“Niños Psíquicos” Fic Twc / Toll escrito por MizukyChan
Capítulo 12
El rastudo despertó con un delgado brazo alrededor de su cintura. Se movió lo suficiente para besar al más pequeño y éste sonrió dulcemente.
—Buenos días —Saludó el pelinegro, con su bella voz. Lo apretó contra su cuerpo y se dispuso a acariciarlo, pero cuando sus manos fueron a su torso, pudo sentir las marcas que dejó la “dama del espejo” y la maldijo dentro de sí. ¡¿Cómo se había atrevido esa estúpida a dañar a su hermoso pequeño?!
—¿Estás bien? ¿Te duele? —preguntó bajando hacia su pecho, besando sus heridas.
—Ya no me duele mucho —contestó, pero le vio achinar los ojos por el dolor cuando lo abrazó.
—Sí te duele —afirmó Tom, besando la punta de su nariz.
—Bueno sí, aún me duele —Confesó al fin.
—Yo te curaré, me enseñarán a hacerlo —Bill soltó un gran bostezo—. Aún estás cansado. ¿Por qué no duermes un poco más? —Sugirió el de rastas.
—No, quiero estar contigo. Además ya desperté, no podré volver a dormir —dijo en otro bostezo.
—Te haré dormir de nuevo —agregó Tom con confianza y comenzó a besar todo su torso bajando hasta su ombligo.
—Aaahhh —Se le escapó un gemido al moreno. Eso animó al mayor y con sumo cuidado trató de bajar su bóxer. Bill le ayudó, levantando sus caderas y lo sacó por completo.
Tom besó la parte interna de sus muslos mientras le sentía estremecer. Hacía pequeños ruiditos de placer, lo que le excitaba a él también. Volvió a subir por sus muslos hasta llegar a su miembro completamente erecto. Con su nariz, el rastudo, acarició la zona cubierta por delicado bello rubio.
—Eres perfecto —susurró el mayor y pudo adivinar una sonrisa en los labios contrarios. Con su mano tomó la erección de Bill y la masajeó. Para luego, levantarse un poco y ver su rostro contraído de placer— ¿Te gusta, bebé? —preguntó torturándolo.
—Todo lo que me haces me encanta —contestó en un susurro. Ya sin poder aguantar, Tom puso todo el miembro de Bill en su boca—. Oh Tooooom —Jadeó y el mayor siguió con su trabajo, le acarició con la lengua y sintió sus manos temblorosas en sus rastas— Tomi, yo… voy a acabar —Sin pensarlo Tom metió la otra mano dentro de sus propios bóxers y acarició su carne intensamente, podía sentir la electricidad que le invadía cada vez que Bill llegaba al orgasmo y terminó en su mano. El de rastas sintió la semilla caliente del pequeño en su boca. Sin pensarlo mucho tragó todo y lamió sus labios como si fuera un manjar delicioso. Bill estaba completamente sonrojado.
—¿Qué pasa, bebé? ¿No te ha gustado? —preguntó preocupado.
—Me da vergüenza lo que haces —respondió cubriéndose los ojos. El mayor se acercó y quitó sus delicadas manos, dándole un piquito en los labios.
—A mí no me avergüenza nada tuyo, Bill. Te amo por completo… todo “tú” eres hermoso —Le volvió a besar. Se acercó a su lado y lo abrazó.
—También te amo, Tomi, no sé cómo pasó tan rápido, pero sé que será para siempre —El pelinegro se acomodó al lado del otro y respirando hondo… se durmió.
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Tras asegurarse de que no despertaba, Tom se levantó y bajó con David, quien estaba en la cocina con Ann y una mujer de color.
—Hola —Saludó el joven.
—Tom, qué bueno que ya estás despierto. Ella es Susan, la sanadora —Presentó el hombre.
—Mucho gusto —Tom extendió la mano, que fue gustosamente estrechada.
—Hola Tom. ¿Y tu compañero? —indagó la mujer. Al rastudo le gustó como sonó eso de “compañero”.
—¿Habla de Bill? Está durmiendo, necesita descansar —contestó y por un momento pensó que los colores subieron a su rostro.
—Ven Tom, te enseñaré la técnica de sanación —dijo ella extendiéndole la mano.
Tom la siguió, fueron hacia una habitación. Un hombre anciano estaba recostado ahí, sobre una especie de camilla.
—Hola Tom —Saludó Nana, quien también estaba en ese cuarto—. Te presentaré, él es Peter, lo cuido aquí desde hace cinco años, él está enfermo, no te diré de qué, eso lo averiguarás tú, y también podrás ayudarle —explicó la anciana, el chico asintió.
—Gracias Nana —dijo Susan—. Ya puedes retirarte —La mujer asintió y los dejó en la habitación—. Primero Tom quiero que extiendas las palmas de tus manos y puedas sentir cuales son los malestares de Peter —Instruyó la mujer.
—Bien —respondió Tom e hizo como se le indicó. De inmediato pudo sentir que el hombre sufría de la espalda, terminó el escaneo del cuerpo de Peter y vocalizó su pensamiento—. Es su espalda.
—Muy bien —Elogió la mujer—. Ahora viene lo difícil. Tendrás que imaginar una burbuja violeta que te cubra por completo.
—¿Por qué debo hacer eso? —cuestionó el de rastas, totalmente intrigado.
—Es para que el dolor de la persona se vaya y no lo absorbas tú.
—Perfecto —Se concentró en el color asignado y luego, con él, formó una burbuja que lo envolvió por completo.
—Ahora Tom, con las palmas de tus manos te pondrás sobre el lugar afectado. Pondrás una mano por arriba y la otra por debajo, emanará calor de ahí y lo retendrás hasta que tú sientas que ya está bien —Explicó la mujer.
—¿Con eso podré sanar por completo?
—Algunas veces sí, aunque la mayoría de las veces sólo podrás causar alivio a los dolores, sobre todo los crónicos.
—Entiendo. Lo intentaré —Se ubicó justo al medio del cuerpo de Peter y puso una mano sobre él y abajo en su espalda y encendió la energía, mediante la concentración, podía sentirla saliendo de él. Luego de un momento Tom se detuvo.
—Gracias chiquillo, me siento mucho mejor —comentó el hombre, que hasta entonces no había dicho absolutamente nada.
—Lo hiciste muy bien Tom. ¿Estás muy cansado? Esto puede agotarte —indagó la mujer, Tom la miró y negó con la cabeza. La verdad sí se había cansado, pero no era algo que no pudiera soportar.
—Debo subir a ver si Bill está bien. Muchas gracias por ayudarme Susan —Se despidió con rapidez, para salir de allí y poder curar las heridas de su pequeño.
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Al entrar en la habitación, Tom sintió respirar al pelinegro y se acercó en silencio. Lo movió un poco y posicionó las manos sobre su pecho. Repitió el procedimiento, envolviéndose en la burbuja violeta y encendiendo la energía. Se concentró mucho más que con Susan, debía sanarlo por completo, esa era su meta. Miró las heridas y como éstas se convertían en sólo finas líneas en el pálido pecho. Lo vio sonreír.
—Es tan cálido Tomi. ¿Qué me estás haciendo? —preguntó sin abrir los ojos.
—Te sano —contestó sin evitar sonreír él mismo. Bill abrió los ojos y vio a su novio con amor.
—Gracias Tomi —El aludido sacó las manos y lo abrazó, el pelinegro correspondió con fuerzas y sin quejarse—. Ya no me duele. Eres tan, tan fuerte Tomi, me sanaste —Siguieron así, rodaron por la cama abrazados y de pronto se quedaron quietos. Bill levantó la mirada y se acercó al rastudo con ojos depredadores, apoderándose de los labios contrarios en un beso necesitado y deseado.
—Wow. ¿Y eso por qué? —cuestionó el mayor inocentemente.
—Por protegerme anoche, por hacerme dormir en la mañana y por sanarme ahora. Te debo mucho Tomi y creo tener lo necesario para compensarte —dijo alzando una ceja coquetamente.
—¿Y qué sería eso? —preguntó igual de coqueto y moviendo el piercing del labio, tal como le gustaba a él.
—Algo como esto —Acortó las distancias y volvió a besar apasionadamente a su novio.
Bueno, no se podía pedir lo contrario, después de todo eran un par de adolescentes con las hormonas revolucionadas, que lo único que querían era demostrarse mutuamente cuanto se amaban y deseaban.
Las manos del mayor presionaron la pálida espalda contra su pecho y ambos gimieron por tanto contacto. Tom recorrió todo lo que pudo del cuerpo contrario, sacándole jadeos deliciosos. Estrujó sus pequeñas nalgas, cubiertas aún por el bóxer y se aventuró a introducir una de sus manos allí, acariciando la delicada piel.
—Tommiii tienes mucha ropa —Reprochó el menor con una risita picarona en el rostro.
Rápidamente Tom se quitó todo, incluso la ropa interior, mostrándose en su plenitud. Bill le dio un buen repaso y se saboreó los labios. Con delicadeza, él se quitó el bóxer y ambos se abrazaron y rodaron por la cama, friccionando sus miembros.
—Dios, Bill, que delicia —susurró en su oído, lamiendo su lóbulo con saña, le escuchó gemir nuevamente y eso le puso aún más duro.
Bill llevó la mano del mayor a su boca y lamió los dedos para que lo preparara. Era increíble, ver que el pequeño tomara la iniciativa. Obviamente, el rastudo no le hizo esperar y acarició su entrada con lentitud. Era tan cálida y apretada que el sólo pensar que en breve estaría allí, le enloquecía.
—Ah, Tomi… creo que mmm ya mmm —Gimoteó el pelinegro.
Lentamente Tom se sentó entre sus piernas, alineándose contra el más delgado y empujó hacia su interior. Después de la resistencia inicial, pudo entrar por completo.
—Respira, cariño —susurró el rastudo, casi apretando los dientes, porque él también debía respirar o se desmayaría por la sensación tan intensa.
—Estoy bien amor mío —contestó el menor.
Sólo al asegurarse del bienestar del pequeño, Tom embistió lentamente y le vio sonreír, era genial, se sentía tan pleno al estar con él de esta manera, era todo tan mágico… había vivido tanto tiempo solo y ahora él estaba allí… a su lado… y se amaban. Volvió a entrar y él lo miró a los ojos.
—Te amo y confío en ti, Tomi —Confesó tiernamente.
—Te amo como no tienes idea —dijo acercándose a sus labios y besándolo lentamente mientras su cuerpo se movía sobre el suyo. El pelinegro puso sus manos en sus brazos y rodeó su cintura con sus piernas, profundizando más aquel encuentro. Tom se movió más fuerte y llegó a tocar aquel punto mágico dentro de Bill.
—¡Aaahhh! —Jadeó tan fuerte que tuvo que besarlo, después de todo ya era de día y había más gente en la casa.
Sin embargo no se detuvo. Embistió con fuerzas, pero con cuidado de no lastimarlo. Las sensaciones eran tan placenteras, sentía su miembro totalmente apretado por el canal del pequeño y nuevamente sintió la corriente eléctrica que envolvía a Bill y que lo arrastraba junto a él… hasta que…
«Dios, el orgasmo fue mejor que el anterior» Pensó el mayor, saliendo con cuidado de su cuerpo y abrazándolo fuertemente.
—Mi bebé… gracias por entregarte a mí —expresó sinceramente, lleno de emoción.
—Soy sólo tuyo Tomi, de hoy y para siempre —Sus frentes se juntaron y se dieron un pequeño beso—. Tengo mucha hambre, amor.
—Jajaja. Démonos una ducha y bajemos a comer —comentó revolviendo su cabello negro. Aun así, todo sudoroso y despeinado se veía radiante y hermoso.
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Bajaron corriendo, esquivando al resto de los pasajeros del hostal y riendo llegaron a la cocina, donde Nana se esmeraba con el almuerzo.
—Hola pequeños —Les saludó la anciana—. Tomen un poco de jugo natural antes de que esté lista la comida —Los jóvenes recibieron gustosos los vasos y bebieron en silencio, dándose miradas cómplices, que no pasaron desapercibidas por Nana—. Es bonito estar enamorados, ¿no es verdad? —Ambos se sonrojaron instantáneamente.
—¿Cómo lo notaste, Nana? —Tom se animó a preguntar, mientras ayudaba a lavar la lechuga.
—Simple, sus ojos están llenos de amor y ternura cuando se miran el uno al otro —contestó la mujer.
—¿No te molesta que seamos, los dos… hombres? —Tartamudeó el más pequeño, sorprendiendo a Tom, quien no pensó que eso le preocupara, y es que a él no le importaba en lo más mínimo. Para él, fue algo instantáneo, apenas vio al pelinegro, supo que era especial y que deseaba estar junto a él.
—Claro que no pequeño Bill, el amor es amor en sus diversas formas y envases, además ustedes se ven muy bien juntos.
—Gracias, eso significa mucho para mí —Completó el menor.
Tom se hizo una pequeña “nota mental”, para preguntarle por qué tanto miedo a las relaciones entre el mismo género.
—Hola chicos, que bien lucen hoy —comentó David sentándose a la mesa con ellos—. Bill, ¿cómo estás después de lo de la dama del espejo?
—¿Qué pasó con ella? —preguntó Nana de inmediato.
—Atacó a Bill anoche, posiblemente estaba celosa de Tom —Indicó el hombre.
—Vaya con la muchacha —Continuó con su labor.
—Me siento bien, David, esta mañana Tom me curó, no estoy seguro cómo lo hizo, pero mis heridas casi desaparecieron —explicó el pelinegro, sonrojándose al recordar la recompensa que le dio a su novio, después de la sanación.
—¿Me dejas ver? —Pidió el adulto, Bill se levantó la playera y sólo se podían ver las líneas de lo que fueron las garras de la dama del espejo—. ¿Te duele algo? —Él negó con la cabeza—. Haz hecho un gran trabajo Tom, te felicito.
—Gracias, ahora no dejaré que Bill nunca más sufra dolores —afirmo orgulloso el rastudo y en un arranque, Bill se abrazó de él y le besó la mejilla, David sólo sonrió, y los chicos supusieron que él también se había dado cuenta.
—A propósito, chicos; he llamado a sus madres. Aprovechando que es sábado y se pueden escapar de sus trabajos, vendrán esta tarde a verles. ¿Qué les parece? —indagó emocionado el adulto.
Tom se puso contento, pensando que su madre estaría feliz de conocer a Bill, sin embargo, él no parecía tan complacido.
Comieron todos, incluidos los pasajeros del hostal, rieron y todo fue diversión.
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Al terminar, Tom le pidió a Bill salir un rato, mientras llegaban sus madres. Fueron al campo de flores y se sentaron en la misma roca, al lado del arroyo.
—Dime bebé, ¿por qué te incomoda que vengan nuestras madres? —El mayor decidió que lo mejor era ir directo al grano.
—No es de ella precisamente que tengo miedo Tomi.
—¿Miedo? —El rastudo cambió su expresión a una de incertidumbre— ¿Por qué tienes miedo?
—Mi padre es un tanto violento. Él siempre me ha maltratado porque yo soy así —relató con un tono triste.
—¿Así cómo, amor? —Le acarició el brazo para darle confianza.
—Así, de que use maquillaje, lleve el cabello largo y me ponga ropa ajustada. El me grita que soy un marica —Sus ojos se aguaron—. Y resultó cierto, porque me gustas tú.
—Bill, cálmate por favor —Lo abrazó con cariño— ¿Acaso él te golpea?
—Lo hacía, pero desde que empecé a trabajar con Georg Listing, se contiene porque es policía.
—¿Y qué hace tu mamá? ¿No te protege? —preguntó ya bastante preocupado.
—La verdad es que ella está tan ocupada con su trabajo que no me pone mucha atención —El moreno no quería levantar la mirada, le daba vergüenza.
—¿Crees que ella también se opondrá a nuestra relación? —Él asintió tristemente— Entonces no lo diremos, será nuestro secreto —Bill lo miró tiernamente.
—¿Harías ese sacrificio por mí? —cuestionó sonrojándose.
—Haré lo que sea necesario por ti, bebé. No dejaré que nadie te lastime. Además tenemos 17, sólo debemos esperar uno más y seremos libres para amarnos.
—Gracias Tomi. Y no será un año completo, sólo dos meses —El pelinegro se lazó en un abrazo contra el otro y se besaron lentamente. Hasta que el celular vibró en el bolcillo del rastudo.
—¿Aló?
—Tom, sus madres están por llegar, vengan de vuelta, por favor —Pidió la voz de David.
—Claro, vamos en camino.
& Continuará &
¿Qué consecuencias traerá la visita de las madres? ¿Hay algún avance en el caso? ¿Qué tanto investigan los agentes? Todo esto en el próximo capítulo.