió los labios de Bill más electrizantes que nunca. Tan cálido y exquisitos como la primera vez que lo besó.

Bill pensó que nunca más volvería a sentir de esa forma a su hermano y quiso comprobar si era cierto, sus manos viajaron temerosas a las mejillas de su hermano y acariciaron suavemente, suspirando al saberse cierto de lo que vivía. El rastudo se estremeció y desconectó sus labios buscando una pizca de rechazo en los ojos de su hermano. No había, solo había amor, temeridad y deseo de ser besado. Y los unió nuevamente.

Se extrañaban tanto. Extrañaba tanto a Bill, pero al mismo tiempo sentía un inexplicable enojo al no haber sido incapaz de beber de esa ambrosia por un tiempo, enojo por que Bill fue un jodido y se auto lastimó. Una lágrima del menor se coló en aquel beso brindándole un gusto exquisitamente salado y amargo para el rastudo, dándole rienda suelta a aquella extraña sensación. Le regaló una pequeña mordida a los labios del menor haciéndolo gemir por el ardor, pero no separó el contacto, ni si quiera cuando sintió aquel sabor de sangre. Quiso hacer doler a su hermano y que sintiera todo lo que el sintió. Acarició con su lengua la zona herida para luego colarla en la cavidad de su hermano y una mezcla de sentimientos encontrados por parte de ambos salió a la superficie, creando un roce era más intenso, más necesitado, pero en ningún momento perdió aquel toque de sentimiento, no cuando los dos hermanos se sintieron tan contenidos por tanto tiempo.

Las manos del guitarrista se movieron solas y tomaron con posesividad las caderas del otro y lo atrajo hacia él. Bill sentía a su hermano más dominante que nunca y él se entregaba a la sumisión. Tan sumiso, que como si su peso fuera inexistente, con la mayor facilidad, el rastudo lo tomó y lo guio hasta dejarlo sentado. Tan sumiso, que no dudó en abrir sus piernas y recibir a su gemelo quedando a horcadas sobre él. Tan sumiso, que solo se dedicó a gemir entre el beso por las caricias de Tom en sus muslos y que amenazaban con ascender.

El vocalista rodeó el cuello del rubio con sus brazos e inclinó un poco su cabeza permitiéndole más accesibilidad a Tom a él, acercando aún más su cuerpo hasta sentir los rápidos latidos del corazón de Tom contra su pecho. Sus respiraciones, que desde hace minutos estaban agitadas, les informó que no aguantarían más sin oxígeno y con pesar separaron sus labios que ya empezaban a ser parte del otro.

El mayor abrió sus ojos y una milésima de segundos después la conectó con la de su gemelo.

— Te amo. – le dijo, notando como los ojos de su hermanito se iluminaban y acariciando una de sus mejillas teñidas.

— Lo siento.− volvió a disculparse y esta vez Tom si comprendió.

— Creo que, no se… tenía que pasar.− concluyó.

Y eso fue suficiente para clausurar el tema y vivir el ahora. No querían pensar en lo pasado, quería solo pensar en lo que vendría.

— Disculpa. – pidió besando castamente al pelinegro en la pequeña heridita que le hizo.

— Está bien. Solo arde un poco.− dijo sonrojándose aún más notablemente.

Sus mejillas se veían a punto de sangrar sumándolo al hecho del carmín que le regaló el sol, aun así, para Tom ese tono escarlata hacia un hermoso contrate con la piel de nieve de Bill.

— Extrañaba causar ese efecto en ti.− le confesó.

— Nunca dejaste de hacerlo.− le dijo, mientras se escondía el cuello de Tom.

— Estas avergonzado.− afirmó divertido.

Bill, siempre que podía, se escondía en ese lugar cuando se sentía apenado. Tom estuvo tentado a preguntar por qué y luego reparó en la posición en la que estaban. El mismo sintió su rostro arder y un revoloteo en su bajo vientre.

Retiró sus manos de las piernas de Bill y las llevó a su cintura, mientras repartía pequeños besos en su cuello.

— Me haces cosquillas.− rio estremeciéndose entre los brazos de Tom. Salió de su escondite y sus labios fueron capturados inmediatamente por el mayor. Esta vez un beso más tranquilo y suave.

— Vayamos a comer.− dijo finalizando el beso y recordando la comida olvidada.

— ¿Qué pediste? – preguntó.

— Mucha ensalada. Sé que no comes desde ayer. – Bill frunció el ceño infantilmente. — Y helado…

— ¿Helado? – sonrió emocionado. — Vamos.

El pelinegro feliz bajó rápidamente del regazo del de rastas, tomó su mano y lo arrastró hasta los adentros.

Tom solo se limitaba a sonreír.

Estaban tan o mejor que hace semanas y al final de cuentas, tal vez si podrían volver a Alemania con otro tipo de relación.

Continúa…

Gracias por leer.

Publico y rescato para el fandom TH

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