«Quiero tú horror, Quiero tú diseño, Porque eres un criminal, Y mientras seas mío, Deseo tú amor»
Bad Romance – Lady Gaga
«Reverse I» Fic de Alter Saber
Capítulo 3: Realidad
Su mirada era intensa, me observaba como si la vida se le fuera en ello; no entendía porque tenía una sonrisa tan genuina en su rostro, era tan penetrante que me estaba colocando los nervios de punta, pero por alguna extraña razón, no fui capaz de soltarme de su agarre, sus dedos adheridos a mi muñeca enviaban un sinfín de sensaciones que me hacían debatir entre la lujuria y la plenitud; como sí hubiese encontrado esa pieza faltante del rompecabezas que formaba mi existencia, como sí ese simple tacto me hiciera comprender porque mi soledad era necesaria, como sí ese roce tan sutil fuera el motivo de mis aspiraciones.
Siempre había creído que las emociones que surgían de ese desconocido sentimiento llamado «Amor», no eran más que un cumulo de excusas que las personas inventaban para tener sexo sin remordimientos.
Hace unos años atrás, mi mejor amigo Georg se enamoró perdidamente de una chica que a mi parecer era de lo más común, nunca pude entender la fascinación que tenía por ella. Pero al interrogarle por la manera en la que se sentía cuando estaba a su lado; su respuesta me dejo tan perplejo que incluso sentí un poco de envidia: «No lo sé Bill, ni siquiera tengo palabras para describir cuan completo estoy, es como si de repente todos y cada uno de los pequeños detalles que antes ignoraba, cobraran sentido para mí, me percate de que lo que yo no consideraba importante, quizás para ella sí pueda significar algo; y eso es suficiente».
Mientras recordaba ese suceso, aprecié que su mano había dejado de tocarme y su mirada estaba concentrada en un área de mi cuerpo; cuando bajé mi vista, me di cuenta que su atención se dirigía a mi entrepierna y como si adivinara mi inquietud, él dijo:
– No me jodas ¿Eres hombre?
Su expresión estaba inundada por una incertidumbre que parecía carcomerlo y ante ese comentario no me quedo de otra que responder:
– ¿Por qué no habría de serlo?
Y como si hubiese hecho añicos su orgullo, su rostro se tiño de un rojo que no se asemejaba a la vergüenza, era más bien como ¿Ira? Sí, esa forma de desencajar su mandíbula, no podía significar otra cosa. La incomodidad y humillación que sentí en ese momento fue indescriptible.
– Pero, ¿Quién putas que se considere hombre, anda pintándose la cara como si fuera una mujer? ¿Acaso el tuyo es de mentiras? ¿Naciste como un hermafrodita degenerado? O ¿Disfrutas de ver como los hombres pierden la cabeza por tú estúpido aspecto afeminado?
Paren el tren un momento; ¿Éste imbécil que carajos se cree?
– No es mi problema que pienses primero con tu «amiguito» antes que con el cerebro, si me maquillo ese es mi puto problema y si no te sientes cómodo con él, puedes largarte a la mierda, te doy un pasaje gratis para que te vayas con todos tus prejuicios y te los metas por donde te quepan.
– ¿Y tú quién demonios te crees para dirigirte a mí con esa actitud? Es más, ¿Qué putas haces en mi casa? Sí mal no recuerdo, en estos días no han contratado a otro empleado, al menos mis padres no me han informado nada.
– Disculpa, ¿Cuál es tú apellido?
– ¿Qué? … Soy Tom; Tom Trümper.
Bien, hasta aquí llegaron mis días, mi vida no ha sido muy larga y he tenido un sinfín de sufrimientos que soportar pero al menos he logrado…Emmm, he alcanzado cosas que se acercan un poco a la felicidad.
¿A quién demonios quiero engañar? Mis 19 años han sido una tortura tras otra y pensé que el empezar en un país diferente, de seguro era la oportunidad que necesitaba para encontrar algo que me produjera aunque fuera momentánea, una tranquilidad que trascendiera a lo largo de los años. Pero no, tenía que insultar al heredero de la familia que decidió acogerme y ahora no sé que hacer para zafarme de esta.
Cálmate Bill, respira, usa tú cerebro, escoge tus mejores opciones, no eres tan idiota como para no salirte de esta sin nada que lamentar, a ver, consideremos:
1. Puedo decirle que sufro de una enfermedad mental que se activa cada vez que alguien me insulta y ¿Cómo demonios se llamaría eso? A la mierda, eso no me va a funcionar, aunque si suponemos que el tipo es medio retrasado, de pronto se lo crea. Nah, mejor otra cosa.
2. Le doy un golpe en sus partes nobles, salgo corriendo como si Lucifer estuviera reclamando mi vida, subo las escaleras y me tiro del lugar más alto. Ok, ésta solución debería ser mi último recurso, algo así como una carta de triunfo, no puedo usarla (Aun).
3. Acercarme y quedar a escasos centímetros de su rostro, emplear un gesto intimidante y hacer que se disculpe sin que me pida explicaciones. Bien, eso funcionaria de maravilla si mi cara me diera para eso, pero a decir verdad, ese rastafari me puede violar y masacrar con esos ojos. Ésta opción tampoco me sirve.
4. Pedir perdón y suplicarle que me permita la vida. Aunque es humillante, no me queda de otra. Dado que eres estúpido Bill, vas a tener que abandonar tú puto orgullo y besar el piso que toca ese dios griego.
Y cuando estaba a punto de implorar por mi vida, dos señores con un aspecto completamente refinado, ingresaron a la cocina y al vernos, sonrieron de lado, pronunciando al unísono:
– Bill, querido es un placer. Vemos que ya conoces a Tom, nuestro hijo.
Está bien, de momento parece que no tendré que usar ninguna de las 4 opciones mentales que había estructurado para contratacar la estupidez del imbécil que me llamo «Afeminado».
– Oh! Ustedes deben ser el Sr. y la Sra. Trümper; el placer es por completo mío. Agradezco la oportunidad que me dan de residir en éste lugar tan espectacular. Su hijo ha sido en verdad amable, me ha recibido con una calidez que me hace sentir en mi hogar.
Jugué una carta clave para dar por cerrado el asunto de los «Insultos» con Tom; le vi de reojo y pensé que mi comentario le haría sentirse halagado, quizás me ilusioné un poco con el hecho que él olvidara todo, me tendiera su mano y me dijera: ¡Bienvenido a la Familia Bill! Y empezarían a sonar notas celestiales, y las aves volarían a nuestro alrededor y yo podría tener una vida. Bien, quizás no tan explícito como eso, pero al menos si anhelaba una tregua. Sin embargo, lo que vino después de mi pequeño momento de fantasías, me dejo anonadado:
– ¿Éste es el tipo que viene de E.U? Pudieron mencionar que su aspecto daría pie a que lo confundieran con una mujer; se tardan un poco más en entrar y de seguro lo habría devorado como un animal pensando que era una chica.
Poner en palabras la cara de los Señores Trümper luego de la afirmación de Tom era casi imposible. Palidecieron a tal punto que pensé que se desmayarían en cualquier momento y yo me les uniría en el proceso, de eso no había duda.
– Tom, cariño no puedes referirte a Bill de esa manera. Cada quien decide que estilo formar y si él se siente cómodo, tú no eres nadie para reclamárselo.
– A ver mamá, ¿Qué pensarías si ves a un tipo por la calle que se asemeja mucho a tu «Hombre Ideal» y de un momento a otro, sin aviso previo, te dicen que es una mujer? ¿No te jodería?
– Tom, más respeto; estas dirigiéndote a tu madre. Y con respecto a Bill, espero que no te pases de listo. En nuestra ausencia, debes servirle de guía y acompañarlo donde necesité.
– Pero sino es un crio, que se joda. Yo no soy perro faldero de nadie.
Salió de la cocina hecho una fiera y sus padres apenados por todo el mal entendido; me pidieron que los acompañara al salón y me explicaron varios aspectos referentes a mi estadía en su hogar.
Al parecer, los Trümper se harían cargo de absolutamente todos mis gastos, desde la matrícula de la universidad hasta de mis caprichos. Tendría una mesada que me sería entregada cada mes, para lo que fuera que necesitara y sí en algún momento deseaba salir, sólo tenía que pedirle a Sam (Quien era el mayordomo), el dinero que requería y listo.
Ellos parecían ser unas personas accesibles y desentendidas en el tema financiero, es decir, no se percataban de lo afortunados que eran al tener todo ese capital, pero aun cuando me imploraron que no fuera tímido con mis «Exigencias», sabía de sobra que no podía abusar de su buena fe y que lo único que podía hacer era tratar de no generar ningún tipo de molestia; ya bastante tenían con el estúpido de su hijo como para que además me uniera yo.
Sam me guió hasta la tercer planta de la mansión, me indicó el que sería mi cuarto y al entrar me sentí en las nubes: La habitación era tan amplia que parecía un mini-apartamento, las paredes eran de un color azul celeste que iba a juego con las sabanas de la cama, en la cual podrían dormir mínimo unas 5 personas si así lo quisieran; había un sofá, un escritorio, un armario enorme, ¿Un Baño? (Tenía mi propio recinto de paz) y dos ventanales que permitían el acceso a los paisajes que hasta el momento me habían dejado sin habla. Me sentí feliz, la comodidad de ese lugar de seguro me sentaría de maravilla para olvidar todo lo que viví en Sacramento; ya era hora de continuar, de superar, de reconstruir y empezar de cero.
Sin embargo, no todo podía ser felicidad. Aún estaba el asunto del rastafari ese, ¿Cómo le iba a hacer para evitarlo en su propia casa?
La madurez en estos momentos sería la opción más favorable, pero sólo de recordar las «Intenciones» que tuvo en la cocina creyendo que era una mujer; me hacían reconsiderar la posibilidad de entablar una conversación con él y sugerirle que nos lleváramos bien, que cada uno podía tomar sus respectivos caminos y todos contentos.
Me encontraba sumido en mis pensamientos, casi absorto en debates mentales desde el panorama que me permitía el suelo en el que estaba sentado; hasta que mis ojos se fijaron en esas inconfundibles zapatillas nike que se acercaban peligrosamente a unos inexistentes metros de distancia y como si una alerta de defensa hubiese sido activada, me levanté deprisa de allí y me planté en frente suyo, resignado a lo que fuera a suceder.
Vi sus ojos y no pude percibir siquiera un rastro de enojo o frustración; su mirada era indescifrable, es como si se estuviera cuestionando sobre algo que desea hacer pero que no está dispuesto a asumir.
Pasaron unos 5 minutos y el escenario no había variado ni por un instante, él seguía ahí, de pie, no se había movido ni un centímetro, me observaba el rostro con un detenimiento que se asemejaba a la delicadeza con la que una madre cargaba a su bebé por primera vez. Parecía estupefacto, ensimismado, encantado y sin pedírselo, su hilera de dientes formaron la más hermosa de las sonrisas, pero eso no era todo, ese pequeño gesto estuvo acompañado de una sinfonía gloriosa.
Su risa era simplemente perfecta, la manera en la que sus ojos se hacían pequeños como si estuviesen a punto de cerrarse y la forma en la que arrugaba su nariz con disimulo, lo convertían en un ser sublime. Estaba petrificado, no había modo de escapar de esa aura de diversión en la que Tom me sumergió.
Viéndolo así, me parecía una criatura preciosa, y aun sin saberlo, podía asegurar que él para las mujeres era como ese anhelo inalcanzable; un hombre que jamás se entregaría a nadie; que vivió, vive y vivirá para sí mismo. Y aunque ellas saben que van de pasada, prefieren detener su avance y estancarse en todo lo que Tom representa.
De repente, su risa se congeló y nos sumimos en un silencio ensordecedor; bajé mi mirada por auto-reflejo, como sí me sintiera intimidado y pude ver como sus zapatillas se alineaban a la perfección con mis botas.
Era consiente que él estaba justo en frente mío, pero aunque lo quisiera, me fue imposible alzar mi vista. Sentí miedo de encontrarme con sus ojos y descubrir que toda esa hostilidad con la que me trato en un comienzo, no era más que una capa que escondía una profunda atracción dirigida a mí.
Quise huir, pero no me lo permitió. Cuando me separe un poco, él me tomó de la cintura, poso su mano en mi barbilla y me obligó a verle; en ese momento no entendía la gravedad del asunto, no sabía que ese gesto tan insignificante sería el responsable de darle un giro de 180º a mi vida.
Estábamos encerrados en una burbuja que nos aislaba de todo cuanto nos rodeaba; al ver sus ojos con un poco más de minuciosidad, repare en que su mirada emana una brisa cargada de inocencia, como si fuera un niño que está a punto de cometer una travesura por la que va a ser castigado. Hice un esfuerzo mental por tratar de adivinar lo que deseaba hacer, pero jamás imaginé lo que ocurriría segundos después…
Mis ojos estaban cerrados y sentía una ligera humedad en mi boca, algo insistía con desenfreno sobre mis labios como si deseara devorarlos y no dejar un rastro de ellos; empecé a despertar y lo que vi me dejo perplejo.
Esperen, esto no puede ser real, esto no puede estar pasando.
Él…
Tom…
¿Cómo puede ser siquiera posible?
No, esto es una broma, tiene que ser un buen chiste ¿Verdad?
Porque él, es decir, Tom no me puede estar besando.
¿Cierto?
Continúa…
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