Fic Toll de Leonela (Temporada I)
Capítulo 10
– ¿Nene? – tomé una gran bocanada de aire y abrí los ojos desmesuradamente.
¿Visteis alguna vez una persona bajo el agua porque la han tirado y no puede
subir a la superficie? ¿Y que cuando al fin logra salir, abre su boca de par en par
tratando de tomar todo el oxígeno que le dan sus pulmones? Con los ojos abiertos
como platos, etc, etc. ¿Habéis visto esa expresión? ¿Sabéis a lo que me refiero?
¿Entendéis al punto que quiero llegar? Bien. Esa misma expresión, era la que
adopté al instante en que oí la voz de mi hermano, llamarme, entonces bajé mi
vista de inmediato hasta ver mi abdomen, buscando la herida con desesperación,
la cual no hallé. ¡Sí! ¡Todo eso había sido un absurdo sueño! Empezaba a
asustarme, ¿no es acaso que para soñar se necesita estar dormido? No lo sé,
muchos dicen que sí, pero otros también dicen que no, que uno puede soñar
siempre; ya sea despierto o dormido, y según lo que me dijeron, hay una mayor
probabilidad de soñar estando despierto, que cuando dormimos. A decir verdad,
todos soñamos, sí, sí, no me contradigáis. Todos soñamos en las noches, pero lo
que os hace pensar que no lo hacemos tal vez, es el hecho de que al otro día, no
recordemos aquel sueño.
Ahora mi pregunta era: ¿Por qué había soñado con Jonathan, si el tío ese ni se
apareció? En fin, las cosas que me pongo a pensar, joder.
¿En qué estaba? Oh claro, debía averiguar qué rayos había ocurrido.
– ¿Estás bien? – preguntó tomándome del rostro con ambas manos, moviendo mi
cabeza de un lado a otro como si estuviese inspeccionándome. De seguro se
había preocupado debido a la forma tan agitada en la que estaba respirando.
– Sí, sí, estoy bien. – contesté al fin, apartando lentamente sus manos de mi cara.
– ¿Qué te ha pasado? Te quedaste en silencio, como… en trance. ¿Pasó algo?
– No, no… ¿de… de dónde vienes? – cuestioné y el frunció el entrecejo.
– ¿Es broma? Te dije que iría a por unas cervezas, ¿ya lo olvidaste? Cuando volví
estabas aquí sentado, solo, y por lo que veo, ni notaste mi presencia. – respondió
extendiéndome una de las botellas que había traído.
Todo. Absolutamente todo a partir de que él fue en busca de algo para beber, había sido un puto sueño. Mierda… pero qué alivio por un lado, ¿no? Fue como
si… no lo sé, como si hubiese tenido una visión, como si todo aquello que pasó
por mi mente en forma de sueño, habría sido lo que me hubiese pasado a mi, si
actuaba de esa forma, si hubiese hecho esas cosas, reaccionado de ese modo,
etc. Menudo sueño, ¿qué me decís?
– ¿En qué pensabas? – interrogó sacándome de mi partición interna, por lo que le
miré a los ojos inconcientemente.
– No, en nada, solo… solo intentaba imaginarme cómo habrás conocido a esta
gente. – mentí. ¡Era más que obvio que le estaba mintiendo! No podía decirle lo
que se cruzó por mi cabeza estando en ese shock algo inoportuno. No… no podía
decírselo ahora ni nunca.
– Ohh… – frunció el ceño. Dios… espero se la haya creído. – Es parte del negocio,
Nene. – añadió respondiendo a mi mentira, quiero decir, mi duda, y se apoyó en el
espaldar del sillón en el que nos encontrábamos sentados, empinándose su
botella. ¿Cómo mierda llegué yo, aquí? En fin.
– Ahh… que… que linda forma de conocerse. – agregué con ironía, pero no
demasiada; mi interés no era saber acerca de su historia, mucho menos de la de
sus amigos.
Desvié mi mirada hacia un grupo de chavales que estaban a unos cuántos metros
nuestro, y tomé un sorbo de mi bebida. Obviamente también estaba en una botella
tal y como la de él. No sé por qué, pero me quedé con la mirada perdida en ese
pequeño grupo de no más de 10 tíos. Deben haber tenido mi misma edad o tal vez
eran menores, no lo sé, pero cuando me di cuenta, uno de ellos estaba
mirándome. Como el gran imbécil que soy, no noté que aquella mirada
desorientada, se dirigía a uno de ellos. No fue mi intención, ni mucho menos, sino
que solo volví a quedar en estado de trance, como dijo mi hermano. De todas
formas, ese par de ojos fijos en los míos, me descolocó. Parpadeé un par de
veces y al ver que ya no estaba ido, sonrió de lado volviendo su vista a sus
compañeros. ¿Y ese tío, quién coño es? ¿Por qué estaba observándome tan
detenidamente? ¿Por qué yo, cuando noté aquella mirada, no la desvié de
inmediato? ¿Por qué algo en mi estómago se anudó? ¿Cómo fue posible que me
haya hipnotizado con sus ojos? No, Kaulitz, estás volviéndote tan o más enfermo
que tu mismísimo gemelo.
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– ¡Vamos, hombre! ¡No te quedes allí sentado! Ven, diviértete con nosotros. – me animó Eldwin cogiéndome de un brazo. Negué con mi cabeza un poco e intenté
zafarme, sin embargo me fue inútil. – Tienes pinta de saber bailar, ¿qué te parece
si te unes a nosotros? – ¿qué? ¿Quería que bailara? No… ni de coña, soy un
completo Pinocho reprobado en el temita ese del baile. Demasiada vergüenza me
daba tener que estar allí sin conocer a absolutamente nadie, ¿por qué le sumaría
una nueva razón?
– No, gracias, Eldwin, no sé bailar. Créeme, la paso mejor sentado. – expliqué
amablemente y amagué a devolverme a mi asiento.
– ¿Por qué no la pasas tan bien como lo está haciendo Tom? – y ese comentario
me embarulló por completo. Hacía más de 20 minutos me había dicho que iría a
por algunas bebidas más y aún no daba señales de vida, ¿dónde estaba? Fijé mi
vista en dirección adonde se encontraba la de Eldwin, entonces mi sangre
comenzó a hacer burbujas a medida que corría por mis venas y se perdía en mi
corazón, estrellándose contra él, en vez de dejarse llevar a través de sus
bombeos. Mi hermano se hallaba conversando muy animadamente con una tetona
morena. ¿Qué digo muy? ¡Demasiado! ¡Sus rostros estaban a escasos
centímetros de distancia! ¡La muy perra, sonreía y se le acercaba un poco más!
¿Celos? ¿Que si estaba celoso? ¡Por supuesto que lo estaba! ¡El maldito hizo
todo eso con Jenell porque yo me la…! Bueno, no entremos en detalles, pero la
asesinó porque según lo que dijo, ‘yo soy suyo’ ¿y ahora hacía estas estupideces?
Estuve a punto de ir corriendo hacia ellos y sacar a mi gemelo de allí, tironeándole
si era necesario, a… ¡a hostias! ¡Debía quitarle a esa puta de encima! Sin
embargo no lo hice. Una voz… esa voz que siempre me regaña, se volvió a hacer
presente en mi interior… ¿No querías quitártelo de la cabeza, Bill Kaulitz? ¿Qué
mierdas son las que harás? ¿Por qué irás a por él, cuando es él, el que te tiene
encadenado a su sombra? ¿Por qué no le dejas ahí, que se la folle si quiere? A lo
mejor, tienes esas suertes de las que se obsesione con ella y a ti te deje botado,
te deje en… libertad, como quién diría. ¿Qué vas a hacer, ah? ¿Aún irás a lamerle
el culo para que no te traicione? ¿Aún, luego de todo lo que te ha hecho, luego de
tratarte como la puta mierda, como si fueras escoria, le rogarás salir de esa casa
porque no quieres que se fije en otra persona que no seas tú? ¿Tan chupapollas
te has vuelto?
Basta. Se acabó.
Miré al individuo que todavía, se encontraba aferrado a mi delgado brazo para que
le acompañase, y lo hice.
No me tienes atado a ti, Thomas; tú tienes libertad, ¿por qué yo debo abstenerme de la mía? ¿Por qué tú sí puedes hacer lo que quieres, mientras yo solo observo
como un idiota? No. ¡No eres mi dueño! ¡No soy tu puto esclavo!
– Tienes razón, vamos. – murmuré entre dientes y al fin me dejé llevar donde
estaba toda la banda de amigos de mi hermano.
Lo que son las amistades, habían de todos los tipos, me sentí como cuando vas a
comprarte una playera y el mismo modelo, lo tienes en mil colores diferentes;
bueno, aquí era similar, a diferencia de que no era una playera, sino alrededor de
veinte tíos, y no era un mismo modelo, sino veinte chavales distintos pero con la
misma profesión.
Eldwin, muy amable, me presentó a todos, yo solo hacía un leve movimiento con
la cabeza en señal de saludarles a todos, si me ponía a hablar un poco con cada
uno, se me iría la noche en un parpadeo. De pronto… callé.
– Él es Justin. – mis ojos se fijaron en los de ese muchacho y algo me recorrió por
todo el cuerpo. Era el mismo con el que había cruzado mirada hoy; con el mismo
que me quedé hipnotizado sin saber cómo coño escapar. Justin… rubio, de ojos
claros, estatura baja y una sonrisa… encantadora. ¿Qué has dicho Kaulitz? Oh
no… yo no he dicho nada.
– Hola. – saludé, e inconcientemente estiré mi mano, la cual no tardó en ser
estrechada y… y se acercó a mi para dejar un beso en mi mejilla. ¿Qué es lo que
estaba pasando aquí?
Tras unos cuántos minutos de hablar incoherencias, ya que la mayoría estaba en
un estado bastante avanzado de ebriedad, comenzaron a sugerir juegos. Yo me
hice la misma pregunta. ¿Juegos? Es verdad, ¿qué clase de ‘mafiosos’ se
pondrían a jugar? Un recuerdo fugaz del jueguito en el que había participado hacía
unas horas, se coló en mi mente, trayendo consigo alguna que otra imagen del
pobre Georg, pero agité la cabeza un poco, ahuyentándolas, y, al volver a la
realidad, fijé la vista en las actividades de mi gemelo, el cual se encontraba aún
con la misma tipa, pero… de las miles de veces que (como el grandísimo gilipollas
que soy) le había mirado, ni una sola, los vi besándose; eso por un lado, creaba
una paz inmensa en mi pecho, pero no la suficiente, como para detener aquello
que estaba dispuesto a hacer con tal de alejarlo de mis pensamientos.
Luego de un tiempo más, el calor en aquella casa, se concentró a tal punto, que
más de la mitad nos quitamos nuestras sudaderas. Por supuesto que me incluyo
dentro de toda esa mitad, yo también moría de calor, coño, estaba asándome. Al
principio no sabía si era por estar en esa maldita temporada del año donde las
temperaturas suben y bajan a cada hora, o simplemente los celos me rostizaban las entrañas, pero pronto lo deduje, cuando los demás tíos se quitaban sus ropas.
Un sonido me sacó de mi debate interno. ¿Qué era eso? ¡Oh, claro! Habían
puesto música, qué estúpido.
[ Play: http://www.youtube.com/watch?v=mWOjM-YTd8Y&feature=related ]
Un juego de luces comenzó a andar, impidiéndome ver claramente a las personas
que tenía a mi alrededor, pero ya daba igual.
– ¿Bailarás? – preguntó Eldwin, que al parecer, no se me despegaba de al lado.
– Yo no… yo no sé bailar… – contesté rodando los ojos. ¿Cómo hacerle entender a
este tío que bailar para mi, es como si me preguntaran de la marina? No sé una
endemoniada coña.
– Solo muévete al compás de la música; – explicó riendo por lo bajo. – mira, así… –
me tomó de las manos y comenzó a moverse cómicamente, como si en realidad
fuera él, el que no sabía nada de llevar un ritmo, lo que me hizo aguantar una
carcajada de lo idiota que se le veía.
– No seas estúpido, tú sí sabes bailar, no te burles jajajaja…
– Es verdad, pero antes no sabía, estaba en las mismas que tú, – se acercó un
poco más a mí para que le oyese mejor. – y mientras me enseñaban, hacía
monerías, porque no me salía un puto paso. – se rió contagiándome a mi también
y puse todo mi esfuerzo en poder seguirle.
– De seguro no te veías como yo. Mira cómo me muevo, soy un completo palo de
escoba jajajaja…
– No te menosprecies de esa forma, te ves grandioso, a diferencia de cómo lucía
yo justo la noche que decidí aprender. – respondió moviéndose un poco más.
Empecé a orientarme por lo que él hacía, aunque no tan exagerado, claro, y sonrió
asintiendo con la cabeza mirando hacia abajo; nuestros pies, supongo.
Ambos reíamos llevando el ritmo de la música, que por cierto, era una especie de
rap. Creo que era algo obvio, todos los amigos de mi hermano, escuchan la misma
música que él, o no lo sé… pero esta canción se parecía a una de las que oía
hace tiempo Thomas. Hace mucho tiempo.
– Así… – susurró apegándome un poco más a su cuerpo sin dejar de moverse un
solo segundo, y tragué saliva cuando nuestros pechos desnudos se conectaron.
Jesús…
Me giró tomándome de una mano. ¿Qué rayos es lo que estaba haciendo? ¿Creía
que era una tía que debía girar de esta forma?
Como era de esperármelo, en un mal paso mío, casi caigo de boca al suelo, de no
haber sido por él que me sostuvo de inmediato, seguro me habría bajado un par
de dientes.
– ¿Estás bien? – cuestionó levantando mi rostro por la barbilla, entonces cuando
nuestras miradas se encontraron… me perdí.
– S-sí… estoy bien, gracias por no dejar que el piso me recibiera. – comenté riendo
nervioso, intentando evadir toda clase de pensamientos e ideas absurdas que
quisiesen aparcar en mi mente. Primero con Justin ¿y ahora con el amigo de
Tom? ¿Qué mierda es lo que ocurre contigo, Bill Kaulitz?
No… cállate, déjame en paz, ya no me tortures de esa forma.
Esa puta voz, iba a volverme chiflado. Si no es que ya lo estaba y por eso es que
la oía a cada momento…
– Tienes una sonrisa muy hermosa… Bill. – murmuró peligrosamente cerca de mi
rostro, aún sin apartar su mano de mi barbilla, y clisó su mirada en mis labios. Oh
no… la que me faltaba… sentir deseo por otro hombre. ¿No era que solo te atraía
tu hermano? ¿Cómo has llegado hasta este extremo, ah?
Cuando estuve a punto de responder, todo se volvió oscuro. ¡Por la mierda, la luz
se había cortado! Pero la música continuaba sonando… ¿cómo era eso posible?
– ¿Qué sucedió? ¿Por qué la luz se fue y la música sigue? – pregunté
agarrándome un poco de sus brazos, pero todo lo que obtuve, fue un condenado
silencio de su parte. – ¿Eldwin estás a-? – no pude acabar con mi pregunta, unos
labios se fusionaron con los míos sin darme opción a reaccionar negativa o
positivamente.
Un brazo rodeó mi estrecha cintura, enderezando mi postura y así quedar más a
‘su alcance’. Me llevó hacia no sé dónde porque no podía ver una mierda,
topándonos con quien se nos ponía enfrente; o bueno… en mi caso, quien se
colocaba a mis espaldas. Choqué contra algo duro y frío, entonces supe que
habíamos dado con la pared. Comenzó a abrir y cerrar sus labios en torno a los
míos y no supe qué hacer. ¿Debía resistirme? ¿Debía golpearle? ¿Gritar en medio
de la oscuridad que me estaban haciendo daño? ¿Pero de qué clase de daño
podía acusarle? Estaba besándome de una forma muy extraña, era como… una
combinación entre dulzura y tranquilidad con pasión y desenfreno. No lo sé, me hacía sentir respetado, como que esta persona hacía esto, pero no para llegar
más lejos, sino para demostrarme cuánto me necesitaba. Necesitar… Dios, esa
palabra que mi gemelo utilizó una única vez y solo para lastimarme.
Me resigné. Sabía por obviedad que el ser que se estaba apoderando de mis
labios, no era ni Tom, ni una tía. Por un lado sabía que no era Thomas, porque
conozco demasiado bien sus besos, además de la forma tan especial en la que
me hace sentir… Pero también estaba seguro que no era un de las putas que se
encontraban en el lugar, ya que esta persona, era un tanto más alta que yo. Bien,
ahora caía que al no ser ninguna de las dos opciones, definitivamente, era un
chaval.
Mierda.
Llevé ambas manos a su nuca y solo me dejé guiar por lo que sentí en el
momento.
[ Play: http://www.youtube.com/watch?v=7TSpT_JN_x0&feature=fvst ]
Enredé los dedos en su cabello y caí en la cuenta de quién se trataba. Sí, era
Eldwin.
¿Pero qué es lo que estás haciendo, Bill? Es el mejor amigo de tu hermano, de tu
gemelo, del amor de tu vida… ¿cómo eres capaz? ¿Por qué lo haces? ¿Por qué
no te detienes? Ya cierra la boca, maldita voz del infierno, déjame hacer mi vida,
sin oírte, sin seguir tus consejos. ¿Quién te entiende, ah? Primero me dices que
debo hacer lo que me venga en gana porque Tom está haciendo la suya y ahora
me sales con que no puedo traicionarlo de esta forma, que es el amor de mi vida,
etc, etc… ¿Sabes qué? ¡Vete a la mierda!
No, no… estaba volviéndome loco…
Sus manos se posaron a cada lado de mi rostro, ejerciendo una leve presión
contra el suyo, pero no demasiada. Era como si solo desease saborearme con
lentitud, sin apuros, pausadamente…
¿Cuántas veces he deseado que me trates de esta forma, Tom? ¿Cuántas veces
he soñado con el día en el que me hagas sentir como Eldwin, lo está haciendo
ahora? ¿Por qué no me besas de esta manera? ¿Por qué siempre buscas otro
propósito en tus buenas acciones hacia mí? Luego de todo lo que hemos pasado,
lo que vivimos, lo que te he dicho y demostrado, ¿por qué sigues tratándome con
tanta frialdad? ¿Qué debo hacer para que me ames? ¿Acaso esta es la estrategia
que debo emplear para saber si lo mío hacia a ti, realmente es amor o solo un
simple pensamiento que divaga por mi cabeza hace más de cinco meses,
confundiendo mis sentimientos? ¿Por qué estoy traicionándote así, si solo te amo
a ti? ¿Por qué lo hago? ¿Por qué si sé que te hago daño, no me detengo? ¿Por
qué no le doy fin a esta absurda fantasía? ¡Ya no puedo negarlo! Mientras lo beso
a él, cierro mis ojos y pienso en ti, pienso que el que me está haciendo esto con
tanta suavidad y ternura, eres tú, Thomas… ¿Por qué debo aferrarme a los
sueños? ¿Por qué nada de esto puede hacerse realidad? ¿Cuándo podré quitarte
de mi mente? ¿Cuándo lograré hacer algo sin pensarte? ¿Cuándo me dejarás en
libertad, Tom? ¿Cuándo?
Una débil lágrima rodó por una de mis mejillas y aparté mi rostro lentamente para
poder alejarme del sujeto que estaba besándome.
Tom, lo siento… yo… yo no puedo hacerte esto, no soy capaz de engañarte, no
quiero causarte ningún dolor, no quiero serte infiel. No quiero y no puedo. Te
pertenezco tan solo a ti; basta de estupideces, tú eres al único que amo, al único
que me he entregado de esa forma. Eres el único dueño de mi vida.
Su frente se pegó a la mía aún sin quitar sus manos de los lados de mi cara y
pude sentir su respiración entrecortada chocar con la propia que despedía mi
boca.
– Lo siento, yo no quise… – intenté articular, pero me hizo guardar silencio.
– Shhh… no digas nada… – susurró casi inaudible, y sentí cómo hacía rozar sus
labios otra vez con los míos. No. Yo no volvería a cometer el mismo error.
– No, Eldwin, no puedo hacer esto. – agregué y comencé a caminar
dificultosamente debido a la falta de luz; me chocaba con todo aquel que se me
ponía en el paso, pero no me importó. Quería alejarme de allí.
De pronto, una ligera presión en mi brazo derecho me hizo frenar.
No… maldita sea. Para mi suerte, la luz regresó y ahora sí, todo se veía con
claridad. Aproveché el momento y tomé mi playera, que por suerte, se encontraba
a un par de pasos, y me la coloqué rápidamente.
– Bill, no te vayas… – dijo acercándome un poco hacia él. Cuando iba a negarme,
mi otro brazo fue apresado también. ¿Qué estaba ocurriendo?
Giré mi rostro y… mierda, era Tom.
– ¿Dónde estabas? Estuve buscándote, Nene… – murmuró tirando un poco del
agarre con el que me tenía, entonces Eldwin, me liberó. – Esos momentos en los
que se cortó la luz, pudimos haber hecho algo, ¿no te parece? – preguntó
acortando la distancia entre nuestros rostros. ¿Qué mierda pensaba hacer?
¿Besarme? ¿Aquí? ¡¿FRENTE A TODOS?! No, ni de coña. Le miré confuso a los
ojos, y caí en la cuenta de que, la forma en la que hablaba, y su actitud aún más
extraña que la que adopta usualmente, indicaban que se hallaba ebrio.
Perfecto. Lúcido era peligroso, ni quiero imaginar lo que sería capaz de hacer
estando borracho.
– Tom… estás ebrio. – dije en un susurro llevándole conmigo a uno de los sillones
vacíos del lugar. Un poco más apartados, había menos probabilidades de que nos
vieran, ¿verdad? – Vamos a casa, ¿si? Quiero irme, por favor, ya es tarde y estoy
cansado. – añadí empujándole un poco hacia atrás disimuladamente cuando se
arrimó a mi cuerpo más de la cuenta; no sé por qué, pero algo me decía que
Eldwin no nos quitaba la mirada de encima un solo momento.
– No, Nene… quiero beber algo…
– ¿Pero qué quieres beber si ya te has tomado hasta la humedad de las paredes?
– pregunté con ironía; menudo pedo tenía encima el tío este ¿y deseaba seguir
bebiendo?
– No… no me voy… quiero quedarme… – e intentó besarme, pero por suerte fui
más veloz y no le dejé.
Mierda, ¿qué es lo que haría ahora? Necesitaba sacarle de allí, estaba
completamente ebrio y… además luego de lo que ocurrió con su amigo, no quería
permanecer un solo instante más en esa casa.
– Tom… – acerqué mi boca a su oído. – vamos a casa ahora y… – Dios, me
arrepentiría por esto, pero no me quedaba de otra. – dejaré que me folles duro y
sin límite. – me mordí el labio inferior luego de pronunciar aquellas palabras y
ponerme frente a él una vez más. Sonrió de lado.
– ¿Sin límite? – cuestionó arqueando una ceja sin abandonar aquella media
sonrisa.
– Ajam… sin límite.
Y como a un niño cuando le dices que irán al parque de diversiones, se puso en
pie tomando mi mano para que le siguiese. Joder… que tenía prisa por follarme.
¿Qué había sucedido entre él y la puta con la que estaba hablando? Si es cierto lo
que me dijo, él estaba buscándome y no con la tía esa, ¿por qué? ¿No pretendía
tirársela?
No lo sé, algún día tal vez lo sepa. Tal vez…
– Ven, iremos a decirle a Eldwin que nos vamos. – comentó y me petrifiqué.
– N-no, no… no es necesario, ¿para qué avisar? Vamos rápido, quiero sentirte
dentro, Tom… – me excusé, sobraba saber que no deseaba cruzarme una vez
más con ese tipo.
– Mierda. No lo digas así, Nene que te lo haré aquí mismo… – dijo relamiéndose
los labios.
Caminamos hasta la puerta de la casa y… finalmente salimos. Al parecer nadie lo
notó.
¿Qué sucedió con Justin? Vaya uno a saber, no me lo volví a encontrar.
Bien, lo que me quedaba por resolver ahora, era: ¿Quién conduciría?
&
A tan solo unos pasos del auto, mi hermano se durmió, que de no haber sido por
mi, que le mantenía firme con uno de sus brazos rodeando mis hombros, se
habría caído de culo al suelo; tal vez golpeado, magullado la cabeza, etc.
– La puta madre, Thomas. Encima te me duermes. – me quejé. Por un lado era
mejor así, ya que, al llegar a la casa, capaz no recordaría lo que le había dicho
hacía unos minutos. Eso de que deseaba sentirle dentro, que le dejaría follarme a
su antojo, etc… Imagino que no os habréis tragado esa chorrada, ¿cierto? ¡Claro
que era mentira! Tan solo lo dije para salirnos de allí, de la endemoniada casa
de… de Eldwin.
Jesús… la culpabilidad de haberlo besado, empezaba a hacerse paso en mi
mente con intensiones de alojarse y no salir jamás. Hasta esa suerte tenía, joder.
¿Dónde me he quedado? Oh, es verdad, en que llevé a mi gemelo a su Audi R8.
Doy gracias al cielo, que no es pesado, de lo contrario, me habría quebrado un
hueso al transportarle prácticamente a rastras.
Lo recosté en el asiento del acompañante, y le coloqué el cinturón de seguridad;
con el menudo estado de ebriedad que tenía encima, en una frenada mía, se iría
de boca hacia delante y se partiría un diente sin vuelta atrás. Me senté en el
asiento del conductor, y por primera vez en la vida, encendí el motor del auto de
mi gemelo. Vosotros os preguntaréis: ¿Cómo coño es que sabe manejar si jamás
tocó el coche de Tom? Bien, gran pregunta. A lo que se le llama… saber, saber
manejar, no sé, tan solo me ha enseñado un par de veces, Saki, en esos años en los que estuvo en Hanovre antes que desapareciera misteriosamente, para
después enterarme que lo habían metido preso. Ok, basta de palabrería que debía
concentrarme en el camino, en ese camino que aún no había comenzado a
transitar.
Me abroché mi cinturón de seguridad, y aferré mis manos al volante al mismo
tiempo en que respiraba profundo. Mierda, Dios quiera que lleguemos sanos y
salvos. Planté la mirada fija adelante y tras poner el primer cambio, avancé. Bien,
el vehículo empezaba a caminar sin problema; vamos, Bill Kaulitz, ten fe, ¿qué es
lo que podría salirte mal? Aceleré un poco y tomé la carretera hasta nuestro
destino. Hice todo lo posible por concentrarme en lo que estaba haciendo para no
chocar y hacernos puré con otro auto, pero luego pensé: ¿Qué otro auto, si a
estas horas solo a nosotros se nos ocurre circular por estos lugares? Por lo que la
tranquilidad se hizo presente en mí por unos momentos. De a ratos miraba de
reojo a mi hermano para comprobar que se hallase bien, que no se moviera más
de lo debido; se movía, sí, aún vivía, no había muerto, pero tan solo gruñía en
sueños o no sé qué; algo escapaba de su boca de vez en cuando, al igual que una
que otra sonrisita de lado se le dibujaba también.
De repente, se me cruzó por la cabeza, la idea de poner algo de música para
relajarme, la radio, para ser exacto, pero luego caí que no podría ser más estúpido
si hacía eso. Si mi gemelo se despertaba y enteraba que yo conducía su Audi R8,
¿quién sabe cuál podría ser su reacción? Es tan demente que se puede esperar
absolutamente todo de él. Todo, sin importarle que lo que sea que esté haciendo
fuere por su bien, no. A él esas mierdas no le interesaban en lo más mínimo.
Tras el aburrimiento, comencé a tararear una melodía que hacía mucho ya no
escuchaba. ¿Os soy honesto? Desde que empezó todo el asunto con mi hermano,
ya nada de lo que solía hacer antes, volví a experimentar; creo que en una
oportunidad ya os he dicho algo de esto, ¿verdad? Con él solo era: Madrugada,
sexo. Desayunábamos (si es que lo hacíamos) y teníamos sexo. Luego de
almorzar, ¿qué ocurría? Sexo. Con deciros que ni siquiera podía ducharme
tranquilo, ya que él se adentraba en el baño y me follaba salvajemente las veces
que podía, lo que le daba el aguante, es decir que no paraba ni un segundo.
Fijadse la forma en la que me he ido por la ramas, ¡puff! Pero si esto solo a mi me
ocurre, coño.
Al fin, sanos y salvos, enteros, sin un solo magullón, llegamos a la casa. Me bajé
del vehículo y me dirigí a la puerta de la misma. Debía abrir esa antes, ¿sino cómo
demonios lo haría con Tom en brazos? Metí una mano en mi bolsillo y… mierda,
no tenía la llave. ¡Por supuesto! Estaban en poder de mi gemelo. Por obviedad,
¿no?
Volví al coche, abrí la puerta de su lado y revisé uno a uno los mil bolsillos que
posee su pantalón. De acuerdo, no seré tan exagerado, pero era algo similar; esas
ropas tan extrañas que utiliza Thomas, Jesús.
Uno más y… ¡bingo! Las encontré.
– Mmmm… ¿Nene? – preguntó pretendiendo abrir los párpados, pero no lo logró.
Vaya que sí estaba en pedo, eh.
– Shhh… ya estamos en casa, aguarda un segundo. – le callé con disimulo y él
solo asintió.
Me devolví a la casa y finalmente abrí la cerradura, empujando la puerta hacia
atrás dejándola abierta de par en par. Fui a por mi hermano, desabroché su
cinturón y le hice rodear mi cuello con uno de sus brazos, para ayudarle a ponerse
de pie; y así, sintiendo cómo casi arrastraba sus zapatillas en el suelo, ingresamos
a nuestro queridísimo hogar. Como no podía ser tan idiota de soltarle a mitad del
camino para cerrar la puerta de entrada, lo hice dándole una patada que provocó
un tremendo sonido al chocar contra su lugar de origen. ¡No me regañéis! Debí
hacerlo de ese modo, de lo contrario Thomas, hubiese terminado en el piso.
Lo conduje hasta su habitación, donde le deposité en la cama cuidadosamente en
el intento de no despertarlo; pero en un leve descuido, caí junto con él sobre el
colchón, en el cual rebotamos levemente. Traté de ponerme en pie antes que
percibiese mi presencia, pero fue imposible; apretó el agarre de mi brazo
impidiéndome levantar. Giré mi cabeza para mirarle, él supuestamente estaba
dormido a consecuencia de la cantidad de alcohol que se encontraba en su
sistema; al parecer, yo estaba equivocado. Tiró de mi extremidad consiguiendo
que quedase totalmente sobre su pecho, con nuestros rostros a escasos
centímetros, sintiendo la respiración del otro chocar con la del contrario. Suspiré
contra su boca intentando contener las lágrimas que amenazaban con salir de mis
ojos debido a la situación; tan pegados, tan tranquilos, tan… romántico se había
hecho ese momento, que me dolía. Sí, en vez de ponerme contento lo que estaba
ocurriendo, me entristecía porque él estaba ebrio, por ende, no era conciente de
sus actos.
Podrá tratarme mal, podrá humillarme, pero yo le amo, y le amo intensamente;
tanto, que me importa una mierda lo que me haga, que me golpee las veces que
quiera, siempre y cuando se mantenga a mi lado, fiel y firme, algo que… yo por
poco y no logro cumplir. ¿Hacéis memoria?
Esperad. ¿No se dice por ahí que a los ebrios se les puede sacar cualquier clase de información? ¿Que inconcientemente, dicen cualquier verdad?
Oh Dios… colapsé. Era mi gran oportunidad, estaba llamándome para que
hablase con él y de una vez por todas me dijera qué es lo que realmente siente
por mi. ¿Os dais cuenta? Ya esa condenada luz de esperanza, se había
encendido en mi interior; era tan intenso su brillo, que si la pusieran en una sala, la iluminaría por completo sin problema.
Le miré a los ojos, esos ojos que yo tanto amaba. Tan rudos, tan fríos, pero al
mismo tiempo tan… sinceros. Decidido a poner en marcha lo que tenía en mente,
acorté la distancia entre nuestros rostros, y le besé en los labios con serenidad,
con paz y amor… Él, sumiso, tan solo se dejó hacer. Estaba muy pasado de
copas, de lo contrario, habría profundizado aquel beso sin esperar un solo
instante. Tomé su rostro entre mis manos temblorosas y ladeé levemente mi
cabeza para convertirlo en uno un poco más apasionado. Como era de esperarse,
él, ni se inmutó, tan solo me lo correspondió gustoso. Rocé su paladar con mi
lengua, despacio, sin apuro e intercambiando saliva. Cuando me separé, me
aseguré que nuestras bocas hicieran un sonido gracioso, pero al mismo tiempo
sensual. Algo que hacía mucho quería hacer con él.
– Nene… – susurró al establecer una mínima distancia entre nuestros labios.
– Tom… – le interrumpí sin importarme haberle cortado las palabras. Me miró sin
expresión alguna, como si no hubiese interferido en lo que estuvo a punto de
decir.
– Dime. – acarició mi cabello, enredándolo entre sus dedos sin llegar a hacerme
daño.
– Quiero hacerte una pregunta. – comencé a hablar seguro, necesitaba llegar ya
de ya al tema sin rodeos.
Me dedicó una mirada algo perdida, era claro que la alcoholemia que corría a
través de su sangre, era tan grande, que lo tenía completamente perdido. Qué
idiota soy, os explico esto, cuando ya os he dicho que la pregunta que le haría, era
precisamente por el estado en el que se encontraba.
– Tom, yo… – tartamudeé, no sabía cómo coño continuar. Sacudí mi cabeza para
lograr aclarar mejor la situación y formular nuevamente mi dialecto. Deseaba
hacerlo de otra forma, tal vez… un poco más explícita a lo que lo haría.
Vamos Bill, no puedes echarte atrás ahora, debes continuar. ¿Qué es lo que te
pasa? ¿Acaso tienes miedo a la respuesta? ¿Pero por qué tienes miedo? Con
todo lo que te ha hecho, no me extrañaría que negase cualquier clase de sentimiento hacia a ti.
No… cállate, maldita voz, déjame tranquilo. ¡Cállate y deja de meterte en mi vida!
¡Deja de querer controlarme!
Locura… una locura desmedida era la que me asechaba día y noche; y su voz
principal, era la que se colaba entre mis pensamientos cada vez que deseaba
realizar alguna actividad o decir algo. Dios…
– ¿Me amas, Tom? – pregunté mirándole a los ojos, con la pequeña lucecita
encendida incandescente, en medio de mi pecho. Curvó sus labios en una humilde
sonrisa y se me quedó viendo, en silencio. Adiós sueño, adiós esperanza, adiós a
toda la mierda de la ilusión. La estúpida voz, tenía razón y ahora se me reiría
como condenada.
– Te amo… – susurró penetrándome con la mirada y palidecí.
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Como un imbécil me quedé. Perplejo y sin respiración. Mirándole, contemplando
esa hermosa expresión en su rostro de sinceridad mezclada con ebriedad, pero
que a mi me hacía tan feliz. Me lo dijo, yo sabía, él me ama; lo ha confesado, en
otro mundo, pero lo ha hecho y yo me sentí el hombre más feliz sobre la Tierra.
De repente una pequeña gota de agua se deslizó por su mejilla, de su pómulo a su
oreja al caer. Le miré atento; no podía ser que Tom, esté llorando. Pero no; noté
que esa gota no provenía de él, sino que era una de mis propias lágrimas que
había caído sobre su bello rostro.
– No sabes… lo inmensamente feliz que… snif… que me haces… – sollocé sin
perder el contacto de nuestros ojos, un solo segundo.
Sonrió de lado y me besó. Colocó una de sus manos en mi nuca y besó mis labios
pausadamente, metiendo su lengua, y cerré los párpados maravillado por lo que
me estaba haciendo. Rodamos en la cama hasta que su cabeza dio con la
almohada y, sin separarme de él, empecé a establecer una pequeña fricción entre
nuestros sexos, marcando un movimiento de arriba abajo con mi pelvis sobre su
hombría, la cual despertó sin mucho estimulo.
– Hazme el amor, Tom… – jadeé contra su boca. Ya podía notar cuán excitado se
encontraba; a pesar de estar así, borracho, su sexo parecía responder por sí solo.
– Por favor, quiero que me hagas el amor… – pedí por segunda vez y se apartó de
mis labios con lentitud. Pensé que diría algo, pronunciaría alguna clase de
palabra, pero todo lo que hizo, fue sonreírme y comenzar a despojarme de mis ropas. Sin prisa, con una suavidad jamás conocida en él. No podía creer cómo es
que nunca en la vida, había sacado este Tom tan dulce, tan tierno, ¿cómo pudo
ser que nunca lo haya conocido?
Se quitó su ancha sudadera, y, luego de arrojarla a quién sabe dónde, se tumbó
sobre mi, de nuevo, para empezar a repartir húmedos besos sobre la piel de mi
cuello, lamiéndola de vez en vez, chupándola y marcándola dulcemente con cada
succión, mostrándole al mundo que yo era suyo, que yo le pertenecía tan solo a él,
y que eso sería así por el resto de nuestras vidas.
Quedé plenamente desnudo al igual que él, y sin pensárselo dos veces, adoptó un
delicioso movimiento que me hizo cerrar los ojos inconcientemente.
– Me amas, Tom… agh… me amas, mi amor… – articulé jadeante tomándole del
cuello con ambas manos para acercarlo más a mi cuerpo y así poder restregarme
mejor contra su masculinidad.
Descendió un poco por mi pecho desnudo y se detuvo en mi tetilla izquierda; allí,
donde poseo un piercing hace no más de diez meses. Lo atrapó entre sus labios y
empezó a lamerlo sin abrir la boca como si estuviese mamando un chupete. Tiró
de él tenuemente al aferrarlo con sus dientes, lo que provocó que un gemido
abandonase mi garganta. Dio un último lametón y continuó bajando hasta mi sexo,
el cual se tensó aún más si se podía tras sentir su tibia respiración sobre él. Clisó
su mirada en la mía, que se encontraba atenta a su desplazamiento, y… y lo rozó
con su mejilla sin ir más lejos. Abrió mis piernas de un solo movimiento,
dominando la situación como siempre lo hizo, pero esta vez nada me importó; mi
hermano por primera vez desde que estamos juntos, me haría el amor, es decir,
no sería tener sexo sin sentido para satisfacerse él solo, sino que yo también
disfrutaría el tenerle dentro.
– Dímelo de nuevo, Tom… dímelo… – pedí mientras colaba uno de sus dedos en
mi intimidad y comenzaba a penetrarme metiéndolo y sacándolo, con cuidado, sin
dañarme. Se acercó a mi boca y suspiró embriagándome con su aliento. Cerré los
párpados al sentir que sumaba un dedo más y arqueé mi espalda cuando empezó
a curvarlos. – Oh sí… – gemí bajo mientras apretaba la almohada con mis uñas.
Pero no hice más; yo quería escuchar esas dos palabras otra vez saliendo de su
boca y dirigiéndose hacia a mi. ¿Por qué no las repetía?
Me incorporé un poco en la cama y él me miró con lujuria, relamiéndose los labios.
– Tom… – le llamé aunque sabía que me estaba viendo.
– ¿Si?
– Quiero oírlo. Quiero que me digas otra vez que me amas… por favor, dímelo; quiero asegurarme que no es un maldito sueño. – sollocé mientras sentía que se
acomodaba entre mis piernas al quitar sus dedos de mi.
– Te amo… – susurró contra mi boca al mismo tiempo en que se deslizaba a mi
interior. Y allí fue donde rodeé su cuello con mis brazos y atrapé sus labios con los
míos, sin intención de dejarle ir.
Comenzó a moverse lentamente sin alejarse de mi boca, la cual abrí de par en par
abandonando un profundo gemido de placer absoluto. De ese placer que jamás
había experimentado, el placer de ser penetrado por la persona que amo, la
misma persona que sé que siente lo mismo que yo por él. Recorrió mis piernas
con sus grandes manos, apretándolas más contra su cadera sin reducir aquel
vaivén, mientras yo jadeaba de gusto en su oído.
Mi sueño hecho realidad.
&
– Hmmm… haa… – gemí ejerciendo ese movimiento de arriba a abajo sobre la
hombría de mi gemelo.
Exacto, habíamos cambiado de posición y ahora yo me encontraba montándolo.
Siempre con suavidad y sin apuro, estábamos haciendo el amor, no follando,
¿recordáis?
Me tomé el cabello con fuerza y aceleré las embestidas, oyéndole jadear cuando
hacía eso. Ahora yo era el que necesitaba algo un poco más rápido, quería llegar
al orgasmo que amenazaba con abandonar mi cuerpo en cualquier instante. Podía
sentir los ojos de mi hermano tiesos en mi figura, observándome. Observando
cada gesto de placer que hacía con mi rostro. Eso estaba extasiándolo y yo… yo
disfrutaba verle disfrutar.
– Oh sí, Nene… sí… – gimió ronco colocando ambas manos a los lados de mi
cadera. Apoyé las mías sobre su abdomen, y fijé mi mirada en la suya, para luego
empezar a moverme más lento sobre su polla, sin abandonar el contacto visual un
solo momento. Mordí mi labio inferior al notar lo que ya sabía: que él, es realmente
grande. Separé mis labios y no pude evitar cerrar los párpados unos segundos
mientras torcía mi cara en una mueca de puro y exclusivo placer.
Me di cuenta cómo se sentaba levemente en el colchón y rodeaba mi cintura con
sus brazos, apegándome a su sudoroso cuerpo. Sus labios empezaron a repartir
húmedos besos sobre mi pecho, y tomé su cabeza hundiéndola en aquel lugar para que tan solo me abrazara; no era necesario que me bese, yo quería que él
disfrutase conmigo.
– Tom… no sabes… cuánto… te amo, mi amor… haaa… – articulé entre jadeos,
llevando mis manos a ambos lados de su rostro para tomarlo entre ellas y
acercarlo al mío, juntando nuestras bocas apasionadamente, ensalivando por
completo toda la carne que tocábamos.
Lo nuestro era una pasión desenfrenada. Una pasión que acababa de desatarse.
– Hummm… – gimió dentro del beso, y una lágrima de felicidad se escabulló
intrusa por aquella zona, dándole un ligero gusto salado, haciéndolo aún más
romántico.
La primera gota salada que despedía mi cuerpo, luego de meses de dolor. La
primera que nunca jamás pensé podría llegar a formularse por algo causado para
mi bien, y que provenga de mi hermano. No me canso de decirlo; un sueño, eso
es lo que estaba viviendo. Un hermoso sueño de fantasía acumulada en mi
corazón; pero lo más bonito de todo, era que este sueño no se esfumaría en
cuanto abriera los ojos, no. Porque es un sueño real. Mi sueño real.
Entrelacé mis brazos alrededor de su cuello y continué besándole sin dejar de
moverme a esa velocidad tan calmada que a ambos estaba cegándonos de
placer. Apoyó su mano derecha en el colchón mientras con la izquierda me
sostenía de la cintura y empezó a alzar levemente sus caderas en un intento de
adentrarse más en mi intimidad, lo cual estaba logrando. Eché mi cabeza hacia
atrás sin deshacer aquel lazo que mantenía en su cuello con mis extremidades, y
abrí mi boca en toda su extensión, dejando salir un profundo gemido que, por
supuesto, llevó al final el nombre del ser que estaba penetrándome.
Y no pude más. Cerré los párpados con fuerza al sentir mi orgasmo aproximarse y
comencé a frotarme contra su abdomen para alcanzarlo con mayor rapidez; al
cabo de un par de embestidas de su parte, me derramé entre nuestros cuerpos
calientes y él me siguió a los segundos, llenándome por completo.
Ambos dos quedamos inmóviles, respirando con dificultad, aún unidos. Dejé
descansar mi cabeza en su hombro y me abrazó con fuerza, con… con posesión.
Con esa misma posesión que lo hace un niño pequeño con su osito de peluche
por miedo a que se lo quiten. Estiré mis piernas un poco a lo largo de la cama, sin
salirme de mi posición, claro, y suspiré como un completo estúpido mientras
acariciaba su nuca, enredando levemente sus trenzas en mis dedos y
apretándolas en cierta forma como para corroborar que todo lo sucedido era cierto, y al parecer, sí lo era…
Abrí los ojos y los fijé en la pared, sin dejar de ejercer aquella acción en la cabeza
de mi gemelo; no… yo no podía creerlo… era tan, pero tan increíble.
Se me aguó la vista y supe de inmediato que no aguantaría mucho sin liberar un
sollozo, ¿por qué? ¿Por qué estaba llorando si hace unos minutos dije que era el
momento más feliz de mi vida? Pues porque tenía miedo. Eso, tenía un miedo
inmenso de que en cuanto Tom esté sobrio, cambiase de opinión, o que tan solo
esto, haya sido producto de mi gran deseo de que el me ame, o… a lo mejor había
sido una ‘visión’ como la que tuve en casa de Eldwin. Si era eso yo… yo moriría
de decepción, me mataría el alma, no lo sé, pero nada bueno saldría de mi
interior, de eso estaba seguro.
&
Desperté recostado en la cama, en mi lado izquierdo rodeado por unos fuertes
brazos, que se escabullían hasta mi abdomen. Levanté un poco las sábanas y
reconocí al instante de quién se trataba esa persona que tenía a mis espaldas;
¿cómo no reconocerlo? Me sabía todo de él, podría reconocer una mano suya a
kilómetros de distancia, sin verme en la necesidad de utilizar binoculares. ¿Que
me estoy pasando de presuntuoso? No, claro que no; cada palabra que os digo,
es la pura y exclusiva verdad.
Acaricié levemente aquella mano, ya que sabía que en cuanto despertase, estaría
sobrio, o sea, se le habría pasado el menudo pedo que se agarró anoche, ¿y eso
qué quería decir? ¡Por supuesto! Todo lo que me había dicho sobre que me
amaba, etc, etc, lo negaría, no recordaría absolutamente nada. Es muy cruel si
uno se lo pone a pensar en cierta forma, pero también me tranquiliza el saber que
él lo hace, es decir, me ama. Aunque no me lo diga estando lúcido, pero me ama,
y eso me es suficiente para continuar con mi vida, o bueno, con el intento de lo
que alguna vez se le podría llamar vida.
– Hmmm… – le oí gruñir dentro del sueño moviéndose un poco y el agarre que
tenía alrededor de mi cuerpo, se hizo aún mayor, más posesivo, tal y como era él.
Deslicé mi mano a lo largo de su brazo y seguí acariciándole; con lentitud, sin
intención de despertarlo. Cerré mis ojos suspirando largamente y los recuerdos de
meses atrás, empezaron a azotar mi mente…
– No me beses de ese modo, sabes que aún no podemos hacer nada, Tom… –
susurré llevando una de mis manos a su nuca y le tomé suavemente por las
trenzas, entrelazando mis dedos en ellas; apegó más su cuerpo a mi espalda
desnuda y me acomodé mejor en el colchón. – Tom…
– De acuerdo. Lo siento, es que… me traes loco, Nene, ¿sabes? – comentó
alejándose un poco de mi figura para continuar con el masaje.
¿Yo te traigo loco, Tom? ¿Es eso cierto? ¿Yo soy el culpable de tu locura? ¿Por
qué salieron de tu boca aquellas palabras tan dulces? Lo sentí, Tom… pude sentir
la sinceridad en tu voz, el tono en el que me decías todo eso, estoy seguro que no
era un engaño. Dios… enloqueceré intentando descifrar de qué planeta has
venido, mi amor.
Moví mi cabeza un poco y me reacomodé en mi posición; el brazo que se
encontraba en la cama, se me estaba adormeciendo y empezaba a sentir unas
molestas cosquillas. Mierda, ¿siempre que estoy disfrutando de algo, otra cosa me
lo tiene que interrumpir?
– Nene… – oí de la nada y se me paró el corazón. Tragué saliva.
No contesté. Si es que se había despertado, se me antojaba saber cómo coño
reaccionaría al encontrarse de esta forma tan ‘romántica’ conmigo.
– Nene… – repitió arrastrando la última vocal y el colchón se hundió a mi lado.
Claro, estaba sentándose en la cama para poder verme. – ¿Estás dormido? –
preguntó comenzando a dar dulces besos por la extremidad que tenía descubierta.
– Mmm… ¿no quieres despertar, mi amor?
Abrí los ojos como platos. ¿Qué… qué es lo que acababa de oír? ¿M-mi amor?
¿Me había llamado, mi amor…? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Estoy soñando?
¡Despiértate, Bill! ¡Es otro de tus estúpidos sueños!
Deja de hablarme, maldita infeliz, ¿qué te he dicho ayer, ah? ¡Que me dejes en
paz!
– Veo que despertaste… – murmuró mirándome de reojo sin apartarse de mi piel.
– T-Tom… – tartamudeé cuando logré salir de mi batalla con esa puta voz. – ¿Q-
qué me has dicho?
– Que si te has despertado. – contestó ascendiendo hasta mi cuello, llegando a mi
oreja y besándola con dulzura.
– No… no hablo de eso. Antes.
– ¿Qué? ¿Qué he dicho?
Lo sabía, todo había sido producto de mi imaginación. ¡Será la puta hostia! ¡No
sabes distinguir entre la realidad y la fantasía! ¡Eres un completo fracaso, Bill
Kaulitz!
¡Vete a la mierda! ¡¿Quién te crees que eres para hablarme de esa forma?! ¡Haz
tu vida en otro lado y salte de mi puta cabeza! ¡Nadie te ha llamado!
– ¿Nene? – cuestionó tomándome del rostro con ambas manos. – ¿Estás bien? –
¿qué? ¿Por qué me preguntaba eso?
– Sí, ¿por qué?
– Estabas agarrándote la cabeza y cerraste los ojos con fuerza. ¿Ha pasado algo?
Ohh Jesús, la que me faltaba… había visto la expresión que pongo cada vez que
peleo con… bueno, ya qué. Llamémosle de esta forma: Mi otro yo.
– No, no… estoy bien, solo… – ¿qué dirás? – solo me duele la cabeza un poco, es
todo. – ¡JÁ! La típica. Qué falta de originalidad tienes.
Que te calles, ¿cuándo vas a callarte?
– Ahh… ¿quieres algo de beber? – ¿este es tu hermano? Tiene que ser una
broma, ¿este es Tom? ¿Nuestro Tom? ¿Qué más se tomó anoche además de las
cervezas?
No lo sé, tal vez lo drogaron.
No, idiota. Mírale los ojos, este está más lúcido que nosotros dos juntos.
¿Qué? ¡Pero si somos una misma persona! ¿Una misma persona? ¡¿Qué estoy
diciendo?! ¡Tú no existes! ¡No existes! ¡No te oigo! ¡Cierra la boca!
– ¡Bill! – volví a la realidad luego de recibir menudo sacudón de su parte.
– ¿Qué?
– Mírame. – ordenó tomándome por ambos hombros y fijé mis ojos en los suyos. –
¿Estás drogado? – y se me cayó la mandíbula al piso. ¿Drogado? ¿Yo? ¡¿Pero
qué clase de chorrada era esa?! ¡Por supuesto que no!
– No, Tom, ¿qué dices?
– No… nada, está bien. ¿Contestarás?
– ¿Qué cosa?
– ¿Quieres algo de beber, sí o no? – cuestionó por segunda vez y negué con la
cabeza en forma de respuesta; por alguna extraña razón, se vino a mi mente un
recuerdo de la noche anterior…
Mi hermano se hallaba conversando muy animadamente con una tetona morena.
¿Qué digo muy? ¡Demasiado! ¡Sus rostros estaban a escasos centímetros de
distancia! ¡La muy perra, sonreía y se le acercaba un poco más!
– ¿Te la has tirado? – pregunté de la nada tras recordar aquella imagen y alzó
ambas cejas. Claro, no especifiqué exactamente a qué coño me refería, de seguro
no entendía nada de nada.
– ¿De qué hablas?
– De… de la puta esa con la que hablabas anoche mientras yo, como un imbécil,
te esperaba sentado. – contesté y un par de lágrimas cristalizaron mi visión, que
por cierto, era su rostro.
Bajé la mirada, no quería que me viese en ese estado, ¿y si se cabreaba por lo
débil que me mostraba en esos momentos? ¿Y si tan solo por no saber controlar
mis estados de ánimo, se iba toda la ternura que por fin había adoptado hacia mí?
No… yo no podía permitir que esta burbuja se pinchase otra vez. No… no dejaría
que eso ocurriera.
– ¿Es broma? – cuestionó arqueando un ceja, entonces comprendí que mi
pregunta había sido una de las más estúpidas que hice en mi vida. ¿Cómo iba a
preguntarle a Thomas Kaulitz, si se había follado a una puta que… prácticamente,
se le estaba regalando en aquella fiesta? Creo que si tuviese un poco de sesos, la
respuesta se hubiere montado en mi cabeza de inmediato, ¿no creéis?
– Sí, es… es cierto. Qué pregunta mas idiota, la mía. – dije con voz quebrada y
atajé una lágrima que abandonó uno de mis ojos, justo antes que cayera. – Creo
que es obvio que…
– Que no. – me interrumpió y volví la mirada a la suya, incrédulo.
– ¿Qué?
– Lo que has oído, Nene. No me la he follado, ni siquiera la besé. – respondió con
sinceridad y más agua salada descendió a lo largo de mis mejillas, pero para ese
entonces, ni me molesté en cubrirlas o limpiarlas. ¿Para qué? Ya sabía que
estaba llorando, no era necesario ocultar lo obvio. – ¿Por qué iba a tirarme a esa cualquiera, si tengo la mejor perra en mi propia casa, conviviendo conmigo,
durmiendo en mi misma cama? – Me helé.
¿Esa es su respuesta?
Shhh, no digas nada, quiero seguir oyéndole; algo me dice que esta es su forma
de decir que me prefiere a mí. ¿Qué? ¿Acaso no lo conoces? ¿Vives en mí y no
conoces a mi hermano gemelo? ¿Qué clase de conciencia falsa, eres?
No soy tu conciencia, Bill.
¿Entonces?
Soy tu otro yo, ¿recuerdas?
Oh, es verdad. Qué memo, lo había olvidado.
No supe qué decirle, qué contestarle, ¿qué es lo que debía hacer? ¿Ponerme a
llorar como una niña? ¿Gritarle que es un mentiroso? ¿Un insensible? ¿Pero qué
mierda ganaría con eso? Él no tiene corazón, ¿lo recordáis? Sería como hablarle
a una pared; sí, eso… insultarle a Thomas, sería como insultar una pared dura y
de piedra. ¿Por qué? Porque no sentiría absolutamente nada, ni siquiera si la
golpearas con todas tus fuerzas, le escupieras, entre otras cosas, no lograrías
hacerle el más mínimo de los daños, él, era igualito. Sin sentimientos, sin corazón,
sin razonamiento… ese mismo razonamiento que cualquier persona normal posee
y pone en funcionamiento antes de decir o hacer algo que hiriese al contrario. Si
no tiene intenciones de hacerlo, éste, entra en acción y comienza a hablarte
internamente, y hasta podrías llegar a oírle como una voz en tu cerebro, tal y como
la que oigo yo la mayor parte del tiempo, con la diferencia que la mía, no era la
voz del razonamiento, sino que de tantas cosas por las que he pasado, lo que
alguna vez llevó el nombre de razón ahora había traspasado todos los límites. Se
encontraba en un grado aún mayor del que estaba; tanto, que alcanzó a tocar las
puertas de la locura, las cuales no vacilaron un solo segundo en abrirse para darle
la entera bienvenida.
¿Comprendéis ahora lo que me pasa? ¿Por qué oigo esa voz constantemente
dentro de mi cabeza? Ese supuesto ‘otro yo’ es la puta locura que tomó posesión
de cada neurona cuerda que tenía en mi mente. Estaba perdido. ¿Y cómo lograría
salir?
– ¿Es… es eso, Tom? Snif… ¿es eso lo que soy yo para ti? ¿Solo tu perra? –
pregunté entre hipidos del llanto que ya no era capaz de ocultar ni aunque me
esforzase. – Todo… todo lo de anoche fue… snif… fue una fantasía, ¿cierto? –
bajé la vista totalmente devastado por lo que acababa de descubrir. Yo tenía razón, ¿os fijasteis? Tom, ya no recordaba nada de lo que sucedió la noche
anterior, no recordaba ni que me dijo que me amaba, ni el haberme hecho el amor;
de seguro todo lo que yacía en sus sesos, ahora, era un vago recuerdo del
momento en que me folló, es todo.
– ¿Qué dices? – cuestionó, pero hice oídos sordos.
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Me recosté una vez más en la cama tras su silencio, e inevitablemente, comencé a
convulsionar mis hombros debido al profundo y desgarrador llanto.
Te lo dije, Bill, tu gemelo no te ama. Jamás podría amarte, ¿por qué sigues
insistiendo en que podría ser todo lo contrario? ¿Por qué sigues viviendo en el
absurdo cuento de hadas y no afrontas la puta realidad? Esta, en la que tú solo
eres el juguete de Tom, el juguete sin vida que solo le sirve para satisfacer sus
propios deseos sexuales; follándote duro, sin compasión, sin amor, transmitiendo
ningún sentimiento hacia a ti. ¿Por qué? Ohh vamos, Kaulitz, no seas majadero.
¿Por qué no te demuestra cariño? ¿Por qué no te quiere? ¿Por qué te trata como
bazofia? ¿Por qué te rompe el corazón las veces que se le viene en gana? ¿Por
qué no corresponde a tu amor? ¿Quieres saberlo? Pues porque no eres nada.
– ¡BASTA! – grité a todo lo que dieron mis pulmones presionando mis uñas en mi
cuero cabelludo, que por desgracia también era mi cabeza, por ende, me las
enterré bastante feo. Noté algo que me rodeaba el cuerpo, algo tibio y acogedor,
pero no le di importancia y me zamarreé repetidas veces en el intento de zafarme,
de alejar esa cosa, fuere lo que fuere, pero no pude. Era como si a cada uno de
mis bruscos movimientos, ese algo me aferraba aún más contra si mismo y
conseguía inmovilizarme temporalmente. – Basta… por favor, déjame, ya no
más… – dije con un hilo de voz rindiéndome ante aquello que, al parecer, no tenía
intenciones de dejarme ir, y más lágrimas cayeron a lo largo de mis mejillas,
empapando parte del hombro de una persona… ¿De una persona?
– Nene, ¿qué pasa? ¿Qué tienes? – preguntó mi hermano meciéndome entre sus
musculosos brazos, entonces al caer a Tierra firme y darme por enterado de que
ese algo del que estaba hablando hacía unos momentos, era nada más ni nada
menos que Tom, le abracé con fuerza, explotando en un llanto más lastimero si se
podía. – ¿Por qué lloras? ¿Qué te ha pasado? – interrogó de nuevo, pero yo me
sentía incapaz de pronunciar palabra; de… de formular alguna clase de frase u
oración coherente como respuesta, por lo que tan solo permanecí callado,
enterrando mi rostro en su cuello, sollozando como una tía luego de enterarse que
su amor había muerto. ¿Qué clase de comparación es esa? En fin. – No me asustes, Nene, contesta…
Separé mi cara del hueco entre su mentón y hombro, y llevé mis manos a ambos
lados de su rostro, atrayéndole hacia el mío, pudiendo conectar nuestras bocas de
inmediato. Gemí dentro del beso a causa del condenado llanto que no podía
controlar, pero continué besándolo. Puse todas las fuerzas que me quedaban,
para así demostrarle de la mejor forma, mi amor, parte de mis sentimientos, la
locura a la que él mismo me había conducido sin vuelta atrás. Esa locura que
llevaba un único nombre: Thomas Kaulitz. Estaba totalmente loco por mi propio
hermano gemelo, por intentar sin resultado alguno, que me quiera, el poder
encontrar la felicidad junto a él; esa felicidad que él mismo me había arrebatado
importándole una jodida mierda el hacerme daño. No… a él no le importo, jamás le
he importado y nunca le importaré.
Ahora colocó sus manos a los lados de mi rostro y, con lentitud y pasividad,
empezó a alejarme del suyo, dejando que nuestras aceleradas respiraciones
chocasen entre si, mezclándose hasta formar una sola, tal y como nos fundíamos
nosotros día y noche. Mantuve los párpados cerrados sin atreverme a verle a la
cara, ya que en cuanto lo hiciera, seguro se me reiría o… me insultaría por ser un
tío tan llorica que no sabe aguatarse un poco de agua salada. Sí, eso es lo que
haría.
– Bill… – me llamó pegando su frente a la mía. – Nene… dime ¿qué es lo que
ocurre? ¿Qué fue eso? ¿Por qué estás así? – cuestionó en un tono increíblemente
preocupado y abrí los ojos para encontrarme con los suyos. Tan bellos, tan
brillosos, tan… tan propios de él.
– Hazme tuyo, Tom… – pedí en un susurro, ignorando sus palabras, y otra lágrima
abandonó uno de mis ojos, dando en una de las manos con las que sostenía mi
cara. – por favor…
Alzó ambas cejas hasta el cielo, estaba más que claro que no comprendía mis
cambios de ánimos.
– ¿Qué dices? Dime qué te sucede, primero. – ordenó sin apartar la vista un solo
segundo de la mía, hipnotizándome por completo, logrando que aquel deseo de
tener su amor, creciese de una manera inexplicable, con más intensidad, llegando
a tal punto de decir que si él no me ama, prefiero estar muerto; elijo morirme en
este mismo instante.
– Quiero que me hagas tuyo.
– ¡Tienes que aprender, Nene! – dio otro latigazo.
– Soy tuyo, mi amor, soy… soy todo tuyo. Te lo suplico, necesito que me lo demuestres, necesito que tomes posesión de mi cuerpo y le muestres al mundo
que…
– ¡De una forma u otra grabarás en tu cabeza vacía que me perteneces! – y otro…
– …te pertenezco.
– ¡Que solo yo puedo tocarte! – y otro… – ¿Comprendes? – dio otro golpe y me
tomó por el cuello de la nuca impidiéndome que siguiera arqueándome en el
intento de prevenir sus azotes.
– Que nadie más que tú puede tocarme. – sollocé tras el recuerdo de lo que meses
atrás, había hecho conmigo.
– Eres mío, mío… ¿comprendes eso? ¡MÍO, BILL! ¡Me perteneces! – me gritó
enterrándose en mi carne caliente.
– Nadie… nadie más que tú, puede tocarme… – repetí hundido en aquel recuerdo
que se apoderó de mi mente, fijando la vista en la nada, perdiéndome en mi propio
mundo de dolor.
– Shhh… tranquilo, Nene… – susurró. Sus brazos se cerraron alrededor de mi
figura y comenzó a acariciar mi cabello con suavidad. Me aferré a su cuerpo todo
lo que pude y cerré los ojos intentando tranquilizarme, lo cual, me pareció estar
consiguiendo.
&
Desperté lentamente y descubrí que él, ya no estaba conmigo. Me encontraba
solo en la cama de su cuarto, tapado con las sábanas.
– ¿Tom? – llamé sentándome en el colchón. – ¿Dónde estás?
Me puse en pie y envolví mi cuerpo desnudo con la blanca sábana para luego
caminar en dirección a la cocina, donde supuse, podría estar mi gemelo, pero me
equivoqué. Cuando estuve a punto de llamarle por segunda vez, unos brazos se
cerraron en torno a mi cintura, llegando a mi abdomen, empezando a acariciarlo
por encima de la tela que impedía dar a conocer mi desnudez.
– Has despertado… – murmuró enterrándose en mi cuello, dejando húmedos besos
y pequeñas mordidas sobre él.
– ¿Por qué te fuiste?
– Creí que lo mejor era dejarte descansar. – respondió sin abandonar aquella acción que estaba ejerciendo en mi piel. Sonreí cerrando los párpados y me
abracé al agarre que tenía por encima de mi estómago.
– Tengo miedo… – dije en un susurro y mis ojos se llenaron de lágrimas. Otra vez
el puto miedo a que en cualquier momento este sueño se volviese una pesadilla;
esa pesadilla que cobraría vida al despertar y comprobar que nada de esto había
ocurrido, que tan solo era producto de mi amor hacia él, y que seguiría sufriendo
constantemente por el resto de mis días a su lado. Es decir, hasta el día en que
muriera. Pero eso no era todo a lo que le temía. No… por supuesto que aún
quedaba lo que le seguía a mi pesadilla, y era mi locura. Yo, irremediablemente,
estaba trastornándome.
– ¿Miedo? ¿Miedo a qué? – cuestionó rozando su mejilla con la mía.
– Miedo a despertar. Miedo a caer en el juego que mi mente le está haciendo a mi
corazón. Ese maldito miedo a que todo esto que está pasando, sea resultado de…
– no pude continuar. Mi voz se quebró con solo verme en la obligación de tener
que aceptar mi demencia.
– ¿De qué?
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Negué con la cabeza como respuesta y me giró con lentitud hasta quedar frente a
su rostro. Posó uno de sus manos en mi mejilla mirándome fijamente. ¿Por qué
me miras así? ¿Por qué haces esto? Dime que no es un sueño, te lo ruego, mi
amor. Y si así es, por favor no te molestes en despertarme. No quiero. Yo no
quiero despertar jamás; deseo vivir en esta fantasía por siempre, teniéndote
conmigo, sabiendo que me amas…
Limpió mis lágrimas con sus pulgares y examinó cada rasgo de mi cara con
detenimiento, paseándose por mis rastas, bajando hasta mi frente, continuando
por mis ojos, nariz, boca, barbilla, para luego devolverla por el mismo recorrido
hasta encontrar devuelta nuestras miradas sin abandonar esa adorable sonrisa
totalmente ajena a él, pero que me estaba regalando desde que habíamos
despertado.
– No debes temer, Nene… estoy a tu lado, estoy contigo y jamás te dejaré. – me
entumecí entero al oírle y más agua salada cayó simulando una cascada por mis
ojos.
Joderrrr… no podía ser tan llorica, coño. Frente a él, ¿qué pensará de mí?
– No llores. Ya te he dicho que no me gusta verte llorar.
Rozó sus labios con los míos, estimulándome a que le besara, y así lo hice. Sin
apuro, con amor… Me apegó más a su cuerpo y, sin romper el beso, tomé sus
manos guiándole hasta el comienzo de la sábana, allí donde yo mismo había echo
un pequeño nudo para que no se me cayese. Comprendió de inmediato y empezó
a desatarlo lentamente. Se apartó de mi boca y la tela cayó al piso, dejándome
completamente expuesto ante su mirada. Deslizó ambas manos hasta mi culo,
acariciándolo con una paz imposible de creer en él, ya que siempre me
manoseaba a su antojo, rozando mi entrada, etc; pero esta vez no. Di un pequeño
brinco y enrosqué mis largas piernas en su cadera, volviendo a besarle; me llevó
contra la pared empezando a friccionar su masculinidad con la mía, logrando que
jadease de gusto. Descendí mis manos hasta la cremallera de su pantalón e
intenté desabrocharla, pero me lo impidió. ¿Qué ocurría?
Me aparté de sus labios y le miré sin comprender.
– Al sofá… Quiero hacerte mío en el sofá. – articuló entrecortadamente, a lo que yo
sonreí mordiéndome el labio.
Caminó hasta allí, logrando que a cada paso que daba, mi pene desnudo se
frotase contra sus anchas ropas, lo que me provocaba una erección aún más
notoria. Dejó descansar mi cuerpo en el sillón y comenzó a despojarse de sus
prendas; una a una, sin prisa, sonriéndome con ternura al fijar su visión en la mía.
Qué extraño era todo lo que pasaba, ¿por qué era tan dulce si ya no estaba ebrio?
¿Acaso recuerda lo de anoche?
Se posicionó entre mis piernas cuando se hubo desnudado completamente y
atrapó mi boca con la suya empezando a penetrarme con lentitud. ¿Qué? ¿Con
lentitud? ¿Pero por qué? ¿Qué es lo que acontecía aquí, ah? ¿Era un truco?
¿Estaba jugando conmigo otra vez? Dios… ¿qué está sucediendo?
– Aaah… – gemí dentro del beso y anudé mis piernas en su cintura. Pegó sus
manos a mi espalda y, a cada embestida que le proporcionaba a mi cuerpo, no
pudimos evitar corrernos un poco hasta el borde del sofá; es decir, hasta quedar la
mitad de mi espalda en el aire mientras que la otra mitad, se hallaba en el
apoyabrazos. Eché mi cabeza hacia atrás rompiendo aquel beso que mantenía
unidos nuestros rostros, y, al dejar mi cuello al descubierto, se apoderó de él,
abriendo sus labios para poder abarcar una mayor longitud de éste a medida que
iba moviéndose sin disminuir la velocidad en lo más mínimo.
Tom no… no estaba haciéndome daño, él… él estaba siendo cuidadoso, me
cuidaba, pude verlo en sus ojos cuando le tuve enfrente, cuando acarició mi mejilla
y dijo esas palabras que iluminaron mi corazón.
– No… no juegues conmigo, Tom… te lo ruego, haa… – supliqué entre jadeos. Yo
realmente no deseaba que todo esto fuese una de sus tantas trampas; no sé por
qué, pero sentía que si esta vez era algo de eso, moriría sin remedio.
– No estoy jugando, Nene… – contestó acelerando el ritmo para adentrarse un
poco más en mi interior, pero con cuidado.
– Mmmm… Entonces… ¿qué es lo que haces ahora?
– El amor… Estoy haciéndote el amor, Bill.
Volví mi cara de inmediato clisando mis ojos en los suyos y le miré incrédulo, pero
sin abandonar aquella expresión de placer. Esto… esto era increíble…
&
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Está mintiéndote… Te está engañando, no seas iluso, por favor. ¿Cómo te crees
ese cuento de su cambio repentino? ¿Desde cuándo te trata con tanta dulzura?
¿Por qué sigues cayendo? ¿No te das cuenta que es una trampa? ¡¿Por qué
mierda eres tan idiota, Bill Kaulitz?!
No… él está diciéndome la verdad.
Estás muy equivocado, ¿sabes? Este es otro de sus tantos jueguitos en los que su
objetivo principal, es hacerte pedazos.
Mentira…
Yo no miento, estoy diciéndote la verdad. Que no quieras creerlo, es otra cosa.
Él me ama…
¡No te ama, por Dios! ¡Deja de creer en cuentos de hadas! ¡¿Quieres?! ¡¿Cómo
carajo haces para caer tan bajo?! ¡¿Por qué te dejas hacer lo que él quiere?! ¡No
eres nada para él! ¡No te quiere, mucho menos te ama! ¡Abre los malditos ojos!
¡No es cierto! ¡Basta!
Eres basura, eso es lo que eres para él…Te romperá mil veces hasta que se canse y… consiga otro juguete con el cual jugar.
– ¡NO! ¡MENTIRA! ¡Eres un mentiroso! – vociferé sentándome en mi lugar,
zamarreándome para todos lados, entonces caí que había sido un sueño.
– ¿Qué pasa, Nene? – preguntó mi gemelo imitando mi posición. Ambos
estábamos desnudos en el sofá; eso… eso quería decir que lo sucedido con él,
había sido real…
– Ayúdame, Tom. Quiere hacerme daño, quiere lastimarme. Por favor, no lo dejes,
te lo suplico… – pedí sollozando, mientras me aferraba a su cuerpo con toda la
fuerza que poseía y él hizo lo mismo, como si estuviera protegiéndome.
– ¿De quién hablas? No me asustes, ¿qué es lo te que sucede, Bill?
– No lo dejes, Tom… no… no dejes que me haga daño… – supliqué con la mirada
perdida, comenzando a mecerme de atrás hacia delante con su cuerpo. – Sácalo
de mi cabeza, dile que se vaya, dile que no quiero oírle más… Está
perturbándome. Por su culpa estoy cayendo en la paranoia… aléjalo de mi…
Eso… yo estaba loco, ya no había retroceso. La puta voz había logrado su
propósito: Enloquecerme.
– Ayúdame, Tom… sálvame, mi amor…
FIN TEMPORADA I
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