«Perfect Love: Rituales» Fic de MizukyChan
Capítulo 8: Entrenamiento
Bill acababa de llegar del hospital, cansado del trabajo, deseando poder sentarse bajo la vid y esperar a Tom, sin embargo, una serie de gritos le indicó que no sería posible. Desmontó y se dirigió hacia las voces de sus hijos mayores. Se quedó de pie, oculto por uno de los árboles, observando como ejecutaban los movimientos que su padre lobo les había mandado practicar a modo de entrenamiento.
El pelinegro achinó los ojos, no le gustaba la violencia y ver a sus hijos, uno contra el otro, le ponía la piel de gallina de una forma no grata. Le daba pánico pensar que algún, día sus bebés tuvieran que enfrentarse entre ellos o contra algún otro enemigo. Si dependiera de él, los dejaría viviendo para siempre en la mansión y que fueran felices para siempre. Pero los cuentos de hadas no existían, porque hasta en Caperucita, el cazador mataba al lobo. Apretó los puños.
—¡No te portes como un idiota! —Escuchó el grito de Adam y observó como Pepe caía al suelo producto de un golpe muy duro que cayó justo en su brazo derecho.
—¡Ay! —Gruñó, pero no gritó.
Adam se quedó rígido un segundo y luego, dejó caer su barra de metal. Cayó de rodillas junto a su hermano y lo sujetó de los hombros, forzándolo a verle a los ojos—. ¿Estás bien?
—Sí, pero duele como el demonio.
Fue entonces que Bill decidió mostrarse—. ¿Qué ha pasado? —preguntó y levantó el jersey del moreno para revisar el golpe—. Te quedará un morado muy feo, pero necesito curar este corte. Vamos a la casa.
Bill habló muy profesionalmente, aunque por dentro, quería abrazar a su pequeño y hacerle arrumacos como si fuera un bebito y decirle “nanai, nanai, todo va a estar bien”. Pero Pepe se veía bastante compuesto, solo apretando los dientes, aguantando el dolor.
Una vez dentro de la casa, Bill limpió y curó la herida del chico, poniendo una venda sobre ella y ajustando el brazo en un cabestrillo, para que descansara el resto del día y quizás el siguiente.
—¿Adam, tú estás bien? ¿Tienes algún golpe que deba curar? —preguntó el pelinegro, mirando al rubio, quien tenía las manos firmemente empuñadas.
—No, Pepe es el único idiota que se lastima. —Y tras esas palabras, salió de allí, dando grandes zancadas.
Bill miró al mayor de sus hijos y dijo—. ¿Recuerdas por qué acepté que Papi Tom entrenara también a Adam? —Pepe bajó la mirada avergonzado, así que Bill prosiguió—. Yo no quería que Adam estuviera peleando, porque pensaba que era más débil, pero Tom dijo que tú necesitabas un compañero de tu edad, de tu porte y complexión, para que fuera un oponente ideal de entrenamiento. —Pepe asintió—. Yo insistí en que no lo hiciera, pero fue el mismo Adam quien pidió poder ayudarte, porque te quiere y desea ayudarte en todo lo posible para tú seas capaz de controlar tus poderes.
—Lo siento mucho.
—Adam está frustrado porque lo dejaste ganar, dejaste que te lastimara a propósito y él odia lastimarte. ¿Tan débil crees que es?
—No. —El niño alzó la cabeza ante eso—. Él se ha puesto casi tan fuerte como yo. Incluso más, porque es más aplicado, si yo corro media hora, el corre diez minutos más, si yo hago diez flexiones, él hace quince.
—¿Y sabes por qué lo hace? —Insistió Bill.
—Porque sabe que no es un lobo y quiere ser igual de fuerte que nosotros.
—Exacto. Ahora ve y arregla las cosas con él. —Mandó su padre.
Pepe se levantó y salió hacia su base secreta. Adam estaba en la entrada, mirando hacia la puesta del sol, con las manos hechas puños y lágrimas corriendo por sus mejillas, pero de pura rabia.
—Lo siento —dijo apenas en un susurro.
—Eres un idiota. —Gruñó el rubio y se limpió las lágrimas con rabia.
—Lo soy. —Fue por la espalda de Adam y lo abrazó con la mano no vendada, metiendo su cara en el cuello del otro.
—Te pude lastimar en serio, ¿lo sabes?
—Lo sé y lo siento. Pelearé bien la próxima vez. —Adam giró en el abrazo y lo apretó muy fuerte, llorando en el cuello del otro.
—Tonto, tonto. Me dio tanto miedo.
—Lo siento, lo siento.
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Días después, Pepe y Adam estaban a un costado de Tom, en el frente de las tropas de combate. El lobo había comenzado a fortalecer los músculos de los hombres, pues la mayoría de ellos, trabajaba en los campos y no tenían más fuerza que la necesaria para usar la pala y la picota. Ya había pasado un mes completo y al parecer, la resistencia de todo el grupo de reserva, estaba mejor que nunca. Podían resistir las largas caminatas y todo lo que el lobo había planeado como estrategia.
—Ha llegado la hora de la estrategia. —Informó el trenzado, alzando la voz para que el grupo lo oyera—. Hoy los he reunido a todos, porque lo que aprenderemos hoy, podría salvarnos la vida.
Adam y Pepe se acercaron a ellos, con los trozos de madera que habían estado trozando con una pesada hacha. Comenzaron a rodear los palos con piedras, formando un círculo, para rodear la fogata y luego, la encendieron. Algunos de los hombres, creyeron que los niños hacían eso, con el fin de proveerles calor, mientras se realizaba la reunión, pero había algo más. Formaba parte de su entrenamiento, al igual que el de los adultos.
—Debemos evitar a toda costa que los enemigos lleguen a entrar a la ciudad. —Afirmó Tom.
—Pero nos estamos haciendo fuertes para poder enfrentarlos —dijo uno, con un aire de orgullo en su voz.
—Es cierto. —Los demás estuvieron de acuerdo.
—Es cierto. —Repitió Tom y sonrió, pero luego su voz se puso solemne y casi tétrica—. Pero mientras ustedes estén en batalla, más de uno se escapará y se meterá en alguna de las casas, quizás sea tu propia casa. —Señaló al que dijo la primera afirmación—. ¿Y qué crees que le hará a tu pequeña hijita? ¿Acariciar su rubio cabello?
Todos los presentes arrugaron el ceño y apretaron los puños. Lo que decía Tom era cierto, tan pronto los maleantes se vieran rodeados y enfrentados por un grupo potente como el que estaba formando, muchos escaparían y se meterían a sus propias casas, violarían a sus mujeres y matarían lo que se interpusiera en sus caminos. Habían dejado que el poder se les subiera a la cabeza y no se habían dado cuenta que en lugar de proteger a su ciudad, la terminarían destruyendo.
—Es por eso que debemos hacer una emboscada. Es algo que planeé desde que me encomendaron esta misión. —Explicó el joven—. Si vamos a iniciar una lucha, será fuera de la ciudad, no dejaremos ni siquiera que vean a nuestra gente. Se toparán con una muralla de soldados, nosotros. Pero para eso, todos debemos estar en condiciones de movernos grandes cantidades, sin agotarnos solo con el viaje.
—¿Es por eso que hemos entrenado nuestra condición física? —preguntó el hijo de John.
—Exacto, debemos estar listos, para correr en cuanto veamos la señal.
—¿Señal? —Se oyó el susurró colectivo. Nunca se había mencionado nada acerca de una señal de alerta o algo similar.
—En eso trabajaremos hoy, por eso los cité a todos. Porque debemos reconocer la señal y apenas la veamos, debemos preparar nuestras alforjas y partir. ¿Están listos, niños? —preguntó a sus hijos, quienes sonreían felices al ver la fuerza de la hoguera que habían creado.
Los hombres observaron como Tom se dirigía a su caballo y cogía una gran manta negra, se veía pesada y suave al tacto. Pero les entró pánico, cuando vieron que las intensiones del lobo era ponerla sobre las llamas.
—Este es un truco que he aprendido de los indios.
Tom precedió a ahuecar la manta y ponerla sobre las llamas, lo oyeron contar hasta tres y luego la retiró, dejando salir una gran nube de humo gris.
—Miren hacia arriba. —Todos, incluidos sus hijos obedecieron y notaron como la nube ascendía hasta los cielos—. ¿Qué forma tiene?
—Es como un círculo —respondió Adam, ganándose una sonrisa de su padre.
—Excelente, hijo. —Y luego alzó la voz—. Cuando veamos aparecer una nube como esta y sea solo una, estaremos indicando que no hay nada fuera de lo común en los caminos. Esta nube será mostrada cada una hora, en los puntos que pondremos de vigilancia. —Informó el lobo.
La oficial Tappe, estaba maravillada de las habilidades de estrategia de este hombre, quien sin haber participado nunca de algún grupo de milicia o de las fuerzas policiales, tenía más ideas ingeniosas que cualquiera de sus colegas.
—Pronto nos organizaremos para nombrar a los vigías y los puntos altos para ubicarlos. —Agregó Georg, notando el nerviosismo de los hombres.
Tom accedió a retomar su turno y habló—. Cuando mostremos nubes constantes, estaremos diciendo que vienen los jinetes, pues si ellos llegasen a ver las nubes de humo, solo pensarán que se trata de alguna quemazón de hojas o un incendio pequeño.
Una vez quedó clara la estrategia de comunicación, Tom procedió a enseñar a los hombres, cómo realizar las nubes de humo y en forma voluntaria se asignaron a los vigías.
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Mucho más tarde, esa misma noche, Tom llegó a casa con sus dos pequeños y sonrió, viendo como el resto de su familia los esperaba para cenar. Bill y Amanda prepararon el baño, para los niños, mientras Tom jugaba un rato con Thomas.
Cuando la comida se acabó y Thomas cerraba los ojos, el pelinegro alzó la voz—. Kami, Amanda, ya pueden retirarse. —Las mujeres asintieron y la más joven cargó a Thomas, para llevarlo a su cuarto—. Adam, puedes irte a dormir.
Instantáneamente, Pepe se levantó junto a su hermano, pero la mano del trenzado sobre la suya, le indicó que debía esperar.
El rubio salió corriendo de la cocina, pero retrocedió en sus pasos, al no sentir las pisadas del moreno detrás de él—. ¿Pepe?
—Pepe saldrá un rato con papi Tom. —Ahora que los niños eran más grandes, usaban los nombres reales de sus padres y nos las formas tan tiernas que adoptaron de pequeños, cosa que a veces entristecía a Bill, extrañaba oír “Papi Towi” o “Papi Bibi”—. Tú puedes irte a dormir, Adam.
—¿Eh?
—Iremos a entrenar, Adam. —Explicó Tom, él prefería ser sincero, para evitar rabietas y berrinches de su hijo.
—Pero… —Tom alzó una mano para el rubio se callara.
—Practicaremos su transformación en fase no lunar. —Tanto Pepe como Adam abrieron los ojos grandemente—. Ya sabes que esto será peligroso, así que ni tú, ni papi Bill estarán presentes.
Bill los había acompañado en luna llena, porque sabía que Tom obligaba a Pepe a correr por los bosques, sin descanso, para drenarlo por completo de energía. Todos sabían que pese a estar más grande, Pepe todavía no podía controlar sus cambios, ni durante los estados lunares, ni mucho menos el resto del mes, donde permanecía siendo humano.
—Ve a tu cuarto, Adam. —Mandó Bill con la voz tranquila, logrando calmar el corazón de su hijo, quien asintió y bajando la mirada se retiró a sus aposentos—. Y tú, cuida a mi bebé. —Mandó a su esposo y le dio un beso casto en los labios.
Tom y su hijo salieron de la casa en silencio, mientras Bill lavaba la bajilla usada en la cena, tratando de contener las ganas de llorar. Tenía mucho miedo, miedo de que su Pepe no fuera capaz de obedecer a Tom y que terminaran enfrentados. Miedo de que su pequeño, fuera realmente defectuoso y acabara muerto a manos de caza-recompensas que lo descubrieran atacando alguna granja. Miedo de tener que matarlo él mismo, si en algún momento de descontrol, Tom no estaba ahí para proteger al resto de su familia.
—Amo, Bill. —La voz de Amanda se oyó detrás de él, como un bálsamo de consuelo—. El amo Tom sabrá ayudar a Pepe, no se preocupe, todo saldrá bien. —La mujer lo abrazó y el pelinegro lloró en su hombro.
Pero Bill no era el único que lloraba, Adam derramaba lágrimas de ira e impotencia.
—¿Por qué? Siempre son solo ellos. ¿Por qué no puedo ser como papi Tom?
El rubio recordaba las noches que se había despertado solo en la habitación, cuando salía corriendo a mirar por la ventana y veía a lo lejos a sus padres, corriendo y jugando con Pepe y Thomas, en sus formas lobunas. Lo que él no sabía, era que esos “juegos” no eran para nada divertidos, Tom se encargaba de controlar de la mejor forma posible a su hermano, para no herirlo en caso de que se descontrolara, pero su mente infantil, le hacía añorar tener la marca que casi toda su familia poseía, la marca del lobo.
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El frío era intenso, pero las lluvias habían amainado, dando un respiro a los habitantes del pueblo, una parte del cual seguía trabajando unido, para fortalecer a sus soldados de reserva, en caso de ser atacados por los bandidos. Muchos habían dejado de creer que la posible amenaza de ataque sucediera, ellos no conocían la habilidad especial de Bill, pero los murmullos de bar muchas veces mencionaban cosas como “se deben haber enterado de alguna forma y no quisieron arriesgarse a atacar Berlín”. John mencionó tales cosas a su trabajador, Tom, el cual solo sonrió y contestó con un “mucho mejor para todos, si es eso lo que realmente pasó”.
Era viernes por la tarde y el lobo había regresado del entrenamiento con sus pequeños, pero arrugó el ceño de ver a su pelinegro con el rostro pálido, mucho más de lo normal.
—¿Estás bien, cariño? —preguntó, sentándose a su lado, posando su mano en la frente de su amado, quien solo cerró los ojos.
—Creo que me pegué un resfrío, nada grave —contestó con una sonrisa leve.
—Me encargaré de los niños.
Tom y Amanda prepararon el agua y el orgulloso padre, bañó a sus pequeños, para enviarlos a la cama después de cenar. Kami también se retiró, llevando de la mano al pequeño Thomas, que pese a poder caminar solo, nunca le soltaba la manita a su querida nodriza.
—Esto le hará bien al amo Bill. —Anunció Amanda, entregándole a Tom, una taza con una infusión humeante—. Procure que la beba antes de dormir.
—Lo haré, gracias Amanda y no le digas amo, porque se enojará. —La mujer sonrió y se retiró a dormir, pues la noche estaba muy helada.
Al llegar a la cama, Tom ayudó a su debilitado esposo a quitarse la ropa ajustada y le vistió con un pantaloncillo de lana, que la misma Amanda había tejido para ellos.
—Lo siento, Tomi. —Se disculpó el pelinegro, cosa que hizo sonreír a su pareja.
—¿Qué quieres que te perdone?
—No podremos hacer cositas ricas esta noche. —Alzó una ceja coqueta, pese al malestar que envolvía su cuerpo.
—Para mí, el solo hecho de tenerte en mi cama, es una cosita rica —respondió y le besó castamente los labios—. Ahora bebe esto, te hará bien. —Le acercó la taza a los labios.
—Huele a dulce.
Lentamente, el pelinegro bebió el brebaje hasta terminarlo y se arropó con las mantas, dejándose envolver por el cuerpo caliente de su amado. Suspiró profundamente y sonrió, agradecido de la vida por haberle dado a Tom como compañero.
Su cuerpo debilitado, ayudó a que su mente se entregara al descanso y en mitad de la noche, las visiones pudieron hablar claramente a su subconsciente, dejándolo con una sonrisa de calma el resto de la noche.
Por la mañana, Bill sintió besos de mariposa en su cuello y mejillas y sonrió de gusto. No quería abrir los ojos aún, pero sí habló—. Mhm, buenos días, mi amor.
—¿Quieres tomar el desayuno en la cama?
—¿Me vas a consentir, Tomi? —preguntó, estirando los brazos para envolver a su amado en ellos.
—Claro, nadie mejor que yo, para atenderte en la cama.
—Eres el mejor en la cama, Tomi —dijo gimiendo, al sentir como una mano traviesa se deslizaba hasta colarse en su pantaloncillo de lana—. Me siento un poco caliente y no creo que sea por fiebre. —Sonrió al sentir la lengua de Tom en su cuello.
—Sé que eres un trabajólico y que te irás al hospital así de enfermo, así que tengo un plan —susurró el trenzado y comenzó a descender por el delgado cuerpo de su pequeño y arrasó con los pantalones de este, dejando su miembro expuesto—. Te voy a dejar exhausto para que duermas el resto del día. —Bill volvió a sonreír, no le parecía mala idea.
Y con mucho cariño, Tom succionó la carne del pelinegro hasta endurecerla por completo y luego, ayudándose con la mano, logró hacer que se corriera fuertemente en su boca, gimiendo de gusto al sentir la semilla llenándolo.
—Te prepararé un baño caliente, cielo.
El lobo cargó en brazos a su amado y con cuidado lo bañó, Bill solo se dejó hacer, la verdad es que se sentía mejor, pero su cuerpo estaba débil y disfrutaba de las atenciones de su trenzado.
Una vez estuvo listo, Tom lo llevó de regreso al cuarto y lo vistió con ropas abrigadas, para volver a cubrirlo con mantas. Esa mañana estaba muy helada y sin duda, el salir al pueblo empeoraría la salud de su pareja, así que lo mejor era mantenerlo allí.
Amanda le llevó un desayuno liviano para que siguiera durmiendo después de comerlo. Y mientras disfrutaba de un trozo de pan, los sueños de la noche anterior volvieron a aparecer en la mente del chico.
—¿Tomi?
—Dime, cielo.
—Creo que… —Alzó la vista, sus ojos estaban muy abiertos y miró a Tom directo a los ojos—. Creo que lo he visto de nuevo, esta vez fue más claro.
—Cuéntame. —Pidió el lobo, tomando la mano de su pequeño, para darle confianza.
—La visión que vi tenía un clima diferente, había sol, era cálido o eso creo…
—Excelente, así sabremos que no será ahora en invierno, nos da más tiempo para prepararnos. —Afirmó Tom, para hacerle saber a Bill, que cada detalle era importante y significativo.
—Ellos, vendrán en tres grupos. Sí, serán tres grupos grandes, tres, estoy seguro. Son tres.
Tom quiso arrugar el ceño, tres grupos numerosos eran más de lo que podían contener. Un grupo podría ser detenido por Georg y los efectivos de la policía local. El siguiente grupo sería enfrentado por el batallón de reserva que él entrenaba, pero eso dejaba a un tercer grupo totalmente libre de hacer y deshacer a su voluntad en el pueblo, lo cual sería totalmente desastroso. Tampoco podría encararlos él mismo con su forma de lobo, eso sería revelar su identidad, porque solo tendría dos opciones ser vencido o matarlos a todos. Sacudió la cabeza, no quería matar sin un motivo.
—¿Tomi? —llamó el pelinegro, notando como su amando se iba a las nubes.
—Creo que tendré que ir al pueblo, Georg y la oficial Tappe, deben saber lo que me has contado.
—¿En verdad piensas que es cierto? —preguntó Bill, dudando él mismo de la claridad de esta visión.
—Cielo, confío plenamente en ti. Ya hemos visitado a los indios por más de dos años y he visto como las brumas se han despejado de tu mente. Confío en ti y confío en tu don. Si algún dios te llamó para ser un vidente, ¿quién soy yo para decir lo contrario?
—Gracias, Tomi.
—Termina tu desayuno, no me moveré de aquí hasta que te comas todo —dijo, guiñándole un ojo y tomando del plato, un trozo de fruta para llevar a los labios de su amado, quien sonrió y lo recibió gustoso.
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Tom habló con el castaño y Sonja sobre los detalles de la visión de Bill y resolvieron hacer una nueva junta en el ayuntamiento con todos los policías y el batallón de reserva. Debían ser claros con todos, en caso de que temieran salir a los enfrentamientos. Además, sería la oportunidad perfecta para buscar alguna estrategia para enfrentar a los tres grupos de bandidos que los atacarían.
Al regresar a casa, notó la cara larga de Adam. El niño estaba sentado en la escalera de la entrada y miraba al horizonte, sin siquiera darse cuenta de la llegada de su padre, quien se sentó a su lado y le revolvió el cabello rubio.
—¿Qué te pasa, hijo?
—Nada —respondió, casi inflando las mejillas, cosa que causó mucha gracia al mayor.
—¿Nada? ¿Estás seguro?
—Estoy enojado —dijo al fin el chico, mirando a su padre con rabia—. Contigo, con papi Bill, con Thomas y con Pepe.
El trenzado se sorprendió, pero entonces tomó a su hijo en brazos, lo puso en su regazo, y lo abrazó—. ¿Puedo saber qué hice para que te enojaras conmigo?
—¡Mentiste! Tú siempre dices que nos quieres a los tres, pero mentiste. —Aunque la expresión de Adam seguía siendo dolida, el tono de su voz ya no era agresivo.
—¿Por qué dices eso? Yo en verdad te quiero mucho, al igual que a tus dos hermanos.
—No. Los quieres más a ellos, porque son lobos, yo soy… un simple niño humano, no tengo poderes, soy un inútil. —Terminó su explicación con la voz baja y los ojos llorosos.
Tom lo abrazó todavía más y lo dejó llorar en su pecho, haciendo círculos en su espalda—. Mi querido Adam, tú eres mi primer hijo, ¿cómo puedes creer que te quiero menos por ser humano? Te quiero mucho más porque debo cuidarte, al igual que a papi Bill y a Amanda, son más frágiles y necesitan de mayor protección.
—¿Y por qué siempre sales con ellos en luna llena y a mí no me llevas? —Reclamó, con la voz temblorosa y ronca.
—Porque Pepe es inestable. Él no puede cambiar a voluntad todavía. Incluso Thomas es más hábil que él en ese sentido —respondió con sinceridad—. Pepe es tu hermano y te quiere mucho, por eso quiere aprender a controlarse, porque no quiere dañarte. Imagina cómo se sentiría, si vas con nosotros en luna llena y termina mordiéndote sin darse cuenta.
—Sería un lobo como todos ustedes. Todo sería perfecto, papi Tom.
—No, Adam. Nada sería perfecto. Convertirse en lobo, no es algo bonito, o algo de lo que estar orgulloso. —Tom se separó para ver a su hijo a los ojos—. Hay gente mala en el mundo, Adam, gente que caza a los seres como nosotros, los esclaviza, los encierra en calabozos y los exhibe como si fueran parte de un circo. —El niño arrugó el ceño, asustado.
—Pero aquí te quieren, papi Tom, tú eres el gran lobo guardián. —Dudó un poco.
—Pero es porque nos conocen, porque saben que no hacemos daño. Pero hay algunos hombres lobo que sí dañan a la gente, como Pepe, cuando se descontrola. No debes desear ser como nosotros, Adam. Esto es más una carga que algo bueno, te lo aseguro.
—Lo siento, papi Tom.
—Debo sacar a Pepe todas las lunas llenas para que aprenda a transformarse a voluntad, para que aprenda a controlar su poder, para que sea capaz de defender a su familia y no lastimarla, sin darse cuenta. ¿Entiendes que no salimos solo a jugar? —El niño asintió—. Bien, porque si fuera por eso, siempre te invitaríamos. Sé que Pepe se divierte más contigo que conmigo —dijo el adulto con una sonrisa, cosa que alegró a su hijo.
En esos instantes la puerta se abrió. Ambos miraron hacia atrás, notando la mirada triste del pequeño Pepe—. Allí estás. Te he buscado por toda la casa, Adam.
—Lo siento.
—Ven a jugar. —Estiró la mano y sonrió. El niño rubio la tomó y dejó el regazo de su padre, para correr tras el moreno.
& Continuará &
¿Habrá entendido en verdad el pequeño Adam? Este capi se extendió (pese a que no hubo lemon >///<) porque era necesario que vieran como ha comenzado a crecer la relación cariñosa entre Adam y Pepe. Y también para que supieran por qué Tom los entrena a ambos en ciertas cosas y separados para otras. Espero les siga gustando. Besos y gracias por la visita.