«Reverse I» Fic de Alter Saber
Capítulo 12: Conexión
¿Por qué las cosas más hermosas siempre tienen fecha de caducidad?
– Una flor.
– Un anhelo.
– Un sueño.
– Un amor.
– Tú.
Siempre fui alguien muy solitario, es decir, no me agradaba la idea de compartir experiencias con personas que no tenían nada más en su mente que fuera «Sexo»; y ya sé que suena contradictorio; disfruto enteramente del placer que alguien puede ofrecerme, pero eso, no es razón suficiente para convertirle en un individuo cercano.
Mi circulo social es muy exclusivo, sólo tengo 3 amigos con los que he convivido desde que tenia 10 años; el primero es Andreas, bueno, él es por así decirlo mi «Mejor amigo», es él único que sabe todo de mí, las cosas que me gustan, lo que no es de mi agrado, mis estados de ánimo, en fin, mi hermano sin lazos sanguíneos. Los otros dos son Jake y Rick, ambos son el «Dúo dinámico», pareciera que fueran gemelos; llevan tanto tiempo juntos que pueden leer sus pensamientos sin pronunciar palabra.
Al igual que yo, ellos hacen parte de la elite de Frankfurt, sólo que son un poco desenfrenados en cuanto a sexo, alcohol y mujeres respecta; mi comportamiento es angelical a comparación de los chicos, pero, son excelentes personas, los cuales tienen un futuro brillante asegurado.
Andy estudia medicina y esta becado; Jake y Rick optaron por derecho y están listos para empezar a patear algunos corruptos del Gobierno.
A estas alturas de la vida, me cuestionó sobre lo que nos unió y sólo puedo llegar a una conclusión:
– Conexión en su estado más certero.
Había algo que me adhería a ellos como un imán, les apreciaba con el corazón y contaba con ellos hasta para las locuras más carentes de sentido. Recuerdo que, en una ocasión, nos preguntamos sobre la posibilidad de saltar de un árbol de 3 m de alto y que, al caer, pudiéramos girar y tocar el suelo con una pose victoriosa; pues, como se podrá imaginar, ninguno lo logró.
Andy termino con una pierna fracturada, Jake y Rick se lesionaron las rodillas y yo me partí el brazo en 3 secciones; esa vivencia fue profundamente dolorosa, pero, mientras estábamos en la sala del hospital; cada uno en su respectiva camilla, nos miramos los unos a los otros y empezamos a reír con descontrol.
Al vernos así, todos pensamos lo mismo:
– Hasta el dolor lo compartimos juntos.
Y en estos instantes, donde mi pecho se convulsionaba, en estos momentos donde sentía que mis piernas desfallecían, aquí y ahora, Yo, les necesitaba más que nunca.
Cuando mi padre pronunció esas palabras, sentí morir ahí mismo.
¿Qué Bill estaba desaparecido?
¿Cómo y Por qué?
Dos interrogantes a los que yo sólo podía responder de una manera:
– Le causé una herida letal.
Sí hubiese sabido de antemano, que mi cobardía desencadenaría un evento tan desastroso como éste; habría guardado silencio.
Estaba desesperado, no sabía que hacer, me sentía desorientado, como si fuera un niño que ha sido abandonado por su madre; y en un arranque de completa exasperación; dejé a mis padres en la sala, corrí escaleras arriba y entré a su habitación.
Primero abrí su closet, vi que la mayor parte de su ropa aun seguía allí; eso quería decir que él pensaba regresar ¿Verdad?
Fui al baño y todos sus productos de belleza e higiene personal estaban intactos, ver todos esos utensilios y prendas de vestir, me hacían debatir entre dos opciones que podrían darme esperanza o angustia:
1. Bill dejo más de la mitad de sus cosas porque pensaba volver aquí. (Rogaba porque ésta fuera la razón)
2. Él se sentía tan mal que no había reparado en sus pertenencias y se había ido sin pensar en las consecuencias de no estar preparado.
Pero, ¿A dónde demonios pudo ir?
Bill no conocía Frankfurt, nunca le había visto en otro lugar que no fuera la Universidad y Anderson era el encargado de llevarle y recogerle todos los días; esperen…
No me jodas.
¡DIOS!
Qué no se haya adentrado en el bosque.
La cobertura vegetal que rodeaba gran parte de nuestra propiedad correspondía al complejo montañoso conocido como «La selva negra»; su extensión abarca gran parte del suroeste de Alemania y allí, la densidad vegetal es enorme; además, es el hábitat de felinos peligrosos como los Linces y las panteras. En ese lugar habían desaparecido un sinfín de personas, incluso los más expertos en el tema, recomendaban no adentrarse sin compañía o un medio para reportar la perdida.
Del tiempo que llevaba en esta ciudad, sólo en dos ocasiones había estado en ese espeso Bosque, pero, iba acompañado por 30 personas más, sumado a un equipo de paramédicos y rescatistas profesionales, es decir, que no existía ningún riesgo.
¿Y sí Bill está allí, solo, sin poder comunicarse con nadie?
¡MALDICIÓN!
No me detuve a pensarlo, fui hasta mi cuarto, tomé una sudadera, me cambié las zapatillas por unas deportivas (En caso de que tuviera que correr o escapar de algo). Cogí una maleta pequeña y empaqué un botiquín de primeros auxilios, agua, comida enlatada, un poco de ropa, linternas, GPS, cobijas, toallas, cerillas, velas y papel.
Empecé a bajar las escaleras y cuando estaba por salir, mi madre corrió hasta mí y dijo:
– Tom, hijo, ¿A donde crees que vas?
– ¿No es obvio? Voy a buscar a Bill.
– ¿Qué? Pero, ¿Te enloqueciste Tom?
– No Jovencito, tú de esta casa no te mueves.
– Mira Papá, no existe nada que me puedas decir o hacer para que yo me resigne; mientras estamos aquí conversando, él podría estar en un grave peligro y no conoce esta zona. ¿Y si esta herido? ¿Y si se encuentra asustado? Dime, ¿Quién lo va ayudar?
– Tom…
– No te pido que me entiendas, pero no voy a permitir que algo le pase.
– Hablas como sí estuvieras…
– ¿Enamorado?
No fue necesario responder a eso, mis padres al ver mis ojos podían saberlo; entendían que ese travieso ser, se había ganado un puesto irremplazable dentro de mí, y que no había nada más grande que su existencia.
– Bien hijo, tú eres quien lidia con las decisiones que tomas; pero al menos, lleva tu celular y haznos saber todo, ¿Por qué no llamas a Andy o a Jake? Ve acompañado.
– Si papá.
– Y Cielo…
– ¿Si mamá?
– Vuelve con Bill.
– Lo haré.
Al salir de casa, me contacté con Andy; él conocía Frankfurt como la palma de su mano; le informé la situación y acepto de inmediato. Me dirigí hasta su casa, y emprendimos camino hacia los alrededores de la ciudad.
Mientras nos encontrábamos en el auto; Andy empezó:
– Oye Tom, ¿Por qué no me habías dicho nada al respecto?
– Ummm, ¿Sobre qué?
– Pues sobre Bill idiota, ¿A quién demonios estamos buscando?
– Ahhh, pues, sí te soy sincero, porque no quería que lo conocieran.
– ¿QUÉ?
– Si Andy, justo eso.
– ¿Y puedo saber él por qué?
– Sólo si prometes no traumarte.
– Imposible, sí me dices eso antes de contarme, me traumaré enseguida.
– Jajaja, entonces mejor dejémoslo así.
– No Tom, quiero saberlo. Mierda, soy tu mejor amigo, como un puto hermano, así que, suelta la sopa colega.
– Mira Andy, Bill es un poco particular…
– ¿Particular?
– Si, es decir, su aspecto es condenadamente extraño.
– No te entiendo, habla más claro.
– Sí te digo que puedes confundirlo divinamente con una hermosa mujer, ¿Me creerías?
– NO.
– ¿Ves? Así de especial es.
– ¿Parece chica?
– Si, pero, él es hermoso; parece un ángel.
– ¿Y no querías que lo conociéramos…por qué…?
– Porque me daban celos de que otros hombres que no fueran yo, le admiraran.
– Jajajajaja, Ya, en serio, ¿Por qué?
– Porque él es mío y nadie más tiene porque hablarle o tocarle, sólo yo.
– PARA EL AUTO.
– ¿Qué? ¿Por qué? Muérete Andy.
– ¡TOM, HAZLO YA!
– Uyyy, está bien.
– Mírame a los ojos y júrame que no me estas tomando del pelo.
Giré mi rostro y lo vi; entonces, esos ojos color azul marino, me examinaban a fondo, como si quisieran encontrar el truco o la trampa tras de esto; pero la cuestión era que no existía tal cosa.
Yo estaba diciendo la verdad.
– Dios Tom, ¿Eres gay?
– Jajajaja, pues no lo sé. Es decir, no me llaman la atención los hombres; sólo Bill.
– Pero, ¿Quién eres tú y qué demonios has hecho con mi colega fanfarrón #1?
– Jajaja Andy, sí le vieras con los ojos que yo lo hago; entenderías. Bill representa más que mi propia existencia, así, sin permiso; se interpuso entre mis prejuicios y me obligó a adorarle; qué te puedo decir, el condenado, es un ángel juguetón.
– Wow, ni siquiera cuando Bell…Lo siento, es decir, no quería mencionarla.
– Tranquilo, esta bien Andy; ahora comprendo porque Bella me abandono.
– ¿Sí?
– Si, ella debía partir para darle paso a mi pequeño.
– Bueno, no sé sí pueda asimilar con facilidad el que ahora te vayan los chicos, sabiendo que yo mismo, soy uno; pero Bro, te apoyo en todo. Mejor arranquemos y busquemos al condenado que te volvió homosexual.
– Jajaja, púdrete Andreas.
– ¿Se lo dirás a Jake y Rick?
– Si claro, pero ahora sólo pienso en que quiero ver de nuevo a Bill.
– Entonces, adelante colega.
Recorrimos los alrededores de la ciudad, los sitios más destacados, incluso las zonas más peligrosas; y no encontrábamos ni un indicio de Bill. Comencé a desesperarme, a lo que Andy, con suma tranquilidad me decía:
«Lo encontraremos, no desesperes»
Tomaba aire y reiniciaba el ciclo, implorando que, en cualquier instante, esa mata de cabellos negros largos, esa delgada figura, esa prominente estatura, esos ojos miel, esa boca perfectamente delineada; me llamara de nuevo…
Cuando ya habíamos recurrido a todas las opciones posibles; le dije a Andy:
– Andreas…
– ¿Qué pasa?
– Llámame loco, pero algo me dice, qué Bill está en el Bosque.
– ¿En la Selva negra?
– Si.
– ¿Por qué lo dices?
– No lo sé, no puedo explicártelo, pero presiento que se encuentra allí. Quizás después de que discutimos, él salió corriendo y se adentro en esa espesa cobertura que colinda con nuestra casa.
– ¿Y hasta ahora, después de haber gastado 2 horas de intensa búsqueda, me dices eso?
– Bueno, primero quería descartar la ciudad para así confirmar mi sospecha.
– Pero que estúpido eres; sí ustedes son así de «Particulares» como dices, es normal que tengan una conexión.
– ¿Conexión?
– Si, algo que les permita sentir lo que el otro y así.
– Ummm, quien sabe.
– Bueno, y ¿Qué haremos?
– Andy, no tienes porque involucrarte en esto, pero, en lo que a mi respecta; yo voy a entrar. Debo encontrarle.
– Entonces, no se diga más.
– ¿Seguro?
– Claro imbécil, sí un oso te ataca, ¿Quién va a curarte?
– Jajajaja, Gracias Andreas; te debo mucho.
– Con unas cuantas cervezas me puedes pagar el favor.
– Ok.
– Bien, creo que lo mejor es separarnos, tú ve por el lado este y yo por el oeste…
– Está bien.
– Sí le ubicas, llámame de inmediato. Sí a las 6:00 am no lo hemos encontrado, entonces, volveremos a este lugar y reiniciaremos la búsqueda con más personas.
– Si.
– Tranquilo, todo va a estar bien.
– Si, si, tienes razón.
– Bueno, entonces nos vemos.
– ¿Andy?
– ¿Qué?
– Cuídate.
– No me jodas, pero que sensible te has vuelto.
– ¿Sabes qué? Me retracto. Ojalá una puta pantera te devore entero.
– Jajaja, ese es el Tom que conozco.
Y empezamos a entrar; yo, llevaba una tiza con la que iba marcando los arboles por donde iba pasando, tratando de señalar un camino que me permitiera regresar a la salida, en caso tal de que no le encontrara (Esperaba que ese no fuera el motivo). Caminé por lo que parecieron ser eternidades; me detuve por un momento y dirigí mi vista a un arroyo que pasaba cerca de ahí; me dirigí hasta allí y moje mi rostro con un poco de agua, cuando de repente, me percate que había una especie de pisadas cerca de ese lugar; entonces, me levanté y comencé a seguirlas.
En un inicio, parecía que la persona que había caminado por allí iba despacio, pero, de un instante a otro, las pisadas eran más cercanas, como quien dice que empezó a correr…
¡OH DIOS!
Rogaba internamente que nada pudiese amenazar la vida de Bill, de momento estaba profundamente angustiado; pero sí le encontraba, lo mataba, juro que acabo con ese infeliz.
Es que, ¿Cómo se le ocurría largarse así?
¿Qué pretendía?
¿Matarse?
Sin embargo, al reconsiderarlo con más detenimiento; me di cuenta que sí la situación hubiese sido al revés, Yo, habría reaccionado igual o incluso peor.
Sabía que mi actitud había sido cruel, pero, jamás imaginé que él se iría así sin más. Pensaba que seguiría con su rutina diaria, al igual que yo, trataría de apartar esos molestos sentimientos a un lado.
No sabía sí en verdad le amaba o era una obsesión; sólo entendía que el temor que sentía ante la idea de convertirme en un ser débil, no se comparaba en absoluto, con el terror de perder a Bill.
Prefería mil veces, tenerle a mi lado y dejar que la incertidumbre me carcomiera y no vivir su ausencia de la mano de una apariencia fuerte.
¿De qué me servía ser un desalmado sí él no se encontraba junto a mí?
¿Qué razón tenía para evitar ser alguien fácilmente manipulable?
¿Qué sentido había para mí, sí Bill ya no iba a verme nunca más con ese delicado rostro?
No necesitaba nada más.
Sólo a él.
Dejé mis lamentaciones para otro momento y me dispuse a seguir ese rastro que llevaba hasta a una vieja carretera, la cual estaba acompañada de árboles enormes que se ubicaban a lado y lado del camino; cuando de repente y sin preámbulo alguno, comenzó a llover.
Lo que me faltaba…
Corrí y a lo lejos, divisé una pequeña cabaña que parecía estar habitada por alguien, porque se podía observar algo de luz dentro de ella; me dirigí hasta allí y conforme avanzaba, sentía algo extraño…
¿Mi pecho ardía?
Parecía que iba a quemarme en cualquier momento; un brote descontrolado de emociones empezó a correr por todo mi ser, mis latidos enloquecieron y yo sólo podía pensar, que lo que había detrás de esa puerta, era la razón por la cual, mi ser entero cantaba de euforia.
No lo pensé más, abrí de par en par ese lugar y lo vi.
¡DIOS, LO HABÍA ENCONTRADO!
Mientras él estaba allí sentado en el suelo; un montón de pensamientos sin orden aparente, me llegaron a la mente:
Nuestro primer encuentro y como le había confundido con una mujer.
La primera vez en que le había besado.
La forma en la que lo toqué.
Sus intentos por escapar de mí.
Mi furia y celos por verle con alguien que no era yo.
La pasión con la que había estado a punto de devorarle.
El dolor y sufrimiento de ver sus labios en contacto con otra persona.
Mi llanto.
El lamento y la resolución de no verle.
Su desaparición.
Mi preocupación.
Y ahora,
Nuestro reencuentro.
Sus ojos me vieron y parecían estar brillando como nunca; a pesar que estaban acompañados por unas cuantas lágrimas, él se veía sencillamente hermoso.
Estaba feliz de encontrarle, pero, luego de aliviarme por su aparición; me encegueció la furia:
– ¿Tú eres imbécil o te haces?
– ¿Qué?
– ¿Qué sí eres idiota o te haces, maldito cabrón?
– Oye, pero, ¿Qué demonios sucede contigo, ah? Me ves y lo primero que haces es insultarme. Puto desalmado.
– Pero, ¿Qué derecho tienes de reclamarme, ah? ¿Cuántas horas crees que llevo buscándote, estúpido desagradecido?
– No lo sé y, a decir verdad, Yo, no te lo pedí.
– Serás…
– Mira, sí viniste a esto; mejor vete por donde llegaste.
– ¿Con esta tormenta? ¿Qué quieres? ¿Matarme?
– Ojalá lo hiciera, así no tendría que soportar el verte.
– ¡JA! No fui yo el que salió huyendo de casa porque no soportó el que haya perdido el interés por él…
– ¿Disculpa? ¿Y a ti quien te dijo que me fui por eso?
– Entonces, ¿Por qué carajos lo hiciste Bill?
– Porque…pues…porque sí.
– Ah, ya. O sea, que te pusiste en riesgo porque sí. ¡Qué lógico!
– Tom, lárgate.
– ¿Qué?
– Que te vayas, tú sola presencia me asfixia. ¿Por qué no puedes desaparecer y ya? Te odio, te detesto, ojalá nunca te hubiese conocido.
– Pero…
– Pero nada, vete y déjame solo.
Y como si estuviese roto; Bill empezó a llorar con fuerza, su cabeza se escondía en sus rodillas; se veía tan vulnerable e indefenso; no pude más…
Cerré la puerta, dejé mi maleta a un lado y me acerqué con cuidado hasta quedar en frente de él; me arrodillé y sin pedirle permiso, lo abracé.
Cuando mi piel entro en contacto con su frágil figura, Yo, sentí como poco a poco, mi cuerpo volvía a la vida; era él, de verdad, se trataba de mi pequeño; mi ángel estaba sollozando en mis brazos. Le acaricié el cabello mientras lo sostenía y él, me correspondió.
Sus delgados brazos se pasearon por mi espalda y allí se quedaron; entonces esa perfecta criatura dijo:
– ¿Te quedaras?
No pude evitar reírme, había dicho minutos atrás que no me quería cerca y ahora me pedía que no me fuera, pero, ¡Qué picardía!
– Aunque tú no quieras, aquí estaré.
– ¿Por qué lo haces?
– No puedo dejarte.
– Pero, dijiste que ya no te interesaba.
– Soy un cruel mentiroso.
– ¿Me mentiste?
– Bill… ¿Cómo podría olvidar lo que me haces sentir?
– Y, ¿Qué sientes?
– Ummm, ¿Quieres la verdad?
– Si.
– Cuando estoy así, cerca de ti, siento que lo imposible se vuelve verdad, que la oscuridad es luz, que los días grises son radiantes, que la radio no es aburrida, que la lluvia es un deleite y que tú eres quien hace todo eso posible. Pienso en ti, más que en mi mismo. No sólo te deseo, te añoró con todas y cada una de las fibras que recorren mi cuerpo.
– ¿Me amas?
– ¿Tú me amas?
– Si.
No lo resistí, ¿Él había dicho que sí? Por favor Dios, sí esto es una ilusión, no me despiertes nunca.
Quería confirmar ese monosílabo saliendo de su boca; le obligué a verme colocando una mano en su barbilla, limpié con mis dedos los restos de esas lagrimas que le daban un aspecto efímero y le dije:
– Repítelo, quiero que me lo digas mientras me ves, ¿Me amas?
Bill se quedó callado, parecía estar a punto de salir corriendo de ese lugar; su respuesta había sido involuntaria, y, por lo tanto, eso significaba que era sincera. Esta vez, él no estaba jugando, de verdad, me amaba.
– ¿Bill?, ¿Tú me amas?
– Yo…
– ¿Sí?
– Pues yo…
– Dímelo.
– Ummm.
– Vamos pequeño, anhelo escucharte. ¡Dilo!
– Tom, yo a ti…
– Aja.
– Yo…te…amo…
– ¿Lo haces?
Y asintió con su cabeza, no existía nada ni nadie que pudiera entender el descontrol de mi ser en esos momentos; sentía euforia, plenitud, felicidad, emoción, desenfreno, tranquilidad, paz, pasión, lujuria, deseo, anhelo y satisfacción.
Me había atrapado con la guardia baja.
No creí que ese maravilloso ser fuera capaz de amar a una bestia como yo; pero, su pulcritud era la razón por la que me había cautivado, su esencia celestial era la que me gritaba que me quería…a mi…
BILL ME AMA.
Nos observábamos en silencio, como si nada en el mundo pudiese significar algo. Nos teníamos, nos amábamos y tendríamos el resto de la vida para descubrirnos y enamorarnos aún más.
Mientras le veía, mis ojos no pudieron evitar desviar la mirada hacia sus labios…
¿Hace cuanto no gozaba del sabor del portador de esa sensual boca?
Sin reparos, me acerqué y le besé; lento, con dulzura, poco a poco, empecé a insistir un poco más de fogosidad y él, no me lo negó. Caí encima de Bill, lo aplasté con mi cuerpo y no le permití moverse; me detuve por un instante, lo observé y le solté una resolución que no tenía vuelta atrás.
– Te deseo.
Decir que no, era la mentira más grande que alguien podía decir; en esos momentos, luego de haberle recuperado y tener conocimiento de su amor por mí, no podía pensar en otra cosa que no fuera hacerlo mío.
Como deseaba sentir el contacto directo con su piel, quería escucharlo gemir y retorcerse de placer.
Iba a perder el control.
Y por hoy, no le dejaría huir de mis garras.
– Bill…
– ¿Sí?
– Desnúdate.
Sus mejillas se pusieron completamente rojas, pero, ¡Qué adorable! Sus ojos brillaban y se indagaban entre acatar o no el deseo de su dueño…
– ¿Por qué debo hacer eso?
– Quiero apreciarte mientras te quitas la ropa.
– Pervertido.
– Sólo contigo.
Bill empezó a sacarse las prendas de vestir, una por una, de una forma despaciosa y provocativa, que produjeron en mi lo inevitable; era obvio que mi reacción fuera esa, tenía enfrente al amo y señor de todas mis pesadillas; mi tormento, mi huracán, mi calma, mi paz, mi plenitud eterna.
Cuando quedo por completo desnudo, le dije:
– Tócate.
– ¿QUÉ?
– Quiero que te toques Bill.
– Pero, ¿Tú estás tonto?
– Venga, deja esa timidez, eres jodidamente hermoso, aprovéchate de eso y provócame.
Su cara se puso aun más roja (Sí es que eso era posible) y como si de un mandato divino se tratase; Bill empezó a tocarse el pecho y bajo sus manos hasta el abdomen; sin escapatoria alguna, coloco sus dedos cerca de su ingle y comenzó a moverse despacio, sin prisa, con convicción.
Y yo, estaba deleitándome en esas vistas tan sublimes; la forma en la que su rostro se contraía por las oleadas ascendentes de placer, la manera en la que su cabello se movía y como de sus labios empezaban a emanar una innumerable cantidad de sinfonías que sólo podían compararse con un coro celestial…
– Ahhh…
– Si, hazlo así Bill.
– Tom…
Mi nombre en sus labios era terriblemente seductor; sentí como la temperatura empezaba a subir, comencé a sudar y tuve que quitarme la sudadera de encima porque me iba a quemar.
Dejé mi torso desnudo, pero mantuve mis jeans.
Me acerqué hasta él y lo toqué; su respuesta fue inmediata.
– Oh, Tom, no pares.
– No lo haré.
Mientras lo acariciaba, lo besé de nuevo, pero esta vez, mi lengua se adueño de su cavidad; y los gemidos de Bill eran cada vez más fuertes; estaba a punto de terminar, entonces, lamí su cuello y lo mordí con fuerza; le susurré…
– Suplícame…
– ¿Qué?
– Dime que quieres venirte.
– Pero…No lo soporto más.
– Por eso, dímelo.
– Tom…
– Si no lo dices, no te dejaré acabar.
– Eres un tonto.
– Jajaja, te escucho precioso.
– Tom, venga ya.
– Dilo.
– Quiero que…
– ¿Sí?
– Maldición, hazme venir.
– Como órdenes.
Y comencé a mover mi mano con un ritmo alocado, le haría ver las putas estrellas; puse mi otra mano en la cintura y lo acerqué más a mí; mientras él se deshacía en gemidos, yo le decía…
– Vamos nene, hazlo por mí.
– Ahhh, Tom, Tom.
– Si, si, si, vente ya.
No aguanto más y culminó como nunca; acompañado de un grito salvaje que me pareció el colmo de la excitación.
Ahora el problema era que Yo, tenía algo entre mis piernas de un considerable tamaño que necesitaba atención. Sin embargo, no le dije nada y sólo le pedí con la mirada que viera ese bulto que tenía entre los pantalones…
– Mierda Tom.
– Y, ¿Vas a hacerte responsable por eso?
– No…
– ¿No? Pero, que injusto eres. Merezco tu cariño, dijiste que me amabas…
– Lo hago…
– Entonces…
– ¿Quieres que te haga lo mismo?
– Ummm, eso podría estar bien.
– ¿Sí?
– Si, pero tengo una idea mejor.
– ¿Cuál sería?
– Bill…
– Dime.
– Voy a hacerte el amor.
Continúa…
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