Fic TWC de LadyScriptois
Realidad 3
Los rayos del sol se colaron entre las delgadas cortinas de su habitación. Las persianas no las cerró antes de ir a dormir, aunque no recordaba haber ido a la cama.
Luego de bañarse, al vestirse se fijó en que, debido al largo del bañador del día anterior, un poco menos de la mitad de sus muslos no poseían el mismo ligero bronceado que el resto de sus piernas, así que decidió hacer algo por ello.
Eran las nueve de la mañana y al salir escuchó a Tom hablando por teléfono.
—Llamo para cancelar una reservación… Si… Era una mesa privada en el restaurant…. Si, también el ramo de flores… Gracias, y disculpe lo olvidé…. No, no aceptare la devolución del dinero. Lo estoy cancelando a última hora, es mi responsabilidad… Gracias.– finalizó la conversación y colgó.
Bill escuchaba todo con tristeza. Entró al baño del estar y verificó que sus ojos dejaran de humedecerse antes de salir.
—Bueno días.− deseó intentando sonreír.
—Si… Buenos…– calló cuando vio a su hermano.
Usaba un camisón blanco casi transparente que dejaba ver la estrella de su cadera y todo su torso, un short suelto imposiblemente corto, para el gusto de Tom, que cubría al menos dos dedos más debajo de las pompas de su hermanito, aunque el camisón que traía cubría un poco más que el short. Sus pálidas y largas piernas eran mostradas hasta hacer un hermoso contraste con las sandalias rojas que usaba Bill. Su pelo al igual que ayer estaba ondulado, pero sus enormes ojos estaban solo resaltados con rímel en sus pestañas y sus mejillas rojas. Se veía hermoso.
— ¿No crees que estas…. – pensó un poco las palabras correcta. – Es un poco…− carraspeó su garganta. — ¿Por qué no te pones algo más largo?
— ¿No te gusta? − preguntó desilusionado. Además de querer emparejar el tono de sus piernas también buscaba estar lindo para su hermano. Estando en una isla rodeada de chicas lindas y voluptuosas, merecía hacer un esfuerzo.
—Sí, me gusta. – no pudo evitar decir, provocando un sonrojo en él y en su hermano.
—Es para eliminar esta marca.− se volteó quedando de espalda al de rastas y señalando la supuesta marca. — ¿La ves?
¿Marca? ¿Qué marca? Tom no veía nada de eso. Solo veía aquellas columnas de mármol perfectamente esculpidas, subiendo un poco más y fijándose en aquellas dos montañas de tentación.
&
— ¿Qué haremos hoy? – estaba feliz de que Tom hubiera querido desayunar en otro restaurant que no fuera el del día de ayer. No estaba la tonta mesera.
—Hay una excursión a una isla cercana. ¿Quieres ir?
— ¡Sí! − dijo emocionado.
—Es luego del almuerzo. Tenemos tiempo aun.− informó. – Necesito ir a algún supermercado.
— ¿Para qué?
—Hay que comprar un bloqueador más fuerte. Tu piel está un poco roja y hoy tendremos que caminar. Además, las chicas no te devolvieron el bronceador. – Bill sonrió.
Llegaron a una pequeña tienda de víveres y compraron todo lo necesario, el de rastas añadió también un repelente. Bill solía ser un imán para los insectos.
&
El vocalista no escuchaba que decía el guía. Ya estaba cansado de tanto caminar. Lo más divertido fue cuando iban en lancha de una isla a otra y eso había sido hace casi dos horas. El agua de su botella se terminó, le dolían los pies, pero al menos estaba protegido por el repelente.
—No aguanto más.− se quejó ante un Tom que estaba fresco como una lechuga. —Tomemos un descanso.− pidió sentándose en una enorme roca.
—Ya va a terminar. Vamos o quedaremos atrás.− le tendió una botella de agua y miró como el grupo se alejaba.
—Me duelen los pies.− hizo un puchero. El de rastas bajó su mirada y se fijó en el calzado de su gemelo. Sus delicados y blancos pies decorados con su perfecta pedicura negra se veían enrojecidos.
—Sube.− le propuso volteándose y ofreciéndole su espalda.
— ¿En serio? – preguntó entre feliz y dudoso.
—Rápido antes que me arrepienta.− dijo.
—Debes bajar más.− le pidió.
El de rastas sintió como su hermano subía a él, tomó sus delicadas piernas envolviéndolas en su cintura y el pelinegro se apoyó en su espalda.
—Gracias.− le dijo y depositó un beso en la mejilla caliente de su hermano.
—De nada.− dijo serio.
— ¿Peso? − preguntó.
—Tanto como una pluma.− era cierto, Tom no tenía muestra de que hacia esfuerzo.
Caminaba tan erguido como siempre y la velocidad no descendió.
Luego de caminar varios minutos, el guitarrista notó algo raro. Escuchó unas cuantas frases que no entendía, pero por el tono, supuso que eran como frases de halago.
—Tom…– susurró cuando se dio cuenta que aquellas frases eran dirigidas hacia él y que varios hombres que pasaban lo miraban sonrientes.
Lo estaban confundiendo con una chica. Una chica que traía casi su trasero expuesto.
—Te dije que no te pusieras eso.− dijo un tanto molesto. Bill intentó bajar un poco más el blusón. Sin embargo, aún se notaba gran parte de sus blanquecinos muslos.
—Ya va a terminar.− repitió las palabras de Tom sintiéndose avergonzado.
&
— ¿Qué hay para la noche, Tomi? – preguntó, cuando iban rumbo al hotel.
El nombrado arrugó un poco el ceño ante aquel diminutivo, hace mucho tiempo que no le decía así.
— ¿Tienes ganas de hacer algo?
«Si, de tener la cena que cancelaste.»
—No lo sé. – dijo cohibido.
Existió un plan y por su culpa se canceló.
Tom lo recordó. Era el tercer día, faltaban cuatro para que se marcharan. Cuando planificó el viaje se suponía que esa noche tendría una cena romántica con su hermano. Luego de eso, el resto de los días lo pasarían más que juntos y volverían completamente felices a Alemania, tal vez con una relación más sólida y definida. Si, ese fue el plan.
—Hay una fogata en el hotel. ¿Quieres ir? – propuso. Eso no era lo que esperaba Bill.
—Está bien.− aceptó, sonriendo forzado.
Llegaron al bungalow y descansaron un poco hasta que llegó la noche y empezaron a arreglarse para la fogata.
Tom optó por una camisa rosa clara, sus mangas las dobló y las acomodó en su antebrazo, y la acompañó con un jean beige de su talla, junto a unas zapatillas blancas, como lo venía haciendo desde hace días, recogió sus rastas en un moño alto y se colocó perfume.
El pelinegro pensó que sería una pérdida de tiempo alisar su pelo, de igual forma no tenía muchas ganas de ir a aquella estúpida fogata. Lo dejó ondulado, aplicándole un poco de producto para que no perdiera su bonita forma, otorgándole más brillo y un rico olor; difuminó sus ojos con sobras negras, delineador, rímel y aplicó una fina capa de manteca de cacao en sus labios. Vistió un pantalón blanco ajustado y una camiseta fresca en color gris y unas sandalias en negro.
A Tom no le dejaba de sorprender lo hermoso que se veía Bill en cada momento, superándose cada vez.
— Ya podemos irnos. – le informó Bill.
&
Cuando llegaron a la fogata había varios huéspedes del hotel, música tropical, y meseros repartiendo bebidas a todos los presentes.
Estaba el grupo de la otra vez de la playa y se acercaron a los gemelos.
— ¡¿Se hospedan aquí también?! – comentaron alegres las chicas. Bill hizo todo lo posible para no mostrarse irritado ante aquel tono chillón.
—Si.− dijo con una agradable sonrisa Tom. — Ustedes también, al parecer.
— ¡Sí! − dijo emocionada la otra. – Nunca te devolvimos el bronceador. Lo siento.− se disculpó.
—Tampoco nos hemos presentado. Mi nombre es Kelly – dijo la morena.
—Y yo soy Mía.− se presentó la pelirroja.
—Tom y él es Bill.− señaló.
— ¿Son novios? – preguntaron sin poder contenerse.
—No… – dijo Bill.
—Nosotros pensamos que… − decía Mía apenada.
—No se preocupen.− les pidió el cantante.
—Siéntense con nosotros.− le propuso a los gemelos Kelly, señalando una fogata al fondo donde estaban tres chicos riendo.
Los Kaulitz no se negaron y minutos después estaban conociendo a Ryan, Louis y Frank.
Los chicos eran de esa zona, no tenían ni la menor idea de que estaban con súper estrellas y eso le parecía genial a los gemelos, ya que los trataban como a chicos normales. Era divertido aquello, hasta que la mesera de aquel día decidió que sería bueno enviarle un trago al rastudo.
—Entonces, dime Bill. ¿Eres soltero? – dijo insinuante Louis ante la atenta mirada de Tom.
— ¿Qué… que dices? – se hizo el desentendido. — No te escuche.
— ¿Estas solo? – volvió a insistir.
Bill miró a Tom y notó como le estaba sonriendo a la estúpida chica.
—Si…– contestó inseguro
—Acéptame una bebida.− le pidió.
—No. Estoy bien así.− dijo mostrándose un poco incómodo.
Louis estaba ya un poco tomado, Mía y Kelly estaban bailando con los otros dos chicos y Tom…
Tom se levantaba del lugar y se iba con la chica que trabajaba en el hotel.
Louis ya estaba casi en la inconciencia, así que Frank y Ryan decidieron llevarlo a su habitación, Kelly los acompañó y Mía se quedó con el pelinegro un rato charlando sobre cosas sin importancia. Tom no se acercó desde que se marchó con la chica y él ya quería irse.
—Disculpen.− pidió interrumpiendo la conversación de su hermano con la mesera, quien le coqueteaba sin cortarse. — ¿Tom, podemos hablar? Será solo un momento.
—Ya vuelvo.− le informó a su rubia acompañante.
—No tardes.− dijo acariciando los labios de Tom, ante la húmeda mirada de Bill.
Se dirigieron a un lugar más apartado, ya que la alta música no los dejaría hablar.
—Vuelvo al bungalow.− le informó. — ¿Vienes tú también?
—Creo que me quedare un rato más.− la mirada brillante de Tom le hizo saber a Bill que había tomado lo suficiente para que el alcohol ya le afectara.
—Tal vez deberías venir, no quiero que estés solo. – alegó.
—Puedo cuidarme.− le discutió.
— Es tarde.− intentó convencerlo.
—Me quedaré, Bill. Me están esperando.
— ¿En serio prefieres irte con ella?− le preguntó un poco sorprendido y dolido.
— ¿Por qué haces esto?− interrogó desesperado Tom.
— ¿Por qué hago qué?
—Todo… Me confundes. – se sinceró y lo miró fijamente con su penetrante mirada.
—No sé de qué hablas… – mintió.
—Está bien.− tomó aire e intentó controlarse. – No me esperes.− le pidió alejándose.
— ¿Te iras? − Tom lo encaró.
Estaba muy enojado y frustrado por todas las actitudes del pelinegro.
— ¿Qué quieres de mí? – le cuestionó y se acercó a Bill acorralándolo contra una enorme roca, asustando por un momento al cantante.
—Solo quiero que vengas conmigo.− le pidió con sus ojos de cachorro.
«Deja a la rubia y ven conmigo.»
— ¿Ahora quieres que vaya contigo? − rio con ironía contra el cuello de Bill.
—Tom…
—Shh… No hables. Escucha. – le pidió.
Pero Tom no dijo algo. Solo se dedicó a acariciar el cuello y hombros desnudos de Bill para luego mirarlo fijamente. El menor estaba nervioso y su cuerpo temblaba ante el añorado contacto con su hermano.
—Te amo. – confesó. — Maldición…–gruñó entre dientes y continuó. — No me importa que seas mi hermano… Te amo. – le dijo y el corazón de Bill latió rápido. — Me atraes desenfrenadamente y tu sola presencia me enamora.− calló uno momentos intentando leer la mirada de su hermano. — Te deseo tanto que es casi incontrolable…– los ojos del pelinegro derramaron lágrimas y Tom no pudo continuar.
—Tomi…– susurró el pelinegro.
El rastudo se alejó del cuerpo de Bill como si de pronto quemara ante su tacto.
— Y si no me dejaras tenerte, al menos no me niegues la oportunidad de olvidarte. – le suplicó sin apartar su mirada de aquellos mares avellana que lo perdían.
Tom se sentía miserable, no existía algo más bajo que eso. Terriblemente patético.
Estaba prácticamente pidiéndole que le permitiera rechazar el amor que sentía por él, por quien lo rechazó, por quien rechazó sus sentimientos y el amor más puro que jamás podría sentir por alguien más.
Continúa…
Gracias por leer.