Ya ha pasado el tiempo desde que el reverendo habló con Bill sobre un posible encuentro. Veamos qué pasa. Disfruten la lectura.
“Regalo Especial” Fic Twc de MizukyChan
Capítulo 27: Ocho meses
Había pasado un mes completo en que Bill no veía a su amigo Andi y estaba realmente emocionado por el encuentro. Tom completaría unas clases particulares, mientras él visitaba a su amigo. Se levantó muy temprano y se fue a la cocina a preparar el desayuno. Ese día tenía antojos de waffles y honestamente, le quedaban mejor a él que a su esposo. Además ese día también vería a su padre, pero prefería no pensar en eso aún… o le daría un ataque de nervios.
—Tomi, cariño, ya está listo —llamó desde la cocina.
—¡No quiero levantarme! —Gritó desde la pieza. Bill caminó hacia allá y se arrojó sobre él.
—No seas flojo, levántate que tienes que trabajar para mantenerme je, je, je, je. —El trenzado lo abrazó y le hizo cosquillas.
—Sabes bien que no necesito trabajar, heredé mucho dinero, ¿recuerdas? —Siguió haciéndole cosquillas.
—Sí, lo sé, pero no quiero un esposo holgazán je, je, je, je.
—¿Por qué mejor no hacemos cositas ricas? —Sugirió el mayor con tono sensual.
—¿Qué es más rico que los waffles?
—Esto, por ejemplo. —Su mano rozó la entrepierna del pelinegro con descaro.
—Mmm, Tomiiii, no hagas eso.
—¿Por qué no? —Lo hizo de nuevo.
—Aaaahhhh —Suspiró el pequeño—. Porque estoy muy sensible, por eso.
—¿Acaso no te gusta? —Se puso sobre Bill y rozó su erección con la del otro.
—Mmm, sabes que sí.
—¿Entonces? No te reprimas, bebé. —Siguió frotándose contra él y sus manos comenzaron a sacar el pijama.
—Aahh, Tomiiii, que travieso eres je, je, je, je. —Bill le ayudó a quitarse el bóxer que traía.
—Te deseo, panzoncito, estás exquisito. —Tom lamió el lóbulo de la oreja de su esposo, quien se estremeció por completo. Tomó el lubricante y puso un dedo en la entrada del pelinegro.
—¡Ay! —Gritó—. Tomi me duele.
—Pero si lo estoy haciendo con cuidado.
—No, no, para, me duele.
—Está bien, debe ser porque ya tienes ocho meses. ¿Te acuerdas que lo dijo el doctor Jost?
—Sí, pero ¿qué hago con este problemita? —Le señaló su erección.
—Uuuyyy, perverso, ¿aún tienes ganitas, eh? Yo te ayudaré. —El trenzado bajó por el pálido pecho, repartiendo besos y lamidas. Besó el tremendo vientre y bajó hasta el miembro de Bill, para comenzar a darle lamidas.
—Tomiiiii aaahhh. —Ronroneó el menor y Tom siguió con su labor, hasta que se corrió en su boca. Luego subió a su lado y lo abrazó—. Tomi, eres increíble. Ven acá para acariciarte.
—¿Cómo me vas a acariciar? —preguntó el mayor. Bill lo abrazó y con una mano comenzó a masturbarlo, lentamente y luego más rápido, a medida que sus gemidos se incrementaban, hasta que explotó en su mano.
—¿Te gustó? No fue tan bueno como el tuyo, pero es algo —dijo besando sus labios, mientras su respiración se acompasaba.
—Estuvo muy bueno, todo lo que sea contigo es especial, Bill. Te amo. Y ahora… me muero de hambre.
—Seguro los waffles se enfriaron, pero igual quiero comer.
Fueron a la cocina solo vistiendo una bata y desayunaron. Luego compartieron una erótica ducha juntos y Tom manejó hasta la casa de Andi para dejar a su esposo allí, no sin antes darle un millón de advertencias al chico rubio.
Apenas los jóvenes entraron a la casa, Andreas se abalanzó sobre Bill, acariciando su abultada pancita.
—¿Cómo se está portando el campeón? —preguntó feliz.
—Es muy revoltoso, creo que será igual a Tom.
—¡¿Qué dices?! ¿Acaso no recuerdas cómo eras tú de pequeño?
—Échame una mano.
—Yo jugaba contigo, eras un loco.
—Falso, siempre fui el romántico del grupo, tranquilo como una taza de leche.
—Eso fue cuando tenías doce, pero antes… puff eras un revoltoso.
—Ja, ja, ja, ja exageras.
—Tal vez, pero en verdad éramos, yo incluido, los más locos de la parroquia de tu padre.
—Mmm. —Con el recuerdo y mención de su infancia, el pelinegro se puso triste.
—¿Sabes que me estuvo preguntando por ti? —Soltó el rubio. Bill lo miró extrañado y sorprendido a la vez.
—¿En serio?
—Tengo que confesarme con él, por lo de John, y este último mes, me ha hecho preguntas.
—¿De qué tipo? —La curiosidad del moreno se notó en su voz.
—De si estabas bien de salud, de si “ese tal Tom” era bueno contigo, cosas así.
—¿Y qué le dijiste?
—Sólo cosas buenas. Creo que te extraña. Tu ausencia en el coro es notable, pero de verdad, creo que te extraña… ya sabes, como hijo.
—Pero él no va a aceptar que esté casado con Tom. —Afirmó Bill y bajó la mirada.
—Eres su hijo, creo que puede considerarlo.
—Eso sería un milagro.
—Oye que los milagros existen, o si no mírate, hombre y embarazado.
—Tienes razón ja, ja, ja.
Pasaron la mañana conversando de todo y de nada a la vez. Para Bill era muy divertido hablar con alguien de su edad. El pelinegro quería mucho a Gustav y Georg, pero no podía compararlos con su amigo de la infancia.
Después de un almuerzo abundante, salieron al frontis de la casa a tomar los rayos del sol que traía la llegada de la primavera. Continuaron riendo, hasta que el bebé comenzó a moverse mucho.
—Siente, Andi —dijo el pelinegro y puso las manos de su amigo en su pancita.
—Oh, Dios mío, sí que era verdad. —Escucharon una voz masculina que venía de la entrada. El padre de Bill estaba ahí viéndolos con cara de sorpresa.
—Papá. —Un dolor muy fuerte hizo gritar al chico.
—¿Bill, qué te pasa? —Andreas trató de sostenerlo y Bill no podía apartar la vista de su padre.
—¡Aaayyy! —El dolor se hacía más intenso en la parte baja de su espalda.
—¡Vamos al hospital! —Mandó el reverendo, acercándose y ayudando a su hijo a ponerse de pie.
—¡Reverendo. Al hospital “Le Rose”! —Indicó el rubio, temeroso por su amigo.
—Me duele. —Gruñó Bill y luego todo se hizo borroso, hasta que la luz, finalmente se fue.
Jorg y Andreas acomodaron a Bill en el auto y partieron presurosos a la clínica del doctor Jost. El rubio tomó su celular y explicó la situación al médico, quien los esperaría en la entrada del hospital. Entre tanto, Andreas trataba de que su amigo recuperara la consciencia, hasta que el pelinegro comenzó a dar señales. Primero arrugando el ceño profundamente.
—Me duele —dijo entre gemidos.
—No te preocupes, te llevamos al hospital. —El rubio le secaba el sudor con un pañuelo blanco.
—Llama a Tom, quiero que esté conmigo.
—Lo siento, lo había olvidado. —El platinado volvió a tomar el celular y le contó al trenzado que Bill se sintió mal y lo llevaba al hospital, omitió todos los detalles comprometedores que relacionaban al reverendo.
—Ay, tal vez quiere nacer ya. —Gimió el pelinegro—. Tiene que esperar a Tom, Tom tiene que estar cuando nazca. —Gimió de dolor.
En la parte delantera del coche, el padre del pelinegro, pese a su nerviosismo, se percataba de lo importante que era el padre del bebé en la vida de su hijo. Y se maldecía mentalmente por haber sido tan ciego y obstinado todo ese tiempo, si tan solo hubiera sido menos orgulloso, habría disfrutado del embarazo de su hijo, como lo hizo su esposa.
—Andi, si tú estás conmigo, ¿quién está conduciendo? —preguntó de repente el pelinegro.
—Tu padre. Él decidió traerte de inmediato al hospital.
—Oh, no. Esto es malo. —Se lamentó el moreno—. Me duele, pobre mamá que pasó por esto ocho veces. Ay. ¿Toooomii dónde estás?
Nada más llegar al hospital, sacaron a Bill del auto y unos enfermeros lo subieron a una camilla. Lo trasladaron rápidamente al pabellón.
—¿Cada cuánto son las contracciones? —cuestionó Jost al pelinegro.
—No lo sé, pero son muy seguidas. Aaayyyy.
—Una. —El médico miró su reloj, mientras la camilla seguía avanzando.
—¡Aaaayyyy!
—Otra. Dos minutos y medio, estás en trabajo de parto Bill, te llevaremos al quirófano.
—No, no, no, no, debe llamar a Tom, él debe estar aquí.
—Tom ya viene, me llamó antes de tu llegada.
—Bien, lo esperamos entonces ¡Ay!
—De acuerdo, te pondré la epidural mientras preparamos todo.
—Cualquier cosa, drógueme, porque me duele mucho. —Gimoteaba dramáticamente el moreno.
Mientras en la sala de espera, Andreas se encontraba llenado la ficha de Bill cuando llegó el trenzado casi corriendo. Éste, al ver al padre Bill, se abalanzó sobre él y le propinó unos buenos golpes en la mandíbula.
—¡Fue por culpa de este maldito! ¡¿Qué le hiciste a mi esposo?! —Otro puñetazo— Te juro que si les pasa algo a cualquiera de los dos, te mato, maldito.
—¡Tom! —Gritó el rubio y lo sujetó por detrás—. Tranquilo, él no hizo nada.
En esos instantes llegó una enfermera, que se sorprendió de ver a los hombres de esa manera tan agresiva.
—¿Quién es Tom Kaulitz? —preguntó revisando una libreta.
—Yo, yo soy Tom.
—Van a operar a su esposo, acompáñeme. —Tom la siguió preocupado y preguntó.
—¿Es algo grave? ¿Por qué lo van a operar?
—Su esposo está en labor de parto. Va a dar a luz.
—Dios mío, ¡pero aún no completa los nueve meses! —Exclamó, entrando en estado de pánico.
—No se preocupe, es normal que los bebés quieran salir antes.
—¿Pero, está bien?
—Tranquilícese. Entre en esta habitación y póngase el traje azul.
—Está bien. —Hizo como se le mandó.
Se sentía como un astronauta. Una vez listo salió por otra puerta y entró a una sala completamente blanca, con mesitas que tenían el instrumental médico. Había más personas con los trajes ridículos y se abrieron unas puertas que traían una camilla y en ella.
—¿Bill? —Se acercó inmediatamente. Su pequeño sudaba a mares y se veía muy pálido y adolorido.
—Tomi, por tu culpa estoy así, me duele horrores.
—Yo también te amo, cielo. —Ambos sonrieron.
—Ya viene, amor —dijo mirándole con dulzura.
—Bill, Tom, comenzaremos la operación. —Anunció el doctor.
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Entre tanto, fuera del quirófano, el padre de Bill daba vueltas de un lado para otro, demasiado nervioso como para pensar en algo coherente o para acordarse del dolor que le produjeron los golpes del esposo de su hijo.
—Reverendo, cálmese por favor —dijo el chico rubio con un intento de sonrisa, ya que él mismo estaba en la misma condición de nerviosismo.
—Sólo espero que todo salga bien. No quiero que nada malo le pase a mi hijo ni a mi nieto.
—Llamemos a su esposa, señor.
—Tienes razón, Adriana debe estar aquí. —Sacó su celular, artilugio que odiaba, pero que sus hijos insistieron que tuviera para casos de emergencia y este, sin duda, era un caso de esas características.
—Yo hablaré con la señora Eva, estoy segura que me matará si no la llamo. —El joven también se puso a teclear y al cabo de unos segundos los dos hablaban mitad verdad, mitad incoherencias, debido a su alto nivel de estrés—. Bien, nos vemos. —Terminó el rubio.
—Te espero. —Finalizó el Reverendo—. ¿Crees que estén bien? —preguntó el mayor al rubio, sentándose a su lado.
—Claro, según me dijeron, el doctor David Jost, es el mejor obstetra de la zona, y ha llevado este caso con mucho profesionalismo y ha cuidado mucho a Bill, evitando la mala publicidad.
—Ya veo, sería muy problemático que quisieran poner a Bill como conejillo de indias.
—En realidad, ya ha habido casos como el de Bill, sólo que no llegaron a concretarse.
—¿A qué te refieres?
—El bebé moría durante el embarazo. Por eso era tan importante cuidar a Bill de los malos ratos y de las caídas.
—Dios mío. —Recordó cuando él mismo provocó que su hijo cayera, fue cuando vio su vientre abultado—. Yo, yo estuve a punto de asesinar a mi propio nieto. —Sus ojos se anegaron de culpa y arrepentimiento.
—Gracias a Dios esa caída no tuvo incidentes o al menos eso creemos —dijo pensativo el rubio.
—¿Por qué? Dime, ¿por mi culpa le ha pasado algo al bebé? —Tenía los ojos rojos, pero trataba al máximo de no llorar.
—No estamos seguros, pero desde aquel día, Tom ha estado actuando extraño cuando hablamos del bebé, está muy emocional y no le dice nada a Bill, siempre asegura que el bebé está en perfectas condiciones, pero la verdad es que hasta el doctor Jost hizo un comentario extraño. Pero como ya le dije, no estamos seguros.
—Le preguntaré a Tom —dijo el reverendo con resolución.
—No creo que sea una buena idea.
—Me odia, lo sé.
—¿Y no cree que tiene razón? Sus encuentros siempre han acabado en desgracias.
—Confío en Dios, hablaré con él y le haré entender que estoy arrepentido y que quiero a mi familia de vuelta.
—Sólo, no sea muy autoritario con él. Tom es muy sensible, y si lo ve a usted como una amenaza, lo sacará de su vida. Recuerde que ahora tiene mucho dinero y puede sacar a Bill del país, incluso del continente, si lo quiere.
—Tienes razón, seré prudente. —Suspiró— ¿Sabes Andi? —El chico lo miró—. Jamás pensé que estaría recibiendo consejos de un joven loco como tú. —Ambos rieron.
—Después de todo se lo debo, reverendo, usted me apoyó cuando más lo necesité.
—Lamento tanto no haber apoyado a Bill de la misma manera.
—Pero usted sabe, nada es casualidad. Y gracias a su reacción, Bill conoció a Tom, y ahora serán una hermosa familia.
—Tienes razón, una vez más.
—Ahora, a esperar a que nazca el bebé.
—Sólo nos queda eso.
& Continuará &
¿Creen que salga todo bien en la operación? Yo espero que sí (Y yo soy la que escribo) Sabremos si el pequeñín es un niño especial o si está sanito del todo. ¿Cómo reaccionará Tom ante el reverendo? Mil gracias por seguir leyendo y ya saben que los comentarios me hacen super feliz. Besitos y que tengan un lindo día.