Hola gente linda, este fic es viejito, pero quería volver a colgarlo pues algunas lectoras lo pidieron. Cuando lo escribí por primera vez se lo dediqué a mi querida amiga Patricia Winchester, porque este género del M–preg es uno de sus favoritos, además sus palabras me han apoyado a seguir escribiendo, hasta el día de hoy. Besos a todos y espero lo disfruten
“Regalo Especial” Fic Twc de MizukyChan
Capítulo 1: Encuentro
Tom se dirigía a casa cuando la lluvia empezó. Condujo lentamente, porque el coche estaba haciendo ruidos extraños y dando tirones, pese a la firmeza de sus manos en el volante. Finalmente, el joven optó por dejarlo guardado en una gasolinera.
Arregló su abrigo, cubriéndose mejor el cuello y caminó lo más rápido que pudo mirando el piso. Tomó un desvío para llegar pronto y miró hacia arriba, porque la luz del poste parpadeó.
—Genial, me quedaré a oscuras, ahora sólo falta que me asalten. —Gruñó mirando al cielo y gritó—. ¡¿Qué quieres Dios?!
Y entonces la vio; la silueta de alguien en el borde de la azotea.
«¡Por Dios! ¡Un suicidio!» Gritó dentro de su cabeza.
Absolutamente resuelto, el chico se dijo que no podía permitir algo así. Corrió hacia el interior del edificio y subió saltando los peldaños de la escalera. Abrió con cuidado la última puerta, temeroso, pero la persona no pareció escucharlo.
Se acercó lentamente, sin hacer ruido, no debía alarmarla, porque si lo hacía, corría el riesgo de que la persona se asustara, perdiera el equilibrio y cayera. No lo podía permitir.
Al acercarse, el joven podía sentir los latidos de su corazón cada vez más fuerte.
«Tal vez debí llamar a la policía y dejar todo en manos de los expertos»
Se dijo mentalmente, aunque él mismo se dio la respuesta a su negativa; los policías sólo aterrorizaban a las víctimas y éstas preferían caer en el vacío. El chico no sabía por qué tenía esa sensación en el pecho, de que no debía dejar que eso ocurriera, debía ayudar a esa chica.
Creyó que era una mujer, porque su silueta se mostraba delgada y además, tenía el cabello largo, y aunque estaba mojado por la lluvia, se notaba había sido bien cuidado.
Dejando de lado su letanía, se acercó con cuidado, estaba a sólo unos pasos, cuando le oyó soltar un suspiro de dolor que le conmovió el alma, pobre chica.
Volvió a avanzar, ya faltaban sólo unos pocos pasos más. La iluminación era escasa, porque el poste de luz parpadeaba, sin embargo el joven notó que la chica estaba tan sumida en su dolor que no escuchaba nada más que el repicar de la lluvia.
Dio un paso más y al parecer ella se decidió a saltar, pero ya la tenía sujeta de su pequeña cintura y la llevó contra él. Cayeron al piso. Los ojos de ella estaban cerrados y cuando los abrió y lo vio, se aferró del abrigo de Tom y se puso a llorar desconsoladamente. El joven la abrazó y acarició su espalda.
—Tranquila, ya estás a salvo.
—No, no, no, no —lloró sin parar.
—Ya verás que todo tiene solución, estás bien, estás en mis brazos ahora, yo te cuidaré. —Tom no supo por qué al decir esas palabras, sintió que estaba grabando su propio destino.
& Momentos antes &
El joven pelinegro se sentía abatido, todo lo que amaba, le había sido arrebatado sólo por una mala decisión. Ya había llorado tanto que creyó que su alma se había secado. En su mente sólo había una cosa por hacer: acabar con su sufrimiento y el dolor causado a la gente que amaba. Subió a la azotea, porque siempre había amado los lugares altos y era lógico pensar que desde uno de ellos, se despediría del mundo.
Todo a su alrededor parecía notar su dolor, desde la lluvia que caía sobre su delgado cuerpo, hasta el parpadeo de la luz del poste en la calle de abajo. El chico se sentía así: en penumbras; quería que todo acabase ya, sin embargo se quedó en la orilla, balanceándose lentamente y con los ojos cerrados. No tenía miedo de la muerte, sólo pena al pensar en cómo sus padres tendrían que reconocer el cadáver, pero era mejor eso, a exponer a su amada familia a la humillación pública. No, no, no podría tolerar llevarles semejante deshonra, sin embargo ya no había nada que hacer.
Cuando por fin se decidió a saltar, unos brazos fuertes lo tomaron por la cintura y lo arrojaron hacia atrás. No abrió los ojos de inmediato, rogando a Dios que su padre se hubiese arrepentido y estuviera ahora salvándolo, pero en seguida descartó la idea, ya que nadie sabía lo que hacía, ni en dónde estaba.
Finalmente, abrió los ojos y vio un rostro masculino que lo miraba con preocupación, y al verle a los ojos, le sonrió.
El pelinegro se aferró al abrigo del extraño y lloró, oyó unas palabras de su salvador, que no logró entender, así que sólo optó por negar, porque no quería estar vivo, siguió así, hasta que las últimas palabras entraron en su cabeza y lo hicieron temblar.
—Estás en mis brazos ahora, yo te cuidaré.
«¿Por qué? ¿Por qué dijo eso? ¿Por qué me va a cuidar? Él no me conoce. Un desconocido quiere cuidarme, cuando mi propia familia me ha dado la espalda»
Su mente no dejaba de soltar frases como esas, pero dejó de llorar, debía decirle a ese hombre que estaba equivocado, que no merecía ser cuidado, ni rescatado.
—He hecho algo imperdonable —dijo para que lo dejara morir tranquilo, pero él no soltaba el agarre de su cuerpo y con una sonrisa le volvió a hablar.
—¿Has matado a alguien?
—¡Claro que no! —respondió el moreno, ofendido.
—Cierto, no tienes pinta de criminal. Entonces, ¿qué es eso tan grave? Porque no te dejaré morir si no vale la pena.
—Yo, yo, yo… soy gay —susurró y rompió a llorar. El otro hombre limpió las lágrimas del más delgado y sonrió.
—Yo también lo soy, eso no es un crimen, estamos en pleno siglo XXI
—Pero, pero, pero…
—Nada de “peros”, eso es una estupidez. Entonces eres un chico, ¿cómo te llamas?
—Bill, soy Bill —El pelinegro se sonrojó, pensando que así como él lo decía parecía tan fácil de sobrellevar.
—Bueno Bill, yo soy Tom, Tom Kaulitz. Estamos muy mojados, te llevaré a casa y prometo que no diré nada a tus padres —comentó aún estando en el suelo.
—Yo… no tengo casa, mis padres me corrieron cuando les conté —explicó muy triste, con lágrimas amenazando de nuevo con caer descontroladas.
—¿Vamos a la mía, a no ser que quieras ir a la estación de policía?
—No con la policía, pero es que tú… no me conoces.
—Cómo que no, eres Bill, para mí es suficiente. —Tom puso de pie y lo ayudó a levantarse también.
—Mi auto se descompuso así que tendremos que caminar, pero ya estamos cerca. Ven dame tu mano, estás helado.
Bajaron del edificio y Tom puso su brazo por sobre los hombros del pelinegro y con la otra le tomó una mano. Bill no lo conocía, pero esa sensación le dio mucha seguridad, él… un desconocido lo estaba ayudando y llevando a su casa.
&
Al llegar a la casa de Tom, el más joven vio que era bastante grande.
—Ven Bill, te prepararé un baño caliente, para que entres en calor. ¿Tienes hambre?
—No quiero molestarte. —Un rugido de su estómago lo hizo sonrojar y Tom se puso a reír.
—Ve a bañarte y yo prepararé la cena… Espera, ven. —Le tomó de la mano y lo llevó a su habitación, comenzó a rebuscar entre sus cosas y sacó un bóxer y una playera gigante—. Sé que no es de tu talla, pero será sólo para dormir.
—Gracias Tom.
—De nada, ahora ve, que tus labios se están tornando morados. —Y otra vez, sonrió.
.
Tom fue a la cocina y comenzó a preparar la cena. Pensó que esa noche dormiría mal, porque aunque su casa era bastante grande, no tenía más camas y, obviamente, se la cedería al pobre Bill.
El chico arrugó el ceño, no podía creer que Bill hubiera intentado quitarse la vida sólo por declararse gay y bueno, el rechazo de su familia era un tema complicado. Bill se veía tan frágil y delicado que era extraño que la familia no lo apoyara en su decisión.
«Pobre niño, cuanto tendrá 15, 16 años»
Quería saber tantas cosas de él, pero a la vez no quería agobiarlo.
«No es lástima lo que siento, no creo en ese sentimiento, es un sentido de protección, sé que no tengo nada que ver en su vida, pero de verdad me gustaría cuidarlo y ayudarlo y si realmente quiere ser gay, orientarlo y ayudarlo. No dejarlo solo, como me pasó a mí» Divagó en silencio.
Finalmente la comida estuvo lista y escuchó la puerta del baño abrirse.
—Tom, siento molestarte, pero podría lavar esta ropa, la necesitaré mañana. —Pidió y el dueño de casa se quedó de piedra. Bill tenía el pelo con algunas gotitas cayendo sobre el hombro que la playera grande le dejaba al descubierto, Tom tragó grueso ante semejante imagen y se movió.
—Claro, déjala en el baño, porque la lavaré junto con la mía, pero mira tu cabello, ven acá.
Tom lo llevó de vuelta al baño, tomó una toalla y lo secó con suavidad. Luego cogió un cepillo y peinó su cabello, con cuidado de no tirarle, el más pequeño se dejó hacer y no dijo nada, sin embargo era un silencio cómodo. Cuando acabó, le secó el pelo con el secador y lo miró con una sonrisa.
—Gracias Tomi —¿Tomi? Ese era un gran avance, pensó el mayor.
—¿Vamos a comer?
—Sí, me muero de hambre.
Tom puso la radio y comieron tranquilos. El mayor le contó algunas cosas de su vida y por primera vez, lo vio sonreír.
—¿Cuántos años tienes Bill?
—19 —Tom casi se ahogó—. Claro que algunas personas piensan que tengo menos.
—Yo por ejemplo, creí que tenías 16.
—¿Y tú Tom?
—Yo, cumpliré en dos semanas los 24.
—¿Y qué haces?
—Comencé a estudiar música siendo muy joven y pude sacar un título, ahora trabajo en una academia de música y enseño guitarra. ¿Y tú Bill?
—Salí del colegio el año pasado y este año trabajé con mi papá, supongo que ahora estoy despedido. —Sus ojos se ensombrecieron.
—No te voy a pedir explicaciones de tus actos, Bill. No te ves una mala persona, así que te puedes quedar aquí todo el tiempo que lo necesites. —Los ojitos del menor brillaron.
—Gracias Tom, de verdad, trabajaré y te compensaré.
—No necesitas pagarme, tu compañía me pone contento. —Bill se ruborizó y a Tom le pareció simplemente adorable.
—Bueno, por lo menos déjame lavar la loza.
—Está bien, entre tanto me daré una ducha. Luego puedes acostarte, yo me encargaré de lavar la ropa.
—Bien, gracias
Tom se retiró al baño y el pelinegro limpió la cocina.
Bill tenía mucho sueño y supuso que era por la situación de estrés que había sufrido hacía un rato. Pensó que si hubiera muerto, no habría conocido a Tomi. Ni siquiera sabía por qué le llamaba así, de esa forma tan familiar. Debía ser porque era muy dulce y amable con él.
Al terminar, se dirigió a la pieza de Tom y tomó una respiración profunda, se sentía su aroma, era exquisito, todo él desprendía paz, pero no le correspondía dormir ahí. Fue a las otras habitaciones y había diversas cosas, pero no había más camas.
Al principio entró en pánico, pero luego al pensar en Tom, imaginó que seguramente le dejaría dormir en su cama y él se iría al sofá. Sonrió al ver lo predecible que era el mayor, pero no lo dejaría, caminó decidido a esperarlo en la sala.
Tom salió con una toalla en la cintura y el pelinegro se quedó sin respiración, era guapísimo, su cuerpo estaba trabajado y tenía un tono bronceado de envidiar, no como él que era tan paliducho.
—Bill, todavía estás aquí.
—Sólo hay una cama —dijo un poco apenado.
—Pues úsala, tú eres mi invitado especial. —Le dedicó otra vez esa hermosa sonrisa suya.
—¿Y tú?
—Dormiré en el sofá.
—Mira Tom, no quiero que pienses mal ni nada, pero ¿por qué no dormimos juntos? Tu cama es grande, suficiente para los dos.
—¿Y no te molesta a ti?
—He comprobado que eres demasiado bueno para hacerme algo, además me salvaste la vida, no creo que me mates a mitad de la noche. —Ambos rieron.
—Está bien Bill, vamos a dormir.
Los dos chicos se acostaron en la cama matrimonial. Tom no quería tocar al menor para no asustarlo, pero el otro se dio cuenta de ello y pensó que su gesto era de todo un caballero.
—¿Tom estás durmiendo?
—No.
—Te quiero contar qué pasó hoy, por qué iba a morir. —Él mayor se acercó y buscó su mano.
—Si así lo quieres, cuéntame. —Su pulgar acarició la mano más delicada y con ello le hizo estremecer.
—Verás Tom, mi padre es reverendo de una capilla, siempre han sido muy estrictos con la religión. —Tomó aire y continuó—. Somos ocho hermanos, todos varones, yo soy el menor. Todos mis hermanos tienen familias y tienen trabajos, son muy independientes, yo los admiro mucho y los quiero con toda el alma.
Tom giró su rostro para poder apreciar las hermosas facciones del pelinegro, mientras le relataba su historia.
—En el aspecto amoroso, yo nunca he tenido relaciones serias. Además, en nuestra religión nos hablaban de guardar la ley de castidad, así que mis novias eran chicas de la misma congregación y con los mismos principios. Sin embargo, yo sentía que algo no encajaba conmigo. A los 15 comencé a ponerme maquillaje y mi padre casi me mata a golpes la primera vez, pero se dio cuenta que tenía más novias por eso, él decía que les llamaba la atención, pero en mi interior seguía existiendo ese vacío.
Tom lo vio suspirar y sintió unas enormes ganas de abrazarlo, pero se contuvo y se limitó a seguir acariciando su mano.
—Hace dos semanas, uno de mis amigos del instituto me invitó a una fiesta, yo fui feliz y él se me declaró, me besó y me gustó, pero luego se puso violento y terminé escapando del lugar antes de ser violado. Sin embargo, pese a ser terrible, esa experiencia hizo que me preguntara muchas cosas. Hoy en la tarde, le conté a mamá que no estaba seguro de mi sexualidad, que tal vez me gustaban los chicos. Mi madre se puso a llorar y justo llegó mi papa de un servicio y le preguntó por qué lloraba, mi madre le dijo que su hijo era un marica y mi padre enloqueció, me golpeó y me echó de la casa, dijo que Dios me mandaría al lago de fuego y azufre donde el diablo pone a los homosexuales, me echó de la iglesia y de la familia. —Apenas terminó esas palabras, el pequeño rompió en llanto.
—Ven acá. —Pidió el mayor. Bill se acercó a él y se abrazaron.
—Él no entiende, está cegado por la religión, las costumbres y las tradiciones antiguas.
—Y mi mamita no me defendió. —susurró las últimas palabras, llorando con más fuerzas.
—Ella está sometida a tu padre, Bill. Eso no quiere decir que no te ame. Pequeño… acabas de descubrir una tendencia en ti, tal vez ni siquiera te guste estar con otro hombre, no deberías haber contado nada hasta probar si de verdad te gusta.
—Pero ya lo hice, lo arruiné todo y me he quedado sin nada, tal vez sí es un pecado y Dios me está castigando por haber escogido ser gay.
—Siempre he creído en un Dios de amor, él no castiga y menos a chicos como tú, imagínate aún eres virgen a los 19. En este tiempo nadie se reprime de sus deseos.
—¿Y de qué me ha servido?
—Ya encontrarás el amor, estoy seguro de eso y será un momento mágico, ya lo verás.
—¿Así fue contigo?
—Esa es otra historia. —Cambió el tema—. Pero dime algo, ¿dónde te golpeó?
—Siempre nos ha golpeado, por eso sabe dónde hacerlo.
—¿Dónde?
—En mi torso.
—¿Te duele?
—Ya no; me duelen más las palabras que me dijo.
—Por Dios Bill, lo siento. —Tom lloró y el pequeño lo abrazó más, sin entender por qué este chico tan guapo, sufría por su pesar.
—Gracias por cuidarme Tom.
—No te preocupes, yo te protegeré.
—Seguramente le dirá a mis hermanos que no me dirijan la palabra.
—Pero me tienes a mí. Yo cuidaré de ti, puede que te parezca cursi, pero quiero hacerte feliz.
—¿Y por qué?
—Porque eres un angelito que ha caído a mi vida y obviamente hay que cuidar a los ángeles. —Bill no pudo evitar sonreír.
—Espero no decepcionarte Tom.
—Bill, tú no tienes que complacerme o decepcionarme, tienes que ser feliz y cuando lo seas, yo también lo seré. Ahora descansa, estás en mis brazos, estarás bien. —Con esa afirmación, ambos cerraron los ojos y se dispusieron a descansar.
& Continuará &
Les advierto que esta historia es muy tierna y empalagosa, si no les gustan los fics de este tipo, no sigan leyendo. Es una de esas historias que quise escribir sólo para dibujar una sonrisa en los labios y para soltar muchos suspiros. Espero que logre el efecto.