“Fashion” Fic Twc / Toll escrito por MizukyChan
Capítulo 25: Encuentro cercano
You are the thunder and I am the lightening. And I love the way you know who you are. And to me it’s exciting When you know its meant to be. Everything comes naturally. When you’re with me, baby
(Tú eres el trueno y yo soy el relámpago. Y adoro la forma en que sabes quién eres. Y para mí es excitante cuando sabes que “está destinado a ser”. Todo viene en forma natural cuando estás conmigo, baby. “Naturally” Selena Gomez)
—¡Bum! —se oyó el sonido frío de un disparo y todo el mundo se congeló.
—¡Al suelo Tom! —se oyó la voz gruesa de Saki que seguía corriendo tras el rastudo, pero éste ignoró el grito. No debían permitirse el lujo de dejar escapar a un traficante.
Quien sí se detuvo, fue Tobi, y miró en todas direcciones, sabiendo a ciencia cierta que el chico al que perseguían NO había disparado.
—¡Bum! —otro ruido ensordecedor se dejó oír y el agente, encontró lo que buscaba.
Justo fuera de un pequeño kiosco de revistas, un auto de apariencia común, estaba estacionado, con dos personas en su interior, una de las cuales sostenía un arma. En un rápido movimiento, Tobi se cubrió tras un grueso árbol y disparó justo a la rueda trasera del vehículo. Acertando con maestría.
Las sirenas policiales rápidamente se dejaron oír a la distancia, avisando que la ayuda llegaría pronto, pero tal vez no lo suficientemente rápido.
El hombre al volante del auto, encendió el motor y nuevamente Tobi disparó, en esta ocasión acertando a una rueda delantera. Sería difícil escapar en esas condiciones, pero aun así, él estaba solo y sin vehículo, no podría hacer nada contra ellos, sin salir lastimado, y peor aún, los transeúntes podrían salir heridos.
Más disparos se oyeron y esta vez uno golpeó certeramente una rama cerca a su rostro. Tobi arrugó el ceño y tomando una bocanada de aire, giró y volvió a disparar, sólo acertando a la carrocería.
Metros más allá, Saki se quedaba atrás en la persecución del chiquillo que corría sin parar, tratando de escapar de sus perseguidores. Tom al verle, usó todas sus habilidades atléticas de corredor y a sólo un paso de atraparlo, saltó sobre el chico, quien cayó con el rostro al suelo.
El chico, giró para pelear con Tom con una fuerza impresionante, provocando que durante la pelea, el rastudo quedara bajo su cuerpo. Sin parar a pensar las cosas, Tom empuñó su mano y con todo lo que tenía, golpeó la mandíbula del joven, moviéndolo sólo un poco, pero lo suficiente para que Saki le socorriera.
—¡Eres un estúpido, Tom! —le regañó el agente, mientras detenía al otro joven, esposándolo, usando todo su peso para lograrlo.
—Gracias —susurró el rastudo, sin hacer caso al insulto del mayor. La mano le dolía horrores y a duras penas se puso de pie.
El agente revisaba los ojos del chico, que seguía pateando, tratando de liberarse y tomó su celular, indicando su posición.
Al colgar, volvió a mirar a Tom con preocupación—. Está drogado, Tom.
—¿Cómo lo sabes? —Preguntó el de rastas, tratando de mover su mano, que se hinchaba a cada momento.
—Cuando la adrenalina los llena, son capaces de correr a esta velocidad, y su fuerza aumenta, es por eso que te derribó —explicó el adulto—. Te pudo haber matado.
Tom abrió los ojos preocupado, ni siquiera había pensado en su bienestar, sólo en atrapar al chico y proteger a Bill.
—Lo siento —dijo bajando la mirada.
—Bill estará muy molesto cuando te vea —advirtió el agente, pero mucho más tranquilo, ahora que se había asegurado que el de rastas estaba bien.
Cuando una patrulla llegó hasta ellos, fueron escoltados de regreso hacia la escuela, con una infinidad de agradecimientos.
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—¡Bum! —se oyó el sonido frío de un disparo y todo el mundo se congeló.
—¡Noooo! —Gritó el pelinegro.
Aquel grito aterrorizado del pelinegro, pareció devolver a la realidad a Andreas, quien al verle en el suelo, se agachó de inmediato para envolver al cantante en sus brazos.
—Bill, Bill —le llamó tratando de calmarlo, pues los fuertes sollozos del menor estremecían a todos los que estaban cerca de ellos.
—¡Nooo! —seguía gritando el pelinegro.
—¡Bum! —se oyó otro disparó y luego otros más, que sólo empeoraron la situación.
El cuerpo del cantante se estremecía en los brazos del rubio.
—Tomi… —lloraba fuertemente.
El sonido de las balas, sólo parecía poner el peor escenario en la cabeza del pelinegro, quien mentalmente se golpeaba por no haber puesto más atención a las noticias sobre el fatídico “caso 69”.
Parecía que el tiempo se hubiera detenido. Los alumnos que aún se encontraban en las afueras de la escuela, se habían quedado petrificados al oír los disparos, y las voces enfurecidas de los oficiales de policía no ayudaban a calmar sus nervios.
No sólo aparecieron más patrullas, sino también cámaras de televisión. Los periodistas, no tardaron en instalarse cerca de los alumnos que miraban la escena estupefactos, aturdidos ante las preguntas que éstos formulaban.
—No sé nada —decía una chica a punto de estallar en llanto—. Suspendieron las clases, después el atentado explosivo, los balazos, y yo… tengo mucho miedo.
Esta sería la comidilla de la ciudad por toda la semana. La escuela más prestigiosa y segura, había recibido un duro golpe por este acontecimiento y los periodistas inescrupulosos le sacarían el mayor provecho a la situación sobre todo con entrevistas inesperadas como aquellas, donde los alumnos, tanto hombres como mujeres, mostraban su temor con lágrimas que serían capaces de derretir el corazón de toda la audiencia.
Una de aquellas reporteras, fijó su atención en una pareja que estaba destruida emocionalmente. Un pelinegro lloraba de rodillas y un rubio lo abrazaba para confortarlo, pero claramente perturbado por la dramática situación. Haciendo señas, indicó al camarógrafo que los enfocara y les hiciera un zoom, notando con ello, que el pelinegro no era nada más ni nada menos que el cantante de moda, Bill Kaulitz.
No alcanzó a acercarse a ellos, cuando una patrulla apareció y un policía bajó de allí corriendo hacia Zullen, el encargado del caso.
—Tenemos al sospechoso. Trumper lo logró —fue lo que alcanzaron a oír.
—¿Trumper? —repitió el camarógrafo—. ¿No es el chico de las carreras? —Llamó la atención de la mujer a su lado—. ¿Aquel que le regaló la medalla a Kaulitz?
—Es cierto —dijo ella feliz. Corriendo hacia el tembloroso cantante.
—¡Bill! —se oyó un grito y el pelinegro reconoció de inmediato aquella voz y levantó el rostro, con todo su maquillaje corrido.
—¿Tomi? —llamó, mirando en todas direcciones.
—Aquí, Bill —volvió a llamar el rastudo, corriendo hacia él y abrazándolo fuertemente.
—Grábalo todo —dijo la mujer periodista a su compañero—. Después editaremos los comentarios.
La pareja seguía abrazada, mientras el cantante lloraba, esta vez de alivio y felicidad al saber que su amado estaba con vida. Cuando por fin se calmó, se separó del rastudo y le dio un golpe en el hombro.
—¡Tonto! —gruñó y el mayor, sólo sonrió, pues Saki ya se lo había advertido.
—Lo siento. No quise asustarte.
—Casi muero de la preocupación. Los disparos, el atentado, pensé… —lloró de nuevo—, pensé que habías muerto.
—Pero estoy bien. Ya te lo dije, yo te protegeré —le guiñó un ojo y Bill nuevamente le iba a golpear, y al tratar de esquivarlo, el pelinegro le dio en la mano lastimada, haciendo gritar al mayor—. ¡Auch!
—Dios, ¿qué pasó? ¿Estás herido? ¿Dónde? ¿Es una bala? —Bill hablaba sin parar, haciendo reír al rastudo, quien le volvió a abrazar.
—Calma —le besó en la frente—. Fue sólo un mal golpe.
—Déjame ver.
Tom le mostró la mano, que estaba sumamente inflamada y arrugó el ceño, aún dolía. Con cariño, el cantante lo guió hacia la enfermera que aun estaba allí y le pidió que lo revisara.
—Es una pequeña contusión —explicó la mujer, procediendo a vendar hasta la muñeca—. Te indicaré unas medicinas para el dolor y unas cremas para bajar la hinchazón.
Tras escribir la receta, Bill tomó la mano de Tom y se lo llevaba de allí, cuando…
—Trumper —se oyó fuerte detrás de ellos.
—Agente Zullen —le saludó el menor.
—Gracias, chico —le dio la mano—. Interrogaremos al joven sospechoso. Gracias a Tobi, interceptamos a dos más.
—¿Sabe algo sobre los maestros perdidos? —Preguntó el rastudo, abrazando por los hombros al pelinegro, quien trataba de limpiarse el maquillaje descorrido.
—Sobre Guzmán, sabemos que aún está desaparecido. Confirmamos también la desaparición de la profesora de Literatura inglesa, Miss Wells —explicó el adulto—. Tememos lo peor.
—Si sabe algo, por favor avíseme —pidió el chico—. El atentado de esta mañana, fue contra el mejor amigo de Bill, temo que puedan acercarse a mi niño —dijo sin temor a utilizar palabras afectuosas.
—Ya veo —respondió el adulto, no mostrando ninguna señal de incomodidad, porque él ya sospechaba del posible romance entre los chicos—. No tendrás clases, pero tengo tu número y recomiendo que estés siempre con el joven Kaulitz, según sé, Saki está a cargo de su seguridad, pero nunca está de más, la ayuda extra —se despidió y volvió a dar órdenes.
—Vámonos, pequeño —dijo el rastudo, y besando ligeramente a Bill, se lo llevó hasta su vehículo, donde Saki los esperaba.
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La primera parada, fue la mansión Kaulitz. Simone se había enterado de la peor forma sobre el accidente… por las noticias.
Cuando los jóvenes llegaron a la casa, la mujer estaba histérica y apenas divisó a Bill por la puerta, corrió hacia él y lo abrazó fuertemente, quitándole casi todo el aire de los pulmones.
—Jazmine está al borde del colapso. ¿Andreas está bien? —Preguntó ella, tomándolo por la mano y sentándose con él en el sofá de la sala.
—Sí, mamá —contestó él tratando de no soltar el llanto nuevamente.
—¿Qué fue? Leí el correo que enviaron los de la administración del colegio, habrá una suspensión de clases por toda una semana, Dios mío, qué clase de colegio hace eso —dijo ella, llevándose la mano a su, ahora, desarreglado cabello.
—La suspensión es por una investigación policial, señora Kaulitz —explicó Tom, la mujer levantó la mirada y recién notó su presencia.
—Tom… ¡¿estás herido?! —se aterró al ver la mano vendada.
—Tomi fue quien descubrió a uno de los agresores, mamá —dijo el pelinegro orgulloso—. Gracias a él lo atraparon.
—Oh Dios, ¿qué te hizo? —preguntó la mujer, poniéndose de pie y tomando la maltrecha mano del rastudo.
—Estoy bien, sólo fue un mal golpe, es todo.
—Dios mío, no puedo creer lo que está ocurriendo —expresó ella indignada.
—Nuestra escuela está en la lista, mamá —dijo Bill mirando al techo—. Ahora somos el blanco de los ataques. Lo de Andi es una prueba.
—¿Qué ocurrió? —Preguntó ella, volviéndose a sentar.
—Seguramente fue un artefacto explosivo, según supimos, Andi apenas salió del vehículo, cuando éste explotó —contó el menor—. Yo lo estaba acompañando, cuando Tomi vio a un chico extraño y lo siguió, después de eso comenzaron los disparos y yo… no estoy seguro.
—¿Tom?
—Yo tampoco lo sé, escuché el primer disparo y a Saki gritándome, pero yo sólo seguí corriendo tras el sospechoso. Aún no me he reunido con el grupo, así que no tengo detalles —explicó el de rastas.
—¿El grupo? —preguntó curiosa la mujer.
—Somos varios chicos de la escuela que ayudamos a la policía con la vigilancia de los recintos estudiantiles. Fue allí que memoricé los rostros de mis compañeros y gracias a eso, descubrí al chico esta mañana —siguió hablando Tom.
—¿Por qué te uniste a ese grupo, Tom? —insistió Simone.
—Por Bill, señora Kaulitz. Chantelle Page era un blanco, por la venganza del grupo de traficantes contra su padre, yo estaba allí cuando la atacaron y con suerte pudimos detener a dos agresores.
—¿Fue ahí cuando te cortaron, Tomi? —Preguntó Bill temeroso.
—Sí. Al defenderme, usé las habilidades que me enseñó mi padre sobre capoeira y me salvé del ataque. Tobi y Gustav me pidieron unirme al grupo, explicándome que otra posible víctima por el nivel socio-económico de su familia, era Bill —contó el rastudo y su ceño se apretó. El sólo pensar que su adorado pelinegro fuera atacado tan violentamente como lo fue Andreas, le ponía de los nervios. Su silencio le delató.
—¿Tom? —Le llamó la mujer.
—Lo siento —dijo él apenado—. Yo soy una persona pacífica, mi padre me enseñó capoeira, justamente por eso, porque la lucha no debía usarse con malos propósitos, para él lo mejor era usarla sólo como una danza —apretó los puños—, pero si atacaran a Bill, yo… no sé qué haría.
—Tomi… —el cantante, se levantó y abrazó a su guardaespaldas original y casi lo derribó en el otro sofá, causando la risa de Simone.
—¿Te hirieron antes, Tom? —Preguntó ella preocupada.
—Madre, tiene casi una cicatriz —dijo dramáticamente el pelinegro, levantando por él mismo el jersey del rastudo, arrugando la nariz al mostrar la fina línea que aún permanecía allí, en su brazo.
—¿Ya no te duele? —Insistió la mujer.
—No señora, de esto ya casi un mes, la marca desaparecerá con el tiempo, no quedará cicatriz alguna —le aseguró tanto a ella, como a su novio.
—Bien. Iré con Saki un momento —dijo ella, mucho más tranquila, ahora que su hijo estaba bien en casa.
—Sí, mamá —respondió el pelinegro como un niñito pequeño. Ella sabía lo emocional que podía ser Bill en estas situaciones, sabía que se podría derrumbar si alguien a quien estimaba salía lastimado, y ahora que Gordon estaba en América, ella se sentía totalmente inútil y temerosa de que su hijo cayera nuevamente en una fea depresión, y peor aún, que intentara hacerse daño como aquella vez con Oscar Manzur.
Con una sonrisa en los labios, al ver la felicidad de su hijo en los brazos de Tom, ella se retiró, dejando a la pareja sola con la tentación en el aire.
—Te amo —susurró el rastudo en el oído del menor, estremeciéndolo.
—Tomi… —gimió bajito y giró para poder posar sus labios en los de su pareja.
El beso se prolongó y ambos deseaban poder continuar, con caricias, roces y placer, pero estaban en casa de los padres del menor y Tom, al ser criado “a la antigua”, no se atrevía a hacer nada más que besarle.
—¿Qué pasa, Tomi? —Preguntó el cantante al sentirse excitado—. ¿Por qué te detienes?
—Tu madre puede entrar en cualquier momento, cielo, no podemos traumarla con nuestras cosas —dijo él al querer repetir una vez más “somos hombres, ¿recuerdas?”
—Oh… —rió el menor con esa voz juguetona, parecían dos pre-adolescentes diciendo palabras sucias a escondidas.
—¿Te gustaría venir a casa? —Preguntó el mayor, un poco avergonzado, pero con muchas ganas de seguir explorando el cuerpo delicado del menor.
—¿Un rato? —Preguntó el menor, sólo para molestar a Tom.
—Yo había pensado en —rojo hasta las orejas— que te quedaras a dormir. Después de todo no habrá clases por toda una semana, podemos quedarnos en la cama hasta tarde y jugar un poco —sus palabras fueron dichas con una intención completamente inocente, pero Bill buscó el sentido perverso y siguió molestando al mayor.
—¿Nos quedaremos en cama, jugando? —Repitió, provocándole aun más sonrojos al rastudo, quien ya estaba prácticamente morado, cualquiera diría que estaba a punto de morir de la vergüenza.
—¡No quise decir eso! —levantó las manos, como rindiéndose y luego se cubrió el rostro—. Sólo quiero estar contigo, Bill —murmuró bajito y el menor se compadeció y lo abrazó.
—Lo sé, amor. Me gusta verte todo nervioso —confesó, guiñándole un ojo al otro chico y luego levantando su ceja con piercing, de manera muy sensual.
—No hagas eso —se volvió a cubrir el rostro.
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Una vez en casa de Tom, los chicos comieron gigantescos combos de McDonalds, que el cantante mandó al rastudo a comprar, ya que él tenía una fama “anti americana” que mantener.
—Cualquiera que no te conociera tanto como yo, diría que eres un hipócrita, Bill —dijo el mayor, dándole una mordida a su hamburguesa.
—¿Gog ge? —Preguntó el pelinegro con la boca llena. Tom sonrió divertido y tras tragar, el menor repitió—. ¿Por qué?
—Porque pretendes odiar la cultura rápida de los americanos, pero siempre buscas sus marcas y cosas así.
—Og… ego —repitió, sin dejar de comer—. Las hamburguesas de McDonalds, me recuerdan a papá, ¿sabes?
—Lo sé. ¿Lo extrañas?
—Mucho, cada vez que él está en Estados Unidos, aumenta mi dosis de hamburguesas y nuggets de pollo —miró las papitas y sonrió—. Aunque él siempre me regaña, porque por esta comida casi muero cuando me dio peritonitis.
—Billa, Billa, Billa —sonrió el rastudo—. Pero ahora estoy yo, cariño, yo estoy aquí para hacerte olvidar la tristeza.
—Aaawww —suspiró el cantante—. Me encanta cuando eres cursi, Tomi.
—¿Cursi? Me ofendes pequeño. “Esto” —se apunto al pecho con el índice—, es ser romántico. Soy tu galán.
—Ja, ja, ja —rió divertido el cantante.
—No bromeo —le regañó el mayor.
—Es que a veces te pareces tanto a Gabriel.
Después de cenar, decidieron acostarse, ya que el departamento de Tom, por ser tan viejo, tenía todo el sistema de calefacción en mal estado, y con la entrada del invierno, las noches eran cada vez más frías.
—¿Estás seguro de ducharte a esta hora? —Preguntó el de rastas, preocupado.
—Sí, Tomi.
—Pero tu cabello quedará mojado —le rebatió el mayor—, no quiero que te enfermes.
—Traje mi secador, no hay problema.
—Ok.
Tom se retiró a la habitación, para calentar la cama mientras llegaba su adorado cantante, pero casi le da un ataque al escuchar un grito aterrador del mismo a los minutos de la espera. Corrió hasta el baño y abrió la puerta sin dudarlo.
—¡Bill!
Descorrió la cortina y se quedó de piedra al ver a su pequeño desnudo, con todo el cabello pegado al rostro y tiritando de frío.
—El a-a-agua se-e-e e-e-enfrió-o-o —la voz tiritaba por lo helado del ambiente.
A toda velocidad, Tom cerró la llave, impidiendo que el agua siguiera congelando a su pequeño y luego tomó la toalla y envolvió el delgado cuerpo de su pequeño con ésta y lo sacó de allí.
—Lo siento, me olvidé de advertirte. En este tiempo el agua caliente no alcanza a llegar hasta mi piso.
—Tt-t-to-o-om-m-mi-i-i —tiritaba el pelinegro.
—Déjame secarte —pidió el mayor, al notar que los temblores en el cuerpo de Bill eran tan fuertes que apenas podía sostenerse.
Con la toalla puesta, Tom comenzó a friccionar los entumecidos brazos del menor, hasta calmarlo un poco y luego retiro la prenda empapada y procedió a secarlo con una más pequeña y totalmente seca.
Lo que no se esperaba, era notar lo delicada que era la piel del cantante, y al bajar por su abdomen, vio aquello que tanto temía en un principio… un miembro masculino, que no era el suyo. Allí estaba, completamente suave, entre las piernas de Bill. Tragó el nudo en su garganta y siguió bajando con la toalla, por las larguísimas piernas del pelinegro hasta llegar hasta sus pies.
Volvió a levantarse y acomodó la toalla en el húmedo cabello del menor y luego le dio un suave beso en los labios.
—Ven aquí —lo cargó en sus brazos como una novia y con tres largos pasos, llegó a su cuarto y metió a Bill en la cama, donde lo cobijó con las mantas.
Se quitó la ropa rápidamente y se metió en la cama a su lado, abrazándolo fuertemente. Frotó con sus manos, los brazos del cantante y enroscó sus piernas en torno al delgado cuerpo.
—¿Qué haces? —Preguntó Bill, para nada en desacuerdo con lo que ocurría.
—Lo mejor para quitar el frío es el calor de otro cuerpo humano —comentó el de rastas—. Lo aprendimos en biología, en emergencias.
—¿Emergencias? —Preguntó sin comprender.
—Claro, te mojaste con agua fría, es invierno, la emergencia es que te puede dar “hipotermia” —dijo recalcando la palabras, pero sin dejar de frotarse contra el cuerpo de Bill, hasta que notó que al estar aferrado al otro cuerpo, algo más duro le tocaba su muslo—. Pero creo que ya estás bien, ¿cierto? —comentó sintiendo que la hombría de Bill despertaba con cada nuevo movimiento.
—No Tomi, tengo muchísimo frío, mucho, mucho, mucho —repetía el menor, hundiendo su rostro en el cuello del rastudo, para que NO notara que sus mejillas estaban encendidas.
—Pobrecito, mi bebé, se congeló por mi culpa, ¿qué haré al respecto? —Preguntó fingiendo la voz como una mamá que habla con un niñito.
—Haz algo, Tomi, tengo mucho frío, siente como tiemblo —el cuerpo del cantante se estremeció e involuntariamente, Tom se sintió sumamente excitado.
—Aahh, Bill —gimió, moviendo más, pero ya no al lado de Bill, sino sobre él.
Tom buscó los labios del menor y los devoró en un beso necesitado e inesperado, realmente se había asustado al ver a Bill tan indefenso, tiritando en la ducha, pero ahora los papeles se habían invertido y ambos estaban alcanzando más temperatura, de una forma bastante agradable.
La única tela que separaba la total desnudez de ambos cuerpos, era el bóxer blanco, que aun vestía el de rastas. Sus manos seguían acariciando los delgados brazos de Bill, y aun cuando quería bajar y tocarlo por completo, la imagen de su suave miembro colgando, se repetía en su mente, temía volver a verlo, peor aún, temía verlo completamente despierto. Apretó los dientes, sentía el placer llegar tan fieramente al pensar en ese pedazo de carne, que sus temores sólo aumentaban, pero en lugar de alejarlo del orgasmo, lo gatillaron.
—Bill… —gimió, mojando su ropa interior y sintiendo que el calor no estaba sólo en su ropa, sino también en su vientre.
Se recostó al lado del pequeño, y al querer abrazarlo, notó que la toalla de su cabello ya no estaba firme. Se sentó, robándole un piquito al cantante y sacó la prenda.
—Traeré tu cepillo, no dejaremos que tu hermoso cabello se enrede —sonrió y salió de allí a toda velocidad.
Una vez en el baño, miró su vientre, no era mucho, pero el semen de Bill aun mostraba su huella. Cerró los y lo tocó, no era diferente del suyo.
—Dios mío… —susurró y lo limpió con la toalla.
—¿Tomi? —Llamó el pelinegro desde el cuarto.
—Un segundo. Se quitó el bóxer y lo reemplazó por otro que siempre tenía de repuesto en el baño y regresó a la habitación con una nueva sonrisa—. Déjame peinarte.
—Me conscientes demasiado —dijo el menor con una sonrisa, mientras se sentaba, cubriendo con las mantas su miembro.
—Soy tu novio, es mi deber y placer, cuidarte y consentirte.
Bill se dejó hacer completamente ignorante de la batalla mental que el de rastas tenía en esos momentos. ¿Cómo podría culminar su amor por él, si no podía ni siquiera mirar su sexo? ¿Qué haría cuando Bill le pidiera hacer el amor?
& Continuará &
Pucha Tom, ¡déjate de bobadas! ¿Qué pasará a continuación? No se pierdan el siguiente capítulo.
Mucha duda Tomate, ya gozatelo que te va encantar 😉
(Se sonroja, pero está de acuerdo)