Reverse 26

«Reverse I» Fic de Alter Saber

Capítulo 26: Presagio

«Una conexión más allá de lo fraternal»

La primera vez que lo vi, pensé que Dios se había acordado de la humanidad al permitirle el privilegio de toparse con un ser tan puro como él; cualquiera que se encontrará con él, podría confundirlo fácilmente como una mujer; pero, bastaban segundos, para entender que, tras de esa mirada escondida bajo el maquillaje; había un hombre con principios y dignidad; algo que yo tuve que abandonar a la escasa edad de 10 años.

Cuando naces en una ciudad como Stuttgart, las opciones son limitadas, casi que podrían dividirse en dos caminos específicos:

1. Sobrevives a base de los demás.

2. Mueres.

No hay más detalles en eso; así es la situación en esta ciudad que decidió acoger a tantas personas en sus brazos para ofrecerlas como sacrificios al infierno establecido allí.

Cabe recalcar que, hablo de la parte desprotegida de la ciudad, es decir, donde reside la escoria de la sociedad, desde violadores hasta asesinos seriales; y no interesa la edad que tengas, si no te acoges a las reglas que tiene por ofrecerte ese lugar; serás la próxima víctima y una vez en sus garras, no existe manera de escapar de allí.

Mis padres no fueron personas dignas de llamarse «Honorables», traficaban con droga; tenían mucho dinero, pero debían emigrar constantemente de un lugar a otro; evitando que la autoridad los atrapara, y en uno de esos tantos traslados de una ciudad a otra; nací yo.

A pesar de que mis padres tenían el dinero para vivir en una casa decente; su fama los precedía; y debía esconderse en los lugares más profundos de los barrios bajos; y evitar que alguna pandilla u otros traficantes los mataran.

Así que, no tuve infancia; aprendí a valerme por mi mismo de los 5 años; nunca asistí a una escuela, sí me enfermaba, tenía que soportar los dolores hasta que se me pasaran; mis padres no poseían el tiempo ni mucho menos el compromiso para encargarse de mí.

Mi madre en incontables ocasiones me gritaba que sí yo no hubiese nacido, ellos no habrían perdido 9 meses de ganancia bruta; porque al parecer su embarazo fue muy delicado y tuvo que permanecer durante mucho tiempo en el Hospital; durante ese lapso, mi padre se hizo cargo por si solo del negocio, lo cual, incrementaba las posibilidades de que lo asesinaran a él y si lo exterminaban; vendrían por ella de inmediato.

Cuando ella me maltrataba y me hacía responsable de todos los errores que ellos cometían; pensaba en interrogarla y decirle: ¿Por qué no me abortaste? Si tan complicada es su existencia por mi presencia, ¿Por qué me tuviste?

Sin embargo, esos cuestionamientos se solucionaron el día en que encontré un sobre que decía:

Subsidio infantil por desplazamiento y violencia intrafamiliar: 3.000 €

Mis padres habían mentido sobre las condiciones en las que vivían; mi madre llegaba al Hospital con «Golpes» en distintas partes del cuerpo, asegurando que su esposo la maltrataba porque ella no quería abortar a su hijo y que además había tenido que huir de su país natal por la guerra que estaba acabando con las personas de allá.

Y como mi padre estaba ocupado con los «Negocios Familiares», no se apareció ni una sola vez por el Hospital; aumentando la credibilidad de su historia.

Alemania es uno de los tantos países que a través de Convenios Internacionales, brinda ayuda a aquellas mujeres que son víctimas de la violencia intrafamiliar, o a las madres que debido al maltrato, han tenido que huir hacia otro país a probar su suerte para sustentar a sus hijos.

Mi madre, una mujer fría y calculadora, vio en mí, la oportunidad de recibir un dinero extra y que además era fijo; así que, sabiendo ese detalle; no era necesario sentarse a reparar por los motivos que la llevaron a concebirme.

En conclusión, nací sin padres y el motivo por el cual fui concebido se reducía a un subsidio mensual; mi existencia representaba 3.000 €.

Como nunca fui a la escuela, no tenía amigos y permanecía encerrado en ese lugar que llamaba «Casa»; viviendo como un animal doméstico; hasta que un día, mi padre me llamó porque tenía que hablar conmigo.

La conversación no fue muy larga, el motivo era simple; yo debía hacerme cargo del negocio; tenía apenas 10 años y permanecía rodeado de gente sumamente peligrosa; me reunía con los productores y distribuidores de la droga; me cercioraba de que las entregas se hicieran a tiempo con las cantidades establecidas, y adquiría el 20% de las ganancias brutas que dejaban las descargas.

Empecé a ser reconocido en el medio, recibía solicitudes de varias partes del mundo, y yo, tuve que idear una manera de transportar la droga hasta esos lugares; el dinero aumentaba, y yo seguía en esa misma pocilga donde había crecido.

Mis padres por el contrario, viajaron a Shanghái y allí decidieron pasar los últimos años de su vida; cada mes, les enviaba cierta cantidad de dinero para que subsistieran y yo, era el dueño y señor del Imperio que habían construido.

La verdad no les agradecía nada; ellos me debían mucho, nunca me dieron cariño, afecto, cuidado o siquiera una mínima muestra de afecto que me permitiera soñar con que para ellos era más que una simple cantidad de dinero; la razón por la cual, me heredaron el negocio, fue simplemente porque ellos no podían desbaratar de la noche a la mañana la red de tráfico que tenían; el hacerlo, conllevaría a la muerte de muchas personas, es decir, que desmantelarlo era más complicado que continuar con él; de allí que hayan tomado esa decisión.

Su «Beneficencia» me permitió ir a un Instituto en el que valide la primaria y secundaria; aprendí a leer y a escribir a los 14 años; de cierta manera, me gustaba descubrir cosas nuevas y mi facilidad de compresión, me favorecía bastante.

A los 18 años, ya contaba con zonas de recepción de droga en países como: Rusia, Colombia, Argentina, China y México; ahora, necesitaba establecerme en E.U; lo cual no era una tarea fácil; los norteamericanos son negociantes de cuidado y su poder es tan inminente, que una sola llamada puede tirar a la borda lo que se ha construido por años.

Por eso, dejé en Stuttgart a dos de los subordinados más feroces con los que había soportado todo tipo de situaciones, al igual que, en las otras zonas de recepción; repartí a mi equipo de trabajo para que administraran la red con prudencia y se repartieran gran parte de las ganancias, mientras yo hacía mis jugadas en E.U.

Me mude a Sacramento (California), uno de los epicentros más importantes en el tráfico de drogas; él que gobernará esta ciudad, regía en todo el país. El escenario era simple, iba a fingir que era un adolescente millonario proveniente de Alemania, que venía por un intercambio para adquirir nuevos conocimientos y luego regresar para iniciar una carrera profesional basada en las experiencias adquiridas en ese territorio.

Y mientras pretendía ser un adolescente común; buscaría a los Jefes del Negocio y me infiltraría en sus redes para idear la manera de hacerme cargo de esa ciudad; de hecho, ese era el único plan que tenía; pero, uno nunca debe dar nada por sentado; a veces las circunstancias cambian o aparecen personas que las alteran.

Para acceder a la Academia de Sacramento, tenía que realizar un examen de conocimientos que me ubicaría en el curso correspondiente:

Básico

Intermedio

Avanzado

Dado que la tercera parte de los productores y distribuidores de la droga eran de habla hispana; yo, no tuve otra opción que no fuera aprender el idioma, para facilitar la comunicación y evitar algún tipo de treta. Razón por la cual, el dichoso «Examen» no fue un problema; a pesar de que mi educación inicio tarde; tenía una destreza cognitiva resaltante y con facilidad, entré al nivel avanzado.

El lunes por la mañana, tres días después de conocer los resultados del examen de admisión; asistí a la Academia por primera vez en mi vida; de cierta manera, me sentía algo emocionado, es decir, de niño nunca había experimentado algo tan común como ir a la escuela y tener compañeros de clase; era de momento, una sensación diferente.

Caminaba por la entrada del Instituto y mientras me fijaba en las chicas que pasaban a lado y lado de mi; unas en un tono coqueto y descarado; y otras, desinteresadas por completo; vi de repente el preciso instante, en el que él bajaba del auto de su madre y emprendía su trayecto hasta la puerta del edificio central.

Era alto, con una piel blanca, cabello largo de color negro, un estilo completamente oscuro desde los pies hasta la cabeza; su rostro llevaba maquillaje y el conjunto se adornaba por accesorios como cadenas, anillos y manillas.

Él caminaba con la cabeza agachada, como si contara los pasos que estaba dando; nunca alzo la mirada ni por un solo instante; la forma en la que su cuerpo se movía, parecía trazar una pista que sólo él podía transitar; se veía sencillamente hermoso.

Comencé a acelerar el paso para alcanzarlo e inspeccionar el salón al que entraría, para así, encontrarme con él y verle de frente; pero, las coincidencias suelen suceder cuando uno menos las espera; y para mi suerte, compartíamos esa primera clase.

El chico con complejo de ángel, se sentó en una de las sillas de atrás y yo lo seguí en el acto; todos parecían tener puesta su atención en mí y era de esperarse, nadie me conocía en ese Instituto; ni siquiera los docentes; de repente, el profesor ingreso al aula, y dio inicio a su clase.

La jornada escolar termino sin contratiempos, no interactúe con nadie y me limitaba a responderle a los Docentes cuando me preguntaban algo; incluso tuve tiempo para coquetear con algunas chicas que tienen el letrero de «Ofrecidas» justo en la frente; pero, ¿Quién era yo para negarme a eso? Si había una oportunidad de tener sexo, la tomaba, así de simple.

No obstante, no había logrado tratar con ese chico; al parecer, muchas personas abusaban de él o se burlaban de su aspecto, y yo, no podía comprender que era lo que les resultaba tan gracioso de su apariencia; es decir, él era un hombre realmente hermoso, no tenía comparación.

¿Acaso nadie se percataba de la pureza que emanaba ese ser tan celestial?

¿Sólo yo podía percibirla porque mis manos estaban manchadas de pecado?

No lo sé, sólo comprendía que su existencia era un privilegio a considerar; y pude confirmarlo unos días después…

El profesor de ética social, había sugerido realizar un debate sobre «El Homosexualismo», donde el grupo se dividía entre los que defendían la tendencia y los que por el contrario, la atacaban.

El chico tuvo que defender, y a mí, me correspondía atacar. Las disputas iniciaron y él hablaba con una fluidez envidiable, sus argumentos eran sólidos, los gestos que hacia al contraatacar; la manera en la que sus manos se movían para acompañar esa dulce voz que parecía estar segura de todo lo que decía, la forma en la que sus ojos expresaban sus planteamientos; todo, absolutamente todo, era sumamente atractivo.

Estaba embelesado, me parecía que estaba en presencia de un ser sublime; alguien que tenía la capacidad de darme algo de esperanza en medio de ésta realidad tan putrefacta.

Él podría hacerlo…

Al igual que aquel que llego y me abandono…

El debate seguía su curso y nadie podía refutar de una manera certera los puntos de vista de él; de momento, no sabía su nombre, hasta que el profesor le llamo:

– Al parecer, Bill se tomó la tarea de investigar a fondo el tema, ¿Acaso no hay nadie que pueda contrariar sus planteamientos?

Así que se llamaba «Bill»; incluso su nombre era precioso; yo no había pronunciado palabra alguna; la verdad era que me daba igual la tendencia sexual de las personas; cada quien decidía que hacer con su vida y su cuerpo; sí les iban los individuos de su mismo sexo, pues, bien por ellos; ¿En qué me afectaba a mí su condición?

¿Acaso su homosexualismo me hacía menos hombre?

No, y mientras eso fuera así, a mí me daba exactamente igual.

Pero, si quería captar su atención, aunque fuera por un poco; tenía que lanzar un comentario que lo perturbara…

– Lo dices porque eres marica.

El salón entero estallo en carcajadas y esos ojos color miel, repararon en mí.

¡Dios!

 ¿Cómo podría alguien entrar en contacto con semejante monumento tan casto y no caer directo a sus pies?

Su rostro parecía confuso, como si se preguntara ¿De dónde había salido yo? La verdad era que me molestaba un poco el ruido y los comentarios que lanzaban algunas personas; pero, en esos momentos, yo no podía pensar en otra cosa que no fuera esas mejillas que estaban un poco teñidas de rojo, quizás, por la vergüenza y humillación que ocasiono mi comentario.

– Señor Straw, le recuerdo que se encuentra en una clase de ética social, en la que el «Respeto» es fundamental para llevarla a cabo; así que, sí usted es el chico que considero, sé que no tendrá ningún problema en disculparse con el Joven Kaulitz.

O sea que, su nombre completo era: Bill Kaulitz.

No quería hacerlo sentir mal, pero, debía guardar ciertas apariencias y le contesté:

– Ja, yo no trato con homosexuales.

– Aun cuando esa fuese su conducta sexual; usted no es nadie para reprocharle, cada quien es libre de elegir a quien amar.

– Mire viejo, si no quiere que su carro arda en llamas a la salida, mejor déjeme en paz.

– JOVEN, VÁYASE DE INMEDIATO A LA DIRECCIÓN.

– Si, si, si, lo que diga, pero, luego no me vaya a reclamar que no se lo advertí.

Me levanté del asiento y mientras caminaba hacía la salida; fijé mi mirada en Bill y le guiñé un ojo; su cara se petrifico al instante, y su reacción no me pudo parecer más graciosa.

Salí del aula y fui a la parte trasera de la Academia; me parecía estúpido ir hasta la Dirección por un comentario fuera de base; saqué un cigarrillo y empecé a fumar; recordaba sus ojos, sus gestos, su mirada y movimientos; todo, congeniaba con armonía.

De repente, vi como una chica rubia se aproximaba hasta el lugar donde estaba; su forma de caminar y el cómo jugueteaba con su cabello, eran fuertes indicios de que esa mujer venia buscando pelea…

– ¿Qué haces aquí tan solo?

– ¿No me ves? Estoy fumando.

– Oh, vaya; no tienes por qué ser tan agresivo.

– Lo que digas.

– Oye, me preguntaba si…

– ¿Quiero tener sexo contigo?

– Ammm, sí.

Tiré el cigarro, la tomé de la muñeca y nos alejamos lo suficiente; divise un edificio abandonado y procedí a llevarla hasta allí; entramos en el primer salón que encontramos y le di justo lo que ella pedía.

Esta mujer era exageradamente ruidosa; se comportaba como una vil cualquiera, no puedo ni imaginarme con cuántos hombres ha estado; pero, al menos me sirve de algo.

Ella se removía y parecía que todo su cuerpo se estremecía al ritmo de mis embestidas; estaba deshaciéndose en gemidos:

– Ohhh, Blake más fuerte.

¡Qué fastidio de mujer!

– Cállate, eres una ruidosa estorbosa.

– No puedo, Ahhh…más…ahí…justo así.

– Si, si, quédate quieta, maldición.

Estaba por terminar con ella; así que la tome de las caderas para profundizar la penetración; tres embestidas más y listo, ella quedó rendida; yo encendí otro cigarrillo y procedí a salir del aula…

Tenía mi mirada fija en el horizonte, cuando sentí como los vellos de mi cuerpo se erizaban; eso era una señal fuerte de amenaza; giré y me encontré con él; ahí estaba Bill, examinándome con esos hermosos ojos…

Él no reaccionaba, parecía atemorizado de verme; empezó a recoger todas sus cosas y comenzó a caminar a un paso apresurado; entonces, para evitar su escape, corrí hasta él y lo tomé por la muñeca…

El tacto de esa piel tan blanca y pura, me lleno de escalofríos el cuerpo; su pulso estaba muy acelerado; su mirada me confirmaba lo inevitable: Él me tenía miedo. Apreté el agarre y su rostro se contrajo en una mueca de dolor; y yo, en un estado de depravación total, me sentí completamente excitado por ser el causante de esa expresión.

Llevé mi cigarrillo hasta el dorso de su mano y lo quemé…

– Dios, ¿Qué estás haciendo?

– Quemándote.

– Suéltame y quítame eso, me estas lastimando.

– Me vale.

Apreté con más fuerza y escuché el «Crack» de su muñeca…

Se la había fracturado.

¡Maldición! Lo había dañado…

– ¡AHHH!, me la rompiste.

– ¿En serio? No me digas, pero, sabes una cosa, viéndote así, retorciéndote de dolor; me dan unas ganas tremendas de montarte como un salvaje.

La verdad era que estaba usando mi pose de «Macho-Alfa» para no demostrarle que su sufrimiento me había perturbado de alguna manera; lo cual era completamente inusual, ya que, se suponía que yo no podía sentir; me era imposible.

– ¿Qué dices Bill? ¿Jugamos?

– Ni siquiera sé quién eres.

– Oh, pero que descortés. Soy Blake Straw, 18 años, vengo de Stuttgart y fui transferido hace una semana.

– ¿Por qué me haces esto?

– Porque es divertido verte sufrir.

– Eso no tiene sentido.

– Claro que sí, no ves que el dolor ajeno es como una dosis de heroína para mí.

– Hay muchas personas a parte de mí, así que no te ensañes conmigo.

– Veras, en Stuttgart las cosas son muy distintas aquí en Sacramento; nunca en toda mi vida, había visto un hombre tan afeminado como tú y como lo desconocido me causa mucha curiosidad; tengo ganas de darte la primera mordida.

Solté su muñeca, quite el cigarrillo y me quedé allí viéndole a los ojos; sin previo aviso, el pequeño ángel salió corriendo como si no existiera un mañana; no me detuve a pensarlo, salí tras de él y pude escuchar como llamaba a dos de sus amigos…

¡Mierda!

Por esta vez, se me escapo…

La realidad es que Bill y yo tuvimos cientos de estos encuentros en donde todo resultaba una persecución; pero, hubo un día en el que cansado de sentirlo cada vez más lejos de mí; decidí remediar un poco las cosas, entonces, le compré un collar de plata con un colgante de estrella que tenía grabada la letra «B»; rogaba porque él me permitiera darle ese detalle, y para mi satisfacción, lo recibió.

A partir de ahí, compartí muchos momentos a su lado, salíamos a cenar o al cine y Bill me parecía cada vez más perfecto; muy puro y casto; un ser sublime y glorioso.

Sin embargo, una noche de octubre, las cosas se me salieron de control; mientras veíamos películas, opté por acercarme a besarlo; y el, se levantó de prisa y me rechazó…

Me sentía impotente; tan frustrado por esa muestra tan clara de desprecio; entonces, ¿Qué había sido todo ese tiempo que habíamos compartido juntos?

¿Basura?

Él no me veía de la manera que yo lo hacía y la poca cordura que tenía, se fue directo a la mierda; en esos momentos, no atendí a razones, actué como lo que era; una bestia despreciable…

Sí la madre de Bill no hubiese llegado, quizás, habría cometido un error tan irremediable que me llevaría al suicidio; si es que acaso eso era suficiente para compensar un poco la brutalidad que casi cometo con él.

Después de eso, Simone colocó una orden de restricción en mi contra y tuve que alejarme de él; porque si la policía me investigaba un poco, quizás daban con que yo era un traficante famoso en Alemania y me llevarían a la Interpol; eso, supondría el fin de todo.

No obstante, jamás salí de Sacramento; siempre estuve allí, escondido, en una pocilga; digna de un animal sin alma como yo…

&

Ahí estábamos los dos…

Yo con unas ganas tremendas de dañarlo y él rogando porque yo desapareciera…

Me acerqué a Bill y su reacción fue la misma de siempre; agacho su cabeza, cientos de lágrimas empezaron a descender y su cuerpo temblaba mucho; así, en esos instantes donde él se veía tan vulnerable; ni siquiera mi faceta más salvaje era capaz de hacerle frente…

Es que era demasiado precioso como para romperlo; la forma en la que su ser entero me daba a entender que sentía temor; me hacían estremecer por completo; quería castigarlo por su insolencia, pero, por más que me costara aceptarlo; no deseaba lastimarlo, es decir, no quería que él me odiara…

Me hice justo en frente de él; solté el cinturón y con mi boca empecé a saborear esas majestuosas cuencas que caían a lado y lado de su rostro; él era tan apetecible que deseaba devorarlo a base de mordiscos; como me gustaría poder tragármelo entero y que nadie más pudiese verle, sólo yo…

Para confirmar mis sospechas, me acerqué a él y le dije:

– ¿Me tienes miedo?

– ¿Debería?

Jajaja, incluso en estos momentos; él se hacía el digno; era obvio que se estaba muriendo de los nervios; sentía como su corazón estaba por salirse de su pecho; pero, su orgullo no podía ser pisoteado por nadie; ni siquiera por mi…

– Abre los ojos.

Bill comenzó a abrir sus ojos con mucha lentitud; las lágrimas que habían caído minutos atrás, dejaron un leve roció sobre sus pestañas, junto a ese rostro levemente rojo y esa mirada tan expresiva; me nublaban la mente; él me traía muy mal, eso, tenía que reconocérselo:

– Me tienes muy jodido.

Llevé mis manos hasta su rostro, quite el rastro de sus lágrimas, me acerque y nuestros alientos chocaron; roce mis labios con los suyos; sin profundizar, sólo un toque sutil; algo que me permitiera entrar en contacto con su esencia; de repente, Bill llevo sus manos hasta las mías y fijo su mirada en mí:

– Tú sabes que te amo Tom.

Esto era increíble.

¿Cómo sus palabras podían calarse tan fácilmente en mi ser?

¿Por qué sólo Bill podía hacerme sentir así?

Me subía al cielo para luego hacerme descender al infierno; me contagiaba de su felicidad para después sumirme en una furia desatada…

¿Por qué jugaba así?

Me hacía probar el cielo y luego me quitaba la respiración con estos celos que tanto detestaba; no se trataba sólo de posesividad; yo en verdad, creía con todas mis fuerzas, que nadie más en el mundo podía tenerle; porque él, había nacido para mí.

Mi rostro se relajó y sentía como poco a poco la furia menguaba; pero, él tenía que pronunciar su nombre…

– Mira Tom, lo de Andreas…

No lo soportaba…

¡Era insufrible!

No quería que él dijera su nombre; ¿Por qué no lo entendía?

Mi ira volvió con más fuerza y le arranque la ropa; dejé que sus boxers se quedaran allí; lo tomé por los brazos y lo puse contra la pared; me acerqué a él y le dije:

– Su nombre sale con tanta facilidad de tus labios.

Mi respiración se aloco; eran tantas las cosas que me pasaban por la cabeza, que creía que me iba a enloquecer ahí mismo; no lo toleraba, ¡Dios! Odiaba el simple hecho de imaginármelo en brazos de alguien más…

¡MALDICIÓN! ÉL ES MIO.

¿Por qué dejo que otra persona lo tocara?

¿Acaso no sabe que me destruye con eso?

¿No soy suficiente?

¿No le merezco?

Me acerqué a su hombro y lo mordí con fuerza; tomé ambas muñecas y las apreté con mi mano para que quedaran por encima de su cabeza; lo inmovilice y sin retardarme mucho, pegué mi pelvis a su trasero; quería que lo notara; porque ni en esa situación tan mórbida; podía dejar de reaccionar así; estaba tocando a mi ángel, a mi pequeño, era Bill.

– Los juegos previos para minimizar el dolor de la penetración son necesarios sólo si la otra persona lo merece, ¿No crees Bill?

– Tom, por favor, no me hagas esto.

– ¿Hacerte qué? Vamos a tener sexo.

– ¿Sexo?

– Si, un desfogué rápido, sin sentimientos involucrados.

– Me vas a lastimar.

– No me digas.

Bajé sus boxers con rapidez y acerqué más mi erección a él; sentía deseos de poseerlo con fuerza, pero, la forma en la que su cuerpo temblaba; me hacía entender que él estaba aterrado de mí y que yo no podía hacerle algo tan horrible como eso…

¿De qué manera remediaría algo tan devastador como lo que estaba por hacer?

Pero, la furia que sentía dentro de mí, reclamaba por venganza; él me había engañado, entonces, ¿Por qué habría de dejarlo sin castigo?

De repente, plantee opciones en las que Bill no saliera lastimado a causa de mi barbarismo; y lo único que divise, fue el terminar con mi vida; sí saltaba por esa ventana; él no sufriría y yo, descansaría de ese martirio que me suponía su infidelidad…

Cuando estaba por zafarlo de mi agarre y salir corriendo en dirección a la ventana; Bill dijo:

– Si lo haces, no te lo voy a perdonar nunca Tom; te olvidas de que existo, te lo juro.

Lo sentí, pánico en su estado más puro; la temperatura de mi cuerpo descendió de inmediato; mi corazón dejo de palpitar; mi pecho me apretaba y algo amenazaba con venir…

Tenía nauseas…

¿El me odiaría por esto?

No, no, no.

No quiero eso…

Por nada del mundo…

¿El no volverá a sonreír para mí? ¿Sus manos no me tocaran de nuevo? ¿Su esencia no me impregnara?

– ¿Tú me estas amenazando a mí? ¡Ja! Soy yo el que no va a perdonarte nunca esta traición. ¡JUGASTE CONMIGO!

– Te equivocas, no es así. Todo es un malentendido.

– No te creo, me estas mintiendo.

– No lo hago; Andreas y yo no tenemos nada Tom; Rick se refería a otra cosa.

– ¿Ah, sí? ¿Y qué es eso? Si es verdad lo que dices, ¿Por qué no me cuentas lo que Rick iba a confesar?

La ira había sido reemplazada por el temor y ahora, en espera de una nueva confesión; todos mis sentidos aclamaban porque en verdad, todo hubiese sido un malentendido…

Lo tomé de los brazos e hice que girara para verme:

– Dímelo, quiero escucharte.

Tenía el corazón en la boca; estaba por morirme en esos instantes, quería que él me dijera que nada había sido verdad y que se trataba de algo ajeno a nosotros.

Bill tomó mis manos y las llevo hasta su pecho; sus ojos estaban más expresivos que nunca y esos latidos acelerados, adormecían mi furia, la domaban por completo:

– ¿Sientes eso? No existe nadie más en éste mundo que pueda provocar este desenfreno con sólo tocarme; Tom, ¿Qué tengo que hacer para que me creas, ah? Sí decirte que «Te amo» no es suficiente, ¿Debo besar a la muerte? ¿Qué quieres? ¿Qué deseas? Dime, te lo daré todo, hasta lo que no tengo es tuyo.

– Te quiero a ti; sólo a ti.

– Ya soy tuyo, aunque tú no me quieras o dejes de hacerlo; yo seguiré perteneciéndote, ¿No te das cuenta? Tus ojos me aprisionaron, no puedo escapar de ti.

¡Si! Él me tenía muy jodido; ya no había forma de dar vuelta atrás; quien estaba aprisionado era yo, quien deseaba no separarse nunca de su lado era yo; quien rogaba por tenerle de manera tan íntima, era yo.

– ¿Me amas de verdad?

– Con cada centímetro de mi ser, con cada fibra de mi cuerpo, con cada pensamiento que cruza por mi mente, con cada palpitar de mi corazón, con cada anhelo de mi alma…Así te amo yo; más que a mí mismo, más que a nadie en éste mundo; eres Tú, tenías que ser sólo tú, Tom.

Él acababa de confesarme todo su amor por completo; sus palabras eran sinceras y me hacían inmensamente feliz.

No lo dije antes; primero me hace enloquecer y luego me lleva a pasear por las nubes de colores que sólo él puede pintar…

Un ángel muy travieso; pero a fin de cuentas, mi ángel.

– Nunca vuelvas a decirme que me olvide de tu existencia.

– No lo haré, si tú no me dejas.

– Te lo prometí; y aunque no lo hubiese hecho, yo no me apartaría de ti.

– Te creo.

– ¿Bill?

– Dime.

– ¿Recuerdas que me dijiste que estabas encadenado a mí?

– Si.

– Creo que te equivocas.

– ¿Por qué lo dices?

– Porque soy yo quien esta encadenado a ti; soy yo quien está dispuesto a morir.

– No parecías muy seguro de eso hace unos momentos…

– Si te digo que me iba a lanzar de esa ventana antes de dañarte de esa manera, ¿Me crees?

– No.

– ¿No?

– Jajajaja, te creo amor, claro que lo hago mi cielo.

¡Dios! Pero, como odiaba que él hubiese encontrado una debilidad; parecía idiota al sentirme así de nervioso por esas muestras de cariño tan pequeñas…

Quise devolverle la jugada y me acerque a sus labios; mordí el inferior y le dije:

– Cada vez que me llames así, voy a morderte para que dejes de hacerlo.

– ¿Me morderás así cada vez que te llame de esa forma?

– Sí, eso haré.

– ¿Lo prometes?

– Claro que sí.

– Entonces: Amor, cielo, mi vida, cosita, mi dueño, mi am…

Me iba a dar…

Por Dios, que me iba a morir de la vergüenza en esos malditos momentos.

Puse mi mano en su boca para que no salieran más de esos particulares apodos; sentía mi rostro muy caliente por lo nervioso que me ponía escucharle decirme de esa forma…

Claro que me tenía en sus manos, ¿Quién más podría lograr algo como eso?

Sólo él.

Sólo Bill.

– Por favor, no sigas…

– ¡Ay! Pero si te ves tiernísimo.

– No soy tierno, no me jodas Bill.

– Jajaja, eso te hace todavía más tierno.

Me acerqué para besarlo; cuando escuché la puerta:

– ¿Joven Tom? ¿Se encuentra ahí?

– ¿Si?

– Lamento interrumpirlo, pero, debo informarle que su Padre acaba de llegar.

¿Papá estaba en casa?

Dios, Dios, Dios.

Empecé a vestirme, al igual que Bill; ambos salimos del cuarto apresurados, bajamos las escaleras hasta la segunda planta; toqué la puerta y mi madre Clarise abrió…

Papá estaba acostado en la cama, se veía aparentemente bien; y unas ganas tremendas de correr a sus brazos, me inundaron por completo.

Fui hasta allí, me senté en la cama y repose mi cabeza sobre su pecho; me conmovía mucho el poder ver que sus ojos se abrieron una vez más y que él estaba allí conmigo y para mí:

– Papá, tú sabes que…tú lo sabes…

– Si pequeño, lo sé, yo también y más que tú.

Papá sobaba mi cabeza y yo, había vuelto a ser un niño que busca la protección que sólo su padre puede darle…

Escuché como Papá llamaba a Bill:

– ¿Bill?

– Oh, sí señor. Me alegra que se encuentre bien.

– Gracias, si no es mucha molestia, ¿Puedes acercarte?

– Sí, señor.

Me resultaba algo extraño que mi Padre (Un hombre inexpresivo), reparara tanto en Bill; no me molestaba su forma de comportarse, pero, me parecía anormal.

Mi padre tomó la mano de Bill y le dijo:

– Me hace muy feliz que estés aquí.

No sé porque en esos momentos, sentía como si las piezas hubiesen sido puestas en su sitio; como si todo encajara, como si la presencia de Bill era lo único que faltaba para darle sentido a todo…

– ¿Clarise? ¿Tom?

– Si Cielo.

– Dime papá.

– ¿Me pueden dejar a solas con Bill?

– Jörg, creo que es mejor esperar ¿No?

– No Clarise, deseo aclarar algunas cosas…

– ¿De qué hablan ustedes dos?

– Tom, tú y yo tenemos una conversación pendiente, pero, primero debo disipar algunas dudas que tengo ¿Si?

– ¿Y por qué vas a hablar con Bill?

– Hijo, por favor, hazme caso.

– Vamos Tom.

– Si, ma. Espero con ansias esa charla, no te vayas a exaltar papá. Bill cualquier cosa nos avisas…

– Emmm, sí.

Cerramos la puerta y mi madre me dijo que les diéramos un poco de privacidad; accedí y fui hasta mi cuarto; pero, la curiosidad me pudo y bajé nuevamente las escaleras; acercándome con mucho cuidado a la puerta para escuchar la conversación que tenían…

Sin embargo, en estos instantes donde lo sé todo; desearía no haberme entrometido en esa charla…

– ¿Bill?

– ¿Señor?

– Respira, todo está bien ¿Si? No tienes por qué ponerte nervioso pequeño.

– Sí, señor.

– Todo lo que voy a decirte de seguro te va a tomar por sorpresa, pero, es más que necesario que lo sepas.

– Entiendo.

– Veras Bill; conocí a Simone cuando tenía 16 años; Tú mamá estudiaba en el mismo Instituto que yo, ella poseía una personalidad tan agresiva que incluso daba miedo acercársele; de hecho, recuerdo que en una ocasión, golpeo a un chico que la invito a salir…

Jajaja, tu madre era una mujer de cuidado; pero, tras de esa fachada atemorizante; había una niña insegura de sí misma; la cual pedía a gritos un poco de cariño sincero…

Un día tuve el valor de acercarme a ella y hablarle; su reacción fue la esperada; se puso a insultarme como loca, pero, ella no contaba con el hecho que para mí, esa agresividad resultaba graciosa; me reí de ella y eso la descolocó por completo; se quedó callada por un rato y luego dijo:

¿Qué quieres?

A lo que yo respondí:

Quiero conocerte, Simone.

Y después de eso, tuve que atravesar muchas murallas, soportar sus histerias, e incluso su locura; pero, yo, la amaba demasiado como para detenerme por eso.

No hay más historia que esa Bill; amé a tu mamá con locura y producto de ese sentimiento tan fuerte; tuvimos dos hermosos hijos, que para maravilla nuestra, eran gemelos.

Algo dentro de mí se removió; mis sentidos me advertían que lo que estaba por decir mi padre, me iba a destrozar la existencia, y aun con ese llamado de alerta; decidí permanecer ahí…

No entendía, mi cabeza no procesaba nada…

¿Gemelos? ¿Tenía un hermano? ¿La madre de Bill fue esposa de mi Padre?

No, no es cierto.

¡Dios! Dime que no es verdad.

– Uno de esos gemelos es Tom y el otro…

No lo digas…

No lo hagas.

¡POR FAVOR!

– Eres Tú, Bill.

No me contuve; giré la manija de la puerta y la abrí con fuerza; como pude le dije:

– Repítelo.

– Tom, te dije que…

– NO ME IMPORTA; DILO DE NUEVO, HABLA YA.

– Bill es tu hermano gemelo, Tom.

Ahí venían esas tremendas ganas de vomitar; sentía náuseas y repulsión de mí; ¿Cómo pude hacer algo tan deplorable como eso? ¿Estuve a punto de violar a mi propio hermano?

¡DIOS!

Me quiero ir…

Tengo que salir ya mismo de aquí.

– Tom no lo hagas, no puedes conducir así.

Corrí hasta la entrada, fui al parqueadero y me subí a mi auto; sentí como Bill llegaba hasta mi ventanilla:

– Por favor, baja del auto ¿Si? Necesito que hablemos de esto.

No podía hablar, las palabras no salían; estaba por cometer una locura y no me importaba; sólo deseaba desaparecer y no pensar en nada más…

– ¿Acaso me odias ahora? ¿Sientes asco de mí?

No digas eso pequeño, ¿Cómo podría sentir eso por ti?

¿No deberías ser tú quien me repudiara?

Ódiame Bill, por favor.

No me perdones esto, olvídate de mi existencia,

No lo valgo…

– No Bill.

– ¿Entonces?

– Yo…

– Tom, baja, por favor, no quiero que te pase algo…

– Bill, lo siento, por favor, perdóname.

Prendí el auto y aceleré como nunca; estaba desatado, no me fijaba en nada; si alguien se interponía en mi camino, iba a hacerme un enorme favor…

Ni siquiera podía llorar; no podía clasificar todo lo que sentía en esos momentos; pero, algo era muy vivido…

Me sentía culpable…

Había arrebatado la pureza de Bill y lo había condenado al rechazo…

El incesto es un pecado mortal; y yo, que de alguna manera sabía que iba a terminar en el infierno; no me detenía a pensar en nada; pero, ¿Eso era justo para Bill?

Tom, le robaste la vida a tú propio hermano.

Lo encadenaste a una existencia miserable.

Todo por tu estúpido cinismo, por tratar de limpiar tus pecados con su pureza…

Buscando esa sensibilidad que algún día perdiste en los muros de esa ciudad…

Recordé la conversación que había tenido con Rick; quizás, esto era lo que Andreas me ocultaba…

Saqué mi celular y lo llamé:

– ¿Tom?

– Andreas…

– Oye, yo necesito que hablemos ¿Si? Aclaremos todo esto Tom; te juro que nada es como piensas; yo jamás te haría algo como eso.

– Voy para tu casa.

– ¿Ya?

– Si, en unos 10 minutos llego.

– ¿Estás bien?

– No, Andy.

– Ten cuidado, te espero aquí.

Aparqué a la entrada de la casa; cuando Andreas salió disparado por la puerta; se acercó a mí y se quedó mirándome…

Suspiro y dijo:

– ¿Ya lo sabes?

Mierda, ese maldito rubio era un genio o algo así; le bastaba verme para saber que me pasaba…

– ¿Andreas?

– Si, ya sé. ¿Por qué no vamos al Kiosco y charlamos con más tranquilidad?

– Vale.

Fuimos hasta allá; la verdad, es que ese era mi lugar favorito de toda la casa de Andy; el Kiosko interactuaba con todos los árboles que tenía a lado y lado; era un sitio muy acogedor y tranquilo.

Llegamos y nos sentamos en el suelo; yo, no sabía que decir; entonces, Andreas habló:

– Tom, yo no he sido del todo sincero contigo. El día en que tu padre estuvo en el Hospital y yo fui a revisar a Bill; inspeccioné su expediente médico para corroborar las condiciones en las que se encontraba él; por cosas del destino, o una broma de Dios; no lo sé; el examen que le habían sacado a Bill para corroborar sí su sangre era apta para tu Padre; arrojaba un resultado aterrador.

Ahí se especificaba que ellos tenían una relación de consanguinidad y yo, me asusté mucho. Perdí la fuerza de mis piernas y estuve a punto de desmayarme; pero, mi equivocación, fue no haber guardado ese maldito examen.

Bill vino hasta a mí, pensando que algo malo me había sucedido y leyó los resultados del examen…

– Espera, espera, ¿Bill lo sabía?

– En teoría sí; es decir, yo le suplique que no fuera a decirte nada.

– ¿Por qué hiciste eso Andreas? ¿No crees que yo tenía derecho a saberlo?

– Sí, claro que sí; pero, aun no habían pruebas contundentes; esos exámenes en ocasiones fallan; y sí ese era el caso, ¿Cómo iba a remediar una equivocación tan grande como esa? Era un asunto muy delicado Tom, debía ser cuidadoso.

– Y, ¿Lo comprobaste?

– Sí; los resultados no cambiaron; en efecto, ustedes son hermanos.

– Mi padre le dijo a Bill que éramos gemelos…

– ¿SI? Dios, entonces, si tenía razón.

– ¿En qué?

– Verás Tom; la primera vez que los vi juntos, me di cuenta de que ustedes tenían unos rasgos muy similares; sus rostros eran demasiado simétricos; pensé en la posibilidad de que fueran hermanos, pero, sí eso era verdad, entonces, ¿Por qué tenían grupos sanguíneos diferentes?

Tú eres O+ y Bill es A+; recordé que en una ocasión, escuché una conferencia donde hablaban sobre los tipos de gemelos que existen y como es la repartición de su ADN.

Bill y tú; son gemelos semi-idénticos; es decir que, comparten el 100% del material de su madre y sólo el 50% del de su padre; eso también explica porque tienen tipos de sangre diferentes; es como una especie de particularidad que se da en la clase de hermanos que ustedes son.

Sin embargo, no me cuadraba algo; sí ustedes eran ese tipo de gemelos, ¿Por qué Bill no se parecía a Clarise? De hecho, ¿Por qué ninguno de los dos es semejante a ella?

Entonces, necesitaba algo para confirmarlo…

– Una foto de la madre de Bill.

– Exacto. Cuando tú me la mostraste, lo corroboré; sabía que tenía la razón y ahora estaba el cómo iba a decirles eso.

– ¿Por qué me lo ocultaste a mí?

– Bueno Tom, con todo el aprecio que te tengo; creí que no me correspondía a mi decirte esto; tú padre es el responsable de explicarles; yo pensaba ir a hablar con él y preguntarle los detalles; quería encontrar una solución que no los lastimara; pero, me fue imposible hacerlo.

– Andy, ¿Sientes asco de nosotros?

– ¿QUÉ? Dios Tom, no seas idiota. Claro que no pedazo de imbécil; falta mucho como para que yo sienta eso por ti, es decir, si llegas a meterte con mi perro o algo así, quizás si llegué a repudiarte.

Andreas, un maestro de las situaciones difíciles.

– Jajaja, eres un estúpido infeliz.

– Oye, más respeto.

– Pero, te lo agradezco.

– ¿CÓMO? Repite eso.

– ¿Qué?

– ¿Me estás dando las gracias? ¿No vas a matarme por involucrar a Bill? ¿No me odias por no decirte? ¿No vas a ofrecerme como sacrificio a los perros de la calle? Espera… ¿Eres Tom, cierto?

– ¿Quieres que te golpee y así lo compruebas?

– No gracias, ya estoy bien.

– Creo que, nadie habría manejado las cosas como tú lo hiciste. Fuiste muy cauteloso, colocando nuestro bienestar primero; incluso con temor hacia mí, tú seguiste adelante y nos protegiste Andreas.

– Bueno, si lo pones así, pues no suena tan mal.

– Jajaja, por eso, gracias Andy; eres el amigo más fiel que tengo; yo no te cambiaría por nadie.

– Ok, tú estás raro. ¿Por qué tan sincero, ah? Dime Tom, ¿Acaso piensas hacer algo?

– No, Andy. Sólo quería decírtelo.

– Claaaaaro; y yo nací ayer. No soy estúpido, sé que estas planeando Tom y déjame decirte que es una completa idiotez.

– No sé de qué hablas.

– Si sabes.

– Bien, ya que te pusiste tan terco; es mejor que me vaya.

– ¿A dónde vas?

– Iré a dar vueltas por ahí; necesito pensar.

– ¿Seguro que sólo vas a pensar y no a actuar?

– Jajaja, si Andy.

– Júramelo.

– No te comportes como un crío.

– Hazlo Tom, o no te dejare ir de aquí.

– Adiós Andy.

Me acerqué a él y le di un fuerte abrazo; a fin de cuentas, era lo último que podía hacer para agradecerle por todo.

– No Tom, no dejare que te vayas.

– No te preocupes, todo estará bien.

– Tom…

– Cuídate rubio; sé grande ¿Si? Enorgulléceme.

Corrí hasta mi auto, pise el acelerador y salí de allí; escuchaba los gritos de Andreas y sólo pude pensar que él, al igual que Bill; no merecían tener a alguien tan despreciable como yo…

No les merecía…

Ellos eran más de lo que podía pedir…

Conducía y la velocidad aumentaba; imágenes, recuerdos, pero sobre todo, sensaciones, inundaban mi cuerpo; veía a mis padres, a mis amigos, a Bella; sin embargo; el 90% de esos pensamientos eran sobre Bill.

No tenía perdón de nadie…

Era mejor si me iba de allí…

A lo lejos divise un puente; por el que solíamos saltar con los chicos; como siempre, haciendo estupideces como si fuéramos niños…

Fui hasta allí; me bajé del auto y me di cuenta que había un abismo enorme, cerca de ese puente; me dirigí hasta allí y vi como las olas se movían cada vez más rápido.

No se trataba de si era correcto o no lo que haría; es que para mí, la vida ya no tenía sentido.

Porque aun cuando escuché que era mi hermano; nada cambio para mí; él seguía siendo la existencia que yo más anhelaba tener; pero, mi egoísmo lo llevaría a la ruina y yo no estaba dispuesto a hacerle eso…

Como lo dije en un inicio; besaría a la muerte por él…

Me acerqué al borde de ese enorme acantilado; cerré mis ojos, pensé por última vez en Bill; desee que todas las cosas buenas de la vida le llegaran a él y que, encontrara a alguien que mereciera su amor…

Alguien que al verlo sintiera ese desenfreno como yo.

Alguien que anhelara su sonrisa.

Alguien que perdiera la cabeza por él.

Alguien que estuviera dispuesto a bajarle las estrellas si es lo que él deseaba.

Alguien valiente,

Alguien capaz.

Alguien, que no fuera Yo.

Las lágrimas cayeron, pero no habían lamentaciones; era sólo una forma de despedirme de ese hermoso ser que me robo el aliento con su mera presencia.

Tomé impulso y descendí; caí, pero no abrí mis ojos…

Y a lo lejos, escuché como ese ángel, gritaba por una última vez mi nombre…

¡TOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOM!

Continúa…

Gracias por la visita. Te invitamos a continuar con la lectura.

Publico y rescato para el fandom TH

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *