Pumba en Navidad

«Pumba en Navidad»

Bill terminó de poner el pañuelo azul en el cuello de Pumba y, con una caricia sobre la cabecita, dijo—. Te ves precioso, mi ángel. Pero ahora, papi debe terminar de arreglarse, para que papi Tom solo tenga ojos para él esta noche.

El cachorro dio un ladrido de aprobación y agregó en su lenguaje perruno—. Tú sabes que papi Tom siempre tiene ojos para ti, papi, aunque tuviera a la gente más bella del mundo a su lado, él solo te miraría a ti. —Quiso soltar un suspiro, pero se contuvo.

Desde que cumplió un año, se sentía un perro adulto y tras ver un programa en Animal Channel, se propuso como meta de fin de año, encontrar a su verdadero amor, tal como sus papis se tenían el uno al otro.

Giró el rostro cuando un aroma familiar se asomó por la puerta, era papi Tom espiando a su adorado papi rubio. Ahora sí suspiró, al ver el brillo en los ojos de su papi castaño.

—Aaww, quiero enamorarme también como estos dos… —Sin poder evitarlo, ladró de felicidad—. ¡Guau!

Papi Bill lo miró y descubrió a su gemelo tras la puerta. Soltó una risita y preguntó—. ¿Vas a quedarte todo el día allí, o vas a venir a echarme una mano?

—Mejor te echo dos —contestó papi Tom y entró, abrazando fuertemente al rubio, quien solo se dejó hacer, soltando risitas y suspiros—. Hueles muy rico esta noche, Bill.

—Lo sé, me puse el perfume que más te gusta —respondió ladeando la cabeza, dándole espacio al otro para que oliera a gusto.

Tom no quedó conforme solo con oler, sino que pasó la lengua, marcando su territorio.

Pumba se sintió avergonzado, ahora que era un adulto sabía que estas situaciones llevaban directamente al cuchi-cuchi, sin embargo, quería suspirar y gritar al mundo “aaww, que romántico”. Pero como era el guardaespaldas canino de sus papis, debía guardar ese secreto como una joya preciosa, así que dejó silenciosamente la habitación.

Caminó hasta la sala y se acomodó en un gran cojín, destinado exclusivamente para él, pero que algunas veces compartía con Durkas. Esta vez, sin reparos, se deshizo en suspiros.

Su hermano mayor venía llegando después de hacer sus cositas en el jardín y sonrió al escucharlo suspirar a la nada. Usualmente, Pumba era igual que papi Bill, dado a las cosas cursis, siempre lloraba y suspiraba cuando veían películas de niñas, como las llamaba papi Tom, pero ahora la televisión no estaba encendida y no sabía por qué razón suspiraba tanto, tal vez se sentía enfermo.

—¿Estás bien, hermanito? —Preguntó, sentándose a su lado.

—Perfectamenteeee —alargó la letra con su aliento, como si fuera una extensión de otro de sus suspiros.

Esta vez el moteado sí sonrió—. ¿Y esos suspiros?

—El amor, Durkas, el amor —respondió girando sobre su espalda, viéndose realmente chistoso, considerando su tamaño, mucho más grande que cuando era cachorro.

—¿El amor de quién? —Preguntó el mayor—. ¿No me digas que te gusta la perra de Ria?

Pumba arrugó más su arrugada carita, pero con un gesto de desagrado—. No, ella es mala como su madre.

—¿Entonces? Porque no conoces tantas perritas como para haberte enamorado —Indagó el moteado, sentándose para ver mejor a su hermano.

—Es que como soy un adulto, debo encontrar el amor y yo…

—¿Y tú…?

—Quiero un amor intenso y bello como el de nuestros padres —respondió y de haber sido humano, tendría las mejillas tintadas de rojo.

Durkas se puso a reír, logrando que el pequeño se sintiera ofendido—. ¿Me puedes decir qué es tan gracioso?

—Tú —contestó el mayor y continuó riendo.

—Hey, no me faltes el respeto. —Durkas rió más fuerte—. Ya soy adulto, debes respetarme también. —Y el moteado siguió riendo. Frustrado, Pumba agachó el hocico y lo enterró en el cojín.

Cuando Durkas por fin calmó su ataque de risas, se acercó al pequeño (ya no tan pequeño) y le dio un lametón en la cabeza—. Tranquilo, no fue mi intensión ofenderte, ni burlarme, es solo que… ¿de dónde sacaste que tienes que enamorarte?

—Animal Channel explicó que cuando los animales se vuelven adultos deben encontrar sus parejas para aparearse y formar familias. Yo quiero encontrar al amor de mi vida, tal como papi Bill con papi Tom y poder formar una familia maravillosa aaawww —Suspiró largamente.

Para no volver a lastimar los sentimientos de Pumba, Durkas aguantó las ganas de reír y en lugar de eso, dijo—. Pero… ¿no te dan ganas de seguir jugueteando con tu amigo, el negro Rafael? —Usó la palabra negro, porque ahora la utilizaba para provocar al pequeño can del humano Alex.

—¿Y qué tiene eso que ver? —Preguntó el bulldog, sentándose para ver a su hermano.

—Si tienes una pareja, tendrás que pasar mucho tiempo con ella, sobre todo porque las perritas son muy celosas y mandonas —dijo con propiedad el moteado.

—¿Y tú cómo lo sabes? —Pumba quiso alzar una ceja como hacía papi Bill, pero su frente arrugada no se lo permitió.

—Soy un perro adulto y he vivido más que tú, pequeño —respondió sonriendo.

—Tienes muchos secretos, Durkas —afirmó Pumba.

—Y ahora responde mi pregunta, ¿quieres dejar de jugar como cachorro, solo por seguir los consejos de un canal de la tele?

—Na ha —respondió, negando con la cabeza.

—Bien…

—Pero eso no impide que quiera un amor magnífico como el de nuestros padres —agregó con una sonrisa.

—Son muy pocos los afortunados que pueden hallar a su alma gemela.

—Ya, mis niños —llamó el rubio, entrando a la sala—. Nos vamos, el tío Gustav debe estar histérico.

—¿Crees que el tío Geo lleve a Buddy también? —Preguntó Pumba emocionado.

—Por supuesto, de lo contrario, estoy seguro que Buddy encontrará la forma de llegar a la fiesta. ¿Recuerdas que es capaz de meterse en las maletas? —El pequeño asintió.

Papi Tom abrió la puerta y los llamó, Pumba se estremeció ante el frío del exterior, no le gustaba ese país, Alemania era muy fría, y su pelaje se erizaba como gato cada vez que debían entrar o salir de la casa.

—Bbbrrr —sus dientes castañearon, al entrar al auto—. ¿Todavía tengo bien el pañuelo? —Preguntó al mayor, quien le dio una mirada y asintió—. Quiero verme bien, muy sofisticado, pero no demasiado recargado, para que nadie más vaya a decir que soy un perro farandulero —dijo el pequeño.

Durkas asintió, ya le había explicado cientos de veces que esos comentarios malintencionados de la perra de Ría, solo eran para provocarlo, que en realidad todos lo amaban y podía notarlo cada vez que salía con sus padres. Los gemelos y los tíos G’s eran famosos, pero pese a eso, las aliens siempre le tomaban fotos y querían acariciarlo.

—Te ves bien, solo sé tú mismo y te amarán.

—Tienes razón, pero aun así, quiero verme bien —agregó el cachorro.

—¿Tom, seguro que me veo bien? —Preguntó papi Bill en el asiento de adelante.

—Por supuesto, precioso, tú siempre te ves bien.

—Es que estará la prometida de Gusti y no quiero arruinar la cena —dijo el rubio, moviendo los anillos de oro en su mano.

—Tranquilo, Bill, tú solo se tú mismo y todos te amarán.

Durkas sonrió orgulloso y Pumba lo miró con adoración. Su hermano era tan sabio como papi Tom. Wow.

Al llegar, Pumba volvió a estremecerse por el frío y corrió entre los pies de su papi Bill para entrar a casa y dejarse abrazar por el calor. Afortunadamente esa noche, papi Bill calzaba unas botas cómodas y con tacón bajo, así que por lo menos no estaría al borde del paro cardiaco con miedo a que el pobre cayera de las alturas.

La puerta se abrió y un olor delicioso llenó las fosas nasales del can, quien aspiró el aroma con júbilo, gritando en su mente “patitas de pollo”. Oh, como amaba al tío Gus, por recordarlo a él y sus pasión por las patitas de pollo.

Un ladrido a lo lejos, lo obligó a bajar del cielo a la tierra. Caminó en busca del sonido y encontró a su primo.

—¡Buddy! —Gritó muy fuerte, corriendo hasta él, para darle un choquecito amistoso.

—Sabía que vendrías, por eso me colé en el coche de mi padre —respondió el pequeñito, con su vocecita chillona—. ¿Y dónde está el favorito?

—¿Hablan de mí? —Preguntó Durkas, oyendo la palabra “favorito”.

—Hey, primo, estás cada vez más grande e imponente, aunque Pumba no se queda atrás —dijo el perrito negro—. Mírate nada más —agregó, mirando al bulldog—, estás hecho todo un adulto.

Pumba se sintió orgulloso y agitó poderosamente su pequeña colita.

Mientras los adultos platicaban y comían, los perritos se ponían al día de los chismes de las dos partes del mundo, relataron la caída de papi Bill en los 40 Principales y la aparición de la perra de Ría en el cumpleaños número uno de Pumba. Estaban felices, hasta que la voz cantarina de papi Tom los llamó a todos.

—¡Campeones, adentro! —Todos corrieron y se sorprendieron al ver una montaña de cajas y paquetes con envolturas de colores.

Durkas sonrió al ver el brillo en los ojos de los perritos más pequeños, esta era en realidad la primera Navidad para el otro par, pues la anterior, solo eran unos cachorritos, que no se daban cuenta de nada.

—Wow, cuanto colorido —dijo Pumba, con la lengua colgando, tenía la extraña sensación de querer abrir todos y cada uno de los paquetes para ver qué había dentro, sobre todo aquellos que tenían aromas llamativos.

—Bien, pequeños, estos son para ustedes, pueden escoger los que quieran —anunció papi Bill, hablando a los tres perritos.

—¿De verdad? —Pumba lo miró asombrado y papi Bill sonrió.

—Anda, Pumbi, adivina cuál te compré yo.

—¡GUAU! —Ladró extra fuerte.

Pumba y Buddy, se lanzaron a las cajas, olisqueando por fuera y tentándose con cada aroma delicioso que salía de ellas. Durkas los observó con una sonrisa casi paternal, era bueno ver que pese a ser adultos, según el Animal Channel, conservaban su espíritu de cachorros.

Pumba se auto-impuso la tarea de descubrir cuál era el presente que su amado y adorado papi Bill había comprado para él y cuando por fin halló su olor característico, ladró y con sus patitas trató de abrir la caja. El papel se rasgó y finalmente, el material protector cedió, dejando a la vista el más hermoso de los pañuelos que había visto en su vida.

—¡GUAU! —Ladró emocionado. Giró, tratando de perseguir su propio rabo, mostrando su felicidad.

—¡Lo lograste! —Gritó el rubio, levantándose de su asiento—. ¡Les dije que mi pequeño ángel era un genio!

Pumba cogió el pañuelo en su hociquito, y lo llevó hasta su padre para pedirle con ese gesto que lo pusiera en su cuello.

—¡Joder! —Exclamó Gustav al ver la acción del perrito—. De verdad es un genio.

—Y tiene un gusto exquisito en modas —agregó Bill, desatando el otro pañuelo, para poner el recién descubierto.

—Solo espero que no quiera usar tus zapatos gigantes —advirtió Georg con una sonrisa.

Tom rompió a reír y dijo—. De hecho los odia, siempre intenta comérselos.

—Yo creo que le gustan demasiado y por eso se los come —dijo Bill, orgulloso de su hijo.

Durkas observaba toda la escena con una gran sonrisa.

—Ven acá, Boy —llamó papi Tom, haciendo sonar su palma contra sus jeans. El moteado corrió hasta él y dejó que le acariciara las orejas—. ¿Te diviertes?

—Como un cachorro —respondió en su propio lenguaje.

—Pero si eres un adulto —rebatió Pumba—. ¿Por qué dices eso?

—Porque hay algunas cosas que se disfrutan más, con corazón de niño, Pumba —contestó el perro mayor.

—¿Como la Navidad? —Indagó el bulldog, mirando las luces brillantes del árbol.

—Exacto, pequeño.

Las risas de los gemelos persiguiéndose por la sala, llamó la atención de las mascotas Kaulitz. Pumba observó como papi Bill reía sin parar, escapando de las manos llenas de dulce de papi Tom.

—¿Lo entiendes ahora, Pumba? —Preguntó su hermano mayor—. No importa qué tan adulto seas, no importa los años que acumules en tu vida, cuando te diviertes de corazón, vuelves a ser un niño y no hay nada de malo con eso.

Pumba giró hacia su hermano y asintió—. Todavía tengo tiempo para enamorarme y, cuando lo haga, también seré como niño, igual que nuestros papis.

—Ese es el espíritu, pequeño. No necesitas apresurar las cosas, todo vendrá a su tiempo.

—¡GUAU! ¡AYUDA! —Oyeron los perritos en su lenguaje canino.

—¿Dónde está Buddy? —Preguntó Pumba, mirando todas las cajas.

—¡Estoy aquí! —llamó otra vez el perrito negro—. Accidentalmente entré en uno de los regalos y no puedo salir.

Los perritos se miraron y Durkas dijo—. Al final, hoy no serás guardaespaldas canino, pero serás rescatista de mascotas, es un buen título, ¿no crees?

—¡GUAU! —Ladró Pumba, dando su aprobación y juntos se dispusieron a rescatar a su primo Buddy. Esa sin duda, fue una excelente Navidad.

& FIN &

¿Qué les pareció? ¿Merezco suspiros y comentarios? Bueno, antes de irme ¡FELIZ NAVIDAD! Para todas y todos.

Escritora del fandom

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