“Romance Navideño” Fic de MizukyChan
Capítulo 3: Un milagro
Cuatro días habían pasado desde que Bill comenzó a trabajar en el refugio, se movía mejor por las instalaciones, pero todavía había corredores por los que se perdía. Gruñó bastante cuando se encontró de frente con una puerta que decía “Trastos” en lugar de llegar a la lavandería.
—Ya que estoy aquí —dijo en un susurro y abrió para dar una mirada.
Abrió los ojos maravillado cuando la luz iluminó el pequeño cuarto. No tenía ventanas, pero no importaba, todo lo que había ahí era hermoso. Bill vio con asombro el orden que reinaba en el pequeño lugar, pese a tener cosas realmente viejas allí. Sus ojos se enfocaron en un estante que tenía varias cofres pequeños, con diferentes años en la cubierta. Abrió el primero y vio joyas y chucherías.
—Son las cosas perdidas —oyó una voz a sus espaldas.
—¿Ahora me sigues? ¿Tanto desconfías de mí? —Dijo Bill, sin girar. Reconocía la voz de Tom en todas partes, le gustaba su tono barítono.
—Vi que girabas en dirección contraria, por eso te seguí, para advertirte, pero tienes las piernas largas y llegaste aquí más rápido que yo —se defendió Tom.
Bill sacó una hermosa sortija del cofre que miraba y sonrió—. Vaya, son lindas.
—Las guardamos por si alguien las reclama —respondió el rastudo.
—¿No han pensado en venderlas?
—Nop. No son nuestras —respondió el chico, leyendo el nombre “Susan” detrás de la argolla que sostenía Bill—. Son los recuerdos de alguien. Son importantes.
El pelinegro bajó la sortija y miró a Tom—. Eres increíble —dijo y estiró la mano para acariciar la mejilla del rastudo—. Esos pensamientos… son muy lindos.
Tom, aprovechando la corta distancia entre ellos, estiró una mano y la puso en la cintura de Bill—. ¿Me besarás ahora?
El chico sonrió—. Me encantaría, pero no puedo. Ya te dije, sólo causo problemas. No soy parte de tu mundo de frases bonitas y nombres milagrosos.
Tom sonrió y negó con la cabeza—. Eres tan hermoso que encajarías perfecto en este mundo —dijo y siguió a Bill cuando éste se dirigió hacia la puerta.
Más tarde ese día, Bill ayudó en el comedor y se sorprendió al recibir un halago de un hombre mayor.
—Tienes una sonrisa muy hermosa —dijo el hombre—. Deberías mostrarla más.
No pudo evitar sonreír otra vez—. Gracias.
—¿Sabes? Me recuerdas a alguien —agregó.
Bill no tenía más que hacer, así que preguntó—. ¿A quién, si se puede saber?
—A mi esposa.
Las mejillas de Bill se sonrojaron, pues nuevamente lo confundían con una chica, pero el hombre de inmediato corrigió su error—. No fue mi intención ofenderte. Pero tienes una cara muy dulce, por eso me la recordaste. De hecho, he venido aquí justamente para eso, para recordarla.
—¿Le ha pasado algo?
—Ella ya no está en este mundo. Mi dulce Susan falleció en un incendio hace unos años —la voz del hombre se quebró, pero continuó hablando—. Celebramos una Navidad aquí hace tiempo, por eso he venido.
—Lo siento mucho, no debí preguntar —se disculpó el pelinegro.
—No, fui yo quien te habló de ella. Lo más triste es que no tengo fotografías suyas y la extraño.
—¿Por qué?
—Se perdieron en el incendio.
—Lo siento mucho.
—Recuerdo que cuando vinimos aquí, ella perdió su argolla de matrimonio y estaba muy triste, pero le compré otra y planeamos otra fiesta, fue como si celebráramos un nuevo matrimonio. Fue muy hermoso.
Bill parpadeó y recordó su hallazgo de esa mañana—. Disculpe, dijo que el nombre de ella era Susan.
—Sí.
—¿Bill, puedes venir? —Llamó Tom desde la entrada.
—Disculpe, debo retirarme —dijo el pelinegro y el hombre le dio una triste sonrisa.
El pelinegro ayudó a Tom con todo lo que debían hacer ese día, sin quejarse en lo más mínimo. Al terminar su turno, Tom notó que Bill no se retiraba a su habitación, sino que tomaba otro de los corredores, intrigado, lo siguió.
—Trastos —leyó el pelinegro y abrió la puerta, encendiendo la luz.
A los pocos minutos, Tom entraba al mismo lugar, arrugando el ceño al verlo nuevamente con el cofre en sus manos.
—¿Qué haces? —Preguntó, acercándose a su lado.
—Recuperando un objeto perdido —respondió el pelinegro, buscando la argolla que decía “Susan”, cuando la encontró la levantó—. Esto.
—Es el anillo de esta mañana.
—El hombre con el que hablaba hoy, dijo que su esposa había muerto y que vino aquí para recordarla, dijo que ella se llamaba Susan y que perdió su argolla cuando estuvieron como huéspedes.
Tom sonrió—. ¿Y te diste el trabajo de regresar a buscar un recuerdo para él?
Bill asintió contento y sus ojos brillaban—. Se pondrá feliz —arrugó el ceño—. Si es que realmente es el anillo de su esposa.
—Tendremos que preguntarle.
—¿Tom?
—¿Hmh?
—¿Por casualidad no tienen registros fotográficos de los visitantes?
—Ahora no, pero antes solían sacar fotos al grupo completo —Tom giró sobre sus talones y comenzó a mirar los estantes de ese mismo lugar, hasta que dio con lo que buscaba—. Aquí están. Son álbumes antiguos.
—Busca el año… —miró la fecha que estaba sobre el cofre de la sortija—, 1990.
Tom movió algunos álbumes hasta que dio con el año solicitado—. Aquí hay uno.
Bill corrió a su lado y miraron todas las fotografías, hasta que llegaron a una pareja que sonreía feliz, la mujer llevaba el cabello largo y negro y tenía una linda sonrisa en la cara.
—Ella se parece a ti —mencionó el rastudo, haciendo que Bill abriera grandemente los ojos.
—Debe ser ella. El hombre dijo que yo se la recordaba.
Con mucho cuidado, Tom retiró la foto y vio los nombre escritos en la parte de atrás—. Herman Robson y Susan Robson, matrimonio.
—La foto está un poco deteriorada —comentó Tom, arrugando el ceño.
—Tengo mi portátil en la habitación.
—¿Y?
—Puedo repararla. Puedo no ser muy bueno en los estudios, pero sé manejar estupendamente los programas de photoshop. Sólo necesito escanearla.
—En la oficina de tío Benjen hay un escaner.
—¡Vamos!
Tal como prometió, Bill hizo un trabajo formidable con su computador y la fotografía quedó como nueva. Imprimieron una copia a color y, junto con la sortija, se dirigieron hacia el balcón, donde el señor Robson bebía un café caliente.
El tío Benjen se acercó al hombre y le mencionó la leyenda de que en ese refugio ocurrían pequeños hechos que la gente calificaba como milagros.
El hombre escuchó con atención y sonrió—. Lo sé. Hoy, un jovencito muy apuesto me hizo pensar en uno.
—Ese jovencito apuesto, no sólo le recordó a su esposa, señor Robson —dijo el adulto—, sino que ha encontrado algo de ella.
Le entregó la fotografía y la sortija, emocionando al hombre hasta las lágrimas—. ¡Es un milagro! —dijo, mirando la imagen—. Ya casi había olvidado su bella cara. Mi Susan.
Bill y Tom observaron la escena de lejos, suspirando emocionados.
—Nunca creí que diría esto, pero… parece que los milagros existen —dijo el pelinegro con una sonrisa.
Tom asintió y lo guió de regreso a la habitación. Mañana tendrían mucho trabajo y debían descansar.
& Continuará &
Aaawww, Bill, el chico problemas, ha creado un milagro. ¿Qué les pareció? ¿Creen que Tom tenga suerte en el siguiente capítulo y Bill sí le de un beso?
Directo a mi pequeño kokoro 🙂
Me alegro mucho. La idea de estos fics de Navidad es llegar a su corazón (suspira)