Notas de MizukyChan: Este capítulo contiene lime. Están advertidas.
«Perfect Love: Rituales» Fic de MizukyChan
Capítulo 3: Vidente (Parte 1)
La fecha de la invitación se aproximaba, ya solo faltaban unos días para que todos los involucrados partieran. Bill tenía un peso menos en su cabeza con la llegada de Kami, pero Pepe seguía siendo una fuente incesante de preocupación, tanto para él como para Tom, quien sabía que el niño podría causar muchos destrozos si no estaba allí para contenerlo, lo habían comprobado la luna llena anterior.
Era sábado por la mañana, los niños se habían quedado durmiendo hasta tarde, porque la noche anterior jugaron a hacer un campamento en el jardín de la mansión, cayendo en los brazos de Morfeo, mucho más tarde de lo que acostumbraban. Bill y Tom desayunaban con la mirada baja, sin saber a ciencia cierta qué hacer con sus pequeños. Hasta que de pronto, un alboroto en la ventana de la cocina los sacó de sus elucubraciones.
—¡¿Qué rayos…?!
—Es el ave —respondió Bill, viendo que era la misma águila oscura de la vez anterior.
Tom se apresuró a abrir la ventana y dejarla entrar. Igual que en su visita previa, el águila se posó en la mesa, muy quieta, para que retiraran el mensaje, tras de lo cual se fue.
—¿Qué dice? —preguntó el pelinegro un tanto nervioso—. ¿Se suspende la invitación?
—No —contestó su pareja—. Escucha esto. —Y fijó la vista en el pequeño papel—. Debes traer al lobo oscuro contigo.
—¿Qué? ¿A Pepe? ¿Por qué querrían algo así? —Bill se sentía incrédulo y preocupado.
—Quizás porque saben que nos atormenta la situación. Al parecer ellos quieren que vamos a como de lugar. Y a juzgar por esta nota, creo que nos han estado espiando.
—¡¿Qué?!
—Si saben que Pepe nos preocupa y tal vez renunciemos a la reunión para no dejarlo solo, es porque nos han estado viendo, nos han vigilado todo este tiempo —respondió Tom, con la mano en la barbilla rasposa, recordando afeitarse antes de ir al pueblo.
—¿No crees que fue el “Gran Jefe”, porque también está preocupado? Después de todo, él quería —bajó la voz, para que nadie más que Tom lo escuchara— “eliminar” a Pepe.
—Mhm… —El trenzado meditó en eso unos segundos—. El asunto es que no estamos seguros de quién ha enviado la invitación. Según Sonja, es el mismo druida, pero si es él, ¿por qué nos invita a la tribu que se supone es enemiga de su clan?
—Pero según lo que ella me explicó, es que después de haber ajusticiado a Ixchel, los pueblos habían quedado a mano, que la deuda o la afrenta había quedado saldada. —Agregó Bill, con el ceño fruncido—. ¿Qué crees que sea en realidad?
—Sus culturas son muy diferentes a la nuestra. Además, ni siquiera sabemos que ese druida o celta, sea parte de la tribu gitana, porque si somos sinceros ¿qué tienen que ver los gitanos con los sacerdotes? Si es que ese druida es realmente un sacerdote.
—Mhm. Todo esto es muy extraño.
—De todas formas hablaré con Georg, porque es mejor prevenir. Si la invitación fue hecha por el “Gran Jefe” podremos asumir que él sabe sobre Pepe y por eso ha enviado esta segunda nota. Pero, si por el contrario, ha sido el hombre misterioso, entonces tengo motivos para sospechar que él nos ha espiado o tiene a alguien haciéndolo. —Finalizó el lobo, levantándose de la mesa—. ¿Quieres venir conmigo al pueblo?
—La verdad no. —Bill se sonrojó y Tom arrugó el ceño.
—¿Qué ocurre, amor?
—Es que um… —El color en sus mejillas se incrementó.
—¿Pasa algo malo?
—Tomi, verás… anoche, lo hicimos dos veces y ahora estoy un poco… —Tom sonrió, lo habían pasado de maravillas la noche anterior y solo en esos instantes, notó que Bill estaba sentado sobre un mullido cojín.
—Lo siento, bebé. ¿Te hice daño? —Sabía que no era eso, se había asegurado de usar los juegos preliminares y los aceites que su tío les había obsequiado, además no hubo rastro de sangre cuando acabó dentro de su amado, pero de todas formas quería oír a Bill.
—No, Tomi, mi amor. —Bill se levantó y abrazó a su pareja, sintiéndose excitado de solo recordar lo bien que lo habían pasado—. Pero creo que no podré montar el caballo en todo el fin de semana.
El trenzado bajó las manos de las caderas de pelinegro, hasta sus redondas y pequeñas nalgas, masajeando y acariciando con cuidado. Dejó un suave beso en el cuello de su amado, seguido de una leve mordida y dijo.
—Tengo en mente otras formas para hacer que te corras, mi vida. —El susurro fue ronco, cargado de deseo y sensualidad. Bill sintió como la lujuria cobraba vida en su bajo vientre y deseó ser poseído ahí mismo, pero…
—Oh… lo siento mucho. —La dulce voz de Kami, se oyó en el umbral de la puerta, cargando al pequeño Thomas en sus brazos. Los Kaulitz giraron y se separaron avergonzados. La chica sin duda no los había visto, pero ella tenía una capacidad increíble para percibir los aromas y de seguro allí solo había olor a sexo, aunque no se habían tocado de esa forma… aún—. Vine a preparar el biberón de Thomas.
—Claro, claro, linda, pasa. —Nerviosamente Bill quiso sentarse de nuevo, pero ya no dolía solo su trasero, sino también la erección que apretaba dentro de su pantalón.
—¿Me acompañas un momento, Bill? Me gustaría que rehicieras mis trenzas —dijo Tom, guiñándole un ojo a su amado, quien se sonrojó.
Le dio una mirada avergonzada a Kami y contestó—. Por supuesto. —Aceptó la mano que su pareja le ofrecía y salió con él, rumbo a la habitación.
Kami, quien ya había aprendido a movilizase por toda la mansión y sus alrededores, solo se rió y bajó la cabeza al bebé en sus brazos—. Ellos creen que soy tonta. —Pero luego se corrigió—. No, ellos creen que soy una niña, ¿verdad, Thomas? —El bebé en sus brazos rió, como si entendiera sus palabras.
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Apenas entraron a la habitación, Tom se apoderó de la boca de su adorado pelinegro, devorándolo con saña, logrando que sus labios se inflamaran levemente de tanto lamer, chupar y morder.
—Te deseo… —susurró roncamente.
—Y yo a ti —respondió Bill, separándose apenas, para quitarse la ropa.
Al verlo solo con el pantaloncillo blanco que usaba como ropa interior, Tom dio dos pasos hacia él y lo cargó entre sus brazos, hasta la cama, donde apoyó la rodilla y se estabilizó, antes de bajar a su pareja.
Nuevamente buscó sus labios, bajando luego a su cuello y pecho, donde se entretuvo con el pezón derecho, mientras su otra mano jugueteaba con el izquierdo, complacido al escuchar los gemidos que brotaban como música de la boca de su pelinegro. Su propia respiración se oía entrecortaba, porque mientras Bill más gemía, más caliente se ponía.
Siguió bajando por el vientre plano del moreno y sus manos se aferraron a la cintura del pantaloncillo, para tironear de él y sacarlo por las largas piernas de su Bill, dejando expuesta su carne palpitante y lista para ser engullida.
—Te comeré. —Afirmó y metió la polla en su boca, hasta donde pudo, humectándola con su saliva caliente. Sacando un gritito del pelinegro.
—Oh, joder, mi lobo. —Apenas podía coordinar las palabras, pues la sensación era intensa. Usualmente en esos momentos era cuando sentía algún dedo hurgar en su cuerpo para prepararlo, pero en este caso, no hubo nada—. To… Tomi…
—Lo sé.
El mayor giró a su amado, dejándolo de costado, quedando justo detrás de él. A tirones bajó su pantalón, hasta dejarlo en sus muslos, dejando al aire su propio miembro necesitado. Entonces, con mucho cuidado se acercó hasta el trasero de Bill, pero no entró en su cuerpo, sino que deslizó su polla entre las nalgas, gimiendo de gusto ante la sensación.
—Tom… —Bill quería decirle que lo follara de una buena vez, pero también quería decirle que no lo hiciera porque todavía estaba adolorido. Sin embargo, no fue necesario ninguna de las dos.
El trenzado descendió un poco por el cuerpo del moreno y situó su miembro justo en el hueco que separaba las piernas, estimulando no solo su miembro, sino también el perineo de Bill, haciéndole gemir de gusto.
—¿Lo haré aquí, está bien?
—Mhmh —Fue lo único que alcanzó a articular el pelinegro.
La mano de Tom fue por instinto a coger la longitud de Bill, mientras comenzó a embestir entre sus piernas.
—Aprieta un poco, Bill. —Pidió el lobo, justo al oído del menor, mordiendo su lóbulo con cariño.
El pelinegro así lo hizo, creando un túnel cálido para albergar el vaivén del trenzado, quien continuaba con el mismo ritmo en su mano, para generar el orgasmo de su amado. Bill podía sentir la humedad del pre-semen de Tom en sus muslos y estaba seguro que muy pronto alcanzaría el clímax, pero quería seguir disfrutando la sensación magnifica que crecía entre ellos cada vez que se unían sexualmente.
—Oh, joder, que rico. —Gimió el chico, haciendo sonreír al mayor detrás de él.
—Lo sé.
—Ya voy a… —Y quedando rígido, el pelinegro se corrió en la mano de su lobo, quien no paraba de embestir entre sus piernas, buscando también su liberación.
En un rápido movimiento, Tom giró a Bill, dejándolo de frente a él y cogiendo su delicada mano la llevó hasta su carne, palpitante y le pidió bombear. El pelinegro lo hizo, pero al recobrarse de la sensación de flotar en las nubes, se lamió los labios y bajó por la cama, hasta tener su hombría directamente frente al rostro y lo engulló hasta la mitad, rodeándolo con sus labios, mojándolo con su saliva y procediendo a bombear, casi al mismo ritmo que llevaba su mano. Su cabeza se movía con velocidad y Tom no quería perderse la imagen erótica de su pareja, prodigándole esa felación tan exquisita. Pero el calorcito en su vientre le indicaba que el final estaba cerca, sin poder evitarlo tiró del cabello azabache, cosa que alertó a Bill de la proximidad del orgasmo del otro, pero en lugar de alejarse, succionó con más fuerzas, ayudándose con las manos, para estimular la zona que no alcanzaba, estirando también de los testículos del mayor, para que el impacto fuese mayor.
—¡Aaahhh! —El gemido de Tom, fue más como un rugido de lobo.
Tal como había previsto, los últimos toques fueron esenciales y la semilla del lobo salió en grandes chorros blanquecinos que entraron directamente a su boca, casi haciéndole ahogar. Tragó, sin soltar su presa y siguió chupando y chupando el sensible pene, hasta que la última gota salió. Se alejó de la carne, que descansaba flácida en sus manos y miró a su amado, quien todavía tenía los ojos cerrados.
—¿Tomi? —llamó como la criatura más inocente del mundo.
El lobo sonrió, le encantaba ese jueguito que tenía con su amado, de aparentar ser totalmente ingenuos, cuando habían hecho cosas sucias y sabrosas.
—¿Sí, mi amor?
—¿Te ha gustado? —Sin abrir los ojos, Tom podía adivinar que había una ligera sonrisa en los labios de su amante, incluso podía advertir un leve rubor en sus mejillas, pero claro que no era de vergüenza, sino por el esfuerzo recién realizado.
—Bill… —Abrió los ojos—. Tú me gustas mucho. Me gusta comerte y que me comas —dijo con calma y dejó un suave piquito en los labios cálidos del moreno.
—¿No dijiste que irías a hablar con Georg? —preguntó, solo para molestarlo.
—Geo, puede esperar. —Estiró el brazo y pegó a Bill a su cuerpo. Necesitaba un descanso. Diez minutos con los ojos cerrados y se repondría por completo, pero ahora necesitaba un respiro.
Cuando el sueño pareció vencer al trenzado, una voz susurró en su mente “levántate”. Tom no hizo caso, creyendo que solo era un sueño, pero luego, a esa voz se añadió un rostro, y era uno que no le caía nada bien. “Levántate, debemos hablar”. Abrió los ojos y notó como Bill yacía desnudo a su lado, totalmente dormido.
Se separó muy lentamente, para no despertarlo y casi se cae de la cama, pues tenía e pantalón enrollando a medio muslo. Cuando por fin pudo ponerse de pie, cogió una manta y cubrió a su Bill y tras limpiarse y cambiarse de ropa, salió de la casa.
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Dejó atrás la mansión y tuvo la sensación de que debía alejarse un poco, sin embargo, no eran sus propias sensaciones, sino la voz persuasiva del sacerdote druida, guiándolo hacia su encuentro.
Al estar en la entrada del bosque en el que paseaba en las noches de luna llena, vio una figura con una capucha gris. Caminó hasta él y habló.
—¡¿Quién demonios eres tú y qué rayos quieres con mi familia?! —El gruñido que escapó de su garganta, solo hizo sonreír al otro.
—Te ves agitado. ¿Por qué la ira? La gente de estos alrededores está dispuesta a sacrificar la vida por ti, pensé que eras alguien más calmo, pero veo que tu naturaleza es fuerte y tus instintos siguen siendo asesinos. —Su voz tranquila, no dejó entrever en ningún instante que solo estaba provocando al trenzado, quien dio un paso atrás, avergonzado.
—Te equivocas. No soy un asesino. —Se defendió y solo entonces, los ojos del hombre mostraron calma.
—Lo sé. Solo te estaba jodiendo. —La leve sonrisa que adornó sus labios, fue suficiente para hacer gruñir a Tom.
—¡Maldición! ¿Qué es lo que quieres? ¿Por qué nos has estado espiando?
—Yo no he hecho tal cosa. —Alegó el hombre—. Aunque creo que sí es necesario una presentación. Mi nombre es Rolf, soy un sacerdote druida, de los celtas del norte, mi nombre mágico es “Amo de los Vientos”.
—¿Tú enviaste el águila con la invitación?
—Así es.
—¿Por qué con el “Gran Jefe”? ¿No son los indios, enemigos de tu clan de gitanos?
—No somos enemigos, al menos ya no lo somos, pero no estoy aquí por eso. —Rolf agitó una mano, para quitarle importancia a ese tema—. He venido por el lobo oscuro, el hijo de la gran luna.
—Él es ahora mi hijo, su nombre es Pepe. —Agregó Tom, para que dejaran de referirse al niño como alguien ajeno, ahora el pequeño era parte de los suyos y lo protegería a como diera lugar.
—¿Pepe? Es un nombre muy simple, pero bien. —Miró a lo alto un segundo y luego retomó su plática—. El niño es peligroso, debes…
—¡No le haré daño a mi hijo! —Advirtió el lobo, sin dejarlo terminar.
—Debes… entrenarlo —dijo Rolf muy lentamente—. Ese niño será necesario para el futuro, debes enseñarle a ser fuerte, a controlarse. De lo contrario será destruido.
—Por esa razón está en mi casa —comentó Tom, sorprendiendo al otro—. El “Gran Jefe” quería eliminarlo, diciendo que estaba defectuoso. ¿Cómo un niño puede ser defectuoso? —Su voz sonó angustiada, sin duda se preocupaba por los demás, cosa que el druida notó, alzando una ceja.
—Pero aún es un peligro, Bill lo cree así, por eso debes llevarlo contigo a la reunión con los indios, allá, yo lo cuidaré las noches que dure el ritual.
Esta vez Tom se molestó—. ¿Cómo sabes tú lo que piensa Bill? ¿Has hablado con él? ¿Lo has estado espiando? —Sus celos estaban a flor de piel y quiso golpear al tipo, hasta dejarlo sin consciencia.
—A veces puedo contactar con Bill, pero no es como tú crees, Tom. —Rolf quería utilizar el truco de los celos para seguir molestando al lobo, pero no tenía tiempo, había otros asuntos que debía arreglar, además, sería reprendido por ello—. Bill es un ser especial, es el futuro libertador.
—¿Creí que ese título era mío? —Tom arrugó el ceño. No tenía ninguna intención de poner a su pelinegro al frente de una batalla.
—Bill es parte de ti, Tom, él es tu consorte, por tanto hereda el mismo título. —El lobo sintió un grado de orgullo en su pecho, Bill era suyo y este hombre lo sabía.
—Exacto, es mío.
—Pero la característica que ha heredado Bill por el ritual, es diferente. Cuando ajusticié a Ixchel, él heredó su don y solo el “Gran Jefe” puede ayudarlo con eso, porque tiene una habilidad similar. Bill es un vidente. Puede hacer cosas con su mente y fue por su mente que noté la preocupación por su hijo, Pepe. Por eso, es mejor que lo lleven.
Tom se quedó un poco shockeado tratando de procesar la información, pero luego al poner todas las fichas en orden, los engranajes de su mente se movieron y preguntó.
—¿Y cómo harás tú para controlar a Pepe?
—Eso mi amigo, es un secreto. —Sonrió, para molestarlo. Sin embargo, Tom no cayó en su juego y volvió a interrogarlo.
—¿Eres una criatura, verdad? —preguntó directamente, sacando una sonrisa de Rolf—. También eres un lobo, hasta tu nombre te delata, Rolf. “Wuolf” “Wuolf” “Wolf” —imitó el ladrar de un perro, pero metió la palabra en inglés wolf, que significa lobo.
—Te costó reconocerme, Tom, siendo de la misma especie, deberías haberme olido a leguas, pero solo hoy has sacado conclusiones —dijo para volver a molestar al trenzado—. Quizás tú también necesites entrenamiento, después de todo.
—No soy un ser soberbio y sé cuando necesito ayuda —respondió el lobo, sorprendiendo al otro por completo, tanto los metamorfos, como los licántropos, eran seres sumamente orgullosos y jamás se dejarían entrenar por un desconocido o alguien de otro clan—. Si voy a estar en una guerra, como Bill vio en sus sueños, entonces quiero ser el más fuerte, para proteger a mi familia y a los míos.
—Tus palabras revelan sabiduría, Tom. Quizás los dioses no estuvieron tan equivocados al escogerte. ¿Irás al encuentro con los indios?
—Si es por ayudar a Bill, lo haré.
—Nos veremos allá.
Y con un movimiento de su capa, el hombre desapareció.
& Continuará &
Bien, esto fue extraño, ¿verdad? Ya sabemos que Rolf es un sacerdote druida y además un metamorfo, y le contó a Tom claramente que Bill es un vidente, aunque todavía hay muchas cosas que no sabemos y que de a poco iremos descubriendo. Espero les esté gustando y disfruten de la lectura, nos vemos pronto. Gracias por la visita.