“Fashion” Fic Twc / Toll escrito por MizukyChan
Capítulo 32: No regrets
“I know from the outside, we looked good for each-other. Felt things were going wrong.I don’t want to hate but that’s all you’ve left me with. A bitter aftertaste and a fantasy of how we all could live.
No regrets they don’t work. No regrets they only hurt”
(Sé por los de afuera, que nos veíamos bien el uno con el otro. Sentí que las cosas marchaban mal. No quiero “odiar”, pero es lo único que me dejaste. Un sabor amargo y la fantasía de pensar en cómo podríamos haber vivido. Sin remordimientos, ellos no sirven. Sin remordimientos, sólo hacen daño. “Robbie Williams”)
(Lunes por la noche, día de regreso a clases)
Gustav se reunió con su grupo de amigos en el “Wild dog” a revisar todas las nuevas pistas sobre el “caso 69”, pero todos pudieron notar el desánimo que el rubio proyectaba, sin dudarlo, el mayor del grupo, David, le ofreció una cerveza.
—¿Qué pasa contigo, Gus? —preguntó sintiendo como todos paraban las orejas para escuchar la explicación del rubio.
—No es nada —cortó el chico, dando un largo sorbo a la botella, con los ojos apretados, ante el recuerdo de Chantelle en las piernas del Ken, descansando plácidamente, con sus hermosos ojos cerrados.
—¿Cómo que nada? —Reclamó David—. Mírate, Gus, luces terrible. ¿Acaso atacaron a alguien de tu escuela? —El temor en su voz por un posible nuevo atentado, fue evidente, pese a que no tenía ningún familiar en aquel plantel.
—No es eso, David —El rubio volvió a beber—. No es nada. ¡Maldición! —gruñó y golpeó la mesa.
En esos momentos James apareció por la puerta del bar y de inmediato buscó al rubio, quien, a su vista, lucía muy desaliñado.
—Parece que ya te enteraste —afirmó el chico, quitándole la cerveza de la mano, para darle un sorbo él mismo. El resto de los chicos le miraron igual de intrigados que Gus.
—¿De qué hablas? —Fue David quién preguntó, siendo el vocero de todos los presentes.
—Alguien —Se alzó de hombros—, un infiltrado de seguro, entró a la red y robó el número de Chantelle —Explicó James y los ojos de Gus se abrieron como platos.
—¡¿Qué?! —Su reacción fue inmediata.
—¿Qué? ¿No lo sabías? Pensé que por eso lucías tan mal —Agregó James, tomando más cerveza, todo este caso policial le alteraba los nervios, sobre todo porque su hermana pequeña también estaba expuesta.
—¿De qué demonios hablas? Dime rápido —Gus estaba realmente furioso, si algo malo había ocurrido, ¿por qué no había sido la misma Chantelle quien le dijera? Aunque si lo pensaba mejor, no había contestado sus llamadas, después que la vio junto a Karl (también conocido como el modelo Ken) en la escuela—. ¡Maldición! —gruñó por segunda vez en el bar.
—Fue anoche —Comenzó James con el relato—. Chantelle le contó a mi hermana, que no pudo dormir porque recibió una llamada extraña.
—¿Extraña? ¿Le amenazaron? —preguntó David, sintiendo como su amigo rubio se tensaba.
—No… según dijo, sólo escuchó una respiración al otro lado de la línea. Pero se puso tan nerviosa que puso el celular en silencio y durante toda la noche, la pantalla se encendía con números diferentes. No contestó ni una sola vez, porque estaba aterrada —Explicó James mirando fijamente a Gustav, analizándolo—. ¿No lo sabías? ¿No te lo contó? ¿Por qué?
—Hoy… Chantelle y yo… no hemos hablado —Todos los chicos del grupo se miraron, comprendiendo el por qué del mal humor del rubio.
—Por eso Jenny estaba tan preocupada y molesta contigo —susurró James al recordar la extraña actitud de su hermana.
—¡Demonios! —Volvió a gruñir el rubio, y dándole un último sorbo a su cerveza, salió de allí, con una sola idea en mente. Hablar con Chantelle.
(Lunes por la noche)
Sintiendo el ambiente enrarecido en la mansión de los Kaulitz, Simone observaba como Gordon se paseaba de un lugar a otro, tratando de ignorar las miradas enamoradas entre su hijo y Trumper, para tratar de aliviar la tensión, optó por hacer algo inusitado.
—Tom, querido —dijo ella con su acostumbrado tono maternal—. ¿Por qué no le dices a tu amigo Gabriel que venga a cenar con nosotros? ¿Crees que pueda venir?
—Tal vez —respondió el rastudo, mirando el viejo reloj de pulsera que ahora tendía a llevar a todas partes—. Deme un segundo le llamaré.
Tom sacó su celular y procedió a marcar, sonriendo al ver como Bill arrugaba la nariz, mientras levantaba su jersey para ver nuevamente el reloj viejo.
«Que cosa tan horrorosa y pasada de moda», pensó el pelinegro, moviéndolo con su dedo índice, como si se fuera a contagiar de algo muy terrible si lo tocaba más. Mientras el rastudo le observaba fascinado, como si se pusiera ese reloj a propósito, sólo para ver a su pequeño arrugar la nariz.
Finalmente, Tom colgó la llamada y miró a Simone con cara de angustia.
—¿Qué pasa, Tom?
—Gabriel vendrá —dijo y luego cerró los ojos, como pidiendo disculpas—, pero con su novio, Luis.
—No hay problema, Tom, mientras más… mejor —dijo ella sonriendo, pensando que tal vez así Gordon se relajaría al saber que su hijo no era el único chico gay en el mundo, aunque en realidad le costaba trabajo pensar en su marido como un homofóbico, porque él era muy abierto de mente, no entendía el súbito rencor que sentía por Tom, cuando al principio era tan dócil con él. Incluso fue él quien había reconocido los celos de Tom, aquella vez, cuando rescató a Bill del accidente en auto con Bushido. Sacudió la cabeza, había algo allí, algo que no cuadraba y quería sacarse esa mala sensación de encima.
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Al cabo de media hora, el comedor de los Kaulitz se hallaba lleno de voces y risas, ya que Bill y Gabriel eran unos cotorros y hablaban de todo y nada, formando bromas de cualquier asunto sin importancia. Tom les seguía la corriente, imposibilitado de contradecir al cantante y Luis, sólo asentía, sintiéndose un poco incómodo entre tanta gente adinerada.
La cena siguió bajo el mismo ambiente agradable, salvo por el ceño fruncido de Gordon, cuando miraba que Tom tomaba la mano de su hijo, hasta que finalmente Simone pensó que el momento había llegado.
—¿Qué te tiene tan tenso, Gordon? —preguntó con el suficiente volumen para que todos en la mesa escucharan y desviaran su atención hacia ellos.
—¿Eh? —El aludido se sintió sorprendido, jamás pensó que su esposa le preguntara tan abiertamente sobre su molestia. Sin embargo, sabía que esa era una buena estrategia, ya que previamente le había cuestionado y, al estar solos, él simplemente había abortado el tema.
—Sí, papá, estás raro —agregó el pelinegro, mordiendo un pedazo de zanahoria.
—¿Le molesta que seamos homosexuales? —preguntó atrevidamente Gabriel, ganándose un codazo por parte del rastudo, quien se sonrojó terriblemente, él más que nadie temía a estos desplantes.
—No me molesta su inclinación sexual —dijo Gordon, mirando las manos tomadas de ambas parejas—. No es eso.
—Pero no le agrada Tom —insistió el castaño, no permitiría que nadie, por mucho dinero que tuviera, hiciera sentir mal a su querido amigo.
—Antes no te molestaba, papá —agregó Bill, con los ojitos tristes—. ¿Qué ha pasado contigo? ¿Por qué de pronto te pusiste en su contra? —Todos se pusieron tensos, pero el que estaba más aterrado era el propio Tom.
—Tom es un buen chico —dijo Luis, uniéndose a la defensa del rastudo—. Es un alumno destacado en todo.
—No es eso —dijo de pronto el adulto, sintiéndose incómodo, él pensaba lo mismo en un principio, cuando investigó sobre el joven.
—¿Entonces qué es? —Insistió su mujer.
—Son sus intenciones.
—No tengo malas intenciones —se defendió el chico, cogiendo firmemente la mano del pelinegro—. Ya le he dicho que amo a su hijo. Amo a Bill con todo el corazón.
—¿Y por qué entonces me mandaste esos mails? —Estalló Gordon, haciendo que todos se miraran sorprendidos—. ¿Por qué me pediste dinero por mantener el secreto de mi hijo?
—¿Qué? —Sincronizadamente, Bill y Tom se miraron sin entender.
—Me mandaste esos correos, diciéndome que si no te depositaba ese dinero, dejarías en ridículo a Bill delante de toda la escuela —explotó el hombre, completamente fuera de sí.
—Yo jamás haría algo como eso —Admitió el rastudo.
—Es cierto, Tom jamás lo haría —Le defendió el cantante.
—Sólo hay una forma de averiguarlo —Intervino Luis, provocando que todos los presenten le miraran—. Señor Kaulitz, ¿aún tiene esos mensajes?
—Los eliminé —gruñó el adulto.
—Pero… ¿vació por completo el correo? —Insistió—. Me refiero a la papelera de reciclaje.
—No lo sé, no soy experto en esas cosas —Admitió Gordon.
—Pues yo lo soy —Sonrió—. Y puedo ayudarle a identificar quién, verdaderamente envió esos mails, incluso podría decirle de quién es la cuenta a la que envió el dinero.
—¿Podrías hacer eso? —preguntó sorprendido el adulto.
—Claro —dijo Gabriel orgulloso de su novio—, él es muy inteligente.
—Vamos a mi despacho —dijo el hombre entusiasmado, poniéndose de pie y pidiendo que le siguieran.
Todo el grupo siguió al dueño de casa y aguardaron hasta que encendiera el laptop, con las contraseñas correspondientes y luego le pasó el aparato a Luis, quien hizo unos cuantos clics y dijo.
—Aquí están los correos —El joven leyó cada uno de los mail, que efectivamente eran ofensivos y claramente chantajeaban a Gordon con grandes sumas de dinero.
Los ojos de Tom se abrieron grandemente y apretó la mano de su novio. Vio como el novio de Gabriel buscaba el posible creador de tales mensajes. Antes de que Luis dijera algo, el menor le susurró.
—¿Quién querría hacer algo así para inculparte? —preguntó Bill, completamente seguro de la inocencia de Tom.
—Tom jamás haría algo así —balbuceó Gabriel, frunciendo el ceño—. ¿Quién podría odiarte tanto? —susurró mirando a su amigo, que parecía se iba a desmayar en cualquier momento.
—Aquí está —dijo Luis a todos los presentes. El verdadero dueño de la cuenta es Andreas Gark —Todo el grupo ahogó un grito de sorpresa.
—¡¿Andreas?! —Repitió Gordon en forma automática.
—Andi… —gimió el pelinegro, sintiéndose completamente traicionado.
—No puede ser —agregó Simone.
—Por supuesto —dijo Gabriel—. Está absolutamente celoso de Tom y buscó la forma más sucia y deshonesta para sacarlo de en medio.
—¿Por qué? —preguntó Gordon, aún en shock por la respuesta.
—Ya lo sabía o más bien, lo intuía —susurró Simone, y otra vez las miradas voltearon a ella—. Él era el único que sabía toda la verdad sobre Oscar Manzur y además… —ella bajó la mirada, no lo diría en público, era suficiente con el dolor que Bill estaba sintiendo ahora, como para poner más sal sobre la herida—. Cariño, ¿puedes venir un momento? —Pidió a su esposo.
—Señor, aquí tiene —dijo Luis, entregándole el portátil.
—¿Nos dejan un segundo? —Pidió el adulto y los jóvenes salieron del despacho, guardando silencio, meditando en sus corazones.
Al verse solos, Simone cerró la puerta y se sentó en una de las cómodas sillas, incapaz de sostenerse en pie un segundo más.
—Ya lo sabía, Gordon —dijo la mujer cerrando los ojos—. Aunque pensé que todo era una tontería de adolescentes.
—¿De qué hablas? —El hombre se acercó hasta su esposa y sujetó sus manos—. Dime Simone, no entiendo lo que dices.
—Aquella vez, cuando Bill estuvo muy mal, acababa de regresar del hospital, por su intento de suicidio —dijo con un nudo en la garganta—. Andreas estaba con él todo el tiempo. Yo llegué a pensar que tenía un romance con nuestro Bill.
—¿Qué dices? Eran… son muy buenos “amigos”.
—Eso quería pensar, Gordon, hasta que un día le escuché —ella volvió a suspirar—. Hablaba secretamente por teléfono, contando que habían hecho una promesa.
—¿Promesa?
—Andreas decía que Bill y él se casarían, si aún estaban solteros a los cuarenta.
—Eso es una bobada, Simone.
—Es lo que quería creer, Gordon, ya te lo dije —Ella le miró con los ojos anegados—. Pero había algo que no me parecía correcto, y seguí vigilándolo. Todo parecía bien, pero cuando Tom apareció en la vida de Bill, Andreas cambió, se volvió… no lo sé… malo.
—Estás paranoica, linda.
—No Gordon, ese mail que recibiste, lo prueba. Además, ¿por qué era tan importante esa promesa de matrimonio?, ¿a quién le contaba?, él es tan rico como nosotros, ¿por qué quería amarrar a Bill de esa manera? —dijo ella completamente segura de sus dudas y desconfianza hacia el rubio, y su esposo no pudo menos que unirse a sus sospechas y hacer una nota mental “investigar a Andreas”.
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Entre tanto en la casa de los Page, las cámaras captaron de inmediato la presencia de Gustav y el agente le hizo pasar, pensando que el joven venía a reportarse con el dueño de casa. Sin embargo, el rubio sólo quería llegar a la chica, para aclarar sus previos conflictos.
—Señor Page, ¿podría hablar con Chantelle? —dijo apenas el ex marine estuvo a la vista.
—¿Ocurre algo? —cuestionó de inmediato, sintiendo toda la preocupación del chico.
—Quiero verificar algo —Mintió él, apretando el casco entre sus manos.
—Claro pasa. Ella está un poco cansada, está en su cuarto.
—¿Puedo subir? Esto… es algo complicado —dijo el rubio bajando la mirada, sintiendo que sus mejillas se calentaban.
—Ve Gustav —Le permitió el hombre, pudiendo identificar las señales de un problema amoroso entre los jóvenes.
Casi corriendo por las escaleras, el rubio llegó a la puerta de la chica y tocó con suavidad. Al no obtener respuesta, abrió y la vio, tendida sobre la cama, con la ropa de la escuela aún puesta, los ojos cerrados y una expresión de cansancio en sus facciones.
Se puso de rodillas frente a la cama, para estar justo a la altura de los ojos de la chica y le miró con cariño.
—Debí haberte besado, ¿sabes? —dijo bajito, sintiendo como sus mejillas ardían.
La rubia se acomodó en los cojines y sonrió en sus sueños, hasta que el ruido de su celular vibrando la despertó.
—¡No! —susurró y se sentó de golpe, percatándose de que no estaba sola—. Gustav… ¿qué haces aquí?
—Me tenías preocupado —dijo él con sinceridad. Y cogiendo el celular inspeccionó el número que marcaba “privado” en la pantalla, aceptó la llamada, sin decir nada.
La respiración al otro lado, le erizó los nervios al rubio, quien apretó los dientes y colgó.
—Tengo miedo, Gustav —susurró ella, al ver que se repetía lo de la noche previa.
—¿Desde cuándo está ocurriendo esto? —preguntó él, sumamente preocupado.
—Desde el lunes de la explosión en la escuela.
—¿Por qué no me dijiste nada? —Rugió Gus furioso por no saber nada y haberla protegido desde ese mismo momento—. Ha pasado toda una semana.
—Papá me encerró toda la semana de la suspensión de clases —dijo ella bajando la mirada—, y no quería molestarte…
—¿Molestar? ¿Por qué? —Sacudió la cabeza—. ¿Por qué dices “molestar”?
—Porque tú… me cuidas en la escuela…, ese era nuestro arreglo, no quería importunarte, sé que yo… no te importo…
—Chantelle… —susurró y se sentó a su lado en la cama.
—Sé que es suficiente castigo con fingir que eres mi novio en la escuela —dijo ella con la voz queda, sintiendo un nudo en la garganta.
—No…
—Lo sé, me odias… como todos los demás…
—No te odio… —El rubio sacudió la cabeza y sonrió, pensando en lo tontita que era esa chica.
—Pero tampoco te gusto… —dijo ella sin evitar que las palabras fluyeran de sus labios.
Gustav giró y miró fijamente a la chica, ella sonrojada, correspondió su mirada y deseó que por fin algo le saliera bien… pero entonces el señor Page entró de golpe en el cuarto y gritó.
—Hubo un ataque fuera de la mansión Kaulitz.
—¡¿Qué?! —gritó el rubio poniéndose de pie.
—Quédate con Chantelle. Voy para allá.
—Sí señor —respondió él, viendo como el adulto salía casi corriendo de allí.
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Bill seguía temblando en los brazos de Tom, y éste pese al dolor que aún sentía en su hombro, no lo soltaba. Gordon a su vez sostenía a Simone, y Luis hacía lo propio con Gabriel.
Las sirenas policiales se oían por doquier y el agente Zullen entró con el rostro implacable a la mansión.
—Cerraremos todo el cuadrante —anunció sin preámbulos—. Ninguno de ustedes dejará la casa. Señor Kaulitz, por favor haga los arreglos para que estos chicos permanezcan aquí.
—De acuerdo —respondió Gordon, tomando el celular y marcando al número de Gabriel, para informar a sus padres que el chico se quedaría allí.
Simone comenzó a dar indicaciones a sus empleados para preparar habitaciones para todos, aunque la mirada temerosa en los ojos de su hijo, le indicó que él se quedaría con Tom.
—Luis ¿Me das el número de tu madre? —pidió el adulto.
—No es necesario —respondió él, tensándose de inmediato—. Ya le avisaré yo, de todos modos hoy me quedaría con Gabriel —Sonrió para mostrar inocencia.
Tom le hizo una señal a su novio, recordándole lo que habían hablado previamente con Gustav, de que posiblemente Luis era obligado a ayudar a los delincuentes, porque tenían secuestrada a su madre. Bill se estremeció al pensar en la pobre mujer, que quizás estaba amarrada en algún sótano oculto, sin tener la certeza de salir de allí con vida y peor aún, sin saber si su hijo podría sobrevivir a esas amenazas.
—Déjalo, papá, somos grandes, sin duda la mamá de Luis estará tranquila de saber que estará aquí —Sus palabras aliviaron a su compañero, quien les ofreció una sonrisa de gratitud.
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Mientras esperaban en la sala, Tom trató de preguntar en forma disimulada, si Luis tenía alguna información sobre el “caso 69”, a lo que el chico respondió que sabía sólo lo que se mencionaba en las noticias y que a pesar de que Gabriel estuviera allí, no se haría el valiente fingiendo interés.
—Muy bien, chicos, sus habitaciones están listas —afirmó Simone entrando a la sala.
—Gracias, señora Kaulitz —respondió gentilmente Luis, sin poder ocultar el deje de tristeza en su voz. Bill volvió a sentir compasión por el chico.
—Vamos, Tomi —Bill le cogió la mano y lo guió a la puerta con una estrella—. Duerme conmigo, ¿sí?
—No estaría tranquilo si no te tengo a mi lado, pequeño —susurró, abriendo la puerta y entrando junto a su novio.
Se quitaron la ropa en silencio, y pese al frío, ambos se quedaron sólo en bóxer. Bill sonrió al ver que Tom le miraba con la boca ligeramente abierta, se acercó hasta él y le besó castamente.
—¿Ya estás soñando? —Bromeó, recordando el extraño comportamiento de su Tomi en los pasados días.
—Es que tú eres un sueño hecho realidad —comentó el rastudo, aprisionando al delgado pelinegro en sus brazos.
—Estoy muy asustado, Tomi —susurró en su cuello, y le invitó a la cama.
—Y yo —Confesó el mayor, acomodándose al lado del cantante.
Bill pasó la mano por el vendaje de su novio y arrugó el ceño.
—¿Aún te duele?
—No tanto —aseguró. Sin embargo, estaba seguro de que en caso de pelea, estaría en clara desventaja. Pero nada en el mundo le impediría, defender a su pequeño, se arrancaría el hombro si fuese necesario, pero lucharía por él con uñas y dientes.
—¿Puedo…? —Se alzó levemente para buscar los labios de su amado, hasta que los brazos del mayor, le atrajeron más y se besaron con ganas.
—No necesitas preguntar… me gusta que me beses —dijo el rastudo, acomodando el cuerpo de Bill en su pecho.
—Me gustaría hacer algo más que sólo besarte —Confesó el pequeño, con la voz suave, temeroso de asustar a Tom.
—Y a mí, créeme, te amo y deseo darte lo mejor —susurró el rastudo, besando la frente de Bill—, pero ya te dije, quiero que sea especial.
—Lo sé, Tomi. Y lo será, porque te amo, será lo mejor que me pase en la vida.
Se quedaron en esa posición y por un segundo, Tom pensó que su novio se había dormido, hasta que sintió que el pequeño se movió, temblando ligeramente.
—¿Estás bien? —preguntó—. ¿Tienes frío?
—No creo que sea frío. Más bien, creo que estoy nervioso —Se giró en la cama y se acomodó al lado de Tom—. No puedo dormir.
—Ven, haré algo que te relajes —Su voz sonó sensual y el pelinegro sintió un cosquilleo en su entre pierna.
—¿Qué me harás?
No necesitó esperar una respuesta, la boca de Tom le atacó con deseo y pasión. Sus manos firmes y callosas le sujetaron con firmeza y en tan sólo un segundo estuvo sobre él. Instintivamente Bill abrió sus piernas y le dio espacio, sabía lo que harían y suspiró… le encantaba sentir a Tom cada vez más seguro en sus movimientos.
Con rapidez ambos cuerpos se calentaron, embriagados de placer y con sumo cuidado, el de rastas bajó su mano y acarició el miembro de Bill por sobre la tela, causándole un jadeo entrecortado. Alentado por aquel sonido de excitación. Tom tiró la tela de la ropa interior para sacarla y para ayudarle, el cantante levantó sus caderas, quedando, finalmente, completamente desnudo.
Ya sin ninguna duda, la mano de Tom sujetó firmemente el pene de su novio, sintiéndolo completamente duro y grande.
—Billa… —gimió al verle completamente perdido en su placer.
—Tomi… aahhh.
Le encantaba verlo así, entregado a sus ministraciones, se sintió poderoso y afortunado de ser quien provocaba esa mirada vidriosa en el otro.
—Te amo —aseguró el de rastas y sintió que la punta se humedecía—. Oh Dios…
—Tomi… Tomi… Tomi… —gemía sin parar el menor, sintiendo que el bombeo en su miembro aumentaba de intensidad—. Voy a…
—Hazlo… quiero verte… córrete para mí, pequeño.
El pelinegro abrió los ojos buscando el contacto con su novio, pero no pudo evitar echar la cabeza hacia atrás, cuando el orgasmo llegó con fuerzas. Tom se saboreó al verle de esa manera. Succionando su aliento, le besó con pasión.
—Te amo, Billa… —susurró y le dejó reposar, abrazándolo con cariño, sin importar que su masculinidad siguiera erguida y dolorosa.
—Tomi… —susurró el menor, sintiendo que todo el temor y la preocupación que sólo momentos antes le invadieran por el ataque contra su casa, se fueran como un mal sueño. Cerró los ojos recobrando la respiración y sumergiéndose en la calidez y tranquilidad que sólo su Tomi le podía brindar.
Entre tanto, el rastudo jugaba con el semen que su novio había dejado en su mano, sonriente por su nuevo progreso, le había tocado y no sólo eso, le había hecho sentir bien. Era un gran logro y con una sonrisa en sus labios, cerró los ojos, acompañando a su adorado pelinegro al mundo de los sueños.
& Continuará &
¿Quién habrá estado detrás del atentado? ¿Qué harán ahora que saben que Andreas tiene malas intenciones? ¿Podrá Bill perdonarle? ¿Podrán finalmente hacer el amor? No se pierdan la continuación y muchas gracias por leer y comentar.