Perfect Love 2: The devil Inside (By MizukyChan)
Capítulo 11
Tom despertó demasiado temprano, sus sueños se vieron plagados de imágenes extrañas, de su hijo llamándolo, estirando sus manitas, de Bill furioso, culpándolo del quiebre de su familia. Finalmente, decidió que lo más productivo sería levantarse y partir a la herrería y tener tiempo libre para escaparse a ver a Adam, más avanzada la mañana.
Fue al cuarto de baño y se lavó con agua fría, sintiendo como toda su piel se erizaba por el húmedo contacto. No se percató que Ixchel observaba todos sus movimientos, oculta en algún de un lugar de la casa.
Llegó a la herrería y procedió a preparar el fuego y abrir las puertas de la entrada, para que la gente notara el movimiento. Al rato llegó John, quien vivía no muy lejos de ahí. El hombre llevaba una lonchera con algo de comer y se lo dio al trenzado, pues presentía que no había comido nada, para evitar discutir con Bill por la mañana. Tom le agradeció y le explicó todo lo que había ocurrido desde el día anterior, de su cambio de domicilio, de sus extraños sueños y de sus planes de visitar a los niños en la mansión Kaulitz, una vez que Bill estuviera en el hospital. En eso estaban, cuando un caballo se detuvo frente al lugar y un anciano bajó, casi cayendo del animal.
—¿Don Neme? —Tom salió a ayudar al hombre—. ¿Qué le ocurre?
El viejo tenía lágrimas en los ojos y apenas pudieron entender sus balbuceos de que un niño estaba enfermo. El trenzado cogió su caballo negro y salió disparado hacia su antigua casa. Su jefe se quedó tratando de consolar al sirviente de los Kaulitz, quien no paraba de decir que el niño se moría y que él moriría de pena si algo malo le ocurría a alguien de esa familia, que lo había acogido como un miembro más de la misma.
A todo galope, el trenzado tenía la mandíbula apretada, maldiciendo su falta de diligencia. El día anterior no había visitado a los niños y tal vez, Bill había descuidado a Thomas, por el rechazo que tenía contra la criatura. Si ese era el caso, cogería al niño lobo ese mismo día y se lo llevaría de allí y quizás, podría pedirle ayuda a Ixchel para cuidar del pequeño. Pensar que su Bill se había portado como un egoísta descargándose con una criatura inocente, le hacía hervir la sangre, él nunca pensó que su amado tuviera el corazón tan frío, como para vengarse con un bebé, la rabia que tenía contra Tom.
Tan sumido estaba en sus pensamientos, que apenas notó que ya había llegado a la entrada de la enorme casona. Pudo ver al jardinero en la entrada de la casa, paseándose de un lugar a otro, como esperándolo. Bajó del caballo y le entregó las riendas al viejo.
—¿Quién es? —preguntó al hombre, casi corriendo a la casa.
—Es Adam —respondió el otro, procediendo a atar a la bestia.
Al escuchar el nombre de su hijo, Tom se congeló. Se quedó quieto en plena puerta, hasta que escuchó la voz de Amanda.
—Joven Tom, qué bueno que vino —dijo la mujer.
Su voz pareció traer de vuelta a la realidad, al de las trenzas, quien parpadeó varias veces, dispuesto a avanzar al cuarto de su hijo, pero que volvió a quedarse quieto, al oír fuertes pisadas, venir justamente de allí.
—Bill… —dijo, cuando vio al pelinegro caminar directamente hacia él. Obviamente no vio el puño apretado que se estrelló fuertemente contra su rostro, haciéndolo retroceder dos pasos.
—¡Mierda! —Gruñó el menor, apretando la mano, con la que acababa de golpear al otro. Vio con furia como Tom se apretaba la mandíbula, todavía confundido por el puñetazo que recibió—. ¡Eres un maldito! —Gruñó, claramente controlando el volumen de su voz, con intensiones de que nadie más que ellos se escucharan—. ¡Es tu culpa!
—¿Bill, qué demonios?
—¡Es tu culpa, Tom!
—Adam está enfermo —Tom se irguió, pues eso lo había llevado a la casa en primer lugar.
—¡Y es por tu culpa, idiota! —Bill apretó su adolorida mano, dispuesto a golpear otra vez al más corpulento, pero los fuertes brazos del mayor lo apresaron. El chico se sacudió, gruñendo insultos, pero el trenzado no lo dejó, hasta que se quedó totalmente quieto. Tom iba a decir algo, pero oyó un sollozo—. Adam cree que lo abandonarás porque quieres más a Thomas. Nuestro hijo piensa que su padre se fue de la casa, porque él hizo algo malo. ¿Qué culpa puede tener un pequeño de cuatro años, sobre los errores de sus padres? ¿Cómo puede un niño, entender que sus padres también cometen errores? ¿Por qué te fuiste, Tom? ¿Por qué quieres destruir a nuestra familia? —Su cuerpo se hizo pesado y simplemente cayó de rodillas. El mayor quiso ponerse a su lado, pero el pelinegro entre sollozos, lo detuvo—. Ve con él. Adam necesita a su padre.
Tom tenía unas enormes ganas de llorar junto a Bill, pero tenía un deber que cumplir, un deber mucho más importante que ser pareja, ahora debía ser un padre.
Con pasos inseguros, llegó al cuarto de los niños. Amanda se había retirado de la sala, cuando vio el primer golpe, pensando que pasara lo que pasara en ese lugar, ella se aseguraría de que su nieto no viera pelear a sus padres. Suspiró al ver que Tom sólo tenía una marca roja en la mejilla, pero ningún rastro de sangre.
—¿Cómo está? —preguntó el trenzado, sentándose en la cama del niño.
—Tiene fiebre, pero el joven Bill lo ha mantenido calmado —La mujer vio como apretaba las manos—. No ha comido nada desde ayer, parece que oyó nuestra conversación. Escuchó que se iría de la casa y que se llevaría a Thomas.
—Y ahora piensa que yo no lo amo —Tom se pasó la mano por la cara, sintiéndose totalmente frustrado. La pulsación del golpe recién recibido, le hacía pensar que merecía uno más fuerte, por idiota, por arriesgar la salud de su hijo por no hablar las cosas claramente. Se acercó y besó la mejilla de Adam, quien gruñó.
—Papi Towi.
—Aquí estoy, bebé —susurró, no queriendo despertarlo, pero el sólo hecho de escuchar su voz, alertó de inmediato al infante, quien abrió los ojos de golpe.
—¡Papi Towi! —Se sentó en la cama y lo abrazó.
—Lo siento, bebé —susurró.
—Me duele la cabeza —Se quejó el niño.
—Tal vez sea porque no has comido nada, hijo —Tom hizo una señal a Amanda, quien se retiró de inmediato a preparar algo de desayunar—. Dime Adam, ¿quieres comer?
—No —El niño bajó la mirada—. Me duele la pancita.
—Ayer vomitó algunas veces —explicó Bill, desde la puerta de la habitación.
—Estoy seguro de que si comes algo, la pancita no te dolerá más —dijo Tom, acariciando la mejilla del niño, quien asintió.
El pelinegro se acercó hasta ellos y tocó la frente de su hijo—. Está mucho mejor.
—¿Qué tal un baño? —sugirió el trenzado, Bill asintió y Adam sonrió.
—Iré a calentar agua —agregó el pelinegro, retirándose del lugar.
En esos momentos Thomas gruñó, buscando algo de atención. Tom se levantó y lo cogió en sus brazos, para luego sentarse en la cama de Adam, con el bebé.
—Quiero explicarte algunas cosas, Adam —Comenzó el trenzado, tomando un gran respiro—. Primero, debes saber que te amo con todo mi corazón, eres mi hijo y siempre lo serás. ¿Está claro?
—Sí, papi Towi. Eso me lo dijo papi Bibi ayer. Él dijo que los problemas eran…
—Nuestros —Terminó Tom y cogió la manita de Adam, entre la suya—. Papi Bibi y yo estamos teniendo unos problemas.
—¿Ya no lo amas, más? —preguntó el niño con los ojos brillantes.
—No es eso, Adam. Yo amo a papi Bibi con todo mi corazón, igual que te amo a ti —Tom quería romper en llanto otra vez, esto era mucho más difícil de lo que creyó—. Pero en estos momentos, papi Towi tiene que aclarar un enredo, para que papi Bibi, ya no esté más enojado conmigo. Y cuando eso pase yo… volveré a casa.
—¿No puedes volver ahora? —Hizo un puchero, imitando los de Bill—. Te extraño mucho. Tengo miedo, puede haber monstruos bajo la cama.
—Todavía no puedo regresar, Adam. No quiero que papi Bibi esté más molesto.
—Pero papi Bibi, está muy triste sin ti.
—Él está triste, porque tú no estabas comiendo Adam. Prométeme que comerás ¿sí? Prométeme que seguirás cuidando a papi Bibi, hasta que yo pueda volver —Le acarició la mejilla y se oyó un gruñido del bebé.
—¿Por qué te llevarás a Thomas, papi Towi? ¿Acaso lo quieres más que a mí?
El mayor arrugó el ceño—. Claro que no cielo, tú eres mi hijo y te adoro.
—Thomas también es tu hijo.
—Ahora lo es, porque es parte de nuestra familia —Trató de aclarar el mayor.
—¿No lo quieres más que a mí, porque es un bebé? —insistió el niño, sintiéndose un poco inseguro.
—No es eso mi niño —Tom acarició su cabecita—. Quería llevarme a Thomas, porque papi Bibi no puede cuidarlos a ambos, sólo por eso. No significa que lo ame más que a ti.
—El agua está lista —anunció Bill, desde la puerta, procediendo a coger un cambio de ropa para su hijo.
Tom dejó a Thomas en la cunita y puso la camisa del pelinegro muy cerca de su cuerpito, como le mostró Amanda. Luego cogió a Adam en sus fuertes brazos y lo cargó hasta el cuarto de baño, para asearlo. Bill lo ayudó y por un momento, ninguno hizo malos comentarios, estaban concentrados en cuidar a su hijo. El pelinegro sintió que su fortaleza volvía, se sintió revitalizado solamente por sentir a Tom cerca, allí en su casa, con su familia.
El desayuno fue similar, Adam estaba feliz, hasta bromas decía y sus padres se sintieron un poco más aliviados. Pero la hora avanzaba y a media mañana, cuando el niño cayó rendido por el sueño, los adultos se quedaron sin el vínculo que mantenía la tregua. El ambiente se tensó entre ellos y finalmente Tom habló.
—Bill… —El pelinegro no quería verlo a los ojos, así que simplemente, se dedicó a mirar a su hijo—. Sé que no quieres a Thomas —El pelinegro arrugó el ceño, pero Tom no lo notó—. Tal vez, sería mejor que me lo llevara. Ya tengo un lugar donde vivir y podría cuidarlo. No quiero que el bebé te incomode.
—Quieres callarte —dijo con los dientes apretados—. Ven conmigo.
Se puso de pie y salió de la habitación y de la casa, caminaron hasta el jardín del frente, sentándose en una banca, bajo la sombra de una vid.
—Cada vez que vayas a hablar de temas delicados, por favor, sal de la habitación de Adam —dijo el pelinegro, pero con un tono de voz bastante autoritario.
—Lamento mucho lo que sucedió.
—No sacas nada con lamentarlo, Tom —El trenzado apretó la mandíbula, quería reclamar, pero no quería seguir discutiendo con Bill—. El daño ya está hecho, hay una grieta en nuestra familia, pero si te llevas a Thomas en estos momentos, esa grieta volverá a tocar a mi hijo —Apretó los puños, mirando al suelo—. No soportaría si algo malo le ocurre a mi pequeño.
—También es mi hijo, ¿lo olvidaste? —reclamó el mayor, pero entonces Bill se puso de pie, molesto.
—Pero no pensaste en eso cuando te fuiste de la casa, ¿o sí? Tu problema es conmigo, no con Adam, pero fuiste tú el que salió huyendo.
—Bill…
—Puedo estar muy molesto contigo Tom, en realidad estoy furioso contigo —dijo y se volteó a verlo a los ojos—, pero jamás dañaré a los niños por eso.
—No fue mi intensión dañar a Adam —La mirada triste del trenzado, hizo doler el pecho de Bill, quien volvió a sentarse.
—Lo sé, Tom —Suspiró—. Yo me encargaré de velar por los niños, por los dos.
—No quiero que tú…
—Tú trabajas todo el día, Tom. ¿Quién atendería a Thomas? Es un bebé, necesita de muchos cuidados. Aquí está Amanda y los demás. Yo lo cuidaré si se enferma. Además, nadie debe saber de sus cambios. Al parecer el pequeño se transforma involuntariamente, durante toda la fase de luna llena, no es como tú que cambias sólo cuando el cenit es más poderoso.
Tom se sorprendió de que el pelinegro hubiera notado todo eso, en el poco tiempo que el bebé llevaba en la casa. Sin duda había juzgado mal al pelinegro, seguía siendo un hombre de gran corazón, pese al error que tenía en su cabecita, al creer que Thomas era su hijo.
—Bill… —Con una sonrisa se acercó para abrazarlo, pero el aludido se puso rígido y dejando una mano en el pecho de Tom, lo alejó.
—No mal interpretes las cosas, Tom. Todavía estoy muy enojado contigo.
—Comprendo, lo siento —El trenzado, volteó a ver los enormes árboles y comentó—. Haré un viaje dentro de poco, Bill. Quería partir ahora mismo, pero prefiero asegurarme de que Adam esté mejor.
El pelinegro se tensó y sintió que su corazón se partía. ¿A dónde iría? ¿Volvería a hacer su viaje a la montaña donde se perdió la primera vez? ¿Buscaría a otra hembra, para aparearse? ¿Acaso seguiría con ese instinto animal, ahora que Bill ya no estaba cada noche para que poseyera su cuerpo?
—¿A dónde planeas ir?
—Volveré al viejo pueblo, donde vivía tu padre —respondió el mayor, sin verlo.
Bill giró en su puesto y le apretó un brazo—. ¡¿Qué, estás loco?!
Tom giró para ver la expresión de pánico de su amado—. ¿Por qué?
—Te podrían reconocer —Los ojos avellana de Bill estaban muy abiertos—. ¿Y si queda algún secuaz de mi padre? ¿Y si alguien del pueblo te reconoce? ¿Y si te salen a cazar? ¿Y si te encierran? —Su voz subía de tono con cada pregunta y sus ojos se cristalizaron. Esta vez a Tom no le importó y simplemente lo abrazó.
—Tranquilo, todo estará bien.
—¿Por qué querrías volver a ese sitio? Ese lugar fue nuestro infierno —La voz de Bill temblaba, pero no hizo nada por salir del abrazo del mayor.
—Quiero buscar a mi familia, Bill —El pelinegro quería mirarlo y gritarle que él era su familia, pero se abstuvo—. Necesito saber si mi padre está vivo, quiero preguntarle cuándo me convirtieron en lobo. Quiero saber si vio más licántropos como yo y si alguna vez vio nacer a uno de mi especie. Necesito saber qué mierda está pasando, para poder limpiar mi nombre, Bill. Ya no soporto que me mires con odio.
El menor se irguió, con lágrimas en los ojos, negando con la cabeza—. No tienes que ir. Ya no lo haré más. Cuidaré de Thomas y me olvidaré de todo, pero no vayas. No te arriesgues. No quiero pensar que te podrían lastimar allá. ¿Qué le diría a Adam?
Tom sentía un nudo en la garganta, el amor que ambos tenían el uno por el otro era enorme, pero esa grieta en la familia de la que Bill había hablado, estaba allí, presente y punzante, todavía muy fresca, y les reventaría en la cara cada luna llena, si no solucionaba de raíz el problema. Debía asegurarse de limpiar su nombre, de demostrar que ese bebé no era suyo y si llegaba a ser un hombre lobo, debía saber de quién era, quién se lo había engendrado a la doncella Hallagan.
—No vayas, Tom. No vale la pena.
—Bill… —Acunó la mejilla del menor y se acercó para besarlo, pero instintivamente, Bill giró el rostro—. ¿Lo ves? No me crees —afirmó sin molestia, casi en un susurro—. Te amo tanto, Bill, pero si no puedo tenerte como antes, entonces recorreré mar y tierra, hasta demostrarte que soy inocente —Besó la mejilla del chico y levantándose, caminó hasta su caballo, para volverse a alejar.
Bill vio con la mirada nublada de lágrimas, como su amor se marchaba de allí. Apretó los puños y maldijo. Lo que Tom le había dicho era cierto, se amaban, pero él jamás podría volver a entregarse sexualmente, sabiendo que su lobo podría compararlo con esa chica del establo. Su cuerpo se estremeció por completo y siguió llorando, hasta que se quedó seco.
& Continuará &
¿Se irá verdaderamente Tom? ¿Y si Bill tiene razón y allí lo atrapan por recordar que era el hombre lobo que Jorg tenía en la mazmorra? ¿Y si tiene más problemas, quién lo ayudará allá? ¿Podrá encontrar a su familia biológica? ¿Quedará alguien vivo, después de todos esos años? Wa, muchas preguntas. Están invitados a comentar 😉